Partida Rol por web

El sol en Athas era un ente un tanto curioso. Parecía amenazar en que se iba a apagar de un momento a otro, sin embargo castigaba sin piedad a cualquiera que morara bajo su ira. Era implacable, insensible y mortal.

Y todo lo que había sobrevivido bajo ese sol era igualmente despiadado y peligroso.

Nunca te podías fiar de nada ni nadie, siempre había alguien acechando para robarte lo que te pertenecía y despojarte de tus posesiones. La mayoría de gente se preguntaba ¿por que yo? ¿que he hecho? Conocíais esas expresiones de fatalidad pero no os afligían a vosotros. Lo que os cruzaba en vuestra mente era un ¿Que me ha pasado? ¿En que momento me volví lento y débil? ¿En que momento dejé de vigilar?

Por importaba por ahora, estabais encerrados en una jaula y viajando por el desierto a medio camino de Urik y Nibenay, o eso pensabais.

La parte positiva es que vuestra jaula con ruedas tenia techo y a la sombra el sol no era tan temible, si bien no quitaba que las grandes temperaturas o el viento os afligieran. En la gavia habían 2 humanos, 3 elfos, 1 thri-kreen, un semi-gigante, un dray y un enano.

Nadie hablaba mientras esperabais vuestro destino en las arenas de combate.

Cuanto la tormenta de arena golpeó a la caravana con una gran virulencia poco podíais hacer aparte de cubriros el rostro y esperar llegar a un buen lugar, pero día tras día la ira del viento no menguaba y pronto os parecía tener arena en todos vuestro orificios.

Os escocia la boca, los ojos y la nariz y empezabais a desear que alguien os rematara para terminar con la tortura. Al cuarto día ni tan si quiera os dieron de comer, el quinto día continuasteis abandonados y en el sexto la tormenta terminó.

Vuestra gavia estaba abandonada en medio del desierto, solo un par de bultos estaban cerca de vuestro carruaje, sepultados por la arena y definitivamente muertos. Uno de los humanos en la gavia también había fallecido asfixiado pro la arena.

La sangre de la llamas corre por mis venas piensa el draconido mientras se incorpora en la jaula, ya casi había olvidado los traspiés del destino que lo habían arrastrado a este maldito predicamento, pero el desierto lo había apresado y el desierto le había liberado.

El reptil se quitó el saco que le cubría la boca sin mucha dificultad, sus carceleros creían que escaparía echando alientos o algo similar pero de hecho le habían salvado la vida, pero esa chispa hace tiempo que no se encendía, miro a los demás mientras acerca sus manos a la salida su lengua viperina sale y saborea el calor del desierto, essoss malditoss noss han abandonado, para que el dessierto sse agasajé con nuesstross huessoss. el monstruoso draconido se acerca a la puerta y revisa las bisagras  buscando algún punto débil que romper con su peso, así que finalmente se balancea y se descarga con fuerza sobre uno de los costados de la puerta. si algun guardia los cuida se acercara a ver que pasa, y con algo de suerte quizas pueda tratar de persuadirlo que abra la reja o escape para que podamos escapar, esos malditos son unos cobardes cuando estan solos, piensa concluyente mientras trata de hacerse con su libertad.

Soy kava del relámpago oscuro, si quieren vivir será mejor que nos pongamos en marcha

Maldita sea me habia dejado capturar por esos cerdos esclavistas. Tras una larga travesía por el desierto parece que la fortuna me favorecía con esta tormenta de arena que ha acabado con mis captores, no obstante necesitare la ayuda de los otros cautivos para salir. Es una buena oportunidad de forjar lazos sin duda.
Me incorporo de un grácil salto, flexiono los brazos y muestro una sonrisa algo forzada:
Amigos, creo que deberiamos colaborar para salir de esta gavia, me nombre es Kilthas, con la ayuda de todos saldremos de esta situación.

Hecha un ovillo y abrazada a mis rodillas, permanezco inmóvil y callada durante practicamente todo el tiempo, en un rincón de la jaula. Ya que a pesar de mis intentos de intentar parecer valiente, cualquiera con dos dedos de frente puede llegar a leer el miedo mal disimulado mis ojos. Tendría que haberle matado .... Me castigo a mi misma una y otra vez, pensando en todas las cosas que de haber hecho de otra manera, me habrían ahorrado estar ahora en esta jaula. Tendría que haberle matado ....

Durante el viaje escudriño a menudo mis compañeros de viaje. Cada cual mas grande que el anterior, hasta en cuatro cabezas me supera el mas alto de todos ellos.
De repente sus ojos se fijan en mi al sentirse observados. Aparto rápidamente la mirada hacia mis pies descalzos. No lo vuelvas a hacer, estúpida. Me riño, esperando no haber atraído la atención de ninguno de ellos.

La tormenta se me antoja dura e implacable, pero por algún extraño motivo, apetecible. Se que mientras el azote de la arena intente despellejarnos lentamente, nadie querrá hacer otra cosa que resguardarse y esperar. No es tan mala perspectiva si lo comparo en lo que he visto y oído que hacen con los esclavas en las arenas.

(...)

Levanto la vista, echando de menos el perpetuo zumbido del viento. En lugar de eso hay calma y el calor del sol que vuelve a tostar mi piel. Miro al otro lado de los barrotes y compruebo sorprendida lo que ha ocurrido.
La jaula se mueve con un golpe seco. Me giro para ver que los que han sido mis compañeros de viaje se empiezan a poner nerviosos. Un enorme Dary esta golpeando los barrotes con su hombro, confiando en partirlos, aunque no ceden en el primero ni el cuarto intento.

Sin decir una sola palabra, me aparto de la puerta y examino los barrotes. Son irregulares y trato de encontrar algún hueco por el que poder escabullirme.

La jaula es una construcción de madera, hueso y tendones que forman una pared infranqueable. Incluso con una arma aguantaría bastante bien un intento de fuga.

El dray se destroza el hombro a golpetazos contra la puerta pero esa y su candado no ceden.

Por su parte una de las humanas parece intentar pasar por entre los barrotes y las cuerdas, pero no han dejado mucha separación ... aunque Kohebe tiene unos inicios prometedores, al final se queda sin resultado.

El elfo se queda sin que nadie le responda.

Durante todo el viaje Lo-Kag el semi gigante había estado en un rincón de esa maldita jaula sentado cogido por las rodillas, su mente no dejaba de analizar y repasar todo lo que le había sucedido en tan poco tiempo, y como el destino se le parecía si no más que desalentador, habían otro tipos de criaturas compartiendo su suerte, pero eso a el en esos instantes poco le importaba, su ánimo había decaído y lo reflejaban la poca luz que podían verse ahora en sus ojos...

Una tormenta alcanzó a aquella caravana, y parecía que había hecho estragos, Lo-Kag, se había cubierto la cabeza aún así la tormenta duró mucho más de lo esperado y los daños producidos por esta eran patentes, su gran cuerpo ahora se encontraba repleto de la arena de la tormenta, cuando levantó la cabeza vio lo que se le presentaba en esos isntantes, la tormenta había hecho estragos importantes y por lo que parecía ahora estaban abandonados a su suerte en ese desierto y encerrados en una jaula...

Desde su posición vio como alguno ya se había movido para intentar salir de esa caja de huesos y madera, pero vio como parecía que no avanzaban mucho en su empeño, su primer pensamiento fue lanzarse también a intentar quebrar la jaula pero visto que ya lo habían intentado sin éxito, se quedó observando a cada uno de ellos...

Veía con buenos ojos que por su tamaño una pequeña criatura intentaba escabullirse sin lograrlo, así que sin mediar palabra lo-Kag se levantó cual grande era para buscar alguna parte de la jaula que pareciera algo más frágil, quizá sabía en sus adentros que sería un movimiento inútil, pero no era de pensar mucho las cosas, así intentó a fuerza bruta intentar hacer un hueco para que la pequeña criatura quizá pudiera pasar.

El "humano" se habia mantenido sentado con la cabeza entre sus piernas durante la larga travesia, o en posicion de trance sin decir palabra. Cuando todo habia sucecido vio como los pasajeros de la jaula luchaban por salir. El osco semigigante intentaba romper con su fuerza bruta, asi como los torso miembros sus jaulas.

Permitirme que os de un herramienta para poder salir, semigigante, con esta podras romper lo que une los huesos y quizas asi, que ceda nuestra prision.

La voz sonaba apagada y como si saliera da una cueva. El humano se concentro y de los restos de la caravana formo un arma en la mano del goliath, una que le daba el aspecto de una Schythe.

Reacciono a la defensiva en cuanto el enorme goliath se me acerca, i no es hasta pasados unos segundos que me percato de sus intenciones. Sin quererlo se me escapa una sonrisa como no he hecho en los últimos días.

Gracias - Digo antes de seguir con mi empeño.

El enano había permanecido sentado todo el tiempo, mirando la negrura de la tormenta y ahora contempando nuevamente el cálido sol de su tierra. Hacía años que sobrevivía vagando, despojado de familiares y amigos, un nómade intentando asentarse. Pero siempre era complicado, en muchos lugares el mismo hecho de ser enano era como un cártel de "buen prospecto de esclavo" clavado en tu frente, y para Ormigol, el tener ua frente tan amplia no le favorecía; en otros lugares el mostrar ciertas aptitudes para cuidarse solo (como llevar las cabezas de algunos bandidos locales colgando para disuadir oportunistas) era casi lo mismo que presentar una solicitud para ser gladiador. Se había ganado la mote de Cercenador ya en varios lugares, y eso simplemente le había complicado más la vida.
Finalmente estaba allí, en camino a la detestada arena, para usar sus talentos con el hacha en favor de divertir a estúpidos y blanditos; pero el que más estúpido se sentía era él. Se había dejado engañar y cazar, como una quiceañera ingenua. Tenía lo necesario para sobrevivir como gladiador, de eso no dudaba, pero no era una cuestión de miedo o de orgullo, era poder vivir haciendo lo que su tradición y su sangre le dictaban. Seguir siendo un armero, y poder alimentar esa esperanza de que alguna vez las antiguas y polvorientas ruinas volverían a ser lo que las historias contaban.

Despues de su estupidez, parecía que una incierta suerte lo traia a un grupo variopinto de prospectos de gladiadores con oportunidad de recuperar su vida, o quizá cambiarla para siempre.

Su rostro cambió, con el aspecto de uns roca moviéndose y modificando su forma, algo de polvillo cayó y una sonrisa torcida se manifestó ante las palabras del elfo No tenemos a nadie más, elfo. Me llaman Cercenador algunos, unos pocos me conocen como Ormigol. Podeis decirme como querais. Se incorporó, lentamente, estirando sus miembros. Sus articulaciones crujieron sonoramente. Observó a un lado y a otro como el siónico ayudaba al semigigante para ver si la muchachita podía colarse entre los barrotes. Se acercó a la humana, posando sus ojos en ella con curiosidad, preguntándose para sus adentros si ella tambien iba a ser gladiadora o simplemente una esclava de placer. No sabía cual destino era peor. Te ayudamos a salir, muchacha, y buscarás las llaves de la jaula ¿de acuerdo? no parecía que estuviese bromeando Le echaré un par de manos al semigigante, que aunque tenga la mitad del tamaño, mis huesos y mis músculos son como la misma roca de Athas no llegó a terminar la frase que se puso manos a la obra.

Poco a poco todos los esclavos se daban cuenta de su situación y empezaban a buscar una forma de salir de la jaula, el mas callado de todos era el extraño Trhi-Kreen que no se movía en absoluto pero sus antenas parecían moverse tímidamente como captando algún sonido que solo el podía percibir.

El semi-gigante se acercó a los huesos, los miro detenidamente y encontró un lugar que podía servir para la humana ... sus gruesas manos agarraron huesos y tendones resecos, haciendo que parecieran mas minúsculos, pronto todo el grupo pudo ver como estos crujían con violencia y se partían en varios trozos secos.

Había abierto un agujero lo suficientemente enrome como para que pasara cualquiera, algunos de los esclavos no pudieron mas que mirar a la inmensa mole con un poco de miedo.

No había ni necesitado el arma del psionico.

El enano armero elevó la mirada e intentó tragar saliva, pero tenía la boca árida como Athas, por lo que tosió ruidosa y ásperamente. Evidentemente no necesita mi ayuda... Se sintió muy pequeño al contemplar lo que esas manos podían lograr con tanta facilidad y al instante su mente se volteó hacia lo codiciado que debía ser como fuerza de trabajo, quizá mucho más que los enanos mismos, por la cantidad de peso que podría cargar aquella mole. Luego su mente volvió a la tarea que tenían en frente que era salir de la nefasta jaula. Y parece que el espacio era suficiente para todos.

Esperó un momento a que la humana pasara, ya que estaba intentando hacía rato, y luego salió se un tosco salto. ¡hay que buscar las llaves del armatoste para que salga el gigante! a menos, claro, que sea capaz de destrozar todo y salir por su cuenta

El humano espero que todos salieran para salir el ultimo.
Se la mejor que busquemos lo que podamos llevar y que sea de utilidad y nos marchemos de aquí lo antes posible

En cuanto el enorme humanoide rompe algunos huesos me escabullo en el agujero con rapidez, incluso antes de que las astillas alcancen el suelo. Como si fuese un pequeño ratón escapando de un gato de caza.
Con las prisas caigo de cabeza a la arena, pero para dar una voltereta para acabar de pie en un abrir y cerrar de ojos.

Miro hacia atrás, hacia la jaula aun llena peligrosos desconocidos que empiezan a prepararse para salir. ¡Corre! ¡Lárgate ahora que puedes!, me grita la prudencia. Y casi por un instante estoy a punto de hacerle caso. Sale el enano y me pongo en guardia como un acto reflejo ... pero de repente me siento como una estúpida. Ellos no son mis enemigos. Si lo son. No lo sabes. No cometas el mismo error. Matálos. ... No. Relajo un poco mi postura frente él y le sonrió intentando parecer amistosa, aunque sin quitarle el ojo de encima.

Ya han salido un par cuando decido dejar de fitar al enano. Guardando una distancia prudente con el y cualquiera de los demás acompañantes me acerco de nuevo al carruaje que nos ha servido de hogar durante estos últimos días para trepar ágilmente un costado y subirme hasta lo mas alto.

Desde lo alto del carruaje oteo el horizonte. Buscando algo que no sean dunas, arena y mas dunas.

Veo que la gente me ignora salvo el enano al que hago un gesto amistoso cuando se presenta.. ¿Acaso se creen superiores a mi?, pienso enfadado. Observo como todos intentan salir por la fuerza bruta...yo poco puedo hacer salvo esperar mi oportunidad que se presenta cuando el enorme semigigante rompe una parte de la gavia(xD). Salgo de un salto y con gesto concentrado busco con rapidez entre los bultos equipo me pueda servir e intento ver si hay algo enterrado en la arena tambíen.

Pronto estaban todos afuera, y parecía que el semigigante podría salir de allí sin problemas. Lanzó una rápida a mirada a la jovencita, iba a decir algo pero cerró la boca. Tiene razón en desconfiar, es lo que nos mantiene vivos... Se rascó la sucia y tatuada calva mientras veia como trepaba como algún insecto de largas patas Quizá quiera ser como los Tri-kreen pensó, al tiempo que respondía al humano de largos cabellos bien dicho siónico, ahora a buscar y largarnos de éste lugar, ¡y el que pretenda apropiarse de mis cosas se las voy a hacer tragar! vociferó y mostró los dientes en una mueca que podía ser una sonrisa y una amenaza. Con éste enano era difícil saber donde terminaba la broma y empezaban los problemas.

Volvió a pasarse la mano abierta por la calva, rascándose y haciendo que arena fina y polvillo flotaran en el seco aire, luego se limpió ambos oidos usando los gruesos dedos y se puso a mirar alrededor, a rcorrer la arena que rodeaba la jaula, observando con cuidado, pateando cualquier montoncito de arena por si ocultaba algo.

Lo-Kag salió después de que uno a uno todos salieran, la verdad es que creía que aquella jaula le daría más problemas pero al agarrar la superficie enseguida notó que no le sería difícil hacer un hueco para salir de allí, tal fue así como lo hizo. Las criaturas que habían allí dentro cuyo destino parecía haber coincidido eran de lo más vario pintos, de momento no quería entrometerse en lo que hacía cada uno o dejaba de hacer, no los conocía, y aunque el miedo era algo que no conocía, sabía ser prudente y no se fiaría mucho de aquellos los cuales estaban destinados  como él a morir en la arena, era sabido que lago habrían hecho para estar allí.

Salio de la jaula haciendo el hueco algo un poquito más grande para no tener complicaciones, para salir a la ardua arena y comprobar la desolación que solía acompañar  a aquella clase de tormentas, miró a uno y otro lado para comprobar que había y que no, sin hacer caso por el momento a las palabras de algunos de aquellos seres que empezaban a moverse con nerviosismo, su instinto le advertía que lo primero era localizar algún víveres o agua, se fijó en aquellos bultos tapados por la arena...