Partida Rol por web

Hadleyville, 15 de Abril de 1893.

Con una rodilla hincada en el suelo, donde una vez había estado tu hogar, maldices a Parson una vez más. No entendías nada, por qué ese ansia de Parson por hacerse con tus tierras y las de tantos otros, para tenerlas así de abandonadas como podías observar. Tu casa, tus establos, todo había sido destruido, y sin embargo no han construido ni aprovechado para nada esas tierras. ¿Era otro capricho de ese chiflado?

Tras varios años de pueblo en pueblo, por fin has decidido volver, crees que ya es hora de intentar recuperar tus tierras. De momento el primer paso ya lo has dado, estás en Hadleyville. Sabes que con este tipo y su gente, cada paso que des, tiene que ser sobre seguro, lento… pero con buena letra…

- Demonio... - Logra maldecir entre dientes en la lengua de sus antepasados castellanos, mientras deja que el puñado de polvo que sujeta en un puño cerrado de rabia se pierda con la brisa de poniente.

Habían pasado ya algunos años y la necesidad de volver a su hogar era ta imperiosa que no había podido esperar mas tiempo. Hadleyville, el pueblo que le vio nacer y que había sido su hogar, estaba muy cambiado. Ahora tenía ese horrendo aspecto árido que le había dado Parson, a juego son su árido corazón.

Juan Antonio Cortés, que era un hombre práctico hasta la médula, no entendía como podía ese despreciable hijo de perra haber dejado que sus tierras, sus hermosas y bien cuidadas tierras, acabaran convertidas en poco mas que un desierto baldío. Aquellos terrenos le habían costado toda su vida... Había sudado por ellos, había llorado sobre ellos, los había alimentado son su sangre y su esfuerzo... Había levantando cada viga del establo, el granero y la casa. Había devastado y clavado cada tablón, cada listón. Había dado color a todas las construcciones para convertirlas en un hogar. Y lo había hecho junto a su padre, que en paz descansaba ahora. Ahora... Si padre levantara la cabeza y viera todo esto...

Lágrimas de rabia corrían por las mejillas de Cortés cuando volvió a incorporarse, dirigiendo la mirada hacia el pueblo, cargado de determinación. Iba a poner fin a aquella locura de Parson. Y el primer paso sería reencontrarse con Hadleyville.

Sin volver la vista, se adentra en el camino hacia el pueblo. Su primer contacto sería el saloon, el centro de la vida de toda comunidad. Un lugar donde obtener información.

Cuando entras al saloon encuentras algunas caras conocidas y otras no tanto. Una de ellas te observa desde detrás de la barra. Es Ned McCabe, el propietario del saloon. Un hombre bastante frío y calculador, tan solo preocupado por el negocio y hacer dinero a toda costa. Nunca te había caído bien, pero siempre has procurado estar al margen y evitar cualquier tipo de roce con él.

Vaya, vaya... cuanto tiempo - comenta mientras te mira alzando una ceja - qué te trae de vuelta?

Cortés no responde en un primer momento a la pregunta de McCabe, sino que pasea una mirada por el viejo saloon, empapándose de los olores, los sonidos y las viejas caras que allí se encontraban. Había vuelto a casa, aunque aquel pueblo ya no lo era tanto como solía serlo. Pero recuperaría sus tierras. Por Dios que las recuperaría o moriría en el intento.

Aún con las manos sobre las hojas abatibles de la entrada, Juan Antonio no sabe muy bien que contestar a aquel amante del dinero, por lo que las deja caer y se acerca a la barra, sentándose en el primer taburete vacío que encuentra. - De momento algo de beber.- Contesta al fin con voz ruda, apoyando ambas palmas sobre la áspera madera - Algo fuerte, si puede ser, McCabe. Este puede ser un día muy largo.

Mientras McCabe te sirve el whisky que habías pedido, 3 de los hombres de Parson entran por la puerta. Uno de ellos trae consigo a una joven que, a pesar de su vestimenta algo atrevida, no parece tener más de 16 o 17 años.

McCabe guarda la botella y se dirige a una de las esquinas de la barra donde habla con los recién llegados.

Vaya, creí que no llegaríais nunca. Se supone que teníais que haber llegado hace 2 días. – Le da un repaso con la vista a la joven y luego llama a una de las empleadas del local – Lowe! Mueve ese precioso culo y ven! Acompáñala arriba...

Una mujer de cabello rojizo algo enmarañado se acerca a ellos.

Tú eres Sarah, verdad? – dice rodeando sus hombros con su brazo - No te preocupes nena, tía Molly y yo nos encargaremos de ti. Si es una monada mirad.. rubia, alta, esbelta...  y esa carita tan infantil... arrasarás nena. Ven, acompáñame.

Lowe la agarra de la mano llevándola tras de si escaleras arriba. Los hombres de Parson reciben una bolsa de McCabe y salen del local, dejando distintos murmullos y cotilleos entre los clientes.

Mientras la mujer sube con la joven por las escaleras, Doc entra en el saloon. Muchos de los allí presentes aún no se habían enterado de que era el nuevo sheriff, pero la placa que lucía en su pecho aclaraba cualquier duda.

Cuando entras en el saloon, ves que la joven que parecía venir con el grupo de Parson sube al piso de las habitaciones acompañada por una de las mujeres del saloon, Lowe, la cual ya conoces de otras veces. En la barra encuentras al propietario, Ned McCabe, hablando con los tipos de Parson y entregándoles una bolsa de dinero, supones que por algún tipo de acuerdo por traer a aquella joven.

Había visto esa escena y otras muy similares demasiadas veces a lo largo de sus años de vagabundear de un lugar a otro, de pueblo en pueblo y de saloon en saloon. Siempre se repetía la misma pauta: Un grupo de matones contratados por alguien poderoso llevaba a una chica joven a un burdel, dónde se convertiría en simple carne para aquellos con mucho dinero y pocos escrúpulos. Las mujeres no estaban hechas para ser tratadas como mercancía, no eran animales de corral. Las mujeres debían encontrar un buen marido que las cuidara y protegiera, criar a sus hijos en un hogar y trabajar las tierras donde aquellos deberían de crecer.

Cortés vacía de un trago el pequeño vaso y golpea la barra con él para llamar la atención de McCabe de nuevo. Si quería mantener la calma y las apariencias, más le valía atemperar la necesidad de justicia que le corría por las venas como fuego líquido. Si aquél hubiera sido otro pueblo y aquellos otros hombres, no le habría dado mas importancia. Pero ese tipo de escenas no deberían darse en buen lugar como era Hadlleyville. Al menos no en la Hadlleyville que él recordaba.

Las puertas del saloon se abren y un nuevo personaje hace su aparición. La placa sobre su pecho lo identificaba sin lugar a dudas como sheriff, lo que suscitaba ciertas sospechas en el cansado Juan Antonio. ¿Quién era ese hombre y qué hacía allí? ¿Qué había pasado con el viejo sheriff? Y la más importante de todas ¿Sería otra de las marionetas del perro bastardo de Parson?

Lo observa de arriba a abajo mientras espera que le sirvan un nuevo trago y, negando con la cabeza, vuelve a centrar se atención en la barra, hundiendo ligeramente los hombros.

Doc entró decidido en el Saloon, se paró en la puerta y miró a todos los parroquianos despacio. No dijo una sola palabra, solo se ocupó de aguantar la mirada de aquel que se atreviese a sostener la suya. Tenía que demostrar fiereza y determinación, sea como fuere, pues era joven, y los del pueblo de toda la vida, sabían de quién era hijo, lo habían visto crecer, y podían no tenerle el respeto que un sheriff necesitaba.

Vio a los hombres de Parson comerciar con McGabe con la chica. Por un momento pensó en intervenir y dar un aviso de que volvía a haber ley en Hadleyville, pero apretando las mandíbulas decidió no hacerlo. No le interesaba enemistarse con el dueño del Saloon desde tan pronto. Ya tendría la ocasión de hablar con él más tarde.

Se dirigió a la barra, tomó asiento y pidió un vaso de bourbon.

McCabe se vuelve hacia Cortés al escuchar el seco golpe del vaso contra el mostrador. Coge nuevamente la botella rellenándole el vaso. Luego observa al recién llegado y le sirve el bourbon, como había pedido.

Vaya... así que tú eres el nuevo Sheriff? vaya vaya, el hijo de Francis Hatcher. Joven, siento mucho lo de tu hermano, era un buen hombre... Lástima de aquel accidente...

Doc asintió con la cabeza antes las palabras de McGabe por la muerte de su hermano, pero su miraba rezumaba ira. Agarró con fuerza el bourbon y se lo bebió de un trago, golpeando fuerte la barra con el culo del vaso, indicando que se lo rellenase de nuevo. Miró bien a su alrededor, ahora que ya se había sentado, y vio como los hombres de Parson salían tranquilamente por la puerta. Pero qué iba a hacer. No sería muy inteligente empezar una guerra abierta, y menos delante de medio Hadleyville. Por el momento tenía dos cosas en mente. Se giró hacia el barman y susurró, mientras le ponía su segundo targo:

- Necesito verte en mi oficina -afirmó en tono imperativo- Tengo que hacerte unas preguntas y no creo que sea este el lugar indicado. Te espero allí en un par de horas.

Terminó su segunda bebida. No espero respuesta, quería ver como reaccionaba McGabe. Bajó levemente su sombrero con la mano a modo de saludo, y agarrando la escopeta dio media vuelta y se dirigió a la salida. La segunda tarea que rondaba en su mente era conseguir un ayudante. Consultaría su economía en la oficina, y prepararía un cartel para dásrselo a McGabe. No había mejor sitio que el Saloon para que todo el mundo se enterase de una noticia.

Una tragedia lo de ese muchacho. Sin duda. Perder a un hermano y una cuñada debía ser un golpe terrible para alguien como él. Y quizá hubiera sido eso lo que que lo había llevado a ocupar el puesto de sheriff.
Todo el mundo sabía que Parson había atacado su granja, intentando presionar al hombre, para conseguir sus tierras. ¿Sería posible que Hatcher estuviera dispuesto a tomarse la justicia por su cuenta? Eso sería... maravilloso. Simplemente maravilloso. Como decía su viejo padre antes de morir: "Juan Antonio, las serpientes son los peores enemigos del ganado. Llegan sin ser vistas, atacan sin que nadie se lo espere y apenas dejan rastro... Pero al día siguiente tienes una res muerta e hinchada y sabes que ha sido por culpa del veneno de una de esas hijas de puta. Si ves una serpiente... Acércate con cuidado y córtale la cabeza. Sin cabeza, el cuerpo acaba por morir aunque se retuerza como un diablo"

Parson era una de esas serpientes.

Juan Antonio deja un puñado de monedas manoseadas y muy gastadas sobre la barra para pagar el par de tragos que se ha tomado y sale detrás del joven sheriff con la intención de charlar con él sobre el asunto que parecía que los unía de alguna manera. Cualquier aliado en su lucha contra el bastardo de Parson era un arma mas apuntando a su maldita cabeza.

- ¡Eh! ¡Hatcher! - Lo llama desde la puerta del Saloon, abriéndola para salir, pronunciando las erres con marcado acento español. - Me enteré de lo de tu hermano. Lo lamento mucho... ¿Tienes un momento para hablar?

Doc, se giró al escuchar su nombre. Delante de él estaba aquel hispano. Un poco lejos de la frontera, pensó para si mismo. Lo miró de arriba abajo, no lo conocía absolutamente de nada, asique o llevaba tiempo fuera del pueblo o era un forastero. Al menos sus palabras habían sido corteses, asique Doc asintió a su propuesta.

-Sí, tengo un momento, acompáñame a mi oficina -dijo secamente y dio la vuelta, suponiendo que lo seguiría.

Esperaba que no lo inquiriese con otro asunto. Solo lograría entretenerlo de su verdadero propósito.

Juan Antonio camina a unos metros por detrás del joven sheriff, andando con paso lento y pesado y levantando pequeñas nubes de polvo que se perdían en el camino y manchaban sus ya de por sí sucias botas.

No dejaba de pasear la mirada de un lado a otro, arrugando la nariz cada vez que veía un hogar o un negocio tocados por la mano de Parson. Aquella víbora lo estaba emponzoñando todo. Y aquel pueblo era demasiado tranquilo y pequeño como para poder soportar la presencia de aquel malnacido sin sufrir cambios... Cambios que siempre irían a peor.

Si podía obtener algo de ayuda de aquel chico, Hatcher, tanto mejor. Y si no podía... Seguro que alguien estaría dispuesto a luchar por sus tierras. Juan Antonio Corté no conocía el significado de "rendición" y jamás daría su brazo a torcer. Nació en HadleyVille y en Hadleyville moriría, bien de viejo o bien llevándose a Parson con él a la tumba.

Cuando llegan a la oficina del sheriff, deja que éste tome la iniciativa, abra la puerta y se ocupe de sus asuntos antes de contarle lo que le había llevado de vuelta al viejo pueblo.

Doc dirigió al hombre sin mediar palabra hasta su oficina. Abrió la puerta, entró y se sentó en su silla, dejando apoyado el Smith&Wesson por detrás del escritorio. Indicó a su acompañante con al cabeza para que tomase asiento enfrente suyo. Lo miró fijamente a los ojos:

- Gracias... por vuestras palabras hacia mi hermano antes -hizo una breve pausa, pues le faltaba algo- ¿Señor...?