Partida Rol por web

 Mientras me encaraba en dirección al Sith y preparaba mi arma, le pregunté a mi Maestro, sin perder de vista a nuestro enemigo principal:

 - ¿Podrás ocuparte tú solo de los soldados?.

Dasis asintió. Era viejo, muy viejo, y sabías que no había activado su sable láser en muchísimo tiempo. No había hecho falta. Ahora de nuevo rememoraba su época de esplendor, y el de la Antigua República.

El sith activó sus dos sábles de luz. Eran rojos y brillantes, y tú activaste el tuyo. Los disparos se concentraban sólo en tu mentor, pues la patrulla de soldados sabía que el sith quería su propia pieza.

El tipo te ganaba en altura y musculatura, pero aquello podría ser una ventaja a la hora de impactarle con el láser. Tal vez su destreza no fuera como la tuya. Tenías la ventaja de que conocías el terreno, pero esa ventaja era simplemente anecdótica. El tipo, una especie de humanoide vendado en cabeza, cuello y manos levantó primero un sable de luz y luego el otro, y así los descargó sobre tí.

¡¡ ..Hum... Grrrr....!!

 Tratando de mantener la calma y la disciplina, me dispuse a terminar pronto con mi adversario, para poder ayudar inmediatamente a mi Maestro con los suyos...

 - No eres muy elocuente, ¿verdad?. - Le dije al Sith, tratando de que cometiera un error.

El sith descargó su sable sobre tí, pero cortando el aire, sin golpearte. Luego tu contraatacaste, aunque lo tenías difícil.

 Viendo que mi actual estrategia no es la más acertada, opto por cambiarla...

El jedi seguía en sus trece: trocearte en varios pedacitos. Ningún efecto tuvo, pues su ansia por devorarte parecía hacerle perder precisión. Sin embargo tú intantaste aplacar su embestida extendiendo la mano y formulando el poder telekinético de la Fuerza.

Parecía que no lograbas actuar contra él a través de la telequinesis. El tipo, por su parte, decidió focalizar toda su atención y destreza en tí, en vez de querer despacharte rápidamente. Notabas su respiración bajo aquel conjunto de vendas en su rostro.

Aquel sith enarboló uno de sus sables de luz, y descargó sobre tí todo tu pontencial. Parecía que no podrías hacer nada, ya que su ataque fue prácticamente perfecto, y ni tan siquiera el pensar en la mejor manera de esquivar podría salvarte de aquella terrible estocada (al menos eso parecía). Iteteon miraba, muy cerca de tí, la beligerante y terrible escena.

Gaheris se apartó rápidamente, en el momento preciso, de aquel mandoble impropio de alguien bondadoso. Se había librado por los pelos. Tu maestro seguía esquivando disparos bláster.

El tipo intentó empujarte hacia atrás usando su telekinesis, pero te apartaste de su focalización visual y sensitiva. Ésto no quedó así, asique también intentó atacarte con su hoja carmesí.

No lograste detener el embiste rival... ¡y éste te hizo un profundo corte en el hombro! Exhalaste un terrible grito de dolor, y tu maestro se giró un instante al oirte sufrir. Fue en ese momento cuando la desgracia, que nunca venía en solitario, se cebó contigo: en ese preciso momento de despiste, el viejo maestre Dasis Iteteon fue derribado por los dos últimos soldados imperiales. Los disparos bláster atravesaron todo su cuerpo un par de veces, haciéndole caer al suelo...

Iteteon quedó yaciente en la cúspide de la montaña, aún con vida. Sin embargo no podías ayudarle, ya que centrabas toda tu atención en aquel sith. Los soldados imperiales quedaron a la expectativa de ver cómo éste te derrotaba. Y en tu interior sentiste cierta ira por la muerte del maestro... Fue entonces cuando oíste el rugido. Un rugido que bien conocías: el rugido de tu nave, saliendo por encima de la cúspide del monte, y orbitando ahora muy cerca de tí (y encarándose hacia los soldados): ¡era R2! ¡De algún modo había acudido en el momento preciso! En esos momentos... ¡comenzó a disparar contra el par de soldados del Imperio que aún estaban de pie, y éstos le devolvieron los disparos!