Partida Rol por web

Siempre nos quedará Paris

2. Invasión - Dominique Durreaux

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21/01/2013, 20:14
Master

El resto del día transcurrió con la noticia de tu aceptación en el hospital, aunque tenías otras ideas en mente, por el momento esto te podría dar el sustento en el futuro, era algo a lo que agarrarse de momento y más adelante... ya se vería.

Tu padre se alegró mucho y revolvió tu pelo como si fueses una chiquilla y aunque no tuviste mucho tiempo de hablar con él ya que tenía que regresar fue un momento agradable.

Después de haber cumplido bastante bien con tus obligaciones te dirigiste a aquella taberna, un local en el que en ocasiones se reunían de forma clandestina algunos pensadores anarquistas, por el momento tampoco hacían mal al gobierno por lo que tampoco es que estuviesen abiertamente perseguidos, pero más valía prevenir. Conocías a un par de esas personas que solían pasar por allí y tenías la esperanza de encontrarte con alguno de ellos.

Apuñaste la puerta para abrir y ya saludando, a tu espalda escuchaste algo que te dejó de piedra - ¡Edición extraordinaria! ¡Los alemanes lanzan su ofensiva! ¡Invasión el Luxemburgo! – Era uno de los chavales que repartía el periódico, te giraste para ver como comenzaban a quitarle los ejemplares de las manos.

Notas de juego

Fuente imagen: http://www.taringa.net/posts/imagenes/8826793/Fotos-de-paris-tomadas-por-los-nazis.html

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25/01/2013, 01:01
Dominique Durreaux

Ni siquiera había traspaso el umbral cuando una voz me hundió en lo peor de mis pesadillas, como una traidora puñalada a mis espaldas: los nazis habían invadido el Ducado de Luxemburgo y estaban a unos pasos de la Línea Maginot. Allí, donde se encontraban mis hermanos. Pierre, Joseph… Una sensación de náusea me invadió, entorné los ojos repentinamente mareada y la certeza me cercó con su implacable verdad: apenas cuatrocientos kilómetros nos separaban de las tropas alemanas. Pronto estarán aquí, muy pronto, pensé, mientras el gentío pugnaba por conseguir su periódico. Algunos leían la noticia en voz alta, allí mismo sobre la acera, como si en ese acto pudieran terminar de convencerse de lo que sus oídos se obstinaban en negar.

Cuando salí de mi aturdimiento aquel ávido corro ya se dispersaba comentando la novedad, y el amargo regusto de los recuerdos me ensombreció aún más. Aquel septiembre negro en el que los nazis invadieron Polonia, ¿cuánto había pasado de aquello? Apenas ocho meses. Al principio nos llegaban algunas cartas o alguna noticia, pero después, nada. Mi tía y mi abuela materna estaban desaparecidas, ninguna noticia de ellas. Mordí mis labios y un rictus amargo se dibujó en aquel gesto. Por fin, atravesé el umbral de aquel recinto que se había convulsionado con las recientes novedades y busqué  una mirada amiga.

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26/01/2013, 10:38
Master

El ambiente en la ciudad se volvía hacia la preocupación, la guerra se convertía en algo tangible. De todos modos se confiaba mucho en esa enorme barrera defensiva, ahí se detendría la línea enemiga y Francia contraatacaría para devolverlos a su país.

Salieron algunas personas del local a por el periódico y poco a poco, junto con el chaval siguió calle abajo el bullicio se fue calmando.

Entraste, el local olía a humo y alcohol, al lado izquierdo una serie de mesas redondas para quien quisiera estar sentado, al lado derecho la barra con taburetes. Regentaba el local Pierrot, un orondo mesero con afilado bigote que se había apiñado al otro lado de la barra, junto a un par de clientes mirando el periódico.

- ¡Les venceremos! ¡Lo hicimos una vez y lo volveremos a hacer! – Exclamó uno de ellos – También está Inglaterra, lucharemos codo con codo, somos dos contra uno, tenemos todas las de ganar.

El otro cliente lo conocías, se llamaba Edouard, un joven de ideas anarquistas que hace tres años, siendo poco más que un chaval, lo dejó toso y se fué a luchar en la guerra de España, logró escapar por los pelos.

Edouard y Pierrot no se mostraban tan eufóricos, quizás sería un buen grupo al que unirse.

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29/01/2013, 01:09
Dominique Durreaux

Ya atravesando el umbral de la puerta vacilé un instante, menos por el ligero vaho rancio que me recibió que por la exultante alegría que irradiaban algunos parroquianos. Tanta euforia hacía un violento contraluz con mi humor oscurecido por la noticia. Dudé, pero fue un momento fugaz porque más allá se perfilaron dos rostros conocidos: Edouard y Pierrot. Acodados sobre la barra, leían un periódico junto a otros hombres que comentaban la noticia en un tono decididamente eufórico. Pero algo en ellos opacaba tanta alegría, algún gesto, una palabra. Ni Edouard ni Pierrot parecían exultantes, sino más reflexivos y reconcentrados. ¿En qué estarían pensando?

Pierrot se encontraba de espaldas a mí; entonces alcé mi mano y mis dedos tamborilearon ligeramente sobre su hombro mientras esbozaba una leve sonrisa.

—Bonsoir, Pierrot…

Notas de juego

Corregido.

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01/02/2013, 19:02
Edouard

Pierrot se giró hacia ti mientras frotaba enérgicamente un baso con su paño - ¡Oh....! Buenos días señorita Dominique, llega justo en un momento de alboroto...

Eso no evitó que esbozara una leve sonrisa - ¿Qué desea tomar?

El ambiente poco a poco se fue calmando mientras leían las noticias Edouard que levantó la mirada del periódico y se fijó en ti - ¿Ya no saludas a los conocidos? ¿Tan mal me porto? – Bromeó, sabías que no había resentimiento, aunque quizás le había picado un poco.

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04/02/2013, 01:58
Dominique Durreaux

Ante la pregunta de Pierrot, Dominique esbozó una leve sonrisa bajo la que escondió un rictus amargo. Algo que me ayude a tragar esta noticia, pensó, pero de sus labios solo se escuchó:

—Lo que sugieras para acompañar el momento.

Luego, mientras se volvía hacia Edouard, puso los brazos en jarra y frunció el ceño de forma muy teatral.

—¿Ah, sí…? —Arqueó una ceja. —Conque esas tenemos…. Reproches. Ahora, que si no te saludo mientras lees el periódico; y el otro día que si te interrumpo mientras leías un libro. Y si te hubiera saludado mientras leías, seguro que me reprochabas que interrumpiera tu lectura. Voy a creer que te guardas algo conmigo, Edouard… —remató con una pícara sonrisa mientras se sentaba junto a él. Tras una pausa, señaló el periódico y su tono varió a un susurro preocupado. —¿Qué dice?

Edouard sabía que los hermanos de Dominique estaban en el frente.

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05/02/2013, 19:32
Edouard

Pierrot resopló – Una copa de coñac me parece lo más acertado, fuerte y que activa el cuerpo – Dicho y echo te sirvió una copa y la dejó en la barra delante de donde te encontrabas.

A Edouard le alegró verte con ganas de "jugar" y frunció también el ceño – Vaya, encima peleona ¿Qué hecho yo para merecer esto? – Puso los ojos en blanco siguiendo tu juego.

Pero se trataba de las bromas que os traíais y en seguida captó tu preocupación y lo que detrás conllevaba, te habló en voz baja – Que los alemanes han atacado Luxemburgo, parece ser que han barrido de un plumazo su línea del frente. Eso quiere decir que pronto los tendremos en nuestra frontera... – Suspiró y te miró a los ojos – Espero que nuestros chicos los contengan, pero... – Cerró su boca, eras parte implicada y tampoco quería hacerte sufrir más.

- Vaaaa, pamplinas – Soltó el hombre eufórico que a escondidas parecía haber estado escuchando y se fue para salir ya del local.

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08/02/2013, 01:54
Dominique Durreaux

Le sonreí a Pierrot cuando me sirvió la copa de coñac y, mientras Edouard me relataba las novedades del frente, mi dedo giraba bordeando la copa y mi mirada se abstraía en la contemplación de los rusientes destellos de aquel licor. Pero mi cabeza distaba muy lejos de estar distraída, por el contrario, procesaba cada una de sus palabras y el tono con que las pronunciaba. “Pronto los tendremos en nuestra frontera…” Fue entonces cuando alcé la vista y mis ojos se cruzaron con la preocupada mirada del muchacho. “Espero que nuestros chicos los contengan, pero...”

Atrás, muy atrás, quedó el comentario fastidiado de aquel hombre cuya euforia rechazaba cualquier duda. Atrás, incluso, mis hermanos en el frente. Un miedo, como agazapado entre retales de pesadillas, resurgió.

Pronto estarán aquí, muy pronto.

Y una trémula mueca apretó mis labios, apreté las mandíbulas también, y suspiré. Entonces le susurré muy cerca:

—¿Qué haremos si entran aquí? Los he visto en mis pesadillas hollando con sus botas nuestras calles… Nadie estará a salvo. ¿Qué haremos entonces?

El viejo miedo volvió a aullar con fuerza en mis venas. Mi abuela y mi tía maternas desaparecidas en Polonia, devoradas por la aberrante maquinaria nazi; mis hermanos en el frente… París invadida por los nazis era solo una pesadilla más entre tantas que aquellas noches de guerra me deparaban. Para los otros la guerra se encontraba muy lejos, y controlada por una desaforada muralla. Para mí, la guerra estaba aquí y ahora, en cada uno de nosotros. Edouard conocía ese miedo, el había enfrentado a sus propios miedos y había ido a luchar en tierras extrañas contra esos miedos.

El führer y su monstruosa ideología estaba calando muy hondo, hollando toda inocencia, mancillando lo mejor de nosotros, de todos. Y ahora estaban muy muy cerca. Casi podíamos oler su pútrido aliento.

Qué haremos entonces.

Y miré a Edouard, interrogante.

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08/02/2013, 16:23
Edouard

El joven también observó tus reacciones, siempre le habías parecido una mujer muy sobria, pero últimamente más, como si hubieses madurado más rápido de lo normal - Es una buena pregunta, funesta quizás, pero haces bien en pensar en todo.

Edouard vio vueltas a su copa de vino y la hizo chocar levemente con la tuya cuando reposaba en la barra, un gestos inconsciente – Movilizarán a la población, la industria de la guerra se pondrá a máximo rendimiento, harán falta enfermeras, cualquiera que pueda ayudar – Dijo sin saber tu nuevo empleo.

Ni Eduard mismo era capaz de imaginar lo que estaba por venir, pero claro tampoco tú lo sabías y es que hasta que no llegan los peores momentos cuando la gente da lo mejor o lo peor de uno mismo – De momento poco podemos hacer... Pelear, pelear hasta el final, hasta que estemos libres de esa escoria Naci – Concluyó

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14/02/2013, 01:15
Dominique Durreaux

Sonreí, pero no era una sonrisa feliz, no. Era una sonrisa tornasolada por emociones contradictorias, casi una mueca crispada. Mil y un pensamientos se agolpaban en mi cabeza en un confuso montón de vocecitas chillonas. Mil y una emociones, mil y una dudas. Sonreí, y me esforcé en suavizar aquel gesto, quizá en un vano intento de aligerar mi propia tensión.

La tragedia polaca era una herida lacerante en mi familia y, aunque mi madre nunca hablaba de aquello, todos percibíamos el dolor oculto tras su acerada mirada. Ahora, Joseph y Pierre estaban en el frente, tan cerca de las tropas nazis que parecían avanzar hacia la Línea Maginot. ¿Era invulnerable como decían? Había escuchado voces en contra, voces calificadas que hablaban del grave error de establecer una guerra atrincherada como en la Gran Guerra. ¿Quién tenía la razón? Pronto, demasiado pronto quizá, sabríamos la respuesta.

¿Y mientras tanto? Edouard lo había dicho muy bien: debíamos prepararnos. Y pelear, pelear hasta el final. Una vaga sensación, una extraña mezcla de emociones cosquilleó en mis pies y trepó por mis piernas hacia mi espalda provocándome un leve escalofrío. Mis dedos jugueteaban nerviosos  con la copa y mis pensamientos volaban lejos, muy lejos. Una pausa, una pausa suave, neblinosa. Desvié la mirada hacia Edouard y mis ojos se cruzaron con los suyos. Asentí a sus palabras y. ahora sí, sonreí con una sonrisa relajada, pero con un matiz de melancolía asomando en las comisuras de mis labios. Entonces alcé mi pequeña copa de licor y dije:

Tienes razón. Así debe ser y así será. Y mientras tanto… —Sonreí y choqué suavemente mi copa contra la del muchacho. —Siempre nos quedará París.

Y el licor bajó cálido por mi garganta.

Siempre nos quedará París repetí para mis adentros, como la plegaria sin dios de un ateo.

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14/02/2013, 20:29
Edouard

Edouard ladeó un poco la cabeza observándote y te acompañó dando un trago a su bebida a la vez que lo hacías tú y acabando su copa.

- Así debe ser y así será – Reafirmó tu frase – Hay cosas que uno lleva dentro y jamás le podrán arrebatar.

Definitivamente en el local ya cada uno volvía a ir a la suya, así como el volumen general había bajado, permitiendo ahora hablar con comodidad - Háblame un poco de ti ¿Qué es de tu vida? – El joven se interesaba por ti ¿Por amistad o quizás algo más?

Te quedaba aproximadamente una hora hasta la hora de la cena en tu casa.

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18/02/2013, 00:44
Dominique Durreaux

El licor bajaba como una caricia áspera, pero cálida. Como el tacto áspero de un amante rozando mi garganta. Pocas veces bebía, y siempre en muy pequeñas cantidades, pero en ese momento tenía la necesidad de emborracharme y olvidarme de la guerra, de mis hermanos, de mi tía y mi abuela desaparecidas, de la mirada silenciosa de mi madre, de la pierna ausente de mi padre, de París, de… De mí, sobre todo de mí. De mis miedos y de mis dudas. Pero no, no lo haría. Ni me embriagaría ni olvidaría…

Contemplé un breve instante a Edouard —quizá no tan breve— mientras mis dedos jugueteaban, inquietos. Luego, bajé la vista y mis ojos se distrajeron con los suaves destellos opalescentes de la copa vacía. Quién pudiera vaciarse como una copa…  Sonreí algo azorada, aquieté mis dedos —y mis confusos pensamientos— y susurré sin alzar los ojos. Quizá porque sabía que en el fondo de mi mirada se anclaba la perplejidad…

—Mmm… Espero cada mañana una carta de mis hermanos, leo, escribo… —Una fugaz mirada hacia el muchacho. —Ya sabes… Naderías. —En ese momento casi sentía vergüenza de mis borradores, de los cuentos y de aquel “intento” de novela que dormía en el último cajón de mi guardarropa. — Y… Mañana comenzaré a trabajar en La Rochefoucauld* bajo las órdenes del doctor Buisson —concluí alzando una tímida mirada hacia Edouard.

Por alguna razón que no atinaba a explicarme, el muchacho lograba intimidarme —sin proponérselo, claro. Edouard era un alma amable y generosa; siempre sabía lo que quería y, lo más importante, lo hacía. Yo, sin embargo, vivía una fachada de decisión y determinación que nunca terminaba de encajarme. Secretamente, me ahogaba en un océano de dudas y miedos.

Y esa sensación sería más agobiante en el transcurso de unos pocos días, pero eso aún no lo sabía…

Bendita ignorancia.

Notas de juego

*Le inventé un nombre al hospital, cualquier cosa editalo. =)

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18/02/2013, 19:06
Edouard

Edouard esbozó una ligera sonrisa cuando lo miraste e inspiró aire profundamente con aquello que susurraste que dio a entender bastante. – No cargues con todo lo que no depende de ti... – Dijo tanteando por no querer herir tus sentimientos – Es... Difícil, pero... – Pausaba su frase buscando las palabras correctas – Hay que intentarlo para no volverse loco.

Posó una mano en tu antebrazo, quizás intentando darte algo de calor, de humanidad – A mi no me perecen naderías y si algún día te animas me encantaría leer algo de lo que escribes.

Lo del trabajo le sorprendió gratamente y no se esforzó en tratar de disimularlo - ¡Anda! ¡Genial! – Aunque moderó un poco la alegría, ya que no se te acababa de ver feliz del todo – Tu madre debe de estar muy orgullosa – Te guiñó un ojo pues sabía a que se dedicaba ella, te dio un ligero codazo tratando de animarte.

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23/02/2013, 01:40
Dominique Durreaux

—Algún día… —fue la tímida respuesta a lo dicho por Edouard. Algún día quizá me animaría  a enseñarle lo que escribía. Sí, algún día… Le devolví la sonrisa. ¿Por qué me costaba tanto expresar esa faceta ante él? Lo ignoraba, miento, sabía por qué, pero eso carecía de importancia en aquel momento.

Como me lo imaginaba, la novedad de mi incorporación en el plantel de La Rochefoucauld le encantó y su entusiasmada sorpresa me arrancó una risita, sobre todo cuando mencionó a mi madre. Claro que estaba orgullosa: la hija pródiga volvía al redil y se dejaba de tonterías literarias. Una media sonrisa floreció entre mis labios, sincera, entre irónica y divertida.

Sí, está muy contenta y apenas logra disimularlo. Se viene la quinta generación de enfermeras… —Agité suavemente la cabeza como espantando aquella idea. —En fin… La verdad es que, aunque odie la visión de la sangre y el olor de los desinfectantes, se me da bien eso de curar heridas y hacer emplastos. Y quizá es cierto eso de que lo llevo en la sangre. No sé…  —Mis pensamientos volaron lejos y mi mirada se alzó hacia el techo, buscándolos tal vez. —La verdad es que… —Una pausa, luego de la cual mis ojos se volvieron hacia Edouard. —La verdad es que así soy más útil. Se vienen tiempos difíciles. —Un suspiro, casi un resoplido, escapó de mis labios entonces.

Entonces caí en cuenta de que había repetido tres veces la palabra “verdad”, como si necesitara apuntalarla —y apuntalarme. Verdad. La única verdad que entreveía en aquel momento era que se avecinaban tiempos muy duros y que cada cual debía afrontarlos como mejor podía y servía, no ya para uno mismo, sino para todos.

Me giré hacia Edouard y le pregunté, con una sonrisa burlona jugueteándome en las comisuras:

—¿Y tú? ¿Qué cuentas? ¿Cuándo piensas tomar el cielo por asalto?

Notas de juego

Done. ^^

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24/02/2013, 10:06
Edouard

Asintió lentamente a tu vaga respuesta con lo de tus escritos, pero no insistió, sabía que era una cosa que solo tú podías decidir.

Al menos se había encontrado un buen filón con el que poder sonreír y dejar por un momento tanto pesimismo, para ello apuntilló - ¿Sólo la quinta? Espera a que tengas nietos, la abuela Rebeca tiene muchas armas con las que convencer, seguro que a cada muñeca que les regale, va acompañado por un paquete de tiritas – Bromeó

Era una exageración, pero tuvo su finalidad el comentario y ahora quizás todo se había relajado un poco – Y seguro que lo harás muy bien – Susurró mirándote a los ojos.

Pero luego resopló y puso los ojos en blanco – Ah no, si no me enseñas tus escritos no hablo de mí – Te sacó la lengua y levantó los hombros – Es broma, bueno, la verdad es que… estoy trabajando en algo, es muy incipiente aún y… no puedo hablar de ello – Ahora lo dijo totalmente serio y la verdad es que a parte de volver de España poco o nada más sabías de a que se dedicaba y como reafirmando aquello trató de salirse por la tangente – ¿Te apetece ir este domingo al cine? Hacen una película de intriga, mira, creo que se llama como tu madre ja, ja, ja…

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26/02/2013, 20:35
Dominique Durreaux

Una sonrisa asomó en mis labios cuando se refirió a mi madre y a la imaginaria e innúmera generación de enfermeras. Sí, ya me imaginaba a mi madre como un ente omnipresente presidiendo hasta el fin de los tiempos un infinito batallón de tataranietas armadas de cofias y jeringas… Y mi sonrisa se amplió aún más ante su pulla sobre mis escritos, pero fue seguida por una larga y silenciosa mirada cuando se refirió muy vagamente a sus actividades. Una vaga inquietud me sobrecogió brevemente, como una brisa gélida reptando por mi espalda. Pero solo me limité a asentir a sus palabras con un leve movimiento de la cabeza. Muchas preguntas se atropellaban al borde de mis labios, aun así, estos permanecieron mudos.

Cuídate.”

Un pensamiento apenas esbozado en mi mirada. Un ruego quizá. Edouard podía meterse en problemas, era casi natural en él… Sus convicciones y su pasión podían meterlo en un brete de difícil salida, pero… Corrían tiempos muy difíciles, y los problemas podían transformarse en algo más que eso…

Cuídate.

Finalmente, sacudí la cabeza espantando aquel mórbido temor y una suave carcajada escapó de mi boca cuando dijo aquello de la película. De inmediato, encaré a Edouard con un muy teatral gesto de enfado: el entrecejo fruncido y un dedo acusador apuntándolo.

—¿De intriga dices? Ajá… Así te quería atrapar, mentiroso. Si la película se llama como mi madre no puede ser otra cosa que una película de terror… —Luego, otra carcajada. —Claro, por qué no. El domingo me parece bien.

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01/03/2013, 18:01
Edouard

Por un momento se “asustó” pero pronto se rió a carcajadas con tu comentario al respecto de que si se llamaba como tu madre tendría que ser de terror. Pero era algo sobre lo que él no iba a bromear, ya que consideraba que sólo a ti te correspondía “meterte” con tu propia familia – Jum... Si la señora Durreaux te oyera...

Pero se alegró cuando aceptaste y eso se notó en su rostro – Genial, pasaré a por ti hacia las cuatro de la tarde.

Pasaste unos cuantos minutos más de charla agradable con Edouard, pero ya se hizo la hora de volver a casa. Tenías nuevas cosas en las que pensar y no podía decirse que la visita al local había sido infructuosa del todo.

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12/03/2013, 23:59
Dominique Durreaux

—Si la señora Durreaux me oyera… estaría en problemasconcluí con una sonrisa entre maliciosa y pícara.

Y sonreí para mis adentros también, mientras regresaban a mi memoria algunas postales hogareñas. Si mi madre se enfadaba estaría en un brete, claro. Un insoslayable y muy educativo brete, en el cual los problemas se traducirían en infatigables y múltiples contratiempos para mi acostumbrada rutina: acompañar a mi madre en las compras cotidianas, asistirla en sus visitas domiciliarias como enfermera y —si su “disgusto” subía uno o dos niveles más de lo acostumbrado —seguramente sufriría una de sus “persistentes migrañas” y quedaría en mis manos hacerme cargo de las múltiples tareas domésticas. Porque si bien todos colaborábamos, era indiscutible que ella era la responsable de que nuestro hogar funcionara con la precisión de un reloj suizo. Entonces, cuando lo creía conveniente, nos recordaba —de forma muy efectiva, por cierto —cuánto hacía por nosotros diariamente y cuán poco apreciábamos eso. Rebeca Szujski era exigente y bastante severa, pero, ante todo, era una gran persona. Una gran mujer. Y yo sospechaba que jamás le llegaría a los talones.

La charla prosiguió un rato más y, cuando se hizo la hora de regresar para la cena, me despedí de Edouard después de arreglar nuestra cita del domingo.

Regresaba a casa empujada por largos y veloces pasos, pero mis pensamientos eran lentos, muy lentos, reconcentrados. Rumiaba cada idea hasta despojarla de todo artificio, en el infructuoso intento de despejar mis dudas y temores. Estaba preocupada —¡Y vaya si tenía razones para estarlo! —y regresaba a casa enfundada en aquellas preocupaciones, aunque, al menos, había logrado aclarar algunas cosas…

“Sé fuerte, Dominique.”

No era mi conciencia la que me repetía eso, no. Era la conciencia colectiva de  Paris. Pero eso aún no lo sabía…

Sacudí la cabeza y parpadeé, confundida. ¿Conciencia colectiva? Frunciendo el ceño —casi con la intención de estrujar mi embotada cabeza diría—, intenté recordar de dónde había sacado aquel concepto. Conciencia colectiva… ¿De Durkheim quizá? Me encogí de hombros y traspasé el umbral de mi casa.

“Sé fuerte…”

Notas de juego

Si algo o alguien interrumpía el regreso de Dominique, sos libre de "podar" el posteo. =)

Cargando editor
13/03/2013, 17:39
Director

Notas de juego

Cambiamos de escena ^^