Partida Rol por web

Keira había llegado a un lado de la casa y espiaba por la ventana. Pero no conseguía ver nada... Se apartó un momento, quedándose a un lado, acuclillada y atenta a cualquier sonido que pudiera alertarla... Allí hay algo... Se dijo y se mordió el labio. Puedo intentar acercarme a la puerta... 

Sin pensarlo dos veces, empezó a caminar agachada y muy pegada a la pared, para no ser vista. La joven parecía haberse convertido en una sombra... Llegó a la puerta y buscó una nueva ventana para poder ver de nuevo el interior, antes de intentar abrirla...

Abro mucho los ojos cuando noto que algo viene, algo bastante grande. Avanza sigilosamente. O es un animal o un hombre descalzo. Pero viene, ya viene. 

Gesticulando con las manos, llamo la atención de mis compañeros. Cuando he captado sus miradas, señalo hacia el origen del ruido, esperando que se pongan alerta.

Con cuidado, cojo el hacha, adopto una postura defensiva y me preparo para lo que viene. 

Viendo los gestos hechos por Clady, Edward asintió a modo de respuesta mientras se preparaba para pegar un tiro a lo primero que se pasara por su campo de visión con gesto hostil, mientras que intentaba esconderse ligeramente entre el ramaje para ser menos visible y contar con el factor sorpresa.

Casi había empezado a dormirse ahí, esperando, cuando por el rabillo del ojo advirtió algo de movimiento proveniente de Clady. Giró el rostro algo confusa y le dio una palmada suave a Eskjö en el hombro al tiempo que alzaba durante medio segundo la barbilla preguntándole así a Clady el motivo de los aspavientos.

Ouh...

Siguió con la mirada la dirección a la que señalaba y apremió a Eskjö a incorporarse.

-Arriba, grandullón.

Estaba empezando a aburrirme, allí sentado sin nada que pudiese hacer, cuando Clady señaló hacia la nada. Parecía que se acercaba algo. Y Keira y Lidia seguían sin venir. "¿Las habrá eliminado eso?" Karinna, mi bella usurra, me pide amablemente que me levante, y obedezco presto sabiendo que lo que estábamos buscando podría estar tras los arbustos cercanos, acercándose. Me llevo la mano a mi espada, que llevo en la espalda como de costumbre, dispuesto a rebanar en dos aquello que se acercase si lo hacía con intención hostil.

Le hago señas a Clady para que se esconda, y se lo susurro a Karinna. Actuaré de cebo. De todos, soy el que más impone, y encontrarse de golpe con un hombre de más de dos metros, grande como yo, con una claymore en las manos, sin duda no es lo mismo que encontrarse a la bella Karinna, o a Clady, que impondrían mucho menos.

Me quedo ahí, esperando en la penumbra, a que el origen del ruido aparezca ante mis ojos. Entonces caigo. Podrían ser la propia Keira y Lidia. Sería mejor que mantuviese la calma y no hiciese ninguna tontería.

Finalmente todos escucháis los pasos. Escucháis cómo la maleza se aparta lentamente, cómo las hojas del suelo crujen ante las pisadas. Clady y Karinna se apartan. La ussura ocultándose y Clady con el hacha dispuesta a rebanar al primero que pase. Eskjö se coloca en el centro, con el arma en las manos, mientras el follaje se mueve ligeramente sobre sus cabezas al moverse Edward.

Y, de entre las sombras, asomándose pero sin llegar a salir de la maraña espesa de árboles y arbustos, surge aquél que os acecha. O más bien aquello. Sin mostrarse del todo a la luz de la luna, unos ojos brillantes, grandes, miran suspicaces al grupo allí congregado, calibrando sus opciones...

Te asomas por la nueva ventana, realmente orgullosa de tus pasos, pues te sientes como un felino acechando en las sombras.

Desgraciadamente la luz aquí es peor que en el otro lado. Lo único que alcanzas a ver es un camastro, y dirías que hay un bulto sobre él. Pero bien podría ser una persona, o una mochila. Un soplo de fría brisa se cuela por tus ropas, provocándote un escalofrío.

Desde esta distancia ni siquiera ves a Lidia. Estás prácticamente sola, acompañada tan solo por las ascuas de la hoguera, y tu enemigo bien podría estar a apenas un par de metros de ti.

Ves cómo Keira voltea la cabaña, desapareciendo de tu vista. Ahora solo te acompaña el ulular de algún pájaro nocturno y el ruido de los grillos.

Algo más atrás escuchas movimiento en el lugar donde dejaste a tus compañeros, pero seguramente estén conversando entre ellos, pues no hay ninguna señal de alarma. Realmente te has quedado sola, y no tienes muy claro cómo proceder.
 

Un tigre, como el que habíamos visto antes. Parecía que en aquella isla sobraban. Guardé mi arma, no quería matarlo a menos que me viese forzado a ello. La belleza del animal era hipnotizante. Embelesaba. Comencé a moverme lentamente hacia él. Con una voz sosegada, comencé a llamarlo. - Eh... Bssss. Ven aquí... Minino bonito... - iba dando un paso, y luego otro, muy lentamente. A cada rato me paraba, por si se pudiese sentir asustado e intentar atacarme. En ese caso, me pelearía con mis propias manos hasta hacerle perder el conocimiento.

 Maldición, no consigo ver nada... Renegando mentalmente, Keira se apartó de la ventana y se cruzó de brazos mientras pensaba. ¿Será ese bulto aquel al que venimos a buscar...? Es posible, pero... Ohhh... Debería volver y decir lo que he visto, pero es que en realidad no he conseguido ver nada... 

La joven se mordió el labio. Se planteó entrar a hurtadillas y comprobar qué era aquel bulto. Pero... ¿Y si era él y se despertaba...? Suspiró y se caló bien el sombrero. No era su misión, ella tan sólo tenía que comprobar que ellos cumplieran con las órdenes de su padre...

Padre, ¿por qué me has mandado a matar a alguien...? Siempre me has enseñado que nosotros no somos asesinos... Nuevamente las dudas volvían a su atribulada mente. Su alma aventurera la arrastraba a entrar en la cabaña. Sintió un ligero hormigueo trepar por su espalda hasta morir en las puntas de sus dedos. Dio un par de pasos, agazapada y en silencio, hacia la puerta, con la intención de comprobar si estaba abierta o no... Colocó una mano sobre la madera y presionó con suavidad... No quería entrar, pero la curiosidad podía con ella... 

Karinna, aunque quedaba oculta en un principio al ver la terrible majestuosidad del animal se apoyó en uno de los árboles contemplando al animal maravillada no solo ante el peligro que irradiaba el poderoso cuerpo de la bestia sino por el aspecto sedoso de su pelaje.

-...-suspiró con una sonrisa curvada más por la incredulidad por estar ahí y seguir viva (pese a la incertidumbre de cuánto tardaría) que por verdadera felicidad-No lo subestimes...- acertó a musitar

Edward abrió los ojos como si fueran platos al ver surgir al tremendo felino, y encima para colmo, el grandullón se puso a llamarlo minino, MININO. Era o muy estúpido o un intrépido sin igual, eso no tenía vuelta de hoja. Apuntó la pistola hacia el felino con la esperanza de qué, si fuera necesario, podría matarlo de un disparo, no lo creía, pero tenía que hacerlo.

Valientemente, me planto hacha en mano esperando al peligro. Pero Eskjö, muy en su línea, se pone delante. Me encojo de hombre y me hago a un lado.

- Bueno, si quieres enfrentarte solo ante el peligro, adelante. Todos sabemos que es mejor sorprender con un uno contra uno que atacar varios a la vez- pienso sin decir nada. ¿Para qué discutir?

Y entonces aparece el tigre de nuevo. Es un animal precioso, un depredador hermoso y letal. Sonrío nada más verlo y mi hacha flaquea un poco. Me daría pena tener que hacerle daño pero en las luchas a vida o muerte no hay sentimentalismos que valgan. 

Y en ese momento el animal salta hacia Eskjö. Las zarpas de la majestuosa bestia pasan a apenas unos centímetros del nórdico, que se agacha justo a tiempo.

Con un sonoro rugido, digno de uno de los mayores depredadores del mundo conocido, el tigre se encara de nuevo, observando a sus posibles enemigos.

Escuchas perfectamente cómo algo se remueve en el camastro. Una sombra se recorta contra la escasa luz de la ventana y una voz adormilada, con la garganta seca y algo cascada, habla en la oscuridad.

- ¿Hola? ¿Quién anda ahí? ¿Peludo?

Es una voz anciana, claramente cansada y sorprendida, pero no puedes ver claramente su origen ni qué esta haciendo.

¡Un anciano...! ¿Padre, qué pretendes ordenando matarle...? Al escuchar la voz cascada de un hombre, Keira se detuvo con la mano todavía posada en la puerta. Su corazón había dado un vuelco... Ya le había extrañado las órdenes impartidas por el capitán, pero descubrir que la persona a la que, en teoría, venían a matar era un pobre anciano, hizo que la joven e intrépida pelirroja tuviera muchas más dudas.

- Ho... Hola... No, me temo que no soy Peludo... - Respondió, irguiéndose bajo el dintel de la puerta. Al escuchar aquel nombre imaginó que el anciano se refería a algún perro o animal semejante.

Piensa Keira... ¿Qué le digo...? 

- Hemos... Tenido un naufragio y he encontrado por casualidad esta cabaña. Pensé que estaba deshabitada... - Explicó, primero un poco dubitativa, pero según iban saliendo las palabras de sus labios, éstas iban cogiendo más fuerza. - Siento haberos despertado, no era mi intención... ¿Qué hacéis aquí...? ¿También naufragasteis...? -

Me agacho justo a tiempo para esquivar las garras el enorme animal, que lanza un fiero rugido tras aterrizar y darse de nuevo la vuelta hacia mí. Es grande. Pero yo también y lo se. No es la única bestia que hay en esa selva. Lo miro directo a los ojos, con ferocidad a la mirada y también una ligera disculpa por lo que estoy a punto de hacer. Echo a correr contra el animal y lanzo mi puño contra su hocico, sabiendo que ese posiblemente sea uno de sus puntos débiles. A continuación, y aprovechando que me he acercado, intento pegarme a el lo más posible y agarrarlo del cuello para que no se pueda mover. Me gustaría poder asfixiarlo hasta dejarlo inconsciente, para no vernos obligados a matarlo, pero sé que no tengo la técnica necesaria para lograrlo, así que me limito a intentar agarrarlo del cuello con la mayor fuerza posible para poder inmovilizarlo y dejarlo a merced de los ataques del resto de mis compañeros.

El golpe da con precisión en el morro del enorme felino, que gira la cabeza dolorido pero aparentemente intacto. Justo en ese momento, el nórdico aprovecha para hacerle una presa alrededor del cuello. El combate es intenso y bastante impactante, pero el tigre se retuerce y es posible que contraataque.

Justo en ese momento una fuerte explosión se escucha desde lo alto, y un certero disparo atraviesa a la bestia. Una voluta de humo se dispersa alrededor de la boca de la pistola de Edward.

El animal cesa en su forcejeo, dejándose caer al suelo y su respiración se vuelve lenta y pesada.

Ahora sí has oído algo. Primero un rugido animal y luego lo que te parece la voz del nórdico gritando por esfuerzo. Un segundo después, un disparo resuena por la selva, espantando a muchos animales que corren despavoridos desde allí.

El ruido viene claramente de donde están tus compañeros.

- Ya oigo que no eres Peludo, ya... - Contesta la misma voz. Escuchas ruidos de sábana y te parece que los pies del hombre tocan el suelo, descalzos. - ¿Un naufragio, dices? Un segundo, hija, que encienda una luz.

El hombre se mueve entre las sombras y al momento ves cómo una lámpara de aceite empieza a iluminar la estancia. Tu interlocutor es efectivamente anciano, apenas tiene dentadura y sus ojos están entrecerrados, seguramente en reacción a la luz y el sueño. Su constitución parece firme, pero la edad y la vida en la isla claramente le han demacrado. La cabaña está repleta de cosas, en su mayor parte herramientas, pero te llama la atención un conjunto de mapas colgados en la pared y otros enrollados en algunas estanterías. Dirías que hay más de una treintena.

Justo en ese instante, el rugido de una pistola se escucha desde la selva. El hombre abre los ojos al instante.

- ¡¿Qué ha sido eso?! - Pregunta el hombre con voz cascada mientras va a por un bastón. - Hija, no se quién eres y por qué me mientes, pero más te vale que no hayáis hecho daño a mis pequeños.