Partida Rol por web

Charie se había quedado sola contra aquella abominación que había resucitado junto a Erik Stark. Ella recordaba perfectamente lo que había ocurrido unos años antes, cuando Stark regresó a la vida y se cargó a varios agentes del sheriff como si fueran moscas que le molestaban u hormigas que se cruzaban bajo su bota. Ella y sus amigos habían logrado detenerlo, pero ahora contaba con su esposa, Hannah, que por si fuera poco era igual de terrorífica que su marido y aunque no llevaba un hacha, tenía un cuchillo bien afilado.

Charlie se lanzó a la desesperada contra ella, intentando aprovecharse de su peso para lanzarla escaleras abajo sin éxito. Hannah la había esquivado, y ella intentó hacer un sobreesfuerzo para lograrlo, pero se encontró con que su vientre sangraba abundante sangre. El cuchillo de Hannah Stark había cortado algo más que su suéter. Un agudo dolor le recorrió el cuerpo mientras veía como sus manos se teñían de sangre al tocar el lugar donde el cuchillo había hecho mella. Hannah se colocó junto a ella, con el cuchillo rojo por su sangre y una sonrisa sádica en el rostro con aquel trozo de labio colgando. Alzó el cuchillo, con intención de rematarla.

Troy se dio cuenta de a quién tenía en frente. No era un matón cualquiera contra el que pudiera entablar una pelea justa. Aquel cabrón ya era un puto demonio estando con vida, y ahora había logrado vencer a la mismísima muerte. Así que a Troy corrió hacia Jim y le instó a que fuera a buscar a Halle para salvar la vida de Jonathan mientras él hacia de señuelo y alejaba de allí a Stark.

Pero aquella mole disfrazada de Santa Claus no iba a esperar a darles tiempo para hacer sus planes. Dio unas rápidas zancadas y cargó contra ellos. Esta vez fue Troy quien vio el hacha surcar el aire con un destello fulgurante en dirección a su cuerpo, justo a tiempo de empujar a Jim y apresurarle en busca de la doctora.

Jim trastabilló hasta medio chocar, medio parar, contra la pared, apoyándose en ella y girando para mirar a su amigo; aquello había sonado demasiado a una despedida, y acababa de reencontrarse con él como para que las cosas se fueran a la mierda tan pronto.

—Troy... —empezó, pero fuera lo que fuera a decir, se cortó a medias, abrió mucho los ojos y señaló tras él—. ¡Cuidado!

Troy no quería girarse, sabiendo que enfrentarse a la mirada de Jim en ese momento les arrebataría a ambos cualquier posibilidad de obtener ventaja frente a Stark. Aun y así, no pudo evitar voltear ligeramente la cabeza hacia su amigo. Quién sabe, quizás era la última vez que pudiera hacerlo. Pero antes de llegar a girarse por completo, la advertencia de Jim le hizo volver a mirar hacia el pasillo. Y allí estaba, salido de la nada como cuando se enfrentó a él por primera vez. Por algún extraño motivo, casi podía notar la vieja herida del hombro doliendo de nuevo, como si estuviera en la calle diez años atrás y se acabara de llevar el hachazo que iba dirigido a Mercy. El brillo del hacha, en este caso la de verdad, la que el Stark actual llevaba consigo, consiguió devolverlo a la realidad, no sin antes traerle otro recuerdo fugaz. Recordó lo que Mercy explicó sobre la vez que eludió a Stark, y Troy se apresuró a sacar el teléfono y apuntar hacia el monstruo.

- ¡Jim, lárgate ya! -gritó mientras hacía una foto con flash directamente a la cara de Stark. No pretendía ni esperar a ver si funcionaba, en cuanto desapareciera el flashazo pensaba salir disparado en dirección al sótano

No hizo falta que se lo dijera tres veces. Tenía que avisar a Halle. Y, como mínimo, alejar a Stark de su amigo; si se ensañaba, entonces Troy estaba perdido.

Troy reaccionó justo a tiempo. Sacó su teléfono móvil y rápidamente le sacó una foto a Stark logrando que el flash lo cegara momentáneamente. La desesperación le había llevado a hacer la foto tan rápido que, si lo hubiese visto, su hija estaría orgulloso del desempeño de su padre con las nuevas tecnologías. Ya se imaginaba el comentario mordaz de Sid: "ah claro, a él le sacas la foto en un segundo y a mi me tienes esperando una hora a que la lente me enfoque bien". Como fuera, había conseguido capturar al Santa Claus en una aterradora instantánea que le recordaría lo cerca que pasó después esa hacha. 

El flash repentino obligó a Stark a cerrar los ojos y la hoja golpeó en el suelo del pabellón cerca del pie de Troy pero sin llegar a impactarle por fortuna. Aunque lo que menos debió preocupar a Troy fue el pie, pues la intención de la hoja era separarle el brazo del cuerpo de un solo golpe. Viendo puntitos negros en su campo de visión, el monstruo se llevó las manos a los ojos y pestañeó con sus cadavéricos parpados hasta recuperarse. Troy sabía bien que no debía esperar ni un segundo más a que lo hiciera.

Jim salió al exterior del pabellón huyendo de Stark y su hacha asesina. Lo hizo con tanta prisa y tan desesperado que necesitó un segundo para ubicarse ya que había salido por una puerta completamente diferente a la que habían usado para entrar. Pronto se dio cuenta que aquel era el acceso al pabellón desde el interior del instituto y recordó que hacia su izquierda se encontraba el pasillo que llevaba al exterior bordeando un pequeño patio las clases contiguas.

Se encontraron casi de golpe, dándose de bruces el uno contra el otro. Jim corría por el pasillo inferior hacia la salida y Halle bajaba las escaleras del piso superior. Ambos tenían la misma expresión de terror dibujada en el rostro. La de aquellos que habían visto a la mismísima Muerte.

Halle bajo las escaleras a toda prisa. Sin mirar atrás. Sabía que con toda probabilidad esa era la última vez que vería con vida a Charlie. Apenas la conocía, casi ni sabía su nombre, pero lo que habían vivido juntas en esas pocas horas era mucho más intenso de lo que había vivido con algunas de sus mejores amigas en toda la vida. Las lágrimas y la pena por ella invadieron a Halle, pero ella debía sobrevivir. Por su hijo.

Se encontraron casi de golpe, dándose de bruces el uno contra el otro. Jim corría por el pasillo inferior hacia la salida y Halle bajaba las escaleras del piso superior. Ambos tenían la misma expresión de terror dibujada en el rostro. La de aquellos que habían visto a la mismísima Muerte.

La cabeza de Charlie empezó a darle vueltas, no cuando el cuchillo cruzó el aire con sus silbido apenas audible y sesgó sus ropas casi de manera inadvertida, sino en el momento en el cual la sangre comenzó a empapar la tela de un denso color rojo, evidenciando que había cortado algo más de lo que esperaba.

Charlie había aceptado que podía morir, pero también que existía siempre una posibilidad de salvarse y sobre todo, que su vida carecía de sentido, por lo que nadie iba a llorar por ella cuando se fuese. En su mente se imaginaba a Mary haciéndolo, pero al mismo tiempo no se engañaba y sabía que no era así. No sentía que significase algo para alguien más que no fuese.... ¿nadie?

Esa sensación de soledad, que se había ido incrementando con el tiempo, fue la que le había impulsado a cometer aquella tontería, pues seguramente así lo considerarían todos, aunque para Charlie, tampoco era exactamente cierto porque gracias a ella, Halle había conseguido escapar y lograr una distancia de seguridad.

Con eso se conformaba, con que su muerte pudiera servir para algo.

No tuvieron que parar más que un par de segundos para que comenzara a sentir el dolor del corte, pero la adrenalina circulaba por todo su cuerpo con fuerza. Eso y contemplar el horrible rostro de Hannah Stark, hicieron que su mente reaccionase con cierta rapidez y que decidiese hacer lo único que con sus exiguas fuerzas podía.

Dobló ligeramente las rodillas, dejó los ojos en blanco y se dejó caer, sintiendo como golpeaba el suelo con más fuerza de la que esperaba, pero obligándose a mantenerse inerte y con los ojos cerrados.

Sabía que podía recibir en cualquier momento una o más cuchilladas que terminasen con ella, por lo que contuvo la respiración a la espera de recibir el dolor, mientras recordaba la imagen del rostro de Mary y los buenos momentos que había pasado con ella.

Quizás si no terminaba acuchillada, tuviera alguna oportunidad para rehacer su vida, pero dudaba que eso pudiera ocurrir. Al menos, esperaba que Jonathan encontrase a su hija y que acabaran con los Stark de una vez para siempre, aunque ella no estuviese viva para poder verlo.

Los pulmones de Charlie se comprimieron, los ojos se detuvieron bajo los párpados y los oídos de Charlie se agudizaron ante la llegada de la muerte.

Al chocar y, por inercia, casi irse al suelo de culo, pegó un corto chillido que frenó, llevándose las manos a la boca. Tardó un momento en enfocar contra quién (o qué había chocado), y se quedó sorprendido de verla allí.

—¿Halle? ¿Qué haces...? ¡Espera! Te estaba buscando. Stark... Stark está vivo. Está en el gimnasio, persigue a Troy..., y Jonathan.... Jonathan —tragó saliva, deteniéndose un momento a coger aire—. Está casi muerto, le ha dado un hachazo, sangraba un montón, hay que ayudarle. Bueno, tú, yo no tengo ni idea.

Al golpearse con Jim y darse cuenta que era él, no solo ahogó un chillido, sino que además se lanzó a sus brazos temblorosa y asustada. El hombre le hablaba pero ella no se soltaba. - Su... su mujer también... están detrás mía... Mató a Allison. - Dijo sofocada y temblorosa. Pero sabiendo que el sheriff estaba herido, debía acudir en su ayuda.

Halle miró hacia atrás un momento y se soltó de Jim.

- Guíame. - Le dijo mientras sostenía aquella ridícula barra de hierro en sus manos y el papel en la otra.

No había tiempo para explicaciones, sólo para seguir adelante y con suerte poder salvar a alguien.

—¿Su... Su mujer? —preguntó, con los ojos muy abiertos—. Espera... ¡¿Allison ha muerto?!

Aquella noticia cayó sobre él como una losa, aplastando sus esperanzas. Se suponía que la bruja tenía la forma de acabar con Stark (y señora), pero ahora ya no estaba. ¿Cómo iban a pararles? ¿Cómo iban si quiera a enfrentarse a eso? Las dudas, el miedo, hicieron que le temblaran las piernas, y a punto estuvo de caerse al suelo cuando Halle le soltó; no se vino abajo por poco, y tuvo que apoyarse en la pared. Era incapaz de andar, de sostenerse, de pensar.

—¿...Qué? —Sabía que la otra le había dicho algo, pero en su cabeza no tenía ningún sentido. Guíame. ¿A dónde? ¿Para qué? Allison estaba muerta. Jonathan estaba muerto. Pronto todos lo estarían. Pero Jonathan no lo está, aún no. Podemos salvarle. Puede que fuera inútil, pero sería una pequeña victoria. Ese pensamiento fue suficiente para hacerle recobrar un mínimo de valor; cerró los puños y asintió—. Si, vamos.

Y tembloroso, salió corriendo de vuelta al gimnasio.

A la mierda con todo. En cuanto el flash iluminó el pasillo, Troy empezó a correr como alma que lleva el Diablo. ¿Su plan a partir de ese momento? Ni idea, pero sabía que los demás estaban fuera y, seguramente, Sid y los demás niños dentro. Intuyendo que el bueno de Stark no saldría del instituto así por las buenas, Troy entendió que tendrían que vérselas con él allí dentro. Empezó entonces a dejar caer cosas de los bolsillos: su paquete de tabaco, el mechero, su cartera... Su intención era dejar un rastro que los demás pudiesen seguir, ya que pretendía bajar hasta las calderas. Si había un sitio donde esconder a gente en el instituto, tenía que ser allí abajo.

El Santa Claus alzó su hacha y la blandió en el aire sin éxito alguno. Debió percibir que Troy salía corriendo porque echó a correr tras él, pero todavía debía estar lo suficientemente cegado para no ver bien por donde pisaba. Aquello logró darle a Troy algo de ventaja, y corrió hacia una de las puertas del pabellón. No utilizó aquella por la que Jim había huído, ni tampoco la que pasaba cerca de donde yacía Jonathan perdiendo sangre, sino que se fue hasta la del otro extremo de las canchas y atravesó la puerta más alejada sabiendo que pronto tendría el aliento de aquel ser en su nuca.

Sospechando que aquellos dos lunáticos resucitados tendrían a los niños escondidos en las calderas, porque no había un mejor lugar para esconder algo o a alguien en todo el instituto, salió corriendo con la intención de llegar hasta allí. Pero antes trataría de despistar al Santa Claus en el instituto. A ver si aquel cabrón se conocía todos los recovecos del lugar tan bien como Troy. Joder, si se había saltado quinientas clases, esquivado a los que patrullaban los pasillos y sabía dónde podía fumar sin ser visto, tendría que ser capaz de dar esquinazo a aquel tarugo.

Viendo que el flash había funcionado, Troy tomó una salida del gimnasio. Y como cualquiera que conociera el instituto sabría, no era la mejor para llegar a las calderas, y eso era lo que Troy quería. Aquel hijo de perra no conocía el centro como él. Así, aprovechó todos los atajos posibles que aun se mantenían en pié. Finalmente, tras cruzar un aula cuya segunda salida daba a otro pasillo, Troy consideró que había ganado suficiente ventaja como para dirigirse a las calderas. Bajó el ritmo y comenzó a avanzar agachado, con las manos casi tocando el suelo. Esperaba que Jim hubiese llegado con los demás y que no se jugaran el pellejo de un modo tan alocado como él estaba haciendo. Pero sobretodo, esperaba encontrar a Sid y a los otros niños sanos y salvos. 

Jim y Halle recorrieron los oscuros pasillos del instituto, que parecían de un lugar completamente diferente al que ellos recordaban. Allí mismo, tiempo atrás, ellos habían ido de una clase a otra, habían salido a guardar los libros en sus taquillas y a charlar con sus compañeros, gastarle alguna broma a alguien o incluso a fumar a escondidas en algún hueco. Ahora esos pasillos no tenían nada de vida, estaban sumidos en un silencio tan profundo que cuando la adrenalina por escapar a los Stark desapareció de su cuerpo los sintieron vacíos y tétricos. Era el mismo sitio, pero desde luego no era el mismo lugar.

Entraron al gimnasio abriendo la puerta con cuidado y con un terror atroz. Por mucho que Jim quiso abrir la puerta con delicadeza, la maldita sonó como si fuera un gato en celo. O así se lo pareció a él, pues el silencio allí era tan sepulcral que hasta sus corazones parecían latir demasiado rápido. El gimnasio estaba vacío. No había ni rastro de Troy ni del Santa Claus. Jim sabía que Troy había intentado alejarlo de allí como fuera, pero no sabía cuánto podría tardar en regresar aquel loco. En medio del suelo del pabellón yacía Jonathan, sobre un charco de sangre. Todavía respiraba, aunque no tardaron en comprobar que estaba inconsciente.

Charlie cayó al suelo. Sentía la sangre brotar de su costado y se temió que aquella herida pudiera ser mayor de lo que después comprobaría que era. Por fortuna, el cuchillo de Hannah Stark había cortado uno de sus michelines y no había alcanzado ningún órgano. Sangraba, sí. Pero si conseguía detener la hemorragia no tendría que lamentarse demasiado. Y dolía, vaya que sí dolía. Pero en esos momentos tuvo que fingir que estaba muerta para que Hannah pasara de ella y se centrase en perseguir a Halle escaleras abajo.

Charlie cayó al suelo y rezó para que Hannah no decidiera terminar el trabajo y rematarla ahora que tenía su ancha espalda a su disposición. Afortunadamente, pudo ver con los ojos entrecerrados como los pies descalzos de aquella loca se alejaban escaleras abajo. Por precaución, Charlie continuó tendida en el suelo un rato más, hasta que dejó de escuchar las pisadas y todo se sumió en un silencio sepulcral.

La sangre fluyó lo suficiente como para convencer a Hannah Stark de que había hecho su trabajo, aunque Charlie contuvo la respiración hasta que perdió de vista los pies de aquella loca revivida... e incluso un poco más, porque a pesar de hacerse el silencio a su alrededor, no se atrevió a mover ni un solo músculo durante varios e interminables minutos.

Fue el contacto de su propia sangre, ese líquido caliente y pegajoso que manaba lenta pero continuamente a través de la herida que le había hecho, con su rostro, lo que le hizo dar un respingo y ponerse en pie.

Con suma dificultad, y apretando los dientes para no gritar y llamar de nuevo la atención de Stark, logró empujar sus muchos kilos de grasa hasta levantarse completamente. Había tenido que hacer un esfuerzo enorme, pero lo había conseguido. Se miró entonces la herida, que había atravesado la ropa y también desgarrado la piel, aunque al separar ambos bordes se fijó en que no parecía demasiado profunda. Eso no significaba que supusiera un peligro, así que sin perder tiempo, arrancó una manga de su blusa, la dobló y la comprimió contra la herida, ahogando otro estallido de dolor. Sabía que no había otra manera de detener en aquellos momentos el sangrado, al igual que también era consciente de que le harían falta unos cuantos puntos de sutura, pues no había que ser enfermera diplomada para darse cuenta de ello.

Pero en aquellos momentos su prioridad era salir de allí y si podía, encontrar a los demás. Si iba siguiendo los pasos de Halle quizás no lograse más que volver a ponerse en peligro y no estaba en condiciones de hacer gran cosa, por lo que decidió ir en busca de los demás.

Así que mientras apretaba con fuerza el apósito que había improvisado, se dirigió hacia la salida. Su única posibilidad era el folio que aún tenía consigo, con el cántico que les permitiría devolver a los Stark al mundo de los muertos, pero para eso todavía debía encontrar a Erik y esperaba... no hacerlo sola.

Jim se quedó paralizado, con la puerta a medio abrir, esperando que, en cualquier momento, aquél chirriante ruido atrajera a Stark. O a su mujer. Pensar que eran dos era escalofriante. Por suerte no apareció ninguno, aunque no confiaba en que durara aquella calma. No, tenían que salir de allí cuanto antes, esperaba que todos, enteros. Corre Troy. Sabía que aquél chico se la jugaría hasta el límite, pero ojalá no traspasara la línea en la que no había vuelta atrás. Suspiró.

En cualquier caso, en ese momento tenían que ocuparse de Jonathan. Para eso se estaba arriesgando su amigo, para eso estaba allí con Halle; debía centrarse. Terminó de abrir con el corazón desbocado, dejó pasar a la mujer y fue detrás.

—¿Puedes hacer algo por él? —preguntó con un hilo de voz.