Partida Rol por web

-Cuando fui al baño -explicó Sid-, había una tipa disfrazada de Santa Claus que tenía una cara horrible la muy put...- se corrigió antes de decir aquella palabra. No porque no la hubiera dicho ya delante de su padre más de una vez, en ocasiones incluso en momentos nada apropiados, sino porque había otros críos delante y Sid se sentía como demasiado mayor y no quería dar mal ejemplo. Bendita fuera. -Pues eso, me atrapó antes de que pudiera alejarme de ella. Le di una buena patada entre las piernas pero fue como si no sintiera nada. Me puso algo asqueroso en la boca y me sacó por la puerta del servicio. La muy cabrona se había cargado al pizzero y el puto Santa Claus, no es broma te lo juro, estaba allí fuera con un saco enorme donde me metieron. Forcejeé todo lo que pude, pero eran muy fuertes, así que se me ocurrió lo de la zapatilla. Luego sentí que me metieron en una furgoneta. Cuando me dejó salir del saco estaba en el zulo ese con los otros críos, y luego llegaron más. 

Sid no entendía muy bien el motivo que les había hecho secuestrarla a ella y a los otros chavales, aunque sospechaba que no era nada bueno y se sentida aliviada de que su padre la hubiera encontrado. Tampoco parecía comprender que aquel tipo era en realidad un cadáver andante, y que su esposa era tanto de lo mismo. 

Troy se puso algo nervioso ante la situación que se le presentaba. Se las prometía muy feliz para salir de allí ya con los críos, pero entonces se encontró el candado y la cadena en la puerta, y se preguntó quién y por qué había puesto aquello allí, aunque ninguna de las posibilidades que se le ocurrió le pareció nada alentadora. Congregó a los chavales junto a Sid y se puso a buscar la manera de salir de allí, tal vez reventando la cadena, que era demasiado gorda, o el candado que parecía de buena calidad. Maldijo su suerte, y a pesar de que encontró una barra de hierro suficientemente gruesa, supo de inmediato que no lograría forzar la puerta con aquella cadena, y que ya podía olvidarse de hacer saltar el candado de esa manera. Cuando más agobiado estaba sintió que de una de las aulas cercanas a la salida, una en la que había pasado demasiado tiempo porque era el aula de los castigados, salía una corriente de aire fresco que le provocó un escalofrío, cuando se acercó a mirar descubrió que la pala de la excavadora que estaba a punto de destruir aquel edificio de mierda de una vez por todas, se había comido ya un buen cacho de pared. Lo suficientemente grande para que pudiera sacar por allí a toda la cuadrilla de chavales que iban con él. Cuando volvió con una sonrisa en la cara y un profundo alivio por no tener que llevar a los chavales por el pabellón, escuchó la voz de Jim gritando, precisamente, desde allí.

<<¡STAAAAAARK! TENEMOS A TU MUJER, ¡LA VAMOS A DESCUARTIZAR MALDITO CABRÓN!>>

Tras unos momentos de búsqueda, le quedó más que claro que aquella cadena iba a quedarse donde estaba. Se apoyó en el marco de una puerta, empezando a sentir que tantos contratiempos seguidos le estaban drenando las energías a gran velocidad. Alzó entonces la vista y se fijó en qué aula era. De todos los agujeros del instituto, aquel llevaba especialmente el nombre de Troy. Caminó por la sala, ahora desolada, y pudo recordar todos los detalles de la misma tal y como la vio por última vez, tanto tiempo atrás. Un escalofrío le recorrió el cuerpo, pero no por la nostalgia. Allí estaba su salida, un hueco en la pared que le habría ido de perlas en sus tiempos de castigo, y que ahora volvía a infundirle fuerzas para seguir.

Volvió corriendo junto a los niños y les hizo una animada señal para que le siguieran. Se acercó al hueco para asegurarse de que no hubiera algún hierro u otro peligro para los niños. Lo último que necesitaban era que uno de ellos se quedara allí atascado. Tras la inspección, se giró con una sonrisa satisfecha hacia los niños, pero algo llamó su atención. Una voz en el pasillo le llevó a pedir silencio a los niños y a acercarse de nuevo al marco. No había duda, era Jim. Su mirada saltó del pasillo vacío a los críos varias veces mientras sentía de nuevo aquella sensación extraña de estar a punto de lanzarse al vacío. Se acercó a grandes zancadas a Sid y la tomó por los hombros.

- Escúchame bién. Os voy a sacar de aquí, y cuando estéis fuera quiero que vayáis a la primera casa que veas. Aporreas a la puerta hasta que te abran y os quedáis allí. Que avisen a la policía y a quien cojones pueda venir, que sepan que el sheriff y más gente está aquí dentro, y bien jodidos. -la acercó algo más a él.- Yo volveré aquí dentro, pero tú te llevas a los niños y te quedas allí hasta que venga la ayuda, ¿me oyes? -le tembló algo la voz.- Perdóname. Por todas las cosas que haya podido hacer. Sé que soy un padre de mierda, pero... Pase lo que pase, no dudes nunca que eres lo más importante para mí en este mundo. Cuando todo esto pase te contaré muchas cosas, y quizás entiendas qué está pasando esta noche. Y quizás tengamos un poco de paz de una puta vez.

Le dió un largo beso en la frente a su hija y luego asomó la cabeza por el hueco. Su plan era llevar a los niños hasta la calle, asegurarse de que llegaban a alguna casa cercana y después volver para encontrarse con Jim en el pabellón.

No podían estar con esa loca psicópata zombi todo el tiempo, debía de haber alguna manera de anularla y  Halle sabía que decapitarla no iba a servir. - ¡Jim! ¡Eras el chico más inteligente del instituto! ¡Usa la cabeza y deja de gritar! ¡No van a venir! - Le gritó la mujer de piel de ébano al porrero oficial también. - ¡Busca algo para atarla y colgarla como un saco de boxeo del techo!

Mientras Hannah se intentaba enzarzar con Charlie y esta segaba en el punto indicado, Halle sacó la barra de metal del ojo de aquella muerta vuelta a la vida, no sin retorcerlo antes con saña y cierto sadismo, tan impropio de ella, pero propio de su jefe cuando se ponía en plan cabrón. - Charlie, intenta abrir hueco entre las vértebras, podemos probar a meter la barra de hierro y ver si así no se mueve de cuello para abajo... o puedes seguir cortando y podemos jugar a pasarnos su cabeza... total, estamos en el gimnasio.

Y Halle guardó silencio tras esas palabras. Por un momento sintió que era House quien hablaba por ella. Estaba claro que pasaba demasiado tiempo con ese hombre y ahora, en aquella situación tan tensa y extraña, donde no se sentía ella misma y estaba desprotegida, sacaba una personalidad que no era la suya para enmascarar el miedo y poder seguir haciendo frente a lo que tenía delante.

Algo que aún le costaba creer que pudiese ser posible y real.

Jim cerró la boca de golpe y tragó saliva. Puede que Halle tuviera razón, pero lo cierto es que hacía lo único que creía que podía hacer, porque no veía ninguna otra opción. ¿Atarla con qué? Allí no había absolutamente, todo el  gimnasio, el maldito instituto, había sido vaciado a conciencia. Y unirse a la refriega, que era la otra opción, era impensable, acabaría por molestar más que ayudar, además de que lo que estaban haciendo, abriendo a Hanna y planteándose meter la barra de hierro, o arrancarle la cabeza y jugar con ella, le daba náuseas; no, daba igual la situación, él no iba a participar en eso, tenía suficientes pesadillas ya.

Cohibido, se quedó inmóvil mirando la escena, aunque al menos dejó de gritar. Si en algo tenía razón es que no iba a ir nadie siguiendo sus voces sin sentido.

Hannah se retorcía mientras entre las dos chicas sujetaban con firmeza a la asesina resucitada. Charlie hundía de nuevo el cuchillo en su carne, la cual ni siquiera sangraba a pesar de las fuertes puñadas que estaba recibiendo. Halle se empeñaba en retener en aquella posición a la esposa de Stark, que de manera dificultosa intentó sacar el brazo para arañar a Charlie sin mucho éxito. 

Halle, entre forcejeo y forcejeo avisaba a Jim para que espabilara, dejase de gritar en la puerta del gimnasio y se acercara a donde ellas estaban para echar una mano de alguna forma. Pero el fumeta se quedó completamente quieto, inmóvil, observando la escena como si fuera algo ajeno a él, una escena de una película gore, o cualquier cosa. Jamás se hubiera imaginado que sus dos ex-compañeras de instituto estarían acuchillando a una mujer enfrente suya, aunque claro... aquella mujer no era precisamente una mujer normal.

Entonces Hannah Stark lanzó un alarido terrible que resonó por el vacío pabellón. Ya que no sentía dolor alguno, aquel grito debió ser de frustración e impotencia, pero fue tan desgarrador que les heló la sangre. 

-HO HO HO

Entonces se escuchó en el pasillo, aquel sonido que en ocasiones podían escuchar en sus pesadillas más traumáticas. Era él. Se acercaba. 

-HO HO HO

Ahora sonó con mayor calidad, mucho más cerca. Estaba llegando a la puerta que daba al pasillo junto a la que Jim estaba. Pudieron escuchar como arrastraba el hacha por el suelo, provocando un desagradable chirrido. 

-¿Qué? ¿Y qué vas a hacer tú? - Preguntó Sid con la mayor de las preocupaciones reflejada en su rostro. -No quiero que me dejes.

Sid protestaba y hacía muecas, aunque sabía que cuando una idea se metía en la cabeza de Troy no había quien se la sacara. Lo sabía bien, porque ella era igual. Pero no quería separarse de su padre en aquel momento, quería que la acompañara hasta la primera casa, algo alejada del instituto, que avisara con ella a la policía y que fuera él quien les dijera que los de dentro estaban bien jodidos. No su padre, porque él no estaba dentro, sino allí con ella. 

Tras besarla en la frente, antes de que Troy se pudiera apartar, Sid lo apresó en un abrazo tan fuerte que incluso las costillas de Troy crujieron. Sollozaba como nunca antes la había visto hacer, incluso la sintió temblar bajo sus brazos. Le costó un poco separarse de ella, además de porque lo agarraba con fuerza también porque a él mismo le costaba hacer lo que tenía pensado hacer. 

-Te quiero, papá. - Tal vez era la primera vez que le decía aquello en su vida, y la primera que no le llamaba Troy en mucho tiempo. -Eres un padre cojonudo. 

No había nadie fuera. Cuando Troy se asomó y miró al exterior comprendió porque los Stark habían elegido aquel lugar como refugio. Con las obras paradas por las festividades navideñas, y con el resto de Birchmont alejado, las primeras casas estaban a unos centenares de metros, aquel era escondite idóneo para secuestrar a unos críos y que sus gritos y sollozos no se escuchasen en los alrededores. La explanada del exterior, el campo, los árboles y los tejados de las distantes casas estaban cubiertos de nieve y algunos copos continuaban cayendo en ese momento. Troy sintió como una nube de vaho se escapaba de su boca cuando salió al exterior. Todo estaba aparentemente tranquilo. El cadáver de Tom Maslow seguía yaciendo donde lo habían dejado al entrar, con algunos copos que se acumulaban sobre su espalda y con la nieve enrojecida a su alrededor.

Ya no tenía que esperar más. No habían sido sus gritos, sino el terrible alarido de Hannah, lo que había atraído finalmente la atención de Stark, pero el resultado era el mismo: aquél loco salido de la tumba se acercaba.

El chirrido que producía el hacha, amplificado por el eco de los pasillos vacíos, hizo retroceder a Jim, aterrorizado durante un instante, hasta que se chocó con una de las paredes; aquél breve golpe le hizo sobresaltarse, pero sobre todo, le hizo pensar que poco importaba lo que sintiera ya. Si fracasaban, morirían todos allí, pero tenían una oportunidad, el cántico resonaba aún en su cabeza, y por fin esos dos maníacos estarían juntos. Solo tenía que sacar fuerzas y acabar con eso de una vez por todas.

Mientras Halle la sujetaba, Charlie continuaba adentrando el cuchillo cada vez más con la idea de cortar lo que pudiese. La antigua profesora veía como la mujer de Stark movía sus brazos en un fútil intento de arañarla y acabar con ella como pudiera, pero ya fuese por la fortuna o por el esfuerzo que estaban haciendo ambas, no consiguió darle a ninguna.

Charlie vio de reojo como Jim permanecía todavía a lo lejos mientras ellas se debatían con aquel engendro, pero no tenía tiempo para perderlo en gritarle o pedirle ayuda. Simplemente deseaba cortar y cortar, hundir el cuchillo y al menos inmobilizarla momentáneamente.

Cuando Stark soltó aquel alarido, Charlie se quedó completamente quieta, apretando los ojos y contrayendo los músculos del rostro. Aquel grito era algo sobrenatural.

Pero no se trataba solo un grito de dolor o de rabia, sino una llamada de auxilio, pero no tardó más de dos segundos en llegar la respuesta desde el pasillo. Aquel "Ho, ho, ho" no dejaba lugar a dudas de quién se acercaba. Charlie se giró un instante para ver en donde había dejado caer el libro porque ahora era el momento de iniciar los cánticos. Todo el cuerpo de Charlie temblaba de miedo y aunque antes se había sentido capaz de hacer cualquier cosa porque se había preparado para aceptar la muerte, no resultaba una decisión sencilla.

-Ha-halle, ve a por el libro, d-deprisa -le dijo finalmente a Halle, sintiendo que no iba a poder con Hannah y que necesitaban el cántico pero ya.

Hannah era fácil, era blandita... o eso o habían exagerado mucho con Stark y sus historias. Pero cuando Halle escuchó su risa cada vez más cercana, se le heló la sangre y su mente volvió de nuevo a aquel lugar donde estaban ahora, solo que en aquel entonces estaba decorado con motivos navideños. Todos los chicos y chicas del último curso disfrutaban de la fiesta. La música sonaba y se divertían.

Siempre lo hacían unos más que otros. Los nerd normalmente no iban y si lo hacían eran solos. Salvo una, una que no reconició Halle en su momento y que no se pudo creer que fuese ella: Sandy Bundy, quien fue del brazo de Adam, deslumbró a todos. Halle pudo sentirlo pues era, literalmente, la modelo que salía en las revistas de adolescentes anunciando ropas o colonia y por la cual todos suspiraban... y se la había llevado la jirafa de Adam... Ver para creer.

Minutos más tarde, la música se cortó y esa risa, esa que estaba escuchando ahora, resonó en el gimnasio comenzando la matanza.

En ese momento escuchó a Charlie hablar sobre el libro. - ¿Para qué... ? - demonios quieres el libro? - Ni terminó la frase. No sabían leerlo, no entendía para que lo quería. Y Halle se levantó con la intención de buscarlo, debía moverse por donde Charlie vino y esa segunda risa tan cercana, el hacha arrastrándose por el suelo, hizo que la mujer se detuviese y mirase hacia la puerta donde estaba Jim, sin atreverse a dar un paso más y al borde de la histeria.

La risa de Stark les heló la sangre. Logró incluso que Charlie y Halle dejaran de ensañarse con Hannah, quien aprovechó el momento para separarse de ellas dolorida y, arrastrándose por el suelo, llegara hasta una de las paredes del pabellón cubierta de espalderas. Incluso respiraba jadeante, como si realmente necesitara el aire para sobrevivir, aunque no debía ser así, porque las puñaladas que Charlie le había asestado no tenían su efecto y ni siquiera sangraban. 

El efecto de aquel sonido navideño en boca de Stark tuvo un efecto diferente en cada uno de ellos. Jim pasó del sonido, como estaba acostumbrado a pasar de todo en la vida. Charlie tartamudeaba y tardó en darse cuenta de que le temblaban las piernas y todo el cuerpo. Y Halle se sintió transportada de vuelta diez años atrás, cuando estaba en aquel mismo pabellón siendo una adolescente en la fiesta de Navidad y Stark apareció para joder sus vidas. Las luces de Navidad, los gritos y todo lo que ocurrió aquel día se mostró tan nítido como cuando lo había vivido por primera vez.  

Stark apareció en la puerta del pabellón blandiendo el hacha. Iba vestido de Santa Claus, con aquel traje rojo y blanco, las botas negras y una barba postiza sobre su apergaminada cara, similar a la de su esposa debido al tiempo que habían pasado enterrados juntos. Verla allí no le gustó nada, le enfureció. Apretó el hacha con ambas manos y se lanzó a por Charlie, pasando de largo junto a Jim, como si no lo hubiera visto, y decidido a vengar a su esposa, cegado por la ira y el odio que sentía. 

La llegada de Stark significaba el final para alguno de ellos... o para los demás. Charlie no podía dejar de temblar y por unos momentos ni siquiera fue capaz de moverse. Vio como Hannah Stark huía de ella, herida pero al mismo tiempo, todavía indemne, tal y como sabía que ocurriría, y ni siquiera pudo intentar seguirla.

Según Allison, solo recitando aquellas palabras conseguirían acabar con ellos pero con Halle que parecía estar también fuera de combate, todo dependía de Jim.

Pero Charlie no se esperaba que Stark se dirigiese directamente hacia ella. Al ver de reojo a su mujer, entendió que ella se había convertido en objetivo y eso le daba la oportunidad de distraerlo... quizás el tiempo suficiente como para decir las palabras.

Así que se puso en pie, pesadamente, aún con el cuchillo en la mano, y miró a Halle de nuevo. Estaba paralizada. Por lo tanto, si alguien debía leer las páginas... tenía que ser ella. Así que se dio la vuelta y comenzó a correr hacia el libro a toda prisa. Si llegaba y empezaba a recitar, quizás se detuviera.

Quizás.

Charlie corrió y corrió, moviendo todos sus kilos como si de repente fuese ligera como una pluma, en busca del libro que había dejado en la puerta, en busca de la página que podía poner fin a todo aquello.

De una u otra manera, Charlie tenía el convencimiento de que aquello estaba a punto de terminar, aunque ignoraba si no sería con un hachazo en su espalda.

Por muy duro que Troy pudiera ser, aquel momento con su hija le llegó a una parte de sí mismo a la que raramente tenía acceso. Envolvió a Sid en sus brazos y apoyó la cara sobre su pelo, dejando que sus lágrimas cayeran por él. No pudo ni hablar, pues nada que pudiera decir iba a ser más hermoso que aquel momento.

Una vez fuera, Troy miraba aquí y allá constantemente, temiendo que aquella pequeña victoria estuviese a punto de venirse abajo. Viendo que el terreno parecía despejado, instó a los niños a seguirle corriendo hacia la valla exterior hasta llegar no muy lejos de donde Tom Maslow yacía. 

- Vale, escuchad. -dijo al grupo- Ahora Sid está al mando, ¿de acuerdo? Vais a ir corriendo con ella hasta la casa más cercana, y cuando digo corriendo quiero decir echando leches. No paréis de llamar hasta que estéis dentro. Si lo hacéis bien, dentro de poco estaréis en vuestras casas.

Se quedó un momento mirando a Sid, entendiendo que no sabía si volveria a verla. Pero la había salvado, y eso por ahora tendría que bastarle. No quería volver al instituto, no después de haberla encontrado, pero no se perdonaría nunca dejar tirado a Jim. Ahora su hija debía demostrar una vez más que era una Jacobson y sobrevivir unos minutos más hasta estar a salvo. Él esperaba poder hacer lo mismo.

- Va, largáos. -dijo finalmente, señalando hacia las casas.

Comenzó a caminar de vuelta al instituto, secándose de tanto en cuanto las lágrimas cada vez que se giraba para ver que los niños seguían avanzando hacia algún lugar seguro. Él no tenía aquella suerte, pues se encaminaba de nuevo al agujero que debía llevarlo a la zona del pabellón.

Jim, al ver a Stark esta vez, cambió por completo. No gritó más, no salió corriendo como se podría haber esperado, no enloqueció. Su rostro simplemente se volvió una máscara mientras miraba a aquél psicópata y sacaba el papelito que tenía en el bolsillo. Lo recordaba, igual que recordaba las notas, el tono, todo. Y ahora les tenía allí a los dos. Frío y vacío de pensamientos o sentimientos, comenzó el cántico...

Halle sintió que aquello se les iba por completo de las manos. Miró a Hannah, con esa actitud de mujer herida y apaleada y luego a Stark con miedo, quien iba en defensa y venganza de quien había osado a atacar a su amada. En la mente de la mujer, no concebía aún la idea de porqué estaba Charlie tan obsesionada con el libro como para correr hacia él. Además, Halle no sabía ni donde estaba.

Aprovechando que Stark estaba cegado con la rolliza mujer, Halle se movió hacia Jim, quien había empezado con el cántico, para unirse a él. Sabía que debía cantarlo sin miedo y de corazón... y que acercarse a Stark era un peligro, por eso dio un rodeo evitando a tan peligrosa familia, porque si había una manera de pararles era esa... y lo peor era que si los tres morían allí, nadie sabría como detenerles jamás.

Por eso la importancia de alcanzar a Jim... quería hacer algo por Charlie pero realmente no sabía que hacer sin ponerse en peligro a sí misma.

Charlie corría con todo lo que sus rollizas piernas le permitían hacia el libro de Allison pero el Santa Claus le alcanzó en dos largas zancadas y se colocó en una perfecta posición para descargar su hacha sobre Charlie con una potencia letal. Pero algo provocó que Stark se detuviera con el hacha alzada hacia el techo del pabellón y no la descargara sobre Charlie. Las palabras que brotaban de la boca de Jim le afectaron de alguna manera. Aún así, la convicción del fumeta, o tal vez la resistencia imbatible de Stark, pero el Santa Claus soltó un gruñido y continuó avanzando hacia Charlie con el hacha dispuesta.

Charlie, entre tanto, había logrado hacerse con el libro y se volvió con el entre las manos para encontrarse frente a ella el hacha afilada de Stark. Instintivamente, Charlie alzo los brazos con el grueso libro para protegerse y el brutal golpe de Stark lo recibió el antiguo libro de Allison, que terminó partido por la mitad con las hojas desparramándose sobre el suelo del pabellón. Charlie vio pasar la afilada hoja del hacha frente a su cara, a escasos centímetros de su rostro, pero el libro la salvó de una muerte segura.

Los críos fueron corriendo como pequeñas personitas entre la nieve guiados por Sid. La pequeña no había aceptado las palabras de su padre con agrado pero se convenció a obedecerlas, guiar a aquellos niños y demostrar que estaba hecha de otra pasta. Aún así, la despedida para ambos no había sido fácil. Los dos sabían que aquella podría haber sido la última vez que se vieran, ya que ahora Troy afrontaba un terrible y mortal peligro.

Troy, con lágrimas en los ojos, apenas podía dar dos pasos sin evitar volverse hacia los muchachos para comprobar que seguían sus indicaciones y se encontraban bien. Entre paso y paso, volviéndose alternativamente para mirar hacia el horror que le aguardaba en el interior del instituto y después hacia los chavales, Troy los vio cruzar la calle, correr guiados por su hija de la que sintió un repentino e inmenso orgullo, y después llamar al timbre de la primera casa que se encontraron, engalanada con las luces y decoraciones navideñas que brillaban alegremente. Antes de adentrarse por el agujero que la excavadora había dejado en la pared, echó un último vistazo y vio como una pareja abría la puerta y se sorprendían de ver allí la marabunta de niños y a Sid haciendo gestos para explicarle lo ocurrido. Troy se sintió más tranquilo entonces, había logrado salvar a su hija y a los demás niños.

Fue en ese momento cuando sintió el intenso olor a gasolina que tenía en sus manos y en su ropa. Se preguntó cuándo se había podido manchar de ese modo, pues no recordaba haberse acercado a ningún bidón y entonces recordó que tanto Sid como los otros niños parecían mojados en algo. El olor se había vuelto más intenso al abrazar a Sid, pero en aquel emotivo momento no se había percatado. Aquellos dos hijos de puta habían rociado de gasolina a los niños.

Halle corrió junto a Jim y buscó por donde iba, uniéndose al cántico de tan extraña canción tras ver como milagrosamente Charlie se salvaba de la muerte. Pero no era momento para contemplaciones, solo se podía acabar con ellos con aquella canción y la entoné junto a Jim, con la esperanza no solo de que funcionase, sino de que mi hijo y los demás niños estuviesen vivos junto que obrase el milagro de salvar a Charlie, quien se merecía vivir después de sus logros a pesar de todo.

- A Elbereth Gilthoniel
silivren pennamíriel
o menel aglar elenath!
Na-chaered palan-díriel
o galadhremmin ennorath,
Fanuilos, le linnathon
nef aear, sí nef aearon!
A Elbereth Gilthoniel o menel palan-diriel, le nallon
sí di-nguruthos! A tiro nin, Fanuilos!

Nunca Charlie había corrido a tanta velocidad, o al menos, no tanta desde que la cantidad de kilos de peso había superado con creces la de su televisor, pero no había mucho que hacer contra un espíritu maligno como el Stark, que lo sobrepasó y descargó su hacha con fuerza.

Pero la treta no había ido mal del todo.

Mientras Charlie se veía ya con el filo del hacha clavada en su rostro, Jim comenzó los cánticos, haciendo que dudara, dándole tiempo a Charlie a recoger el libro para hacerse con la hoja y al menos, utilizarla para defenderse.

Fue como ver su hija pasando por delante de sus ojos, aunque en lugar de eso, se trataba del hacha a punto de cortarle el rostro en dos mitades.

El libro se desgajó y cayó al suelo en dos pedazos, mientras las páginas se dispersaban por todas partes como copos de nieve planos

En ese momento, Charlie vio de reojo como Halle se unía a Jim y comenzaba también a recitar el cántico, y entendió que quizás gracias a que ambos estaban haciéndolo, la fuerza de Stark no era suficiente como para librarse. Así que para acabar con él, y con su mujer, ella tendría que unirse también. Así que volvió a lanzarse a correr, solo que esta vez en dirección a Halle y Jim, para unirse a sus cánticos. 

Puesto que ya no podría localizar la página que le había dado Allison, al estar mezclada con las otras, su única posibilidad era leer la que tenían Jim y Halle.

"Sí, joder. ¡Sí!", pensaba mientras veía que Sid lo había conseguido. Aferrado al borde del agujero, Troy casi dobló las rodillas al sentir aquella presión escapándose de su interior. Aquellos niños habían conseguido librarse de un mal que no tenía nada que ver con ellos. "¿Fuímos nosotros realmente culpables, acaso?", pensó entonces, sbre lo que había ocurrido allí mismo diez años atrás. Ser un crío en un autobus, incluso frente al accidente más horrible del mundo, ¿era realmente motivo suficiente para todo aquello? Recordó entonces, después de tanto tiempo, la imagen del coche en llamas en la que murió la familia de Stark, e incluso pudo notar el olor a gasolina que emanaba del coche antes de convertirse en una bola de fuego. Rápidamente, sin embargo, se dió cuenta que no era una alucinación. Palpándose la ropa y llevándose las manos a la nariz pudo comprender el retorcido plan de los Stark. Cerró los puños con rabia hasta clavarse las uñas. Entró a toda velocidad por el agujero y echó a correr hacia el pabellón. En cuanto sacara de allí a los demás, pensaba prenderle fuego a aquel sitio con aquellos dos monstruos dentro.