Partida Rol por web

FECHA: 5 DE ABADAR DE 4715 RA, DÍA DE LA LUNA (LARGA NOCHE Y LUNA LLENA).

HORA: CANTO DEL GALLO.

LUGAR: TABERNA LA FUNDICIÓN.

CLIMA (EN EL EXTERIOR): INVERNAL. CIELO DESPEJADO

El paseo hacia el taller fue rápido, pero no tanto como para no lamentarme por mi suerte. Pero tenía unas cuestiones en mente que comentar con Halberd. Además, el ruido del taller y el traqueteo con las armas tenía un efecto relajante en mi ánimo. Tal vez en otra vida había pasado más tiempo del que creía en lugares así. A saber. Mi mente tan pronto divagaba en el pasado como se centraba tanto en el dolor presente que no me dejaba tregua.

Encontré al enano en el taller, acompañado por Vicky. Tanto mejor, durante la noche el dolor no había dado tregua. Para sobrellevarlo había estado pensando tácticamente cómo afrontar el nuevo día y llevaba un tiempo dándole vueltas a que Vicky podía tener mucho que ver en la solución. Así que su presencia facilitaba las cosas.

- Que hay Halberd. Morrisona. - Les dije. - Espero no molestar. Necesitaba un poco de tranquilidad para aclarar las ideas. - Les expliqué por si extrañaba mi presencia. - Y quiero comentar unas cosas con vosotros. -

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Halberd estaba ceñudo, observando las piezas de la ballesta desmontada y pensando en cómo demonios meterle mano. Sí, desde luego necesitaba tranquilidad para montar eso. Estaba intentando recordar el orden para indicarle a Vicky por donde empezar cuando llegó Callahan. Suspiró. Menos mal que no había empezado. Él no era gruñón, pero había momentos en los que necesitaba calma absoluta para concentrarse...

— Ah, Xavier. Íbamos a empezar con esto... Nos va a llevar un buen rato. Una hora, tal vez menos con la mano que me eche Vicky... Pero no habíamos empezado todavía. Y luego tengo que ponerle la armadura a Briaeros... Pero dime, dime. — se lo dijo en tono apremiante. Tenían muchas cosas que hacer y no quería alargar más de la cuenta las reparaciones en la forja.

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Vicky siguió a Halberd cual aprendiz a su maestro, observando con atención las piezas de la ballesta que Halberd había comentado. Sabía que entendía lo suficiente cómo para comprender qué estaban haciendo y cosas básicas que necesitaba, pero no estaba del todo segura dónde o cuándo había aprendido esas cosas. Tal vez era parte del "paquete justice ranger", saber montar y desmontar tus armas cuando persigues a criminales, improvisar grilletes, o a saber.

Justo iban a empezar cuándo Callahan apareció. Vicky notó que el enano parecía algo molesto, imaginaba que porque siempre tenía un montón de trabajo que el resto no acababa de comprender el tiempo y esfuerzo que requería y sacrificaba. Se sintió mal por no haber mostrado su aprecio antes y esperaba compensarlo con su ayuda en la forja.

Sorprendida de que Callahan requiere también su atención, Vicky se mostró abierta a sus preguntas.

- Claro cuenta, a ver si podemos ayudar.

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Continuaba rumiando algo de comida procedente del desayuno, viendo que el grupo se dividía en varias iniciativas, tragó, bebió, volvió a tragar y habló.

—A ver, para que me haga yo una idea clara. ¿Cuándo vamos a volver a las cavernas? ¿Vamos a volver todos? ¿Vamos a comprar más conjuros para sumergirnos? —dijo sin dirigirlo a nadie en concreto, hablando para ver si alguien podía ofrecerle las respuestas que buscaba.

Se encontraba bien, sano y fuerte, aunque no deseaba volver a bajar a aquellas húmedas cuevas que aparejaban peligros e incomodidades a partes iguales. Sin embargo si querían seguir conservando cama, techo y comida caliente, aquello era la única opción de la que disponían.

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Parecía que el enano estaba hasta arriba de trabajo. Tal vez habría sido mejor cogerlo en otro momento. Pero luego ya no habría ocasión.

- OK, Halberd veo que estás liado. Así que voy a grano. Estuve dándole vueltas a dónde vamos a meternos, en esas compuertas y el material. Los dos hemos visto de que están hechas, jodida Glaucita y cómo se las gasta ese material. Lo que pasa es me extrañaría que fuesen las únicas. Y me paré a pensar en que jodida sería la situación si nos quedásemos arrinconados ahí dentro sin poder escapar. Con las herramientas adecuadas podría intentar forzarlas. Para eso voy a ver que encuentro por el pueblo. Pero tengo pocas esperanzas. Así que, ¿Conoces alguna forma que podamos tener a mano para reventar un material cómo ese? - Le pregunté.

Dejé reflexionar al enano y me dirigí a Morrisona.

- Vic, contigo me gustaría hablar sobre cómo vamos a hacer lo que toca hacer. No creo que sea buena idea meterse todos juntos al mismo tiempo. Eso termina en carnicería. - Comenté crudamente. - Pero te vi allí abajo. Te escurrías bien en la oscuridad. Y si alguien tiene que entrar sin armar jaleo, no debería ir solo. Es lo que os dije allí abajo. Y salvo que los lanza conjuros me digan que pueden hacer algo mejor, voy a ir yo, y me gustaría contar con alguien que se maneje para cubrirnos las espaldas. Paso de caer en más emboscadas de mierda por montar un circo. ¿Cómo lo ves? ¿Fue cosa del momento o te ves capaz de moverte así? Si lo ves como yo, me gustaría que pensáramos un plan entre los dos y lo comentemos con Emil. - Terminé por comentar.

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Vicky no se esperaba aquella pregunta, o que el exmercenario estuviese planeando estrategias a espaldas de Emil y el resto. No era que no tuviese sentido lo que decía, claro, era más por el tema de que no era una actitud "de equipo". Le había dado la sensación durante la exploración anterior que cuando Emil no daba el mando, la gente no se atrevía a hacer nada ni siquiera cuando se les ofrecían planes.

- No fue una cosa de un buen día - algo que definitivamente no había tenido - El sigilo era importante en mi... ¿otra vida? - Vicky seguía sin saber ben como formular aquellas cosas. - Perseguir a maleantes para llevarlos hasta la justicia no es un trabajo que se haga montando una fiesta. No debería ser un problema moverme en silencio por aquellas estrechas cuevas.

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— Ajá, glaucita, sí... Hum, mala cosa sería quedar arrinconados ahí abajo con una puerta de glaucita en la espalda, desde luego... — no había pensado en eso, pero la idea era angustiosa. Mejor no pensar demasiado en esa posibilidad — ¿Formas de reventar la glaucita? Compañero... Siendo el casco o la escotilla exterior de una nave espacial yo no bajaría de cargas de demolición o misiles de plasma... Quizás un soplete de fusión...

Hmm, el dueño de esta forja sabe hacer explosivos. Tal vez sepa elaborar algo que pueda abrir un agujero en el fuselaje o volar una puerta... Pero nada que tengamos a mano, me temo.

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Después de desayunar la Mística se fue al exterior, buscó un lugar solitario y tranquilo pero no alejado de la Fundición, y empezó a hacer katas de meditación, tanto para fortalecer sus músculos como para facilitar la concentración. 

Así estuvo durante un buen rato, mientras abría su mente y su espíritu. La visitaron tanto Doro Doro-san como Samarkanda, a quienes saludó con respeto y agradecimiento. Finalmente fue Doro-Doro-san quien se aposentó en su interior, y la Pícara se alejó pero sin resentimiento.

Alexa siguió ejercitándose, ahora ya más centrada en ejercicios físicos y de combate que robustecieran su fortaleza física.

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Él ya había dicho lo que debía, aunque no parecía que muchos hubieran prestado oídos a ello. Lo que pasara a partir de entonces, no dependía de él, y como tampoco estaba en su naturaleza regodearse en los fallos ajenos no diría nada. Solo esperaba que de verdad no necesitaran nada de lo que vendieran, si es que vendían algo. Por lo demás, una vez terminó de desayunar, se quedó sentado tranquilamente, disfrutando de la inquietante sensación de tener piel y poder sentir el tacto del asiento. 

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Muxu asintió a Daeron. Pétalos de rosa, agregado.

-Me parece bien, Callahan.- Le respondió al mercenario ante su deseo de acompañarle llegado el momento y vió cómo se iba en dirección hacia Halberd.

En eso Thomas efectuó una serie de preguntas que la maga respondió.

-Por las palabras de Emil que dijo anoche, partiremos dentro de poco, todos creo y espero, y los Conjuros para sumergirnos con total seguridad serán sin coste, como para cualquier grupo aventurero que explore las cuevas mientras exista este problema según nos dijeron.- Comentó respondiendo a las preguntas mientras comía un bocado del sabroso desayuno que preparó Equilibrium.

-Cuando vayamos al templo de Bright para buscar a Joram Kyte y los conjuros de respiración, sería una buena oportunidad para conseguir los de curas. Ahora sabemos que el cuarto grupo expedicionario pasó sin tener que luchar contra los debilitados Skulks y puede que sigan vivos.- A diferencia del de los medianos y el dirigido por la orca. -Esos que pasaron sin luchar eran clérigos de Bright, considerando eso y con buena labia diplomática quizás puedan fiarnos los Conjuros de sanación.- La ex-alcaldesa se sentía optimista a intentarlo. -Las pociones tenían un coste de cincuenta y cinco piezas de oro a valor corriente y las obtuvimos por mucho menor precio, quizás tengamos suerte con los conjuros que en teoría deberían de costar menos.- Comió otro bocado.

-Entonces, Thomas, ¿Necesitas adquirir algún componente?-

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—Esas cuevas han estado más transitadas que el camarote de los hermanos Marx, han pasado muchos grupos y varios de ellos peligrosos. En nuestro estado actual como nos crucemos con alguno de ellos y tengan un mal día nos va a caer una tremenda paliza, porque supongo que todos estamos de acuerdo en que somos una sombra de lo que fuimos, si es que realmente todo eso que recordamos realmente son recuerdos de hechos reales y no algo implantado de forma artificial en nosotros. No sé si me explico. —Acto seguido achinó los ojos repitiendo mentalmente sus palabras para ver si había logrado el objetivo buscado. 

—Quiero decir, que si nos encontramos con uno de esas bandas de gente, deberíamos intentar dialogar primero, por pura precaución vaya. Que a nadie se le caliente el gatillo de la ballesta antes de tiempo y que Emil use sus encantadoras dotes de elfo para suavizar los posibles enfrentamientos.

Tardó un par de segundos en pensar la respuesta para finalmente negar con rotundidad.

—No necesito nada, gracias Muxu.

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Escuchando a Halberd me llevé la mano a la cara para taparme los ojos, me froté el cuero cabelludo y después encogí los hombros. - Mierda. Es lo que me temía. En fin. No merece la pena preocuparse de algo que no podemos controlar. Buscaré en el pueblo algo así, si es que existe. Aunque este villorrio no me genera ninguna expectativa. Espero que no se de el caso compañero. - Comenté con cierta frustración por lo escasa de nuestra preparación.  

- Vic, me alegro poder contar contigo. Cuando tengas un hueco después de ayudar a Halberd, me gustaría hablarlo para proponerle tácticas a Emil. A veces me parece que le falla un poco la base, pero escucha a los demás. Así que, me gustaría contrastar ideas, ¿ok Vic? - Le comenté. Encaraba la salida del taller cuando una duda brotó en mi cerebro.

- Por cierto, equipo. ¿Alguien comprobó de que estaban hechos los mondadientes de los bichos? No me gustaría pasar por alto algún tipo de aleación que pudiésemos aprovechar y vender. Ahora mismo somos pobres como perros callejeros. - Les dije riéndome de nuestra propia situación.

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Vicky asintió aunque preguntándose desde cuándo tenía un diminutivo a su nombre. Tal vez algo de entre las muchas cosas que había olvidado. Sin duda prefería aquello mil veces antes que "nena, muñeca, preciosa" o cualquier otro tipo de término que la convertía en un objeto para alegrar a la vista de unos pocos y no una persona. Le parecía peyorativo.

- Claro, cuando terminemos aquí. Imagino que los que van al pueblo tardarán un rato en volver. - se giró hacia Halberd en ese momento, dada por terminada la conversación. - Entonces, cómo me ibas diciendo, desmontaste la ballesta... - indicó al enano, dándole a entender que estaba lista. 

TRANSCURREN LAS HORAS:

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Emil durante unos largos minutos no había respondido. Finalmente, tras beber en pensativo silencio el café y tomar buena cuenta del desayuno preparado por Equilibrium se ajustó la ropa, se aseó y preparó su equipo. Luego se acercó a este.

- Gracias por encargarte del café, Equilibrium- dijo con una sonrisa ligeramente cansada. No había dormido demasiado bien por los recuerdos de los caídos, pero era verdad que se sentía más centrado.- Me daba la sensacón que hacía años que no tomaba una buena tostada de queso. Y un buen café. Creo que tengo la cabeza más asentada ahora. Bien... Lo primero, me alegro que todos tengamos mejor cara, ayer parecía que nos había atropellado un deslizador. Y desde luego, me alegro que la ceguera ya no sea un problema. 

Miró entonces a todos los presentes.

- He estado reflexionando y lo que habéis dicho hasta ahora me parece interesante. Creo que nuestro total de pociones, Alexa, son cinco. A las tres que lleva Daeron se suman dos que llevo yo. Por otro lado, coincido en la conveniencia indicada por varios de nosotros, el primero, el propio Equilibrium. No se si nos dará o no para recibir curaciones, pero los que están más heridos deberían recibir al menos un conjuro de curación si es que podemos permitírnoslo. Tampoco tengo problema en si resta dinero, tras esto, acercarnos a ver si es posible comprar una daga, una campanilla de hojalata, y algo de hilo de plata para Halberd. Me parece bien que te quedes aquí esperando a que volvamos en la forja, y si Vicky quiere y puede ayudarte, me parece perfecto. En todo caso nuestra expedición solo puede durar cuatro horas por las exigencias del conjuro que nos van a lanzar, aunque tan pronto acabemos vendremos aquí para recogeros y partir- hace el albino una pausa, tomando aliento, y acariciánse la nuca, antes de continuar.-   Desde luego, en la medida de lo posible, Thomas, intentaremos negociar con posibles grupos no hostiles... aunque no creo que encontremos muchos, la verdad. Y arriba ese ánimo. Es verdad que estamos alejados de lo que fuimos pero, teniendo en cuenta que varios de esos grupos cayeron contra aquellos a los que hemos vencido en un caso, y convencido, en otro, no tenemos nada de lo que avergonzarnos. Tampoco creo que sea posible comprar demasiado y coincido en evitar vender aquello que pueda resultar útil en el futuro aunque es posible que no tengamos más remedio que vender algunos de estos discos. Las cuentas por ahora no salen. En fin... ¿entonces se quedan Halberd y Vicky? ¿Xavier te quedas con ellos o vienes a las compras?

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HORA: POR LA MAÑANA TEMPRANO.

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— Eso espero yo también... — había respondido a Xavier. Antes de que se marchara le había preguntado si alguien se había fijado de qué estaban hechos los pinchos que usaban para apuñalar los gremlins. — Sí. Yo me traje uno de los pinchos. Son una mierda. Es un trozo de metal al que le han sacado punta, sin más. No sirve para nada.

Y dicho eso se giró hacia Vicky y empezaron a trabajar.

— Sí, la desmonté y la fui poniendo aquí. Mira, esta pletina es la que cubre el mecanismo y evita que le entre polvo y demás porquería... Esto creo que se llama nuez... Y esto... bueno, ve limpiando y engrasando cada una de estas piezas y me las vas dando por el orden en el que están colocadas mientras yo las voy poniendo en su lugar, ¿vale? — le indicó mientras él preparaba la primera de ellas.

Habían bielas, levas, muelles de fleje y algunas piezas más. Mientras limpiaba le parecía que, salvando las distancias, el proceso no era tan diferente al de volver a montar las primitivas armas de fuegos después de hacerle un buen mantenimiento. Tampoco recordaba si había hecho muchas veces el mantenimiento a algo que no fuera su antigua pistola de iones, pero prefirió no darle más vueltas. Había muchas cosas que no recordaría. Lo mejor era aceptarlo y no hacer demasiado caso a esa sensación que le acompañaría un tiempo.

Terminaron con la ballesta antes de lo previsto. Agradeció a Vicky su ayuda, y luego se concentró en revisar el taller en busca de materiales que le resultaran útiles para las ideas que tenía en mente.

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- Cuenta conmigo Emil. Me interesa buscar unas cuantas cosas. - Le dije a Emil. - Estoy listo, podemos irnos cuando queráis. ¿Por dónde empezamos? -

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Os acompaño le digo a Emil tras haber terminado de recoger las cosas del desayuno. Lo cierto es que hoy no me siento muy bien de la cabeza, algo así como un dolor sordo y constante, o como uno de esos pitidos que se te meten dentro...

Por supuesto no digo nada, pero quiero ver si con algo de ruido y distrayéndome consigo que se vaya. Miro a todo el grupo extrañado. ¿Por qué de repente me parece que ninguno de ellos tienen ni puta idea de cómo va el mundo?

Muevo la cabeza para despejarme, me pongo la armadura de cuero, cojo mis armas y me preparo para acompañar a Emil y los demás.

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HORA: POR LA MAÑANA TEMPRANO.

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Al cabo de un rato ya había localizado en el taller algunos componentes que necesitaría para los proyectos que había pensado. Incluso Briaeros había pasado por allí y le había puesto su extraordinaria armadura. Había quedado francamente bien, a pesar de necesitar algún que otro pulido.

Suspiró satisfecho por la mañana que llevaba tan productiva. Vicky también había sido una buena ayudante. Había cogido las indicaciones al vuelo y no tuvo que repetirle nada. No se diferenciaba tanto arreglar una ballesta como ésta y desmontar un revólver, suponía.

Cogió la ballesta de la mesa de trabajo y se la llevó a Thomas, a quien encontró en la taberna revisando su libro.

— Hola Thomas. Aquí tienes. Como nueva. — se acercó sonriente y le tendió la flamante ballesta. Incluso había limpiado bien toda la parte de la empuñadura, sacando brillo a la madera. — Vicky me ha ayudado. Tan solo asegúrate de no dispararla en vacío. Se podría volver a desajustar el mecanismo.— le avisó. No le parecía que Thomas era de esas personas que se pusiera a jugar con la ballesta, pero nunca estaba de más avisarlo — Bueno, pero aparte de eso creo que no debería darte más problemas. Si notas que le hace falta algún ajuste me dices, ¿eh?

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HORA: POR LA MAÑANA TEMPRANO.

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Una vez enfundado en la armadura, el borg alemán se sintió completo en cierto modo. Ahora se sabía capaz de plantar cara a casi cualquiera, y dado que iban a bajar de nuevo a aquellas cuevas, más le valía que la emoción fuera verdadera. Por lo demás, no estaba muy interesado en ir de compras, y el arañazo que le quedaba encima era indigno de mayor consideración, así que su intención era quedarse allí hasta que volvieran.