Partida Rol por web

Salvadores Salvados

Salvadores Salvados - Puntero Láser - Escena Tres.

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08/06/2013, 06:10
Administrador

Nicolaás Linker resultó ser un negociador duro, muy duro. Pero, sorprendentemente, un hombre mínimamente comprensivo. Y entiéndase por ello que ponía un precio asumible, pero caro. Se aprovechaba de la necesidad ajena para obtener beneficio propio, pero sería un pésimo falsificador si no lo hiciese, y perdería sentido su trabajo. Las penurias de muchos son la oportunidad de otros, y en época de guerra buenos son los negocios para los emprendedores.

Y sin embargo, dio dos vías de salida al sacerdote en apuros. Conseguirle más tiempo para permanecer en su tapadera y dejarle seco era la primera. La segunda, darle una tapadera similar a la actual, pero distinta y a su elección. A su elección, dentro de un margen razonable. Un nuevo comienzo. Poder ofrecer algo así era sencillo. Cogías una persona desaparecida, te metías en la base de datos, cambiabas imágenes, registros, y dabas una serie de documentos falsificados.

Pero para eso necesitaba un compañero. Linker no podía hacer todo eso solo. Tendría a gente que le debía favores, o socios, o ambas cosas al mismo tiempo. Era lo lógico si quería prosperar y cubrirse el trasero. Así que dejó en manos de Jürguen la decisión y, tras escucharla, partió a ponerse a ello célere como el rayo. Una mano firmemente estrechada y una sonrisa en los labios. Era un buen día para el capitalismo. Los Mercenarios estarían orgullosos de ese hombre.

Y tras los negocios, sin mezclar una cosa con la otra, el placer. Una tontería para muchos, y un deporte de reyes, decían otros. Alguien con el genio de Jürguen, que bien podía haber ganado un premio Nobel de haber nacido en otro tiempo y tenido otra historia, no tenía casi rivales, aunque apenas hubiese practicado en otros tiempos ese deporte, o ya hubiese olvidado mucho tras sus años de andadura como fugitivo.

Pero lo había, estaba claro. Alguien con un intelecto notorio, que destacaba por encima del rebaño de ovejas que sabía que Gámbito era mucho más que un triste personaje de ficción. Hablábamos de sacrificar piezas para ganar una posición ventajosa en el tablero, lo cual ya asumía que no hacía como tantos otros, que consideraban la cantidad de muertes como la señal de ir venciendo. Claro, por eso no se mandaban a miles de soldados a morir para conquistar un lugar estratégico.

Ironía, obviamente. ¿Sentía curiosidad por su antagonista? Sí. ¿Podía beneficiare? Sí. ¿Podía ser peligroso? Y qué no. Eran tiempos para arriesgarse o morir, y morir no suponía un problema para Jürguen, por mucho que fuese pasivo o se cometiese riesgos. No mientas no le tirasen al fondo del océano con los pies en cemento. Eso sí sería una tortura.

El ciber-café donde estuvo Jürguen era un páramo. Sólo estaban él, el dueño, y un hombre bien alimentado que parecía estar escribiendo en un procesador de texto. Quizás se le hubiese estropeado el ordenador personal y se dedicase a escribir artículos desde casa. O cualquier otra excusa, eso era irrelevante.

El caso era que poca gente iba a una cafetería virtual en aquellos días. No cuando había una gigantesca Torre de Comunicaciones recién edificada en la ciudad para poder inhibir la navegación por La Red, entre otras cosas. Era imprescindible limitar Internet, o la guerra sería muy distinta, tanto para el atacante, como para el defensor, como para los rehenes neerlandeses. Un sustantivo bastante consecuente con su papel real dentro del tablero de la esa guerra.

Era una cibercafetería vieja, modesta, y por ello sus ordenadores iban en sintonía. Sin grandes procesadores, velocidad de infarto, o aplicaciones complejas que Jürguen no hubiese sabido manejar. Y aún así había que tener en cuenta que habían pasado, como mínimo, dos décadas del siglo veintiuno. Los ordenadores no eran tan lentos e insufribles como hacía treinta años.

Pero dejemos al local y al contrincante cibernético del hombre de sencillos y tradicionales gustos, pues el mismo pasó al siguiente escenario, cerrando la sesión tras lanzar su órdago a través de la red.

El Boulevard, otra vez. Un local infestado de buitres nazis más que águilas, si bien tenían esvásticas al brazo y gorras del ejército a la cabeza. Así había sido la noche anterior, al menos. Si Ambroos no era del partido nacionalsocialista parecía haber buenas migas con él, o era tan asquerosamente retorcido que se metía al enemigo en casa. No era algo a descartar, pero ese tío no era trigo limpio, de lejos.

Había ido allí hacía sólo unas pocas horas, pero volvía. La puerta esta vez estaba cerrada, sin portero, pero el cartel seguía poniendo "Abierto". Al parecer, de día, sencillamente no hacía falta tanta seguridad, o no. El hombre estaba dentro, descansando, sentado en una silla como un cliente más. A esas horas nadie iba a un burdel, salvo un cliente empedernido o alguien que sólo quisiese disfrutar de su función de bar. E ahí los dos hombres de la barra, tomando a buena mañana un café pertinente para soportar tanta basura nazi en su ciudad natal. Había que tener valor para aguantar todo aquello.

A Jürguen la líbido y la lujuria le subieron rápidamente. Descartando al camarero de movimientos ligeramente afeminados de forma peligrosa tras la barra, habían dos mujeres más haciéndole compañía, dándole cháchara.

Dos niñas, porque de eso tenían cuerpo, que no esperaban tener que coger frío a esas horas. Unas sencillas bragas negras para la de la derecha y otras blancas para la de la izquierda. Sujetadores a juego y ya. Esa era toda la ropa que llevaban, salvando un piercing en el ombligo de la derecha y un pendiente para la de la izquierda.

Enjutas, aniñadas, pero mayores de edad. Sonreían y se movían con un desparpajo de quien sabe venderse bien y explotarse a si misma como un arma cargada apunto de explotar.

Al ver al sacerdote entrar en el local no tuvieron reparos en saludarle efusivamente y a la par, con la mano. Sonreían con un aire virginal e inocente que en su fondo recargaba toda la picardía y maldad del universo. Pero una maldad inofensiva, meramente asociada a su trabajo. Lo peor, que parecían gemelas, y probablemente lo fuesen. Los mismos gestos, la misma actitud, la misma estatura, el mismo tipo de pelo, aunque cambiaba el color, quizás por un tinte.

Eran, sencillamente, las prostitutas mejor diseñadas que Jürguen había visto en toda su centenaria vida. Dos gemelas con un talento para ese negocio abrumador, con una personalidad de niñas descaradas y sinvergüenzas que debían engrosar la caja fuerte de un modo abrumador. Y si en plena faena eran tan buenas como captando clientela, las propinas y su lista de espera debía de ser la delicia de la cuenta corriente de Ambroos Janssen. Un cabronazo con suerte. Toda la del mundo.

- ¡Caballero!- saludaron las dos al unísono, componiendo una embriagadora melodía juvenil-. ¿Qué le trae por aquí?- dijo la morena- ¿Café matutino o polvo mañanero?- preguntó la rubia, siguiendo el hilo de su hermana-. Técnicamente no trabajamos hasta que se pone el sol, por aquello de que día no se deben morder cuellos- bromeó la morena, refiriéndose a una infantil broma sobre vampiros que, pese a ser muy barata y no tener ningún mérito, sonaba hasta bien dicho por ella-, pero bueno, todo tiene un precio caballero- añadió la rubia, sin sabiendas de que a Jürguen no es que le sobrasen en ese instante los euros.

Ambas cogieron un caramelo masticable de un bol para la clientela, situado sobre la barra, y mordieron componiendo una mueca seductora con los labios. Joder, habrían nacido ayer, pero lo que venía siendo poner cachondo el personal lo habían aprendido rápido. O ese Ambroos enseñaba de vicio, nunca mejor dicho, o eso era puro talento natural.

Born to be Fucked.

- Helghe Suxx- continuó la morena con una ligera reverencia-, empleada del mes y experta en maduritos interesantes- añadió, únicamente por agasajar al sacerdote.

En parte lo hacía por diversión, ya no por acaparar clientela, y más cuando debía sobrarle. Por otro lado, al menos en teoría las prostitutas de Ámsterdam seguían teniendo "derecho de admisión".

- Tinna Suxx- imitó la rubia a su hermana-, empleada del mes y experta en primeras veces- bromeó, asumiendo que ese hombre no era un asiduo.

Helghe alzó un dedo y cortó el aire, metafóricamente.

- Oh, espere, igual no viene por trabajo o necesidad de nuestra tan estimada compañía- se autohalagó-. Igual es usted el sacerdote que vino anoche, según me comentó mi compañera, Meike- Tinna dio un saltito de alegría y aplaudió con fingido entusiasmo- ¡Un sacerdote! ¡Eso lo hace aún más interesante!- pero Helghe se rió y la tapó la boca-. No la haga ni caso, es una demonia. Debería exorcizarla, Padre. Si viene otra vez a por Ambroos Janssen no está aquí, y no sé cuándo aparecerá. Yo también le hecho mucho de menos.

Y ahí, por primera vez, se leía bastante más sinceridad que antes. Realmente, por alguna razón, echaba de menos al proxeneta. Y no porque estuviese muerto o desaparecido, sino por algún tipo de implicación emocional. Bueno, al menos no hicieron bromas sobre los sacerdotes y el sexo. Aunque tampoco es que pudiese molestarle. No lo hacían por ofender, se notaba. Sólo hacían su trabajo. Y muy bien.

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08/06/2013, 14:16
Niki Neill

Tomé nota mental de todas las cosas que quería hablar con Maggie y lamenté que al final no hubiéramos tenido mucho tiempo justo en el momento en el que la conversación se ponía más interesante. Pero ya habría tiempo más tarde, ahora era el momento de acción, y esa sensación ya me ponía tensa.

Las armas... por alguna extraña razón me sentía cómoda imaginándome con una de ellas. Mostré una leve sonrisa a Drike

- Un AK47 será perfecto para mí. - No era consciente apenas de lo que estaba diciendo. Nunca había matado a nadie, o al meno recordaba haberlo hecho y la sensación de que podía hacerlo esta noche me agobiaba. Al mismo tiempo, era como si una parte de mí disfrutara de esa emoción previa a la acción, segura de sí misa y cómoda, como si fuera algo cotidiano. Es el fusil de asalto más popular del mundo La frase resonó un instante en mi cabeza. - Tengo ganas de tener una en las manos. ¿Qué más tenéis?

No habría sabido decir muchas más armas, pero estaba convencida de que cuando Drike las dijera yo las reconocería, y de un modo o de otro, eso era información y me guiaba para saber lo que podría o no podría usar. Me alegré de que Drike quisiera  protegerme y pensé que eso era una buena señal.

Aproveché ese instante para dejar mi mente abierta a sus pensamientos, quería ver no solo oír y sabía lo que buscaba. Buscaba ver la cara veía cada noche antes de dormirme, aquel hombre aparecía hasta en mis peores sueños... "Breng me naar de AAK2", pero no solo era eso lo buscaba, me habría servido cualquier información, sobre el tren, sobre Amsterdam, o incluso sobre las propias armas.

Por otro lado, me mostré ansiosa de poder conocer al fin a los demás Anarquistas, de algunos ya tenía una ligera idea, de otros no tanto, pero en todo caso, me encantaría conocerles al fin en persona, y traté de mostrarle a Drike mi entusiasmo.

Pensé que esto era algo que podía aprovechar, si me hacía una idea de cómo eran esas armas, también podría tratar de recordar el arma que llevaba aquel hombre en mi recuerdo. ¿Habría algún número, código algo que pudiera seguir o rastrear? Era poco probable, pero no perdía nada por intentarlo.

Tras eso, intenté que la conversación fuera breve para llegar cuanto antes a la reunión. Me puse el casco deprisa y me agarré fuerte al cuerpo de Drike, sabía que podía sostenerme sin agarrarme a él, pero también sabía el poder del contacto el humano, y la imagen de la chica frágil siempre quedaba muy bien.

 

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09/06/2013, 21:17
Gretchen

El contacto con Erik fue aceptable, aún así Gretchen no se apartaba de los pantalones de Ambroos.  Le vio marcharse,  y cuando Arjen le puso algo de comer delante, intentó encargarse de ello. No pudo. Picoteó el contenido de su plato, cambiándolo de lugar más que comiéndolo, masticando concienzudamente cada bocado y forzándose, como siempre, a tragar. Despacio. Finalmente, con la llegada de nuevas invitadas, apartó la comida.

La agresividad de Irina la mantuvo pegada al asiento, y cuando la mujer trató de besarla, la única razón por la que no retrocedió fue el hecho de que era una XX sin colgajo entre las piernas. Se quedó rígida, sin respirar, mientras la mujer daba sendos besos en sus mejillas. Olía a miedo, pero varios niveles por debajo de lo que habría olido si Irina hubiera sido un hombre. Trató de devolver el saludo y lo único que salió de su garganta fue un gañido más propio de un gato mojado que de una persona.

Los besos de Olga resultaron más suaves y, provenientes de alguien más gentil, los aceptó menos envarada. No obstante, permaneció mirando al suelo, cruzando las piernas apretadamente sin darse cuenta.  Movía los dedos con rapidez, nerviosa, y si entre ellos alguien pusiera un pliego de papel saldría finalmente alguna figura.

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09/06/2013, 23:11
Ambroos Janssen

- Ambroos Jannsen. Del barrio rojo.

Ambroos cumplió con los saludos. Apretones de manos con apretones de manos y una leve sonrisa de camadería, apretones de mano por compromiso con cara estóica y los dos besos de Olga con tranquilidad y una tenue sonrisa. Nadie hubiera dicho que había verdadera alegría en su gesto, pero se podía ver que era un esfuerzo por parte del proxeneta, que tenía a la pequeña Gretchen bajo sus faldas metafóricas con la cara asustada de un animal que no sabe en que casa nueva le han encerrado.

Y es porque era el local de Arjen. Muchos no entendería la comparación de algo tan noble y en cierta manera temerario como los ecoterroristas con el burdel de Janssen, pero Ambroos la tenía clara: era su familia y su negocio. Su terreno. El lobo estepario se controlaba a si mismo en su local y mantenía las formas. Lo mínimo que podía hacer el proxeneta era devolverle el favor.

- Un placer. Arjen, si nos disculpas. Añadió, incluyendo a Gretchen en el pack. Sabía que dejar a la cría allí sola, con la maquina de matar rubia y una mujer con gestos de cariño suficiente para matar a un diabético no sonaba a buena idea.  Ambroos sería en general intimidante, pero su entrepierna no tenía interés alguno en la pequeña patinadora, lo que le convertía en un perro guardian temible pero seguro a ojos de Gretchen. Solo tenías que procurar no tirarle del rabo.

Creo que voy a llamar a las gemelas en lo que organizas todo. No quiero que resultemos una molestia.

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10/06/2013, 08:51
Eugenius Novák

Eugenius respondió al teléfono esperando escuchar la voz de Eichmann al otro lado, y así fue. – Señor Eichmann… - respondió con un tono solícito y casi adulador. Se encajó el sombrero y se arrebujó en su gabardina para evitar el frío de la noche en la medida de lo posible. Escuchó las palabras de Eichmann pero antes de responder al rubio manipulador se mantuvo a la espera.

Las palabras de consuelo respecto al asunto de la madre de Eugenius pillaron al científico de sorpresa. No esperaba algo así y menos viniendo de un hombre como Eichmann, pero sabía que algo oculto habría detrás. Además, qué diablos su madre no estaba muerta y no entendía por qué aquél cretino llegaba a la comparación con el caso de su madre… No es que Eugenius deseara ningún mal a aquella señora, pero ella había muerto de cáncer, y Ria sin embargo estaba en las primeras fases… y aún estaba por determinar el alcance de la enfermedad. Aun así Eugenius fue educado: - Gracias por su apoyo, señor Eichmann, y mi más sincero pésame por lo de su madre. -

Una respuesta formal, protocolaria, pero que venía a cuento. Nóvak seguía sin fiarse de las intenciones de Víctor Eichmann, pero no sabía cómo, aquel tipo conseguía desarmarle siempre, de una forma u otra. El perspicaz intelecto del científico tenía que preparar alguna estrategia para futuros encuentros con aquél hombre.

El tema de jugar al golf era una excusa que le valía tanto como cualquier otra… dudaba de que hubiera escuchas en el campo de golf pero debía asegurarse de que fuera así. El asunto a tratar no era moco de pavo.

Dígale al Gobernador que tengo algo importante que tratar con él. Algo de lo que depende la vida de todas sus tropas en esta ciudad, usted incluido señor Eichmann. – Eugenius fue frío y directo. No estaba con ganas de juegos de palabras, ni tenía pensado trabarse con Eichmann en un cruce de falsas adulaciones. – Hablaré con él y sólo con él… en algún lugar libre de micrófonos y cámaras de seguridad… me vale el campo de golf… pero si hay otros implicados será más complicado hablar de todo. -

Con sus palabras Eugenius confiaba en desarmar a Eichmann… el alemán le había contestado dando a entender que tenía la sartén por el mango… aunque hicieran concesiones a Nóvak. El genio le demostraría que estaba equivocado, y que todo era al revés. La mente de Nóvak siempre iría cuatro o cinco pasos por delante. Eran palabras duras… palabras fuertes… no eran palabras que tomarse a la ligera… y menos si podían ser ciertas viniendo de una mente tan brillante como la de Eugenius.

Eugenius pensaba en si revelar al Gobernador todo lo que sabía… aunque seguramente no era buena idea, porque tendría que explicar el cómo lo sabía. Dejaría caer pinceladas, mostrando la gravedad de la situación… y confiaba en el buen juicio del Gobernador para dejar al genio manga ancha para hacer y deshacer a su antojo.

Sin embargo la contestación de Eichmann desarmó al genio… No supo cómo ocurrió… y casi ni recuerda las palabras exactas, pero se vio a sí mismo contándole a Eichmann parte de la verdad, al menos lo que tenía pensado indicar al Gobernador:

- He descubierto el problema de Avalon. Sé por qué se producen las fugas y creo saber cómo repararlo… aunque con gran riesgo de que la central explote. Todo tiene que ver con Vanderveer y el trabajo que realizó para ustedes. Ahí radica su problema. -

No quería ser más enigmático… pero no iba a darles más información hasta recibir algo a cambio por parte del Gobernador.

- Si el Gobernador no le da nuevas indicaciones cuando le transmita mi mensaje, nos vemos mañana a primera hora en el campo de golf. – Eugenius omitió que contaba con que hubiera algún vehículo alemán a la puerta de casa de su hermana para acercarle al lugar, pero lo daba por hecho. – Por cierto, no he tenido el gusto de conocer al tal Knochenmann… ¿puede decirme algo sobre él? -

Eugenius ignoró deliberadamente el comentario acerca de Anne. No iba a dejar que Eichmann se saliera con la suya, y estaba seguro de que el rubio sabía de sobra dónde estaba Anne… quizá sólo estuviera jugando con Eugenius, pero aprendería que ése no era el camino. Por las buenas o las malas lo aprendería.

Eugenius esperó a acabar su conversación con Eichmann, y nada más cortar marcó el número de Anne confiando en que esta vez, ella respondiera al otro lado. Le importaba bien poco que la comunicación fuera interceptada. Si no lo conseguía… lo primero que debía pedir al Gobernador, era una autorización especial para él para poder comunicarse con el exterior sin problemas…

 

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11/06/2013, 00:34
Arjen Wolfzahn

Arjen asintió a Ambroos cuando éste manifestó su intención de aprovechar y hacer las gestiones que debiera hacer. Llamar a las Suxx era, sin duda, la que más interés suscitaba al ecoterrorista. De ahí dependía mucho de los que fueran a hacer, y es que si Dyrk se hallaba efectivamente en la casa del Gobernador, una de las variables de aquel complejo problema quedaría fija. Y eso era de agradecer.

Cuando ambos -proxeneta y chalada- salieron del cuarto, Arjen comenzó a hablar, a impartir las órdenes que iban, esta vez sí, a cambiar el futuro.

-Bien, muchachos, ya va siendo hora de dar por culo a los nazis de verdad... -fue lo que oyeron antes de cerrar la puerta.

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11/06/2013, 01:19
Gretchen

Gretchen no sabe a dónde van, pero tampoco le importa. Sigue a Janssen, ahora a una distancia prudencial puesto que el hombre vuelve a ser lo más agresivo de su entorno.

- He pensado. Sobre la casa. El Gobernador. Tendrá soldados. Guardias. Sistema de seguridad. Son dos cosas importantes, guardias y seguridad. 

Camina mientras habla, frases cortas separadas entre sí por silencios de duración irregular. A Janssen le va a hacer falta mucha paciencia y mucho tiempo para comprender todo lo que la chica quiere decir.

- Los guardias son gente. De confianza. El sitio es importante. La casa es importante. La gente tiene que ser... élite. Muy peligrosos. Deberían ser muy peligrosos. Yo no sé disparar. Yo no sé pelear.  Los guardias tienen... harán pausas. Para cambiarse. Necesitamos esos horarios. 

Habla moviendo las manos, intentando hacerse entender como si su vida fuera la partida de Party más sangrienta del universo.

-Seguridad. Electrónica. Si eliminamos la electricidad, eliminamos la seguridad. Pero hay generadores de emergencia. Hay que apagarlos. Primero apagar la electricidad de emergencia, nadie lo nota,  luego la normal. Y así no habrá cámaras. Pero los guardias se pondrán nerviosos. Si hubiera una tormenta le echarían la culpa a la tormenta. ¿Me entiendes? Si tuviéramos las tormentas de nuestra parte -alzó los ojos acuosos al hombre alto rezumante de testosterona, sabedora de que su manera de expresarse es de lo malo lo peor.

Y de pronto, añade:

- Gracias por proteger a Stille.

Proteger... mentir.

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11/06/2013, 00:50
Arjen Wolfzahn

-Bien, muchachos, ya va siendo hora de dar por culo a los nazis de verdad -dijo con convicción a tres de sus cuatro mejores hombres, los compañeros, el núcleo y cúpula de su organización-. Una de sus herramientas, de sus muchas y asquerosas herramientas, es el miedo. Ese miedo tiene muchas caras, pero cuando viene acompañado del control es cuando más repulsivo me parece. Miedo al control y control por el miedo -repite. Golpea la mesa con furia-. Y eso tiene que acabarse.

Les miró a los ojos a los tres. A Erik, convencido de que hacían lo que debían. A Irina, que sólo buscaba venganza y un modo de hacer salir su odio. A Olga, inquebrantable en su aparente docilidad. Una lástima que Mark todavía no hubiese llegado.

-Los putos nazis tienen esta ciudad en sus jodidas garras. Y donde no tienen las zarpas dejan sus redes -su voz, dura, empieza a encenderse. Pasa siempre que incita a los suyos a actuar-. Una de esas redes es la Torre de Comunicaciones -añadió, levantando una mano como queriendo señalar la ubicación de lo que queda del Spieringhorn, el parque destruido junto al que en aquellos momentos se alzaba la maldita torre.

Dejó que sus palabras calaran lo suficiente en los presentes. Les sostuvo la mirada uno a uno. Sí, la Torre. Acojona, ¿eh? Pues la vamos a tirar en sus putas narices. Flipad. Todo eso decían sus ojos.

-Los nazis controlan las comunicaciones -dijo, algo completamente obvio-, pero aunque no puedan estar pendientes de cada maldita conversación, el simple terror a que precisamente en ese momento te estén escuchando a ti -señaló con un dedo a Erik, como ejemplo de lo que quería decir- basta para que no digas nada sospechoso. Pues no, hostias. Nos dan por culo sólo con eso. ¿Acaso no podríamos coordinarnos mejor con el resto de gente si no estuviera ese amasijo de acero con antenas jodiendo el paisaje? -sacudió la cabeza-. Y luego están esas extrañas tormentas... ¿quién dice que la concentración de potencial eléctrico que hay ahí no tenga que ver en su formación? ¿Acaso sólo por eso no deberíamos derribarla?

Suspiró como con cansancio y bajó la cabeza. Tras el estallido venía el bajón. Y, además, no podía engañarles a ellos. No podía y no quería. La lealtad era lo más importante que tenía, y no iba a hacer que el secretismo acabara con ello.

-Pero he de seros completamente sincero, joder. Llevaba tiempo pensando en este golpe, pero hoy ha sucedido algo que me ha llevado a ponerlo por fin sobre la mesa. Dyrk -dijo. Todos conocían a Dyrk. O, mejor dicho, conocían la historia-. Está vivo. Tengo una grabación del Gobernador hablando de él. Ese cabrón le tiene en su mansión. ¿Quién me ha dado la grabación? -se antepuso a las preguntas-. El Arquero, otro de sus golpes misteriosos. En mi casa tengo una flecha suya, una maravilla que tiene en el asta una grabadora/reproductora. Ya os la enseñaré.

Inspiró con fuerza y levantó la cara para mirarles de nuevo. Cuando lo hizo, su rostro estaba nuevamente lleno de energía.

-He de entrar allí y rescatarle -sentenció-. Y si quiero que salga bien para ello necesito un plano de la mansión. Olga -llamó a la pelirroja-, tú puedes conseguírmelo. Una vez las redes sean un caos podrás colarte hasta la cocina, ¿verdad? -le preguntó. Después volvió a posar sus ojos en los de cada uno de ellos. Primero Irina-. Es una oportunidad de oro para joderles a base de bien -luego Erik-. Arrancaremos esa parodia de árbol del pulmón verde en el que está enclavado -y nuevamente Olga-. Y salvaré a Dyrk, a mi hijo.

¿Dónde estaba Mark? Tenía que hablarle de la visión de Gretchen, de ese futuro de colores negros y sin esperanza... y de la esperanza de cambiarlo por uno verde y luminoso. Tenía que contarle que Gaia no se mantenía de brazos cruzados y que ellos eran muchos más de lo que imaginaban.

Esperó sus comentarios.

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11/06/2013, 01:55
Ambroos Janssen

Ambroos escuchó a Gretchen con toda la paciencia que tenía. Uno diría que podía ser mucha, teniendo un cuerpo tan grande para almacenarla, pero es que el proxeneta se reservaba para la mala leche. Una tan condensada durante años que rezumaba por todos y cada uno de los poros de su cuerpo. Gran reserva.

- Quizás las gemelas se hayan percatado de los turnos de guardia. meditó en voz alta ante las confusas palabras de Gretchen. Era la única forma que se le ocurría de acceder a una información así: los nazis no hablarían del tema ni borrachos, y probablemente la información sería lo bastante reservada como para estar alejada de un civil sin mucho esfuerzo.

- El problema...miró a la niña fijamente, pensativo. Tardó en darse cuenta de que los pozos inquisidores que eran sus pupilas hubieran incomodado a la persona más entera, antes de apartarlos de la cría. Quieres encontrar a aquel que hace las tormentas. dijo, resumiendo las palabras temblorosas de la niña. Pero yo no tengo ni idea de como hacerlo. Sin él...(o ella, a saber) solo podemos esperar que una tormenta coincida con nuestros planes. Torció el morro con un leve gruñido. Demasiada casualidad sería.

- Nos vendría también bien un mapa de la casa. refunfuño inconscientemente, viendo como se le agolpaban encima tareas que le alejaban del interés inmediato de prender fuego a cosas y liarse a puñetazos. Con el ceño torcido sacó el teléfono y marcó el número de las gemelas. ¿Estarían ya en el Boulevard?

- Vamos...Suxx...farfulló, mirando la pantalla mientras la llamada conectaba. ¿Habría cobertura en la "eco-cueva"? De todas formas... continuó, como si las palabras de la niña se hubieran perdido en su cerebro.

No estaba seguro si responder, en realidad. El lo tenía muy claro, pero para Ambroos Gretchen era una especie de piñata nuclear. La radiación te la llevabas simplemente por estar cerca, pero a saber que golpe a ciegas activaba el mecanismo de explosión. A veces se había topado con gente así, que no sabías como reaccionaría: seguramente mal. Cualquier cosa era personal. Normalmente pasaba de esa gente enormemente, pero en este caso Gretchen...era diferente.

No era exactamente cariño: había pasado demasiado tiempo follando por dinero y abriendo gente en canal como para sentir algo así tan pronto. Y Janssen era demasiado visceral como para pensar que necesitaba a la cría para desmantelar al enemigo. Pero había una especie de pacto mudo. Gretchen no salía corriendo de él y Ambroos intentaba no darla motivos para hacerlo.

No tienes que darme las gracias por lo de Stille. Es un socio. Era muy difícil que Ambroos usase la palabra amigo. Otros se hubieran ofendido, pero Stille en realidad se hubiera reído con condescendencia si hubiera ido ese término para referirse a él. Muy seguramente. He hecho cosas peores para ayudarle que decirle cuatro palabras.

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11/06/2013, 05:12
Administrador

Parecían de acuerdo con Arjen, y de su lado, claro. Escucharon pacientes, mirándole como unos Waffen-SS hubiesen hecho con su Reich. Con una mezcla de servilismo, orgullo y decisión propia. Con un interés común por un futuro distinto.

- Les devolveremos su miedo- declaró Irina apretando los puños, tensa en su fuerte acento ruso y su rigidez-. Llevo mucho tiempo queriendo hacer esto, lo sabes, pero hay demasiado trabajo para cuatro personas y un grupo de grafiteros, por mucho que Erik les esté enseñando- la mujer claramente apoyaba a Arjen, pero también abogaba por la cautela para consumar con éxito su propia venganza-. Necesitamos más armamento, y necesitamos que ellos tengan menos. Dos y dos me dan cuatro.

Erik asintió con una mueca dolida ante sus palabras, a sabiendas que tenía razón. Especialmente con cuanto coartaba la Torre de Comunicaciones, un simple edificio desvitalizado que frenaba el avance de una revolución interna. Con miedo.

Olga, sin embargo, no pareció comedirse lo más mínimo, y se lanzó a por Arjen, abrazándole con efímera efusividad. Le acababa de decir que su hijo seguía vivo, y eso era algo que ella no podía celebrar con un simple "bendita esperanza". Necesitaba abrazar al dolido padre que había perdido a su familia de sangre por culpa de aquellos monstruos.

- Le encontraremos. Y lo traeremos aquí. Luego veremos lo que haremos, pero recuperaremos a Dyrk- se separó de Arjen y le miró con un brillo de seguridad y emoción en los ojos, asintiendo con la cabeza mientras intentaba disimular un pequeño temblor en la mandíbula-. Haré todo lo que esté en mi mano- declaró, y eso no era poco-. Te conseguiré el plano- dudó un segundo antes de añadir, solícita- Si consiguiese entrar en la Torre de Comunicaciones tendría acceso a todo el sistema de la ciudad. No sé de qué seré capaz hasta que lo vea, pero creo que podría adueñarme de la megafonía, apagar las cámara y destruir los registros, filtros y restricciones- tragó saliva, a sabiendas de que si bien eso no destruiría a los nazis, era como echar un tanque de lava y una docena de huevos de dragón en la ciudad-. Eso último dejaría Ámsterdam, y quizás los Países Bajos, desnudos. La ONU sabría en cuestión de horas todo lo que no haya podido averiguar hasta la fecha. Y no sé si eso será bueno, o malo.

Erik se cuadró, inspiró hondo, y soltó aire por las fosas nasales, asintiendo a su líder.

- Recuperaremos a tu hijo, Arjen- declaró en un serio y firme, orgulloso-. Te lo prometo. Supongo que entonces debo decirlo ahora. No quise antes porque...- miró al lugar por el que se habían ido Ambroos y Gretchen- no sabía si debían saberlo.

Se abrió el abrigo y sacó un sobre abierto, tendiéndolo al ecoterrorista magno. Eran seis fotografías de un hombre, físicamente anodino, normal y corriente, sin nada destacable. Por contra tenía un traje caro y percha de estirado. Era el aeropuerto de la ciudad, totalmente controlado por los nazis y convertido en un hangar particular y pista particular para el transporte de aliados, diplomáticos neutrales y drones de combate, entre otros. Si ese hombre había llegado a ese aeropuerto no podía ser, como mínimo, un enemigo declarado de la facción nacionalsocialista.

  

Tendría entre treintra y cuarenta años. Metro setenta, orejas de soplillo, palido, todo lo lejos del bronceado que se pudiese pensar. Ascendencia física nórdica o alemana para más seña. Delgado, con una pinta de arrogancia y prepotencia que tiraba para atrás. Afeitado pulcro no, lo siguiente.

- Eugenius Novák- declaró Erik-. Información de un contacto ocasional entre los Mercs. Al parecer han puesto precio a su cabeza. Me lo pasó porque, atiende- sonrió de forma macabra-, es científico nuclear, especializado en motores. Tiene miles de estudios y experimentos, Arjen. Tiene a sus espaldas cientos de conferencias. No es una exageración- señaló las imágenes-. Este tío estaba acabando carreras universitarias cuando debería estar en educación secundaria. Supusieron que necesitaría saber esto, y he supuesto que vosotros- abrió las manos hacia Arjen y las dos chicas-, también- se giró hacia Olga-. También es ingeniero y programador informático. Este tío sabe de cibernética, robótica y guerra informática como para ser el trofeo del pentágono.

A Olga, ante eso, se le iluminaron los ojos con una mezcla entre devoción y miedo. Desde luego, aquello era relevante. Si combinaba sus capacidades con las de Novák a saber de lo que serían capaces. Siempre y cuando el científico no fuese una amenaza en lugar de un aliado, algo bastante probable. Y si estaba trabajando para los Alemanes, desde luego, sería un obstáculo flagrante contra Silk Shade. Era duro decirlo, pero ella no podía, por muy buena que fuese, medirse y ganar a alguien como Novák en ese tipo de duelos.

- Tenemos que llegar hasta él- fue todo lo que dijo ladeando ávida el rostro hacia Wolfzahn-. Y tienes que enseñarme esa flecha, por favor- rogó más que otra cosa, necesitaba de ver ese ingenio tecnológico que aunaba filosofía ecoterrorista con tecnología punta en miniatura. 

Irina se sintió ligeramente cohibida ante todo aquello. Torció la mandíbula, se miró los pies y volvió a mirar al grupo.

- Vosotros diréis por dónde empezar y qué hacer- aunque eso era mayestático. Arjen orquestaba, el ajedrez se movía-. Me moveré al compás- crujió los nudillos.

Tras ello se escucharon un par de golpes con nudillos ajenos, contra uno de los estantes. Era Mark Dekker. El cabello revuelto y destartalado iba en sintonía con sus ojos hundidos y su frente amplia y tostada, como el resto de la piel. Ese hombre tenía aspecto de granjero envejecido por el trabajo, y más de una vez había confesado a Arjen que, si bien las plantas le daban la vida, se sentía desvitalizado y muerto por dentro tras obrar sus pequeños milagros, como si de un particular precio a pagar se tratase.

- Perdona, Arjen, estaba frito- declaró, aún con una gota de agua en una mejilla, pues se acababa de lavar la cara para despejarse-. Cuéntanos- añadió creyendo llegar a tiempo.

Arjen repitió la información que había dado a sus camaradas, y estos le pusieron al corriente de lo que habían dicho, tanto Silk Shade como Erik. Al ver las fotos el hombre se limitó a asentir y tomarse medio minuto para pensar, pero desde luego, abrazó de forma fraterna al líder ante la información sobre Dyrk, felicitándole. Estaba con los nazis, pero estaba vivo. Era más que nada, y el tiempo se lo devolvería.

- De acuerdo- dijo devolviéndole las fotos a Erik-. Necesitamos cosas, y para eso necesitamos movernos entre tierra fértil. Hay que intentar ponerse en contacto con El Arquero de algún modo. Ese hombre parece que tiene un extraño juego de ajedrecista que hay que valorar- asintió para si, chasqueando la lengua-. Que actúe desde las sombras y de una forma tan independiente, tan retorcida, no me termina de gustar. Parece que nos esté probando, y me recuerda a Amanecer Verde- señaló a Dyrk tras decir eso, balanceando el dedo-. Si alguien quiere matar a Novák, será él. Alan Smith. Dices que es científico nuclear. Qué quieres que te diga, a mi me suena a que ha venido por Avalon, el reactor de la central- apretó los puños, recordando que estaba levantada sobre las ruinas de su sede-. Hay que encargarse de Novák antes de ponernos con la Torre de Comunicaciones, pero antes hay que prepararse. Con suerte ganaremos mucho más que a Dyrk, que no es de por si poco.

Su plan era simple, al menos en principio. Necesitaban comenzar a valorar quien de su lado, quien en su contra, y quien en tierra de nadie. No lo dijo, pues no lo sabía, pero estábamos hablando de gente como Stille y todos los que arrastraban. Una vez supiesen de cuantos soldados disponían, podrían comenzar a valorar. Hasta no tener información por parte de las Suxx, trabajadoras de Ambroos, y no tener un mapa con los lugares a tener en cuenta y cómo lidiar con ellos no pensaba mover ficha. Ámsterdam era un tablero de risk gigante.

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11/06/2013, 13:07
Gretchen

Gretchen se encogió cuando Janssen clavó sus ojos oscuros en ella, pero no era peor que Dieter clavándose en ella. Además, cada vez tenía más interiorizado que el proxeneta no era un mal hombre -evidentemente, no conocía todas sus facetas, pero la cabeza esquizoide de la chica no daba para más-. No la hacía daño y la protegía. No era Stille, no era su ángel de la guardia, pero quizá sí podría ser su Gato de Chershire en este viaje. Trátale con cuidado y todo irá bien. 

- Sistemas informáticos. Oficiales borrachos. Sabrán los turnos. Los planos. Plano es importante. Hacer una distracción en un sitio importante. El dormitorio. La caja fuerte. Ellos creen que el ataque va ahí, y nos colamos a otra parte. Donde esté Dyrk. Menos guardias. Menos atención.

La palabra "ataque", para Gretch, estaba limpia de sangre. Romper una brecha en la seguridad, eso es en lo que ella pensaba. No en sangre. 

Cuando Ambroos dice "cosas peores", por la cabeza de Gretch no pasa nada clarificador. Ambroos, de alguna manera, ha cuidado de Stille: para ella eso ya es más que suficiente y necesario.

- Pero te lo agradezco -quizá había algo de Alice en esta frase, porque era mucho más hilada que la tónica de Grechen-. Él  es todo lo que tengo. Estoy en deuda contigo.

Estoy en deuda contigo, eso podía significar muchas cosas. Gretchen no servía de mucho, pero Alice sí. Y la breve lucidez, si es que ha sido eso, desaparece tan rápida como llegó.

- Tormentas. Un mapa de la ciudad, con los puntos de las tormentas, daría un patrón. Eso es útil. Dará ideas. Son ecologistas. Deberían saberlo.

Gretchen hace una pausa. Una pausa larga, lenta, masticada. Se detiene y mira a Janssen a los ojos, obligándose a mantenerle la mirada, porque esto es importante, esto es importante y necesita que alguien más cuerdo que ella contenga la idea en su cabeza, por si acaso.

- Alice dijo que Dyrk estaba con los nazis. Con es "donde", pero también es "de parte de". No sé a qué se refería. Cuidado.

La caja de los temas delicados había sido abierta, así que entró un poco más en ese terreno. Con cuidado. Agarrándose a cualquier arnés de seguridad. Miró a su alrededor, estaban solos.

- Dyrk es su hijo. Arjen es especial. Dyrk será especial, quizá. Probablemente. Especial. El Ario nos llamará los Experimentos de Dios. ¿Lo eres tú? -se encogió de miedo ante su propia pregunta cuando añadió - ¿Lo es tu hija? ¿Nos ayudaría? -retrocedió dos pasos con el corazón en un puño y los ojos muy abiertos, temiendo una explosión de violencia por parte de Ambroos. Cuando preguntaba demasiado Diéter sacaba el cinturón. No le parecía una pregunta indiscreta, pero es que en la cabeza de Gretchen el amor paternofilial tenía un aspecto raro. No creía que hacerle saber a Ambroos lo que ella misma sabía -Alice mediante- fuera a ser una revelación irritante. Pero...

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11/06/2013, 17:19
Ambroos Janssen

- Yo soy un experimento de uno de los hijos de puta más grandes de la raza humana. masculló Ambroos. No era la pregunta de Gretchen lo que le había molestado: estaba claro que allí ninguno era normal. Ni ella, ni Arjen. Probablemente alguno de los colegas presentes en la eco-cueva también tuviese algún secreto escondido en los genes.

No. Era el término.

Experimentos de Dios. Que coño Dios. El puño de Ambroos se cerró con fuerza sobre si mismo, haciendo palidecer sus nudillos marcados. Sus putos poderes venían de los nazis y sus versiones macabras de jugar a los médicos. Y lo sabían. Tenían que saber lo que había quedado de su Segunda Guerra Mundial, de donde venían todos esos mutantes sobrenaturales bailoteando sobre la faz de la tierra con más pena que gloria.

Era una puta pretensión egocéntrica, un narcicismo patológico que haría pajearse al mismo Freud.

Hijos de puta.

- No vuelvas a usar esa expresión en mi presencia. Y tampoco metas a Liria en esto. Concluyó. Era una orden, pero el proxeneta había logrado milagrosamente contener la carga de amenaza adjunta. Lo suficiente, al menos, para dejarlo en advertencia. No molestes al Gato de Cheshire. Las buenas sonrisas están llenas de dientes afilados. No ayudaba que las Suxx hubiesen pasado olímpicamente de su llamada, ni tampoco estar muy segura de como Gretchen sabía lo de su hija.

Alice.

Pensó, por un momento, explicarle a Gretchen porqué estaba tan enfadado. Contar su historia. Pero luego se dio cuenta de que probablemente la chica había tenido suficiente con ser violada sobre su padre para oír historias tan negras como las de Janssen. No merecía la pena vivir en ciertos mundos. Si Ambroos seguía allí era por que su alma era tan terca como su cuerpo en cuestiones de supervivencia, pero estaba claro que el alma de la niña se había recompuesto con poco más con cinta de carrocero cuando se rompió bajo el horror de su padre.

No tenía claro que Gretchen pudiera llegar a plantearse el suicido teniendo en cuenta el particular estado mental en el que estaba sumida siempre, pero no le parecería tan descabellado.

Además, Janssen siempre estaba en un estado de hastío vital tan cercano a línea vital entre la catarsis y a la ira que nadie se cuestionaba nunca por qué se enfadaba. Era un estado natural más. El agua estaba en estado sólido, líquido o gaseoso y Ambroos o pasaba de tu culo o quería arrancarte la cabeza o colaboraba contigo. No había más complicación.

- La idea del mapa de las tormentas es buena. Concluyó, desechando la idea y cambiando a un modo de conversación más agradable para la niña. Y puede que Stille o el propio Arjen puedan conseguir un mapa. O sus organizaciones, más bien. Con el mapa podremos organizar algo, pero dudo que ningún oficial vaya a soltar los horarios de turno a una puta por muy borrachos que estén. Tras unos segundos de reflexión, y una leve inclinación de cabeza levantando una ceja, corrigió. En realidad, podría funcionar. Pero me va a costar mucho alcohol.

- Aunque antes de arriesgar mi vida por Dyrk me gustaría saber que no estoy metiéndome en el cubil del lobo solo para sacar un lobezno furioso. Vale. Quizás no era la mejor metáfora teniendo en cuenta que Arjen...O precisamente por eso...Bah, que demonios. Nunca había destacado por sus recursos poéticos. Miro a Gretchen, con cierta preocupación.

De momento la cría no le había dado motivos para desconfiar en ella, pero algunas cosas que soltaba eran preocupantes de asimilar. Si Dyrk estaba con los nazis...bueno, podía imaginarse el gesto descompuesto de Arjen. Eso, y que quizás los nazis sabían ya de la existencia de la guarida de los ecologistas.

- ¿De verdad crees que Dyrk colabora con los nazis?- preguntó, bajando la voz. Las paredes tienen oídos...y las conversaciones siempre llegan al dueño del hogar.

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11/06/2013, 17:43
Gretchen

La chica se encogió ante la ira malamente contenida de Janssen. Una parte de ella envidiaba a Liria. Ahí tienes, un padre dispuesto a proteger a su hija. Como Arjen con Dyrk. Como todos, menos Diéter. 

- Lo siento -susurró sinceramente, encogiéndose sobre sí misma-. Es tu hija. La quieres. Es bonito. Está bien -asintió, lentamente, pensando para sí que es así como las cosas tendrían que ser, padres protegiendo a sus hijos-. Está bien -repitió.

No se atrevía a mirarle a los ojos. Dejó pasar unos cuantos segundos en silencio.

- Papá no me quiere -añadió en el mismo susurro triste. Fue incapaz de explicar nada más. Se sentía sola. Se sentía otra vez como cuando murió su madre, pequeña, desvalida, encogida en su pijama rosa esperando que la sombra ominosa de Dieter se colara por la puerta del dormitorio como un hombre del saco maligno. Sintió como los ojos se le llenaban de las lágrimas que no podía llorar delante de Diéter, y las limpió con el dorso de la mano. No debía hablar de eso. A Diéter no le gustaba.

Olvídate de Diéter. Tienes que salvar a Stille.

Cuidadosamente, escogiendo cada palabra y tratando de dejar de temblar, continuó exponiendo sus ideas al serbio.

- Hay oficiales en el Boulevard. Sus carteras tienen nombres, datos, identificaciones, códigos, contraseñas. Sus teléfonos tienen números. Cuando... cuando... cuando Diéter terminaba tenía sueño. Ellos tienen datos. Las contraseñas permiten obtener más datos. Y quizá saben quién es Taylor.

Trata de pensar solamente en la idea que no consigue transmitir del todo: droga a algún oficial, curiosea en la cartera y el teléfono sin robar nada y que se levante un rato después creyendo que se ha quedado traspuesto. Trata de evitar la idea de Diéter sobre ella, terminando.

- ¿De verdad crees que Dyrk colabora con los nazis?- preguntó, bajando la voz. Las paredes tienen oídos...y las conversaciones siempre llegan al dueño del hogar.

Ella negó con la cabeza.

- No creo nada. No doy nada por sentado.  Se da por sentado que un padre debe cuidar de ti. Suele pasar. No siempre. Quienes trabajan para los nazis lo hacen forzados. Suele pasar. No siempre. Hay maneras de convencer. Yo seré adiestrada para el régimen. Yo seré adiestrada para Viktor. Hay maneras.

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11/06/2013, 18:05
Ambroos Janssen

Ambroos se tomó las disculpas de Gretchen referidas a su hija y negó con la cabeza. Les hacía falta aliados. Había sido una pregunta inteligente, pero Liria no era una fuerza de choque que lanzar contra el enemigo. Podía ayudarles, si: Janssen le hablaría de las carteras de los nazis y el interés por encontrar algún código. Era arriesgado, pero visto de otra manera, ningún nazi pensaría que una prostituta buscaba otra cosa más allá de una propina forzada.

Las prostitutas no eran humanas: eran solo objetos avariciosos que gemían y parloteaban en ropa interior hasta que alguien se molestaba en hacerlas callar metiéndoles algo en la boca. Janssen lo había visto desde que empezó en el negocio: así es como les veía la gente. Y ese era su punto fuerte. Nadie se preocupa de disimular demasiado cuando lo único que te mira es una lampara con vagina.

- Puede ser. Veremos como solucionamos eso. Ambroos soltó el aire de sus pulmones por la nariz, pensando.

La voz tristona de Gretchen, como una marioneta de programa infantil, seguía reconcomiéndole. El problema estaba en que su historia no era precisamente de programa infantil.  Ambroos había hecho muchas cosas poco éticas y para él el sexo era poco más que un negocio agradable, pero creía ser capaz de entender lo que podía hacer algo así en una niña. El ser tratado como poco más que un objeto que vapulear cuando no se porta bien.

- ¿Y tú? ¿Quieres a tu padre, Gretchen? La pregunta, pronunciada con voz grave y crispantemente atonal, se perdió por el pasillo del refugio ecologista. Sonaba a una mezcla perfecta a preludio a una historia de terror, a una petición desagradable. O a una oferta incómoda. El gigantesco proxeneta se había transformado por un momento en la figura literaria oscura, pensativa e iluminado parcamenta por las luces del lugar. El Diablo de Fausto.  Los ojos de Ambroos estaban perdidos en la pared sin mirar a la cría, como si no quisiera influenciar su respuesta.

Como si solo quisiera la cruda y loca verdad de Gretchen, por dura que fuese.

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11/06/2013, 18:24
Gretchen

Era la primera vez que oía esa pregunta formulada en voz alta. 

¿Quieres a tu padre, Gretchen?

Cinco palabras que contenían toda la miseria del mundo. 

Sí. Le quería. Le había amado con toda su alma, había buscado sus caricias y su afecto, había entregado gustosa su cuerpo y su adolescencia creyendo que así la amaría para siempre. Descubrir que era una mentira había roto su cabeza y su corazón. Hubiera dado cualquier cosa porque Diéter la amase. Hubiera entregado su cuerpo y su cordura a sus hábitos enfermizos si supiera que había algo de amor honesto en su corazón. No lo había. Nunca lo habría. Nunca.

- -respondió en un susurro translúcido-. Creía que él también. Pero no. Él quería que fuera atleta. Pensé que así me querría. Él quería que no comiera. Él quería que fuera la mejor. Él quería que me esforzase más. Él quería dormir conmigo. Lo hice. Pensé que me querría. Si hacía lo que él deseaba. No me quiere.  No sé qué he hecho mal.

Alzó los ojos hacia él, suplicando una explicación. Suplicándole a él, un adulto, que le dijera qué había hecho mal para no merecer el amor de su padre. Que le explicara qué debía hacer, dónde debía doblarse, para lograr una migaja de afecto. Un beso sincero. Una caricia auténtica. 

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12/06/2013, 15:45
Neo Gretchen

Gretchen se quedó con expresión ausente tras confesar todo aquello en relación a su padre. Resquebrajada por dentro y rota como una preciosa muñeca sometida al infortunio, sus ojos se congelaron, mirando a Ambroos Janssen con una súplica famélica. Era como observar una estatua de cera, completamente inerte.

Y entonces Ambroos Janssen comenzó a sentirlo. Una tenaza en el corazón y una llamada de locura para el cerebro. Era Gretchen, pero no era ella. Solo fue un parpadeo, pero mientras Ambroos seguía reflexionando, un segundo después de que Gretchen se congelase, ahí estaba.

Gretchen. O mejor dicho, una nueva Gretchen, diez años más vieja, más cuerda y más entrenada. Estaba seria, con una piel pálida pero saludable, con unas mejillas bien nutridas y con un porte militar, cuadrada ante el proxeneta. Impertérrita con un uniforme alemán y una gorra de las SS de estética retrofuturista.

- Espera- ordenó al proxeneta, temerosa de que fuese a liarse a palos contra ella en un reflejo primario-. Soy yo, Gretchen- en todo caso, sería, sigo siendo Gretchen, pero no-. Aún entendiendo del todo qué soy exactamente, pero sé una cosa. Necesitaba a la pequeña Gretchen para llegar hasta ti. Viktor Eichmann es como nosotros, pero peor- asió por las puntas de los dedos las manos del proxeneta, con un tacto tan suave como frío. Las zarandeo-. Es más poderoso, Ambroos. No podréis acabar con él, te lo aseguro. Pero sí con El Gobernador y su séquito- como si Eichmann, en cierto modo, no formase verdaderamente parte de él-, y con Jürguen, si es que sólo ha dejado de envejecer. Tú, yo- se atasco, sin saber cómo continuar-, bueno, Ambroos... cuida de Gretchen. Por mi.

La mujer tiró con fuerza de las manos del proxeneta, acercándola hacia si, y le besó. Instintivamente, el hombre se revolvió, incapaz de besar a nadie que fuese vestido con ese uniforme, y menos algo tan sencillamente desquiciante como aquella visión. Para cuando parpadeó, Gretchen, la pequeña Gretchen, volvía a estar ahí, congelada.

Un segundo después recobró el brillo en la mirada y la respiración famélica en el pecho. No parecía haberse dado cuenta de absolutamente nada. No había sido consciente de lo que había pasado, y probablemente Ambroos tampoco. No, por suerte, nadie había visto a una nazi en mitad de el búnker ecoterrorista.

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12/06/2013, 17:50
Arjen Wolfzahn

Alguien que no fuera Arjen habría demostrado más emoción al sentir el apoyo de sus allegados. Sus ojos brillarían por las lágrimas contenidas e incluso llegaría al punto de derramar alguna. No todos los días se recupera un hijo perdido. Pero el ecoterrorista llevaba demasiado tiempo viviendo, demasiado tiempo luchando contra la corriente. Se había insensibilizado demasiado. Sí, la emoción calaba en su alma y en su corazón, pero su cuerpo estaba seco. Por eso tenía esa inconmensurable sed de sangre. Y, en el fondo, sabía que jamás podría saciarse.

Así que simplemente asintió con una leve sonrisa de satisfacción, una mueca tan imperceptible que cualquiera que no perteneciera al círculo íntimo de Arjen la habría pasado por alto. Ellos sabían lo que significaba -esperanza, deseo, alegría- y lo valoraban en todo lo que debía valorarse.

-Los grupos anarquistas -contestó a la dificultad de la empresa-. Nunca hemos cooperado con ellos, sobe todo teniendo en cuenta lo cortos de miras que son. Pero, joder -golpe a la mesa-, las anarcas tienen objetivos similares. Seguro que nos apoyan en algo como lo de la Torre. Janssen -sin volverse señaló la puerta- no es anarquista, pero seguro que conoce a alguno. Hay un tal Stille que suele acompañar a la niña que... -dejó la frase colgada-. No, un grupo de grafiteros no puede con esa estructura, pero todos juntos sí.

Miró las fotos del tal Novák. Esa cabeza de escaso pelo, esas orejas de soplillo, esos ojos pequeños y algo hundidos... no era el paradigma de la belleza, desde luego. Y esa mirada certera que se clavaba en su objetivo como si fueran dos láseres, ese porte de ser superior. "Otro übermensch, joder", pensó Arjen. ¿O no? No todos los prepotentes eran nazis. Que se lo dijeran a los EE.UU. si eso, ja.

-Que les den a los mercs, coño. Le necesitamos vivo. Hemos de capturarle vivo -sentenció sin mirar a sus chicos-. Él sabrá cómo parar el reactor sin cometer errores que nos lleven a una fusión del núcleo. Porque todos sabemos -y ahora sí levantó la cabeza y les miró- cómo piensan Smith y su panda de chalados parar esa central, ¿verdad? No quiero un nuevo Chernobil, gracias. Además -continuó-, Derek tiene razón en que hemos de encargarnos de herr Novák antes de ir a por la torre. Ha de estar fuera de circulación para cuando nuestra querida SilkShade -sonrió a Olga- haga su magia.

Inspiró con fuerza y se incorporó, dispuesto a resumir e impartir órdenes.

-Necesitamos a Novák vivo. Para ello hay que encontrarle. Erik -se dirigió al joven tuerto-, mira a ver qué saben los mercs. Posibles contactos del tipo éste, dónde podría hospedarse... lo típico. Si no sueltan prenda les comentas como de pasada que tenemos intención de ponerle fuera de circulación. Quizá hasta nos den un anticipo -añadió, riéndose sin apenas humor en la mueca. Después miró a la belleza rusa-. Irina, ocúpate de que nuestros chicos estén en forma. Además, diles a los que tengan mejor ojo que traigan aluminio y hierro. Puede estar oxidado, puede estar aleado con otros metales, no importa, pero vamos a necesitar una buena cantidad -sonrió como un lobo anticipándose a la carnicería-. Dentro de poco va a ser el "Día Internacional del Medio Ambiente" y necesitamos... fuegos artificiales, ya sabes. Olga -se volvió hacia la hacker-, dime qué vas a poder necesitar para obtener acceso una vez la Torre caiga. No sé si habrá que tender cable, si tendremos que instalar algún repetidor o yo qué cojones sé. Lo dejo en tus manos -y dicho esto dio una palmada al aire-. Ya tenéis vuestras órdenes, chicos. Mark, tú quédate un momento...

Esperó a que los tres se fueran y se quedara a solas con su mano derecha. Sacudió la cabeza y ahora sí estuvo a punto de demostrar algo de emoción.

-Mark, yo... -no sabía cómo empezar-. Escucha, yo... he descubierto algo grande, algo muy grande. Los dos con los que he venido, Janssen y Gretchen, son como nosotros -no necesitó explicar más esa referencia para que su lugarteniente la entendiera-. El tío no sé que puede hacer, pero seguro que es algo violento, y la chica... -meneó la cabeza una vez más-. La niña está loca y es campeona olímpica de patinaje artístico. Se mueve como el rayo y con la misma gracia que el dios de los gatos. Y tiene visiones, Mark. Visiones del futuro -abrió los ojos y agarró a su interlocutor de los hombros con fuerza. Le miró con intensidad-. Fracasamos, Mark. El futuro es un pozo negro controlado por las esvásticas, donde el humo cubre el cielo y la lluvia deshace la carne. Joder, es... es lo peor que podría pasarnos. Pero se puede cambiar -añadió con pasión-. Se puede cambiar, Mark. Hay que evitar que Stille, el matón sádico al que me referí antes, muera. Él protege a Gretchen. Si él no está... no sé cómo cojones pasará, pero entonces un SS llamado Viktor Eichmann se casará con ella y dominará Europa. Es un hombre como Smith, Mark, con las mismas capacidades que ese puto loco, sólo que no se cree un profeta, sino el puto Übermensh de Nietzsche. Puede hacer que la gente le ame y haga lo que él desea -suspiró y soltó a su mejor amigo. Casi se derrumbó en una silla más que sentarse, agotado mentalmente como estaba-. Gaia hace lo que puede, pero no parece tener muy claro los pasos a seguir, Mark. El sistema se colapsa, joder, se colapsa y tenemos que evitarlo. Y somos tan pocos...

Lo cierto era que muy posiblemente Mark Dekker jamás hubiera visto a su líder y amigo tan apesadumbrado, tan embargado por el desánimo. La situación amenazaba con sobrepasar al siempre infatigable Arjen Wolfzahn. Seguramente era por Dyrk. Saber de él, habiéndole dado por perdido, había trastocado toda su paz interior -o lo que podría llamarse paz siendo un realidad un caos agresivo y siempre acuciante-. Saber de él y no saber de Meike o de Kat, debía también estar siendo muy duro.

El líder de Greenpeace acabó suspirando y sobreponiéndose.

-Y después recuperaremos a Dyrk -dijo, repitiendo las palabras de Erik al respecto. Se palmeó las piernas y se levantó como un resorte, nuevamente un Arjen lleno de energía aunque, tal vez, con una mirada un poco más oscura de lo habitual-. Esta noche iré a echar un vistazo por la zona de la Torre, Mark. Tengo que reconocer el terreno antes de planear nada. ¿Alguna idea sobre lo del Arquero? Por cierto -y sonrió con cariño al decirlo-, a ver si te cortas un poco al usar tus habilidades, amigo. Pasan factura a la larga y te quiero conmigo.

Después hablaría con Ambroos y con Gretchen. Sabría con seguridad si su hijo estaba o no en la mansión del Gobernador y empezarían a poner las piezas en marcha. Los anarquistas, por ejemplo. Y el tema de Novák también. ¿Qué sabría Alicia sobre ese genio?

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12/06/2013, 22:26
Administrador

El grupo estaba acostumbrado a Arjen. Ninguno pareció sentirse incómodo o no correspondido por la parca reacción emocional externa de el hombre. Le entendían, sobretodo tras tanto tiempo, y leyeron entre líneas.

- De acuerdo, los Anarquistas- aseguró Irina con un cabeceo seco, dando su aprobación ante aquello-. Mantendré en forma a tus soldados idealistas, Arjen, y les diré que consigan material para petardos.

Desde luego, ella comulgar bien, en aquella situación, con sus ideales, y siendo la mejor guerrera sabría controlarlos sin que la hiciesen de menos por ser mujer, pese a su ideología retrógrada. Erik aprobó aquello también.

- Que sea Ambroos quien hable con ellos, entonces- sugirió la mujer en tono afirmativo, que no imperativo, antes que añadir-. ¿Qué necesitamos saber de él y su... hija? O lo que sea la niña para él- preguntó, claramente queriendo saber más sobre el asunto.

Tras ella, el propio Erik, tras secundar la opinión de Arjen, habló siendo sincero en sus limitaciones.

- Sólo tengo contacto ocasional con un Merc, por una cuestión de oportunismo mutuo, pero veré qué puedo sacar- negó para si, sonriendo, como hubiese algo atípico en ello-. Creo que es el Merc más íntegro de todos, así que no sé yo qué precio tendrá si no habla por las buenas. Espero que cuele tu plan alternativo. Te mantendré informado. Dame... 24 horas.

Finalmente, Olga. La mujer se había limitado a asentir, dar su visto bueno, y dejarse agasajar con el asunto de piratear o meterse en la red de la torre.

- Necesitaré acceso a un terminal, como mínimo, aunque desde el ordenador central sería mucho más fácil saltarse los cortafuegos- aseguró con determinación, firme en sus capacidades-. Desde fuera ese sitio tiene un sistema de seguridad mejor que el de los bancos, de nivel gubernamental. Desde dentro sólo será arcilla en mis dedos- hizo mover los mismos en el aire, ante si, como si teclease, acompasándolo de una sonrisa de suficiencia-. O eso espero, vaya. Quedaría fatal si la pifiase, pero no creo que pase. Si sobre la marcha veo que necesito algo, os lo haré saber.

La mujer se quedó callada entonces, pero pegó un pequeño bote, dio una palmada, y añadió.-

- Bueno, ahora que lo dices, un sistema de onda corta para comunicarnos no vendría mal, sobretodo estando en faena- se encogió de hombros-. No es algo que sigan vendiendo en las tiendas, pero alguno de nuestros chicos debería tener en casa. De hecho, debería haber unos cuantos walkies por aquí, aunque ahora no caigo- soltó una pequeña risilla tensa, de circunstancias-. A veces miro tanto la pantalla que no sé ni dónde me siento.

Una vez los tres se fueron, tras que Arjen asintiese a todo y dijese lo que considerase sobre Janssen, le llegó el turno a Mark Dekker. El hombre se mostró concesivo, intentando mejor el animo del ecoterrorista en un comienzo, con una mezcla de palabras y gestos. Consuelo, afecto y esperanza a partes iguales.

- Sabía que no podíamos estar solos- declaró, aunque su voz destilaba sorpresa y un poco de incredulidad-. Tendré que verlo con mis propios ojos, pero te creo. Lo que no sé es qué habrá de verdad y qué de locura en la niña- compuso una mueca extra, de inusual escepticismo-. Las visiones parecen algo malinterpretable, poco fiable, y uno no sabe decir bien dónde acaba la magia y comienza la inventiva- el hombre se miró las manos, y tras ello, a Arjen-. Siempre pensé que si había más como nosotros serían más viejos, pero no. Cambiaremos el futuro, aunque me reservo a creer que, siguiendo la teoría del caos, alguien como Stille sea decisivo para el futuro- se encogió de hombros, enseñando las palmas a sus lados-. Quiero decir, no es cómo nosotros también, ¿no?- preguntó dubitativo-. Esos ya serían demasiado. Hace un minuto éramos dos, ahora cuatro. Si fuésemos cinco, me parecería inverosímil. La gente ya se habría dado cuenta. Ese hombre no parece tan...- tuvo reparos en decirlo, pero lo hizo- cauto como nosotros, por lo que dices.

Tras ello, el hombre se empleó unos minutos en intentar animar a su amigo. No le gustaba verle desmoralizado, aunque fuese sólo un poco, y no podía permitírselo. Era el líder, debía mostrarse fuerte ante los demás. Ante Drekker no pasaba nada, pero ante el resto, sí. Un líder debía de ser decidido, tenaz. Hitler no triunfó por nada, aunque eso Arjen lo sabia ya.

- Los Alemanes no ganarán la guerra. Asumiendo que no se mueran de frío- sonrió por su broma, refiriéndose a las tropas intentando penetrar en rusia en la WW2-, confío en que los Estados Desunidos- una nueva parodia, pues seguían siendo un bloque- den el paso y... bueno, iba a decir que arrasasen con todo, pero el termino sería con todos. Si usasen bombas nucleares o guerra biológica... no quiero ni imaginarme cuantas décadas tardaría en recuperarse- palmeo el hombro de Arjen, sacudiendo la cabeza-. Pero no pensemos en eso. Recuperaremos a Dyrk, y no dejaremos que Alan joda lo que hemos construido. Sobre el arquero...  es pronto para decir. Tiene recursos tecnológicos, y sabe moverse, eso está claro. Salvando eso no sabría decir si sólo se divierte o si es un verdadero aliado. Las hipérboles y los cuentos chinos a su alrededor no ayudan- asintió, decidido-. Antes de aventurarse hay que conocer de él, pero no sé cómo.

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13/06/2013, 12:38
Arjen Wolfzahn

A sus chicos les informó de que la niña era una vagabunda recogida por el tal Stille y que vivía en el Boulevard, el puticlub de Ambroos, sirviendo copas y escondiéndose como un ratoncito asustado cada vez que alguien levantaba la voz. No tenían más relación... al menos que Arjen supiese.

A Mark le agradeció su apoyo, como siempre, tal vez más seco de lo que debiera haberse mostrado, pero sin duda agradecido.

-Recoge todo lo que tengamos del Arquero, Mark -le instruyó-. Todo. Por ínfimo que sea. Aparte de eso te traeré la flecha para que le eches un vistazo. Quizá tú veas algo que a mí se me haya pasado -sonrió apenas-. Claro que no estaba yo para fijarme en detalles cuando me pasaron la grabación -suspiró, pensando de nuevo en Dyrk. Después recuperó su habitual carácter-. Iremos recopilando piezas, joder. De los anarcas y hasta de los mercs. Quizá Janssen sepa algo que nosotros no. De todas maneras, me alegro de que estés pro aquí, Mark -le puso de nuevo la mano en el hombro y apretó con cariño-. No sé qué haría sin ti, la verdad. Así que cuídate de no cansarte, ¿eh? El crecimiento natural de los tomates ya va bien como está -añadió, sonriendo y guiñándole un ojo. Rió y luego se puso de nuevo serio-. Voy a hablar con nuestros invitados y después haré el reconocimiento. ¡Cena algo! -se despidió.

Cogió las fotos de Novák de la mesa y salió por la puerta en busca de Ambroos y Gretchen.

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13/06/2013, 12:50
Arjen Wolfzahn

Arjen salió por la puerta buscando a Ambroos y a Gretchen. No tardó mucho en encontrarlos. El lugar era grande, pero no había muchos lugares para esconderse. Paradójico en un escondite. Les saludó con lo que podría haber pasado por cordialidad si hubiera contenido menos gruñidos.

-Tengo que enseñaros algo. Venid -les dijo, y les llevó hasta un aparte cerca de uno de los almacenes.

Trajo un par de sillas que no se diferenciaban de las que usaban los escolares en nada salvo en que eran ligeramente más grandes. Metal bañado en verde y madera lacada del mismo tono. ¿Coincidencia? Bueno, era la sede oculta de Greenpeace, ¿no? Les sacó un par de bebidas, zumo para Gretchen y una cerveza para Ambroos y para él y le tendió al proxeneta un sobre que contenía las fotos de un hombre. Afeitado, con orejas de soplillo, ojos penetrantes y algo hundidos y una pose de soberbia y orgullo que no le cabía en el traje. Un traje, por cierto, de gran calidad. Alemán, seguramente.

   

-Eugenius Novák -dijo el ecoterrorista-. Informático, físico, ingeniero, experto en energía nuclear. Cibernética, robótica, guerra informática... un puto genio, vamos. Acaba de llegar a Amsterdam y creemos que es por Avalon -gruñó cuando pronunció el nombre del reactor de fisión que se erguía en el emplazamiento de la antigua sede de la organización ecologista-. Le necesitamos vivo y en nuestro poder... antes de ponernos a derribar la Torre de Comunicaciones. Primero, porque sería un obstáculo para la infiltración a través de las redes informáticas. Nuestro hacker opina que ni de lejos puede compararse con el tío éste -le señaló-. Por otra parte, siendo físico experto en energía nuclear sabrá cómo apagar el puto reactor ése. No quiero que Alan Smith y sus chalados de Amanecer Verde decidan poner una bomba en Avalon y mandarnos a todos a la mierda -suspiró-. Novák tiene una recompensa por su cabeza. Los mercs -Arjen se encogió de hombros-. No sé porqué, pero sí sé que le necesito vivo. Como aliado o como prisionero, pero vivo. ¿Sabes algo, Janssen? -le preguntó al proxeneta. Luego miró a Gretchen-. Y tú, Gretchen... ¿sabe Alicia algo de este hombre?