Partida Rol por web

Mi nombre es Ezhelmer señor O Malley   - Le digo mientras siento a la Gnoma en su sitio y tomo asiento - en cuanto a lo de felino, tuve suerte eso es todo - orgulloso de mi hazaña, con una amplia sonrisa.
 

Ágil, respetuoso y modesto. Sumado a tu ropa... imagino que eres un bardo. Bien hecho, señor bardo. Ezhelmer.

Mientras los guardias se aseguran de bloquear un nuevo intento de huida, el corregidor dedica al bardo una amplia sonrisa. Después, se dirige a la pequeñaja.

Bien, bien, Fusa Daergel. Parece que te has encargado de exagerar tu valentía en las crónicas, ¿eh? Cuenta a los presentes, quién eres y el porqué de tu reacción ante las noticias.

No has tenido tiempo de hacer nada, el bardo ha sido demasiado rápido incluso para ti.

Me tiro de las coletas, presa de una clara frustración. Ese maldito semielfo, tan simpático que parecía. Entre bardos no se hacen esas cosas... Me quejaré a la hermandad. Y si no la hay, montaré una y me quejaré entonces.

Mi nombre es Hanna Jelisa Gerdevia Magerit Saritah Daergel, pero nadie me llama así ni por ninguna fórmula reducida. Debido a mi talento musical y corto tamaño, me llaman Fusa. Quizás hayáis oído hablar de mí, fui la cronista oficial del incidente de La Riada Sangrienta.

Hago una pausa. Viendo que nadie se digna siquiera a asentir, continúo con el relato.

Ya sabéis, la Riada Sangrienta era una hermandad criminal que azotó el Continente hace casi dos décadas. Vestían de rojo escarlata y se aseguraban de arrasar pequeñas poblaciones y dejar tan sólo un superviviente para que pudiese contar los horrores vividos.

El tiempo apremia, y todos sabemos lo que pasó. La Riada encontró el modo de cumplir su objetivo definitivo: abrir la Brecha y preparar la llegada de... ¿Cómo lo llamaste?

Pronunciar su nombre, aparte de casi imposible, es de un funesto augurio. Los nativos de Delvart se refieren a él en sus escritos como Dedemu Taycoloco.

Nuestros expertos, entre los que se encuentra el hermano Andrew de Pelor, han determinado que ese supuesto nombre nativo es invención vuestra, señorita Daergel. No deja de ser una contracción del término Destructor Del Mundo Tal Y Como Lo Conocemos. Sin embargo, proceded a lo que nos importa: El Ejército Radiante, al que seguisteis y del que habláis en vuestras crónicas.

El Ejército Radiante... debí haberlo supuesto.

Visiblemente enrojecida, mezcla de vergüenza y rabia, cuento con los dedos.

Hum... hace dieciséis años o así, la situación era de inminente catástrofe. Sin embargo, a Ciudad de Aleathán llegaron los más bravos e inesperados héroes, todos de origen humilde. Elegidos por el destino, favoritos de la fortuna... héroes, sin ir más lejos.

Puedo oír los golpecitos impacientes que da el corregidor con el pie.

Habían golpeado duramente a La Riada Sangrienta en el pasado, individualmente. De modo que decidieron unirse para derrotar a La Riada Sangrienta y poner fin a su plan de desatar las tinieblas sobre nuestro mundo.

Frunzo el ceño.

Todo eso es cierto. Yo estuve allí y lo vi con mis propios ojos. Puede que exagerase en buena parte mi papel en aquel asunto, pero no es más que una licencia artística.

Subo a una banqueta vacía, y de allí a las mesas a las que se sientan los variopintos personajes.

Sé lo que estáis pensando: "Pretenden formar un nuevo Ejército Radiante y cuentan con nosotros como candidatos". ¡Pues no! Porque en esta sala no hay más que una persona que cumpla en parte los requisitos. Iris Networth sobrevivió al ataque a la Torre Pálida, es una elegida natural. Los demás, apuesto a que sois bravos y habilidosos, pero nada más.

Chasqueo la lengua y miro a los asistentes, buscando una mirada de complicidad que no encuentro.

Lo que vamos a hacer, y espero que estéis dispuestos, es buscar y reunir a los antiguos miembros del Ejército Radiante. Y pedirles que nos salven una vez más.

Un gran revuelo sigue a las palabras del corregidor.

Cuando el corregidor se levanta voy a Fusa y le digo - siento lo de antes, pero me desconcertaste con lo de Dedemu Taycoloco, que por cierto, ¿a qué a venido eso?, si yo me hubiera querido ir de aquí lo habría echo en silencio.

Pongo los ojos en blanco. Sí, sí, el muy traidor...

Ya lo ha dicho él, destrozando toda la imaginería que tanto me costó crear. Es una contracción de Destructor Del Mundo Tal Y Como Lo Conocemos. Y no me quiero ver mezclada en esa historia otra vez. Vi morir a mucha gente y yo misma estuve a riesgo de perder el pellejo varias veces.

Como al parecer, todo el mundo está viendo lo que hace la gnomo, puedo salir desapercibido. Abro despacio y en sigilo la puerta del armario, e intento volver a mi posición sin llamar la atención...

Me inclino hacia Oréganon.
¿Tú qué opinas, compañero? Parece una pérdida de tiempo, y ese O Malley... no parece que se lo tome en serio.

Voy hacia O Malley y le digo:

Yo estoy dispuesto para ir a buscar a los héroes, siempre y cuando no vaya solo y haya una pequeña recompensa por encontrarlos...- y me quedo a su lado esperando una respuesta.

Me levanto del asiento y hago una mueca.

¿Y cómo se supone que vamos a encontrarlos? Por lo que sabemos, podrían estar muertos... no, esto no vale 400 piezas de oro. Me temo que yo paso, pero gracias por contar conmigo. Tendréis que buscaros otro espía.

Yo pienso ir...

Pero vosotros, pensais quedaros sentados tan tranquilos, viendo como ese ejercito se va aproximando cada vez mas arrasando todo lo que encuentra a su paso? y cuando hayan acabado con los vuestros, que hareis? correreis llorando como niñas por no haber tenido las agallas de haber hecho algo anteriormente? No nos están pidiendo que nos enfrentemos cara a cara con ellos, lo único que tenemos que hacer es encontrar a esas personas, os aseguro que una vez esteis muertos poco importará el peso del oro en vuestros bolsillos...

Me he adelantado un par de pasos, mirando al resto con mirada desafiante, no puedo creer la cantidad de cuervos que poblan esta sala...

Mira, guapita de cara, igual que yo no te prohibo que te enroles en una misión absurda, me vas a permitir que pase de todo esto. En cuanto a "mi gente"... ese término empieza y acaba en mí. Sir Eric Brian Anthony McKutchek, eso es todo.

Hago una reverencia burlesca.

Pero puede estar tranquilo el respetable, lo olvidaré todo conforme salga por la puerta. No revelaré tan cuidado plan... Y si queréis sustituirme, os recomiendo a este tío.

Abro la puerta del armario cercano a la salida. Dentro hay escondido un enano con ropas extravagantes.

Se ha levantado de la mesa y se ha escondido delante de vuestras narices. No lo hace mal, el tío.

Salgo de la taberna entre risillas.

Kutchek te ha delatado. Parece que no escapaste a sus afinados sentidos. Ahora todo el mundo te mira con una mezcla de curiosidad y recelo.