Partida Rol por web

- No descartaria eso tan rapido, soldado, conociendo a mi madre no me extrañaria nada que lo fuera.- Bromeo con una media sonrisa.

- Pero ya habra tiempo para las reuniones familiares, ahora tiene que largarse de aqui, ¡RAPIDO! ¡Le cubrire!

Hundra se lanzó a la acción sin darme tiempo a reaccionar siquiera. No estoy acostumbrado a actuar tan instintivamente con lo cual me quedo retrasado observando la escena unos metros por detrás.

Veo a los atacantes del rey. Magia... ¿esto es obra de Perla? Intento pensar en cómo ayudar a Hundra a proteger al rey y decido intentar algún conjuro de los que he aprendido a lo largo de mi vida, que contrarresten a las extrañas figuras de humo.

Hundra se lanza contra las abstractas siluetas de esos diablos.
sabe bien que si quiere a Perla necesita al Rey. Que viva o muera luego ya no es cosa suya.

La cimmeria arranca de un estirón el mantel de una mesa, perfectamente servida con cerámicas de las mas finas y deliciosos manjares y bebidas que acaban desparramados por el suelo.
Con la manta trata de dispersar y alejar a los engendros danzantes, pero sin mucho éxito. Pese a que el arma improvisada que supone el mantel tiene mucha mas superficie que una espada, no es nada práctica, y los diablos se mueven rápidos como la llama de una hogera azotada por el viento.
Ahora que los tiene realmente cerca y que ellos se han percatado de su presencia, empieza a lamentar su idea. La sola idea de un enemigo invulnerable, intangible pero real amenazando su vida le hace perder el hilo de sus ataques. Concentrándose en su defensa.

Eban se lo piensa mejor. Aquello no era para nada lo que esperaba encontrar allí. Y no cree que pueda ser obra de Perla. O no de la Perla que él haía salvado. El médico recorrió palmo a palmo su cuerpo desnudo y mal herido, y la miró a los ojos varias veces sin perceptir ningún rastro de que la brujería tuviera lugar dentro de ella. Lo habría notado* por lo que se dedicó a observar en busca de "algo" que no cuadraba.

El sudor caía por la cara de Hundra. Los engendros eran rápidos, pero no tenían una clara intención de ataque. Tan pronto como veían un flanco hueco en la defensa de Hundra, del Rey Oshrik, o de sus soldados de las Compañias Libres, en lugar de herir a sus víctimas solamente las amenazaban, como si su intención fuese ostigar, martirizar y hacer sufrir y luchar hasta la agonía y quedar exaustos en lugar de matarlos. Mientras, ellos danzaban en el aire esvozando malevolas sonrisas en sus informes rostros negros.

Eban observaba el combate, y los diablillos no reparaban en él.
Algo no cuadraba en todo eso. Los soldados, Hundra y el Rey no tenían apenas ninguna herida, solo algún golpetón o arañazo. Las formas de humo tenían algo similar a dedos largos acabados en garras de tres palmos de largas, pero no habían herido a nadie con heridas serias.

Algo no cierra en toda esta escena pero la vida de Hundra, y del que puede ser su boleto hasta Perla parece correr serio peligro, así que dejo de lado las cavilaciones y comienzo a conjurar un hechizo que pueda alejar esas bestias amenazadoras de allí.

En silencio, susurrando para no llamar la atención de las bestias, lanzo el conjuro, esperando que sea suficente, al menos para sacar al rey de allí. Sin embargo, esa molesta sensación de que algo no cuadra, de que el combate parece irreal no me abandona.

Más tarde me pondré a ello, deja de desconcentrarte Eban y acaba de una vez...

Estos bichos son una distraccion, no son para combate, algo no me cuadra, no me gusta....

Aprieto los dientes mirando de reojo a mi alrededor en busca de alguna pista sobre que esta sucediendo. La maguia no es lo mio, no me gusta, no la comprendo, me asquea...

Eban, miraba y pensaba, desde una segura distancia, mientras los demás luchabais por protegeros de esos diablillos oscuros.

Eso llegaba a ser molesto justo en el momento en el que Eban decide actuar.
Camina hacia vosotros con determinación y sin miedo, decidido.
De su zurrón de piel saca una peqeña bolsita, hecha con las tripas de algún animal, la abre, alza una mano y grita en voz alta:
-Sombras del averno! Ilusiones y títeres! No os tengo miedo!
Eban conjura una serie de palabras secretas que jamás habíais oído, concentrándose y focalizando todo su poder en sus manos, que empiezan a brillar con la intensidad y el color de dos pequeños soles.
Los monstruos que os acechaban salen disparados en todas direcciones, disipándose y aullando, hasta no ser mas que una tenue niebla oscura en los ricones de la sala del trono.
-No tenemos mucho tiempo hasta que vuelvan. Salgamos de aquí!

-Por todo el vino de Shem!
Dice el rey perplejo.
-Eso es lo que necesito en mi corte... Mujeres Guapas y fuertes.. dice mirando con lascivia a Hundra. Y Brujos que hagan su trabajo cuando se les necesita.
HIK!
Soldados! buscad a mi anterior brujo y cortadle la cabeza por...HIK! Inutil.
Luego, ir a buscar a mi hija y llevadla a mis villas para que esté segura.

-Y vosotros dos, me habeis salvado.. Dice haciendo una forzada reverencia en la que pierde parcialmente el equilibrio, pero sin llegar a caer.
-Estaré mucho mejor con vosotros que con los Compañeros Libres... Je je je...
Sacadme de aquí y os cubriré de oro y gloria.

Miro a Eban con el gesto torcido, mas tarde tendre una conversacion con ese pequeño hechicero que se hace pasar por medico. Despues miro de reojo al rey cuando habla pensando un segundo como seria mi vida de guardaespaldas de un rey borracho y sonrio negando con la cabeza. Cuando veo que esta a punto de caer me paso el protocolo por la funda de la espada y tomo el brazo, pasandolo por detras de mi cabeza acia mi hombro para llevarlo mas rapidamente, con mi otra mano me aferro a la espada.

- Me creo mas las promesas que se hacen sobrio, pero vamos, esos bichos pueden volver enseguida.

Medio cargo con él intentando correr, rumbo a la salida.

- Eban, gran mago, adelante por si hay mas al frente.- le pido a mi compañero.

El rey ebrio balbucea promesas que seguramente olvidará luego de que se le pase la resaca. Además, me gusta mi vida como médico, no soportaría ser un esclavo de la corte.

-Mi señor, salgamos de aquí, ya hablaremos más tarde de su propuesta. Hundra, no te mofes- agrego mirándola y haciéndole un gesto con la mano poco amigable, aunque no puedo evitar sonreirme. Al parecer he impresionado a la bárbara, algo con lo que  no contaba*. -Vamos, encabezaré la marcha aunque no creo que nos enfrentemos a algo que no puedas acabar de un golpe con tu espada.

- Eso espero, comienzo a entumecerme. Un guerrero necesita batallas para no perder la constumbre del acero.- Replico medio en broma para quitar peso al asunto mientras arrastro al rey lo mas rapido que puedo.

-Pero, su Majestad, no podemos dejarle solo con unos desconocidos. El castillo está siendo atacado!

El rey que ya iba caminado con vosotros a toda prisa, tanta como sus piernas le permitían en su estado se giró amenazante.
-Soy yo quien os paga así que haced lo que yo digo y PUN-TOH!
Matad a mi antigghguo brujo y traed a mi hija a las villashh. No he sido bastante claro?

Los soldados de las Compañias Libres asienten con la cabeza y se marchan por otro pasillo.

El Rey os va guiando por los pasillos hacia una salida secreta del castillo. Según lo que balbucea hay un túnel que lleva a unas formaciones rocosas a las afueras de la ciudad, cerca del desierto del Oeste.
El resto de gente en el castillo sigue igual, como locos. Corriendo de un lado al otro, muertos de miedo sin que entendáis porque. Nadie se fija siquiera en vosotros.

-Vaya... Si que tienen Prjisha...

Cruzáis a una sala vacía, las habitaciones del Rey.
Las paredes están cubiertas de pieles de animales exóticos, así como colmillos de marfil tallado, jollas y toda suerte de adornos que deben de valer mucho mas de lo que gana un hombre honrado trabajando toda su vida en esta ciudad.

-Es aquí, la puerrrta está ahí delante...

Ambos os acercáis unos pasos fijaros en la pared que señala para examinarla atentamente en busca de la salida. Solo ha sido un instante en el que bajáis la guardia, pero ya es demasiado tarde.

Cuando volvéis a giraros el Rey está inmóvil, rígido. De su pecho, un filo de color escarlata sobresale.
Un segundo después el Rey cae al suelo.

Cuando cae podéis ver que detrás de él estaba la Zíngara que tanto ansiabais encontrar, cara a cara hacia vosotros, mirándoos.

Mientras se desplomaba, Perla sujeta la corona de Oshrik, que se desliza de su cabeza con facilidad. En la otra mano, sostiene el puñal ensangrentado que gotea.
No está estática, parece que se contonea muy levemente, en una extraña posición armónica.

-Gracias, me habéis facilitado mucho el poder encontrarlo solo.

Solo lleva un puñal y la corona en las manos.

Mis dientes se aprietan, mi espada se desenvaina.- Una corona con convierte una perra en una reina, Perla, mas con corona o sin ella no descansare hasta ver tu cabeza rodar por el fango.

Sin querer, hemos dado a Perla lo que tanto ansiaba. Pero también, ella se ha puesto a nuestro alcance.

-No te sientas victoriosa, Perla. No te será tan fácil salir de aquí con la corona. Más bien, no te será tan fácil salir de aquí con vida.

Sin dudarlo, miro a mi alrededor en busca de algo que pueda usar como arma, mientras comienzo a conjurar un hechizo de defensa por si la zíngara está tramando algo.

El rey yace en el suelo, sangrando por el vientre, y retorciéndose casi inconsciente en el suelo. Apenas puede emitir ningún gemido ni murmullo de dolor.

Perla no parece que tenga intención de haceros por ahora, pero vosotros tenéis una opinion bien distinta.
Qué hacéis?