Partida Rol por web

Mercy se asomó a mirar la pantalla del móvil del joven, buscando en él los puntos que Noah iba marcando. La verdad era que esperaba que el chico estuviese algo más orientado que ella, puesto que sus nervios estaban a flor de piel y la joven empezaba a ser incapaz de centrarse... Más aún después de escuchar aquel desgarrador grito.

Cuando alzó la cabeza, tras escuchar la pregunta de Noah, descubrió que ambos estaban solos en la entrada del edificio. - E-est- estaba aquí. - Tartamudeó nerviosa mirando hacia su alrededor, cruzando finalmente la mirada con la de Noah. Mercy le sonrió levemente, pensando en porqué seguía él a su lado, sabiendo como lo estaba pasando con cada muerte y... después de contarle su macabra historia. Iba a preguntárselo, pero el retumbar de pasos, el eco de chillidos de terror que se avecinaban desde el interior del edificio hizo a Mercy mirar hacia la entrada que tenían delante.

- ¡Cuidado! - Exclamó la joven y tirando de Noah, lo separó a un lado de la puerta, dejando al chico pegado a la pared y ella abrazada a él. Los adolescentes, entre aterrados e histéricos, comenzaron a salir cual estampida se tratase. Mercy vio un poco de sangre en la ropa de alguno de ellos y se aferró con más fuerza a Noah. Su mayor temor había cobrado vida por completo y estaba en el interior de aquel frío edificio.

—Si que... —Miró alrededor, se fijó en que no había nadie por la calle y por último se centró en la puerta, a través de la cual empezaba a escucharse un sonido cada vez más alto, frenético. El ruido sordo de pasos, los gritos apagados que, a esa distancia, carecían de sentido alguno. Fuera lo que fuera lo que estaba pasando, lo único que sabía es que se estaba acercando. Y que Marian seguramente habría ido hacia allí.

—Creo que ha debido entrar. —Sus palabras, lentamente, se convirtieron en un susurro asustado a medida que su oído empezaba a detectar algo más que una carrera. Para cuando se dio cuenta de que estaba ocurriendo, sus ojos se abrieron de par en par y se quedó sin respiración—. Oh...

Mercy le apartó en el último instante, protegiéndole con su cuerpo y alejándole de aquella estampida que amenazaba con hacer el trabajo del asesino sin siquiera haberle visto. ¿Cómo habían llegado a eso? Horrorizado al ver lo que debía ser un brazo cercenado, cerró los ojos y dejó que todo aquello pasada.

-Da igual-. Pensó para sí misma al ver cómo la marabunta había comenzado a ponerse en camino. No iba a ser necesario buscar la alarma.

Iban en estampida y se antojaba peligroso más la idea de quedar atrás y ver a un psicópata no era tampoco demasiado halagueña... Así que esperó, esperó unos segundos, otros más... Hasta que finalmente vio un hueco y se metió.

Tuvieron que pegarse contra la pared para evitar ser arrollados por el numeroso grupo de compañeros que huían en estampida del interior del Whittemore Center. Entre la multitud lograron ver a Marian, que pudo salir y hacerse a un lado justo antes de ser también arrollada. Aquella misma situación resultaba igualmente escabrosa. Muchos de los jóvenes que escapaban del horror que se vivía dentro lo hacían con terribles heridas, con sangre en sus prendas de vestir e incluso en sus rostros y en el pelo. Sangre propia o ajena, o incluso mezcla de ambas. La lucha por la supervivencia hacía más grotesco el espectáculo. Una chica de las que iban en cabeza cayó al suelo tras tropezar justo al atravesar el quicio de la puerta, aquellos que iban detrás de ella la pasaron por encima sin miramiento alguno, bien fuera saltándola o incluso pisándola. Un pequeño tapón se formó cuando otro muchacho tropezó con ella y le cayó encima, y luego otro, y otro... Finalmente, la muchacha murió asfixiada y algunos de los demás quedaron allí aturdidos en el suelo. Los que huían en último lugar se detuvieron a ayudarles, conscientes de que el asesino no les perseguía de momento, aunque con igual urgencia. Se llevaron a la chica muerta, probablemente sin ser conscientes todavía de que se estaban llevando un cadáver, y a las personas aturdidas a las que ayudaron a ponerse en pie y caminar por su propia cuenta.

Cuando finalmente el pasillo de la entrada quedó despejado, pudieron ver que encaraban un pasaje oscuro, con pequeños y resbaladizos charcos de oscura sangre en el suelo, la única luz parpadeaba al fondo y no llegaban a ver el final del mismo. Se escuchaba todavía varios gritos aterradores en el interior, de alguien que no había logrado salir todavía o que estaba demasiado herido para hacerlo. Pero a pesar de los gritos, la ausencia de música, risas y gente divirtiéndose era un terrible silencio.

Abrió los ojos tras lo que le parecieron horas, pero que en realidad fueron apenas unos segundos. No debió de llegar a un minuto lo que permaneció ahí, uno terrible que le pareció una eternidad. Para cuando se atrevió a mirar, no era siquiera capaz de enfocar nada en concreto, y temblaba. Prácticamente era incapaz de mantenerse en pie por si mismo, y sabía que lo único que hacía que no estuviera en el suelo, encogido sobre si mismo, era Mercy, su abrazo. En retrospectiva, era gracioso que hubiera pensado, poco antes, que sería él quien la protegería, quien podría ayudarla a seguir adelante, a salir de todo aquello. ¿Si no podía ni protegerse a si mismo, como iba a hacer nada más por otra persona? Triste, avergonzado, esas eran mejores definiciones de lo que sentía.

Haciendo un sobreesfuerzo que no deseaba, pero motivado por no parecer débil —más aún— delante de ella, la apartó suavemente, sin atreverse a posar sus ojos en los de ella, y tan solo suficiente para permitirse moverse. Libre, se movió hacia la puerta que había quedado abierta de par en par, y miró hacia el oscuro pasillo, desierto ahora que todos habían escapado. Exactamente como yo debería hacer. Todos.

El Whittemore Center era ahora una caricatura grotesca de lo que había sido un rato atrás. Las luces habían dejado paso a destellos intermitentes que no auguraban nada bueno. Y si la música había sido demasiado alta, hasta agobiante, ahora el silencio, solo roto por distantes gritos, era opresivo. El corazón le latía con fuerza, aterrado y fascinado a la vez, mientras daba un prisa paso hacia dentro de manera automática, enfrascado en aquella pesadilla onírica e irreal.

Apenas sangre y restos de lo que antes habían sido momentos de jolgorío y gozo era todo lo que alcanzaba a ver Marian allá donde pusiera la mirada en aquel erial que se había convertido el pabellón. No hubo mucho tiempo para regodearse en aquella extraña sensación de soledad, unos gritos que la atravesaron el corazón la devolvieron a la realidad.

-¡Hay que ayudarla!- Gritó más para darse ánimos a sí misma que para comunicar algo a sus dos compañeros. La idea era horrible, era consciente de ello, pero era incapaz de marcharse sin intentar algo antes. Volvió a mirar su móvil, nada.

Entonces sus pies empezaron a moverse con dudas, iba demasiado despacio, más de lo que la situación lo requería. Entonces empezó a caminar más rápidamente pero no sin dudar con cada paso que daba. Era una idea pésima...

Abrazaba a Noah con fuerza. En parte por protección y otra parte por el terror que empezaba a apoderarse de ella misma. Su cuerpo temblaba y sus ojos permanecía cerrados, esperando que la multitud dejase de sonar tan cercana y que los gritos se aplacasen. Cuanto todo se medio calmó en el exterior, fue cuando Mercy abrió los ojos nuevamente y miró a Noah unos instantes. Quizás esperaba que el joven la dijese algo, que la mirase... o que vomitase como había ocurrido anteriormente a causa de la visión de la sangre.

Pero no ocurrió ninguna de las tres cosas, el joven simplemente se liberó del abrazo de Mercy y caminó hacia la entrada del Whittemore Center, ahora libre de gente. - Deberíamos buscar a Ma... - Susurró Mercy a Noah y guardó silencio cuando la vio allí, frente a ellos. A continuación observó la sangre en el suelo y se llevó la mano sobre la cicatriz de su hombro, recordando aquel hachazo y el dolor que la causó. - Pero sobreviví y este loco... es mi responsabilidad.

En ese instante se dio cuenta de que sus compañeros se adentraban en el Whittemore Center y decidió correr tras ellos. El eco de los gritos del interior puso los pelos de punta a Mercy, pero ver a Noah caminar con aquella determinación fue suficiente como para hacerla seguirle y alcanzar a ambos chicos. - La vez anterior nos ayudamos con la alarma contra-incendios, un extintor y bombas caseras... le tenía miedo al fuego. - Les susurró a su llegada. - Deberíamos pensar algo antes de encararnos con él... o quizás... debería mostrarme ante él y hacerle que me siguiera. SIin duda está aquí por mí. - Susurró a ambos convencida de que aquel loco era el mismo que les atacó en su instituto hacía un año y que estaba allí para saldar su deuda con ella.

Ver a Mike cargar contra esa mole navideña hizo que se me parara el corazón.

Mas aún cuando chocó contra ella y salió despedido. El Santa Claus asesino también cayó, con un sonido como de saco de patatas enorme al hielo. Y por si fuera poco encima parecía haberse dislocado el hombro.

-Mike!!- Grite desesperada.

Intente asustada ir a por él y ayudarle. Maldito Mike! Si tan solo hubiéramos corrido! Pero no era buena patinadora, y según entré en la pista me caí de culo.- Mierda!- Y por mucho que lo intentaba no conseguí llegar hasta Mike. Tan solo me sostenía en la propia entrada de la pista, son mi culo helado, viendo como ese Santa Claus se empezba a aincorporar en el medio de la pista.

- Mike, corre!! Vamos!!!- dije mientras me reicorporaba lentamente, sin atreverme a dar un paso mas, agarrándome a la valla, para no caerme otra vez y alargando la mano hacia Mike.- Vamos, Coge mi manos, vamos!!!

Un terrible temblor en el cuerpo les acompañaba durante el camino por el siniestro pasillo, era el miedo que sentían de estar dando pasos hacía un lugar del que su propio instinto de supervivencia les indicaba que debían evitar. Lo sensato era huir en dirección contraria, pero tenían que convencer a sus piernas de lo contrario para dar un nuevo paso hacía el interior de un Whittemore Center completamente transformado.

Noah señaló el punto exacto donde se encontraba la alarma de incendios. Apenas diez metros más adelante el pasillo terminaba dando lugar a la pista de hielo del complejo. Los gritos allí eran más cercanos, y también la sensación de peligro y el miedo. Podían ver un pequeño trozo de la pista, que era el lateral de la banda pegado a las gradas: el hielo estaba teñido de sangre y pudieron ver parcialmente un cuerpo femenino tendido sobre la pista. Era difícil saber quien era en ese estado, pero bien podría ser Lena, a quien no habían vuelto a ver desde mucho antes que empezase todo aquello, u otra compañera de la fiesta.

Lena corrió hacía Mike para ayudarle a levantarse pero el hielo, la sangre, las prisas y el miedo se mezclaron de manera fatal y la muchacha terminó resbalando y cayendo al suelo nada más impulsarse para salir a por su compañero. Mike entre tanto, dolorido por el tremendo golpe que se había dado contra aquella mole, trató de levantarse a duras penas sintiendo que su hombro se había salido de su sitio.

El Santa se encontraba conmocionado y aturdido sobre el hielo por el tremendo golpe que le había propinado Mike, pero ya empezaba a recuperarse y no estaba nada contento. Se giró en el suelo en busca de su hacha y lanzó un fiero gruñido hacía Mike. Mientras Mike y Lena se levantaban, el Santa reptó por el hielo hasta coger su hacha, un par de metros separada de él y comenzó a ponerse en pie.

Tenían apenas un par de segundos para ganar algo de ventaja en la huida.

Mike dejó escapar un grito al chocar contra Santa. En toda su carrera deportiva nunca se había dado contra alguien así de duro. Cayó, deslizándose por el hielo, y se llevó la mano al hombro, para asegurarse de que su extremidad seguía allí en lugar de haber sido pulverizada, tal y como el dolor le hacía creer. Le costó un rato recuperarse y darse cuenta de que debía hacer algo. Aquel tio era una mole, y con el hombro fuera de sitio no iba a conseguir hacer mucho más. Escuchó entonces a Lena llamarle. Se giró hacia ella, después hacia el asesino. Negó con la cabeza y se puso de pié, entendiendo que lo principal en aquel instante era salvar el pellejo. Dejó escapar otro quejido mientras empezaba a patinar hacia ella, alargando la mano para coger la suya. Tansolo esperaba que aquel Santa no resultara ser también hábil patinando.

- ¡Vamonos! -dijo a Lena antes siquiera de llegar a su altura.

Quería decirla que no, pero estaba demasiado asustado. No podía hablar. Apenas era capaz de hacer otra cosa que caminar arrastrando los pies, e incluso señalar la alarma contra incendios supuso un enorme esfuerzo para él. Y una vuelta a la realidad. No estaba en un cuento de terror ni en una pesadilla de la que pronto despertaría. Era la vida real, peor que un mal sueño o que cualquier historia que hubiese deseado vivir de haber sabido como sería. Y estaba indefenso, a merced de lo que fuera que esperara ahí dentro. Lo últimos metros fueron los peores, y al llegar hasta el límite del pasillo, a unos palmos del botón que haría sonar el agudo pitido que alertaba del fuego, se quedó inmóvil, incapaz de seguir.

Desvió la mirada hacia Marian, con lentitud, con miedo. Se aseguró de que estaba allí, y en seguido volvió su atención hacia Mercy. No podía dejarla hacer ninguna estupidez. No podía dejar que se ofreciera como cebo. Por mucho que deseara correr, no podía dejarla sola. Aunque tampoco quería entrar ahí. Sabía que al hacerlo, perdería una parte de sí mismo para siempre.

¿Entonces?

Posó sus ojos, otra vez, en el pequeño cuadrado rojo, y acercó la mano, titubeante. ¿Serviría? ¿Huiría el asesino? Algo le decía que no iba a funcionar el mismo truco otra vez, y no es que supiera hacer bombas caseras para reforzar el miedo de aquél psicópata. Tal vez, con los materiales, podía fabricar algo que en una película funcionaría, pero que allí, en la vida real, no estaba seguro. Tenía que conformarse con lo que tenía a mano.

Con evasiva determinación, por no decir ninguna, apretó finalmente la alarma y aguardó el característico timbre que tantas veces había oído en su vida durante los simulacros de incendios. 

Lena resbalaba en el hielo del suelo de la pista mientras intentaba ponerse de pie con los nervios jugándole una terrible mala pasada. Tras desistir en su intento por levantarse, reptó por el hielo buscando acercarse a Mike y tenderle una mano. El joven, a pesar de tener el hombro dislocado, logró levantarse con agilidad y ayudándose del brazo bueno tendió una mano a Lena para ayudarla a levantarse y salir de allí pitando a toda velocidad. El Santa ya había recuperado su hacha y trataba de levantarse a duras penas, su envergadura lo complicaba y debía hacerlo lentamente, además todavía estaba algo aturdido por el golpe. Pero a ninguno de ellos les quedó la menor duda de que lograría levantarse de un momento a otro e irles a la zaga.

Mike aprovechó su habilidad sobre el hielo para deslizarse a más velocidad y ayudar a Lena a darse prisa en huir. En ese instante comenzó a sonar la alarma de incendios con un estridente sonido que les obligaba a apretar los dientes y hacía que sufrieran por sus tímpanos. El metálico y repetitivo sonido ganaba fuerza en la pista, produciéndose un eco contra las gradas. Mike y Lena aprovecharon el momento para salir disparados hacía el pasillo que llevaba a la única salida del edificio que conocían que estaba abierta, aquella por la que habían entrado a hurtadillas para preparar la fiesta. Tuvieron que esquivar los cuerpos de algunos compañeros que yacían en el suelo, e incluso se fijaron que había supervivientes entre ellos.

El misterio de quién había activado la alarma de incendios lo encontraron al cruzar la puerta del pasillo que conectaba la puerta con la salida secundaria. Allí se dieron de bruces con un grupo de tres personas y pudieron reconocer a Noah, todavía con el dedo sobre el botón de la alarma, acompañado de Mercy y Marian.

Cuando activaron la alarma de incendios comenzó a sonar un estridente sonido capaz de hacerles apretar los dientes y sufrir por sus tímpanos. El metálico y repetitivo sonido ganaba fuerza en la pista, donde se originaba un efecto de eco contra las gradas. Apenas había soltado Noah el dedo del botón de la alarma fueron sobresaltados por unas figuras que se abalanzaron sobre ellos a toda velocidad.

Un desdibujado Mike, con el rostro dolorido pero aparentemente de una pieza, acompañado de Lena, también sana y salva, se presentaron ante ellos huyendo de algo que había a sus espaldas. A ninguno de los tres les costó imaginar de qué huían.

- ¡VAMOS!

Mike consiguió coger la mano de Lena y levantarla del suelo. A pesar de haberle tendido el brazo intacto, el tirón le probocó una tensión en el hombro dislocado que le hizo apretar los dientes. Salió de la pista tan rápido como fue capaz, no pudiendo evitar posar la mirada sobre algunos de los invitados a la fiesta que aun se movían, agonizando sobre el hielo. Echó la vista atrás un instante, lo suficiente como para ver a aquel tipo enorme ponerse en pié. Si no salían de allí inmediatamente, estaban jodidos.

Fue entonces cuando un sonido estridente casi le deja clavado en el sitio. Era la primera vez que lo escuchaba en aquel sitio, pero sabía perfectamente lo que significaba. ¿Tendrían que huir también de un incendio? Agarró con fuerza la mano de Lena y miró a su alrededor con urgencia. No podían volver al pasillo del almacén, pues no tenía salida. Solo les quedaba volver por donde habían entrado al estadio. Mike corrió hacia allí, con su brazo colgando y bamboleándose, inerte. Llegaron por fin al pasillo de salida, pero al girar la esquina se paró en seco y dejó escapar un grito de sobresalto. Había alguien más allí. Tardó unos segundos en reconocer quiénes eran, aunque verlos no terminaba de tranquilizarlo. Ayudó a Lena a que terminara de entrar en el pasillo y empezó a empujar a los demás hacia la salida, con el brazo que aun le quedaba en su sitio.

- ¡Vámonos de aquí, ese cabrón no tardará en alcanzarnos!

La tensión de aquel cadáver femenino la dejó allí, plantada en aquel lugar... ¿Lena? No... No me digas que tú también... Un torrente de pensamientos se agolpaban en las sienes de su cabeza provocándole una fuerte jaqueca. Aquello estaba resultando terrible, mucho peor de lo que la habían anticipado. 

De golpe ahí llegó como un zumbido incesante que terminó por empeorar su jaqueca, ¿la alarma de incendios, ahora?... No tuvo tiempo de cabrearse pues una estampida humana la hizo centrarse en lo importante. ¡Ahí estaban Lena y el idiota de Mike! Nunca se había alegrado tanto por ver aquel idiota, incluso estaba dispuesta a aguantar varias de sus puñeteras bromas si todo aquello acababa.

- ¡Vámonos de aquí, ese cabrón no tardará en alcanzarnos!

-Mierda- No necesitaba que se lo dijesen dos veces, así que echó a correr por delante de los recién llegados como alma que llevaba el diablo. 

Aunque debería estar preparado para aquél agudo pitido, no lo estaba. El silbar de la alarma se le metió en la cabeza pese a que, por acto reflejo, se llevó las manos a los lados, intentando en vano taparse los oídos. Era un sonido molesto, sin duda, pero se alegraría si pudiera escucharlo alguna vez más después de aquella noche. Al menos, significaría que estaba vivo, cosa que no tenía tan claro que fuera a suceder. Lo más probable es que me encuentre cara a cara con ese psicópata, me quede paralizado, temblando, embobado como si fuera algún tipo de broma macabra, y le deje hacerme pedazos. Igual que a Archie, a Hellen y a saber a cuantos más. Esa, incluso, podría ser Lena.

Pero no lo era. Sacándole de sus pensamientos, como siempre pero esta vez sin que hubiera ningún aire burlón, ni una pizca de gracia en sus gestos, en su forma de andar o en su mirada, apareció Mike, y junto a él, a quien creía ya muerta. De no haber visto el estado en el que estaban, podría haberse incluso alegrado, pero no lo hizo. Ver el brazo que pendía inerte pero aún sujeto, le causó pánico. Apenas hizo falta que le empujara un poco para que se diera la vuelta y, haciendo caso, echara a correr. Tan solo perdió un instante. Un solo segundo, en el que cogió la mano de Mercy para tirar de ella. No podía dejarla ahí.