Partida Rol por web

-No seas así. Lo intenta. A veces se pasa, sí. Ninguno estaba preparado para esto. Pensábamos que nos iban a pedir que les cazáramos algo para cenar y nos iban a mandar a casa.

Empezó a juguetear con el menú.

-Pero sí, por mí se puede volver a pata si no le gusta la idea. Aunque no sé. Todos estamos muy hartos, no sé si le parecerá mal.

Al cabo de un rato, la camarera les trajo el bocadillo y no supo si ponerlo delante de él o de ella. Decidió ponerlo en medio, intuyendo que era para los dos y que no tenían mucho más. Con una sonrisa forzada se alejó de camino a la cocina.

Amy se encogió de hombros.

- Lo que sea.

Miró a la chica y después al bocata, le sonrió amablemente y miró a Donny esperando que lo partiera o algo, ya que lo había pagado él.

- Es el Alfa por algo. Debería llevar las cosas con más entereza, o al menos eso creo yo. Que no quiero decir que yo lo haga mejor, pero a veces…- no supo seguir la frase. Igual si se quejaba por quejarse.

-Gracias.

Dividió el bocadillo de la manera más equitativa que pudo, y se quedó con el trozo que había quedado ligeramente más grande al partirlo en dos. Dejó el otro donde estaba para que Amy lo cogiese. El pan estaba caliente, y era agradable sujetarlo. Bien, también le calentaría el estómago, aunque hubiera para cuatro bocados escasos.

-Somos todos nuevos en esto. Un Alfa debería llevarlo mejor que el resto de nosotros, porque se supone que es el Alfa, sí. Pero es lo que tenemos. ¿Qué más te ha dicho tu tía?

Amy cogió el bocata y lo miró con adoración, como si fuera lo más maravilloso del mundo. Después le dio un pequeño bocado saboreando el bacon y el queso medio fundido por el pan caliente.

- Joder… quiero volver a casa.- murmuró después de tragar el primer bocado- Janis me ha dicho que nos daban por muertos. Y poco más que no te haya dicho…- se quedó pensativa- ¿Sabes lo que es un contemplaestrellas?

Le dio un mordisco al bocatal, procurando no comer mucho de un bocado. Lo logró a medias.

-Es la tribu que se piró, ¿no? -respondió, con la boca llena-. Se fueron a liberar el Tíbet o algo así. ¿Por qué?

Amy dio otro mordisco moviendo los pies debajo de la mesa rítmicamente. Después contestó.

- Ya te lo he dicho antes. Han mandado a uno, un tal Accolon, a ver si nos encontraba. Quizás deberíamos esperarle o algo… Para ver si a él se le ocurre la manera de sacarnos de aquí. O quizás nos pueda explicar algo de lo que pasa.

- Hay que tener cuidado, no lo toquéis todavía. - había dicho la palabra mágica: 'todavía'. - Qué sitio más tétrico... Me da muy mala espina. Javier, tú eres el Theurge, ¿se te ocurre qué puede ocurrir aquí? -

Él, dejando un poco de lado el destello plateado, empezó observar a los espíritus entre el miedo y el respeto, bastante impresionado por la imagen de malos sentimientos que allí había plasmada.

Asintió a Javier.

- Dadme un momento...

Javier cerró los ojos y se concentró en escuchar las voces de los espíritus de Dolor y de Pena a su alrededor.

Los espíritus hablaban con voz de hombre y de mujer. Eran una pareja. Se juraban amor eterno. Pero había algo en ellos, algo terrible, que les obligaba a no poder consumar su relación. Eran Garou. Por ello, después de admitir que jamás podría romper la Letanía entregándose a la lujuria, decidieron venir aquí para darse muerte con aquel cuchillo de plata. Los espíritus vibraban con gran sufrimiento y contaban su historia al Theurge en susurros, transmitiendo su gran pena con cada palabra.

Javier habló con un hilillo de voz.

- Eran... Eran una pareja. Dos Garous. Estaban enamorados. Se querían demasiado. Se querían tanto... tanto que murieron. Había algo que les impedía consumar: la Letanía. Juraron que no la romperían, y se desgarraron las entrañas con un cuchillo de plata. Para no pecar.

Abrió los ojos y miró, sin quererlo, a Voz de Ptah.

- Murieron amándose para no engendrar lo prohibido.

-Hay que ser idiota... -murmuró Lyuben, quién no entendía como alguien podía llegar hasta tal punto-. Si lo que dices es cierto, estaban locos. Matarse por algo así... Es ridículo. Siempre podrían haber ido cada uno por un camino diferente.

El ragabash ni siquiera miró a Voz preguntándose que pensaría él de aquella historia. Se limitó a dejar de caminar hacia el árbol y se giró hacia el Alfa con una ceja levantada.

-Tengo la corazonada de que eso va a ser un cuchillo... Tu decides que quieres hacer.

El Metis se quedó en silencio, con el rostro imperturbable. Su modo de mirar el cuchillo hacía pensar que las palabras de Javier habían calado hondo en él, pero no dio muestra de ninguna emoción. Parecía estar calculando algo, quizás el amor que se tenían las víctimas o el coraje necesario para hacer aquello. Pero no dijo nada.

- No es tan sencillo, Lyuben. Para bien o para mal el amor a veces puede convertirse en un lazo mucho más resistente que la manada, tu clan o tu familia. Ahora bien... es posible que el arma sea la causa de la agonía que aquí se siente. Creo que deberíamos sacarlo de aquí, incluso es posible que le encontremos algún tipo de utilidad. - dijo el Alfa acercándose junto al arma. Se inclinó para observarla, dudando. - ¿Alguno os veis capaces de darle alguna utilidad? No quisiera cogerlo para luego tener que dárselo a alguno de vosotros. -

El Theurge inclinó la cabeza a su derecha.

- Creo que lo más inteligente sería que lo conservaras tú, Devon. No sabemos qué peligros nos esperan de ahora en adelante, y tú eres el Alfa, además de Philodox. Sabrás cuándo es el momento adecuado de usarlo o no usarlo.

En la cabeza de Javier sólo habían cigarrillos bailando polka.

Devon se quedó observando durante unos segundos la daga, estirando sus músculos para inclinarse. Dudaba. Pero tras batir la cabeza un par de veces se inclinó y sus fauces se cerraron en torno al mango de aquel arma que parecía haber significado el fin de dos Garous tiempo atrás.

Y se giró mirando de nuevo al grupo. Ahora no podía hablar y sus órdenes quedaban reducidas, pero hizo un gesto hacia arriba con la cabeza para preguntar si iban a irse ya de la Umbra.

- No parece que podamos hacer más aquí...

Javier asintió y los dirigió de nuevo hasta el mundo material, dejando atrás el sufrimiento de los espíritus. Una vez allí, miró a Lyuben.

- ¿Alguna idea?

Al liberar el cuchillo de las raíces, el dolor que nutría el claro del bosque se hizo menos intenso. Los espíritus no desaparecieron, pero su poder se hizo palpablemente menor. La manada se sintió mejor que antes. Mucho mejor. Se sintieron mentalmente más fuertes, competentes y renovados. Por fin podían hacer algo que sirviera realmente. No sólo tenían que huir, también podían ayudar de otros modos.

Tragó sonoramente y soltó un bufido.

-Ya, ¿y cuándo va a llegar? Porque si le tenemos que esperar, no nos podemos pirar, y en el clan local todavía pueden cambiar de idea y venir a por nosotros. Además, este pueblo de mierda me pone de los nervios. Vivir en el bosque no me hace ni puta gracia, y se nos acaban las opciones.

Le dio otro mordisco al bocadillo, y tuvo que esforzarse para cortar con los dientes una tira de bacon. Le quedaba un trozo muy pequeño, que podía sujetar con dos dedos.

Amy miró a Donny durante unos instantes y después el bocadillo, y se metió lo poco que le quedaba en la boca. Estaba muy rico, delicioso, pero se acababa de acabar el momento de gloria, así que había que ponerse manos a la obra.

- Pues vamos a por el transporte,¿no?