Partida Rol por web

Tras aquella charla, que casi le hizo agachar la cabeza avergonzado y pedir perdón, George no esperaba, en absoluto, la decisión final de Adam. De hecho, más que alegrarse, notó una punzada de culpabilidad y derrota, como si hubiera fallado una prueba importante.

Siendo así, se levantó sin decir nada y se limitó a asentir levemente, como queriendo no atraer la atención de Livenau. A punto estuvo, incluso, de decir que no, que mejor seguían el plan inicial, pero no dejó llevarse tanto; en el fondo, aunque sabía de los buenos resultados de su jefe, a veces se le iba de las manos, o eso pensaba él, y de verdad creía, pese a esa sensación de ser suspendido de algún modo, que volver al hospital era lo mejor.

Además, aunque no le apetecía mucho hacer guardia, esa noche se mantendría atento a David, y asegurarse de que no había nada extraño. Lo haría... Todo el tiempo que pueda, pensó mirando de reojo a Daniella, lo que hizo que se le formara una ligera sonrisa de medio lado.

Por primera vez en la historia, todos estaban de acuerdo en que aquella terapia no era la más adecuada, en este caso para David, pero en general, para cualquier paciente. Mientras David sonreía y comía como si aquello no fuese con él, Daniella escuchaba atentamente a los demás y a continuación, al Doctor Livenau, parecía mirarles contrariado.

Seguramente, no se esperaba aquella reacción por parte de todos ellos.

Su defensa se basaba en que los métodos convencionales no habían resultado, por lo que ahora tenía sentido emplear otros menos habituales para conseguir sacar a David de su retraimiento. Daniella tuvo que darle la razón en aquello; pero había matizaciones.

-Doctor Livenau, no criticamos que utilice metodologías poco convencionales para tratar a pacientes que no estaban respondiendo a las formas clásicas de tratamiento. Evidentemente, ha quedado clara la mejoría de David, que al menos le ha permitido relacionarse con nosotros a otro nivel y también actuar aunque sea como un niño de cinco años, lo cual ya es algo más de lo que estaba haciendo. Lo que discutimos, o lo que al menos yo pongo en duda, doctor, es hasta dónde debemos llegar con estos tratamientos. Si bien pequeños elementos variantes pueden suponer, como hemos visto, de importantes avances para el paciente, sobrepasar ciertos límites  podría resultar contraproducente y causar, no solo una recaída, sino también un hundimiento completo. 

Ignoraba si los demás opinaban lo mismo que ella, pero al final, Daniella tenía ciertos límites para con los pacientes que no traspasaba, aunque en el caso del hermano de Louella siempre podía hacer una excepción. A pesar de todo, aquel rechazo frontal hizo que el doctor diese por concluido el día y regresaran al hospital.

-Regresar tampoco me parece una mala idea, doctor. Así David ha podido ganar en confianza para volver aquí mañana, y entonces podremos acercarnos más a lo que usted desea, con una mayor probabilidad de éxito, puesto que para David, este lugar habrá empezado a ser un buen sitio, y no uno en el que avancen los malos sentimientos -le dijo Daniella, satisfecha con la solución.

Hacer guardia sonaba a una especie de castigo, pero para Daniella era una oportunidad. Gracias a ello, aunque no descansara, podría dedicarse a otras tareas más interesantes, y al ver la sonrisa de George, supo que estaba pensando lo mismo que ella.

Bueno, no será una pérdida de tiempo y mañana podremos volver a intentarlo con David, dando pequeños pasos cada vez, pensó Daniella, sonriendo a su vez por lo que estaba por venir.

Aquello le parecía imposible a la doctora Marcus, los tres de acuerdo y sin discutir. Eso sí, cuando el director dijo que habían ido a trabajar a aquel hospital por su reputación Louella tosió descaradamente. - Le recuerdo, doctor Livenau, que si usted es el director es porque así lo quise yo. Yo ya estaba de terapeuta cuando usted llegó allí y por antigüedad y conocer a los pocos celadores y jóvenes médicos que quedaron detrás de aquel horrible incendio que dejó al hospital sin la mayoría de sus grandes médicos y nuestro querido director, me quisieron nombrar a mí directora. Y sí, le elegí precisamente por sus métodos como director y le puse ahí.

»Además, por aquellos tiempos yo aún lloraba mi viudedad y terminaba de preparar mi cuerpo para el cambio definitivo. De hecho, en aquel momento mi hermano era un hombre intratable, incluso por mí, pues no aceptaba mi cambio y decía que era culpa suya. - Louella le hizo recordar al doctor delante de de todos, algo que prometió que jamás contaría salvo que acabase tocándole mucho la moral y ya lo estaba haciendo. No solo con el tratamiento de David, sino con la maldita guardia y el querer quitarle a su hermano de la terapia con ella y pasárselo a la guarra aquella.

- Y como le prometí, aún guardo la documentación de todo aquello, por si un día nos hace falta para algo. - Se giró hacia David. - Cómete el gofre tranquilo, cariño. - Le dije acariciando su hombro con suavidad. - Que a ellos les entren las prisas ahora no significa que tu no debas disfrutar y no atragantarte con él, ¿verdad? - Pregunté a todos los que se habían puesto en pie cuando David aún disfrutaba de su gofre.

Era lo único que le gustaba al chico, la única manera de mantenerle en otro estado que no fuese el de una ameba y ahora se lo quería joder volviendo todos corriendo al hospital. ¡Qué poca empatía tenían!

Livenau se encogió de hombros, no estaba por la labor de discutir y simplemente aguardó a que David y los demás se pusieran en pie para marcharse de vuelta al hospital. Sacó su pequeña libreta para hacer unas anotaciones con el interés reflejado en el rostro, y después la guardó en el bolsillo de su chaqueta. 

Pero en esos momentos, mientras David degustaba los últimos restos del gofre, apareció el sheriff Seabert hecho una furia caminando directamente hacia ellos. Empujó a Livenau, llegando al punto de desequilibrarle y casi hacerle caer al suelo, y volcó la mesa en la que David tenía su gofre. El muchacho, impactado le miró con mucho miedo en los ojos mientras el sheriff se abalanzaba sobre él y le agarraba del brazo que todavía sostenía el tenedor con un trocito de gofre con helado. 

—¡Maldito hijo de puta! —Gritaba el sheriff con los dientes apretados de rabia—. Quedas detenido por asesinato. Y a vosotros panda de chupasangres os voy a meter al calabozo por obstrucción a la justicia y posible colaboración en los crímenes. 

Todo ocurrió en un abrir y cerrar los ojos. David se resistió y dio una patada al sheriff e intentó clavarle el tenedor pero Seabert fue ágil y le retorció el brazo obligándole a soltar el tenedor y le colocó las esposas mientras trataba de retorcerle el otro brazo. David se resistía y chillaba como un cerdo en el matadero, provocando una escena digna de verse. Se formó un corro de curiosos en un parpadeo y más agentes del sheriff trataban de abrirse paso hasta ellos entre la multitud. 

La reacción de Warren fue completamente inconsciente; se apartó, sorprendido, cuando el sheriff derribó la mesa, pero cuando David chilló algo hizo click en su cabeza y, sin pensar muy bien en lo que hacía, se levantó de la silla en la que aún estaba y dio un empujón a Seabert, intentando apartarle para interponerse entre el agente y el chico.

- ¿Y las pruebas contra él? - Preguntó Louella tras levantarse del tirón al ver como saltaba la mesa y el sheriff a por David y como se cruzaba George. - Quiero decir... yo le dije que había soñado el chico antes de que se encontrase nada. El hospital es un sitio muy seguro. Ningún paciente puede salir así como así del mismo y menos fugarse. Aquí tiene al mismo director quien se lo puede explicar perfectamente.

» Además, le pedí a mi hermano que esta noche vigilase a David y me dijo que no salió de su cuarto ni para hacer pis hasta el día siguiente. Vale, mi hermano es un interno del hospital, pero es fiable. Jamás me mentiría con nada. Al menos a mí. A los demás... - Dijo convencida de ello. - Así que, porqué no nos calmamos todos un poco, cogemos café para llevar y acudimos a la oficina del sheriff para aclarar esto. - Intentó mediar Louella.

- Sheriff, seguro que hay una explicación para todo esto. Le juro que en el hospital hay informes diarios de los sueños de David con el asesinato de la otra noche. De este no sabíamos nada, solo el director nos informó de ello mientras veníamos hacia aquí. De hecho, su brillante idea era la de pasarnos por el escenario del crimen... - Louella entornó la vista mirando al director y luego al sheriff. - Sheriff, usted sabrá mejor que yo cosas de estas, pero... ¿no sé suele decir que es al asesino al que le gusta volver a la escena del crimen para ver todo de nuevo y recrearse? Pues en este caso, es él quien quiso que fuésemos allí... rechazamos la idea.

» Como dice el... - ¿doctor? Si no es más que un masajista... - Como dice Warren, esta no es manera de tratar a un paciente con un serio trastorno mental. No sabemos que reacción puede tener y esto es brutalidad policial. Le sugiero que acepte mi propuesta. Café para todos e iremos a ver que ha pasado a la comisaría. Pero déjese de espectáculos aquí. Si la gente se entera que trata así a alguien enfermo, ¿qué pensarán de usted? Encima delante de sus médicos... solo alguien con buenos pulmones podría gritarlo y se enteraría todo el centro comercial... y con sus peras... - Señaló a Daniella. - Debe tener buenos pulmones debajo o sino no respiraría. Y que conste que digo lo de ir a su oficina, porque creo que hablar de ese tema aquí va a ser complicado y delicado... y pilla más cerca que el hospital, pero también podemos ir allí. Hay una buena sala de reuniones y así verá que no es tan fácil salir de allí como cree.

Estaba claro para Daniella que el doctor Livenau parecía convencido de su terapia, pero también que llegado el caso, él mismo la llevaría a la práctica como fuera, incluso prescindiendo de ellos. A Daniella le parecía increíble que todos coincidiesen en que el tratamiento que ofrecía no era el más adecuado, pero mucho más que finalmente, el propio doctor hubiera aceptado a regresar al hospital.

La única explicación posible era que no iba a contar con ellos para seguir con su tratamiento.

Pero más inesperado fue la aparición del sheriff, empujando al doctor, haciendo que la mesa volase por los aires y agarrando al pobre de David.

Más que asustada, impactada, Daniella se puso en pie y retrocedió. ¿Asesinato? Lo que ellos estaban haciendo podía considerarse como obstrucción solo si de verdad eso tenía sentido, ¿pero lo tenía? En ese punto, David se volvió violento y el sheriff reaccionó con ira a duras penas contenida.

-Sheriff, Sheriff. ¿Pero qué está usted haciendo? David no ha matado a nadie. ¡Lo hemos traído desde el hospital para recibir una terapia y no ha estado solo en ningún momento! -le explicó Daniella.

Warren ni siquiera abrió la boca para protestar, aunque sí se interpuso para intentar detener aquella locura, dándole tiempo a Louella para hablar... y acusando directamente al doctor Livenau.

-¡Es cierto! ¡La doctora Marcus tiene toda la razón! Ha sido el doctor quien nos ha empujado para ir a ver la escena del crimen y no sabemos en dónde ha estado, pero no hemos perdido de vista a David en ningún momento. ¡Es imposible que él haya matado a nadie! 

Todo se volvió caótico de pronto: David chillaba, Louella no paraba de hablar, Daniella trataba de pedir calma, Warren le dio un empujón al sheriff, Louella empezó a acusar a Livenau de ser el asesino, la gente miraba asombrada, Livenau miraba perplejo a Louella, David chillaba, Louella seguía hablando, Daniella se sumaba a acusar a Livenau, los agentes del sheriff se abrían paso hasta ellos entre los curiosos, Livenau anotaba mentalmente quitar a aquellas dos desagradecidas de la lista del aguinaldo del año siguiente, Seabert se recomponía del empujón de Warren y le impactaba un puñetazo en la cara que le hizo saltar un diente, David chillaba, Louella no callaba, un agente tiraba al suelo a Warren y otro le colocaba las esposas, Livenau era detenido también, David chillaba, Louella seguía hablando, alguien agarró a Daniella de un pecho, un agente le ponía una mano en la boca a Louella para que se callara de una vez, David chillaba, Livenau alzaba las manos y un agente le puso unas esposas, el tipo que había apretado los pechos de Daniella era otro policía y le colocó unas esposas, a Warren le colocaron otras esposas y una rodilla en la nuca mientras estaba tendido en el suelo, David chillaba, Louella también era esposada, el sheriff Seabert esposaba por fin a David y todavía gritando se lo llevaron en volandas entre dos armarios con uniforme de agente de la ley. Con todos esposados, la cosa se saldó con cinco detenidos y un diente menos. 

—Llévenselos también —dijo Seabert sacudiéndose la dolorida mano—, los acusaremos de cómplices y de obstrucción a la justicia. 

Media hora después estaban todos en los calabozos que había bajo las oficinas del sheriff. David y Warren tenían celdas individuales y el resto se encontraban en una algo más grande junto a un borracho que dormía la mona y no se enteró del alboroto con que entraron. David había dejado de gritar y pasó por varios estados. Primero estuvo llorando y luego maldijo al sheriff varias veces, hasta que al final se quedó en un rincón de su celda sentado en el suelo, con las manos abrazando sus rodillas y balanceándose continuamente. Seabert había atendido a razones finalmente cuando Livenau le insistió en que comprobara sus coartadas por enésima vez. Mientras lo hacía, no les quedaba más remedio que esperar en aquel tugurio que olía a meados y humedad.

Louella no podía creerse lo que había pasado en el centro comercial. En lugar de atender a razones, todos se volvieron locos y acabó esposada junto con sus compañeros a pesar de darles una evidencia lógica de quien podía ser el asesino y quien estaba obsesionado con aquello.

Pero lo cierto era que el comportamiento de David no había sido el más normal en esa mañana y costó hacerle que se abriera un poco... y cuando lo hizo.

Louella se había alejado del tipo que dormía allí tirado. Olía peor que los baños de los enfermos y permanecía de pie, sin ganas de sentarse en ningún sitio por no llevarse malos olores. Encima dejaron a quienes no habíamos hecho nada malo allí abajo sin motivos reales, al menos ella, que había estado diciendo siempre la verdad aunque eso contrariase a los demás.

- ¿No debería ser al contrario? ¿Estar aquí los hombres y las mujeres allí solas? ¿Y si este es un violador? Bueno, por fortuna estás aquí, doctora Salerno y con tus habilidades lograrás que no viole a nadie... - Más bien te lo pasarás por la piedra tú, sin importarte quien mire... o el psicópata de Livenau. Quizás disfrute descuartizando al borracho ahora que puede.

David estaba demasido contrariado como para hacerla caso desde aquella distancia que les separaba y eso le dolía a la mujer por dentro. Quería estar junto a su pequeño, y darle consuelo, como una madre haría. Pero desde su celda solo podía verle reaccionar de aquella manera y... simplemente, esperar a que entrasen en razón y detuviesen de una vez al maldito director del hospital.

Si más claro no podía ser. ¡Tenía hasta la barba blanca!

A Warren le dolía la mandíbula y notaba la boca entumecida; con la lengua jugueteaba en el hueco del diente que había perdido, haciendo que todo le supiera a sangre. Ni siquiera le habían dado una botella de agua para intentar paliar aquél sabor ferroso. Quitando eso, estaba sentado en el suelo y mantenía la cabeza gacha, casi entre las piernas, cogida con sus manos. No había hablado mucho desde que se los habían llevado detenidos, consciente tras el arrebato de los problemas en los que se podía haber metido por defender a David como lo había hecho; sabía que había hecho bien, el chico no se había merecido ese trato, pero pensándolo fríamente no podía evitar arrepentirse. Se jugaba mucho.

En cuanto a la estrambótica idea de que todo esto era un plan macabro de Livenau, él había preferido ni siquiera opinar. Que las dos se hubieran puesto de acuerdo justo en acusar a su jefe de eso era demencial, y lo cierto es que, aunque todo lo que habían alegado era cierto, estaba claro que pensar así era tergiversar mucho las cosas. No podía imaginarse algo así, no en la vida real. Ese tipo de cosas era propio de las películas y nada más.

En cualquier caso, las cosas habían vuelto a su cauce, y Louella ya había parado de poner palabras a su imaginación para seguir con las sandeces de siempre. Cuando la escuchó, George se limitó a resoplar desde dónde estaba y seguir esperando a ver que pasaba finalmente.

Lo último que esperaba Daniella era que el sheriff detuviese a David, pero fue aún peor cuando todos ellos cayeron en las mismas redes y fueron detenidos quizás en venganza por haberse opuesto a él. La situación se volvió estrambótica, incluyendo los lloriqueos de David, un puñetazo a Warren y Louella en el suelo como si fuese un delincuente. Ni siquiera le molestó que alguien tocara uno de sus senos, pues había superado esa clase de cosas y cuando la situación lo requería, sabía mantenerse serena.

Y estaba claro que hicieran lo que hiciesen, acabarían detenidos, así que para qué pelearse.

Los calabozos no eran ni mejores ni peores que otros, pensó Daniella, y estaba claro que hasta que no comprobasen las coartadas de todos, no podrían irse, así que se lo tomó con calma.

Por supuesto, Louella continuó protestando, pero no tanto por lo que ocurrido como por ella misma.

-Desde luego a ti es difícil que puedan violarte, Louella querida. Aunque siempre haya algún sitio por donde hacerlo, tendrían que estar ciegos y mancos -le dijo, controlando su ira a duras penas.

Después miró a David. Con lo que había sucedido, toda la terapia se había ido a la porra. Ahora ya daba lo mismo que el doctor quisiera continuar o no, y a pesar de eso, había mucho que discutir porque por su culpa estaban allí y todo lo que había dicho Daniella tenía una cierta base. Aquel empecinamiento en ir a la escena del crimen no era normal. 

Tendría que haberse quedado en el hospital, tratando al hermano de Louella y disfrutando de las terapias que solo ella podía dar.

Tuvieron que estar en los calabozos durante tres o cuatro horas más, con el convencimiento de que el shérif había comprobado sus coartadas en la primera hora de su estancia allí pero que les había querido dejar encerrados más rato como represalia por lo ocurrido en el centro comercial. Cuando repasaban mentalmente lo que había pasado, les parecía demencial. Pero allí estaban. Todos enjaulados, y el borracho se había despertado para ponerse a cantar villancicos a pleno pulmón. Por lo menos era inofensivo. 

Seabert apareció cuando el sueño ya empezaba a vencerles y les abrió las puertas para dejarles ir. La noche se colaba por la minúscula ventana de los calabozos y podían suponer que era tarde, aunque no podían asegurar la hora exacta por el shérif les había quitado los móviles y sus cosas antes de encerrarlos allí. 

—Hemos llamado al hospital y han corroborado sus coartadas y la de David. Pueden irse —miró a George antes de abrir su celda—. He decidido no presentar cargos contra usted. Pero la próxima vez recuerde que agredir a un agente de la autoridad es bastante grave —después de todo Seabert tenía corazón y consideraba que con el diente menos ya tendría suficiente castigo. 

Pasar tantas horas con Louella protestando porque estaba en un calabozo junto a más hombres era casi tan terrible como ver todas las temporadas seguidas de la serie del Doctor House, pero cuando no había más remedio, tocaba soportar estoicamente la situación como buenamente se pudiera, o eso fue lo que sintió Daniella, que intentó hablar lo menos posible.

Sin embargo, sabía que en cuanto saliesen de allí, porque así lo harían, habría mucho que decir. Para empezar, no había dudado en señalar al Doctor Livenau como un posible culpable, tanto de la situación de estrés para David como de ser un auténtico asesino. Eso no podía quedar sin que el doctor les dedicase unas palabras, como decepción, ira, y sobre todo, fastidio. Dudaba incluso que les permitiese seguir tratando a David o permanecer en el mismo hospital.

Pero a Daniella tampoco era como si le preocupase nada de aquello demasiado, porque al final, sus terapias lograban un buen porcentaje de éxito y no necesitaba demasiado para llevarlas a cabo con satisfacción... para todas las partes. Así que estaba convencida de que saldría adelante de cualquiera de las maneras.

Cuando el sheriff reapareció para sacarles del calabozo, simplemente se levantó y dirigió hacia la puerta, mientras les confiaba que todo estaba bien, incluso para George. El pobre se había dejado llevar por la situación y no solo tendría que visitar al dentista sino que necesitaría un buen masaje reparador.

-Muchas gracias, sheriff. Por lo que sabemos, ha sido algo bastante sangriento y es normal que reaccionase usted con aquella agresividad. ¿Se sabe algo del verdadero asesino? ¿Hay alguna pista? -le preguntó Daniella.

Permaneció en silencio un rato y viendo la mirada de ira del director le sonrió. Él no era nadie sin ell, así que podía estarse calladito y quieto con Louella o acabaría sin su hospital. Pero se veía que los años que le dejó con libertad de hacer lo que quisiera se le habían subido a la cabeza. Ya se los bajaría cuando le sacase el acuerdo que firmó con la doctora años atrás.

El aburrimiento vencía a Louella y eso hizo que acabase sentada en el banco más limpio de todos y se quedase dormida hasta que el borracho despertó y se puso a cantar. Al menos no tuvo que escuchar la voz de pito de Daniella ni ver la mirada de idiota del director. El tío no podía cantar más alto porque sus pulmones no daban ya para ello.

A pesar de la siesta, Louella aún tenía sueño y a pesar de los horribles cánticos del borracho, se estaba quedando nuevamente dormida cuando apareció el mamón del sheriff para sacarles. Por un lado me alegré de que nos sacara, por otro... de habernos dejado allí encerrados 48* horas, no podría volver a acusarnos de esos cargos. Así que en parte salió entristecida por aquello.

Pero cuando vio a David de nuevo le dio un fuerte abrazo. - ¿Cómo estás? Lo siento, me hubiese gustado estar a tu lado en la celda. La próxima vez pegaré yo al sheriff para que nos encierren juntos, ¿quieres? - Le dijo en un tono de broma, tratando de animar al chico e ignorando por completo que el sheriff estuviese presente. Ya estaba Daniella tratando de meterle los melones en la cara, así que, salvo que fuese gay, no me haría ni caso.

- Es hora de volver al hospital. Si ya han servido la cena... - Louella se puso un poco nerviosa con aquello, pero siguió la frase. -... te prepararé algo para cenar... pero nada de gofres, así que... ¿qué te gustaría? - Y la doctora comenzó a ponerse nerviosa. - ¿Alguien... alguien sabe... que... que hora es? - Preguntó inquieta, como si perdiese el control de sí misma. - La terapia de Peter... por estar aquí encerrada no pude pasarle la terapia a mi hermano... - Y eso era algo que la doctora Marcus no perdonaba con facilidad.

Ya encontraría la manera de demandar al departamento del sheriff por el daño hecho a su hermano por no recibir su terapia a su hora.

Gerge se levantó, devolvió la mirada al Sheriff y, tras un momento de sorpresa, suspiró aliviado y asintió. Cuando el agente le abrió y pudo salir, le tendió la mano.

—Siento lo ocurrido. Es un chico con problemas, pero inofensivo, y cuando sentí toda esa violencia contra él... —Negó—. No volverá a pasar. Gracias por dejarlo pasar.

En cuanto a lo demás, no tenía nada que decir. Daniella hablaba con Seabert y Louella, en su tónica habitual, estaba entre preocupada por David y por su hermano, presa de unos nervios muy mal disimulados que, aún sin ser experto en esos temas, no parecía para nada sano; seguía sin entender porque Livenau no hacía algo al respecto. Bueno, puede que ahora lo haga. Las acusaciones de las dos mujeres contra su jefe habían sido muy graves, y aunque Adam era un tipo excéntrico como poco, no creía que fuera a quedar ahí el asunto. Lo descubrirían pronto imaginaba, si no de vuelta al Hospital, en cuanto llegaran y tuvieran una reunión.

—No voy a compartir detalles de una investigación abierta con ustedes —le respondió el shérif a Daniela con mala cara—, bastante suerte tienen de que les deje marchar sin más. 

Sin embargo, Jonathan no era un tipo rencoroso. Cuando George le tendió la mano para enterrar el hacha de guerra le miró seriamente unos instantes pero después le estrechó la mano y aceptó sus disculpas. No tardaron mucho más en salir de la comisaria, todos querían salir de allí cuanto antes, aunque parecía que Louella iba con prisa de más. Cuando por fin pudieron mirar un reloj descubrieron que pasaban de las diez de la noche, la cena en el hospital ya se había servido. 

Durante el trayecto de vuelta al Hospital. Livenau no les dirigió palabra. Se notaba que estaba enfadado con las dos doctoras. Simplemente, al llegar al hospital, le dijo en tono serio que les vería al día siguiente a primera hora. Lo cual no sonó nada bien, más bien sonaba a algún tipo de represalia. Era bastante tarde, entre el tiempo perdido en la comisaría David, por su parte, no abrió la boca ni un segundo. En la comisaría, cuando les liberaron, ni siquiera prestó atención a las preguntas de Louella, se limitaba a mirar fijamente al shérif con el odio bien marcado en su rostro. La llegada al hospital la hizo en un completo silencio, serio y malhumorado. Solo podían esperar que no tuviera una de sus pesadillas. 

Al día siguiente. Livenau tardó en aparecer en la reunión a la que les había convocado, lo cual no era nada propio de él, cuando lo hizo cargaba un semblante serio y muy pálido. Pudieron notar que le temblaban las manos. Tomó asiento frente a ellos, uso un pañuelo para limpiarse las gafas con manos temblorosas y cuando los miró notaron en sus ojos que estaba en shock. También llevaba ojeras como si hubiera estado despierto toda la noche. 

—El sheriff ha muerto esta madrugada —dijo de golpe—. Tenía... numerosas heridas de arma blanca. 

La noticia era impactante. No se lo podían creer. Apenas unas horas antes habían estado con él. George incluso le había estrechado la mano. Y ahora su cuerpo era trasladado del ala de urgencias de aquel mismo hospital a la morgue. 

Salir de allí y volver al hospital fue un alivio, pero David no se lo tomó nada bien. Estaba claro que la terapia del doctor chiflado no funcionaba con el chico. Solo le empeoraba. Louella trató de hablar con él durante el regreso al hospital, pero no logró sacarle ni una palabra y en su cabeza se reflejaba aún aquella mirada que le lanzó el paciente al sheriff.

Tras asegurarse de que David iba a su cuarto, Louella fue a ver a su hermano para contarle lo sucedido y porqué no llegó a la terapia que tenía con él. Peter estaba muy enfadado, lo suficiente como para gritar a Louella y echarla de su cuarto sin dejar que esta se explicara. Peter se quedó bastante enojado en la cama y Louella acabó llorando abrazada a su almohada.

A la mañana siguiente, Louella no tenía buen aspecto. A pesar del maquillaje, se notaba que no había dormido bien. Había ido a ver a su hermano a su dormitorio pero no estaba allí. Se marchó a la sala de descanso de los médicos y desayunó algo antes de ir a la reunión.

No había precisamente preocupación en la mirada de la mujer por lo que pudiese pasar con el doctor. Ya le recordaría a solas quien mandaba allí y le bajaría los humos.

Sentada, guardaba silencio junto con los demás. No tenía nada que decirles y su preocupación ahora era arreglarse con su hermano, pues este era capaz de haber ido por la noche en busca de Daniella solo para cabrearla y ver si se ponía celosa. Y es que la obsesión de Peter por su hermana le podía llevar a hacer cualquier locura. Por eso miraba a Daniella con cierto recelo, esperando quizás que ella misma le contase que Peter acudió a ella solo por joderla. Pero en el fondo sabía que Peter era más listo como para caer tan bajo. Era imposible que hiciese algo así... con eso.

Y en ese momento entró el director, con aquella cara tan pálida y sofocado. Louella iba a hablar, pero prefirió esperar a que fuese él quien lo hiciese primero.

Cuando el director del hospital psiquiátrico dio aquella noticia sobre el joven sheriff, Louella se quedó sin habla, algo difícil de ver, pero así fue. La mirada de David hacia el sheriff volvió a su cabeza. - Y David, ¿cómo está? ¿Está en su cuarto? ¿Se ha enterado de esto? ¿Cómo que fue asesinado de madrugada y usted parece que no ha dormido en toda la noche? ¿Le llamaron por la muerte del sheriff?

A la mañana siguiente, Daniella se dirigió a la sala de reuniones con el cuerpo recuperado después de su particular encuentro en Birchmont, aunque con el convencimiento de que aquella mañana, el doctor les daría una salida a todos ellos respecto al caso de David. Por una parte, no es que no fuese esperado, pero por otra, implicaba discutir sobre los tratamientos que el doctor proponía y con los cuales nadie estaba de acuerdo.

Louella ya estaba allí cuando ella llegó, y con muy mala cara, lo que hizo disfrutar no tan secretamente.

-Louella, querida. Parece que has pasado mala noche. Seguramente por eso Peter estaba tan intranquilo anoche, preocupado por su hermana, la gran doctora. Menos mal que logré calmarle finalmente, gracias a una de mis terapias "personales" -le dijo, mientras se sentaba a la suficiente distancia de Louella como para tener tiempo de esquivarla si era necesario.

Y es que para su sorpresa, no solo el doctor Livenau no estaba allí sino que incluso tardó unos minutos en ellgar, algo que no era propio de él. Más llamativo era que su rostro parecía mostrar un gesto extraño y sus manos tenían un ligero temblor.

Algo había ocurrido.

Cuando tomó asiento, hasta necesitó unos segundos antes de hablar. No estaba preparado para decir lo que tenía que decir y en cuanto lo hizo... Daniella comprendió a qué se debía todo.

Daniella abrió la boca en un gesto de sorpresa que logró contener a medias. Era igualmente impactante el hecho de que hubiese muerto como la manera en la que lo había hecho. Para su disgusto, Louella empezó a hacer preguntas sin darle tiempo a responder, lo que hizo que Daniella le dedicase una mirada recriminatoria de soslayo.

-Doctora Marcus, si hace el favor de darle tiempo al doctor para que nos lo explique todo, no tardaremos en conocer los detalles -le dijo, volviendo su atención hacia Livenau -. Adelante, doctor. ¿Estaba diciendo?

La noticia de la muerte del shérif había logrado que las dos doctoras no llevasen su disputa rutinaria más allá. Incluso Louella se quedó sin pronunciar ni una sola palabra durante unos breves instantes, tras los que lanzó una retahíla de preguntas al doctor. Daniella medio para que el doctor hablara. 

—David... ha tenido una de sus pesadillas —dijo Livenau con voz temblorosa—. Ha soñado que mataba al shérif. 

La voz de Livenau se había roto tras esas últimas palabras. Horrorizado como estaba volvió a limpiarse las gafas solo por tener ocupadas sus temblorosas manos. Tardó unos instantes en volver a hablar, instantes en los que se hizo un silencio sepulcral. Todos estaban intentando digerir la magnitud de aquellas palabras.

—David no sabe que su sueño se ha vuelto a cumplir. Nadie le ha dicho que el shérif ha muerto —después miró a Louella frunciendo el ceño, como si acabara de comprender la intención de una de sus preguntas—. Yo me he enterado de todo esto hace una hora, cuando me ha llamado el ayudante Townsend para informar. Todavía tenemos una charla pendiente, no crean que me olvido de lo ocurrido ayer. Pero hoy van a hacerse cargo de David.