Partida Rol por web

No quieres hacer lo que te ruega tu maestra. La palabra funciona, Sey se aparta y se pone en pie, sale de la ducha. Te parece ver un brillo de comprensión en sus pupilas. ¿Estará tomando nota mental de todo?
-Entiendo. No soy merecedora de tu dicha.  
Cuando te miras al espejo, tu reflejo te enardece, casi aumenta tu excitación creciente, un poco cortada por el momento de la ducha. Un par de segundos tus oscuros ojos se cruzan con los de Lindsey. ¿Sonríe su mirada?
Animada, das rienda suelta a tu imaginación, tal y como te aconsejó Sey. Sube a la cama y adopta la posición que le ordenas. Su espalda, sus nalgas, te ponen un poquito más cachonda.
-No, no aprendí a contar. ¿Me enseñarás tú?

-Pues no me dejas más opción. Ese será tu premio...aprenderás a contar...-se siente envalentonada, segura...poderosa como la primera vez que se vio con el dildo. Como cuando cerraba potentes tratos en el trabajo...como cuando negociaba hoy con Bryan...bueno antes de que se jodiera, claro. Pero de eso ya ni se acordaba...esa Alice perdedora no estaba aquí. Ahora le tocaba estar al mando...le tocaba ser caprichosa...haría lo que quisiera.

Se inclina y en un arrebato muerde la nalga de Sey chupeteando luego para enrojecer bien la zona y da una sonora palmada al separarse en la mejilla contaria.

-Vamos perra...vamos a contar...- alza la vara y empieza a azotar, izquierda, derecha, izquierda derecha- venga, cuenta...y si te equivocas...empezamos otra vez...No pierdas la cuenta.

Pronto da la impresión de que tomas las riendas. Se te olvidan las inseguridades. No lo sabes, pero Sey está cerca de decir "patatas", habías empezado con la directa puesta y ella tenía pensado probar más cosas.

Sin embargo, te deja hacer, a ver hasta donde llegas. Estabas girando la rueda, de sumisa en rol de "sádica" a dominante "sádica", o al menos a un término medio. De alguna forma, algo en tu cerebro te dice que Lindsey continua con el control. Casi mejor así. Ella control, tú el mando.

Y ahí estás, mordiendo y fustigando.

-Oh, gracias. Soy buena alumna -afirma Sey. Deja escapar un suave suspiro con tu mordida, al chupeteo sobreviene un mmm de gusto, y con la palmada libera a propósito un leve ay.

-Uno dos tres cuatro...-cada azote genera un respingo de Sey, ondas de dolor ascienden por su espalda -cinco seis -disfrutas de cada golpe y de cada saltito de sus posaderas. Sus glúteos inician un sutil enrojecimiento que te excita más - Siete cuatro e...¿seis? uy...Soy una perra tonta.

Tú golpeas de nuevo, izquierda, derecha, ella inicia el contador -uno dos... 

-Muy lista me pareces tu...-​​​​​​-dice dando un último golpe un poco más picante que los anteriores, elige la zona más enrojecida para darlo. Le falta puntería pero la intención y lo que desea conseguir lo tiene muy claro.

-Ya no me gusta esta vara. Quiero probar otra cosa. -​​​​​​-dice, desdeñosa, dejando a madera sobre la mesa y se queda de pie junto a la maleta con los brazos en jarras. -búscame una herramienta más apropiada para domesticar perras rebeldes.

Te cansaste de enseñar a contar a tu "perra". Sey gimió más alto con tu último azote, tanto por el dolor como por el "malsano" gustito que le estaba dando. Seguramente si estuvieseis en una fase avanzada, te hubiera pedido más.

Había tiempo, la tarde acababa de comenzar. 

Sey tardó unos segundos en levantarse. Agitó los cabellos, se bajó de la cama. Estaba un poco sudorosa, y sus glúteos colorados. Como siempre mirando al suelo, rebuscó en la pequeña maleta. Cogió una muñequera de cuero a la que se unía una delgada cadena de plata de un metro aproximadamente. Te la colocó en la muñeca izquierda.

Después, frente a ti, bajó la cerradura en zigzag disimulada de su top. Se abrió por el medio y pudiste admirar sus pechos altos y pequeños. En los pezones lucía sendos piercings, dos aros acerados de los que pendía una estrella, unidos ambos con un fina cadenita. Unió el extremo de la tuya al centro de ese cadena, de forma que conectaba con tu muñeca. 

Ahora sí te miró a los ojos, su cara resplandecía con una sonrisa como de niña pequeña en su cumple. No parecía ella.

-¿Te gusta? ¿Estás contenta?

Observa y deja que haga, extiende su muñeca para que ajuste la prenda con curiosidad. Sigue la fina cadena hasta su término en la otra cadena entre los pechos de ella. Sin duda a Alice le agradó lo que veía y lo mostró con una sonrisa perversa. Alarga la mano derecha y toma la barbilla de Sey sin darle opción a escabullirse, aunque en realidad su "esclava" no quisiera, Alice quiere mostrarse así de "ruda y violenta". Entonces la acerca a ella y le da uno de esos besos "a o Frisbee" de tornillo, de esos que quitan el aliento y hasta el alma si te descuidas. 

Pero mientras hace eso, su perversa mente está trabajando y enrrolla un poco la cadena en su mano izquierda, la acorta y tira de ella para estirar los pezones con maldad.

-No está mal...¿Que más tienes, perrita?

Sey intenta lamer y besar tus dedos cuando la sujetas por la barbilla. Luego, en tu propia boca, en el aliento de Sey, sientes el dolor y el gañido que se le escapa. Sus pezones se estiran, la chica gime y recibe tu beso, si bien eres tú la que te atornillas a ella, que se limita a degustar tu lengua y tu saliva. Los movimientos bruscos de la muñeca, conscientes o no, tironean de sus extremos, Lindsey aprieta las mandíbulas, entreabre la boca, sedienta de otro beso o jadeando por el castigo. 

Estás decidida a experimentar con juguetitos, si hacen mal, mejor. Ya te has lanzado. -Mira y elige .

Cuando te mueves, Sey tiene que apresurarse a tu lado, aun así, te regodeas en la tirantez ejercitada en ese delicado lugar y los gemidos quedos que emite su garganta. Si te fijas en su expresión, es la de una virgen torturada y en éxtasis.

Antes de que puedas buscar en la maletita, ella se arrodilla al límite de la cadena. Sus manos y sus labios acarician tus muslos, tus nalgas, las rodean hacia la línea que separa ambas majestuosas colinas, su lengua sobresale, húmeda, sus ojos imploran tu atención y se elevan hacia ti con humidad y temor- No me has regalado tu esencia. Te suplico que sí me dejes lamerte, olerte, soy tu perrita.

Sey continuaba intentado explorar tus gustos, más allá del dolor. 

La morena se deshace un poco con los ruegos y las súplicas de Sey, suelta la cadena para dejarla moverse con algo más de libertad y no estirarla por tanto rato. Tal vez lo hiciera por "no pasarse" o tal vez por "no darle tanto gusto" era difícil de distinguir eso en este punto. Pero por ahora no le causa más dolor, pero escoge una fusta de la maleta y se sienta en el borde de la cama con las piernas abiertas y un gesto excitado, los labios entreabiertos daban a entrever unos leves jadeos de una respiración agitada por el placer de la situación.

-Has sido...una buena perrita...a ver qué sabe hacer esa lengua aparte de decirme lo que quiere...- le concede mientras acaricia y comprueba el tacto del cuero de la fusta.

En un primer vistazo en la maleta puedes ver bastante de su contenido. No hay mucho, pero sí suficiente para pasar una buena tarde. Hay tres tipos diferentes de antifaz, pero ninguna máscara. Dos esposas, un collar de cuero, tobilleras y las tiras de cuero que las unen en caso de ser necesario. Tres sogas. Dos strap-on, uno similar en tamaño al tuyo, el otro algo más pequeño. Un alambre grueso con algunas púas, para enrollar en el cuerpo * . La fusta que has cogido, un látigo de cinco tiras de cuero, una fusta con plumas, una armadura de dedos de serpiente (las uñas de metal terminadas en punta). Lubricante. Y un botiquín. No hay mordazas.

Sey sonríe, contenta y feliz, se arrodilla frente a ti, te lame la mano y la fusta que sostiene. Cuando se sumerge entre tus piernas te las levanta un poco y lo que hace es "frotarse" la cara en tu sexo húmedo. Hace que te gires con movimientos delicados para ti, aunque no puede evitar alguno que otro tirón de la cadena. Es tu espalda y tu culo los que quedan a su merced.

-Las buenas perritas saben hacer con la lengua. Entonces te hace algo semejante a lo que te ofreció Robby. Pero ella no va directa. Como perra que es, te huele, te lame el coxis, te "sana" con sus lamidas los enrojecidos todavía glúteos. Dedica un tiempo a "calentarte". Mima la línea de tu culo hasta que finalmente su lengua y, en ocasiones las yemas de los dedos, te acarician y masajean su centro, alternando el ritmo. **

-¿Te gusta? ¿Me darás otro regalo?

Alice se deja llevar por las indicaciones de Sey y destensa del todo la cadena para que la "perrita" pueda moverse con soltura, disfruta entonces bastante de las atenciones en su piel, sus nalgas...unos dulces cuidados de su dulce perrita. 

-Buena chica...-susurra melosa entre suaves gemiditos cuando empieza a comerla de esa manera tan agradable. Le gustaba, lo hacía bien, era una sensación agradablemente diferente a la penetración y probablemente le gustaba más por el contrapunto con el dolor de la noche anterior...No estaba mal, pero no quería acomodarse aún.

Interrumpe las atenciones volviendo a girarse para, de nuevo, quedar sentada en la cama, con las piernas cruzadas, extiende la mano que no lleva la fusta y acaricia la cabeza de Sey- Muy buena chica si...veamos...¿Qué quiere mi chica buena de premio ahora...? ¿Qué es lo que más le gusta a mi cachorrita bonita...?- le pregunta, dejándose llevar por el rol, olvida que están aquí examinando sus gustos. 

Estás satisfecha con ella, que ya se atreve a mirarte a la cara, a los ojos, con dedicación y admiración. Te ha dado un gustito rico, pero tú quieres más. Sey sabe lo que seguramente con mayor anhelo deseas hacerle, algo que en principio iba a ser al revés, pero la historia ha cambiado. Pero eso lo deja para después, para el final, o cuando tú decidas, que ya estás prácticamente en tu rol más dominante. Con todo, te sigues apoyando un poco en ella para los juegos. 

Tu perrita te trae varios objetos, recordando tu descripción de la velada con Frisbee. También es consciente de que los momentos en los que te has puesto más cachonda es cuando le has inflingido verdadero dolor. Mientras va y viene a la maleta, hay tirones a propósito de ella misma o provocados por ti. En sus expresiones detectas tanto el agudo dolor como el deleite que siente por esa tortura. De todas formas, parece que Sey tiene un algo grado de tolerancia al dolor.  

De rodillas de nuevo frente a ti, te pone en la mano libre los evocadores dedos de serpiente con sumo cuidado y mimo.

Deja que tú le coloques un antifaz estrecho y también las esposas en las muñecas a la espalda. 

La tienes a tus pies, sus pechos con los piercings medio tapados por el top abierto, su respiración un tanto agitada. Arrodillada, indefensa, esposada y cegada. Semejante a ti misma la noche pasada. 

A tu merced. Entregada a tus caprichos.

Las posibilidades se agolpan en su cabeza, hay tanto que desea hacer, tanto que desea que le hagan...debe hacer un supino esfuerzo para controlarse y no dejarse llevar por la vorágine que se revuelve en su interior, se centra y se decide por ir poco a poco.

Con cuidado para no tirar sin querer de la cadena que une su mano a sus pezones, Alice da una o dos vueltas alrededor de "su esclava" dando suaves tirones de intensidad variable para disfrutar de las caras de dolor y deleite que veía en ella. Era delicioso de ver.

-¿Qué tal si empezamos a contar de nuevo? Tal vez ahora que estás tan cómoda puedas hacerme feliz y ver hasta dónde puedes llegar...¿vale perrita?- pregunta pero no espera permiso. El primer fustazo se descarga en la parte alta de la espalda.

-Cuenta.

La situación te sube la temperatura corporal. Quieres hacerlo todo y ya. Imaginas qué podrías emplear con Sey. Fantaseas acerca de lo que quieres exigirle que te haga.

Te centras, paso a paso, primero ella, tal vez luego tú. ¿Es eso un temblor en el cuerpo de Sey? No sabe lo que le espera, puede intuirlo, lo ha debido de experimentar más veces. ¿Las uñas? ¿Los tirones? ¿La fusta?

Acepta el primer golpe con un respingo de espalda y cabeza.- Uno...-comienza.

-Quiero hacerte feliz -jadea.

-Dos...Tres...Cuatro...Cinco...

No golpeas muy fuerte, aunque las marcas ya aparecen. 

-Seis...Siete...Ocho...

Continúa así hasta que hay un puñado de marcas visibles, tal vez veinte sean suficiente por ahora. Deja la fusta y examina sus uñas parecían dolorosas pero...¿cuánto? Debía apuntarse la existencia de este objeto, tenía ganas de probarlo en sí misma pero no ahora. Ahora quería ver cuanto podía provocar en Sey y de paso en si misma. Lo otro...lo otro sería el colofón final.

Alice se sienta en la cama y sus garras comienzan a acariciar, primero suavemente, la espalda y hombros de "su prisionera". Al principio se divierte jugando con sus sensaciones, mira cómo se le eriza el vello y luego va subiendo el nivel...clava cada vez más, dibuja un mosaico de líneas rojizas en su espalda...le gusta ver cómo se retuerce Sey, le gusta oirla gemir y casi gritar. Araña su espalda, sus brazos atados, sus costados, sus piernas plegadas...por ahora evita las zonas más castigadas por la fusta.

-Vaya estas quedando preciosa perrita...pronto llegaremos a la parte fuerte de la tarde...me estas poniendo muy cachonda. Buen trabajo.

Al llegar al 12, sin equivocarse, Sey suspiró un quedo "más", que te llega al alma. Y golpeas, los últimos fustazos con cierta ferocidad. 

Tu esclava jadea, encorva la espalda y cabeza. Pero respira con serenidad, ostensiblemente sí, pero manteniendo un control inusitado. La transpiración brilla en su frente, tanto como en tu cuerpo. Su expresión de goce te pone más. Sus muecas de dolor aumentan tu excitación.

¿Hay algo mejor que esto? Dos personas que se regalan mutuamente sus deseos. Que se complementan. Disfrutas cada surco que le imprimes en la carne y ella también.

El nuevo juego arranca esos gemidos, jadeos y estremecimientos en el cuerpo de Sey que deseas escuchar. Las marcas son visibles, el enrojecimiento aumenta. -Más- la oyes y te humedeces un poco más. Las garras se clavan en la tersa piel y líneas rojas de dolor se dibujan sobre los tatuajes de sus muslos. Su boca se acerca suplicante a uno de tus pechos, lame la aureola alrededor del pezón. 

-Si tú eres feliz, yo también lo soy. ¿Estás contenta? -pregunta de nuevo. Su cara muestra las huellas del dolor que le provocas, pero en sus ojos brilla una viva e intensa luz.

La morena de inclina, toma su barbilla de nuevo y la besa, obligándola a alzarse un poco sobre sus rodillas para unir sus labios en un abrazo húmedo y algo jadeante.

-Bastante contenta si...pero aún puedo estarlo más...- traviesa, Alice se levanta y deja la fusta, rodea a Sey por detrás y quita las correas para liberarla, pero le deja las muñequeras puestas- Ponte de pie...-la morena va a la maleta y coge una soga y un strap-on, elige el que es más pequeño que el suyo y se acerca a Sey para ponérselo en las manos- Pontelo...-misteriosa en cuanto a sus intenciones, ordena sin dar ninguna explicación.

Lo siguiente que le manda es que se tumbe en la cama bocarriba con el dildo ya colocado en su lugar. Entonces Alice toma la soga y la pasa por las hebillas de los grilletes de cuero para unirlas al cabecero de la cama.

-¿Cómoda? Ahora te voy a usar para satisfacerme...toda esta calentura que llevo...tienes que solucionarla, pero me voy a servir de ti y sin que tu obtengas ningún placer...¿te parece bien?- pregunta aunque...de nuevo no le importa su respuesta, está decidida a tener lo que quiere.

La pequeña Sey, antes de ponerse el strap on, se lleva el dildo a los labios y pasea su punta en ellos. Luego lo lame a lo largo para terminar simulando una felación, sonriendo a su ama. Los términos han cambiado, dominación sumisión ha ido escorando a ama-esclava. No era exactamente lo pactado, pero tu "maestra" te deja esa libertad, satisfecha probablemente con el ejercicio de creatividad que estás llevando a cabo.

Como sea, no se niega, se pone el arnés y se tumba boca arriba en la cama, no sin gemir, debido al escozor de sus laceraciones sobre la sábana, o a los puntuales tirones de la cadena en sus pechos. Con los brazos estirados hacia atrás, asiente a tus palabras con un enérgico cabeceo.

Aunque a ti, poco o nada te importa su opinión.

-Estoy aquí para servirte. Úsame como desees. Toma mi cuerpo, date placer con él.

Su cuerpo, y el tuyo, brillan por el sudor. Sus pezones están tiesos, la zona circundante enrojecida, sus brazos y sus piernas trazados con los surcos que han dejado las uñas de metal que todavía conservas en la mano. Su pecho sube y baja con una alta frecuencia, su mirada sumisa prendida de la tuya y su lengua medio fuera entre sus labios pintados de un rosa oscuro.

No pierde tiempo en subirse a la cama tras de Sey, se monta sobre ella penetrándose despacio con el dildo que ella llevaba puesto. Su acción de simular una felación había hecho mella en Alice, aumentando su libido y la humedad de su intimidad era más que suficiente para que la goma resbalase hacia dentro de ella con facilidad. Fue apropiado elegir el más pequeño de los dos.

Alice gime cuando entra totalmente en ella y sus caderas golpean las de su esclava haciendo que ambas boten en la cama. Esta comprobación fue suficiente como para saber que se lo iba a pasar bien...Empieza a moverse violentamente, eligiendo ella el ritmo y éste es frenético, su mirada no se separa de la de Sey, no sabiendo si es ella la que está atrapando la suya o si es al revés. El ritmo aumenta aun cuando parece imposible y Alice se inclina todo el torso sobre la esclava y comienza a lamerla, a morderla, a arañarla de nuevo aquí y allá...a veces vuelve a recoger la cadena y tira para oírla gemir y a veces la suelta para dejarla descansar...disfruta con cada sensación que le produce, como si tuviera el control de todo lo que Sey puede hacer o sentir...bueno es que era justamente esto...Alice estaba al mando...al mando del todo... Se deja llevar y la besa muy fuerte en los labios de nuevo, casi mordiéndola, devorándola, tira de la cadena de sus pezones, como si quisiera que gimiera de dolor en su boca.

No es que te lo pienses mucho. Engulles ansiosa el dildo hasta la base. Hacía algún tiempo que no sentías esa sensación. 

Y comienza tu festival. La montas con un salvajismo que no te reconoces. Si fuese un hombre lo mismo lo rompes. Tus caderas golpean una y otra vez contra su pelvis, sin un descanso, sin tregua, sin pausa. Tus jadeos se confunden con los gemidos de dolor de ella, con los débiles gritos que le arrancas en esos tirones de la cadena, o las mordidas que la encienden. O los desgarros en su piel con el acero de tus dedos. 

Lindsey gimotea debajo de ti, te alimentas de su dolor, de su cálido aliento que sabe a la sangre de sus labios, de los suaves aullidos que tu perra te entrega cuando tiras de los pezones. Eso de que no iba a obtener placer, al final no es del todo cierto. No eres tan malvada. 

La esclava, inmovilizada por las sogas y cadenas y por tu peso sobre ella, siente las sacudidas en tu cuerpo, recoge las rodillas en alto y te proporciona un colchón en la espalda para que te apoyes en ella. Mientras, tu cuerpo se mece a la velocidad y al ritmo endemoniado con el que tú misma te estás follando, introduce su lengua en tu boca, para que tambíén la devores, la muerdas y beses.