Partida Rol por web

Mi casa. Bueno realmente la de mi familia.

Suena tan raro decir que tengo casa después de haber tenido otra en Silver Cannyon... Bueno.  A lo vamos. La casa está situado en el barrio de Hill Dale. Una zona residencial relativamente nueva a las afueras de Anderson Creek.

Es un buen barrio o eso parece. Al fin y al cabo yo acabo de llegar. Parece tranquilo, pero está un poco lejos del instituto por lo que a veces tardo más de lo normal en llegar. Aunque lo justo para poder fumar un piti tranquilamente.

Es una casa normal, de dos plantas y una pequeña parte trasera, pero poco más. Lo sorprendente es que mi madre no la haya decorado con alguna bandera del orgullo gay o el poder femenino supremo, pero dadle tiempo.

Salón

Lo sé. No digáis nada. Lo sé. Afortunadamente, hay puerta trasera por la cocina. Además, que suele ser la zona de... relax de mi madre... Hace Yoga, Pilates, Spining, y toda esa mierda actual con nombres en inglés que solo significa sudar y correr.

Habitación de mis padres.

¿Recordáis cuando dije lo de la Bandera Gay? Bueno, pues esto lo compensa. Pero esperad que hay más y lo mejor es el baño.

Baño principal.

Encantador, ¿verdad? Pues no. Me da miedo que un día se me quede el culo de color violeta, que cague arándanos o que mis pedos huelan a flores. En serio.

Cocina

Es mi zona favorita a demás de mi habitación. No huele a flores. No huele a ropa interior comestible ni a pedos de unicornio bailando sobre un arcoíris multicolor. Huele a comida. Gracias a dios.

Mi habitación.

Afortunadamente, mi habitación es más normal. O por lo menos más a mi gusto. Sobre todo en el color. Lo malo que la ventana de mi habitación da justo frente a la ventana de la habitación de Ryan. No estoy muy segura de si su telescopio es para ver la luna o mi ropa interior.

Garaje.

Mejor de este no os enseño foto pues es un garaje normal, con la salvedad que ahora está todo lleno de cajas de embalaje. Total, hará dos o tres meses que nos hemos mudado.

Samantha y Barbara se colaron en la casa donde residía la primera, a través de la ventana de la habitación de la adolescente. Samantha le indicó a la animadora que se escondiera en el armario, le pidió que escuchara atentamente y entonces procedió a llamar a su padre.

Alfred Collins, un hombre algo cansado, pero que se esforzaba por mostrar siempre una sonrisa, se presentó enseguida en la habitación y suspiró con cierta pesadez al ver a su hija. - ¿Qué pasa? ¿Otra vez te has metido en líos? - miró hacia fuera de la habitación un momento, entonces retornó la vista a Sam y arqueó una ceja. - ¿Cuándo has llegado? No te he oído entrar.

Me quedé algo sorprendida de que Sam me sacara de la habitación de Ryan y me llevara a su casa. Con una mezcla de decepción e intriga, me dejé llevar hasta su casa sin perder mi sonrisa. ¿Qué tendría pensado la barriobajera para hacer en su casa? Mi intriga aumentó aún más cuando me indicó que me metiera en su armario.

Con gesto incrédulo, di un paso atrás. Meterme en un armario no era mi idea de aquella noche, ni que estuviera a punto de venir su novio y nos pillara en una aventura. 

- ¿En serio pretendes que me meta ahí? Si quieres gastarme una broma hay formas menos infantiles, querida - murmuré con fastidio.

Al final a disgusto y soltando un bufido, obedecí y me acomodé como pude.

- Si quisiera gastarte una broma...- Dije mientras hacia algo de hueco en el armario.- ... Diría que el color de tus uñas no pega con el de tu rimel.- Sonreí mordazmente, cuando quedé satisfecha de que Barbara cabía allí, el típico armario de rejilla con puertas de madera.- Pero no soy tan cruel.

Mientras iba de camino a mi casa pensé que aquello no iba a salir bien. ¿Por qué elegiría a Bárbara y no a Ryan? Quizá porque habría sido muy evidente y el pringaillo de turno dudaba que tuviera la templanza como la de la rubia. O quizá porque en el fondo me imaginaba a Bárbara sin ropa, sobre mi cama.

- Y ahora... querida...- cogí las braguitas rojas y se las metí en la boca, solo un poco, más por el simbolismo que porque quisiera hacerla daño.- ... Estate calladita. ¿Vale? - La di un beso en la frente antes de cerrar las puertas- Quizá luego, si todo sale bien, te dé una recompensa.

Al poco llegó mi padre y me aparté del armario, para sentarme en la cama.

- ¿Yo? ¿Meterme en líos?- Bufé airada, casi ofendida, mientras me quitaba las botas y las tiraba a un lado, como siempre hacía cuando llegaba a casa. - Si no me meto en líos, ¿cómo me voy a divertir?- Bromeé con mi padre, olvidando por completo su última pregunta. 

La relación siempre fue buena, hasta el incidente. Después, tras el psiquiátrico, las cosas no eran iguales, pero era lo más parecido a tener alguien en quien apoyarse. 

- Hoy ha muerto el hijo de la Sheriff.- Admití más seria y mordiéndome el labio. -Y el Jefe de Ryan.- Suspiré mientras miraba a mi padre con cierto semblante preocupado.- Mis amigos me han contado que todo esto es culpa de alguien que imita a la asesina de hace diez años.- Di un paso adelante y me cruce de brazos.- Danna Scully.- Observe el rostro de mi padre con cierto cuidado.- Creo... que tenía tu edad ¿Tú la conociste? ¿Cómo era?

Alfred suspiró, desde que pasó aquél incidente, tenía a su hija como una causa completamente perdida. - Joder Samantha. - se notaba que no estaba nada contento con aquello que ella decía sobre meterse en problemas y divertise. - ¿No ha servido de nada todo el dinero que hemos invertido en ti? ¿En tu educación? ¿En tu rehabilitación?

Aunque pronto la conversación se tornó bastante más lúgubre. - Joder... ¿Está bien Ryan? - preguntó preocupado por su joven vecino, quien consideraba una de las muy pocas buenas influencias que tenía Samantha. Aunque pronto su hija se le acercó bastante, lo cual hizo que retrocediera. - ¿Y tengo que conocer a todas las personas que ronden mi edad? ¿Aunque sean de otros pueblos? - preguntaba con cierto asombro, pues no entendía a que veía aquél extraño interrogatorio. - ¿Pues cómo iba a ser? Una asesina que estaba mal de la cabeza, que no tenía unos padres que la quisieran y estuvieran dispuestos a pagarles el tratamiento del loquero. - se le notaba algo asqueado, si Samantha lo presionaba más podía que explotara en un mal sentido, aunque después de todo, parece que no tenía ni idea de Dana Scully ni nada relacionado a ella.

Dentro del armario, saqué la braga de mi boca ahogando una risita y me moví para coger una buena postura con la que observar la habitación de Samantha cómoda pero eficazmente. Pronto llegó su padre y pronto se me hizo evidente que no tenían una relación muy buena, aunque no me extrañaba mucho dada la actitud desafiante de Samantha. A pesar de ello, su padre parecía preocuparse mucho por ella.

Entonces, el tema tocó un nombre que me sonaba de haberlo oído. Dado lo que estaba ocurriendo, era normal pensar en la asesina de 10 años atrás pero no sabía qué podía tener que ver con el padre de Sam. Curiosa, presté mayor atención a la conversación.

Aquello que habían invertido en mí...

Joder, esas palabras dolieron. Os diría en qué coño habían invertido en mí, pero al parecer, negar por lo que estuve en el psiquiátrico solo acentuaba más mi culpabilidad. Palabras textuales del Dr. Silberman. Tan solo pensar en ello, hizo que inevitablemente torciera el gesto con la boca, en desacuerdo.

Pero no dije nada.

-Ryan está bien.- dije amargamente cuando parecía que se preocupaba más por él que por mí.- También le atacaron, pero ya está bien.

Aun así, mis brazos seguían cruzados. 

- Bueno, también fuiste adolescente, imagino...- argumenté con cierta ironía.- Y saldrías de fiesta. Ya sabes... chicas... Pensé que quizá la conocías de algo. Algo que la hiciera hacer lo que hizo. Aunque imagino que al final todo se reduce a que estaba loca.- alcé una ceja simplemente aceptando eso como un hecho de verdad.

- Como yo, ¿verdad? Quiero decir... ¿Crees que si esa chica hubiera tenido una hija también estaría loca? ¿Crees que también sería capaz de... asesinar?- Di un paso más hacia mi padre- Ya sabes, como algo hereditario. Como una enfermedad. ¿O crees que fue por algo que la hicieron, que se volvió... loca?

Se alegró de escuchar que el vecino estaba bien, pero el interrogatorio de su hija continuaba y empezaba a agobiar a su padre. - Coño, no todo el mundo que sale de fiesta está pensando en buscar chicas de donde sea, hay gente que solo sale para divertirse. - refunfuñó, con los brazos cruzados. - ¡Además de que desde bien joven he querido a tu madre! - se notaba que le quedaba poco para explotar, no entendía porque Samantha había venido a hacer aquellas extrañas preguntas.

¡Joder Samantha! - se le notaba quemado a la par que confuso. - ¡Pues sí, estaría loca! ¡Dicen que la psicopatía se hereda! - esta vez no retrocedió. - ¡Aunque aquella loca mujer también acabó así por culpa de la gente con la que se rodeó! ¡Las malas influencias también te hacen volverte loco! - a pesar de todo aquello, Alfred seguía intentando aleccionar a su hija, a quien consideraba que se juntaba con malas influencias. - ¿¡Pero que más da todo esto ahora!? ¿¡O es que no se te ocurría un tema mejor por el que discutir!?

Seguía preguntándome porqué Samantha preguntaba a su padre específicamente sobre el tema, era como si su padre supiera información importante del asunto que su hija pretendía que confesara. Nunca había oído a Alfred Collins mencionado en los asesinatos de hace 10 años, por lo que mi interés iba en aumento. Cambié silenciosamente la postura en la que me encontraba y observé la habitación intentando ver mejor las reacciones del señor Collins. Sin duda las palabras de su hija le estaban afectando.

Cuando el tema se fue torciendo poco a poco y Samantha mencionó algo de una hija de la asesina contuve la respiración y pegué más la oreja. Pensé que su padre, ante tanta presión, soltaría algún bombazo, pero al parecer, no tenía ni idea de a dónde quería llegar la muchacha. Miré a Sam e intenté evaluar hasta dónde quería llegar en la conversación.

Realmente me crispaba. También estaba dolida por dentro.

Sobre todo cuando lo que yo sabía le incriminaba directamente. Intentaba que fuera sincero, aunque podía entender que lo que sabía no era una de esas cosas que uno se sienta en la mesa y dice "¿Qué tal el día? Ah, por cierto, Sam..."

-Locura hereditaria, ajam.- Musité girándome, dándole a mi padre ese espacio antes de que me soltara un bofetón. Me encaré directamente a la ventana, como si mi vecino, más allá del cristal, pudiera servirme de apoyo. - Entonces creo que tengo muy claro de qué parte viene la mía.-Respondí por lo bajo, cabreándome interiormente.

Entre eso, y lo que sentí, tras la contestación de mi padre, me hizo girar de improviso, dejando caer una lágrima por mi rostro.

- Se me ocurre uno de puta madre, papa.- Dije mirando, con los ojos húmedos, de los escasos 3 metros que nos separaban en esos momentos.- ¿Sabes que el asesino grabó una cinta cuando mató al hijo del sheriff y decía que iba a abrir los ojos a este pueblo, que iba a ir a por los mentirosos? ¿Eh? ¿Cómo crees que me siento cuando sé que mi padre me oculta cosas y pueden ir a por él?

Di un paso al centro de la habitación, abrazándome a mi mismo como si tuviera frío. Escalofríos me daban de pensarlo, simplemente.

-Cómo te sentirías tú si descubrieras que realmente tu madre no es tu madre. Que en realidad es una maldita asesina psicópata y que estás siguiendo prácticamente uno por uno los pasos que la llevaron a hacer lo que hizo.- respire hondo, aunque para entonces mis ojos lloraban sin poder controlarlos.- Dime cómo crees que me siento cuando he descubierto que soy la hija de Dana Scully.

¿Secretos? - preguntó preocupado. - ¿Desde cuando sabes que... - pero lo que dijo a continuación su hija lo dejó completamente en shock. No dudó ni un segundo de ella, ya que imaginaba que de la misma forma que había descubierto que su "madre" había recibido un óvulo, habría descubierto también a quien pertenecía ese óvulo. - ¿La hija de Dana Scully? ¿He tenido una hija con Dana Scully? - tenía un cúmulo de emociones que ni él mismo llegaba a entender muy bien, pero su reacción fue acercarse a su hija y agarrarla de los brazos. - ¡¿Entonces por eso la mataste?! ¡¿Por eso mataste a mi otra hija?! - gritó, enfurecido.

Cayó de rodillas al suelo y se puso a llorar, aunque levemente, pues intentaba guardar la compostura, aún así, su voz estaba completamente quebrada. - No me siento capaz ni de mirarte a los ojos ahora mismo. - mustió. - Yo... Necesito procesar esto. - en el suelo, aún agarrado a los brazos de su hija, apretó con fuerza estos, hasta que una de sus manos se separó, señalando la puerta. - Vete, por favor. - intentó decir calmado, pero no pudo más, sus sentimientos, confusos, proliferaron. - ¡LARGO DE AQUÍ! - dicho eso la soltó del otro brazo y la miró con unos ojos llenos de lágrimas y rabia a partes iguales.

Sam se vio obligada a hacerle caso a su confuso y herido padre, si no quería empeorar la situación. Barbara, en cuanto escuchó que Alfred abandonaba la habitación, decidió hacer lo mismo, usando la ventana. Ryan, desde su habitación, lo había visto todo, pero parecía que no podía intervenir de ninguna forma tampoco.