Partida Rol por web

La guerra. ¿Qué implicaba aquella palabra? Significaba lo mismo en todos los idiomas y, de hecho, ¿había acaso un idioma donde aquella palabra no existiera? Por desgracia... No. Aquella palabra la conocía cualquier ser en cualquier mucho. "Guerra" dícese de lucha o disputa continuada entre personas, que puede dar lugar a actos violentos. Actos violentos... Cuántos actos violentos habían cometido los miles de seres que llevaban enfrentados siglos... Siglos. Se decía rápido. Pero ni serafines ni quimeras recordaban un tiempo de paz. Al menos no, ningún vivo por el momento. Todos y cada uno de los seres que habitaban Eretz conocían la guerra y la llevaban conociendo desde que habían nacido. Desde las quimeras, pasando por las rocas, las plantas, los animales, siguiendo por los serafines, el agua, el aire, el cielo. Todos la conocían.

Ese día, un día caluroso, comenzaba con los despuntes del Sol en las montañas del horizonte. Más allá de las Tierras Postreras e incluso del Imperio Seráfico. El Sol daba comienzo a un nuevo día y las dos lunas que habían reinado durante la noche; Ellai y Nitid, se iban a descansar hasta la noche siguiente. Hacía apenas minutos que los primeros rayos de Sol habían surgido en el cielo, pero muchos de los soldados llevaban ya un rato despiertos, preparándose para las misiones diarias que hoy, no se librarían de llevar a cabo. Como todos los días, los soldados tenían batallas que librar. Muertes que causar o muertes que sufrir. ¿Qué les tocaría hoy? Lo que estaba claro, es que la incertidumbre de la respuesta, convivía con ellos a cada hora, a cada segundo. El calor, no sería inconveniente. Los líderes de ambas razas tenían planes y no iba a pararlos por nada en este mundo. Debían conseguir el fin último. La exterminación del contrario, y eso no daba lugar al descanso. Tocaba luchar. La guerra continua.

Conocíais ya esta rutina todos. Llevábais implicados en la guerra entre unos años y quizá meses, en algún caso. Por lo que ya no os extrañaba que la luz del Sol no os despertara. Sino que los gritos de vuestro general entrando en el cuartel donde dormiais, era vuestro despertador desde entonces. Cada mañana las voces y las palmadas, era lo primero que escuchábais. Poco tiempo después cuando ya estábais vestidos y desayunando, comenzabáis a ver el Sol. Aquella rutina diaria, algo totalmente normal en casi todos vosotros, aunque quizá en algunos algo menos. Cada uno tenía diferentes razones para estar allí, por lo que algunos estaban con más o menos ganas. 

Hacía poco habíais terminado vuestra última misión, no del todo exitosa, pero tampoco se podría decir que hubiera sido un fracaso. Por ahora, todo era un tira y afloja por ambos bandos. Por lo que la guerra continuaba y se mantenía como en el mismo punto del que partió. 

— ¡Levantad malditos patanes! — Entró gritando Amsah'a mientras daban palmadas que podría despertar a cualquier en un kilómetro a la redonda. Zarandeaba a muchos de vosotros al pasar, directamente o a vuestras camas. — ¡Vamos! ¡Otro día en el que podremos destruir a esos asquerosos serafines comienza! — Gritaba aún más fuerte sin cesar de dar palmas y golpes allá donde podía. Moviendo camas, brazos y caras. Todos empezaban a despertarse, desde el más remolón hasta que el que daba un salto del susto. — ¡Os quiero a todos fuera vestidos y desayunando en cinco minutos! ¡El que no esté será el desayuno! — casi rugió aquello último con una especie de resoplido digno de un toro. Tras esto, un portazo y... silencio. Al fin.

¿Un terremoto? ¿Un ataque? ¿El segundo advenimiento? Peor. Los bramidos del tauren sonaban como las trompetas del combate. Es más, generalmente prefiero el tañido de las trompetas. No lo tomes como lo que no es, no soy una persona violenta. Pero lo de este tipo es demasiado. Necesita una vaquita que "le ayude a rebajar la tensión" no se si me explico. Aunque por otro lado es un general digno de respeto. Aunque por otro lado los cobardes que huyen se ven obligados a enfrentarle y mas de uno a elegido saltar contra un cuchillo seráfico. -Este tipo necesita mas fibra en su dieta- dije bromeando para mi mismo. Salte de la cama y me dirigí al camastro del único motivo por el que no me he largado de aquí aún. De no ser por ella hace ya tiempo que me abría esfumado rebanando algún pescuezo. Algunos de estos tipos son peores que aquellos contra los que luchamos. En esta guerra no hay bando de "los buenos"; solo dos lados de una espada y prefiero estar en el que no corta. Asi pues ¿Que hace una criatura candorosa como ella aquí? -Elaris. Venga cherie ya es de día y ya ha cantado el...toro jejej

Dios ya estaba el puto Tauren con sus ánimos mañaneros, -a ver si algún día el que va a ser desayunado sin que se de cuenta va a ser el- pensé. Lo único que me animaba a levantarme por las mañanas es que probablemente pueda ver otro cuello de serafín degollado.

Miré al tauren con mis seis ojos con todo el desprecio que podía, pero ni rechisté ante sus ordenes, me levanté, cogí el cepillo dorado con el que acostumbro a peinarme por las mañanas mi largo pelo rubio, el cual se podría equiparar al tejido de una telaraña en su livianidad.

A continuación comencé a andar, miré a todos mis compañeros:

-buenos días, ya habéis oído, en marcha.

Una mañana más Amsah'a entraba como un huracán en la zona de literas, sin hacer ninguna mueca indicando molestia Caín se levantó de un salto de su cama y tras tomarse un momento para desperezarse se dispuso a prepararse para salir, era bien sabido que llevaba en el ejército desde bastante joven y como tal su disciplina era intachable, su tío se había encargado de ello.

- Buenos días.- Respondió a Aretha antes de dirigirse junto a ella fuera. Miró a Reynard y Elaris al pasar junto a ellos. - Pareja, más os vale daros prisa, no querréis hacer volver a nuestro amigo el toro bravo.- Dijo en tono jocoso mientras andaba. Una vez fuera desplegó sus alas entumecidas tras la noche y las batió un par de veces, una imagen imponente con una envergadura de más de cuatro metros.

Siguió avanzando preguntándose que tipo de aventuras le depararía el día

Llevaba allí muchos meses, pero aún no me acostumbraba al despertar de cada mañana. Aquel tauren era despiadado, y sabía que su alma estaba impregnada por el odio irracional contra aquellos seres que nos hacían mermar en número día tras día. En realidad lo comprendía. Entendía el sufrimiento por el que estaba pasando, pero aún así no podía evitar pensar cada vez que mis ojos se abrían al amanecer que odiaba con todas mis fuerzas estar alli. Odiaba la guerra. Y no es que fuera cobarde, pero mi alma se desgarraba cada vez que alguien moría. ¿De verdad esto iba a continuar siglos hasta que alguno de los dos bandos pereciera? Me parecía devastador que el destino estuviera tan manchado de sangre y que no pudiéramos hacer nada para evitarlo. Mi único objetivo era encontrar a Uldin, y mi único apoyo era Reynard.
Jamás soportaría verlo morir a mi lado, y la promesa que me había hecho cuando ambos habíamos llegado alli, practicamente obligados por los deberes insensatos de los líderes de nuestra raza, era que nunca dejaría que le hicieran daño mientras yo estuviera presente. 

Abrí los ojos con pereza justo cuando se aproximó cariñosamente a mi para despertarme por segunda vez, como hacía cada mañana -Juro por las Lunas que jamás me acostumbraré a esto - Le dije con un suspiro al sentarme en lo que se suponía que era mi camastro. Al menos él era mi alegría, y seguía sin concebir que estuviera arriesgando su vida aquí. Al escuchar sus palabras alcé la ceja y le despeiné aquel pelo enmarañado y pelirrojo con una sonrisa en los labios. -Como te oiga alguno de estos días no seré yo la que te proteja - añadí con una carcajada - aunque me lo supliques de rodillas...

Aretha ya se había puesto en marcha, con su corazón forjado de hierro y su determinación impasible, y la miré justo después de que terminara de acicalarse. Aún me resultaba increíble su impasividad, pero ella era una mercenaria, y puede que la mejor de todas. 
Caín se levantó junto a ella, y parecía encantado del nuevo día que venía por delante.

-Sí extiendes tus alas poco espacio nos darás para salir -Le dije a modo de saludo mientras le hacía un gesto con la cabeza para darle los buenos días
 

Poco a poco todos salís del cuartel que usáis como "dormitorio" común y os vais arremolinando en el comedor. Es un comedor austero, no tiene nada de especial. Mesas, bancos y algunas sillas sueltas. La comida ya está en los sitios que tenéis asignados, por lo que todos vais a vuestros sitios habituales sin ningún problema. Excepto alguna que otra disputa con algún soldado más reciente que aún no tiene su "sitio habitual" y ha decidido sentarse en el lugar de alguien, que, claro está, ha sido sacado de ahí. 

No veis por allí a Amsah'a de momento, por lo que entendéis que tenéis tiempo para desayunar sin atragantaros por las prisas.

Llegué al comedor como todas las mañanas, el desayuno no era mi parte favorita del día, en realidad no disfrutaba con nada en particular, solo disfrutaba en la batalla, el resto me era casi todo ajeno.

Vi como había una disputa por un sitio en la mesa, -mira que gastar energía en una gilipollez como esa- pensé. A mi todas estas cosas me daban igual, tenía claro mi objetivo y todo lo demás era parte del proceso para conseguirlo.

Me sentaba normalmente en la parte del pasillo de fuera de la mesa ya que por mis ocho patas y mi altura soy de las que más necesita espacio, tampoco me gusta molestar a mis compañeros, aunque me den igual, al fin y al cabo son mis compañeros.

-Venga os veo lentos, a desayunar, que nos espera un día muy largo. Fui la primera en entrar, y no pude resistirme a animarles desde la mesa mientras entraban.

Me va la acción tengo que reconocerlo.

Entré junto a Reynard después de haberme levantado apresuradamente. Las ropas eran las que siempre llevaba, pues alli no teníamos más que dos o tres mudas distintas y el traje de batalla. Seguí a Aretha hasta nuestra mesa del escuadrón, y sonreí cuando empezó a apremiar a los demás.

-Todos sabemos que te encanta rebanar gargantas, pero un poco de paz antes de batallar no estaría nada mal. ¿Qué nos toca hoy?- Dije jocosamente mientras me sentaba frente a mi amigo y tomaba mi desayuno: unas gachas hechas de nadie sabía qué, espesas y con un olor rancio. Prefería no imaginar su composición. - ¿Y tú qué tal has dormido hoy? -Le pregunté a él, como cada mañana ya que sabía perfectamente que los sueños, para ambos, no eran algo fácil de llevar.

- Oh, vamos, tu mejor que nadie deberías saber que es como tener dos sacos colgando después de toda la noche.- Respondí mientras reía levemente ante el comentario de Elaris.

Una vez en el comedor el olor me golpeó como si de un puñetazo se tratase, si había algo a lo que no me lograba acostumbrar era a eso que llamaban "comida". Tomé asiento tras mis compañeros y observé mi plato de gachas. -De verdad, ¿Nadie ha pensado en darle esto a los serafines? Estoy seguro de que no volveríamos a saber de ellos.- Sonreí ante mi comentario y comencé a comer, a pesar de todo, sabía que en cualquier momento aparecería de nuevo el tauren interrumpiendo el desayuno para ponernos en marcha, y peor que la comida era aguantar a Amsah'a sin nada en el estómago.

Elaris intenta mantenerme animado pero todos sabemos que puede ser de las que más sufre estando aquí. Es un alma candorosa, alegre y vivaz y aunque en una batalla puede ser temible, sé que su deseo no es otro que una vida mas calma. Aretha por otro lado es bien distinta. De por sí no me agradan demasiado las arañas "naturales" así que tener que compartir barracón con una monstruosidad octópoda con un insano gusto por la violencia no es que me ayude a conciliar el sueño. O al menos lo que hago cuando el cansancio vence al insomnio. Las pesadillas son algo común, recurrente, casi me he habituado a ellas. La temática siempre es la misma: Sangre, fuego, muerte, un dios terrorífico de 10 colas portando a Kui, la kama de mi padre y sobretodo oscuridad. Y gritos. A veces no puedo evitarlo y me traigo parte de esos gritos a la vigilia. Algunos soldados se rien cuando me despierto gritando por las noches, sudando y temblando. Dicen que no soy un verdadero soldado, que tengo demasiado miedo. Ellos también lo tendrían si hubieran visto lo que yo.

Salimos al comedor y todo el mundo toma sus sitio. Aretha junto al pasillo, Caín junto a ella, yo frente a la Arachne y Elaris a mi lado. No quería dejarle la espalda al descubierto a la araña, por mucho que estuviésemos del mismo bando. Es una mercenaria y como todos saben, lo único que se necesita para cambiar la lealtad de uno es la cantidad de oro adecuada.

-Como sigan dándonos esta bazofia, los Serafines solo necesitan sentarse y ver como nos morimos del asco- dije en respuesta a la broma del soldado de alas negras. -No ha sido tan malo como de costumbre, tranquila- dije en un susurro tratando de tranquilizar a Elaris mientras le sonreía. Era una mentira como un templo pero me gusta verla sonreír.

-Hace tiempo que no nos sacan a campo abierto. ¿Alguna idea de que se cuece? ¿Puede que se hallan aburrido de mandarnos a la muerte sin un plan y se les este ocurriendo uno? ¿Cuántos murieron en la última gran incursión; 12, 15? Se que la muerte no significa demasiado para una quimera, pero si esos tipos entregan su vida no veo justo que sea en vano.- Esperé a ver sus reacciones. No es habitual que nadie cuestione las decisiones del alto mando, pero es bien sabido que no soy propenso a guardarme las cosas para mi (y tengo dos costillas rotas que lo demuestran). Al mencionar lo de la muerte de las quimeras me hizo recordar uno de mis sueños mas recurrentes. Ese en el que el monstruo me advierte de que cuando muera el tomará mi lugar. Traté de disimular el escalofrío que me recorrió la espalda.

Todos parecían bastante animados hasta se permitían el lujo de hacer bromas.

-La misma mierda de siempre, ya sabes que somos peones en una guerra de intereses entre Serafines y Quimeras, a los de arriba les importamos una mierda, y a mi eso me da igual, estoy aquí porque quiero y porque tengo unas cuantas deudas que saldar con esos angelitos.

Estaba claro que no le gustaba a Reynard, pero no he venido a hacer amigos.

-A mi me da igual lo que me pueda pasar, pero si me permites decirtelo Reynard, te recomiendo que no hagas esos comentarios delante de otros soldados, hay a gente que no le importaría contarle a Amsah'a esas duditas que tienes, y todos sabemos lo que el tauren es capaz de hacer cuando alguien piensa más de la cuenta.

Seguí desayunando como si nada, de todas maneras hace tiempo que dejé de poder sentir el sabor de la comida, así como de poder disfrutar.

Bueno al menos se que ese alguien no será Aretha o no me hubiese advertido. No llevo lo suficiente en este sitio como para decir que me fíe de nadie (salvo Elaris) así que de cuando en cuando tengo que ver por donde asoman los colores de mis "compañeros".

-Lo cierto Aretha es que no creo que el tauren salte sin alguien que le diga hacia donde, no se si me sigues. Igualmente poco duraremos ninguno si empezamos a acatar ordenes sin cuestionar si hay un plan mejor siquiera.- deje un silencio espaciado para que la idea calara en mis compañeros. No tengo ganas de crear una revolución ni nada pero necesito saber que si vamos al campo de batalla ellos me van a cubrir las espaldas. - Llevamos el tiempo suficiente aquí como para identificar en la oscuridad el sonido de vuestros ronquidos pero sin embargo no sabemos nada los unos de los otros. ¿Que os trae por aquí? ¿que os ha apartado de la vida de civiles? ¿Aretha? ¿Caín?-dije mirando alternativamente a mis compañeros, dándoles pie a que compartieran sus inquietudes a la conversación.

Es que Reynard ha borrado el mensaje anterior y creo que se pierde un poco el hilo, creo que quería borrar solo una parte y lo ha borrado todo, pero no te preocupes todo ok xD.

Cuando Reynard empezó con aquello, le tomé de la mano por debajo de la mesa. Lo quería como a mi vida, y no estaba dispuesta a dejar que nadie le hiciera daño. Ni siquiera una quimera.

Aretha, sin embargo, estaba hecha de otra pasta. Su vida había sido también insufrible y traumática, y podía llegar a comprender la felicidad que le producía que los corazones de los serafines dejaran de latir. Uno a uno. Y si ella misma podía encargarse de todos, mejor.

-Nuestra opinión aqui no es muy bien valorada -Dije, algo que era cierto. Todos sabían que odiaba la guerra y que por tanto odiaba estar aqui. Pero tambien tenían claro mis objetivos, y que no me detendría ante nada y suponía que ello hacía que me valoraran como una buena guerrera que era a pesar de que había recibido burlas de muchas quimeras por la supuesta dulcura y debilidad que solía aparentar en el campamento. -Pero siempre me cuestionaré las órdenes, sean de quien sean -Concluí. En ese caso estaba totalmente de acuerdo con Reynard. Estábamos hechos de carne, de hueso y de humo y por tanto teníamos capacidad de decisión aunque intentaran arrebatárnosla continuamente.  

Tras ello, esperé a que Aretha y Caín contestaran a la pregunta de mi compañero, interesada en lo que pudieran decir. Les apreciaba, y habían demostrado día tras día su valentía y su valía, por lo que se merecían mi confianza a pesar de tener opiniones contrarias.