Partida Rol por web

Cuando Mike llegó hasta mi sentí un gran alivio, pero en la misma linea de visión estaba el maldito Sant Claus.

Corrimos por el pasillo como alma que lleva el diablo, y la alarma de incendios comenzó a sonar. Al fondo, Noah parecía que lo había hecho saltar.

- Corred!! (Insensatos)- Mike tiraba de mi con su brazo bueno, pese el topetazo con ese tio.

Al parecer el miedo nos daba alas a todos, ya que salimos corriendo de allí sin mirar atrás, sin mirar abajo para descubrir lo que estábamos (o a quien) estábamos pisando. Noah cogió a Mercy, y Marian salio pitando también. Pero... ¿a donde ir? Si todo era como Mercy nos lo había explicado, ir lejos era lo mejor, pero... ¿ donde?

Joder, ahora mismo, cualquier sitio menos allí.

Mercy se quedó clavada en el sitio, viendo con terror como todo lo que había visto en el pasado, todo lo que había vivido, se repetía nuevamente ante sus ojos. Pero su mirada no solo recorría el lugar por aquello. Quería verle, cerciorarse de que era él. Aunque simplemente por como iba todo sabía que lo hacía el mismo loco de un año atrás. - Debí cambiarme el nombre antes de venir. - Susurró temblorosa mientras veía como dos figuras se acercaban corriendo. 

Pero el color rojo y el blanco no estaban en sus ropajes, no en su totalidad al menos, por lo tanto su mirada ni se centró en ellos. Seguía buscando al agresor y sobre todo ver si el sonido de la alarma le había asustado. La voz de Mike resonó en su cabeza lentamente, al igual que las demás. No se dio ni cuenta de que el joven tenía el hombro dislocado y, de no ser por el tirón de brazo que dio Noah a la joven y que no la soltó, haciéndola correr hacia la salida con los demás, la joven Wells se hubiese quedado allí plantada, inmóvil. Indefensa y vulnerable.

Pero quizás fue el instinto de supervivencia lo que la hizo correr junto a Noah, aferrándose con fuerza a su mano y dejándose guiar por él, mientras trataba de mirar hacia atrás, buscando a aquel cruel y sádico asesino, pendiente de si les seguía o no.

El pasillo en el que se encontraban, aquel que daba acceso directamente a la pista del Whittemore Center desde un lateral del estadio, cumplía normalmente la misión de acceso secundario al pabellón reservado casi en exclusividad a los jugadores de ambos equipos y su cuerpo técnico, árbitros, delegados, y otros miembros de similar estatus. Era un pasaje estrecho, con bancos o sillas colocados a los lados en alguno de sus tramos, y poco más. Justo antes de llegar a la pista, un par de metros antes, allí donde habían activado la alarma de incendios, comenzaban sendos pasillos similares a ambos lados que llevaban a los vestuarios del equipo local y visitante. También había alguna puerta previamente que daba acceso al vestuario de los árbitros o a cuartos de almacenaje.

Era un pasillo oscuro, tan sólo un tubo fluorescente alumbraba toda su longitud y parpadeaba continuamente con un repetitivo sonido tintineante fruto del desgaste. La blanca luz reflejada en el hielo de la pista a sus espaldas y la luz de las farolas del exterior, alumbraban mejor los extremos del pasillo que el propio tubo. Muchos de los invitados de la fiesta, aquellos que habían sobrevivido, habían huido a través de ese pasillo hacía el exterior, justo antes de que Mercy, Noah y Marian regresasen. Eso había provocado que en el suelo se vieran gotas de sangre de los heridos y que la pared blanca tuviese manchas de manos ensangrentadas.

Mercy miraba hacía atrás, esperando ver a la siniestra figura con la barba blanca, el gorro y el traje rojos, las pesadas botas negras y la terrible mirada de sádico en su rostro desfigurado. Pero a pesar de la alerta de Mike para que huyeran, asegurando que les pisaba los talones, no logró verle aparecer en el umbral de la puerta. No obstante, todos hicieron caso a sus advertencias y corrieron hacía la salida, incluso Mercy, una vez que Noah tiró de su brazo y la sacudida le devolvió a la realidad. Apenas unos metros antes de alcanzar la puerta de salida vieron, para su desgracia, como se cerraba rápidamente oscureciendo, todavía más, los últimos metros que les separaban. No entendieron qué había pasado hasta que vieron la cara compungida y asustada de Julius Rockwood asomarse al ojo de buey de la puerta.

-Lo siento chicos. -Dijo el rubio, apuesto y atlético compañero de los Wildcats de Mike, aquel con el que Lena se había jugado la chaqueta del equipo. -Lo siento. -Repitió antes de mirarles con gesto apenado y salir huyendo del lugar. En algún momento se había hecho con las llaves con las que habían logrado acceder al Whittey y ahora había cerrado la puerta para evitar que el maníaco disfrazado de Santa Claus persiguiera a quienes habían salido por las calles del exterior. Los estaba sacrificando para ganar tiempo mientras escapaba cojeando, seguramente herido por el afilada hacha.

Mercy volvió a mirar al fondo del pasillo y ahora sí descubrió al Santa Claus en el otro extremo. Debido al contraluz no podían ver más que una oscura y siniestra figura que avanzaba lentamente y sin que el estridente sonido de la alarma pareciera afectarle. El tubo fluorescente averiado iluminaba brevemente la figura, desvelando los rojos colores del traje y el enorme hacha que portaba en sus manos.

Fue inútil. Sus esperanzas, al igual que su huida, se terminaron en un instante cuando la puerta se cerró de golpe. Hijo de puta. Apenas fue consciente de si tan solo lo pensó o si lo dijo en alto. Seguramente, tal como estaba, habría sido incapaz de emitir nada más que un gemido lastimero al ver como Rockwood, al que apenas conocía más que de vista, les dejaba allí, a merced del asesino. Un sacrificio para salvarse él. ¿Acaso podía recriminarle algo? Quería pensar que, si él hubiera estado en la situación del deportista, habría actuado de otra manera, habría ayudado a quienes pudiera. Pero no lo tenía claro. Aún así, Julius esaba fuera y él mismo dentro, así que le maldijo igualmente mientras se daba la vuelta.

Allí estaba, el fin. Todo lo que habían hecho, para acabar exactamente como temía que iban a acabar: frente a frente con un loco que tenía una muy macabra y retorcida idea de lo que era el espíritu navideño. Aterrorizado, dio un paso atrás, mientras sus ojos se movían como locos en busca de una salida...

Corriendo todo lo rápido que pudo, Mike llegó a la puerta justo cuando esta se cerraba. Se pegó al cristal de la ventanilla mientras Julius, su propio compañero de equipo, los encerraba allí dentro.

- ¡Julius! -gritó aporreando la puerta.- ¿Qué cojones haces, cabrón? ¡Abre la puta puerta! ¡Julius!

Después de varios insultos y golpes más, se resignó ante la idea de que aquella no sería su escapatoria. Se giró entonces, viendo la figura descomunal de aquel tipo dibujada en el umbral. Se quedó clavado unos segundos, no sabiendo si volver a cargar contra él. Pero entonces miró a sus compañeros, y entendió que un fallo por su parte supondría que todos acabarían muertos en aquel callejón sin salida. Su única opción era correr por alguno de los pasillo laterales. Fue entonces cuando recordó.

- Hay otra salida. -dijo mientras echaba a correr hacia uno de los pasillos.- Hay una puerta por donde meten material directamente a los almacenes*. ¡Corred!

Fue a meterse en el pasillo, pero al acercarse a aquel psicópata tuvo un momento de duda. Se quedó quieto, recordando el topetazo que había tenido contra él. Entendió que si alguien podía pararle los pies, aunque fuese unos segundos más, era él. Ya lo había hecho antes en la pista, podría hacerlo de nuevo si hiciera falta. Aunque se hubiera dejado el hombro en el intento anterior, quizás merecía la pena. Hizo señas con el brazo bueno para que sus compañeros se metieran por el pasillo de los almacenes, mientras él se interponía entre Santa y los demás. No pensaba quedarse allí más tiempo de la cuenta, solo el suficiente para que pasaran todos y unirse a ellos en la huida. Mike no era un héroe, pero después del choque le quedó claro que hacía falta una Torre para frenar a aquel bastardo.

Mercy no salía de su asombro. No solo estaba allí, frente a ellos, tal y como le recordaba. Sino que además, parecía que no temía ya al fuego. Al menos no a la alarma contra-incendios. O quizás es que había aprendido la lección y no iba a picar dos veces en la misma trampa. La joven mantenía su vista clavada en él y en aquel hacha que potaba, de la cual iba goteando la sangre de alguna de sus víctimas. 

Estaba tan centrada en él, que no se dio cuenta de que la habían encerrado allí con los demás hasta que Mike les empujó a correr a todos en busca de una salida. Tal y como hiciese Noah anteriormente, la joven hizo lo propio con él, tiró de su mano. - Vamos Noah, nos toca correr. - Le dijo mientras se aferraba a la mano del joven y arrancaba a correr hacia el lugar que les indicaba Mike. 

Mientras lo hacía, no dejaba de mirar al monstruo del hacha y traje de Santa Claus, era casi imposible saber quien era así vestido, pero estaba segura de una cosa: él si se acordaría de ella, si es que realmente era él. Pero la joven mantenía la esperanza de poder descubrirle reconociendo sus ojos y rasgos circundantes. Algo que tenía grabado en su cabeza como si lo hubieran hecho con fuego.

-¡Cabrón! -Dijo golpeando la puerta a la vez que acompasaba sus puñetazos con patadas a la puerta metálica - ¡Abre de una vez desgraciado! ¡Joder vuelve! ¡Que no te vayas payaso!-Una retahíla de palabras malsonantes e insultos cada vez más feos salieron disparados de la boca de Marian como si se tratase del potente chorro de voz de una soprano.

Aunque "Mike" desistió antes, ella siguió haciéndlo aún sabiendo que era inútil. Sin embargo no sabía qué otra cosa podían hacer, estaban encerrados, encerrados aquel grupo y al otro lado de alguna parte había un maníaco con un hacha que había dado cuenta de varias vidas. De críos sin embargo aquel tema de la edad parecía resultar baladí para el asesino.

- Hay otra salida. -dijo mientras echaba a correr hacia uno de los pasillos.- Hay una puerta por donde meten material directamente a los almacenes*. ¡Corred!

-¿Qué? -Preguntó deteniendo su insistencia. -No hubo tiempo de más, reaccionó como un resorte echando a correr tras Mercy y Noah. No tenía ni idea de qué sitio se trataba pero estaba segura de que estaba a punto de descubirlo. 

Mike recordó de súbito que había otra salida cuyo acceso se encontraba allí mismo, en el pasillo, y cerca del extremo en que se encontraban. Era una pequeña salita que daba acceso a los almacenes y al exterior, por donde introducían el material sin necesidad de estorbar a los jugadores cuando había partido. La mayor parte de los perritos calientes que se vendían durante los partidos entraban por esa puerta y se almacenaban en el almacén colindante. Mike corrió hasta la puerta y a abrió de par en par al tiempo que hacía gestos apresurados a los demás para que fueran pasando. Él se colocó entre ellos y Santa para protegerles de ser necesario. 

La silueta del Santa Claus se fue acercando hacía ellos poco a poco, caminaba con parsimonia y completa tranquilidad. Arrastraba la hoja de su hacha por la pared al tiempo que silbaba la melodía de ‘Jingle Bells’. La luz del fluorescente que parpadeaba en el pasillo le iluminó el rostro cuando pasó bajo ella y Mercy pudo reconocer la siniestra mirada bajo el navideño gorro y la barba postiza. Era una mirada que jamás iba a poder olvidar. Reconoció inmediatamente los otros rasgos que se podían apreciar de su cara semicubierta, como la piel quemada de su rostro y su sonrisa sádica. No cabía duda, era él. 

En cuanto Mercy le habló, fue consciente de que tenía que moverse. También de lo que acababa de decir Mike: había una salida. Podían escapar. Motivado nuevamente, no estaba muy claro si por el miedo o por el alivio, echó a correr aún cogido de la mano de la chica, hasta pasar por la puerta que les había indicado el jugador. Tal vez estaban un poco más cerca de escapar, pero no estaban aún a salvo.

—¡Mike! Entra ya, maldita sea. —Parando un instante, tiró de él para que se diera cuenta de que ya habían pasado todos. Cada segundo importaba. Su mente volvía a funcionar—. Tenemos que bloquear la puerta. ¿se puede? —Había abierto Sullivan, y no se había fijado. Pero tenían que ganar tiempo, no solo mientras salían de allí, sino para que llegara la policía. Si aquél loco escapaba, daría igual lo lejos que corrieran, les encontraría, igual que había encontrado a Mercy pese a la distancia. A aquél psicópata no parecía importarle lo mucho que diera con su presa, sabía que al final acabaría su caza.

Hasta que le detuvieran.

-No te hagas el héroe- Insistió Marian desde dentro. Puede que aquel tonto heróico no la veía pero la joven afroamericana se había colocado a un lado de los estantes y quería utilizarlo para bloquear la entrada. Sería suficiente para intentar salir y tal vez en el proceso dejar a aquel tarado con un hacha y una extraña fijación por la navidad encerrado en aquel polideportivo en el que nada volvería a ser igual.

-¡Entra y ayúdame!- Dijo por última vez antes de intentar con sus escasas fuerzas desplazar aquella mole.

Aquel pasillo se me hacía estrecho.

Demasiado estrecho. Ver la puerta cerrarse con el capullo del nenaza de Julius largarse, dejándonos allí abandonados, me puso algo histérica. Solo un poquito.

- Te voy a matar, hijo de puta mal nacido. Maricón de mierda!!!! Julius me voy a cagar en tu puta chaqueta que huele a cerdo!!! Vuelve!!!- Nah, lo justo. Pero la chaqueta se la gané justamente.

Un sonido hizo que me volviera, haciéndome poner los pelos de punta. Un sonido metálico contra la pared, y esa cancioncilla navideña... Mierda.

Seguí al resto cuando Mike abrió una puerta de un almacén o algo así. Puto héroe... Tenía el brazo dislocado y aun así se enfrentaría a ese monstruo si era necesario. Apreté los dientes con fuerza, quizá de pura rabia o frustración por estar allí encerrada con ese asesino. Pero no podía dejar a Mike cargar con todo. Por eso, antes de que cerráramos la puerta, alargué mi brazo sacando fuerzas de flaqueza, junto al de Noah, y tiramos fuerte de Mike para que entrara justo en último momento, antes que que el Santa llegara hasta él.

Cerramos la puerta e intentamos bloquearla con una estantería. Marian parecía que no podía con ella. Así que me puse a su lado para empujarla también.

- Mercy, Noah!! Sujetad la puerta! Que no entre!!! Mike tiene el brazo dislocado!!

No... no... no puede ser... - Balbuceaba Mercy un tanto ajena a las palabras de los demás.- Es él... pero... ¿cómo? ¿Por qué? - Venganza. Esa era la única palabra que resumía aquella situación y Mercy sabía que no se contentaría solo con su sangre. Había visto a sus nuevos amigos y querría la suya también.

Mike pasó por delante de sus ojos, arrastrado por Lena y Noah, pero eso no hizo que la joven Wells reaccionase. Solo cuando escuchó su nombre de boca de Lena, miró hacia la puerta, hacia donde avanzaba aquel loco psicópata con su fría y cruel mirada. - ¡Te vencimos una vez, Stark! ¡Lo haremos otra! - Exclamó al tiempo que agarraba la puerta para cerrarla con toda la fuerza que pudiese. - ¡La policía sabe que estás aquí y esta vez te espera la silla eléctrica! - Dijo segundos antes de que se cerrase la puerta, esperando la ayuda de alguien más para contenerla.

- Al primer hachazo, suelto... - Pensó recordando en aquel momento la película "El Resplandor" y al loco de Jack tirando la puerta abajo con el hacha para "saludar" a su amada esposa. - Menudo momento para recordar esa escena.

No sabía muy bien que iba a hacer él. Que podía hacer. Seguramente nada, pero todos lo estaban intentando. Todos luchaban por sobrevivir. Y él no podía dejar a Mercy sola.

Mike esperaba a que todos pasaran detrás de él, con la mirada puesta sobre Santa. Le resultaba imposible mantenerse quieto ante la simple idea de que aquel tipo les cogiera antes de que pudieran siquiera entrar en el pasillo, y no paraba de moverse y de dar pequeños saltos en el sitio. Quizás fueron los propios nervios, quizás el estrés de todo aquel día, o quizás fueron todos los golpes en la cabeza que se había llevado durante su carrera deportiva, pero a Mike le pareció oportuno empezar a burlarse del psicópata.

- ¡Eh, caratorrezno! ¿No tenéis crema solar en el Polo Norte? San Nicolás... ¡San Nicolashostias que te voy a dar si te acercas, payaso! ¡Te voy a hacer cagar los ladrillos que llevas dentro para hacertelos tragar de nuevo!

Mientras soltaba su inutil retaila, acompañada de saltitos y gestos con el brazo intacto, escuchó que le increpaban desde el interior del pasillo. Por fin habían pasado todos, hora de largarse. Entró y ayudó a cerrar la puerta, apoyándose en ella un instante.

- Joder... -dijo para sí mismo, jadeante, dándose cuenta entonces de la gilipollez que acababa de hacer.

Miró a su alrededor y vió que Marian y Lena intentaban mover una estantería. Se separó de la puerta y fue hasta ellas, colocando el hombro sano contra el mueble y empujando con todas sus fuerzas.

- Mercy, ¿has dicho que ya lo vencísteis? ¿Cómo? El tio es duro como una puta piedra.

La escena de la mítica película protagonizada por Jack Nicholson que Mercy estaba recreando en su cabeza cobró vida, más allá de la imaginación de la joven, cuando Mike apartó la cabeza de la puerta y un trozo de hierro afilado y ensangrentado ocupó el espacio donde había tenido apoyado su cráneo apenas unos segundos antes, haciendo saltar por los aires trozos de madera astillada. Prácticamente todos ayudaron a colocar una de las estanterías sobre la puerta para boquear la entrada del asesino al interior del almacén. 

El cabezal del hacha desapareció para volver a golpear con fuerza otra zona de la puerta con igual violencia. Pronto entendieron que aquella estantería serviría para obstaculizar el paso del Santa asesino, pero no para detenerlo. Debían buscar una salida cuanto antes. Mike fue hacia la puerta por la que metían el material del exterior en ese almacén. Una gruesa puerta de metal sin ningún tipo de ventana al exterior que encontraron cerrada para su desgracia. La única opción posible que tenían en esos momentos era avanzar hacía el interior del Whittemore Center a través de los almacenes y buscar otra posible vía de escape. 

Un tercer golpe a la puerta que hizo restallar la madera les recordó la urgencia de la situación, 

El primer hachazo le provocó un sobresalto, seguido de un escalofrío. Cuando el tercero dejó otro hueco en la puerta a través del que podían ver al maníaco que había detrás, estaba directamente congelado. En las películas no solía ser así, los protagonistas solían correr, buscar algún escondite, idear un plan y, finalmente, alguno incluso triunfaba. En aquél momento, sin duda para que aquello pasara, iba a tener que ser otro el que tomara la iniciativa. Cualquiera, en realidad, porque quitándole a él, todos parecían haber superado el miedo inicial, el terror que inspiraba aquél loco, y se atrevían además a imaginar que podían salir de allí con vida. Noah no lo tenía tan claro, habían tentado a la suerte demasiado y pronto les llegaría la hora, pero hasta entonces se limitó a confiar en que uno de sus compañeros acabara con Santa.

Mike, por ejemplo.

—¿Por...? —Carraspeó, aclarándose la garganta en un intento de que saliera algo más que un hilillo de voz apenas perceptible—. ¿Por dónde? —preguntó al chico, que debía de ser el único que conociera eso. Donde el jugador fuera, a él le parecía bien.

Mike se echó a un lado justo a tiempo. Si hubiese tardado un segundo más en apartarse, su cabeza habría quedado tan abierta como la puerta que acababan de cerrar. Observó unos segundos el hacha romper la barrera, viendo que al menos habían dejado a aquel tio fuera. Sintiéndose triunfante por ello, se echó a reir y a sacar la lengua, y le hizo un corte de mangas a Santa. Pero su alegría terminó rápidamente cuando puso la mano sobre la puerta de salida. Cerrada.

- ¡Mierda! -exclamó mientras daba una patada al metal.

El hacha seguía avanzando. Mike entendió que no les quedaba más remedio que tirar por la tercera opción y avanzar por la zona de almacenes. Con suerte encontrarían otra salida, aunque fuese una ventana por la que poder escurrirse. Abrió la puerta y pasó, instando a los demás a hacer lo mismo.

- Mercy, ¿piensas responder? ¿Cómo vencísteis a este cabrón?

Mercy se había quedado bloqueada, apoyada en la puerta, viendo como el hacha la atravesaba décimas de segundo después de que Mike se hubiese retirado. Pero la joven se tuvo que retirar para poder bloquear aquella puerta, mientras se anunciaba que tendrían que continuar por dentro del edificio.

La joven seguía conmocionada después de reconocer a aquel loco y las palabras y preguntas previas de sus compañeros se esfumaron bajo los golpes del hacha. Pero Mike reclamó nuevamente su atención y la joven le miró con miedo. - Con fuego. - Dijo al fin. - Usamos todo lo que tuvimos a nuestro alcance, pero fue la alarma contra incencios la que le dio la pista a Troy de que temía al fuego... y, junto al empollón de la clase, hizimos bombas caseras...

Mercy miró hacia la puerta antes de salir de aquella sala. Aquello no le detendría demasiado tiempo. Su mano seguía unida a la de Noah, era como si se hubiese quedado pegada a él. - Pero creo que esta vez eso no le detendrá. Ni se inmutó con la alarma... - Anunció con temor en sus palabras mientras buscaba la siguiente habitación por donde seguir huyendo.