Partida Rol por web

Salvadores Salvados

Salvadores Salvados - Soldados al Frente - Escena Dos.

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24/05/2013, 10:31
Sawako Yamagawa
Sólo para el director

Suspira, toma impulso y se levanta. A saber en que chanchullo peligroso se ha metido y todo por nada... cuando acabe con ese trabajillo Linker ni si quiera le recompensará salvo considerándola algo mejor. Las cosas no pintan bien para ella y seguro que acaba tropezando antes de llegar al final del camino, pero no es una persona que se eche para atrás fácilmente y seguramente ese reto le ayudará en el futuro.

Sin ninguna motivación para molestar a Anki y sin conocer a nadie más en ese lugar, aunque tampoco le costaría mucho ligarse a cualquiera de los pringados allí presentes, decide ir a observar la timba de poker para conocer mejor a su objetivo. Los juegos de cartas nunca se le han dado bien, pero tampoco es que tenga dinero para poder jugar en una timba con apuestas, sera legal o ilegal.

Se acerca a la hoguera donde van a celebrarla y busca un sitio donde sentarse y observar la partida.

-Vais a jugar al poker? Esto parece más interesante que lo demás.

Se acaba el vaso que tiene en la mano y se queda pendiente de lo que pasa. Mira a Trevor.

-Tienes bastante habilidad con las cartas, no? A mí nunca se me han dado bien esas cosas... quizá puedas enseñarme, para entretenerme un poco cuando estoy sola.

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26/05/2013, 16:20
Arjen Wolfzahn

La conversación estaba siendo un tanto extraña... y no parecía que la niña lograse poner nada en claro. Al menos para Arjen.

Matar a un tal Viktor, un tipo al que quiere todo el mundo. Un tipo con características especiales. ¿Cómo de especiales? ¿Como las del ecoterrorista? Un escalofrío le recorrió la espada. Carisma inhumano, dominación y sometimiento con sólo echar un vistazo, susurrar una palabra, esbozar media sonrisa. La brutal ferocidad de Arjen de nada servía contra eso. Y había que matarle porque... casi parecía de locos. En un futuro tan oscuro como un agujero negro, un pozo del que nada escapaba, la niña iba a amar a un monstruo infinitamente deseable y no quería hacerlo porque le detestaba. Y eso, eso era lo que había matado el futuro. Era eso lo que había agostado la esperanza hasta convertirla en cenizas frías esparcidas al viento.

Stille. ¿Quién era...? Ah, sí. El brutote, el matón sin escrúpulos, el apalizador profesional. La sombra de la niña. ¿Relación entre ambos? A saber. Pero ese amasijo de músculos asesinos iba a morir, o eso decía la otra Gretchen, y sin él el Ario iba a conseguir a la niña. ¿Locura? No, la línea de locura ya se había dejado muy atrás. Ahora el discurso se encontraba en esa meseta de tranquilidad que convertía los desvaríos en argumentos razonables.

Diéter... Otro nombre fantasma. Otro espectro, un espectro lejano que paseaba sobre los hombros de la niña como si estuviera más cerca de lo que todos pensaban.

Taylor, Jürguen, el padre, el Verdugo... demasiados, demasiados nombres. Identidades desconocidas, amigos y enemigos, antagonistas, presas, captores, depredadores, futuros cadáveres...

Y Dyrk... ¿acaso la Alice que se creía una guardiana del tiempo simplemente sabía cómo moverle a él, a Arjen? ¿Y si todo esto no era más que un modo de asegurar ese futuro tan nefasto? No, no podía pensar eso. Si Arjen se dejaba arrastrar al juego de la fintas-dentro-de-fintas podía volverse loco. No tenía una mente para hilar tan fino. Un lobo no necesita esa sutileza de pensamientos. El solapamiento es útil sólo para esconderse físicamente, no mentalmente.

"Piensa en Dyrk, Arjen. Céntrate en él y todo se volverá más simple".

-No sé de quién cojones estáis hablando, Janssen. ¿Jürguen? ¿Dieter? ¿El Verdugo? ¿Taylor? ¿El padre de la cría? -preguntó, soltando cada nombre como si su boca fuera una ametralladora y cada palabra una bala. Bufó y cruzó los brazos-. Demasiadas incógnitas, macho, demasiadas equis en esta jodida ecuación mortal. ¿Hay que matar al Ario? ¿A ese prodigio encantador? Bien -declaró-, morirá. Si así consigo que Dyrk vuelva a casa, se desangrará en el puto barro. Si es necesario para que esta ciudad y este mundo sigan manteniendo algún lugar virgen, le arrancaré el corazón y lo arrojaré a las ratas. Pero antes...

Suspiró, dudó, sopesó, pensó todo lo deprisa que pudo. Su capacidad de computación mental dobló la cantidad de hertzios a la que solía operar. ¿La refrigeración que impedía que sus sesos se licuaran? Una dilución equimolar de ira, esperanza y cólera, el desayuno del asesino despiadado. "He de fiarme. Por Dyrk".

Inspiró profundamente y exhaló despacio. Tensó los músculos.

-...hemos de sincerarnos, Janssen -dijo-. No me uno a manadas sin conocer a sus miembros. La niña -extendió un brazo y fulminó a la niña con un dedo, sin llegar a separar sus ojos de los del proxeneta- dice que ese tal Viktor tiene capacidades especiales. La niña dice tener capacidades especiales. La visión venida del futuro es una puta capacidad especial, joder -apretó las mandíbulas. Ahora o nunca-. Mi color es el verde, mi divisa es la saeta y mi objetivo es la muerte. Ya lo suponías y no me cuesta nada confirmártelo -declaró. El dueño del local no era idiota. Ninguno de los allí presentes era idiota. Un idiota no duraba mucho en aquel juego. Sonrió casi con humor-. Hay quien piensa que soy un animal -dejó de sonreír-. No tienes ni idea de lo literal que es esa opinión, Janssen.

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26/05/2013, 17:33
Administrador

Fueron por partes. Había demasiado que decir, así que Ambroos Janssen cerró la puerta, colocó el pestillo, y se sentó tras la mesa poniendo los pies sobre la misma. No sin antes cerrar la ventana y dejar aquello sumido en una falsa pero cálida sensación de protección. Por su lado, Arjen y Gretchen tomaron asiendo ante el hombre, al otro lado del rectangular pedazo de madera tallada. Por supuesto, el señor Wolfzahn exigió explicaciones, y Ambroos no se quedó atrás. Con un par de tuercas apretadas con suavidad la pequeña Gretchen no tardó en cantar como una soplona asustadiza.

Gretchen era la medalla de plata mundial en patinaje artístico. No contó lo que le había estado haciendo su padre, pero era muy fácil suponerlo a juzgar por su apariencia, que si bien estaba mejorada por la dieta de El Boulevard tenía marcados los estigmas de una infancia andrógina y anoréxica, con un entrenamiento severo. A juzgar por su visión de los hombres, era muy fácil saber a qué había estado jugando papi con ella.

Confesó estar loca de remate, habiéndose quedado tocada del ala en algún momento. Y sin embargo, pese a su estatura y edad, pese a su parca musculatura, era más rápida que Ambroos o Arjen. Y para colmo, su locura se veía modificada por ciertas dotes de vidente. No les costó a Arjen y a Ambroos revelar cuán influjo sobrenatural podía haber en aquello, fuese por casualidad o no. El señor Janssen bien podía suponer que la niña era alemana, lo cual hacía cuadrar ciertas suposiciones con respecto a los hijos de los nazis. La pregunta era su su padre era normal, o si había sido su madre, muerta, la que tuvo la suerte de lucir o portar según qué facultades.

Alice no era sino Gretchen dentro de diez años, oculta en su madriguera. Los espejos. Por alguna razón, Gretchen podía sentirla y plegar el espacio cuando entraba por un espejo. Había visto a Ambroos hablar con Jürguen, "El Verdugo", en la barra, antes de que subieran al despacho. Mientras tanto, Arjen había estado calzándose a Liria.

Al parecer, Alice era, o bien una entidad venida del futuro, o un subproducto de Gretchen. Era mejor suponer lo segundo, o la línea del tiempo se habría plegado hace mucho tiempo. Tampoco es que los viajes en el espacio-tiempo fuesen fáciles de imaginar, con tantas teorías al respecto. Lo desecharon. En diez años habría una generosa cantidad de toxicidad en el aire, y bien podía asociarlo Arjen con la central nuclear, algo que compartió, pues era inútil ocultar eso cuando se darían cuenta tarde o temprano. Sobretodo cuando esa cosa tenía su epicentro en el viejo edificio de Greenpeace.

Por otro lado, sí, Arjen Wolfzahn era un ecoterrorista. Uno que se basaba en el uso de su ballesta principalmente, aunque sabía defenderse. Y estaba muy bien reputado en la organización, con docenas de peones y unos cuantos aliados de renombre. Podía mover un pequeño ejército y a algún gran soldado.

Pero no era el artífice de todo aquel juego de flechas con información. Grabaciones. Arjen y Ambroos tenían, cada uno, una. Gretchen no, aunque había oído la grabación del segundo. A Ambroos le metieron la flecha por la ventana, disparada. A Arjen se la dio una de sus pequeñas vagabundas huérfanas, que aseguraba la recibió de un hombre encapuchado, con barba de tres días, porte de aristócrata y vestimenta oscura. Atlético. El Arquero, un mito burdo que a todas luces tenía más salsa de la que aparentaba ante la plebe, que contaba más mentiras e hipérboles al respecto que otra cosa.

Ambroos, por su parte, no era un angelito. Tenía tratos con Stille, que le conectaba con los Anarquistas. Una organización criminal liberal que se dedicaba al tráfico de armas, entre otras cosas. Como, actualmente, hacer la guerrilla en la ciudad contra los nazis. Y es que Ambroos entregaba a nazis para aquella organización, y viceversa. Tenía en su caja fuerte unos cuantos blu-rays de películas snuff, con los nacionalsocialistas como actores principales.

Ahora quedaba ver cómo, dónde, cuándo, qué y cómo. Había un científico casa de El Gobernador, Eugenius Novák. Y o había venido por la central nuclear, o por los experimentos ocultistas, o por alguna mierda similar. Sea como fuere, no era algo agradable. Fue Ambroos quien lo dijo, asegurando que las gemelas Suxx, presentes en la mansión del hombre haciendo de consorte para algún sargento de mala muerte, se lo habían dicho vía telefonía móvil.

Una telefonía intervenida mediante la Torre de Comunicaciones. Si la tumbaban, podían tener libertad para usar las líneas sin miedo a estar entregando información. Una suerte. El problema, que no sería fácil colarse dentro y destrozarla. Tampoco era algo imprescindible, sólo un modo de simplificar las cosas.

Tenían de su lado a los ecoterroristas, y quizás a los anarquistas. Los mercenarios eran otro cantar, pues hacía falta pasta para que se pusiesen de tu lado. No había otra con ellos. Había que evitar que Diéter, el padre de Gretchen, llegase hasta la niña. Había que cargarse a Jürguen, que según dijo Ambroos, era un médico nazi encargado de experimentos oculistas para dar a luz al Superhombre. Y según Gretchen, alguien que no envejecía.

Aquel hombre se escudaba en la tapadera de un sacerdote calvinista, en Oude Kerk, la iglesia del barrio rojo y uno de los edificios más viejos de Ámsterdam. No llevaba allí trabajando décadas, sólo meses, o años. Ambroos le hubiese visto antes sino. Pero si no envejecía, ese hijo de perra podía saber por qué Arjen tampoco, y podía ser el origen de muchos problemas.

Estaba Dyrk, el hijo de Arjen, y para llegar a él antes habría que llegar a El Gobernador. Y con él estaban Frederick Tylor, otro científico, y Dana, una mujer con quien de algún modo estaba relacionada. Ese hombre estaba casado, según dijo Arjen, y tenía problemas con su mujer. Ambroos arrojó también que podía tener tratos con la mafia italiana para conseguir armamento, y quizás, conociéndole, algo más. Y lo peor es que también parecía tener tratos con los ojos rasgados, que le surtían de las típicas crías sobrantes en las familias chinas. Crías que a través del tráfico de personas podía convertir en carne de experimento genético.

¿Y por qué comprar gente pudiendo valerse de los cuerpos del enemigo en la guerra? A saber. Probablemente algo relacionado con la raza. Sino, ¿por qué cojones valerse de orientales para ello? Los alemanes y su jodida obsesión con la raza.

Más cosas. La tormenta eléctrica. Un hecho climático inexplicable. Probablemente otro experimento de los nazis relacionado con armamento, fuese un objeto o una persona. Ambroos y Gretchen explicaron la presencia cadáveres en tejados, con un montón de daños causados por electricidad. Y al parecer, la tormenta se propagaba en horizontal, haciendo caer también rayos del cielo en un sólo distrito de la ciudad. Como si los invocasen. Eso, era algún tipo de embrujo científico o sobrenatural.

Por supuesto, Ambroos tenía un problema más, su querida Irina, pero por el momento, fue algo que se calló. En sus manos estaba decirlo ya o seguir guardando silencio. Era el momento de decidir qué tenía prioridad y qué ruta de actuación iban a tomar. Con quien hablar, adonde ir, qué hacer.

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26/05/2013, 19:16
Ambroos Janssen

- Bien...declaró Ambroos, visiblemente aturullado por tanta información repentina. Había demasiados caminos abiertos y le costaba decidirse porque en todos podría pegar de hostias a algún nazi hijo de puta o prenderle fuego a una de sus infraestructuras. Era como decidirse por un pastel de boda sin probarlos.

- Tenemos que joder a un nazi que no envejece, un nazi "encantador"- el cinismo rebosó por todos los costados.- dos putos nazis científicos, el padre de Gretchen y una torre de comunicaciones. Tenemos a nuestra disposición una... vidente ágil.- era difícil definir a Gretchen.- un arquero animal y...

Ambroos se quedó en silencio unos segundos, aunque pensándolo bien su condición no es que fuera a ayudar demasiado en la ecuación. Podría limpiarse el culo con Jehova, pero su ausencia de prepucio tenía un único descriptivo ante los nazis. Judío. Y probablemente lo de la fimosis no colaría.

Aunque podría ponerse el uniforme. Oh, eso si que sería magnífico. Soltó una breve y casi silenciosa risa. Cargarse al puto gobernador vestido de nacionalsocialista. De los de verdad, de los de antes. Con una patinadora violada y un ¿hombre lobo? con ballesta. Joder, si parecía un puta película de Tarantino.

-...un proxeneta con muy mala hostia, aparte de dos grabaciones del supuesto arquero y seguramente el colegueo con los anarquistas. Se repantingó en el sofá, dejando de lado por un momento la imagen de muralla imperturbable. Necesitaba más oxigeno en el cerebro para procesar todo aquello del que había ahora en toda la puta ciudad. Van a ser días muy moviditos. Dijo al aire, sin moverse para mirar a sus "compañeros". Por dios, que Gretchen era una cría. Pero deberíamos decidir por donde coño empezamos, o la bola de mierda nos va a apastar en cuanto nos acerquemos. ¿Que queréis cubrir de petardos antes?

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27/05/2013, 23:38
Eugenius Novák

Maldición. Algo que trascendía a sus propios límites. Algo que superaba incluso su habilidad no humana. Eugenius parecía haberse sumergido en la peor de sus pesadillas. A las malas había acabado averiguando la identidad del maldito c0mrade, pero a qué precio. Ahora sabía el orígen de los problemas de la central. Sabía que no podría pararlo... a pesar de toda su inteligencia y su poder... no podría pararlo. Y se sentía impotente. Era una sensación como nunca en su vida había sentido.

Y todo por culpa de Vanderveer... no le hacía falta su intelecto superior para saber que efectivamente su colega había sido asesinado. Muy bien camuflado, de forma eficaz, como si se tratara de una muerte natural, pero evidentemente había sido asesinado. ¿La mano ejecutora? Le daba igual. A Eugenius ya le daba igual.

Sabía que con tiempo podría erradicar el virus, pero tiempo era algo que no tenía. Pensó en otras opciones... podía intentar huir. Llevarse a su madre y a Liselote... y encontrar a Anne y llevársela también... ¿pero a dónde? Si no intervenía y dejaba a c0mrade a su libre albedrío, prácticamente toda Europa estaba amenazada. Si intervenía había dos opciones: que ganara la partida y se acabaran los problemas de la central... o que c0mrade volviera a ganarle y estallara la central destruyendo al menos los Países Bajos. Un sacrificio demasiado grande igualmente. Eugenius casi se veía obligado a escoger entre varios males y lo peor es que no sabía cuál era el menor.

Al retirar los dedos intentó disimular el mareo y su único pensamiento pasó por salir de ahí. Tenía que abandonar la central. Intentara o no enfrentarse a c0mrade no era momento ni lugar... tenía que sacar a su familia del país, y con seguridad del continente. Se preguntó cómo podría alertar en parte a Fremont para que ayudara con los trámites de evacuación... pero no podía decirle lo que había averiguado sobre c0mrade... Aún no habían encontrado rastro del virus por medios normales... Nóvak había tenido que valerse de su habilidad sobrenatural para ello.

Y entonces se le ocurrió. En el portátil de Vanderveer debía haber algo... algo relacionado con c0mrade... quizá una versión beta, o algún plano o boceto... si lo encontraba podría usarlo como prueba.

Pero antes tenía que salir de aquella central... tenía que reunirse con su familia... y todavía le pesaba la amenaza de muerte que se cernía sobre él... Nunca tenía que haber dejado Suiza... nunca.

Con pasos titubeantes al principio, Eugenius retrocedió el camino andado y se dirigió hacia donde se había separado de Fremont, con la clara idea de salir del complejo.

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28/05/2013, 03:12
Administrador

Aquello había dejado de ser divertido. Hasta el momento se había mantenido como un juego, donde Eugenius Novák era la araña y los nazis las moscas. Ahora ya no. Porque el científico había aceptado la presencia de otros depredadores en la red. Ya no individuos como Eichmann, sino como c0mrade, con una peligrosidad de índole mental. Algo que a todas luces estremecía más al científico que el encanto personal, los músculos, o los méritos de guerra. Porque era lo que verdaderamente valoraba. El saber que se enfrentaba a algo no humano sólo entorpecía más su cruzada.

Eugenius Novák deshizo su camino y volvió a casa. Excusándose en un súbito malestar general y una sensación de angustia y ansiedad que debía paliar en su casa, dejó a Fremont con un rostro de desconcertante preocupación. Aquel hombre no parecía saberlo todo, a fin de cuentas. Pero claro, ¿cómo suponer lo que acababa de pasarle al científico? Era una variable fuera de la ecuación.

Sea como fuere, el compañero le dio a Eugenius su ánimo y le animó a llamarle al día siguiente, cuando se encontrase mejor. Por motivos obvios, en parte por poder quitarse de encima a El Gobernador y por otro lado, lógicamente, porque seguía viendo al científico nuclear como un aliado potencial y una persona con la que debía estrechar lazos.

Liselote estaba en el hospital, con Ria. Había estado en casa una tarde y había dejado una nota. Una en la que decía además de eso que había ensalada de pasta y té en la nevera, y que le dejaba la casa sola hasta tarde. Bueno, hasta más tarde al menos, pues tarde ya era. La mujer quería dejarle su intimidad, dado que esa tarde había estado en el funeral de un amigo, y no sabía cómo se sentiría al respecto, o si querría compañía o no. De ser lo primero, asumía que lo pediría.

Estaba localizable a tiro de teléfono, claro. Un teléfono seguramente intervenido por el gobierno en regencia local, pero seguía siendo un método eficaz, y había muchas cosas que no importaba que se supiesen, salvo por orgullo personal.

Eugenius echó un ojo a su portátil, repasó el estado de su madre y sacó la ensalada de pasta. Comía con un tenedor de cuatro puntas al lado, con el bol congelado contiguo al portátil de su amigo. Estaba buscando los archivos sobre c0mrade, y ahí estaban. No tuvo ni que piratear la contraseña. Sólo tuvo que buscar por el nombre en cuestión, filtrar y desechar un montón de datos de procesamiento o residuales, y acceder al archivo insertando los dígitos referentes a los primeros movimientos de tablero. Una letra y un número con numeración de ocho o inferior.

Podía probar con aquello, sí. Pero sabía que tenía más probabilidades de ganar que con el c0mrade original. Era una versión experimental, con una inteligencia artificial menos elaborada. No se había nutrido de las bases de datos de la central, ni había sido pulida con todos sus enseres. No había podido espiar a los trabajadores ni hablar con Eugenius.

Sería más fácil destruirla, aunque si practicaba era posible acabar convirtiéndose en un experto. Podía conocer a la versión original de c0mprade, y sería ligeramente más fácil enfrentarse a él llegado a su momento. En un caso extremo incluso podía modificar ese programa y meterlo en la central, enfrentándose a la versión grande de si mismo. Pero aunque ganase, ¿luego qué? Seguiría habiendo un monstruo dentro del sistema operativo al que enfrentarse. Aquello estaba vivo, a su particular manera.

Y sin embargo, sabía que podía hacerlo. No tenía la certeza de que lo fuese a conseguir, y ciertamente se jugaba su supervivencia, la de su familia, y la de su país. Pero si alguien podía destruir aquel virus, era Novák. Y sólo él. Fuese quien fuese a intentar asesinarle, debía de tener en cuenta aquello. Más le valía a Rotterdam llamar más tarde o más temprano.

Pero hasta entonces, el hombre algo tenía que hacer. Era tarde, así que lo mejor, quizás, sería experimentar con aquel pequeño c0mrade e intentar dormir. No sin antes asegurarse de que todo iba bien con su familia, que sería lo más probable. Tomar medidas tan pronto hubiese sido sumamente estúpido e imprudente.

Pero después, quizás el científico fuese a intentar asegurarse de que no le jodiesen por varios lados a la vez. Ya tenía bastante con la central, como para tener que preocuparse también de los nazis. Tenía a Fremont, sí, que le ofrecía una salida del país, pero hasta qué punto debía confiar en él era sólo decisión suya. Siempre venía bien tener planes alternativos, y para ello podía acudir a un mercenario como Rotterdam, aunque fuese económico y un medio ilegal.

O podía intentar poner a los nazis contra las cuerdas. Saber más que ellos y tener poder en sus manos con el que negociar. Había problemas en una subestación de la central, así que si iba allí y averiguaba los pormenores, tendría algo de lo que sacar. Y quien sabe lo que podía encontrarse allí.

Otra opción válida era la mansión de El Gobenrador. Allí había muchas celebridades del gobierno nacionalsocialista. Y muchas de ellas, de seguro, deseosas de hablar con alguien como Novák. Meterse en su baile de máscaras nocturno sería un buen medio para atesorar información de todo tipo respecto a los alemanes. De índole civil, sentimental, ocultista, militar y científica. Con suerte incluso podría averiguar más sobre lo que se ocultaba tras los muros de aquel maníaco de la seguridad. Ese hombre tenía secretos que proteger.

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28/05/2013, 11:00
Eugenius Novák

Tantas opciones marearían a cualquier persona. Pero Eugenius no era un cualquiera. No, él estaba por encima de todo ello. Su mente se puso a trabajar y priorizó las tareas. Lo primero fue mandar un sms a su hermana. No debía dar ninguna pista ni dejar nada claro porque seguramente tendría que pasar primero por los filtros alemanes. “Tenemos que hablar en persona. Te espero en casa cuando acabes el turno. Es importante. Llámame cuando recibas esto. Un beso.

Con ese mensaje Eugenius se aseguraba de que su hermana recibiera el aviso. Los alemanes podrían haberle respondido con un sms, pero imitar la voz de su hermana sería una tarea mucho más ardua. Suponía que Liselote entendería que él quería hablar o bien del funeral de Vanderveer, o del estado de salud de su madre… ambos asuntos extremadamente delicados como para tratarlos por teléfono. Contaba con que su hermana volviera a casa en cuanto pudiera, pero sabiendo lo que disfrutaba de su trabajo, seguramente aún tenía un par de hroas de margen.

Ello le daba tiempo que dedicar a la tarea primordial, jugar, entender y aprender la programación de c0mrade. Sus habilidades intelectuales y de programación no le iban a la zaga a las de Vanderveer, y Nóvak había visto al auténtico c0mrade por dentro, así que esta pequeña copia, esta versión beta, no podía darle muchos quebraderos de cabeza. Le llevaría tiempo, sí. Pero se dedicaría a ello en cuerpo y alma. Y reservaría sus energías sobrenaturales para cuando fuera realmente necesario, para cuando tuviera que enfrentarse de nuevo al auténtico c0mrade.

Dejó el móvil en vibración… sólo atento por si Liselote o Rotterdam daban señales de vida. Eran los únicos que le importaban ahora mismo. Bueno, y Anne… casi se había olvidado de ella. Desconocía el paradero de la mujer… su chica por llamarla de alguna manera. No le había respondido a su último comunicado y Eugenius se temía que hubiera sido la gota que colmaba el vaso… o peor aún… que quien fuera el que quería verle muerto la tuviera retenida para usarla en contra del científico. Un pobre argumento para los cortos de mente, pero lamentablemente un recurso muy utilizado… hasta en las películas malas.

Sacó tan funestos pensamientos de su mente y comenzó a trabajar en la versión beta de c0mrade. Sabiendo que era una inteligencia artificial y no un ser humano el que ponía a prueba sus conocimientos, Eugenius se dedicó a ello al cien por cien de sus recursos, dispuesto a demostrar que él estaba por encima de aquello. Que no había nada ideado por el hombre capaz de medirse con la inteligencia del genio. Salvo, claro, algo que hubiera ideado él mismo.

Ya pensaría más tarde en qué le diría a Fremont y al Gobernador, pues debía darles una respuesta que les satisficiera.

En la mente de Eugenius poco a poco fueron formándose diversas ideas… y la que más le llamó la atención fue la de desarrollar su propia versión de c0mrade… una versión que destruyera al original de Avalon y otorgara a Nóvak el control absoluto de la central. Tendría a los alemanes en sus manos y podría cambiar el rumbo de muchas cosas… pero Eugenius no estaba seguro de cómo de sensato sería hacer eso. Lo primero era lo primero así que se concentró de nuevo en estudiar y aprender a c0mrade. El tiempo pasaba volando y el genio acostumbrado a ello ni reparó en cómo pasaban los minutos, quizás las horas, y ni se acordó de probar bocado.

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28/05/2013, 13:29
Niki Neill

Mi despedida con Izan fue fluida, tierna y preocupada, pero estuvo bien, al fin y al cabo la reunión había resultado ser, al menos en parte, positiva.

Ver a Drike en mejor estado me supuso al menos un respiro de tranquilidad. Era agraddable ver que no toda la gente con la que me relacionara tendría mal aspecto. En relación al tren, contesté más o menos lo que supuse que se esperaba... "Decidid vosotros en qué os soy más útil". No tenía problema en asaltar un tren, pero me preguntaba si estaría cualificada para no meter la gamba... Aún a día de hoy me resultaba difícil suponer las cosas que podría hacer. Era como vivir en el cuerpo de una completa desconocida.

La presencia de Maggie me resultó algo desconcertante... Vive en el piso de un sargento del ejército nazi? La idea  me resultó confusa, y no pude evitar preguntar si conocía a su casero. Mostré una sonrisa a medias, mientras tomaba nota mental de todo lo que veía.

- Yo soy Niki. Es un placer. - Tendí la mano con firmeza aunque dejé entrever una pizca de nerviosismo. - Espero ser una buena compañera de piso.

¿Era una chica sociable? Joder... Ni si quiera sabía eso... En todo lo que recordaba nunca me había interesado mucho por relacionarme, pero ahora estaba en Amsterdam, muy lejos de todo lo que conocía... Me vendrían bien amigos, si es que algún día podría llamarles así.

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28/05/2013, 14:03
Gretchen

La prioridad, en términos de urgencia, debería ser ir primero a por Dyrk. Bueno, primero que mañana Janssen calmara los ánimos de Stille para que este fuera buscando información sobre Diéter y se mantuviera razonablemente a salvo, sin hacer movimientos demadiado peligrosos. Y luego ir a por Dyrk. Claro que Dyrk estaba -no podría ser de otra manera- dentro del lugar más protegido de la ciudad.

Escuchó atentamente las explicaciones de sus... compañeros, a falta de una palabra mejor. Compañeros... bueno, Gretchen era como una pluma entre dos hornos nucleares. Un nazi que no envejece... ¿el Verdugo era un nazi? Sí, eso explicaba mucho. Ella misma habló todo lo que supo hablar -que no era todo lo que había-, tan capaz de resistirse a las dos voluntades que la acompañaban como una hoja de papel mojado de hacer frente a una puñalada. Confesó todo lo que era capaz, con su discurso deslabazado de siempre que hacía de sus palabras un acertijo. Incluso habló de sus propios pensamientos sobre Alice:

- El tiempo como una cuerda de trepar. Eventos importantes. Eventos irrelevantes -parloteaba rápidamente, en voz baja, haciendo gestos con las manos-. Para cambiar de verdad la cuerda, hay que romper los nudos. El resto, da igual. Matar a Hitler no hubiera servido. Hitler no era un nudo. Habría más. Ha habido más. Es como si no escapáramos de ese nudo. Estamos otra vez en él. Algo no se cambió la última vez. Quizá Menguele era más importante. Creo que la muerte de Stille es un nudo. Tengo que evitarlo. Si me equivoco, tendré que suicidarme -lo comenta con fastidio y frustración, como si se tratara de un incómodo contratiempo-.  He de cambiar suficientes cosas... suficientes cosas importantes. Eso cambiará El País de las Maravillas. O a Alice. O a ambos. O a mí.  O este nudo. 

Gretchen no era un agente secreto, pero no era idiota: al contrario, era bastante inteligente. Si había tantísima protección ahí dentro, tenían que quitarse algo de encima. El cómo era algo que se le escapaba; su desconocimiento de lo que podría llamarse "sabiduría de campo" era total.

- Distracciones - los dedos de Gretchen recogieron un papel arrugado de la papelera de Ambroos, lo estiraron con cuidado, sin mirarlo, y comenzaron la tarea de plegado y desplegado que acometía en segundo plano cuando estaba preocupada-. En la ciudad. Para ir a por Dyrk. Y un plano.  Provocar disturbios en otros sitios. Sitios lejos. Tú tienes gente -señaló a Arjen, sin comprender muy bien hasta qué punto llegaban las posibilidades del hombre.

Por supuesto, para ella que la prioridad era Dyrk era algo obvio. Su padre le quería. Ella hubiera matado porque Diéter la hubiera amado de verdad, aunque fuera solo un poquito, y estaba dispuesta a morir para salvar a su padre postizo, Stille. 

Extendió las manos y dejó la figurita de la parca sobre la mesa. A eso iban, ¿no? A matar o morir. A matar y a morir. No era preocupante. No mientras Stille estuviera vivo.

 

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30/05/2013, 19:04
Administrador

Liselote llamó a Novák en veinte minutos. Estaba en el hospital. Había salido de trabajar a las ocho, tras un turno de doce horas. Había vuelto a casa y echo de cenar, pero en vista de que su hermano aún no había llegado del funeral y de que el toque de queda aún no imperaba, decidió volver al Boven. Era su segunda casa, por así decirlo. No había muchas distracciones en la ciudad para alguien como Liselote, así que le quedaba poco más que su familia y el trabajo. Con la enfermedad de Ria parecían casi haberse fusionado.

Aseguró que volvería a casa en seguida, y así lo hizo. Media hora después llegó allí. Lo primero que dijo al llegar fue que le había parado una patrulla, pero pudo escudarse en su trabajo como el motivo de que, por necesidad, tuviese que estar fuera de casa por la noche. Guardias. Uno de los trabajos ideales para poder deambular por la ciudad de noche, mientras fuese entre casa y el lugar de servicio.

Entre tanto, Eugenius trasteó con la versión prototípica de c0mrade. Era relativamente fácil destrozarlo para alguien con su talento y su capacidad, pero claro, seguía sin ser el verdadero rival. Con el auténtico sería más difícil. Podía reprogramar aquel juguete e intentar meterlo en la central como el nuevo sistema de seguridad, pero, ¿a qué precio? Con ello eliminaría al rey de Avalon y pondría en jaque a Europa, pero se convertiría en el foco de todos los punteros láser, como si no tuviese ya bastante con aquel que intentaba asesinarle.

Estaba indagando en la terraza, jugando con aquel virus de seguridad y pensando en qué le diría a Fremont y Goering, cuando escuchó el cerrojo de la puerta girándose gracias a la llave.

- Eugenius- dijo la voz de su hermana-, ya estoy en casa. ¿Qué pasaba? Parecía importante.

La mujer se asomó a la terraza y se quedó en el quicio de la pared, apoyada, mirando con una pequeña sonrisa a su hermano. Parecía preocupada en líneas generales, pero no demasiado, ni por algo en concreto. Era sólo la situación general de su vida.

Y luego estaba Anne. Novák no pudo evitar plantearse algo sencillo. Anne probablemente ya habría intentado hablar con él. Si no lo había hecho, quizás sencillamente era porque no podía. Si no podía enviar mensajes fuera del país sin supervisión o saltarse las normas, probablemente tampoco pudiese recibirlos del mismo modo. O sino, el espionaje sería infinitamente más fácil, y filtrar información sobre el estado de la nación, también.

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31/05/2013, 17:22
Arjen Wolfzahn

"Tú tienes gente".

Eso se decía pronto. Arjen masculló por lo bajo. Su gente era importante -le era importante- y no iba a arriesgarla por poca cosa. Dyrk, su hijo, no era poca cosa, no. Era mucho. Y la visión de la niña... "Joder, con lo tranquilita que tenía yo la semana". Estaba oyendo las primeras piedrecitas, simple grava que chascaba contra el suelo decenas de metros por debajo. Uno diría que no era para tanto, pero el ecoterrorista sabía que el talud estaba a punto de desplomarse. Oh, sí. Más claro, agua.

"Un plano".

Si la información existía en algún lugar, se podía obtener. Las redes virtuales conectaban todo y a todos. Seguían existiendo los documentos en formato físicos, por supuesto, pero solamente sacados a partir de virtuales. Salvo todo aquello que no se quisiera rastrear, conservar o proteger... y eso sólo incumbía a los rebeldes, a los herejes, a los perseguidos. Los nazis no entraban dentro de esa categoría, por lo que sus bases de datos estarían bien llenas. Protegidas, sí, pero repletitas de jugosos datos. Como un plano completo de la casa de El Gobernador. ¿No?

"¿Que queréis cubrir de petardos antes?".

Había que tumbar la antena. Sí, sin ella las comunicaciones -y todo lo que implicara datos cabalgando las ondas- estarían libres. O mucho más libres. "Olga sabrá lo que hay que hacer". Arjen meneó la cabeza, indeciso todavía. Su gente le era muy querida pero toda línea de pensamiento, todo discurrir de planes, acababa en una sola acción: movilizar a Greenpeace.

-Creo que Gretchen tiene razón -suspiró. Cruzó los brazos, inspiró con fuerza, enarcó las cejas y puso gesto de resignación-. No hay más remedio. No si todo lo que ha dicho es cierto. Y, aunque no lo fuera, no puedo arriesgarme a ignorarlo, joder.

Descruzó los brazos y se levantó de la butaca en la que estaba repantigado. Miró a Ambroos con fijeza, decidiendo todavía cómo proceder, buscando alguna excusa, cualquier señal de que se le hubiera pasado algo por alto... Todo para que de su boca no surgieran las palabras que estaba claro había de pronunciar. Y no, tal y como había dicho, no había más remedio.

-Os voy a llevar a la sede de mi organización -declaró al fin-. Necesitamos que sucedan varias cosas y necesitamos que ocurran en poco tiempo, si no a la vez -eliminar la antena, montar distracciones, acceder a las redes nazis-. Necesitamos gente, y la mía es de lo mejor que hay. Confían en mí y harán lo que les pida -dijo. No parecía que le preocuparan las disensiones-. Lo mejor es ir ya, a oscuras, dando un rodeo y esquivando patrullas nazis.

No comentó nada sobre el secretismo, no dijo "no revelaréis nada de lo que veáis u oigáis". Ni siquiera hizo advertencias ni dejó caer amenazas, ya fueran veladas o directas. Ambroos debía saber perfectamente de qué iba aquella copla. El proxeneta y Arjen eran muy similares y sabían respetarse los límites y no joderse mutuamente. De todas formas y aunque todo eso fuera falso, en aquellas circunstancias tenían que cooperar. Eran aliados por necesidad, compañeros de cama que sabían -ambos dos- que tenían el control exclusivo sobre la manta. Si en cualquier momento llegaran a convertirse en enemigos... Arjen meneó la cabeza y después señaló con ella la puerta.

-Vamos -dijo. Se detuvo un momento-. ¡Ah! Le he pedido a Liria -pronunció el nombre de forma totalmente átona- que en cuanto vuelvan las gemelitas las interrogue sobre mi hijo, sobre si le han visto en la fiesta en casa de El Gobernador. No dudo de que lo vaya a hacer o no -dejó caer-, pero te estaría agradecido si la comentases que su colaboración redundaría en tu beneficio, Janssen, y por tanto en el suyo. Después de todo, vamos en el mismo barco, ¿no? -terminó, enarcando una ceja y dejando entrever los dientes en una media sonrisa casi divertida.

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31/05/2013, 18:55
Administrador

Arjen no parecía que fuese a dejar dormir a nadie. La noche brindaba una mayor discreción que el día, pero sólo si se utilizaba bien, pues no estaba exenta de riesgos. La mayoría de las patrullas eran fáciles de sortear, abatir o terminar perdiendo de vista. Y sin embargo, era más fácil hacerlo con vehículos ligeros.

De ahí que, más allá de la tradición, los Anarquistas utilizasen motocicletas como vehículos predilectos, dejando como útiles de carga o transporte de pasajeros los coches, furgonetas y camiones. Podían serpentear por las callejuelas con mayor facilidad y ofrecían una menor zona de impacto contra las balas llegado el caso. Bien era cierto que la protección en caso de accidente físico era menor.

Si salían de noche y partían a la sede probablemente pudiesen llegar sin demasiados problemas, pero habían de coincidir en que merecía la pena correr el riesgo. No es que para Arjen o para Ambroos fuese algo inusual plantar cara a las esvásticas en plena noche, claro.

Tenían la arcilla para sentar las bases del plan. Sólo faltaba terminarlo y llevarlo a término con el éxito posible. Y al final la maldita niña con cabeza de tetera humeante iba a acabar teniendo alguna buena idea de vez en cuando, si le daban los medios para ello.

Salieron del despacho en lo que Ambroos y Grecthen terminaban de decidir si estaban dispuestos a partir o no para la nueva sede de la organización criminal Greenpeace, como estaba considerada por los Alemanes dada su nueva naturaleza de ecoterroristas.

Bajaron a la planta baja en pos de salir a la calle, cuando lo vieron. Ambroos tenía que recuperar su coche, pero no hizo falta. Stille estaba en ese preciso instante abriendo la puerta del local, entrando mientras tiraba un cigarrillo consumido en la papelera situada al lado del paragüero.

Debía de venir a devolverle el coche a su dueño, y a ver qué cojones había pasado con su pequeña protegida. Una que le dijo a Ambroos que intentase mentirle al hombre para que no terminase haciéndose matar.

Seguía vistiendo su cazadora de cuero, con el bordado de un club de motociclismo que hacía las veces de tapadera. Los guantes del mismo material se extendían tras ella, dándole unas manos negras de exterminador sin huellas dactilares.

Bajo la hebilla con una calavera, los vaqueros, con un bolsillo inflado por un paquete de tabaco abierto, con 19 cilindros perfectamente alineados cuales soldados en formación.

Debía de llevar la pistola oculta en algún sitio, pero no se veía a simple vista. Stille no era estúpido, y podía meterse en un prostíbulo lleno de nazis vestido como un matón de poca monta con cierta clase, pero no con un cartel que le señalase portador de algo ilegal por lo que pudiesen trincarle porque sí.

Se quedó quieto en la puerta, mientras esta se cerraba a sus espaldas. La razón era simple. Había cuatro nazis en el local, más un quinto hablando con una prostituta aleatoria, que parecía estar bastante apurada. A juzgar por la reacción del enmudecido local, aquello acababa de desatarse, por lo que nadie había llamado a Ambroos todavía para que lo solucionase.

Todos estaban expectantes. Sabían que no podían meterse con un alemán, y menos si tenía un cargo militar. Pero tampoco podían quedarse de brazos cruzados si aquello trascendía demasiado. No sin acabar hundiendo su negocio. Una situación delicada, especialmente para el dueño.

Con cara de circunstancias, desde esquinas opuestas, Stille miró a Gretchen, conteniéndose, y a Ambroos. Le señaló con la cabeza a los cuatro alemanes, sin quitarse los guantes. Debían tenerlos en cuenta. No reconoció a Arjen.

Siegfried Strauss. Un puto cabrón. Janssen le hubiese partido la cara cada vez que le veía, pero entonces pensaba en que se iba a morir de ya sabía él qué y sonreía. Luego recordaba quien también iba a correr ese destino y perdía toda la gracia.

- ¡No quiero una puta copa quiero hablar con Ambroos Janssen!- dijo el hombre a voz en grito, haciendo un aspaviento para apartar a la mujer, que de seguro sólo le había ofrecido tomar algo para que esperase-. En qué idioma quiere que se lo diga, ¿en Alemán? Porque puedo hacerlo, pero igual se me acaba la puta paciencia.

Negó con la cabeza y se llevó el enfundado dedo a los labios. Llevaba un cigarrillo. Giró mientras tanto el rostro, pasando a mirar a los recién llegados de la escalera para evaluar qué nuevo elemento había entrado en juego.

Fantástico.

- ¡Usted!- dijo señalando al proxeneta con el cigarrillo-, y usted- dijo señalando a la cría, que se aferraba estremecida por aquella agresividad-, ¿dónde estaban hace dos horas?

No un "acompáñenme a la comisaría". Enfundado tras su ropa de calle, que ocultaba el uniforme para abrigarse aún más del frío, era un hombre fácil de comprender. Le importaba una mierda ser educado, a sabiendas de que podía ser todo lo totalitarista que quisiera. Era ligeramente atlético, alto, con gestos gráciles, y no tenía en absoluta pinta de ser un buen hombre. Joven, con firme aire de superioridad, y con una mirada hacia Arjen y Ambroos que lo decía todo. Estaba deseando que chistasen para poder llevárselos detenidos. O sin detener. Sabía que eran problemáticos. Sólo era falta verlos.

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31/05/2013, 20:05
Gretchen

Mierda.

Si lo pensó ella, o lo pensó Alice para ella, tanto daba. Ese nazi le daba miedo, pero todo le daba miedo. En comparación con el miedo que le provocaba el Ario, ese tipo le hacía cosquillas. Lo bueno de estar siempre ahogada en el pánico es que aprendes a vivir en él, a actuar, a moverte, a chapotear. 

Lo malo, es que el noventa por ciento de las veces la reacción es, efectivamente, un chapoteo patético. Se ha dicho más veces que Gretchen no era tonta, y no lo era. Estaba loca, pero los genios también, aunque nadie la calificaría de tal. Era una chica... más o menos lista, más o menos inteligente, muy asustada y muy débil. Su voluntad era mantequilla. Pero en su fuero interno sabía que no podía ser débil, que tenía que sacar fuerzas de donde fuera, para que Stille sobreviviese. Así que, como era de conocimiento común que ella era la putilla de Janssen, se escondió detrás de él sin soltarle -su tacto era aterrador, pero como todo se reduce a grados, casi lo agradeció vistas las circunstancias-, se asomó tímidamente y respondió con voz trémula una pregunta que tenía trampa la mirases por donde la mirases.

No obstante, ella estaba loca y era una rara, y eso era de común conocimiento entre la clientela. La chica que nunca hablaba, que se escondía como un ratón, la chica silenciosa, servicial y rarita. Si a ella la pillaban en una mentira, tendría una oportunidad de achacar a cabeza perdida la deslocalización horaria. Janssen no. Hablando ella primero, podría tantear por donde iba el nazi, y dar una oportunidad a que Janssen pudiera dar una respuesta mejor, más resistente al escrutinio.

- A... arriba... -no añadió nada más, porque era obvio que se refería a que habían estado echando un polvo-. Juntos.

Sé dócil, y este Diéter no te hará nada. Sé dócil, baja la cabeza, sométete y todo irá bien. Reza para que este tío destape sus cartas y Janssen tenga con qué jugar.

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01/06/2013, 03:04
Siegfried Strauss

Siegfriend siguió fumando, desviando la mirada mientras analizada esa respuesta. Mientras su cerebro la procesaba intentando ver cómo debía interpretarla. No pareció satisfecho, al final, y se anticipaba su respuesta por cómo negó dos veces con la cabeza para si.

Inhaló hondo, intentando contenerse mientras ponía los ojos en blanco. Ese hombre había adquirido, dada su posición y su carrera, un serio problema de control de la ira, y no parecía hacer ningún bien a la empresa de aquellos tres mosqueteros.

- No me lo creo- replicó como si su voz fuese la ley, y en cierto modo, así era-. Tú- espetó señalándola-, con él- señaló al proxeneta-. Y una mierda. Y prefiero que siga así. Espero que sólo seas su hija protegiéndole, porque como estés trabajando en este puto local y no tengas ni dieciséis abriles a tu chulo le van a meter una muy gorda.

Y tú vas a acabar en la calle, en un orfanato, con tu familia o en el puto río, según tu suerte.

No podía saber que acabaría con Diéter, y de no ser por él, en un psiquiátrico. De no ser por su nacionalidad, en ese mismo sitio o como comida para peces, según la de pederastas alemanes que hubiese cerca.

Parecía ligeramente refrenado por Gretchen, en parte por ser una niña que no aparentaba ni por asomo tener dieciséis años. Quizás la forma suave del trato lo había contenido de saltar por los aires. Y aún así, el hombre golpeó la madera tratada de la barra con el puño cerrado, liberando ira. Un vaso vibró en el sitio, volcándose.

- No sé ni para qué pollas me molesto en preguntar. Papeles, joder, tú y tú- dijo señalando al proxeneta y a la niña-. Mientras tanto podéis darme una coartada sólida, acompañarme a la comisaría o cavar vuestra tumba si esta chiquilla no tiene edad para trabajar aquí.

Era obvio que Siegfried no era el más astuto del corral. No parecía imbécil, pero sí un cretino. Uno experimentado, y cauto sólo porque se sentía extraño al ver la reacción de Gretchen, que se había estremecido de miedo bastante más de lo que esperaba, aunque no podía saber que esa niña tenía serios trastornos de serie.

El problema era la documentación de Gretchen. Por papeles en realidad sólo les pedían el carnet de identidad, pero si bien Ambroos tenía una tapadera, para la niña sería un grave problema. Ser alemana era bueno para ella, pero si comprobaba que no tenía ningún pasaporte para los países bajos y que no tenía permiso de los alemanes para estar allí, probablemente atasen cabos y llegarían hasta Diéter, a quien le llevarían la niña como un presente. Una niña importante, joder, de vuelta a los brazos de su adinerado padre. Y eso sería malo para Gretchen, mucho.

Y para Ambroos, de rebote, cuando tuviese que explicar por qué tenía a la niña. Lo mejor sin duda era intentar colar un calzador con el tema de la documentación legal. Al menos en cuanto a la alemana respectaba.

¿Se podía sortear aquello con palabras sibilinas? Sí. ¿Era arriesgado? Por supuesto. Aquel hombre llevaba un abrigo, pero llevaba insignias bajo el traje. Pocas pero suficientes para ser alguien con peso. No había más que ver su gorra. Una que gritaba conocimiento de lo oculto. No solían verse agentes de las SS, no salvo que fuesen como clientes.

Si estaba allí por trabajo era porque su compañero se lo había pedido, al ser Friedrich un habitual del lugar, o porque todo el asunto de la electricidad en los tejados era algo muy jodido. Jodido hasta el punto de ser algo confidencial. No podían enviarse agentes de las SS a cada posible irrupción del toque de queda. Sólo cuando ello implicaba un favor a un compañero o algo verdaderamente relevante. No necesariamente sobrenatural, pero sí importante.


Información adicional sobre Siegfried y la mecánica de un enfrentamiento contra él.

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02/06/2013, 14:20
Arjen Wolfzahn

Bajaron las escaleras con determinación. Al menos, eso es lo que sentía Arjen. Determinación y seguridad. Hasta alegría. Siempre era así cuando una nueva tarea complicada se ponía a tiro. Acometer lo imposible, eso le daba vida. O, más bien, le mantenía vivo... a él y a lo que le rodeaba. Gastar energía, gastar energía, cuanto antes mejor, cuanto más agotadoramente mejor, cuanto más costara mejor. Sólo había una forma de mantener al Lobo bajo control, y era cansarle, dejarle exhausto, porque si no... la imagen de las tripas de aquellos hooligans le acompañaría siempre.

El pub del Boulevard... un local que siempre le había agradado. Allí podía disiparse, allí podía dejar de esconderse, allí podía abandonar durante una o dos horas todas y cada una de sus luchas. Buena bebida, buenas vistas y buena compañía -se le frunció el ceño con desagrado recordando el episodio con Liria de hacía una hora escasa. Decidió dejar de comerse la cabeza con ello-. Creía entender por qué Ambroos disfrutaba de señorear el local. Lo creía, sí, pero lo más probable es que se equivocara de lleno, ya que no era un hombre que hubiera aprehendido y sabido interpretar necesidades complejas. Por ejemplo, necesitaba rescatar a su hijo, porque le quería, porque era carne de su carne, pero no podía entender por qué eso era así. Tampoco es que le fuera a quitar el sueño.

Y entonces una nota discordante amenazó con quebrar su estado de ánimo. Esa nota, no deslizada bajo la melodía sugerente, sexual y hambrienta del panorama carnal que se exhibía con transparencias y encajes, sino más bien impuesta a la fuerza a través de uniformes de estrictos colores grises y negros, incordiaba al género, incordiaba a los compradores, incordiaba al ambiente e incordiaba al ecoterrorista.

Y les esperaba al pie de las putas escaleras.

"¡Usted! Y usted, ¿dónde estaban hace dos horas?"

"A... arriba... Juntos".

"No me lo creo. Tú, con él. Y una mierda. Y prefiero que siga así. Espero que sólo seas su hija protegiéndole, porque como estés trabajando en este puto local y no tengas ni dieciséis abriles a tu chulo le van a meter una muy gorda. No sé ni para qué pollas me molesto en preguntar. Papeles, joder, tú y tú. Mientras tanto podéis darme una coartada sólida, acompañarme a la comisaría o cavar vuestra tumba si esta chiquilla no tiene edad para trabajar aquí".

Definitivamente había demasiados alfas en este local. Demasiados. Arjen podía tolerar la presencia de Ambroos por varias razones -era su guarida, apalizaba nazis e iba a ayudarle a encontrar a Dyrk-, pero al übercapullo que espetaba, exigía, dominaba y, sobre todo, amenazaba. Amenazaba con no dejarles hacer lo que tenían que hacer.

Tuvo que aguantarse las ganas de partir la cara, desgarrarle el vientre y patearle las pelotas hasta la órbita de Marte. No era su guarida y por tanto no iba a imponer su soberanía sobre la de Ambroos. Y, además, se daba cuenta de que, si bien él se bastaba para acabar con un übercapullo pagado de sí mismo y reventar a otros cinco eimer-kopf distraídos antes de que repararan en sus higadillos expuestos ante la asombrada concurrencia, en aquellos momentos no necesitaban una manada de perros detrás de ellos. No si querían rescatar a Dyrk.

Eimer-kopf: cabezacubo. :P

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02/06/2013, 18:05
Eugenius Novák

- Siéntate. - indicó Eugenius a su hermana señalándole una de las sillas de la terraza. - ¿Has oído hablar de un tal Fremont? Kiefer Fremont. - matizó el genio. - Es biólogo, genetista y oncólogo... y uno de los mejores en esos campos. Le he conocido por temas de trabajo. Se ha ofrecido a darle los mejores cuidados a mamá... y a hacer todo lo que esté en su mano por cuidarla. - añadió Eugenius estirando la mano para mostrarle a Liselote la tarjeta de la empresa de Fremont.

Eugenius extendió las palmas de las manos en gesto de paz y negó con la cabeza: - No estoy descontento con la doctora Wassus... mira, sé que le da a mamá un trato muy humanitario... pero quiero a mamá, quiero que se cure, y veo más posibilidades con el doctor Fremont. ¿Qué crees que debemos hacer? - preguntó a su hermana sin más. Confiaba en que le diera una respuesta sincera.

- Sinceramente llevo debatiéndome entre las dos alternativas todo el día... - continuó el científico. Se llevó las manos a la cabeza en gesto de preocupación... No sabía muy bien cómo continuar pero debía hacer algo... tenía que inventarse alguna excusa... o decirle la verdad pero seguramente hasta tendrían micrófonos en el piso. Tal y como eran los alemanes Eugenius no lo dudaba. Agarró un pedazo de papel y un lápiz.

- Y ahora vamos con el otro asunto importante. - Se llevó el dedo índice a la boca para pedir silencio a su hermana mientras le guiñaba un ojo. - ¿Confías en mí, hermanita?

Esperó hasta captar la mirada de Liselote y luego escribió en el papel:

" No digas nada. Mamá y tú tenéis que salir del país... y si podéis de Europa entera. No puedo explicártelo con detalle pero es muy probable que el reactor de la central explote... intentaré pararlo pero lo tengo muy difícil. "

Esperó la mirada de incredulidad de Liselote y le tendió el lapicero a ella. Quedaba bastante claro que el genio no se fiaba de nada y no quería que espiaran su conversación.

Sí que era difícil la vida a veces... Eugenius tenía un pastel enorme entre manos y apenas podía pararse a explicárselo a su hermana... Pero necesitaba convencerla de que tenían que huir del país... con ella y su madre a salvo quizá Eugenius pudiera dedicar su mente por completo a desactivar el virus c0mrade...

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03/06/2013, 00:09
Ambroos Janssen

Las cosas siempre pueden ir a peor, ¿verdad? Ambroos se quedó al principio mirando al nazi como si no se lo creyese. Un puto oficial en su local que venía a dar por culo metaforicamente hablando. Solo soportaba a los que lo hacían de forma literal, pero estaba claro que esa no era su noche.

Luego recordó que, quizás, al fin y al cabo si le habían reconocido y estaban comprobando que había pasado. Se colocó frente al oficial estoicamente. Su voz era alta y firme, suficiente para hacerse oír sobre el murmullo del local y para que sus chicas le escuchasen. Era imposible borrar el deje autoritario que Janssen arrastraba continuamente, subyugado como un perro de presa aceptando ordenes sociales a regañadientes.

No iba a morder. Pero podía hacerlo.

- Yo he estado en el despacho pensando como suplir las vacaciones que se va a tomar una trabajadora. Irina. Si es que desangrarse sobre una mesa de cocina podía estar considerado como vacaciones...Necesitaba un puto cigarrillo. Abrió´las fosas nasales con avidez ante el humo que soltaba el nazi, como una locomotora, y suspiró ante sus palabras sobre Gretchen. 

Claro que sí, una cría que a saber si tiene la regla no tiene mejoras cosas que hacer que fornicarse a su jefe. ¿Por que todo el mundo tendía a pensar que lo único que se hacía en un burdel era follar, joder? Que aquello seguía siendo un puñetero negocio. Uno se cansa de trabajar a veces...

- La cría estaba arriba, pero no conmigo. Respondió Ambroos, con un resoplido, pero manteniendo el hilo de voz. Como si le ofendiese la idea de perder su tiempo con alguien como Gretchen. A decir verdad, nunca había entendido esa mierda que sentían algunos hombres con las crías. Era entre enfermizo y aburrido. Dominar a alguien vulnerable no tenía gracia ni sentido. Era su rato libre y se los pasa escondida leyendo. Al más puro estilo Ana Frank, pensó con sorna. Pero mejor no decir nada por si acaso. 

- Trabaja aquí limpiando las mesas porque no tiene más donde ir. Conozco bien las normas y no voy a arriesgarme a que me cierren el local por una niña desgarbada. No después de medio siglo en el negocio, joder. Miró a Gretchen de reojo. Si es que...mírala. Le faltaba mucho para llenar la talla más pequeña de body de ese local. Pero no me sentía cómodo con la niña vagabundeando fuera. Una niña temblorosa y asustadiza, que te hacía sentir que podía romperse si la mirabas muy fijamente. Una niña muy aria y que no merecía un destino trágico. Por favor, que ese puto engreído se lo tragase.  

- Es una vagabunda que apareció en la calle. Clavó los ojos en el hombre. Era un desafío. Uno educado, pero un desafío al fin y al cabo. Un perro grande enseñando los dientes a alguien que se acerca a acabar con un gatito escaldado.

¿Pero quién coño te crees que soy, un puto cerdo pederasta? Si ese capullo había pasado por el barrio alguna vez, sabía la reputación de Janssen. Agachar ahora el rabo sería demasiado sospechoso.

- Vamos, que no tengo sus papeles. Dudo que ella los haya tenido alguna vez. Acabo reflexionando, como si aquello le importase poco, mientras sacaba su cartera y le tendí su documentación al nazi de turno. Un carnet magnífico, donde lo único que podía uno plantearse es que Ambroos se conservaba jodidamente bien para tener casi cincuenta años.

Sería lo de follar todo el día, por que cara de muy feliz no gastaba.

Mientras el nazi le echaba un ojo, algo pasó por su cabeza con tranquilidad, como si no hubiera mejor momento. ¿Cuanta economía sumergida había en un país ocupado? Teniendo en cuenta que ahora todo era susceptible de ser vendido en el mercado negro...Seguro que demasiado para preocuparse de una cría poniendo copas cuando ni siquiera tenía tetas. 

- Si quiere, puede tomarse algo en lo que subo a mostrarle los permisos del local, o  preguntar a alguna de mis chicas sobre Gretchen. La única prueba de que la cría no follaba, en realidad. El deje de voz de "y mira que estaría perdiendo dinero" estaba claro, pero teniendo a la puñetera cría sin documentación y con dinero del monopoly, mejor mostrarse un poco cooperativo.  Es todo lo que puedo decirle. Se encogió de hombros, dispuesto a subir por las escaleras pero claramente esperando a que el oficial le diera permiso. En su puto local. Y todo por aparentar.

Joder, que mierda. Ojalá Que ese cabrón tuviera prisa, o a Ambroos le iba a salir una puta úlcera solo de mirarle.

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03/06/2013, 01:04
Gretchen

La astucia de Ambroos residía en que la mentira estaba barnizada de una generosa capa de verdad. Y no era una mala mentira, ya de partida. 

No obstante, Gretchen se encogió aún más detrás del alto proxeneta. A saber por dónde salía el sargento aquel. Una cosa era cierta, podría interrogar a las chicas y a los clientes y ni uno sólo de ellos le diría que Gretch trabajaba de puta. Y teniendo en cuenta que muchos de los clientes eran oficiales... debería creerles.

Conocía a ese sargento, más o menos. Sabía que era el Diéter personal de una de las dos únicas chicas que subían a hacerle compañía, las únicas dos a las que consideraba amigas. Y eso lo convertía automáticamente en alguien de quien preocuparse.

Claro que suponiendo porqué estaba por el local -porque les había visto dar saltos imposibles como quien va a por el pan-, era alguien de quien preocuparse doblemente.

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03/06/2013, 19:43
Ruth Karsten

Y ahí se encontraba Ruth Karsten. En una azotea contigua a la dichosa torre que poseía aquello que tanto peligro podía ocasionarle a ella misma y a su familia. Obviamente, la muchacha esperaba una gran vigilancia puesta en ese sitio que no sería tan fácil de esquivar como los soldados que había en la puerta de su edificio. 

Desde lo alto de la azotea, contempló como los soldados se movían de un lugar a otro mecánicamente, todos a una, como si fueran máquinas totalmente artificiales, creadas para cumplir órdenes sin cuestionárselo siquiera. Portaban armas que con tan sólo una voz de algún superior, serían disparadas hacia cualquier objetivo... sea hombre, mujer o niño; no les importaba. A Ruth le parecía algo totalmente inhumano. Se le ponía el vello como escarpias sólo con pensarlo. 

Por no hablar de la rigidez que aparentaban. No se oía nada más aparte de sus pasos fuertes y sincronizados o de las voces coordinadas que dirigían aquellos movimientos. En esos numerosos pelotones no contaba el individuo, todos eran iguales... meros peones al servicio de un líder. Tu pensamiento, tus ideales, tus creencias... nada de eso existía, ¿habría alguno de ellos que desease estar en casa con su familia en vez de estar allí haciendo guardias, o incluso alguien que ni siquiera quisiera pertenecer al ejército? 

Entre todos esos pensamientos se perdía Ruth, sentada en el frío suelo de la azotea, escondida para que ninguno de ellos pudiera verla desde allí. La pequeña Karsten se sentía aún más pequeña al estar al lado de esa inmensa torre, rodeada de gente que no dejaban de vigilarla ni un sólo segundo. Examinó con detenimiento todos los movimientos de los focos y de los soldados, que no dejaban un mísero centímetro sin ocupar o guardar. Las entradas principales no eran una opción, y las entradas secundarias también estaban guardadas con recelo. El único modo viable que encontraba Ruth era hacerlo bajo tierra, así podría entrar sin necesidad de usar su poder y gastar las energías que le quedaban. 

Pero el pequeño descanso que se tomaba mientras estaba sentada trazando un plan, debía terminar. Ya con las pilas ligeramente más cargadas, se levantó y se dispuso a bajar para encontrar una entrada subterránea. Seguramente, ésta podría conducir a los vestuarios o baños. Una vez encontrados los vestuarios todo podría ser más fácil... o eso pensaba Ruth. 

Se ciñó un poco más el gorro de lana negro sobre la cabeza y continuó andando con decisión. Lo único que quería era que terminase ese dichoso día de una maldita vez. 

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04/06/2013, 01:30
Padre Jürguen

Jürguen se despidió del sobrio ex-militar con un repetuoso gracias.

Acompañó al desconocido hasta la puerta. Se quedó siguiéndolo con la mirada desde el umbral de su humilde apartamento alquilado mientras este descendía con paso resuelto por las escaleras del edificio.

Cuando desapareció de su vista, Jürguen permaneció un momento meditando bajo el marco de entrada, confuso, y sin saber muy bien que hacer. En cierto modo, cuando el desconocido le desveló que había acudido a su apartamento a advertirle, eso le había hecho sentirse optimista. Dentro de lo que cabía, aquella era una de las situaciones más livianas que uno podía llegar a esperarse cuando un aleman con emblemas aparece a altas horas de la madrugada aporreando tu puerta. El primer pensamiento lógico, es el de que vienen a detenerle a uno.

El acto de aquél hombre le recordó que no todos los alemanes eran unos nazis. O unos monstruos. Era bueno recordar eso. Que un hombre de tan avanzada edad había acudido en plena noche, bajo una fuerte lluvia, sólo para advertirle. El acto de de aquél hombre, de nombre desconocido, a pesar de sus estrictas maneras, le hacía tener ciertas esperanzas en su país.

Pero eso no suavizaba su mala situación. Sólo le servía para ser consciente de ella. Los nazis sabían que había entrado ilegálmente del país e indagarían. Sabía cuál sería la secuencia lógica de acontecimientos: Ser arrestado y encarcelado, a menos que uno fuese de suficiente utilidad para el mecanismo del estado. En su caso, convertirse en un soplón, o desvelar quién era y empezar a trabajar de nuevo en el proyecto.

Ninguna de las soluciones le gustaba. No encajaba con su nueva forma de hacer las cosas. Prefería morir antes que convertirse de nuevo un instrumento de dolor ajeno. Pero morir no era una opción, al menos para él. Y también se suponía que estaba aquí para todo lo contrario a causar dolor a otros. Había vuelto para todo lo contrario. Para enmendar los errores de su pasado.

Podía intentar huir e intentar cambiar de identidad de nuevo. Eso significaría perder lo poco que había conseguido hasta ahora. No mucho a nivel de su causa, aunque quizás si mucho más a nivel humano.

Sin embargo, no podía cambiar todo de la mañana a la noche. Por ahora tenía tiempo, por lo que le había dicho el antiguo oficial. Poco. Pero eso quizás fuera suficiente. Debía ponerse en marcha.

A la mañana siguiente, en cuanto tuviera tiempo, tenía que acudir a ver a Nacolaás Linker de nuevo. El hombre que le había conseguido los documentos falsos para entrar en Amsterdam. Lo haría de día, tras atender a la amiga de Rembrandt en la catedral.

Pero debía ser discreto a la hora de ver a ese falsificador de Linker. Primero le llamaría desde una cabina, y a la hora de entrevistarse con él se aseguraría que nadie le siguiera. Tal vez los nazis le estuvieran vigilado.

El tema de la jóven prostituta Natasha podría seguir llevándolo a cabo aunque cambiase de identidad. La clínica ilegal estaba en otra parte de Amsterdam, y sabía como contactar con Maggie o Caelum cuando fuese necesario.

En cuanto a ese Ambroos Jansen, también debía verle cuanto antes, pero la noche siguiente. Podía ser arriesgado del tema de los Hijos de Dios, pero ya era hora de una vez de empezar a buscar a los Hijos de Dios de verdad. Si Jansen era uno de ellos y Jürguen le contaba la verdadera razón por la que había contactado con él (no tanto el tema de Natasha) tal vez Jansen le viera con mejores ojos. Seguro que sí.

Por ahora, lo que Jurguen hizo fué esa noche fué deshacerse de todas las notas y fotos que tuviera en su apartamento que pudieran acusarle de algo si lo registraban. A base de reducir fotos y papeles a confetti por medio de tijeras y tirarde la cadena para que todo se fuera por el retrete. Con una noche así de lluviosa, todo el material desaparecería en el alcantarillado fácilmente.

Dejó las notas mínimas sobre su investigación en una agenda que llevaría consigo. Si le cogían con ella estaba jodido, pero no podía dejar toda su investigación... Datos médicos esenciales sobre las pruebas realizadas y los resultados obtenidos en sus estudios hace años, en el campo de prisioneros, así como los nombres y apellidos de sus antiguas cobayas, que le ayudaban a buscar a los Hijos de Dios.

Entonces pensó en quién podía confiar de verdad. A quién conocía a quien pudiera confiar aquella agenda, y con ella su vida. Sin dudarlo dos veces empezó a dirigirse al apartamento de al lado...

Llamó a la puerta de Erika Taglioni, esperando que no estuviera con un cliente:

- Erika, por favor, abra la puerta. Mis duras palabras de antes fuéron sólo porque pensé que el alemán podría cebarse en en usted. Tengo un gran favor que pedirle..-

En cuanto Erika abriera la puerta, y tras comprobar que no estuviera con ningún cliente, le confesó: -Hay algo muy importate para mí que quiero confiarle. Para ser sincero, podría tener problema con los alemanes si lo descubriran en su casa, pero no confío en nadie más. Puede rechazar mi petición si lo desea, pero me gustaría que lo guardara usted. Es la única persona en quien confío.-

Jurguen extendió la agenda hacia Erika, no sin reticencias. Era una locura. Estaba confiando algo muy importante a una prostituta drogadicta y suicida. ¿De veras sabía lo que estaba haciendo? Reálmente, era una verdadera locura pero... ¿Qué otra cosa podía hacer? -Y, por favor. Si acepta, jamás lea nada de su contenido. Es demasiado... personal.-