Partida Rol por web

El hechicero no solía ser normalmente tan tajante, pero aquél caso creía que lo requería. Dudaba enormemente que una simple cuerda mantuviese atado al ogro por mucho tiempo, como mucho, le mantendría distraído un par de minutos, mientras ellos se alejasen y se pasasen los efectos del encantamiento. De todas las maneras no iba a ser siempre lo que el quisiera, y no creía que consiguiera cambiar de opinión a Annie, normalmente los paladines solían estar aferrados a sus creencias más que a cualquier otra cosa. En este caso le tocaba ceder, no podían permitirse el perder a un miembro tan importante del grupo como pudiera ser aquella paladín.

-Vale, haced lo que queráis, pero daos prisa.-refunfuñaba el joven haciendo que el ogro se tumbase en el suelo boca abajo, con las manos a la espalda y los pies levantados, preparado para ser atado cual jabalí recién cazado.

Espero a que el mago deje al ogro en una posición adecuada. Es una posición algo ridicula, pero cuanto más bloqueado le dejemos más tiempo ganaremos ya que dudo que la cuerda le vaya a retener mucho, "sólo espero que lo suficiente para poder salir huyendo y que se distraiga con cualquier otra cosa que se le cruce por el camino... que no seamos nosotros!".

Me acerco al ogro con la cuerda y empiezo a atar sus muñecas y tobillos como si fuera un ternero, intentando complicarle el que se deshaga fácilmente de la cuerda, impidiendo el máximo de movimiento posible.

-Listo. Ahora a correr!!

- Pues creo que va a estar muy enojado cuando se recupere. Y la cuerda la rompe como si nada, eso seguro. ¡Ahora a correr! – dijo Annie, saliendo de aquel lugar a toda prisa. Con algo de suerte conseguirían alejarse antes de que aquel bruto se levantara.  

Corrí como no lo había hecho en mi vida, mi único objetivo era poner distancia entre el ogro maniatado y mi cuerpo. Cuando por fín nos detuvimos a las puertas de los muros de la ciudad prácticamente me derrumbé en el suelo, agotada, desfallecida y con un hambre de caballo.

-Creo que jamás me he alegrado tanto de ver estos estúpidos muros...- sonrío, aliviada.

Consiguieron llegar a la ciudad sanos y salvos, por el momento se había librado del ogro, y eso era todo un logro la verdad, pese a que Ithilon seguía pensando que debían de haber acabado con su vida. Myrna se derrumbó, nada más aparecer la imagen de la ciudad ante sus ojos, y ello le recordó al joven hechicero todo lo que habían soportado durante el camino, haciendo que sus tripas rugiesen sin poder impedirlo, emitiendo un sonoro ronroneo.

-Creo que nos vendrá bastante bien el descanso.-dijo el joven entre unas pequeñas y cortas carcajadas, mientras se agarraba la tripa para que dejase de rugir. Continuó con paso firme y seguro hacia el gran portón que separaba el exterior con las callejuelas de aquella ciudad.

- ¡Gracias a la diosa! – fue todo lo que pudo decir Annie, después de una larguísima noche de caminar casi a ciegas por un bosque oscuro, pasando frio y hambre y con miedo de encontrarse con cualquier tipo de bestias que acecharan en la penumbra.

- Quiero un baño caliente. Y comida. Y agua. ¡Y una cama! – grito la paladín, cuando se encontraban ya frente a las puertas y estas se abrían con el sonido del cuerno para dar paso a los viajeros.

¿Tenemos oro para poder quedarnos en una posada ya?

Habían llegado al fin a la ciudad, ya se encontraban dentro, a salvo de cualquier peligro exterior. El hechicero continuaba caminando adentrándose más y más en esta, sin forzar lo suficiente el paso como para continuar a la altura de sus compañeras. En esos instantes se le vino por la mente el comentario que hizo Myrna no hace demasiadas horas:

-...y por el camino, ir tocando algunos culos turgentes...-pensaba para sí el hechicero, al mismo tiempo que arqueaba una ceja y miraba de reojo a las dos. No le convenía seguir a su lado si quería seguir conservando las pocas monedas que le quedaban en su bolsa, que había conseguido tiempo atrás, rastreando algo por los caminos, y continuar vivo hasta el día siguiente. Por lo poco que conocía ya a la aventurera, Ithilon pudo deducir fácilmente que era una juerguista profesional, y que tal vez su afición por el buen vino fuera peligrosamente contagiosa, al igual que la paladín tal vez.

-Bueeeeeno..., creo que es hora de descansar, comer y dormir bien.-dijo el joven estirándose, y de una forma un tanto sobreactuada.- Mañana por la mañana nos vemos a las puertas de la ciudad para partir de nuevo, ¿de acuerdo? -concluyó el hechicero mientras caminaba, parándose en seco, y dando media vuelta para mirar a sus compañeras, esperando una contestación a la pregunta que les había hecho.
 

"Por fin por fin por fin!!" No quepo en mi, del gozo que siento al ver los muros y cruzarlos y volver a estar en plena civilización. Había sido un día y poco ahí fuera, en el bosque, pero había sido horrible y necesito un baño, y una cama blandita y vino y comida y tios buenos y.. y... y...

-Ay dioses, cuanto he echado de menos este jodido sitio! A la taberna!!- animo a mis compañeros a compartir un poco de comida, charla y vino, mucho vino. Me paro en seco y me quedo mirando a Ithilon cuando dice que se va a dormir...

-Oh venga, ni siquiera vas a comer? yo estoy famélica... en serio vas a comer sólo?

Tenía toda la intención de pasar la noche a solas, pensando en sus asuntos, y descansando sobre todo mentalmente después del esfuerzo que tubo que hacer por el ogro, si supieran que casi fracasa en su intento de hechizarle posiblemente no tendría ni el valor de mirarles a la cara. Myrna parecía muy animada, y como era de esperar quería ir a la taberna, el hechicero tenía en mente otra cosa, algo más tranquilo, comida caliente, buen beber, y una habitación silenciosa donde meditar y después dormir un buen rato. Se quedó unos instantes pensativo tras la tentativa de su compañera.

-Yo no he dicho que fuera a comer solo, solo dije...-en ese momento por la mente Ithilon pasó la imagen de él pasándolo genial con sus compañeras, tras todo lo que habían pasado, estar a punto de morir, perder a un compañero, y tras un par de años sin prácticamente compañía pensó que le vendría bien despejarse un poco.

-Bueno, vale...-dijo en medio de un gran suspiro.- Pero cuidado con las grandes fiestas, mañana volveremos a partir, y necesitamos todas las provisiones que podamos, incluidas nuestras propias energías. ¿A dónde vamos? -comentaba el hechicero en un tono más serio y algo más responsable, realmente no parecía él.

-"Vale, nada de fiestas, controlate, como bebas acabarán perdiendo el poco respeto que te tienen."

-Ese es mi chico!- le doy un pequeño golpecito con el puño en su hombro, satisfecha con su nueva respuesta.

-Pues a la taberna los tres! que me muero de hambre!- entusiasta, abro el camino hacia la taberna y nada más entrar busco una mesa libre y le pido a una de las camareras comida para los 3 y una jarra de vino especiado. Me dejo caer en el banco como un fardo, del agotamiento y el terror pasado. Más tarde me encargaría de encontrar las cosas que nos hacen falta...

Cuando la camarera trae primero las bebidas, el joven hechicero mira con prudencia las jarras de vino, como si fueran a morderle o algo parecido. Coge una, la mira con parsimonia, y tras un rápido olfateo bebe un poco y la vuelve a dejar en la mesa.

- Ha sido algo duro, para que nos vamos a engañar. Creo que sería conveniente que ya mañana nos aprovisionáramos, y dejáramos correr ya lo que queda de día. ¿Verdad? -comentaba Ithilon mientras veía como la camarera comenzaba a traer la comida, esta vez, una buena pierna de cordero asado, justo en su punto, en una gran fuente de barro. Al hechicero se le hacía la boca agua de solo mirarlo.

- ¡Juerga, juerga! ¡La que te espera con nosotras dos, hechicero! ¿Todavía tienes algo de fuerza? – iba bromeando Annie animadamente, enlazando a Ithilon por la cintura con su brazo izquierdo y pasando el derecho sobre los hombros de Myrna.

- ¡Juerga, juerga, hasta que anochezca! - cantaba la joven mientras los tres se dirigían hacia la única taberna y posada de la ciudad, llamada “El goblin estrangulado”.