Partida Rol por web

Salvadores Salvados

Salvadores Salvados - Soldados al Frente - Escena Dos.

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05/05/2013, 17:44
Axel

Axel siguió sonriendo, aunque lo hizo tras unos segundos de vacilación, con la duda reflejada en sus ojos y un donaire en los labios. Para cuando siguió, la sonrisa lucía ese aire de suficiencia, de quien se cree mejor y se sabe poseedor de ciertos conocimientos sobre el adversario. De quien hace trampas al poker y saca siempre un siete con dos dados de seis.

- Nunca se te ha dado bien mentir- dijo apoyando una mano en la barandilla, cesando en su avance por temor a espantar el gato-. Me necesitas, siempre ha sido así. Sin mi, ahora mismo no serías nadie, Ruth- mudó su tono, cargándolo de cierta lástima, como si sintiese verdadera pena por la situación de la joven y quisiese enmendarla. Por desgracia, había un regusto amargo subyaciendo bajo la tapadera-. Si no me siguieses queriendo, no seguirías aquí. Y si yo no te quisiera, no me preocuparía en perseguirte.

Enseñó su hilera de dientes, radiante y luminoso. Se creía mejor, y estaba muy seguro de ello. Como lo estaba de que Ruth, a la larga, sería incapaz de decirle que no a lo que él quisiese.

- Lo que yo me pregunto es qué hace todavía una princesa como tú en un lugar como este- añadió, con el cliché de los clichés, pero con un tono sardónico que indicaba cierta parodia en su composición teatral-. Me he unido a una de las facciones activistas con el fin de acabar con esto, Ruth. Pero temo que quizás sea imposible. Si es así, si no podemos liberar la ciudad y rezar para que nos abriguen los Ingleses, quiero que vengas conmigo. Necesito saber que estarás a salvo.

Ruth estaba centrada en Axel, que era su problema más inmediato. Pero debía de tener un poco de visión de futuro. Si se quedaba de brazos cuidados y no ocurría un milagro, a la mañana siguiente tendría una orden de búsqueda y captura contra su persona. Seguro que era delicioso ver cómo un grupo de paramédicos rebuscaban entre sus apuntes teorías sobre campos de cromatóforos, mecanismos miméticos y cripsis. Para ellos. No para la joven drogada desnuda sobre la camilla de operaciones.

- Es cuestión de tiempo que la situación se vaya de las manos, y cuando eso pase, si no ganamos, me niego a perder- se alzó, abandonando la seguridad de la barandilla para enfrentar a Ruth-. Y me niego a que tú caigas con ellos. Sería un auténtico pecado que algo- que no alguien- como tú se extinguiese de esa forma. Todavía estás a tiempo de que volvamos a ser un equipo, Ruth. Debe de ser precioso poder salir a pintar las paredes sin miedo a acabar en el canal con una bala en cabeza- obviando que también la metiesen otra cosa en otro sitio.

Y sin embargo, aquello era pan para hoy y hambre para mañana. Alex podría ser una solución menor a corto plazo, pero a la larga sería tan grillete como cualquier movimiento nacionalsocialista.

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05/05/2013, 18:22
Izan

Izan miró a Niki e intentó sostenerla la mirada. Sumido en su papel trató de mantener la boca cerrada. Podía y debía hacerlo. Y sin embargo, seguía siendo Izan. Mostró un rostro tensado, a sabiendas de que estaba ocultando algo y era incapaz de hacerlo. Estaba demasiado implicado emocionalmente con la señorita NN como para poder ignorarla de ese modo.

Apartó la mirada y dejó floja la extremidad que le aferraba. Casi pareció perder carisma su bufanda, con un rostro desinflado y derrotado coronándola.

- No sé nada, Niki. Yo soy sólo el peón que han llevado aquí para echarte un ojo. Porque saben que soy la persona más importante para ti ahora mismo, y que confías en mi- el hombre sacó la cartera de un bolsillo del pantalón y la abrió. Allí, tras un par de fotografías falsas con el nombre de una empresa tapadera, estaba doblada la una fotografía de Izan con el uniforme y Niki. Se la mostró, diciéndole de forma muda que seguía siendo él pese a la máscara-. Me citaron con un par de agentes del gobierno. Me pintaron dos opciones. O venía aquí y cuidaba de ti, ofreciéndome de paso que esto era una subida astronómica en mi carrera, cosa que no pedí, o me quedaba allí y te dejaba a merced de lo que te pasase.

El hombre se sentó en la cama, retrasando temporalmente su idea de desayunar. Seguía siendo decidido y tenaz, pero desde luego, ya no lucía de forma tan entera su falsa personalidad. Revestía de cierta humildad.

- Sinceramente, yo estaba muy cómodo en la comisaría. Prefería de lejos ese trabajo a este. Pero sabía que dejarte sola en una ciudad ocupada por el ejército neonacionalsocialista era una mala idea. No fui, no soy, capaz de dejarte marchar a la boca del lobo sin más- el hombre soltó aire, casi enfadado consigo mismo por haberse dejado vencer por Niki tan fácilmente-. No hace falta ser un genio para saber que eres alguien importante para el gobierno de los Estados Unidos. Una amnésica políglota que podría ser atleta, tiradora o artista marcial profesional. No eres alguien corriente, Niki. Disparas, peleas y corres más y mejor que yo. Eres alguien de peso- el hombre negó con la cabeza.

Ciertamente, las extraordinarias habilidades de Niki, unidas a su amnesia, daban mucho que pensar.

- Mi teoría es que saben que sabes algo, algo que no recuerdas, o que vas a hacer algo, y no saben qué o no pueden hacerlo por ti. Si no no te hubiesen dejado atravesar el océano y meterte entre las filas enemigas- y sin embargo, sólo Niki sabía a ciencia cierta qué debía hacer a continuación para seguir indagando. Había tenido un par de premoniciones, y se había dirigido a la ciudad por algo, pero necesitaba seguir hacia adelante para obtener más información-. Y yo soy el medio para tenerles informados sin que se tengan que mojar demasiado. Si me están relacionando con los nazis será porque tú tendrás algo que ver también, seguro, o no tendría sentido.

El hombre se levantó e intentó sonreír. Aferró una mano de Niki.

- Eso es todo lo que sé. Por desgracia yo soy un peón en este tablero. Uno que se ha tenido que cambiar de continente para perseguir a la única persona que le hace sentir vivo. Así que Niki, haz lo que debas hacer y volvamos a casa. Sólo espero que, si recuerdas algo, no termine quien eres ahora- y cerró los ojos. Para cuando volvió a abrirlos volvía a revestir de ese aire hercúleo, de estatua griega y aura semidivina. En su papel de magnate sofisticado. Uno que sólo servía para poder seguir cerca de Ruth se aventurase o no entre las tropas enemigas.

Su misión ahora era encontrar al hombre del AAK2, de eso no cabía duda. Y por otro lado, sus visiones y su capacidad para leer los pensamientos ajenos era una clara señal de que, efectivamente, era alguien muy importante para el gobierno de los Estados Unidos. Seguro que ellos sabían de esas capacidades. Era muy probable que Niki fuese, o bien parte de sus filas, o parte de sus proyectos. Quizás ambas cosas al unísono.

- No tengo ni idea de por qué no recuerdas nada, pero tienes que moverte. Cuanto antes soluciones lo que te ate a Ámsterdam, antes podremos regresar. No es seguro estar aquí- volvió a negar con la cabeza-. Desconozco lo que piensas, y lo que sabes o dejas de saber, pero sí que sé que alguien con tus capacidades no pasará desapercibida mucho tiempo. Mis compañeras de trabajo están aquí para asegurarse de que todo va bien. Si las cosas se salen de control, estoy seguro que te devolverán al punto de partida. O algo similar.

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05/05/2013, 18:52
Nicolaás Linker

- Yo no hago las normas, Sawako. Sólo las aplico- se limitó a responder Linker en un origen, enseñando las palmas de las manos hacia arriba con gesto de incapacidad manifiesta-. Si fuese una hermana de la caridad ahora sería un vagabundo más. Falsifico y consigo papeles por dinero. Y con el dinero compro todo lo demás que precise- soltó aire, incrédulo de si mismo-. Que dicho así parece que tenga pasta para comprarme un avión privado. Pero ojalá fuese así. Sólo pienso conseguir cuanto pueda y largarme a un lugar seguro antes de que se reduzca todo a cenizas.

Sacó un taburete de bajo la mesa y lo tendió a la chica.

- Eres una cría. Y me parece, aún a riesgo a equivocarme, que eres bastante inteligente. Te he ofrecido esto porque me sabe mal que se pierdan las cosas de valor- sonrió al decirlo, no por el halago oculto del que ni se había percatado, sino por sus propias preferencias-. Como todo buen coleccionista, vaya. Pero si tanto te interesa salir de aquí, tendrás que ganártelo. Hay mucha gente que quiere largarse. No soy yo quien para decidir quien se queda y quien se va. Sois vosotros.

Un mensaje muy claro, y muy propio de una sociedad basada en la selección natural y el instinto de supervivencia. Para Linker la ciudad era un campo de pruebas y una forma de realizarse en su estudio sobre la naturaleza del ser humano. No era ningún viejo, pero tampoco un crío. Ciertamente ese hombre debía de haber tenido un pasado muy retorcido.

- Sé que ese tío- señaló a Trevor, el mago-, es un auténtico ladrón de guante blanco disfrazado de arlequín. No sé cómo lo hace, y yo me sé todos los trucos, pero Anki ha estado en su casa. Dice que tiene fajos de billetes como para que se case con él. Hasta donde sé, el tío no tiene trabajo fijo. Pero sé que tiene bastantes tratos con El Burdel, y que es un tipo bastante escurridizo- chasqueó la lengua, molesto-. Me molesta un poco. No soy ningún ladrón, pero si tiene recursos para meterse en mis asuntos, lo quiero fuera. No necesito competencia. Y desde luego, no voy a mancharme las manos- miró a Sawako y relajó el rostro-. No me malinterpretes. Es sólo que este es mi trabajo, y soy serio con él. No me gusta sentirme amenazado en mi propia casa. Yo soy el hombre de elección cuando esta gente necesita algo. Que estén ahí regalándole dinero no me gusta nada- tendió una mano a Sawako para que la estrechase-. Ayúdame y te ayudarás a ti misma.

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05/05/2013, 21:10
Administrador

- Estoy bien- respondió la voz de Stille al otro lado-. Yo también te quiero- añadió con un cierto desconcierto al seguir oyéndola hablar, aunque le añadió un final salpicado de concesión al final-. Cielo, si necesitas ayuda, me tienes a mi. Si Alice lo ha dicho, estará bien- mintió, como quien miente a un niño que habla con su amigo imaginario. Si le quedaban dudas sobre el estado mental de Gretchen, las había disipado-. Hablaré con los Mercenarios, no te preocupes, y me encargaré de que no hagan nada malo. Te creo, de verdad- el hombre suspiró al otro lado, visiblemente azorado por el desarrollo de los acontecimientos-. Es muy tarde, Gretchen. Y no me gusta hablar por teléfono de estas cosas. Vete a dormir y descansa. Cuando estés más tranquila hablaremos de esto con más calma.

Y colgó. Punto. Final. Su tono había sido suave, pero estaba enfadado. Mucho. No sólo Gretchen había dicho muchas cosas que no debía haber dicho, a sabiendas de que había una Torre de Comunicaciones cuyas actividades se deducían del nombre. Y es que a cualquiera le hubiese parecido muy interesante esa llamada. La única baza de Stille era decir que la niña sencillamente estaba loca de atar, y que había que darle la razón.

El otro punto era que, efectivamente, Stille pensaba que estaba loca de atar. Con camisa de fuerza. Sabía que no estaba bien. Que por culpa de su padre se le habían caído un par de tornillos. Pero nunca la había visto hablar tanto ni tan rápido. Sus palabras eran las de una demente, y Stille era concesivo, capaz de comprender ciertas cosas, pero Gretchen estaba comenzando a convertirse en un problema para ella misma.

Estando quieta, todavía era fácil de manejar. Podía llevarla aquí y allá sin que se inmolase. Ahora que parecía querer tomar la iniciativa y hacerse matar a base de creer cosas sin sentido, le tocaría tomar medidas más radicales. Como abandonar a sus compañeros, conseguir como fuera un salvoconducto para salir de Ámsteram, y llevar a Gretchen a un buen psicólogo inglés. A ver si había que es que había inflarla a antipsicóticos. Stille, como buen hombre de antaño, no creía en otro modo de solucionar aquello.

Gretchen volvió a llamar, pero Stille no lo cogió. Debía de estar moviéndose ya. Había transpasado la línea entre ignorar las locuras de Gretchen y tomar medidas extremas. Radical, como había sido el propio cambio de temperamento en la niña. Si su plan era seguir colgada del brazo de Ambroos lo tendría complicado. Cuando Stille apareciese diciendo que se llevaba a la niña a un lugar seguro, a que la tratasen, veríamos si el proxeneta ponía alguna pega. Lo más probable era que le abriese la puerta.

Entre tanto, Arjen, el matón vestido de lo propio, mayor y con un aspecto ligeramente destartalado, preguntó a Meike por Ambroos. Esta le indicó que estaba en su despacho, y para allí que fue el hombre. Uno que no hacía sino infundir una generosa dosis de miedo a Gretchen, que sólo podía agachar la cabeza y rezar para que desapeciese pronto. Se sentía amedrentada, y mucho. Eso, y una ligera arcada. Rezumaba un aire de magnetismo animal que en cualquier mujer hubiese resultado atrayente, pero Gretchen no era ninguna mujer, sino una andrógina cría, y su educación sexual y su psicología en el aspecto estaban demasiado distorsionadas.

En cierto modo, sí había cambiado el status quo. En otras circunstancias, Stille no hubiese tenido tanta prisa por irse. No era algo que Gretchen supiese a ciencia cierta, claro, pero sí que lo pensaba. Conocía lo bastante al motorista como para saber qué pensaba y cómo reaccionaría ante algo así. Se desgranaba de su reacción. Era posible que Alice, tal y como la conocía, no fuese a existir. Lo cual no significaba que Stille fuese a conseguir una alfombra roja para que todo saliese bien.

Sea como fuere, la pequeña lo había cambiado todo en un minuto. Lo había acelerado y radicalizado sobremanera. 

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05/05/2013, 22:10
Gretchen

Cualquier precio es barato si la recompensa es la salvación de Stille. Esa es la única máxima de Gretchen. Loca como estaba, ignoraba la reacción tan tremenda que había provocado en él, pero la falta de dulzura en sus palabras la hirió. Nunca le había dicho a nadie tan sinceramente que lo quería, y él la había contestado con una simpleza concesiva que había resultado, para la niña, peor que una de las bofetadas de Diéter. Se sorbió unas lágrimas que pugnaban por salir. Ahora no tienes tiempo para ser tú, Gretchen. Tienes que ser fuerte, por Stille. Para él. Para que vea el amanecer en un futuro.

Tenía cosas importantes que decirle, pero era evidente que él no quería hablar. Y la niña, con la cabeza rota, no era astuta ni sagaz. Para eso necesitaba a Ambroos, que estaba vuelto de todo. Y de alguna manera más, a Arjen. La testosterona que emanaba el hombre le provocó espasmos de pánico contenido. Pero tenía que hablar con ellos. Por Stille.

Con los dedos ateridos por el temor dejó el teléfono en su cuna de plástico. Al menos había conseguido algún cambio. Si Stille no estaba en Amsterdam, y ella tampoco, Alice no se casaría con el Ario. Diéter no la encontraría.

Subió las escaleras hasta el despacho de Janssen como una Cenicienta inversa, huyendo del mundo real que bullía en los bajos del Boulevard. Llamó y entró. Sin esperar, aterrorizada. Incapaz de comprender su mundo, de manejar su entorno, de   ver el camino fácil y sencillo hacia la supervivencia. Tan rota como un ser humano puede estarlo. 

Quizá Alice había cometido un error. Gretchen no estaba preparada para ser una criatura activa.  Pero... Alice había dicho que Arjen y Ambroos eran importantes. Ellos, quizá...

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05/05/2013, 22:20
Gretchen

Gretchen llama al despacho, dos golpes tímidos y blandos, y sin esperar respuesta entra. Normalmente siempre se esconde, nunca habla y procura pasar desapercibida. Algo ha debido pasarle si esta vez decide entrar y probablemente romper una conversación seria, entre adultos. Está muy agitada, muy nerviosa: respira azoradamente y no deja de retorcerse las manos.

Entra, cierra la puerta, baja los ojos y habla, interrumpiendo la conversación sin miramientos. Está tan asustada que retrocede hasta tocar la pared con la espalda, y luego se desliza hasta una esquina, musitando las palabras en vez de decirlas. Aterrorizada de sus interlocutores.

- Necesito que me hagas caso, Ambroos. Tienes que creerme. Stille no me cree. Piensa que estoy loca. Pero Alice me dijo una cosa que me ayudaría a que me creyérais. Sé que sois importantes en algo que va a pasar. No sé como. Necesito que me ayudéis. Tu también eres importante -alguien con más valor levantaría los ojos hacia Arjen- para lo que tiene que ocurrir. También se una cosa tuya que Alice me dijo. Para que sepáis que no estoy mintiendo. Es importante. Es importante. Estabas hablando con el Verdugo, Ambroos. Ese hombre no envejece. Le he visto. Le he visto -repetía, con los ojos bien abiertos por el espanto y la mirada perdida en el suelo-. Dentro de diez años es igual. Todo esto no será más que cenizas, y él permanece igual -se acarició nerviosamente el anular de la derecha, notando la ausencia de una alianza que acabaría por estar ahí.

Parecía a punto de deslizarse por la pared y hacerse un ovillo asustado y sollozante, pero de alguna manera, gracias al deseo de proteger a Stille se obligaba a mantenerse de pie en aquella habitación saturada de testosterona. Nunca había hablado tanto con el proxeneta, tan seguido. Su discurso era deslabazado y raro, pero era evidente que tenía un anhelo, una necesidad. Independientemente de si estaba loca o no, no había entrado aquí por capricho.

- Sé que estoy loca -se obligó a sí misma a mirar al proxeneta. Arjen le daba demasiado terror visceral-. Pero Alice es real. Ayúdame -suplicó, sabiendo que no tenía nada que ofrecer a cambio-. Stille morirá si no lo hago. 

El resto de las desastrosas consecuencias de su inacción no las narró. Todo era irrelevante en comparación a la catástrofe de la muerte de su ángel de la guarda.

Que estaba loca, era más que evidente. Si no, de qué su discurso deslabazado y, como poco, raro de oír.

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06/05/2013, 03:13
Padre Jürguen

Al hablar con Rembrandt por teléfono, Jürguen se preguntó que haría el teléfono de Maggie en casa de aquél hombre ¿Serían pareja? ¿Vivirían juntos? No quiso darle demasiada importancia, aunque por alguna extraña razón se habia imaginado a la doctora Margaret como una mujer soltera y sin compromisos. Quizás, simplemente compartieran el apartamento.

- Sí, soy el Padre Jürguen, ya me conoce... - Fué una respuesta monótona y normal, casi de libro. - Muy atento usted. Sí que quisiera darle un recado a la doctora. Dígale por favor que, cuando quiera, tenemos que hablar junto a Caelum para ir preparando el tema de la intervención de Irina. Coméntele que hablé también con el "jefe" de la chica, y que parece que me preocupé en exceso al respecto. - Intento recordar algún detalle más. - Sólo eso, en realidad.... Nada más. -

Al sacerdote, le sosprendió sobremanera el tema que le planteó Rembrandt sobre la confesión de su amiga **. - Bueno... - Pensó durante unos instantes. Al fin y al cabo, su ocupación de sacerdote había sido sólo un tapadera para acceder a los archivos de la iglesia. Aunque tras casi más de una año como sacerdote, empezaba a cuestionarse en serio las cuestiones de fe, y empezaba a preguntarse si el hábito no haría reálmente al monje. - ... si puede pasarse mañana por la catedral, no creo que haya mucho problema.... -

¿Qué demonios estaba haciendo? En realidad, si que podía haber un problema. Ni siquiera era un sacerdote de verdad, y le preocupaba la posible reacción del Prior D´Courvisier.  Pensó una estratagema, aunque recordó que estas cosas no se le daban muy bien:

- Eeeerrr ... Si es algo tan personal y de confianza, por favor, dígale a su amiga que no comente a otros sacerdotes del lugar el motivo por el que viene a verme. Suelo estar en los archivos, algo escondido, y si les dice que va a confesarse, tal vez insistiesen en confesarla ellos mismos. - No sabía si la "trola" colaría. - ¡Ya sabe!, algunos sacerdotes se ponen un poco tontos con el tama de que los feligreses que tienen sacerdotes favoritos. Creen que un fiel debe darle improtancia al tema de la fe, sin importa quien sea su guía espiritual. ¿Me explico? -

De todos modos, Jürguen simplemente podía haber dicho no para evitarse posibles problemas. Pero se había vuelto un hombre bastante asertivo, y dispuesto a dejarse llevar. Quizás fuera la costumbre de intentar pasar desapercibido. Darle un no a la gente era una forma de que en su mente lo relacionaran con algo enfoque negativo. Algo no muy bueno en un tiempo de fascismo y chivatos.

En todos los años que había pasado ocultándose, había aprendido a agachar la cabeza y dar siempre un sí. A parte de esto, esta gente (Maggie, Caellum, Rendbrant..) eran necesarios para su "proyecto", (aunque aún no sabía muy bien cómo encajarlos dentro de él) y debía intentar hacerles tantos favores como le fuera posible.

Trató de convencer a Rembrandt de que mejor sería que su amiga fuera a confesarse al día siguiente, mientras el Padre se encontraba en la Catedral. Tampoco tenía problema en encontrarse con ella en otro lugar, aunque se imaginaba que la amiga de Rembrand querría hablar de sus asuntos en un lugar discreto, no donde todo el mundo pudiera escuchar sus asuntos: - Supongo que tengo que agradecerle su confianza en mí como para recomendarme como... confesor, señor Rembrandt. -  En realidad, a Jürguen la cuestión le resultaba más una molestia, pero se sentía obligado a aparentar para seguir con su tapadera, incluso ante los que consideraba buena gente. - Ahora si no le importa, quisiera retirarme a descansar. -

A pesar de la hora, Jürguen era una mente ordenada, y no podía ver todo aquél desorden en la casa, así que tras colgar el reléfono retro, no se paró hasta que fregó todos los cacharros y ordenó todas sus notas.

Mientras lo hacía, pensó que los días siguientes serían largos y ajetreados. Hablar con Margaret y Caelum para el tema de Irina. Confesar a la amiga de Rembrandt.

También se sentía ansioso de ver a su nieta, aunque fuera desde lejos. Quizás tuviera ocasión de pasarse un rato cerca de la mansión del Gobernador, por muy vigilada que estuviera por los nazis, aunque fuera sólo para arriesgarse a verla por la calle de refilón.

Mientras se ponía un pijama propio de una pelñicula de los años cuarenta y se acostaba en su cama con un defasado colchón de plumas, no de muelles, que le había costado dios y ayuda encontrar en su momento, empezó a pensar también en Ambroos Jansen. Aún no sabía en realidad quién era, y había perdido la oportunidad de tocarle y comprobar si era uno de los Hijos de Dios. No estaba muy seguro de si quería que reálmente Ambroos fuera uno de ellos. Parecía un hombre inestable.

Sin embargo, recordaba que había muchas chicas en el local del proxeneta. ¿Sería normal que un hombre que se dedicara a eso se acostara con sus propias empleadas? Todo lo que había visto hasta ahora parece indicar que sí. El que se acostara con Natasha, a sabiendas del mal que la aquejaba, aun teniendo protección, también le hacía dudar del caracter del individuo.  El tipo tiene a otras chicas en el local .... ¿por qué arriesgarse? Se preguntaba si se acostaría también con la camarera, o con la jovencita andríguna que vió abajo,,, La idea de que alguien tan jóven se prostituyera le desagradó sobremanera.

En aquellos pensamientos intentó conciliar el sueño y centrarse en las tareas del día siguiente...

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07/05/2013, 19:34
Ambroos Janssen

Ambroos escuchó todo el discurso de la chica desde el sillón. Ni siquiera tuvo tiempo para sentirse molesto por la interrupción de Gretchen, aunque la primera reacción al ver a la cría cruzar el umbral sin ni siquiera esperar una contestación fue cruzarle la cara. Era una falta de respeto y así no se trataba a tus mayores, por mucho que estuvieses en una esquina a punto de romper a llorar.

- ¿Ves?- fue lo único que articuló al acabar el discurso de Gretchen, acompañándolo con un bufido y dirigiéndose claramente a Arjen.- A esto me refería...

Pero la niña había ganado toda su atención. Ambroos se había levantado de la silla y avanzaba hacía su abrigo con clara intención de seguir al pequeño ratón a donde quisiera llevarse. Sin acelerarse pero sin detenerse, como una masa de lava que avanza determinada e implacable. No vamos a parar el Apocalípsis o lo que demonios prediques por cinco segundos. Y pienso fumarme un cigarro por el camino.

En el fondo, su corazón se había agitado como el de una rana helada que quiere revivir en primavera. El como sabía la niña el secreto de Jurguen le importaba ahora mismo poco. Era el hecho de que lo había averiguado y era real. Y si la mitad de cosas que Gretchen predicaba eran la mitad de reales de lo que era la longevidad del nazi, iban jodidos. Así que estaba de agua hasta el cuello, como ya había estado en aquel momento crítico y no le quedaba otra opción que la que tuvo en su momento: joderse y sobrevivir. Pero esta vez intentaría que fuera de una manera menos pasiva.

- Gretch. Anunció, acercándose a la cría. Se quedó frente a ella, mirándola con estoicismo, pero sin tocarla. No quería que estallase en una furia psicótica o lo que demonios sufriese. No lo tenía muy claro y tampoco sabía si quería conocer bien el término. En su época todo había sido más o menos lo mismo y se había curado más o menos igual, pero seguro que a nadie le haría mucha gracia que le metiese un boligrafo en el ojo a la cría o que la enchufase a la corriente.

Aunque a lo mejor mejoraba.

- Te creo. Y vamos a hacer lo que demonios tengamos que hacer. Miró de reojo a Arjen, que probablemente estaría cuanto menos sorprendido por la entrada de la locoide de Gretchen anunciando el fin del mundo como quién avisa de la hora de cenar. Bienvenido a mi puto día infernal. Creo que tengo que marcharme, Arjen. Le comentó, como quién se disculpa por ir a comprar el pan antes de que cierren. Por que, que coño, el truco de ser un tipo duro es actuar como si cualquier puta situación fuera normal y con la loca de la cría chillando por ahí sería mejor fingir que estaba acostumbrado. Puedes acompañarnos y contarme lo que sabes para ver como puedo ayudarte o podemos hablar en un momento menos convulso, pero imagino que te correrá prisa.

Y mi vida no tiene muchas expectativas de mejora.

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07/05/2013, 21:41
Gretchen

La exporesión de Gretchen se ve súbitamente transformada por un baño de alivio. ALIVIO, así, en mayúsculas. Jamás creyó que fuera a ser tan sencillo. ¡La había creído! Sí, de acuerdo: era un hombre aterrador, la asustaba, tenía un aire a Diéter que le ponía los pelos de punta y los nervios a flor de piel, pero la había creído. Y estaba dispuesto a ayudarla.

En ningún momento se planteó que quizá era mentira. Que tal vez el chulo mentía para librarse de ella, le daba la razón como a los tontos o lo que fuera... Tal era su alivio. Stille podría salvarse, de alguna manera.

- Gracias - susurró con los ojos rebosantes de agradecimiento, tan intenso que si la dispararan entre las cejas saldría chorreando por la herida, en vez de sangre. No pudo evitar encogerse de nuevo al verle frente a ella, alto e imponente, tan... tan dieteresco.

Cuando el chulo está a punto de salir de la habitación, la chica mira al otro hombre y, sin separarse de la esquina, interviene una vez más:

- ¡Espera! -suplica a Janssen. Cuando él la mira, señala con un dedo huesudo a Arjen y añade-. Él es importante. Dyrk, su hijo, está con los nazis. Eso tiene algo que ver. Alice habló de él. Eso es que él es importante. De alguna manera. Como tú.

Le dedica a Ambroos una mirada anhelante, sabedora de que depende completamente de lo que él decida, que no es más que un barco de papel en un charco en la calle. Aunque haya decidido ser un barco con timón. Por Stille. Piensa en  sus últimas palabras y se queda pensando en voz alta.

- Como yo. Como el Verdugo. Como el Ario.

No se planteó lo inapropiada de su declaración. No se planteó que era una violación de la intimidad de Arjen, contarlo tan a la ligera, y que violar la intimidad de ese hombre era una insensatez. No se planteó que en cualquier momento el proxeneta, de carácter poco suave, podría hartarse de ella. Lo único que había en su mente era Salvar a Stille. Una obsesión.

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07/05/2013, 19:23
Sawako Yamagawa
Sólo para el director

Se sienta bien y apoya los brazos y la cabeza en la mesa mientras mira a Linker, quizá un poco ya contentilla por el alcohol barato que se trajina en ese lugar. Está claro que Linker no es un alma caritativa, eso ya lo tiene claro, y por eso le ha dicho que, aunque le interese la oferta, no va a poder pujar por ella... más que nada, para ahorrarle tiempo al falsificador. Se despeina un poco más de lo que está, aunque tampoco es que le quede mal el pelo despeinado, mientras suspira, sabiendo que quizá nunca pueda salir de allí antes de que todo vuele por los aires.

-Para ahorrarnos tiempo, no tengo dinero así que te ahorraré también los quebraderos de cabeza y no pujaré por el pasaje... se que es con buena intención y tal, pero no puedo asumir el pago. Y deja de decir que soy una cría... mi aspecto te engaña, "viejo". Y gracias por el cumplido... ¿intentas ganarte mi favor? - le dedica una sonrisa pícara y un tanto sobradilla, como es ella, vamos.

Tras eso se vuelve a sentar bien mientras escucha lo que dice de Trevor, en lo que coincide plenamente. Nadie que se vista así puede ser de confianza... bueno, seguro que muchos piensan lo mismo de ella por sus pintas, pero lo que si que es cierto es que tiene bastante habilidad como trilero, ¿por qué no la iba a tener como ladrón? Al fin y al cabo las dos cosas son lo mismo.

-No tengo ningún interés en él, aunque si tiene dinero... - mira al "mago circense" por encima del hombro con una sonrisilla y luego mira a Linker para ver que cara pone -. En esta ciudad nadie tiene trabajo para mí y un poco de dinero siempre me vendría bien... mmm... - dice pensativa - quizá le pida algo al "mago".

Lo dice totalmente de broma, porque realmente no es que le de muy buena espina ese hombre y nunca le pediría nada. Ella tampoco tiene nada con lo que devolverle el dinero, si es que además de ladrón es prestamista, claro, así que no le saldría muy a cuenta y tampoco quiere hacer nada que implique más esfuerzo que el estar sentada para sacarle dinero. Linker puede notar que en su mirada hay escrito un mensaje que podría significar "¿de verdad piensas que te voy a dejar de lado por ése?".

-Al final tendré que irme al barrio rojo, seguro que allí consigo que me paguen el doble que a las otras y encima me divertiría - Apoya el codo en la mesa y la mejilla en el puño de la mano mostrándole una sonrisa juguetona - ¿Quieres contratar los servicios de una guapa jovencita asiática?

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08/05/2013, 18:45
Arjen Wolfzahn

-¿Una flecha? ¿Verde? ¿Con una grabación? -las preguntas se sucedían una a una según el proxeneta iba asintiendo-. ¡El puto Arquero! ¡Joder, él también...!

Y luego entró la niña, contando su película. Una película que, sin duda, el ecoterrorista estaba viendo desde la mitad de la cinta. Y en versión original sin subtitular. Aquello estaba yendo demasiado deprisa. Claro que la cosa era simple: necesitaba ayuda y estaba dispuesto a hacer lo que fuera. Y resultaba que Janssen tenía también problemas y no se quería mojar. Y lo de la niña... Eso era extraño a más no poder. Pero sabía algo de Dyrk.

-¡Oye, Gretchen! -exclamó Arjen. No iba a zaradearla, pero casi ni podía contenerse-. Dime lo que sepas. ¿Qué hay de mi hijo? ¿Quién es Alice? ¡Contesta!

Aguantó las ganas de hundir el puño en una pared. Primero una puta displicente, luego un proxeneta desentendido y ahora una niña loca. Las cosas se estaban yendo de madre. ¿Verdugos? ¿Arios? ¿De qué cojones hablaba? El ecoterrorista no entendía nada de nada. Él solo quería una cosa: rescatar a su hijo. Si para ello tenía que reírle las locuras a una cría chalada, pues que así fuera.

Respiró hondo, intentando tranquilizarse. Casi notaba cómo el vello del pecho intentaba crecer. Y si crecía... ríete tú de las ortodoncias.

-Vamos a ver -dijo. Y repitió-: Vamos a ver. Todo esto no tiene sentido -se arrodilló delante de la muchacha. No entendía por qué, pero eso calmaba a los chicos asustados. Tal vez fuera porque así, de rodillas, no imponía demasiado. Tonterías-. Mira, Gretchen, cuéntame lo que sepas. Y después os echaré una mano. Si esto ayuda al rescate de mi hijo, os acompañaré a ti y a Janssen adonde sea, ¿de acuerdo? Pero primero, por favor, explícate un poco mejor.

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08/05/2013, 19:54
Gretchen

Si a Janssen le tenía miedo, pese a que sabía que era su protector -por conveniencia o por misericordia- y amigo de Stille... a Arjen le tenía un pánico terminal. Sus palabras enfáticas la clavaron a la pared, dejándola pálida de puro miedo. Tardó unos cuantos segundos en asumir que no era una agresión.

Cuando se arrodilló delante de ella no le calmó ni lo más mínimo, pero al menos ya no tenía que dejarse el cuello para mirarle. Ambroos la había creído. Arjen, quizá. Pasó la mirada de uno a otro, varias veces, tratando de convencerse de que todo iba a ir bien. Alice había hablado de estos dos. Así que eran importantes. Para salvar a Stille. Tienes que esforzarte, Gretch.

Alice -repitió el nombre-. Alice sabe cosas. Ha visto cosas. Muchas. Me enseña cosas. Pocas. Le preocupa que yo haga cosas que estropeen el futuro. Debe ser cambiado. Lo he visto. Ella me lo ha enseñado. Lo que va a pasar. Dentro de una década -una vez más frases rotas, inconexas, pésimamente expresadas-. Si permito que las cosas sigan así, Stille morirá. Yo seré escogida y adoctrinada. Totenkopf. Y el Verdugo me casará con el Ario. Papá estará allí. Lo he visto -se queda con la mirada perdida, recordando la foto de bodas como el testimonio de un Infierno personal-. Stille ha muerto. He visto Amsterdam. Los campos de concentración de enfermos. Las máscaras de gas. Las farolas torcidas. Los jirones de parque. Los edificios. La gente. El humo. Sólo hay humo. Toda Europa es suya.

Una sensación, uniéndola a Alice, la conectaba al futuro como un cable eléctrico. Las sensaciones de Alice eran las de Gretchen. El pecho se le llenó de espanto horrorizado, mientras seguía hablando de cosas que Alice sentía, que Gretchen sabría:

Él duerme a mi lado -susurró, y la voz era más adulta, las frases mejor construídas, los términos más claros y más evocadores. La mirada era más serena, perdida, pero con una actitud de resignada sobriedad, de ausencia de emotividad-. Me gustaría coger la almohada y asfixiarle. Sería sencillo. Puedo ser más fuerte que él, si quiero. Le odio, sería tan sencillo. Podría incluso asfixiarle con ese puñetero uniforme de gala que tanto le gusta -la voz contenía trazas de odio a duras penas reprimido, de rabia fermentada y sometida a presión-. Así somos, ¿no es eso lo que me dices, cabronazo? Así somos, los que tenemos el valor para librarnos de lo que nos limita. Como tú.

La niña hace una extraña pausa, sin modificar la mirada perdida. La expresión de odio de sus ojos desaparece, sustituída por una expresión de amor enfermizo, sufriente, anhelante.

Pero no podría. No podría, porque te quiero. Cómo odio quererte, pero te quiero.

Gretchen parpadea, y su expresión vuelve a ser la de siempre. Extraña, asustadiza, temerosa, tímida. Retrocede un poco más, o lo haría si no hubiera pared.

Soy... diferente - intenta explicarse. No parece consciente de que la última parte de su discurso es perturbadora, tanto por el contenido como por el continente-. Alice me lo dijo. También lo dijo del Ario. Y el Verdugo debe serlo, porque -se queda pensativa- no envejece. Tengo ideas. Hay una torre de comunicaciones. Si controlamos las tormentas, podemos romperla. Eso facilitará las cosas.  Salir de Amsterdam. Vosotros sois importantes, de alguna manera.

De pronto, recuerda la conversación con Stille y vuelve la mirada a Janssen. Una mirada apremiante, anhelante, nerviosa. Como siempre.

- Stille no me cree. Stille cree que Alice no existe. Alice sabe que papá viene, y me ha dicho que está teniendo tratos con los Mercenarios, y con militares retirados. Stille no me cree. No me hará caso. Le he advertido. Debes mentirle. Dile que Alice es una chica- señala el burdel a través de la puerta del despacho-. Dile que me dijo eso para gastarme una broma. Dile que no volverá a pasar. Dile que lo has pensado. Dile que pese a todo, te parece buena idea. Eso hará que me haga caso. A tí te toma en serio. Debes mentirle. Si no sabe lo que ocurre, morirá.

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08/05/2013, 22:39
Más Allá

Un estallido de energía sacudió el interior de Gretchen, haciéndola crepitar. Algo totalmente interiorizado, que no trascendió en mueca a su cuerpo. Lo digirió como vino, tragándoselo y embutiéndolo en una esquina de su corazón. Y sin embargo, no era igual. Sí parecido.

Ese fluir del cuerpo y esa sensación de sintonía. Esa danza de energía mística arrancándole una pulsación del corazón, que resonaba en sus oídos como si se auscultase a si misma. Una descarga de alto voltaje para reanimarla, resucitando una parte de ella durante segundos.

Los segundos en que Alice vivió en ella. Como un aura, conforme hablaba, lo veía venir. La presión del océano sobre sus sienes, amenazando con estallar. Y entonces el crack. Una sensación de vacío con el corazón desbocado y las venas latiendo. El mundo se fundía con ella y tocaba algo parecido a un limbo existencial.

Se vio a si misma, hablando. Era ella, diez años más adulta, con mirada adusta y cansada, hablando de su marido. Aquel a quien odiaba por voluntad y amaba por condena, fruto de una artimaña sobrenatural y cierta carisma propia. Era Alice, sin lugar a dudas, pero nadie salvo ella parecía notarlo. A ojos de Arjen y Ambroos era sólo una pequeña niña bipolar más.

Pero no era así. O al menos, no totalmente. Era ella, de adulta. Una versión fiable de lo que hubiese sido real dentro de diez años si nadie hubiese cambiado. Con el efecto mariposa presente ahora el futuro podía ser perfectamente dinosaurios y meteoritos.

Y entonces, el fin. Con una forzada descarga contraria, volvió a si, dejando a Alice fuera de la ecuación. Todo ello era parecido, vagamente similar a la sensación de conexión y adrenalina cuando patinaba y hacía un quíntuple axel. La misma que cuando, esencial, veía a Diéter rostro con rostro pero él a ella no. La diferencia esencial era la reacción adversa, señal de que Alice no estaba diseñado para ser convocada de esa forma, aunque era técnicamente posible.

En el espejo, en la ventana abierta, estaba. Se apoyaba con la melena en cascada, salvaje, con la gorra en la mano.

- No debí haber eso hecho- dijo para si-. Deberíamos distanciarnos. Estamos locas, Gretchen. Y acabas de demostrarte que soy sólo parte de ti. De tu mente. Si me controlas, acabaré controlándote. Bueno, acabarás haciendo que una parte de ti te controle.

Era sencillo. Gretchen, tras una vida con Diéter, había enloquecido. Con un trastorno bipolar de la personal, como método de fuga y ciertas similitudes con un amigo imaginario, Alice era una visión de cómo era el mundo dentro de diez años. Podía ser o no real y acertado, pero el subconsciente de Gretchen lo había construido así. Y Alice representaba una versión capaz de superar sus taras. Una versión normal y madura, que representaba lo que debería terminar siendo. El enemigo. Diéter. Unido a él. Y no había enemigo peor que los verdaderos dirigentes del mundo. Los oculististas nazis.

Y aún así, sabía cosas. De Arjen, de Ambroos. Aquello era, ciertamente, una triple orgía. Gretchen había unido su erudición, capacidad para adivinar al futuro, de saber cuanto se acercaba Diéter, con una versión mejorada de si misma y, por qué no decirlo, con su trastorno psicológico.

Un truco que venía del mismo sitio que su capacidad para ser indetectable. Para encogerse y que no hubiese padre maltratador ni esposo manipulador que le encontrasen. Sabía que no podía abusar de ello. Patinar demasiado recurriendo a ese pequeño estallido cardíaco terminaba por dejarla exhausta a todos los niveles.

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09/05/2013, 01:07
Nicolaás Linker

 

Linker negó con la cabeza y se giró en el taburete, animando con un gesto de la mano a Sawako a hacer lo propio. De espaldas a la fiesta, desde su esquina, hablando de forma recogida. No le hacía falta bajar la voz estando a metros de la gente y con tanto alboroto errático alrededor.

- No me has entendido. O lo has hecho y has decidido ignorarlo, una de dos. Sea como fuere, debo insistir. No ganaría nunca nada si no apretase las tuercas- hablaba todavía con el lenguaje de un traficante viejo acostumbrado a trabajar con jóvenes, que no necesitaba mantener ciertas actitudes en presencia de alguien con el genio de Sawako-. No se trata de ganarme tu favor o no, aunque desde luego habrá gente dispuesta a pagar por rasgos orientales- y se refería al barrio rojo, aunque de forma distante, como si ese negocio le importase más bien poco.

A lo lejos, al fondo, Anki se lanzó al suelo, haciendo gala de una celeridad, precisión y flexibilidad envidiables. Estaba bailando, en cierto modo, retorciéndose en acto de Footworks, bailando Break. Una cría cuyo quizás único talento estaba allí plasmado al ritmo de la música, sincronizado con su hiperactividad y déficit de atención.

Ajeno a ello, sin prestar la más mínima atención, Nicolaás se levantó del asiento.

- Trevor es competencia, en cierto modo. No puedo decirle a nadie que se encargue del asunto, pues no sé quienes tienen o dejan de tener tratos con él, y no puedo arriesgarme a que se sepa- miró a Sawako con cara de circunstancias, revelador-. Necesito la ayuda de alguien que se haya mantenido al margen- y ciertamente la Japonesa había sido de todo menos una persona que se moviese de verdad para salir de allí-. Averigua que demonios hace que pueda perjudicar a mi negocio. Si me pagas con su dinero o prefieres quedarte encerrada en esta ratonera es cosa tuya.

Hizo un ademán con los dedos en la frente, despidiéndose, y un tanto más malhumorado, comenzó a recoger sus papeles.

- Haz lo que creas mejor. Yo es lo único que puedo ofrecerte. O lo tomas o estás sola en tu cruzada. Suerte- cerró la carpeta y comenzó a moverse.

Estaba claro que el hombre estaba claramente molesto por el asunto de Trevor. Acostumbrado a tener siempre una competencia menor y fácil de comprender o, en el peor de los casos, aliarse. El ilusionista a todas luces era un oasis independiente que ocultaba sus intereses y a si mismo bajo esa mascarada burda.

Por otro lado, Sawako no tenía muchas opciones. Era cuestión de tiempo que alguien le pidiese la documentación.

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09/05/2013, 11:55
Ruth Karsten

La chica puso los ojos en blanco y los hizo rodar hacia otro lado con exasperación cuando Axel volvió a afirmar que ella seguía enamorada de él. En cierto modo no se equivocaba. Ella seguía enamorada de su lado dulce y protector, ese que hacía que se sientese querida y segura como nunca antes había sentido ni había vuelto a sentir desde entonces. Pero si volvía con él, debía aceptar también su lado posesivo y autoritario, aquel que la anulaba totalmente como persona, dejándola como si fuese un objeto, como la veía ahora. Y odiaba ese lado con todas sus fuerzas, porque le hacía ver que su parte sensible y cariñosa era simplemente una máscara y un papel que interpretaba a la perfección.

Soltó una risa, que sonó más a un bufido, cuando escuchó que la llamaba "princesa", ahora mismo quizá fuese el apelativo que peor le venía a la chica desde luego; las princesas nunca habían llevado unos vaqueros desgastados y una camisa de cuadros arrugada y descuidada, ni tampoco se tatuaban la piel ni se agujereaban las orejas y la nariz... Las princesas no iban al culo del mundo en busca de otra princesa, ni su caballero de brillante armadura era un tipo como Axel.

Su risa cansada se elevó cuando él sugirió que huyeran juntos, se reía por no llorar realmente. Por muy atrayentes que fueran sus palabras de ir a otro lugar nuevo, donde poder gozar de libertad, sabía que a su lado nunca la gozaría plenamente, ni siquiera disfrutaría de una décima parte de la que le ofrecía.

-Y coser a tiros a un capataz es la solución a todo, ¿no?-le murmura cuando se enfrenta a ella, refiriéndose a que la situación se iría de las manos y que tendrían que huir. Cómo si matar a un oficial no hiciera que se fuera de las manos.-Me extraña que sigas con vida.-añade mirándole a los ojos. Era difícil huir de los nazis después de algo así, no se esperaba que siguiera en libertad, mucho menos reparando la moto con total tranquilidad.

-La situación ya se ha ido de las manos.-sigue hablando con toda la tranquilidad que es capaz de mantener, alejándose un paso más de él. No quería tenerlo tan cerca.-Y ni loca volvería contigo, Axel. Ambos sabemos que no eres así. Haznos un favor a los dos y déjalo ya, ¿quieres?-dijo con un tono cercano al conciliador, pero aún con matices de desprecio y rencor en él.

-Además... si estoy aquí es por un simple y claro error.-contestó con sinceridad. Era cierto, ella estaba allí buscando a su hermana, no a él. Y como no se diese prisa, los problemas aumentarían, teniendo que sumar a la larga lista de asuntos pendientes una nueva versión de Axel enfadado y agresivo, cosa que quería evitar. Ruth se pasó una mano por el pelo con una gran sensación de agobio creciente en su pecho.-Mira, tengo que irme...-suspira antes de darse la vuelta, dándole la espalda para marcharse por donde había venido.-...no te metas en muchos líos y ten cuidado.

Dicho esto, salió por la puerta, volviendo a enfrentarse al frío de la noche, dispuesta a buscar y a encontrar a su hermana de una maldita vez. Después se encargaría del tema de las cámaras y cuando esa horrible noche pasase, podría descansar al fin en paz... O eso quería creer.

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12/05/2013, 00:10
Administrador

- No se preocupe, Padre, le comentaré el asunto de Irina y su empleador- respondió por teléfono el camillero con una mezcla de alivio e indiferencia-. Le agradezco el favor a mi compañera. Las crisis espirituales en estos días oscuros pueden llegar a ser demasiado dolientes para el alma.

No hablaba con la devoción de un orador católico, y no parecía decirlo con especial carga religiosa, pero los términos utilizados sugerían cierto apego por la dimensión moral del ser humano. Por suerte, tampoco pareció ser consciente de que no existía el sacramento de la confesión en el Calvinismo. Como fe protestante carecía de él, y si Rembrandt no se había dado cuenta era porque sus conocimientos no eran vastos en ese ámbito. De haberlo sabido, probablemente, lo hubiese conducido de otro modo.

Bien era cierto que aquello le podía acarrear un serio problema con el Prior D´Courvisier si le agarraba con las manos en la masa, y no es que el hombre fuese a ser demasiado laxo con Jürguen dada la estima en que le tenía. Cierto era que según su doctrina, juzgarle él era, en cierto modo, un contrasentido, pero desde luego eso hubiese sido radicalizar su fe, y en no en vano el hombre era también un ser humano. En última instancia Jürguen siempre podía alegar que no era ninguna confesión, sino mera guía espiritual, como había comentado de forma ambigua. 

- Que descanse en paz y no le perturben las quimeras de la calle, Padre Jürguen- le comentó como despedida el hombre, tras una pequeña broma en tono humilde sobre la actitud de los sacerdotes sobre su "rebaño", siguiéndole el juego a Jürguen-. Intentaré mandarle a mi amiga a la Oude Kerk mañana antes del mediodía, pero no se extrañe demasiado si aparece a otra hora y lugar. Buenas noches y gracias por todo, buen hombre. La gratitud es toda mía.

Y colgó. Era obvio que sentía bastante respeto por la gente como Jürguen, seguramente por una mezcla de su edad, apariencia y comportamiento. Caellum y Maggie cada uno por su lado divergían bastante.

Su cama y sus sábanas, tras adecentar la casa, le recordaron las cosas. Amboos Janssen, Marleen Von Vergenband, con las tres letras unidas entre el nombre y el apellido, recordando ciertas tradiciones, y también Erika Taglioni, por qué no. Seguro que su "crisis espiritual" no divertía tanto de aquella que pudiera presentarle la amiga de Rembrandt. Todos estaban igual, al fin y al cabo. Tuviesen más o menos suerte o capacidad para resistirlo.

Fue entonces, horas más tarde, cuando el sonido le despertó.

En la calle sólo se oía el ocasional andar borracho de alguien. Todo lo demás era ya algo rutinario. La otra noche reseñable se cerró al tráfico, debido probablemente a algún disturbio, desalojo, u operación de "saneamiento". Una inusual sensación de soledad y silencio, amplificada por el oportuno intento de suicidio de Erika.

Aquella, en cambio, se oía el repetitivo sonido de pasos y conversaciones. En el reloj de cuco en la pared se leían las tres de la mañana, y ciertamente ya había conseguido conciliar el sueño tras el rumiar de sus deberes, problemas y tormentos. Y sin embargo, el ir y venir constante de prostitución y enseres paganos en la calle no eran nada en comparación con lo que tenía en casa.

Más concretamente, en su puerta. A unas manzanas debía de estar el burdel de Ambroos, con el hombre todavía despierto y preparado para seguir con su atípico y monstruoso tren de vida. Mientras tanto, la vieja y débil puerta de Jürguen era aporreada sin mucha tregua.

La primera reacción fue de ira. A ver qué clase de drogado venía a joderle con cualquier excusa, pensando que había llegado a casa o que se había perdido. Bastante le había costado dormirse y bastante mal que lo estaba haciendo últimamente con tanto trajín. No es que se estuviese esforzando por tocar al antiguo timbre monocorde o respetar el sueño de los vecinos dadas las paredes de papel.

Y sin embargo, la ira podía llegar a transformarse en otras emociones.

- Vuelva a meterse en casa, señorita, todo irá bien- aseguró la voz de un hombre, apagada y educada, al otro lado en tono de autoridad y petición-. ¡Jürguen! ¡Abra la maldita puerta! ¡Sé que está en casa!

Y más aporreo. Jürguen se acercó, mientras oía de fondo a Erika Taglioni preguntar por qué demonios ningún alemán querría ver a un hombre humilde como el Padre, que no hacía sino su rutina más habitual desde su llegada a Ámsterdam, sin buscar ningún tipo de conflicto.

- ¡Vamos, abra!- repitió la voz del hombre, impaciente-. No me obligue a echar la puerta abajo- algo nada complicado dada su resistencia.

El fingido sacerdote miró por la mirilla. Lo único que vio fue la insignia del ejército alemán, sin mayores reseñas en el traje. Un cuello caucásico, con arrugas que revelaban un mínimo de treinta o cuarenta años, sino cincuenta. Ni señales de un elevado cargo miliar, ni medallas, ni pertenencia a alguna división especial.

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12/05/2013, 14:23
Fremont

- De acuerdo, si está tan seguro de ello, eche un vistazo por si mismo. Pero ya le digo yo que no hay tiempo material para procesar todo el registro- declaró Fremont en tono escéptico, con una ceja alzada en tono de duda sobre Eugenius y cómo podía pensar en que iba a conseguir algo de las grabaciones-. Le llevaré a las zonas de incidencia o al puesto de seguridad, que lo que prefiera antes- comenzó a avanzar a la puerta y declaró sin mayor contemplación-. Y después llamaré a Eichmann.

Era obvio que él no confiaba de igual modo en que Novák fuese a conseguirlo. Pero claro, ello se debía a que no podía saber su tenencia de poderes sobrenaturales, algo que a todas luces le hubiese trastocado todos los esquemas, pese a que él mismo debía de tener sus experimentos al respecto si era científico, miembro de las SS y militante de los neonazis.

Fremont abrió la puerta y animó a Eugenius con la mano a pasar. Una mano que aún lucía la tarjeta que el científico nuclear le había entregado. Una que guardó rápidamente dentro del traje con un atisbo de sonrisa.

- Será un placer vernos las caras sobre el tablero cuando guste, Novák- comentó con cierta confianza, poniéndole una mano en el hombro con camaradería-. Soy el accionista principal- que su voto pesaba más que el nadie, vaya, aún obviando el tráfico de influencias y la compra de votos- de una empresa de cibernética y robótica que estará muy interesado en contar con usted en un futuro. Pero no lo comente con Goering y el resto. Son asuntos entre nosotros, y como bien apunta, El Gobernador es demasiado "recatado" para algunos asuntos.

No parecía demasiado preocupado, y no lo hubiese dicho si le pudiese reportar problemas a mayores, pero seguía prefiriendo que no se supiese algo tan sencillo como que estaba metiéndose en el bolsillo a alguien muy necesitado por El Gobernador. Eso, y que hasta el momento el hombre no había revelado títulos universitarios en esas materias, pese a que debía saberlas para seguirle el juego a Novák y ser el encargado de la seguridad de Avalon.

Fue acompañando al genio por los asépticos pasillos del recinto, salpicados por uniformes militares, cámaras de seguridad y batas blancas. El hombre siguió recibiendo saludos y despachando a sus subordinados mientras mantuviese ese cargo temporal.

- Actualmente dentro del ejército germano soy un agente de las Schutzstaffel, si tanto le interesa saberlo- comentó sin atisbo de especial orgullo por eso, aunque si por lo que vino a continuación-. Compaginé los estudios universitarios con la carrera militar, pese a que los primeros los comencé antes de alcanzar la mayoría de edad- un niño prodigio adelantado, como mínimo, un curso-. Se me otorgó el cargo actual por necesidades diplomáticas y para poder mantener una buena relación dada mi labor investigadora, pero me mantengo al margen de determinados intereses de las escuadras de defensa.

Finalmente llegaron al pasillo de bifurcación, donde Novák debía elegir entre las cámaras de seguridad o el lugar de los incidentes. Fremont, férreo e impertérrito, siguió hablando.

- Tómese su tiempo para decidir qué cuidados recibirá su madre, Doctor Novák- espetó concesivo y sin segundas, dejándole margen-. Mientras esto no vuele el país por los aires tiene todo el tiempo del mundo.

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12/05/2013, 16:27
Arjen Wolfzahn

Parpadeó. Varias veces. Lentamente, contando inconscientemente los segundos que pasaban.

"Esta cría está jodidamente loca", pensó. Los desvaríos de Gretchen eran indicativo claro de que debería estar internada en una institución psiquiátrica. En otro tiempo y en otro lugar, sin duda. En aquellos momentos de la historia... no, claro. ¿Un manicomio nazi? Arjen no sabía qué se podía encontrar entre las paredes de un sitio así, pero sí sabía cómo lidiar con ello: nitrocelulosa, explosivo plástico, dinamita... mucha cantidad.

Casi parecía un trance de posesión. Según hablaba la niña, Arjen se iba perdiendo un poco más. Demasiada información, inconexa y facilitada por dos voces diferentes. ¿Una decía llamarse Alice? Graciosilla, la voz, je, aunque todo podía ser. Pues si acababa apareciendo el puto conejo, aquí iba a haber palabras mayores. ¿Realidad alternativa? ¿Futuro incierto? ¿Ida de pinza completa? Arjen gruñó, desconcertado y preocupado. En realidad daba lo mismo si la voz avisaba de la rebelión de las máquinas o a traerles la solución definitiva contra las manchas difíciles. El panorama pintado era desolador. Campos de concentración, toda Europa bajo la sucia bota nazi. Mascarillas de gas.

Habían fracasado. Al final habían fracasado. Y Dyrk... ¿qué había sido de Meike y de Kat? ¿Dónde estaban? Frunció el ceño, tensó la mandíbula, crujió los nudillos, rechinó los dientes. ¿Salir de Amsterdam? ¿Por qué? No, no. Eso no. Todo lo que tenía estaba aquí, todo lo que le importaba. O, al menos, suponía que estaban aquí. Si su hijo estaba vivo...

¿La creía? ¿No la creía? Arjen dudaba. Arjen dudaba y no sabía pro que. Eran desvaríos, sin duda, pero eran desvaríos con sentido. Con algo de sentido, al menos. No, no podía arriesgarse. Si no la ayudaba, el futuro por el que porfiaba moriría; y si es futuro moría, no importaba que encontrara a Dyrk o no. Y de este modo había una oportunidad, sí, una de rescatar a su hijo. ¿Y la confirmación de las gemelas Suxx? Tenía que esperar la confirmación. Saltar a la piscina sin saber si había agua... sí, era de locos. Joder, vaya mierda.

-Explosivos en la base -dijo de pronto. La maravilla de la mente humana: el subconsciente encontrando soluciones a problemas mientras Arjen se debatía en dudas-. Mezcla termita, fácil de producir, en las patas. Permanganato potásico y glicerina para la ignición: 2.500 putos grados. El metal se derretirá y la estructura caerá. Con una saeta pesada dividida en tres cámaras. Muy buena puntería, calma chicha o suave viento de cola y no más de 75 metros de distancia -torció el gesto. Toda este torrente de información desvelaba mucho del ecoterrorista. No había más remedio-. Digamos tres disparos para asegurarse. O tres saetas, dos con termita y otra con la ignición en dos cámaras.

¿Por qué había que cargarse la maldita antena de comunicaciones? ¿En qué les iba a ayudar eso? Ni idea. Su yo consciente recuperó la vez para el uso del habla.

-¿Qué hay de Dyrk? Gretchen, piensa -demandó con ardor-. Joder, ¿por qué Alice te habló de mi hijo? ¿Qué pinta él en todo esto?

Arjen miró a Ambroos, meneando la cabeza y algo frustrado.

-¿Tú le encuentras algo de sentido al desvarío de la cría, Janssen?

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12/05/2013, 17:36
Niki Neill

- ¿Compañeras de trabajo? Eso me desconcertó unos instantes, sin ser consciente de que lo había preguntado en voz alta, pero luego me tranquilicé, supuse que era bueno tener algún modo de huir, en todo caso me gustaría saber quienes eran.

Había escuchado a Izan con atención... mientras mi cuerpo parecía relajarse poco a poco al oírle hablar, mi corazón comenzó a latir a ritmo normal, y sentí de nuevo que era él, el Izan de siempre, mi Izan... Sonreí sin darme cuenta algo aliviada, aunque mientras me preocupaba porque pudiera pasarle algo allí. No quería subestimarle, pero me preocupaba que no estuviera preparado para hacer de espía.

Me tomé un segundo... Si lo que decía era cierto, la policía sabía cosas de mí... y eso era cierto... Era otra vía de investigación. No podía decirle a Izan que me hiciera de espía... Eso sin duda sería demasiado para él, pero pensé que tenía que conseguir averiguar algo sobre mí. Sentí como si mi cuerpo se dividiera en dos, y me estuviera peleando internamente conmigo misma. Pero... no tenía elección. Debía actuar.

- Si quieres que acabe pronto, quizá no me vendría mal algo de ayuda... - Dije con una media sonrisa. - Si dices que tiene que ver con los alemanes... quizá tu deberías saber algo más que yo...

Traté de insinuarle que me vendría bien lo que pudiera averiguar, y luego comencé a pensar que era hora de dejarme ver por la zona de los anarquistas, y quería conocer a Maggie, cuanto antes mejor... no me apetecía volver a dormir en ese sitio tan cutre...

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12/05/2013, 19:13
Administrador

 

- ¡Adelante, lárgate! ¡Volverás suplicando ayuda,Ruth!- gritó enardecido el antiguo amante en la lejanía, con una voz amortiguada a través de la puerta-. ¡Estás perdida sin mi, Ruth! ¡Estás sola! ¡Siempre lo has estado! ¡Es cuestión de tiempo que te des cuenta! ¡Sólo espero seguir aquí para ayudarte entonces, maldita estúpida ignorante!

Pero no la persiguió para detenerla. Aquel era Axel, y aún así había contenido el estallido, pues aún albergaba esperanzas de que fuese Ruth la que viniese a sus pies por voluntad propia. Sino ya se habría puesto verdaderamente nazi con ella. Sea como fuere, la joven consiguió escapar temporalmente de las garras de aquel asesino.

En su mente, por alguna razón, comenzó a gestarse cierta sugestión con respecto a Axel. Seguía siendo el mismo de siempre, un insolente, desagradecido y dominante desgraciado que no sabía valorar a Ruth en su justa medida, valorándola como poco más que un trofeo o un animal doméstico.

Y aún así, se sentía sola. No era una sensación abrumadora de soledad, pero sí una sensación vacua de asfixia interior que brotaba cuando Axel la hablaba de ese modo. Vivía con su don en silencio, callada, sin poder confiarle el secreto ni a su madre, ni a su hermana. Vivía con la sensación de que nadie entendía por lo que había pasado, y de que la única persona que se había mostrado en sus mismas circunstancias, Axel, no era sino un manipulador aséptico y falto de empatía.

¿Con quién debía pues volcarse? ¿A quien tenía? Su vida era ciertamente un pozo bastante oscuro. Su madre estaba en peligro. Su hermana estaba en peligro. La propia Ruth corría el riesgo de convertirse en la nueva cobaya de los oculistas. Y no podía hablarlo con nadie. Sólo podía limitarse a vagar sin rumbo y ser rescatada por un cuarentón envejecido llamado Stille, acabar en un coche con una japonesa y descubrir que había gente tan jodida como ella. Gretchen. Salvo que aquella niña sí tenía ayuda.

Así la hizo sentir Axel. Estaba claro que Ruth necesitaría apoyarse en algunas personas si quería salir adelante. No podía luchar sola contra todo el imperio. Necesitaba solucionar el problema originado por manifestar su invisibilidad, y quizás hablar con la pequeña tostadora humana. Alguien, quizás, como ella, si es que no era algún tipo de arma gubernamental.

Pero lo que se encontró fue a Agatha. Y a Gerard. El joven Schumann acababa de entrar en su coche particular, o el de su padre, o lo que fuese. Agatha estaba en el asiento del copiloto, asegurándose de que no había nadie en el camino. Aparcado con dos ruedas sobre la acera, ella se puso el cinturón de seguridad mientras él revisaba los retrovisores. Hablaban entre si.

Bueno, vale, estaba con Gerard. O lo estaba ahora. Pero ciertamente estaban por esa zona, y no era algo que revistiese de especial razón de ser. No parecían haber visto a Ruth, un par de farolas a la izquierda de la intersección en aquella periferia, pero allí estaban. A tiro de piedra y a punto de largarse.