Partida Rol por web

Estando en su oficina en Coronado, llegó un carta de remisión oficial. Esto no era algo extraño, pero dentro había un sobre personal. O sea, era para él. Había comentado que la invitación le llegó a casa; que estaba allí en la mesita, pero realmente le había llegado como una carta oficial. No era raro que esto sucediera. Les llegaban órdenes (sobre todo de traslado o de acometer misiones de instrucción en otras unidades para el adiestramiento de nuevos reclutas o reciclaje de los ya en activo). Era un soldado, y no le era raro.

Se sorprendió al ver que allí, en aquellas líneas había una invitación para una mansión en Madrid. En un lugar en el que se subastaría algo muy especial. No podía ser. ¿Qué era aquello?

El documento no le daba demasiadas pistas, pero era algo que le interesaba a él y a su cuerpo. No lo dudó. Con la escusa de que un oficial le había invitado a cierta "cosilla", él, como apestado, (amigo de un oficial) fue ignorado por el resto y dejado de lado durante una semana. Era complicado decirles la verdad. No sabía como decírselo, así que una mentira piadosa sería lo más adecuado.

Pidió su mes de vacaciones, y comentó que además de asistir a la invitación, iría por varios países a disfrutar de su gastronomía. Que quería aprender cosas especiales de alimentación y quería saborear la "Dieta Mediterránea" de primera mano. A los demás no les pareció gran cosa. Era un deportista nato, entrenador y más cosas relacionadas con esas cosas. "Parte de sus manías y aficiones" pensaron los demás. No era ni la primera vez ni la última, así que ... una más.

Con su viaje a Madrid en avión no hubo más incidentes que el que lo confundieran con un afamado actor. -  Que fastidio. Y que las raciones que servían en el tránsito eran las justas para tapar una muela. Tenía todas sus piezas dentales.

Ya en la capital española no dudó en visitar todos los lugares que le habían recomendado. Fue una semana de entrenar Por la mañana, tras el desayuno en la Boutique Gym, casi en el centro. En la hora que muchos dedicaban a la siesta, él, como quería bajar el atracón de medio día, deicaba sus horas en el Metropolitan Abascal, y por la tarde, una entrenaba y otra impartía, como instructor clases de aero-gym en el Metropolitan Palacio de Santa Ana. Entre horas y horas, hubo un día que se pasó por varios bancos. Algunos pensaron que se dedicaba a organizar sus cuentas, pero durante una semana extrajo todo aquel montante que pudo, dispuso maniobras financiera y adquirió responsabilidades en productos financieros, como préstamos y demás (de corto tiempo) para maniobrar con codo el dinero que pudiera conseguir.

El día oportuno desayunó como se esperaba, pero ya no fue al centro deportivo. Directamente, con todo el dinero que se pudo hacer, incluso con rehipotecas de su hogar, alzó con el maletín y toda aquella pasta. En un maletín encadenado a su mano hizo que el chofer que ya había entablado amistad todos estos días, le acercase al sitio. Quedaba libre hasta que le llamara por el móvil. No había pega.

Durante su espera en el jardín, como se le había ordenado, al ser un obediente solado, se dedicó a hacer sonar, como un padre primerizo, por todas las baldosas, sus tacones. Paseaba, se deleitaba con el aroma y forma de las plantas de allí y esperó con paciente impaciencia a ser llamado. Era un soldado de operaciones y realmente estaba descubriendo todas aquellas rutas que le podrían servir para escapar ... o para lo que fuera necesario. Se fijó en todo. Incluso en las esquinas y los espacios entre las piedras y adoquines del camino.

Vicente se percató de que la mayoría de la gente invitada a la fiesta era gente de un poder adquisitivo elevado, a lo que supondría un problema en la subasta; ya que no dispondría de tanto dinero como ellos. Intentó hacer uso de una de sus virtudes, su don de gentes. Aunque no le gustaba codearse con gente adinerada no le quedaba más remedio si quería tener oportunidad para conseguir lo que venía buscando. 

- Perdonen que les moleste jóvenes - dijo acercándose a Pipe y Sir Robert - ¿Les importa que un viejo como yo se una? Mi nombre es Vicente, y veo que entienden más que yo como va esto de las subastas. Explíquenme un poco para que no vaya tan perdido. 

Seguidamente Vicente extendió la mano callosa de huerto buscando a ver si alguno de ambos invitados se la estrechaba. 

Buenos días, señor Vicente. Esto debería ser sencillo. Cada uno viene a por su premio, cada uno puja por su objetivo y el que más paga se lo lleva. - Le mira de arriba a abajo - Pero no se preocupe, yo no vengo con intención de pujar alegremente por cada objeto que se presente, así que seguro que algo podrá sacar.

En sus palabras, que parecían educadas, se desgranaba cierta condescendencia hacia el anciano, aunque no era fácil determinar si en efecto se trataba de condescendencia o educado respeto.

Tovar, que se impacientaba, intentó mirar a través de una ventana a ver si podía averiguar algo sobre la subasta. Después se acercó al grupo que se estaba formando y, con toda la elegancia de la que disponía, intentó ser uno más:

Bueno, bueno. Veo que aquí nadie conoce a los Rock, no importa si se es Sir, como usted; o se es señor, como yo.

En cualquier caso, a todos nos gustan las patatas de ketchup, por eso estamos aquí, ¿verdad?

Al decir esto, Tovar le dio un codazo a su tocayo, que probablemente no entendía nada.

Sir Robert se adelantó a estrechar la mano del anciano llamado Vicente.

-Encantado de conocerle, señor Vicente -afirmó-. Mi nombre es Sir Robert Campbell. No se preocupe, ya verá como se lleva algún objeto de esta subasta. Estoy seguro de que los Rocks tienen riquezas suficientes para todos.

Escuchó que el otro individuo, Felipe Tovar, hablaba sobre que ninguno de ellos conocía a los Rocks. Todo parecía indicar que así era. Sin embargo, le resultaba extraño que aquella familia hubiera contactado con individuos tan dispares como un miembro de la realeza, un sir británico o un anciano de clase económica baja.

-La verdad es que es extraño que ninguno de nosotros haya visto ni oído hablar de los Rocks -comentó el sir.

¿Todos hemos conseguido las invitaciones de los Rocks, pero ninguno ha tratado directamente con ellos?. Es extraño, sí.

Con el codazo del calvo, las cosas empezaron a encajar.

¡Ah! Ya entiendo. Usted es de la empresa de catering. - Se gira hacia Sir Robert para añadir algo en confidencia - Que desconsiderado por parte de los anfitriones permitirle codearse con los invitados. - Después se vuelve a girar a Felipe Tovar - Hágame el favor y consígame una copa. También le agradecería algo de picar... Y, por supuesto, haría bien en no volver a dirigirse a mi con esa familiaridad o sino hablaré con su jefe y no volverá a trabajar en su miserable vida. No le pagan por confraternizar con los invitados ni debería intentarlo. Es obvio que estamos a años luz.

De nuevo hacia Sir Robert

Hay que ver como se lo tienen de creídos algunos indeseables desde que ciertos políticuchos mentirosos les prometen sueños de igualdad.

Al oír aquello de que no iba a trabajar en su miserable vida, Tovar se picó demasiado. Sí, su vida era miserable, y sí, tal vez le gustaría no volver a trabajar mientras esta durase, pero...

¿Quién es este niño de mamá para decirme a mí que no puedo trabajar? ¡Que ya no estamos en el franquismo!

Sí, te traigo unas galletas -Le contestó con brusquedad- ¿Prefieres unas Príncipe, o unas Don Nadie? Las primeras igual son muy grandes para ti.

Felipe se dio la vuelta (aún muy enfadado, sin rastro de triunfo en su mirada) y buscó una piedra en el inmaculado césped para darle una patada. No la encontró, así que tuvo que contentarse con alejarse un poco.

Hasta ese momento nadie había visto a ni un solo empleado de la Mansión Rocks. Les habían dado las indicaciones necesarias y pertinentes en la invitación, por lo que no suponía ninguna pérdida llegar al jardín. Justo fuera de la mansión había huecos suficientes para que pudieran dejar el coche sin ninguna necesidad de dárselo a algún tipo de aparcacoches ficticio. Tampoco había personal de seguridad, ni nadie que cacheara a los recién llegados a la fiesta. Los Rocks eran ricos, de eso no había duda, pero poner un aparcacoches habiendo tanto hueco era una situación absurda y también eran confiados, por eso no había nadie que protegiera a los presentes de posibles armas o peligros.

Cuando parecía que la mayoría de los invitados había llegado, un apuesto camarero vestido con un bonito esmoquin negro, camisa blanca y pajarita negra, hizo aparición en la zona de reunión. Tras él iba una mujer rubia, cuyo pelo iba recogido en un apretado moño y vestía exactamente igual que su compañero. Ambos llevaban unas bandejas de plata, o al menos plateadas, llenas de bebidas. Aún era pronto para empezar a beber, pero los brunchs es lo que tenían, que una copita de champán, aunque fueran las doce, no pasaba nada. También había zumos de muchos sabores, incluso alguna cerveza. Pero sin duda, de lo que más había era champán. Las burbujas doradas estaban por todas partes. 

Los Rocks se estaban haciendo de rogar, pero de momento la espera se haría más amena mientras se refrescaban el gaznate y se interrelacionaban un poco entre ellos. Iba siendo hora de conocer a todos aquellos con quienes pujarían por los objetos más importantes de todos los tiempos.

Dyaine hizo una de las suyas. Tomó zumo de naranja y lo mezcló con un cava. Con eso se hizo su coctail.

Lo degustó con paciencia y parsimonia, pero mientras realizaba su mejunje, preguntó a los camareros: - ¿Sabemos algo de los anfitriones?¿Al menos donde están o cuando llegarán? Les habló bastante bajito. No es que quisiera ser discreto, es que quería no derramar nada, y estaba más concentrado en sus manos que en su lengua o en lo que le pudieran contestar. Ni si quiera les miró a los ojos, más que cuando se acercaba a ellos. Ni se molestó en mirar hacia las tetas de la tipa.

Pipe se sorprende por la velocidad con que el hombre calvo de la empresa de catering cumple sus deseos, porque según acaba de pronunciarlos, el calvo se aleja un poco y, al instante, llegan las bebidas.

De su comentario de las galletas, empezó pensando que era sarcástico, pero al ver que aún no había comida, pensó que no esperaban que tuviese hambre tan pronto y que el comentario era real.

Oye, al final resulta que eres un trabajador excelente. - dice dirigiéndose a Felipe Tovar mientras coge una copa de burbujas. Prefería otras bebidas, pero la primera bandeja iba cargada casi en exclusiva de champán, y Pipe era dado a beber lo que tuviera más a mano.

De hecho, hablaré con tus jefes pero para recomendarte. ¡Menuda rapidez de reacción! Desde luego sabes como organizar un catering. Te diré una cosa, de comer saca lo que te apetezca, mientras mantengas el grifo de bebidas abierto, nos llevaremos bien.

Se gira con una sonrisa bobalicona en la cara y el champán en la mano y ve a Dwayne.

¡Coño! ¡un negro! - entonces piensa rápidamente que Rocks es un apellido americano y, de su estancia en Virginia, recuerda que allí había negros premium, no como los de España que vienen saltando vayas y en pateras, sino gente con dinero y de bien, y reorganiza sus pensamientos antes de cagarla. - Pero seguro que eres negro premium ¿eh? Jejeje - dice como broma. - Perdona que no te había visto entrar. Debes de ser un negro de guante blanco. - se ríe con su propia broma.

Miró al impertinente noble con paciencia, pero sus ojos destilaban ira.

- No soy negro. Fue su única frase como respuesta, pero estaba deseando darle un guantazo y mandarlo a su casita a penar muñecas. - Y el guante blanco que va a poner un ojo morado. Pensaba para si, pero se controló gracias a que no deseaba desperdiciar una gota del "Agua de Valencia" que había improvisado de mala manera.

- Porque no quiero mancharme, si no, te comes el vaso.

¡Anda el tío racista! ¡Como si ser negro (Premium) fuera algo malo!

Pipe no es muy bueno callándose la boca, pero sí refugiándose en terceros, así que al notar la inflexión de Dwayne, se sitúa junto al hombre del bigote y al anciano. Como si eso pudiera protegerle.

Pero oye, por mi eres libre de marcarte un Michael Jackson si quieres. Que yo sepa nadie te tiene encadenado. - Realmente el último comentario no tenía segundas lecturas. Lo dijo como frase hecha. Pero las implicaciones de juntar comentarios cuñado-racistas y alusiones a cadenas no podía acabar bien, incluso aunque fuese sin doble intención.

Sir Robert se mantuvo en silencio, observando la divertida conversación que se estaba produciendo entre el joven Pipe y el recién llegado que no quería que le llamasen negro. Era un tipo grandote, de piel oscura, aunque no tenía mucho aspecto de afroamericano, lo más probable es que fuera mulato, samoano o maorí.

Podía haber hablado e intercedido en la discusión entre los dos hombres, pero la parecía mucho más divertido esperar para ver cómo se desenvolvían los acontecimientos. Sir Robert se mesó los bigotes con los dedos y luego se acercó al camarero para pedirle una copa de champán.

Mientras tanto, Tovar ya iba por la tercera cerveza. Sí, por la tercera. Le gustaba beber, y como toleraba el alcohol no le preocupaba mucho la situación. Ni caso había hecho a Felipe con eso de que le va a contratar para el catering, él fue ver las cervezas y cegarse.

Este [Pipe] se va a llevar una buena... ¡ja!

A ver si vienen ya los dueños, joé. Dijo más alto de lo que pensaba.

Vicente vio que todos los presentes tomaron sus respectivas copas por cortesía. A lo que consideró que debía hacer lo mismo para no causar mala impresión o faltar al respeto a los Rock. Aunque Vicente no era muy dado a la bebida, aparte de un copa en comuniones, bodas o bautizos siempre se tomaba al honor de los privilegiados.

- Perdone joven, me puede traer una copita de herbero, a ser posible cortito. - le dijo con su sonrisa fofa al miembro del catering.

A los pocos minutos Vicente ya tuvo la copa en su mano y empezó a degustarla sin pasarse más de la cuenta. Le gustaba estar despierto y espabilado a la hora de hacer negocios.

Tenía pocas opciones, y al ver que los camareros le ignoraban prensó en no presionarles más. Ya tenía bastante presión el solito con el niñato de la corona.

- Qué pena no tener un sello con la corona real. Se lo estampaba en la frente y lo mandaba a casita con franqueo pagado y sin remitente.

Degustó con paciencia, dándole la espalda a PIPE, y procurando no mancharse, el mejunje que había "inventado".

¡Menudo grupo de gorriones! ¡Llega el alpiste y se acaban las conversaciones! - Dice Pipe como si hasta ese momento las conversaciones hubiesen sido fluídas.

Luego, cuando pensabais que el comentario no podría empeorarse, se ríe de su propio chiste y os demuestra que Pipe siempre puede ir más lejos

Ante el repentino silencio que se había producido tras el comentario de Pipe, el caballero inglés decidió dar un nuevo trago al vaso de champán y se acercó a Dwayne, el musculoso recién llegado.

-Buenos días, permítame que me presente. Mi nombre es Sir Robert Campbell, caballero de la Orden Británica. Parece que es usted una persona adinerada -y añadió en un pequeño susurro-, no como algunos de los aquí presentes. -Hizo un gesto señalando con la cabeza al hombre calvo con perilla y al anciano-. ¿A qué se dedica usted? Sin duda, en todos mis años como asistente a subastas, nunca había visto a un grupo tan dispar como el que formamos.

Los Rocks estaban demorando mucho la espera. Decían que lo bueno siempre se hacía esperar, y aquella fiesta no había hecho más que empezar. Todo aquél que había querido tenía ya una copa en la mano y disfrutaba de la conversación que estaba manteniendo, o escuchaba a otros hablar entre ellos. Pero los Rocks seguían sin hacer aparición...

De pronto, una nueva pareja de camareros, parecían casi idénticos a los dos primeros que habían salido, traían en bandejas ahora de color negro, una gran variedad de canapés. Había pasado media hora desde que habían empezado a servir la bebida, y tomar alcohol con el estómago vacío no era nada sano. Así que había llegado el momento de llenar los estómagos y disfrutar de un numeroso y variado cóctel. 

La espera se estaba haciendo eterna, pero había que reconocer que el despliegue de medios para tenerlos a todos contentos estaba siendo excelente. No había ni un solo canapé que no estuviera a la altura del lujo que les rodeaba.

Tovar decinó los canapés con toda la educación que tenía (pasando de ellos).

Me estoy helando aquí fuera -le dijo a la camarera, que evidentemente era la misma de antes- ¿no podemos pasar aunque sea al vestíbulo? Parece que va a llover.

Le dio un trago más a su cervecita, que por muy fresca que estuviese, ayudaba a entrar en calor en el frío invierno.