Partida Rol por web

- con la de numeritos que había y me tenías que dejar el regalito al lado - rebufó poniendo su mano en la babilla del hombre, por tal de que evitara mirar el contenido con la "tontería" - mira arriba amigo, que estoy muy nerviosa y de mal humor, y aun no quiero matar a nadie.

El tiempo de espera a que llegaran los anfitriones, o alguien asumiendo el papel de organizador del evento, empezaba a extenderse hasta tal punto que la irritación en algunos de los presentes en la sala empezaba a resultar más que patente.

Sin duda aquella joven del vestido verde acumulaba el odio de Daniel prácticamente a cada palabra que decía. A estas alturas, estaba empezando a alcanzar niveles de pura irracionalidad. Le hubiera gustado lanzarse a decirle cuatro cosas, pero a estas alturas aquella mujer le resultaba un tanto intimidante. Afortunadamente, Ya había varias personas que se habían decidido a censurar sus palabras y su alocada propuesta de empezar la subasta por nuestra cuenta. Retomando su idea inicial de la trampa, siguió reflexionando sobre las causas de la exageradamente larga espera en la que se encontraban:

Tal vez estén deseando justamente esto, que empecemos a ponernos nerviosos y perdamos los papeles. Que nuestra irascibilidad saque lo peor de todos nosotros. Puede que para que nos vayamos dejando fuera de combate unos a otros, o simplemente dejarnos en un estado tan jodidamente alterado antes de empezar la subasta, como para que nos lancemos como lobos hambrientos de sangre sobre los objetos y las cantidades de las pujas sean más elevadas.

Daniel seguía perdido en sus pensamientos, y de momento no tenía demasiadas ganas de dirigirse a nadie en concreto.

Nadie entendía a los Rocks, los ricos se comportaban de forma extraña y más concretamente los miembros de tan deseados objetos. La familia no aparecía por ninguna parte, y vale que el mayordomo fuera lento y anciano, pero aquello empezaba a ser demasiado.

Quizá la señora Rock se estuviera maquillando para la ocasión, quizá la hija pequeña no quería salir a ver a nadie pues estaba pendiente de un grano que le había salido en plena frente. O el mayor podría estar demasiado entretenido con una de las últimas videoconsolas que habían salido en el mercado. Podría ser que el Sr. Rock estuviera dando gritos a toda la familia para que espabilasen porque los invitados ya habían llegado y les estaban haciendo esperar... ¡demasiado!

Fuera como fuese allí no pasaba nada. O quizá sí. ¿Aquello que se escuchaba en lo alto de la escalera había sido una explosión, un petardo, un tiro, el sonido de la videoconsola o del televisor? ¡Qué había sido ese sonido seco y sordo! ¿Qué estaría pasando?

Le daba rabia moverse de ahí, pues veía a aquel grupo de personas muy en plan buitre mirando todo, pero estaba un poco cansada y ¡que porras! Explosión, tiro, o lo que fuera, eso era emocionante, y un poco de movimiento nunca estaba de más.

- como me tenga que ir sin alguna joya peculiar por que planeéis fastidiar la subasta, me veréis enfadada - y es que no cada día estaba de tan buen humor y tranquila. Y no queriendo dejar de lado sus vacaciones, decidió ir a ver que había sido ese ruido, se levantó de la mesa y miró si estaba con un grupo de buitres carroñeros, o había algún intrepido águila voraz y aventurero, o por lo menos alguna hambrienta serpiente más, orgullosa, con presencia y elegante.

Sonrió dejando atrás, a los presentes, altiva y directa, firme y sofisticada, pues la imagen que hubiera podido dar no le importaba, para ella solo el presente tenía sentido. El resto no contaba.

Por suerte, la chiquilla esa había dejado de hacer pujas tontas al tuntún. Eso sí, se comportaba como si fuera una cría de cinco años, quejándose por todo, poniendo morritos y amenazando con enfadarse si no tenía lo que quería. Emilia, que no estaba para aguantar berrinches y no tenía ganas de seguir gastando saliva, se puso a caminar por la sala, de forma que no vio la guarrería de Cabezón, afortunadamente.

Pero sí escuchó un ruido en el piso de arriba-. Ah, o sea que sí hay gente por aquí –dijo irónicamente, crispada al ver que los Rocks estaban bastante cerca pero no se dignaban a recibirlos.

- Eso suena a que se les ha caído algo pesado –comentó, muy entendida ella. Tener no tenía ni idea, pero le recordaba al momento en el que a ella se le cayó el sinfonier cuando lo apartó para limpiar por detrás. Era feo como un demonio, el sinfonier ese, pensó, sumida en su recuerdo.

Judith, cómo no, la sacó de tal recuerdo cuando la vio dirigirse hacia las escaleras, dispuesta a subir.  Luego somos las de avanzada edad las que nos metemos donde no nos llaman. Si invito yo a alguien a mi casa y se pone a cotillear por las habitaciones, le pongo de patitas en la calle. Claro que, en el fondo, Emilia pensaba que los Rocks se lo merecían, por ser tan desconsiderados. Y, si los anfitriones no van a los invitados, los invitados irán a los anfitriones.

Así que la señora, con paso más rápido que la joven, se acercó a las escaleras. Pero no subió por ellas. ¡Ella era decente! Se agarró a la barandilla, miró hacia arriba y preguntó:- ¡¿Oigan?! ¡¿Señores Rocks?! ¿Se les ha caído algo? ¿Necesitan ayuda?

Saimon dio un saltito en su sitio al escuchar aquel ruido.

-Vaya, parece que tienen un mamut en el recibidor. -Comento jocoso, mientras observaba como dos de los presentes se movían hacia las escaleras y miro al resto, todos hombres.

-¿No debemos dejar a las señoras solas verdad? -Alzo una ceja antes de salir detrás de ellas, caminando con tranquilidad pero aun alertado por no saber que fue lo que produjo aquel ruido.

Salvador también oyo el golpe, tanto que le pegó un "bote" el corazón.

- OSTIA!! COPON!!.  Vaya susto ma dao, casi quedo "pajarito" como un "gurrión".!!!. Dijo Salvador en voz alta.

Salvador vió como las dos hembras se acercaban a las escaleras con intención de "marujear", así que se acercó al cardenal y le comentó en voz baja.

- Ya vé señoría como son estas mujeres. Son todas igualitas, las tres "F"s, Follar, Fregar y Fisgar. No me extraña que no las dejen dar misa, como para dejarlas que te confiesen, imagínese, les cuentas tus pecadillos, y a los dos minutos ya lo sabrían todos en la peluquería.

Las únicas que parecieron reaccionar ante el sonido de la planta superior fueron las dos únicas mujeres que había en la subasta. Tras ellas se dirigió Saimon. La más joven de todas fue la primera en llegar a la planta superior del hall pero cuando fue a tomar el picaporte y a abrir la puerta por donde el mayordomo se había marchado para avisar a los Rocks, se dio cuenta de que estaba... cerrada... ¡y con llave!

- ... - un par de respiraciones y gracias a ello actuó con calma - ¡malditos desconfiados! - pegó una patada con el tacón en la puerta - ¡quien demonios se creen que soy! - bajó las escaleras de cuatro en cuatro, se asomó a ver al resto, que posiblemente le habrían escuchado y bastante al límite de su poca paciencia informó - ¿estos rocks nos han encerrado o que? ¿Alguien comprueba cualquier puerta que vea? Porque como me pretendan encerrar no respondo de mi...

Emi no recibió respuesta alguna. Ni tampoco vio bien lo que pasaba ahí arriba. Solo escuchó a Judith, cuando se puso a pegar gritos y patadas a la puerta sin sentido. Entonces, comprendió. Debe de ser esquizofrénica, como el hijo de Felisa y Mariano… Ay, qué pena, tan joven. En cuanto la vio bajar por las escaleras, Emilia se apartó rápidamente. Una cosa es que le diera pena y otra muy distinta que quisiera estar cerca de esa desequilibrada. No, no, eso se lo dejaba a los médicos.

Entonces, escuchó el motivo por el que la chica se había enrabietado. ¡Les habían encerrado! Con cara de susto, la señora comenzó a abanicarse la cara con la mano-. Pero esto será un malentendido, ¿no? –dijo, intentando mantener  la calma-. Tendrán cerrada esa otra porque lleva a las habitaciones privadas, digo yo.

- A ver, alguien que esté cerca de la puerta por donde hemos entrado, que intente abrirla –dijo al resto del grupo.

Normal que os cierren la puerta, con semejantes cotillas como para ir dejando las bragas a la vista. !!!Señoras, hagan el favor de comportarse, que no estamos en la peluquería!!!. Exclamó Salvador.

Si quieren salir ustedes mismas.... Menos competencia, pensó Salvador. Pero luego no me vengan diciendo que "Ay! Fulanito que no me dejan volver a entrar! !Ay Menganita que nos han dejado fueraaaa!!" Dijo Salvador con voz burlona.

Salvador estaba convencido de que los Crocks tramaban algo, algún tipo de juego de supervivencia y aquellos que se rindieran perderían toda posibilidad de obtener alguno de los maravillosos objetos, pero jamás un Cabezón se había rendido en algo, si algo sobraba en su familia era tenacidad e insistencia.

Dani observó la subida infructuosa de aquellas dos mujeres en dirección al estruendo que se había oído en la planta superior. Él no había movido un sólo músculo, su intención estaba en intentar conseguir algo de aquella subasta, y no iba a desviar su atención por una simple distracción que pudiera llegar en el momento más inoportuno. Le divertía mucho comprobar como la joven de verde iba progresivamente perdiendo la paciencia y la compostura.
Un rival alterado siempre es mejor que uno calmado, tiene menos posibilidades de actuar con cabeza.

No entendía la sorpresa de aquellas mujeres a la actitud del mayordomo en la puerta de arriba. Así que se decidió a añadir unas palabras:

-Esto no deja de ser una residencia privada, una cosa es que nos acojan en esta mansión para la subasta, y otra que nos dejen vía libre por todas partes. Si ha habido algún tipo de accidente por el que se ha producido todo ese ruido, seguro que no les apetece que unos invitados se acerquen a curiosear, ¿no creen? Por lo menos a mí en mi casa no me gustaría.

Daniel se siente sorprendido consigo mismo, no es muy de arrancarse a hablar así con unos casi desconocidos, pero en ese momento le empujó la necesidad de compartir esta reflexión en voz alta con el resto.

Guido vivió la escena un poco apartado del grupo esperando al señor Scola. Oyó el estruendo y tampoco le dio más importancia, aunque empezó a preocupase cuando al parecer todo estaba cerrado. Le parecía algo tan simple y a la vez tan complicado de ejecutar.

-Puertas cerradas, sin objetos personales y con dinero en efectivo en el bolsillo. Esto cada vez se parece más a un robo que a una subasta. Rivales en el jardín y puede que aliados aquí dentro. Las vueltas que da la vida.

Que estuviera la puerta cerrada no llego a sorprenderle, eran cosas de la gente con mucho dinero, cuando invitan a personas que no conocen, no el miedo a ser robados, si no a ser criticados.

-Ayy... estos Crocks, parecen que quieren mantener el suspense hasta el final. -Comento sin ninguna intencion oculta, aunque sus propias palabras el llevaron a una epifanía personal.

-¿Se dan dado cuenta que el apellido suena al ruido que acabamos de escuchar? Curioso, ¿Verdad? -Humor inteligente no es lo que se daba entre esas paredes.

Por su parte el no hizo nada mas mas, se quedo apoyado en las escaleras, viendo las idas y venidas de aquella jovencita. -Así es como debe mantener el tipo, estando siempre nerviosa y dando pasitos de un lado a otro, que mona. -Bromeo consigo mismo mientras ocultaba una bonita sonrisa tras su arreglada barba.

Y entonces uno de los objetos empezó a vibrar ligeramente. El único de ellos que no estaba encima de nada, sino que estaba apoyado en el suelo y cubierto por la manta. El más grande, el que era tan alto como una persona, pero más delgado. Todos echaron un vistazo hacia ese objeto que parecía estar vivo, y entonces, tras aquel silencio casi sepulcral que se había formado en la sala tras el impacto y que nadie dijera nada más algo se escuchó:

Malhumorada por tanta pantomima, se volvió a acercar a los objetos, inclinaba el cuello haciéndolo crujir mientras escuchaba una de las hipótesis de "acabar con los demás" y sonrió suavemente, mirando al suelo. Si se tenía que hacer algo semejante, no permitiría a nadie hacerle su víctima, tener medios de defenderse era parte de su día a día. Luego vibró y sonó ese maldito cuco, y las ganas de estrellar le un zapato fueron pocas, aun así volvió a contenerse, solo dedicándole una mirada bastante ígnea, casi como para hacer arder esa odiosa mantita.

El ruido lo sorprendio un poco,pero no se molesto en subir las escsaleras.Se quedo abajo viendo como Judith perdia poco a poco la paciencia y maldecia y amenazaba a cuantos estuvieran a su lado.-¿Las puertas bloqueadas?pero que esperaban estos,que nos dejaran movernos a nuestro antojo por la mansion-penso.

Depronto algo empezo a sonar bajo las sabanas parecia como un viejo reloj de cuco.Se apoyo contra una de las paredes a esperar a ver si aparecia alguien.

Emi entendía lo que decía el jovenzuelo callado de pelito largo. Como había dicho ella misma, esa puerta estaría cerrada porque lleva a una zona privada de la casa. Pero esos Rocks no necesitarían haberla cerrado a cal y canto si se hubieran presentado a tiempo a la subasta. En lugar de eso, se escondían, se dedicaban a tirar cosas al suelo y mantenían a sus invitados confinados en una sala. ¡Ah, las manías de los multimillonarios!

Lo que no le gustó tanto fue las insinuaciones del otro joven, que a lo mejor intentaban robarles. Si eso era cierto... Mira que no salgo yo de casa mucho precisamente por esto. Y justo cuando lo hago, ¡me tienden una trampa para sacarme los cuartos! Ay, ay, qué desgracia esta... Como un acto reflejo, cruzó los brazos a la altura del pecho, para protegerse de posibles ladrones.

Pero otro ruido interrumpió sus pensamientos obsesivos y paranoicos. Con un sobresalto, escuchó el sonido de un reloj de cuco tocando las horas. Algo más relajada y con expresión nostálgica, comentó, más para sí misma que para el resto-. Mi madre tenía uno en el salón de su casa que sonaba igualito. Cómo me gustaba. Le tenía yo fichado el ojo cuando murió, estaba segura de que me lo había dejado a mí. Y al final resultó que se lo había dejado a su vecina, como agradecimiento por tantos años de amistad -Negó con la cabeza, pensando que, mientras redactó el testamento, su madre no debía de haber estado muy bien de la cabeza. Emilia no le guardó rencor a la santa mujer, la pobre. Pero, durante unos años, cuando viajaba al pueblo, siempre saludó fríamente a la vecina. A saber dónde estaba ahora ese reloj de cuco. En manos de algunos de los inútiles hijos de esa señora, probablemente.

Y el cuco sonó.

-¡VAYA! Menudo susto ¿No? Como esas películas donde los protagonistas están encerrados y presa de su propia desesperación empiezan a suceder cosas sin explicación. -Comento un tanto jocoso poco antes de que la mujer de entrada en edad o mas bien con mas arrugas que años, divagara alegremente sobre su pasado.

-Bueno, al menos ya sabemos otro de los objetos que estaban bajo subasta. -Se encogió de hombros mientras se acercaba al susodicho. -Y díganos señora, ¿Tiene pensado votar por este reloj?- Llevaban un tiempo encerrados y allí menos sus voces, pasos y ese ruido, no parecía suceder nada. Así que pensó que no estaba de mas intercambiar un par de palabras con el resto. Ya que Saimon, tenia la extraña sensación de que iban a estar mucho tiempo juntos.

Guido se sobresalto al escuchar el supuesto reloj de cuco que sonaba bajo la sábana. Era raro que en una subasta de este calibre se les pasara ese detalle que dejaba entreveer lo que podía haber ahí.

-Esperemos que esto sea la señal que da paso a la entrada de los Rocks. Sino deberíamos hacer algo para pasar el rato. Ya sea buscar alguna salida o algo para entretenernos, sino los ánimos irán a peor.