Partida Rol por web

Pol coge con firmeza la espada y se lanza a por ti a una velocidad increíble. En un momento la espada está en tu sentimiento del hierro y, aunque intentas poner la espada para protegerte, consigue atravesar tu guardia, realizándote un fino corte en el costado. Sonríe y vuelve a su posición inicial.

Pol fue más rápido que Keira. La joven vio como se lanzaba hacia ella e intentó poner la espada por medio, pero él encontró un hueco y atravesando sus defensas consiguió herirla en el costado. 

Keira sintió el filo de la espada y sus ojos se abrieron como platos. Bajó un momento la mirada para ver su mejor camisa rasgada y como poco a poco se iba tiñendo de rojo.

- ¡Me has estropeado mi mejor camisa! - Murmuró dibujando una mueca con sus labios. Le miró, sus ojos brillaron y una sonrisa sesgada se perfiló en su rostro cuando se lanzó sobre Pol, consiguiendo evitar sus defensas y también pasando el filo de su espada por el costado del joven...

Pol pones la espada enmedio pero, imitando su movimiento, consigues atravesar su defensa, atacando el mismo punto que había atacado él, aunque con más éxito, ya que ves como tu amigo se encoge por el dolor. Aun así, no puede evitar mostrarte media sonrisa.

- Vaya con la niñata, si que ha mejorado. - Acto seguido da un paso al lado, te da un tajo lateral y cuando vas a poner la espada, cambia de dirección, rajando por el centro tu camisa y parte de abdomen. - Pero sigues sin ser rival para mí.

Una vez más Keira no vio venir el ataque de Pol. Un dolor atroz recorrió su abdomen. La joven se dobló por la mitad, llevando la mano hacia la herida y observó como rápidamente se llenaba de sangre. Sentía que el combate había terminado y eso le daba mucha rabia. 

Tenía que entrenar más, tenía que hacerse más fuerte... No podía ser que con sólo dos tajos acabara así... Sintió como sus ojos se llenaban de lágrimas rabiosas. Apretó con fuerza los dientes para evitar echarse a llorar delante de los demás hombres. 

- Está bien... Me rindo... - Dijo con rabia contenida. Tiró la espada al suelo, justo a los pies de Pol, y dando media vuelta se alejó de allí. Quería estar sola...

Pol observa tu reacción en silencio, sin mover un músculo. Cuando le tiras la espada parece que va a decirte algo pero se detiene en el último instante.

Cuando te das la vuelta para irte puedes oír que da un ligero suspiro.

Keira escuchó el suspiro de Pol, pero eso no hizo que se detuviera. Se sentía muy frustrada, había sido lenta, demasiado lenta, y Pol había sabido aprovechar su ventaja. 

No le culpaba a él, es más, admiraba su rapidez y su forma de luchar. Pero en aquel momento se sentía torpe e inútil. Deseaba gritar, patalear como cuando era pequeña y golpear algo. Había apretado con fuerza los puños para evitar ese tipo de comportamiento, ahora era toda una mujer y tenía que "comportarse"

Se alejó, yendo al otro lado del barco. Una vez allí, se asomó por la borda, sintiendo la brisa marina acariciar su rostro. Mierda... Tenía que haber detenido ese golpe... Fue demasiado rápido pero no... Joder, todo es una mierda... Keira se cogió al borde del barco y apretó con fuerza la madera, hasta que sus nudillos se volvieron blancos. Una lágrima había empezado a correr por su rostro. Al llegar a sus labios sintió el sabor de la derrota, y las otras le trajeron el gusto de la vergüenza. ¿Cómo quería llegar a capitanear alguna vez un barco si no era la mejor? 

Unos pasos firmes resuenan a tu lado. Blake se apoya en la barandilla junto a ti, pero sin mirarte. Observa el mar en silencio durante un rato. Se arremanga la camisa por el brazo izquierdo, dejando a la vista un largo corte.

- Ésta, un guerrero eiseno. - Se desabrocha la camisa y señala un punto grande y negro entre el pecho y el hombro. - El certero tiro de un montaignes. - Para terminar, te mira y cierra su ojo izquierdo. - Ésta.... ésta todavía no me la creo...

Sonríe un poco y vuelve mirar al mar.

- Cada una de estas marcas ha sido un aprendizaje. Cada una de ellas me ha enseñado algo. Es gracias a esas lecciones que hoy soy lo que soy. Cuando miro hacia atrás, cuando recuerdo cada una de esas luchas, ¿sabes que siento? ¿Vergüenza? No... Orgullo. Orgullo de saber que sigo vivo, donde otros han caído. Orgullo de saber que a cada derrota me he levantado, que a cada paso he mejorado. Por eso, tengo que agradecer a quien me hizo estas marcas el demostrarme que todavía me quedaba camino por recorrer, motivos por los que seguir...

Se da media vuelta y empieza a marcharse.

- Deberías ir a curarte, no querrás que se te infecte.

Keira escuchó a su padre mientras iba siguiendo cada una de aquellas cicatrices. sus ojos ambarinos se vieron reflejados en los de él.

Él hablaba de orgullo, de aprender y seguir adelante. Pero... ¿Qué orgullo había en tirar la espada? Sólo había sido un entrenamiento y había sido incapaz de aguantar dos estocadas... Su rostro se había sonrojado y sus labios temblaron ligeramente. Se secó las lágrimas que humedecían sus mejillas y asintió con un leve movimiento de cabeza.

- Sí, ahora iré... - Le dijo intentando sonreír. Poco a poco había sentido como esa rabia iba muriendo en su interior, casi de forma imperceptible. Moría para ir recuperando lentamente su habitual estado de ánimo. Entendía lo que quería explicarle su padre, y aunque en el fondo, una vocecilla seguía llamándola inútil, ella le escupió en su imaginaria cara y volvió a sonreír. 

Esperó a que su padre se alejara. Se caló el sombrero y empezó a caminar en busca del marinero que siempre cuidaba de ellos. Sin querer hizo un gesto brusco y un fuerte latigazo le recordó que tenía una herida que atravesaba su vientre. - Demonios, Pol... Que bueno que eres... - Murmuró para sí mientras continuaba encaminándose hacia la "enfermería"

Llegas a los camarotes principales donde en una esquina se encuentra Julio, vuestro "doctor". A su lado está Pol, con una pequeña venda en el costado izquierdo. Te ve entrar e inmediatamente baja la cabeza, sin decir nada.

El doctor, ignorando la actitud de tu amigo, coge un bol que tenía preparado a un lado con agua fría y trapos y te señala una esterilla en el suelo.

- Túmbate, vamos a ver esas heridas. - No hay signo de sentimiento ninguno en sus palabras. Cuando Julio trabaja siempre es igual. En general es un hombre de trato agradable pero durante su trabajo solo sabe de heridas, dolores y curas.

Keira siempre había sido muy temperamental, quizás demasiado, y solía saltar cuando menos te lo esperabas. Podía explotar como si se tratara de una botella de buen cava, pero al momento la espuma había desbordado y era mansa e incluso muchas veces se arrepentía de su comportamiento.

Así que cuando entró en la enfermería y vio a Pol, sintió un ligero pinchazo de arrepentimiento en el corazón. Pero así como se podía arrepentir, le costaba mucho pedir perdón.

Sonrió como si nada hubiera pasado y buscó su mirada, pero él la había rehuido bajando la cabeza.

- Sí, tenemos buenos marineros... - Comentó mientras se acercaba a la esterilla que Julio le había indicado. Se subió la camisa para que pudiera tratar el corte que recorría su vientre. - Seremos el terror de los mares... - Se acababa de estirar y buscó la mirada de Pol para guiñarle uno de sus ambarinos ojos. Era lo más cerca que podía estar de pedir perdón.

El hombre te trata como otras tantas veces. Con diligencia, seguridad y firmeza. Limpia, cose y vende. Por suerte la herida todavía sigue caliente y, aunque sientes algún que otro pinchazo, apenas te duele. Sabes que parte de ello es gracias a la diestra labor de Julio.

Él se detiene un segundo a observar el corte de tu abdomen, ya cosido y vendado, mira de reojo a Pol y vuelve a centrar la atención en tu segundo corte.

Pol, al ver que estás de buen humor, levanta la cabeza y sonríe cuando te tiendes en la esterilla.

- La verdad es que casi no lo cuento. Pero no te desesperes, al fin y al cabo soy el hijo de un rey. - Muestra una ancha sonrisa y los ojos brillantes - Pero estoy ansioso de poder luchar a tu lado de nuevo. Casi nunca coincidimos.

Una sonrisa sesgada se dibujó en los labios de Keira. 

- La próxima vez no te lo pondré tan fácil... - Le dijo con un ligero gruñido. Aquel pinchazo acababa de doler... Cerró los ojos y respiró pausadamente. Le encantaba luchar, sentir el fragor de la batalla, pero odiaba las agujas.

El médico termina de tratarte tus heridas y sin decir nada más recoge sus herramientas y sale de allí, dejandoos solos a ti y a Pol. Antes de marcharse le dirige otra mirada a tu compañero. Luego te mira y te sonríe, recuperando su carácter afable.

- Será mejor que no hagas ningún esfuerzo hasta que lleguemos a Avalon. No quiero que se te abran las heridas. Hasta luego.

Keira dibujó una mueca con los labios. Odiaba tener que hacer reposo, pero no quería fallarle a su padre así que no le tocaría otro remedio. Se incorporó y empezó a abrocharse la camisa cuando vio que Julio salía de la estancia, dejándola a solas con Pol.

- ¿Qué me he perdido? - Preguntó con "cierta" sutileza. - Julio se ha comportado de forma un tanto... extraña - . La joven terminó de abrocharse la camisa y se levantó de un salto, acusando un fuerte dolor en los recientes puntos. - Ouchhh... - Se mordió el labio y puso gesto de dolor. 

Pol se ríe cuando pegas el salto, dándose cuenta de tu dolor.

- Si es que.... te lo acaban de decir. Y no se a qué te refieres. Seguro que estaba "echándome la culpa" por dejarte echa un desastre. - Saca la lengua con gesto burlón. - Aunque Julio siempre ha sido un poco rarito...

Se recuesta en una hamaca y empieza a balancearse.

- Por cierto, ya me he enterado de lo de los presos. ¿Tú que opinas?

Keira sonrió al ver que Pol continuaba siendo el mismo. Era un buen amigo, el mejor que había tenido nunca... Intentó que no se le contagiara la risa porque sabía que los espasmos que solía provocarle harían que volviera a retorcerse de dolor. Cogió el sombrero y volvió a calárselo en la cabeza cuando Pol le preguntó su parecer por lo de los prisioneros.

- ¿La verdad? No lo sé... - Suspiró y se sentó en una silla, apoyando ambos brazos sobre las piernas. - No sabemos quiénes son ni por qué están presos. Sí, sé que todo hombre tiene que tener una segunda oportunidad y muchas veces se juzga injustamente. También sé que si nos cogiera la marina colgaríamos de una soga... Pero... Ufff... Confío en vosotros, he crecido a vuestro lado y me preocupa traer a gente nueva - . Pol era la persona en la que más confiaba Keira. Sabía que podía hablar sinceramente con él que nunca la juzgaría por sus sentimientos. Y como siempre, le abría su corazón...

Pol detuvo su balanceo y prestó total atención a tus palabras. No dijo nada hasta el final y cuando habló, lo hizo con una voz profunda, como si te hablara desde el pasado.

- Sabes que he sentido siempre una gran admiración por el capitán. Cuando yo era un chiquillo él me dio la vida, me dio una oportunidad que nunca olvidaré. Cuando subí al barco por primera vez, recuerdo la cara de cada uno de los tripulantes, todos me daban pavor. Entonces te vi a ti. Una enana pelirroja, cabezota y que se creía una dama. Pensé: "Si están cuidando de alguien así, no pueden ser malas personas". - Entonces su voz recupera el tono despreocupado de siempre. - Tu padre no dejará que ninguna persona mala suba al barco. Sabe qué puede encontrar en los calabozos y evitará a toda costa que haya ningún peligro para su gente. Y a los demás, tu y yo nos encargaremos de introducirlos. Quién sabe, quizás la familia crezca y puedan formar parte de ¡La tripulación del Capitán Pol! - Te mira con su característica sonrisa burlona - Tu puedes ser la fregaplatos.

Una sonrisa de añoranza se reflejó en los labios de Keira al escuchar las palabras de Pol. También recordaba cuando aquel chiquillo vergonzoso y tímido había llegado al barco, enseguida se hicieron grandes amigos. Keira ya llevaba un tiempo entre la tripulación, y aunque cuidaban de ella, se sentía un poco mal al no tener niños de su edad. Todos eran viejos a su vista y no tenía con quién jugar. 

Al llegar Pol todo cambió. 

- Sí, tienes razón, me preocupo por nada... Supongo que no quiero que nada cambie... - Murmuró bajando la mirada. Continuaba siendo la misma cabezota que cuando era niña, aunque ahora sabía cuál era su lugar, y ese era aquel, junto a su padre.

Levantó la cabeza y una luz traviesa se reflejó en sus ojos. - ¿Fregaplatos? ¡Jaaa! Yo tendré mi propia tripulación y entonces tú dejarás atrás tus aires de principito... - Le dijo sacándole a su vez la lengua.