Partida Rol por web

Yo a las conspiraciones y tú a las catapultas -Sonrío amablemente, mirando a mis compañeros  -Sería gracioso ver a un orco poeta... quizás tengamos ocasión de sacarles algunos versos.

- Probablemente haya surgido un caudillo orco... esos que saben contar hasta doce. Eso podría suponer un peligro para Fallcrest porque si une una banda poderosa será complicado que le hagan frente con una veintena de guardias acostumbrados a reyertas callejeras. Pero ya conocéis el dicho: muerto el perro se acabó la rabia.

La verdad es que estoy impaciente por ponerme en marcha.

- Si no hay testigos ni información adicional tendremos que ir hacia la torre para enterarnos de primera mano que sucede. ¿Hay algún camino que nos recomendéis? No me gustaría llegar por la puerta delantera ofreciendo un buen blanco a las flechas orcas.

La última frase la dirijo tanto para Vralus como para el resto de compañeros. Quizás alguno conozca los alrededores lo suficiente como para proponer una ruta fiable.

¡Entonces apenas hay peligro! ¡Sólo serán doce orcos!- Me acerco a la puerta, con paso enérgico

-Maese Markelhay, ¿Podríamos disponer en su infinita bondad de pencos, comida y algunas mantas para el viaje? Oh, a no ser que alguno de mis nuevos compañeros tenga algo que añadir. 

Miré sorprendido al mediano, tratando de discernir si su comentario sobre los doce orcos iba en serio o se trataba de una broma. Pero odiaba pensar tanto, así que simplemente gruñí y negué con la cabeza, indicando que por mi parte estábamos listos para partir.

Tras el comentario del humano, Willen simplemente anuló su percepción de los demás mientras concentraba la atención en el libro*. Parecía interesante; mucho más interesante que correr por los bosques persiguiendo bestias.

Algo se filtró, de todas formas. Comida para el viaje sería de utilidad, sí, comentó distraido mientras observaba las hojas que el clérigo, en su torpeza, manejaba sin cuidado. 

-No puedo proporcionaros nada de comida- Dice Vralus con una sonrisa irónica. -Faren dió ordenes explicitas de no proporcionar ninguna ayuda material.-

Niega con la cabeza como si no estuviera de acuerdo.

-Sobre la torre, el único camino que conozco es el que indican los mapas ... que a estas alturas debe estar bastante abandonado.-

-Nunca he ido por esa región y no me conozco los alrededores, deberéis improvisar sobre la marcha.-

- Son dos días de viaje. Podemos comprar carne salada antes de partir, creo que en la puerta del sur hay una pequeña tienda de pertrechos variados. ¿Nos vamos caballeros? Creo que aquí ya hemos abusado bastante de la hospitalidad de nuestros patrones.

No hay tono de ironía en mis palabras. Sinceramente quiero ponerme en marcha cuanto antes.

Si, será lo mejor. -Dije, algo triste por la falta de medios. -Quizá podremos domar algún mapache por el camino para hacerlo más llevadero... 

Un placer, Maese Markelhay. -Le entregué la mano señorialmente, algo bastante ridículo para un ser que medía cosa de cuarenta centímetros menos -Salud y fortuna.

No me entretuve en despedidas vanas y me coloqué rápidamente al lado del humano, que parecía tan ansioso por partir como yo. Sólo eché una mirada de soslayo al elfo, que perdía el tiempo con libros cuando ahí fuera había orcos esperando que mi martillo destrozase sus cabezas. Gruñí con desdén...

- Pues vámonos ya. En cuanto mate un par de orcos no nos faltará a lo que hincarle el diente... a no ser que la carne sea demasiado dura para vuestras delicadas mandíbulas.

Me reí con ganas mientras echaba a andar para salir del recinto.

si, seguro... - Digo, ya marchándome - Yo tomo cuatro desayunos, un tentempié, tres comidas, una merienda, un aperitivo, una cena, un piscolabis y un algo para coger sueño... O por lo menos eso me gustaría hacer si me llegase el dinero. Así que no habléis mucho de comida; vamos a entregarnos a pedazos rancios de carnero hasta que caguemos cabritillos, lo estoy viendo. -Sonrío y añado - Quizás sería buena idea hacerse también con algo de equipo para montar un campamento, puede que incluso algo de fuego de alquimista si es que hay en Fallcrest... Oh, y un equipo de escalada con algo de cuerdas y escoplos podría ser muy útil. 

Abandonáis la fortaleza y volvéis a las calles de Fallcrest, relativamente animadas teniendo en cuenta que las rutas comerciales van desapareciendo poco a poco, sin embargo la ciudad continua siendo un punto de paso de muchos caminos y aún quedan vías comerciales activas.

Os dedicáis a pasar por los distintos comercios mientras compráis todo lo necesario para vuestra expedición. No sin antes pasar por vuestras residencias a buscar el equipo que ya tenéis.

En vuestro equipo tenéis el kit de aventurero que consta de : Mochila, saco de dormir, yesca y pedernal, cinturón con bolsillos y bolsas, un par de antorchas, raciones de viaje para 10 días, un odre de agua y una cuerda de 15 metros.

En negocios como Importaciones Naerumar, Provisiones Sandercort o la tienda de la Luna Creciente podéis encontrar lo que buscáis, tiendas de acampada por 10 piezas de oro, equipo de escalada por 2 o cuerdas por 1 pieza.

Incluso podéis encontrar fuego, hielo y ácido de alquimista a partir de 20 piezas de oro.

El mediano se pregunta si podrá parar en alguna de las cuatro posadas/tabernas de la ciudad, pero la insistencia del enano y el humano parecen indicar que se quedará con las ganas.

Rápido como un rayo me sumerjo en el mercado; en mi salsa. Y regateando enfáticamente empiezo a adquirir una serie de objetos, quizá importantes para la misión quizá completamente complementarios.

Aunque el enano no se preocupa en disimularlo estoy tan ansioso como él por ponerme en marcha. Tras recoger mis pertenencias en casa considero que no necesitaré nada más. Para un viaje tan corto ni siquiera me planteo comprar una tienda de campaña y mucho menos un caballo. Cuando hayamos regresado tendré tiempo de comprar un buen rocín con el oro de la recompensa.

Acompañé de mala gana al grupo mientras realizaba compras, pues mientras tuviera mi arma en la mano yo no necesitaba nada más. El mediano parecía querer toda clase de cachivaches rocambolescos, y me pregunté en qué pensaba emplearlos. A mí no se me ocurría nada más que utilizar algo para encender fuego, y algo para partir cabezas. El resto era totalmente accesorio. Aunque puede que acabara echando de menos una cerveza...

El elfo simplemente esperó a que el mediano hiciera sus correrías. Ni el enano ni el humano parecían realmente querer hacer ninguna compra; por lo que los miró y les dijo: En media hora en la puerta de la ciudad? Y partimos. 

Abrojos 10 po
Equipo de escalada 2 po
Canicas, tiza y espejito 5 po
Ácido de alquimista 20 po

No hay cetros solares ni pociones curativas.

Los orcos son vulnerables al acero, particularmente el acero afilado.

Pasa un poco el tiempo mientras el mediano se pierde entre el gentío buscando sus cosas para la aventura. Finalmente os encontráis en la puerta norte, apunto y dispuestos para partir bajo la vigilancia de los guardias.

Ya han corrido un poco las voces sobre vuestra implicación con los asaltantes orcos y hay mas de una persona mirando desde detrás del muro, observando con curiosidad el variopinto grupo de aventureros.

Decidís avanzar a lo largo del día y descansar en la noche.

Lo que no tenéis muy decidido es quien encabezará la marcha.

Nada más salir por la puerta de la ciudad, continué andando como si no hubiera motivo alguno para detenerse. Ni siquiera me había planteado hablar sobre quién encabezaría la marcha, pues no tenía ningún reparo en ser yo mismo el que caminase al frente. Al fin y al cabo, tendría más fácil partirles el cráneo a los orcos si iba el primero... no quería que el resto me quitara la oportunidad de masacrar a todos los que se hubieran atrevido a interponerse entre Hammerfast y el oro.

- Cuanto antes partamos, antes llegaremos -dije con mi voz cavernosa.

Di un par de golpes en el suelo con el martillo, un gesto al que solía recurrir cuando tenía prisa, lo cual ocurría a menudo.

Con un par de detalles en mi petate me lío al camino con el resto de la compañía.

Si, ya estoy listo. Será mejor salir temprano; no vaya ser que para cuando lleguemos se marchen...  Maese Grummbar estaría muy desilusionado.

Avanzo cerrando el grupo. En los manuales de tácticas del monasterio siempre decían que los mejor armados deben ir en el frente y en la retaguardia, protegiendo a los más débiles y a los conjuradores que irían en el medio del grupo. La verdad es que el paisaje no parecía demasiado hostil pero uno nunca es lo suficientemente precavido.