Partida Rol por web

La pareja estaba concentrada en su encuentro, después de tantos intentos frustrados por los diversos sucesos: la borrachera de Mike, las apariciones de otros miembros del grupo. Finalmente habían logrado quedarse solos y además en un lugar apartado y solitario que Mike había puesto a su disposición para tener algo de intimidad. El jersey de Lena se fue al suelo después de que Mike se lo arrebatase impulsivamente cuando ella dejó mostrar su hombro; con gran ímpetu, la estrella de los Wildcats llevó a Lena contra la pared besándola apasionadamente.

Ambos se estaban entregando a la pasión de aquel momento, mientras la música sonaba a toda leche no muy lejos de allí. Todavía podían escucharla muy atenuada aunque ninguno de ellos le estaba prestando demasiada atención. Mike continuaba empujando apasionadamente a Lena contra la pared mientras la besaba, y de pronto sintió como la pared cedía y ambos se iban hacía el suelo irremediablemente. Mike descubrió algo tarde que no era una pared contra lo que llevaba a Lena, sino una estantería que no pudo soportar más la pasión de ambos y se vino abajo.

Caí sobre Mike como un fardo pesado.

La estantería se vino abajo haciendo tanto ruido que pensé, que si no nos habría descubierto allí, pronto lo harían por el escándalo. Y todo pese a la música que seguía escuchándose allí de fondo.

- Jajajjaj...- No pude contenerme al pensar en tremendo golpe que nos habíamos dado- Has amortiguado mi caída, heroe. Espero que no te hayas roto nada... importante.- Apunté mientras jugaba curiosa con la bola del gorro de Mike que había caído justo frente a su nariz.

- Deberíamos... ir con el resto. No vayan a pensar que tu... yo... bueno, que tenemos algo..- Era mas una pregunta que una afirmación.- Supongo que " el Show debe continuar" y la fiesta no sería igual sin ti, por allí... haciendo al cabra.- Gruñí la última palabra.

Antes de que pudiera darse del todo cuenta, Mike notó que se le giraba el cuerpo mientras caía al suelo. O al menos él pensó que era el suelo, pero el golpe en las costillas le hizo entender que la superficie de impacto era algo menos uniforme. Dejó escapar el aire con un sonido sordo, aunque apenas se percibió bajo el estruendo de la estantería y de lo que en ella había volando en todas direcciones. Por suerte, Mike era más duro que una piedra y dos veces más tonto, así que se puso a reir con Lena.

 -Nah, tranqui -respondió-. Solo espero poder volver a caminar.

A pesar del golpe, estar tumbado con Lena encima no parecía tan mal plan, aunque ahora ella parecía algo menos convencida de ello. Mike arrugó el gesto y negó con la cabeza.

- ¡Que piensen lo que quieran! Sobran remilgados en este campus, no vamos a estar pendiente de todos ellos solo porque no sepan divertirse como nosotros, ¿no te parece? -se la quedó mirando un rato, mostrando después cierta derrota en su expresión- Vaaaale, volvamos... -ayudó a Lena a levantarse y se incorporó, tomándola de nuevo por la cintura y llevándola hasta él- Pero con una condición: Que en un rato nos escapemos a la fraternidad, ¿trato hecho?

Le dió un beso y cogió su chaleco del suelo, poniéndoselo mientras hacía un baile estúpìdo y, supuestamente, sensual. Se dispuso a poner la estantería de pié, pero decidió que prefería aprovechar su tiempo de un modo mejor y se sentó a ver cómo Lena se vestía, silbándole y haciendo sonidos de perro jadeante.

Mercy se miró la mano tras ayudar a Noah a levantarse. La sangre de su amiga estaba por toda la palma de su propia mano. - ¡Maldita sea! - Pensó para sí mientras se limpiaba en el pantalón, puesto que no tenía nada a mano para ello. - Es imposible que esté tranquila después de... - Volvió a mirar el cuerpo decapitado de quien fue una vez su compañera de cuarto y amiga, antes de mirar al cielo preguntándose quien estaba disfrutando de todo aquello.

La joven se quedó en blanco, mirando el cielo sin decidirse a comenzar a caminar o a hablar. Pero Noah reclamó su atención con aquel móvil en su mano. La chica lo miró y luego miró al muchacho a los ojos. Lágrimas comenzaban a brotar en sus ojos. - No... no... no puede ser... otra vez no... - Agachó la cabeza, pensando aun que la mejor opción era ir a la comisaría. Pero era consciente de que en lo que llegaban a ella y lograban hacer mover el culo a los policías en una noche como esa, el asesino ya habría comenzado su fiesta particular.

- Debemos regresar a la fiesta. Avisar a todos antes de que sea tarde. - Miró la moto de su amiga. - ¿Alguien sabe llevarla? - La señaló. - Nos haría ganar tiempo... al menos uno de nosotros podría llegar y dar el aviso inicial mientras los demás corremos.

El no tenía ni idea de coger una moto. Y tampoco le apetecía probar. Había visto suficientes vídeos de accidentes, y leído bastantes noticias escalofriantes sobre ellos, como para siquiera querer probar. De hacerlo, lo más probable es que acabara muerto él también, y sin siquiera encontrarse con el  maldito lunático que estaba suelto por allí. Era mejor ir andando, si es que había que ir. La idea de correr a la comisaría le parecía mucho mejor. Por desgracia, sabía que Mercy no iba a aceptar aquello. No en esos momentos. Maldito idiota, tenías que haber guardado el móvil. Idiota, idiota, idiota. Suspiró, arrepintiéndose incluso antes de hablar.

—Deberías ir tú a la comisaria. Con Marian. —Dijo cogiendo aire mientras intentaba no ponerse a temblar—. Yo puedo ir a la fiesta y avisar a la gente. Pero vosotras tenéis que avisar a alguien...

Aunque...

¿Serviría de algo? ¿No sería ya demasiado tarde? Tal vez, cuando llegara a la fraternidad, encontrara una carnicería, gritos y un loco buscando a quien no estaba allí. Esperaba que no fuera así, o no iba a tener tiempo para pensar en lo estúpido que era.

- No. Yo debo ir. Si es él... si me busca a mí... - Dijo la rubia mirando a Noah a los ojos, reusando la idea de ir a la comisaría de policía. - ... está allí por mí ... - El  sentimiento de culpa volvía a aparecer. - ... los matará por mí ... - Sus ojos mostraban dolor y terror. - ... y le sobreviví una vez.

La joven se giró hacia Mirian y cogió su mano para unirla luego a la de Noah. - Corred y avisad  la policía, decirles donde está Hellen... buscar al inspector Connor... conoce mi historia, él os creerá. - Volvió a mirar el móvil por si regresaba la señal, pero seguía igual. - No podemos perder más tiempo y no quiero perder más amigos. - La frase era para los dos pero la mirada de Mercy estaba fija en los ojos de Noah.

- ¡Yo estaré bien! - Gritó mientras iniciaba una nueva carrera de vuelta a la universidad, retrocediendo en el tiempo un año. Trasladándose de nuevo a las calles de Birchmont, donde un loco vestido de Santa Claus sembró el terror en aquel pequeño y tranquilo lugar, justamente en Navidad.

¡No! Pero la voz no rompió la noche, tan solo hubo silencio mientras Mercy, a grandes zancadas, se alejaba de allí corriendo, dejándole con la mano cogida a la de Marian. Tardó un segundo en darse cuenta de ésto y otro más en soltarla, para, sin saber muy bien que hacer, mirar a la chica que tenía al lado con cara de circunstancias. Un rostro que en ese momento oscilaba entre el miedo y el terror.

—Yo... ¿Qué...? ¿Tú? —En momentos como aquellos, no podía pensar. Ni hablar. Ni actuar. Si hubiera tenido algo de valor, se abría abofeteado, como en las películas, para volver a la realidad y hacer algo. Pero él no era un héroe, por mucho que hubiera esperado serlo. Por desgracia, era lo que había, así que tendría que conformarse. Con un esfuerzo inaudito en él, tragó saliva y volvió a mirar a su compañera—. No puedo abandonarla ahora. ¿Qué vas a hacer? ¿Tú sabes usar la moto? Podrías avisar a la policía. Yo... —Negó. Sería imbécil—. Lo siento.

Y salió corriendo detrás. Con Mercy. Hacia su segura muerte.

¿Que piensen lo que quieran?

No sabía si creerme demasiado lo de esa frase. Mike tenía fama de ser superficial, sobre todo con las chicas. Esa era lo que decían de él. Costaba que no fuera una frase mas para llevarme a la cama.

Asentí con la cabeza a su petición de escaparnos un rato por ahí, mientras me vestía. - Tonto- contesté con un susurro casi cariñoso mientras el hacía tonterías perrunas. -A ver... dame al patita! - Bromeaba mientras me abrochaba la chaqueta.- Buen chico!

Luego cogí del brazo a Mike y tiré de él, hasta acercarlo hasta mí para darle un beso y... una advertencia.- Si me rompes el corazón te romperé las piernas, Mike- Y le saqué la lengua.

-¡Callaos!- Protestó Marian, hasta ahora había estado intentando sobreponerse a su propio ataque de ansiedad derivado de aquella terrible visión, el cuerpo de una chica con la que hacía unos instantes había estado departiendo alegremente. Ahora asesinada brutalmente... Lo de Archie ya parecía lejano y la perspectiva de perder la vida de un momento a otro era tan real que aterraba. Sin embargo terminó por contenerse, a excepción de un frío intenso que empezó a entrarla en el cuerpo.

-¡Id los dos a ver a la poli!- Resolvió -Intentaré detener la fiesta. O al menos joderla para que se vayan antes...

Mike siguió con gusto la broma del perro, dándole la patita a Lena y olisqueándola por donde se dejaba. La maldita estantería se había convertido en un corte brutal, pero la noche no había terminado aun. Volver a la pista a bailar y a beber un rato no era mal plan, pero empalidecía bastante frente a la idea de que su fraternidad estaría vacía en breve y que ellos se pudieran escapar hasta allí. Recogió el bastón y el megáfono, que casi se le cae con el tirón de Lena. Recibió el beso con gusto, pero la siguiente frase le dejó algo confuso. Mike no era especialista en indirectas, ni siquiera cuando estas eran disparadas hacia él con un cañón de circo.

-¿Eh? -respondió con tono muy agudo después de unos segundos de incomprensión.- ¿Cuándo te he fallado yo, baby? -pasó el brazo sobre su hombro y echó a caminar, saliendo del almacén en dirección a la pista.- Casi me parto la espalda ahí dentro. -puso cierto retintín en su forma de hablar.- Haciéndote de airbag, por cierto. De nada. -giró los ojos y siguió hablando con normalidad.- ¿Crees que quiero que me hagas pupa, con tus musculacos de acero y tu taichinchuangchu? Noooooooo no no no no no no... -bajó algo el tono.- Hoy podemos hacernos muchas cosas, pero no daño. Bueno, a no ser que te vaya ese rollo...

Dejó escapar una risa al más puro estilo bruja de película mientras avanzaba de vuelta a la fiesta.

La risa de bruja de película que Mike estaba imitando, fue súbitamente interrumpida por un agudo y atroz chillido que procedía de la fiesta. Tan real como escalofriante, se sobrepuso al estruendoso sonido de la música mientras Lena y Mike avanzaban por el pasillo estrecho de vuelta a la pista del estadio. El grito procedía de allí, y la música fue cortada con un sonido de aguja rayando el vinilo de una manera que revolvería las tripas del mismísimo Grandmaster Flash.

La pareja pudo escuchar, casi inmediatamente después de que la música se fuese al garete, multitud de gritos que procedían del mismo lugar y el rumor caótico de una estampida de gente huyendo del lugar. Ambos sintieron al mismo tiempo un terrible escalofrío recorriéndoles la espalda acompañado de un fuerte nudo en la garganta y una sensación de angustia en el estómago. No entendían qué estaba pasando, pero el miedo era contagioso.

La respuesta la encontraron unos metros más adelante, cuando se asomaron al umbral de la puerta por la que habían huido en su escarceo amoroso. Desde allí fueron testigos del horror y la tragedia en estado puro: un grotesco y voluminoso hombre disfrazado de Santa Claus y armado con una enorme hacha sembraba el caos a diestro y siniestro. A sus pies el hielo se teñía de rojo y se dispersaban por doquier cadáveres y partes amputadas de miembros de sus victimas. Aquellos que habían sido los compañeros y amigos de Mike y Lena ahora yacían desmembrados en el suelo y sin vida. Su verdugo, golpeaba con fuerza y sin ningún tipo de clemencia a los allí presentes. La rabia en sus ojos rojos inyectados en sangre era tan incomprensible como sus actos, una furia primitiva movía sus instintos asesinos y su hacha sesgaba vidas y amputaba brazos o piernas con una facilidad pasmosa.

Mike y Lena quedaron petrificados, impactados por la atrocidad de las imágenes que pasaban ante sus ojos. Sólo su instinto de supervivencia les hizo reaccionar al fin. Entre los muertos se encontraban muchos de sus conocidos, aunque era difícil reconocerlos a todos en ese estado. No supieron si Marian, Mercy y Noah se encontraban allí, pero sí que pudieron ver el cuerpo sin vida de DJ Marvin y de algunos miembros de los Wildcats, fácilmente reconocibles por su insigne chaqueta, ahora empapada de sangre.

La estresante situación a la que se enfrentaban obligaba a tomar decisiones rápidas e inauditas para ellos, quienes jamás se habían visto mezclados en algo como eso. Incluso para Mercy, que ya había vivido una experiencia similar, la situación era tan irreal como una pesadilla o una película de terror. Ni su anterior enfrentamiento con el asesino, ni las horas de psicoterapia religiosamente pagadas, le habían preparado para aquello: una repetición de su peor pesadilla.

La confusión se adueñó del pequeño grupo, y cuando quisieron darse cuenta los tres corrían de vuelta a la fiesta con el miedo haciendo que su corazón bombease adrenalina a toda velocidad. A pesar del pánico, ninguno de ellos echó a correr en dirección opuesta, y aunque todos quisieron proteger al resto, todos corrían hacía el peligro y nadie en busca de la policía.

La distancia hasta el Whittemore Center no era mucha, como bien sabían, y en esta ocasión recorrieron el trayecto de una forma más rápida que en el viaje de ida, si es que aquello pudiera ser posible. Todavía se escuchaba la música atenuada por las gruesas paredes del edificio para su alivio. Sin embargo, a su llegada escucharon un terrible grito que logró destacar sobre la música, la cual se detuvo de golpe unos segundos más tarde.

-¡Mierda!- Gritó Marian antes de detenerse frente a las puertas de entrada -¡Joder, joder! ¿Qué hacemos?- Preguntó en voz alta mientras miraba con unos ojos de terror a sus compañeros -¡Hay que entrar! -No era seguro pero era lo humano, entrar y ver si podían hacer algo.

Corrió sin mirar atrás hasta el Whittemore Center. Sentía como el frío entraba por su nariz y garganta acompañado de cada inspiración que tomaba. Si sobrevivía a esta noche, seguramente sería con un buen resfriado. Hasta que no se detuvo a la entrada del edificio, no se dio cuenta de que tanto Noah como Marian la habían seguido nuevamente.

- Debistéis ir a avisar a la policía... - Les dijo al verles llegar con preocupación, pero por otro lado se alegraba de tenerles allí. Sobre todo a Noah, quien parecía estar pasándolo especialmente mal con todo aquello, pero que se resistía a abandonar a sus amigos. O quizás a ella.

Mercy respiró tranquila unos instantes, mientras la música seguía sonando con fuerza. - Todo está bien... - Dijo dibujando una leve y cansada sonrisa. - Siguen dentro divirtiéndose... pero debemos avisarles igualmente. - Por un instante pensó que todo estaba en su cabeza. Que no era aquel loco quien había ido hasta allí a buscarla, pero las muertes de Archie y Hellen... demasiado macabras y cercanas.

Se dispuso a entrar, cuando un chillido resonó por encima de la música y esta se cortó de golpe. Marian fue la primera en reaccionar. Mercy vio el terror en sus ojos, el mismo que sin duda reflejarían los de ella. - Debemos encontrar la forma de evacuar el edificio. - La joven miró a Noah. Era el momento de usar los planos que sacaron de internet horas antes.

-¡La alarma de incendios!- Respondió rápidamente Marian. Una respuesta sencilla, la común en cualquier película y que se supone que haría que todos aquellos que no hubiesen visto nada saliesen rápidamente...

-¿Dónde está?- Preguntó metiéndose en medio de aquel mogollón buscando entre las paredes... Próxima a la puerta tenía que haber una...

Todo, hasta ese instante, había resultado muy valiente. O eso debía de ser, porque lo que era sobre si mismo, se sentía más cagado que en toda su vida. Todavía no sabía como no había salido ya corriendo de allí, seguramente sin descanso hasta otro estado, a salvo y con una conexión a Internet que le permitiera ver todo aquello... Pero desde lejos. Y la cosa era que, aunque seguía allí, plantado delante del polideportivo al que sin duda tenían que entrar, sus piernas se negaban a moverse más allá.

Tal vez, era cosa de haber visto, aunque fugazmente, a su compañero de habitación muerto y congelado. O podía ser el haber visto a una de las pocas chicas con las que se atrevía a hablar en la facultad, gracias a que tenían intereses comunes hasta cierto punto, descabezada sobre su moto como si fuera un pollo al que hubieran decapitado mientras corría. Eso, o sin duda el grito que acababan de escuchar dentro del Whittemore Center, y que convertía toda aquella pesadilla no solo en algo muy real, sino en algo mucho más cercano que nunca.

Cuando se quiso dar cuenta, la música ya no sonaba y Marian gritaba frenética. Mercy le miraba, aterrada, pero demasiado firme. ¿Cómo no había entrado ya en un estado de pánico? ¿Por qué seguía allí plantada y no atrincherada en comisaría? Dios sabía que en ese momento él habría dado lo que fuera por un montón de tíos armados protegiéndoles. Lo que fuera, pues en otro caso empezaba a pensar que el precio iba a ser su vida.

Sin embargo no tenía posibilidad de llamar a un ejército, y él aún no estaba muerto. Si quería seguir así, iba a tener que hacer algo. 

—¿Qué? ¿Eh? ¡Ah! Si, si. —Más o menos, había entendido lo que querían. Necesitaban una alarma de incendios. ¿No había dicho Mercy que la otra vez se salvaron así? No creía que hubiera suerte una segunda vez, pero al menos serviría de sobre aviso. Para alguien. Quien fuera. Asintió mientras sacaba él movil y habría los planos que había descargado, y que ya de paso había mandado a su correo como medida cautelar. Rápidamente se situó, tampoco es que el sitio fuera enorme a esa escala, y buscó las salidas de emergencia y los puntos marcados con las alarmas de incendios—. Aquí hay, aquí y aquí. —Dijo mirando a Mercy, pero sin dar ningún paso él mismo. Estaba paralizado—. Yo, mmm... ¿Dónde está Marian?

Antes de que Noah sacara el plano que había descargado a su teléfono y comprobase en que lugar se encontraban las alarmas de incendios, Marian ya se había colado en el interior del edificio a través de la única entrada disponible para ellos para buscar a tientas en la pared la alarma. La entrada en cuestión era la que daba acceso directo a los vestuarios de los jugadores y a la pista de hockey siguiendo un recto pasillo, por lo que no se trataba de una salida de emergencia planificada para la evacuación del estadio y por tanto no contaba con una alarma inmediatamente cerca. Pero eso era algo que no supieron hasta que Noah contabilizó las alarmas y las situó en el mapa. Si había una cerca de allí, al final de ese pasillo junto a la pista de juego.

Marian no tenía manera de saber aquello y cuando tanteó la pared sin éxito escuchó un rumor creciente que se acercaba a ella. Giró la cabeza hacía el interior del pasillo y vio un gran número de personas corriendo hacía ella, chocando, empujándose y huyendo por su vida. Algunos cayeron al suelo, tropezaron con banquillos y otros objetos colocados en medio del pasillo o en los laterales, o directamente fueron empujados por aquellos que iban inmediatamente detrás y buscaban salir primero de aquella pesadilla que había en el interior. Los había sin marcas de ningún tipo, pero también había quien llevaba la camisa ensangrentada o estaban heridos. Incluso uno de ellos, tal vez Kowalski del equipo de hockey, corría sujetándose un brazo cercenado a la altura del codo.

Contemplé horrorizada la escena de la matanza de Santa Claus.

-Jo...der- Exclamé al fín

aquello parecía una puta mala broma. Y era de verdad. Mercy tenía razón, y lo de la fiesta había sido una mala idea, pese que en el fondo todo fuera para honrar la memoria de Archie.

Mike!- Grité tapándome la boca ocultando una mueca de horror.- T-tenemos que irnos!! Mike!!!- Tiraba de la mano de Mike para hacerlo reaccionar, en dirección opuesto a donde estaba ese tío. En dirección a la salida.

En mi mente se formaban muchas preguntas, pero de momento solo había una idea clara: Salir de allí YA. desconocía donde estaban el resto. Lo principal era salir de allí cagando leches.

-Mike, corre!! Vamos!- Animé desesperadamente.

Las risas y bromas fueron interrumpidas por ruidos inesperados. Al principio no le dió más importancia, pero Mike no pudo pasar por alto el parón en la música. "Marvin va a matar al capullo que haya tocado sus platos", pensó. Pero el barullo posterior le indicó que algo más sucedía.

- Oh ho, creo que nos han pillado... -dijo, pensando que el ruido de desbandada podría haberse dado porque el rector o los de seguridad habían hecho acto de presencia.

Se asomó tras la puerta con cuidado, viendo si tenían alguna oportunidad de burlar a quien fuese que había llegado para aguarles la fiesta, pero la escena ante sus ojos era tan imposible de creer que tardó varios segundos en responder. Los gritos empezaron a confundirse hasta convertirse en una cacofonía que se iba alejando de sus oidos, mientras que su vista parecía no ser capaz de centrarse más que en pequeñas porciones del suelo: ahora en un brazo, ahora en un charco de sangre, ahora en una chaqueta de los Wildcats. Dió unos pasos, no porque él quisiera sino por el tirón de Lena, pues su mente empezaba a girar a mil revoluciones. Le vino entonces la imagen de Archie, destrozado junto a la estatua del lince en el campus, y la visión se le comenzó a nublar. Notaba su pulso acelerándose, como un motor bombeando gasolina. Dejó escapar un resoplido de rabia, se soltó de la mano de Lena y comenzó a corrar hacia la pista. Una vez en ella, patinó con el ímpetu que solía usar para lanzar por los aires a algún delantero despistado, y se avalanzó contra aquel bastardo, dispuesto a darle una paliza y vengar así la memoria de su amigo.

A pesar del tirón de Lena, de sus amigos yaciendo muertos en la pista de hielo, del peligroso maníaco enfrascado en un frenesí homicida con un hacha afilada y del miedo que atenazaba sus piernas, la rabia que sentía Mike hizo que olvidará todo aquello para enfrentarse a él. La ira que sentía por la reciente muerte de su mejor amigo pudo más que el miedo y Mike logró zafarse del brazo de Lena que sólo pudo ver con horror como su amigo se dirigía a enfrentar la muerte cara a cara.

El hombre disfrazado de Santa Clauss era alto, fuerte y fornido, ancho de hombros, con una mirada atroz sedienta de sangre en un desfigurado rostro que había sido victima de las llamas en un viejo accidente y que quedaba en parte oculto gracias a la barba blanca postiza. Sostenía una pesada hacha similar a la que los bomberos usaban en sus operaciones de rescate, con la salvedad de tener ensangrentada toda la hoja gracias a la masacre provocada.

El Santa se giró hacía Mike al sentir como el mejor defensor de la liga se dirigía hacía él para placarle, ya era tarde para preparar un golpe con el hacha así que se limitó a tensar los músculos para aguantar el envite. Aquel maníaco mostró una desagradable sonrisa como si todo aquello le hiciera disfrutar de alguna sádica manera y estuviese retando a Mike a ver de cuánto era capaz.

-Ho, ho, ho. - Dijo antes de que Mike impactara contra él.

Mike sintió que había chocado contra un puto muro de cemento y ladrillos, pero la fuerza a la que se deslizaba era tal que sintió como el muro cedía y caía al suelo. Se había enfrentado a defensas duros en la liga, pero aquello era como estamparse contra la maldita pared, al menos sus larga experiencia en ese tipo de confrontaciones le habían permitido tener éxito. Mike salió rebotado hacía un costado, cayó de culo y patinó por el hielo. Se había dislocado el hombro por el golpe, pero había conseguido derribar al Santa.