Partida Rol por web

Tras la llamada de Wiggins, la puerta se abre, una figura se recorta entre la luz del hogar, se aparta para dejar paso a Wiggins, en su rostro una mezcla de reproche y familiaridad.

- Vaya, si tenemos aquí al pillastre de Wiggins, pasa el Sr. Holmes y el doctor Watson te están esperando en la sala, no hace falta que te acompañe.

Tras dejar el paso libre al grupo, no evita echar una mirada a todos y cada uno de los componentes del mismo, la fiel Sra. Hudson está acostumbrada a todo tipo de visitas, pero en esta ocasión un grupo tan numeroso llama su atención, sobre todo al haber mujeres en el mismo.

Seguís los pasos de Wiggins por el apartamento, los curiosos objetos que pueblan los muebles, el desorden, llaman vuestra atención en una habitación al fondo del pasillo se ven luces, es hacía donde os dirige Wiggins.

- Adelante Wiggins, llega con retraso, espero que hayan venido todos los convocados por el Dr. Watson, tengo ganas de ver en que acaba su experimento.

Sentado en el sofá, con su inseparable pipa, el rostro enjuto y más afilado que la última vez coincidió con todos y cada uno de vosotros, las ojeras delatan noches sin dormir, también un ligero temblor en las manos. Sin miraros, os dirige sus palabras:

- Buenas noches y gracias a todos por acudir, ahora les toca escuchar las divagaciones de Watson, ya que él fue el que planeó esta ... charada, que sea él quien lo explique, adelante querido Watson.

Al dirigir estas palabras a Watson es el único momento en que su mirada recupera su brillo habitual, parece disfrutar provocando a su amigo, una profunda calada a la pipa, como rubricando su frase, echa su cabeza atrás, esperando el comentario de Watson.

Watson, de píe entre Sherlock y la puerta, ha ido cambiando su rostro hasta casi el enfado, las palabras de Holmes han hecho mella en él.

- Parece mentira que una persona tan brillante, pierda el tiempo en chanzas. Buenas noches a todos y muchas gracias por haber acudido a tan extraña citación. El motivo es que últimamente el Sr. Holmes ha abusado de su, ejem, medicación.- El doctor dirige una mirada de reproche al detective, que ignora totalmente.

- Como amigo y médico le he recomendado un reposo de un mes, pero la única manera de aceptarlo es ser derrotado en la investigación de un caso, ustedes deben resolver un misterio en menos tiempo y empleando menos tiempo que él, demostrando su incacapicidad, espero contar con su ayuda"

La mirada de Watson recorre el grupo, una súplica en sus ojos os pide ayudar a su admirado amigo ¿Podrá contar con vosotros?

Una vez entrado en la casa, aun no me explico como hemos llegado a caber 10 personas extras en ese piso tan chico y desordenado. Me llamó mucho la atención lo variopinto que resultó ser el grupo en el que me encontraba, y tras observarlos un rato en silencio, me di cuenta de que no teníamos nada en común apenas entre nosotros.

Mis dudas sobre el porqué estoy aquí van cada vez en aumento y eso empieza a mosquearme. Mientras el señor Watson empezaba a hablar y a contarnos el por qué, mi ilusión de obtener una respuesta se convierte en una mofa. ¿Acaso no estamos lo suficientemente ocupados con nuestras vidas como que estemos ayudando a un vejestorio a que se tome su medicación?

- "Pero bueno... ¿Alguien me puede explicar que demonios hago aquí? ¿Como es que me conocéis, sabíais que estaba en Londres justo esta semana, y habéis podido contactar conmigo y traerme aquí?". Dije casi replicando pero sin ánimo de mosqueo.

Que mi barco esté atracado contra mi voluntad y que me llamen a jugar a los detectives el mismo día, sin conocer prácticamente a nadie en esta sala, salvo por lo que se rumorea por ahí... no tiene que haber sido una coincidencia.

El Padre Wiggins, quien se había mantenido al margen a su llegada a Baker Street, sin ni siquiera haber dirigido la palabra a ninguno de los allí presentes dando muestras, una vez más, de su carácter altivo, se dirigió con tono sosegado pero firme a Sherlock sin ni siquiera mirar a Watson. 

-Querido Holmes, el tiempo es oro en esta ciudad y la Abadía requiere siempre de mi presencia. Dios anda algo perdido en esta ciudad ante tanta...- mira a Ronald con desprecio, -indecencia- Concluye. Su hablar es amanerado y acompaña sus palabras con suaves ademanes. -Espero que el asunto que haya que tratar sea lo suficientemente importante como para haberme apartado de mis oraciones-. 

Julius había decidido mantenerse en la parte trasera del grupo, y caminaba con aire algo más pausado que el resto de sus compañeros. La curiosidad se iba imponiendo a todas las demás emociones, y al fin y al cabo... ¿cuánta gente en Londres, salvo sus clientes, podría decir que había tenido ocasión de echarle un buen vistazo a las habitaciones del famoso Sherlock Holmes?

Un rápido vistazo alrededor mientras subían siguiendo a la señora Huxson no le dijo gran cosa. El edificio era indistinto en muchos sentidos, con papel con un motivo vagamente geométrico en las paredes, y suelo y escalones de madera tosca. Flotaba un leve olor a polvo en suspensión en el aire, cosa no muy extraña había cuenta de que las arrugas en el rostro del ama de llaves denotaban que ya estaba mayor y probablemente no tuviese tanto vigor como antaño. Pese a todo, el recibidor y los pasillos estaban limpios, el papel de las paredes era uniforme y en la madera a la vista no se percibían las abrasiones, agujeros y mellas típicos del abandono percibibles en los barrios menos... afluentes. De donde sin duda procedían algunos de sus compañeros.

En cambio, dentro del apartamento la impresión no podría ser más dispar. Un olor concentrado y acre flotaba en el ambiente, el tipo de olor que suelen producir los químicos de laboratorio. El desorden era patente y en todas partes había cachivaches, papeles con anotaciones, pipetas, vasos y jarras, lentes de distintos aumentos, y libros y periódicos desparramados. Algunas partes, empero, como una mesa dispuesta con un quemador y otros productos, un armario ropero y un mueble en forma de archivo mostraban una pulcritud y un grado de orden que solo alguien con una determinación maniática podría conseguir. Las paredes y el techo están limpias, y de ellas cuelgan mapas, recortes y curiosidades de todo tipo. Por las decoloraciones que rodean a algunos y las áreas algo más oscuras en el techo, Julius sospecha que su posicionamiento ahí es más para ocultar algún estropicio que por sentido estético. Ah, ahí están. Al menos dieciocho agujeros de bala, formando dos letras, una V y una R- Victoria Regina. De modo que ese rumor al menos sí era cierto...

La voz de Holmes le saca de sus contemplaciones. Es densa y arrastrada, como la de un paciente terminal o un adicto en plena intoxicación de opio o láudano- cosa que se murmura que es- pero bajo esa capa superficial hay algo más, una cualidad escrutadora y afilada. Como si lanzase esas palabras para ver qué efecto provocan y observar su reacción. Cosa que, por lo que sabe de él, bien podría estar haciendo.

Las palabras de Watson, más pragmáticas, ayudan a ponerse en situación, aunque hacen poco por sacarle de su sorpresa. ¿Resolver un caso en menos tiempo del que tardaría Holmes? Aún si tuviese sus facultades disminuidas como dice, sigue sonando como poco... pretencioso. El detective no ha llegado a ser quien es dejándose ganar... salvo una vez, se dice. Aún así, sigue sonando muy pretencioso.

Aunque bien mirado... supongamos que realmente lo consiguiese. El "no" ya lo tenemos, y probablemente sea la conclusión lógica a este caso. Pero pongamos que realmente uno o más de nosotros consigue superar a Holmes. Su respeto podría valer mucho, y la prensa a obtener, aun contando con el escepticismo de la gente, aún más.

Finalmente, el abogado se decide a hablar.

Por mi parte no hay inconveniente en ayudar. Soy un servidor de la ley, al fin y al cabo. Pero no deja de resultarme soprendente la elección del doctor Watson. Salvo el capitán Redfield aquí presente, ninguno de nosotros somos investigadores entrenados, y salvo él y yo mismo, ni siquiera guardamos relación con el sistema legal de Londres...- "salvo para pasar a través de él", pensó mirando al patilludo y malencarado gigante que ocupaba casi por sí solo una de las esquinas o al muchacho con ojos rapaces que no había quitado ojo a los bolsillos de los presentes en todo el rato. Y qué decir de la dama que ocupaba el centro de la estancia con la naturalidad que sólo tiene quien está acostumbrado a atraer la atención. Admitirá que es cuanto menos extraño para civiles como nosotros vernos envueltos en el tipo de... asuntos en los que se requiera la intervención del señor Holmes.

Irene le dedicó una leve reverencia con la cabeza a la Sra Hudson y entró en la sala a paso comedido junto a su ama de llaves mirando de reojo cada esquina y detalle que decoraban la casa del famoso Sherlock Holmes. A pesar de haber tratado antes con el mismo, no había tenido la oportunidad de tan siquiera hacerse una idea de cómo sería su vivienda. Pese a ello, el desorden y los objetos misteriosos se le antojaban a Irene como un reflejo de su personalidad, la de un hombre rebosante de ideas y carisma.

El por qué de su estancia allí no le intrigaba, lejos de eso, le resultaba divertido encontrarse ante tan variopinto público y disfrutaba de lo que hasta ese momento estaba siendo un completo espectáculo para ella. Irene escuchaba con atención las cuestiones y respuestas de los allí convocados.

- Disculpe que le interrumpa, Sr Griggs-Whitdown – dijo ocultando para sus adentros cierto aire de sorna. No siempre es necesario ser investigador de profesión para resolver un caso, sino ser buen observador y dar.. los pasos adecuados – miró por un momento a Sherlock Holmes - Estoy segura de que muchos de ustedes cuentan con dicha capacidad - devolvió su mirada al resto de participantes. Aunque dudo mucho de que algunos, tan siquiera, cuenten con medio dedo de inteligencia, rió para sus adentros.

Acto seguido, Irene dirigió su mirada hacia el señor Watson. – Cuente conmigo, Sr Watson - 

 Me apoyé con ambas manos en mi bastón, mientras escuchaba atentamente lo que se decía en esa estancia. Al parecer, por lo que tenía entendido, basicamente, se nos iba a ofrecer una prueba para ser los sustitutos de Holmes por un mes. Aunque la idea me parecía estimulante y atrayente, no carecía de inconvenientes, por ejemplo, ignorábamos en que consistiría o si el caso tendría alguna solución.

 - Doctor Watson, antes de aceptar ser sus conejillos de indias, no estaría de más saber algo en que consistirá la prueba. ¿No Le parece?. ¿Que nos puede adelantar de ese misterio, antes de comprometernos con él?. - Le pregunté con la gracia, precisión y respeto de un militar a otro.

El grupo parecía confuso, era normal, pero merecía la pena intentarlo y la ocasión de bajar los humos a Holmes era otro aliciente más.

- Entiendo todas y cada una de sus reservas, muchas gracias Sra. Adler por ofrecerse sin saber nada más. Voy a intentar aclarar sus dudas, en breves momentos acudirá un futuro cliente con un caso. Voy a dejarme de ambages, el Sr. Holmes está abusando de la cocaína, lo cual merma sus facultades, además de su salud, aunque él no lo crea. Cuando venga el cliente, quienes acepten el caso, escucharán su relato, podrán acceder a nuestra red de informadores, así como los testigos del caso que estimen oportunos para esclarecerlo.  Watson paro su discurso para buscar a Holmes con la mirada, éste enfrascado en su pipa, asintió con la cabeza, sus ojos iban de uno a otro de los extrañados visitantes, con un movimiento de mano pidió a Watson que continuará.

- Holmes piensa que nadie puede igualar su genio, en condiciones normales no lo dudaría, pero creo que si trabajan en equipo, todos y cada uno de ustedes cuentan con las habilidades para llevar a buen puerto este desafío, serán divididos en dos grupos de cinco investigadores, de manera aleatoria y tomarán sus decisiones en conjunto. Espero que entre todos sean capaces de bajar los humos a este engreído.

-Disculpe Señor Holmes- dijo el Padre Wiggins ignorando de nuevo al Dr. Watson, -¿de manera aleatoria? No pienso compartir mi tiempo ni mis conocimientos con hombres pestilentes de dudosa moralidad, dice mirando a Ronald. Creo que será mejor dividir los grupos en función de nuestra posición social. No me haga perder el tiempo con según quien por favor, comentó el Padre Wiggins en un intento de ser educado con Holmes pero sin poder disimular su creciente irritación.

Al oír las palabras del sacerdote, Holmes dirigió su mirada a él, expulsó el humo de su pipa, una manera de contener una contestación menos cortés, tratándose al fin y al cabo de un invitado.

- Quizás sería un gran mérito reconducir al rebaño a las ovejas descarriadas, creo haber leído alguna algo similar, ¿le suena la biblia, padre?. Todos tenemos algo que aportar a esta misión y todos en alguna ocasión tropezamos, de mí se podría decir que vivo en una zona más oscura que clara. La teología no se haya entre mis intereses, ... pero creo recordar que Jesús fue ajusticiado entre dos ladrones y no pidió que le cambiarán el sitio, a lo mejor es que Su Eminencia está por encima del nazareno.

Tras esta perorata, volvió a su estado de ausencia en el sofá.

Dando un paso al frente y pasando al lado del señor Griggs-Whitdown, chocando "sin querer" con mi hombro contra el suyo. Llego al centro de la habitación y mirando al Doctor Watson le digo en un tono bastante alto: 

-Estimado Doctor. Será un placer poder ayudar y al mismo tiempo recordar mis mejores años en Scotland Yard y ese caso del asesinato en Chelsea, donde sin la ayuda de mi estimado Sherlock no hubieramos cazado a ese malnacido. Respecto a lo de separarnos en grupos no hay ningún inconveniente salvo que ese estirado abogaducho con aires de grandeza no tenga problemas en ir con un buen hombre de Dios como el padre,  ¿Wilkins ha dicho que se llamaba?Bueno, el cura ese. 

Girándome hacia Holmes, me acerco a él, me agacho, huelo el humo de la pipa y le susurro al oído: Viejo amigo no sabía esta nueva afición tuya. A partir de ahora me ocuparé de que venga a verte un conocido mío del que no tendrás queja ninguna.

Dicho esto me levanto y me retiro otra vez a la esquina a seguir observando las curvas de las damas presentes. Encarando Griggs y pidiéndole educadamente: ¿Sería usted tan amable de dejarme volver a mi sitio?.  Mientras le hago un guiño de complicidad a Ronald

Mi padre me había advertido de lo inusual que podría ser Holmes, su casa era particular y llena de objetos de diferente índole dando la sensación de entrar un lugar compuesto por varias realidades o un museo de los enigmas resueltos. Avance junto al grupo, quedándome un poco alejada del grupo, el espacio no era mucho. Escuche con atención las razones de la reunión, la adicción del detective no era inusual para mi. Muchos hombres consumían diversas sustancias para relajar sus pensamientos pero el abuso de estas era mortal.

Después de una observación atenta, entendí al doctor. Las replicas del religioso me molestaron ¿Que podía aportar un sujeto así? me pregunte con enojo. _Si esta investigación hace que el señor Holmes mejore o recupere algo de su salud. Puede contar con mi participación_Dije afirmando con la cabeza. Dudaba que mis conocimientos sean de utilidad pero nunca se sabia.

Ronald se sintió muy menospreciado por las miradas recurrentes del sacerdote, cosa que lo vio hasta irónico. Él no era un hombre creyente, pero siempre entendió que la religión distinguía totalmente la clase social de la que una pertenecía, sino cuanta bondad uno tendría en su corazón. Pero Ronald no era un hombre amable, ni había bondad en su corazón. La vida lo hizo criarse de las formas más duras, viendo a todos los que le rodean como potenciales enemigos que amenazan tu vida.

Se lo tomó con calma, puesto que tampoco iba a poner a su amigo Wiggins en una situación incómoda, ni dejarlo mal parado frente a todos los demás.

Observó a Sherlock con cierto desdén de tristeza. Siempre es un hecho trágico ver a leyendas caer en desgracia. A veces considero que es mejor verlos morir antes, mientras aún permanecen la gloria, antes de verlos desmoronarse paso a paso.

Aceptaré las circunstancias del desafío. Pero no trabajaré con nadie que no quiera hacerlo conmigo. Prefiero estar completamente solo a que alguien se vea obligado de estar conmigo, siendo que no lo desea.