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Tercera Génesis: Los extraviados

Adrien Emmet: Todo o nada

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10/04/2013, 01:47
Director

Aquella noche la oyó moverse como antaño en el fondo de sus tripas. Parecía que sabía que algo importante iba a pasar, aunque en ese momento a Adrien solo le provocaba repugnancia y rabia. Dio vueltas en la cama mirando su piso pequeño y oscuro y maldiciendo una vez más su suerte "¿Por qué vivía en aquella mierda de casa? ¿Por qué era incapaz de conservar un puesto de trabajo? Guardaespaldas, boxeador, mozo de almacén, portero de discoteca... Para todos ellos estaba más que preparado y podía alcanzar la excelencia en cualquier campo físico, y sin embargo..."

Adrien quiso empezar aquel día con una lata de cerveza nada más despertarse. Le sobrevino la amargura de tener que levantarse, abrir el pequeño frigorífico y agarrarla. Cuando la terminó la estampó contra la pared con rabia. Hoy iba a estar especialmente irascible. Puto bicho el de sus tripas. 

Entrenó durante una hora en su piso y después salió a correr por el barrio de aquella anodina ciudad tratando de relajarse en esa mañana de Septiembre. 

"Antes todo era distinto. Durante un tiempo pude tenerlo todo. Aquel extraño poder que le llegó hace doce años cambió su vida para siempre. El tenía veinte años aunque ya no los había vuelto a cumplir de igual manera. Acababa de llegar a la ciudad de Cleveland desde donde se independizaba de una vida en el campo con sus padres y amigos de toda la vida. Ahí esperaba entrenarse en la lucha tras decidir que eso es lo que quería hacer en vez de llegar a la Universidad. Era un chaval en la gran ciudad pero un chaval duro y antes de que acabara el primer mes ya experimentó aquella sensación en la palma de su mano que le podía convertir en el dueño del mundo. Todo podía ser suyo..."  El que años después la Sombra se lo arrebatara le había convertido en un tullido. La frustración en cada gesto, en cada movimiento de mano le generaba una rabia que no podía controlar, como la tendrá el paralítico mental que ve que ya no puede ponerse en pie..."

Adrien siguió corriendo y al volver a su apartamento vio en el portal al grupo de chavales que había echado a patadas del local la noche anterior. No quería bronca pero si aquellos niñatos se enfrentaban a él lo iban a pagar caro, no eran más de cinco. 

- ¿Qué hacéis aquí? Iros a vuestra casa

- Ah, pues sí era aquí, mira quién vive en esta mierda de casa, el hijoputa del portero que nos pateó anoche... 

No pudo acabar la frase, Adrien le agarró por las solapas y le tiró contra otros dos. Escuchó gritos de los vecinos. "De nuevo otro jaleo, otro problema, otra bronca que me dejará sin trabajo..." Adrien dio una patada a las tripas de un cuarto y gritó al quinto a la cara como si fuera un dragón a punto de comerle. Los chavales salieron corriendo como pudieron. Adrien dio un portazo y se refugió en su apartamento. Aquel día sus pensamientos revoloteaban igual que la maldita cosa que tenía en el estómago

No fue un estúpido. Sabía que debía conservar su poder en secreto, que la gente no lo entendería. Su cuerpo sanaba más rápido de lo normal, envejecía más despacio, él no era humano y tenía que ocultarlo. Por eso fueron pequeñas cosas, pequeños robos. Conseguir dinero, un buen piso, comprar un buen coche... aunque luego usara cada día uno distinto al suyo... Pero su fama fue aumentando en Cleveland así que lo mejor fue trasladarse a Nueva York. Así estuvo un año hasta que empezó a encontrarse con otros como él. Llevaban mucho más tiempo en el negocio y estaban asombrosamente bien organizados en dos bandos. Unos le ofrecieron guía, apoyo y refugio a cambio de no usar su poder con ningún fin delictivo. Eso era absolutamente incompatible con su poder y ellos lo sabían. Los otros le dejaban vía libre y protegían de los primeros a cambio de trabajar para ellos de vez en cuando. Conseguidor, Arsenal, le llamaban. Y así fue como Adrien Emmet empezó a asociarse con La Sombra"

Adrien decidió salir del apartamento y tomarse una cerveza en el pub cercano. Tal vez comer algo allí. Odiaba cocinar. Era un recordatorio permanente de lo que había perdido. 

Allí se quedó hasta las seis de la tarde en aquel tugurio sucio y solitario como él. Puede que sí, puede que esto es a lo único que pudiera aspirar. 

Nunca quiso formar parte de aquel Ejército aunque participó en alguna reunión. Aquellos hombres y mujeres le producían escalofríos y nunca tuvo claro cuál era su finalidad. ¿Destruir, matar, el caos? ¿No se daban cuenta de que podían haber sido dueños de todo? La mayoría no parecía pensar en términos prácticos y algunos eran verdaderos monstruos que provocaban en Adrien pesadillas. Tenían un poder mucho más grande que el suyo y cuando se dio cuenta de que existían artefactos capaces de proporcionarle aquello que ansiaba empezó su caída. Porque acabó robándolos y empezó a tener enfrentamientos con la Sombra. A veces le daban alguna paliza, otras lograba escapar durante semanas e incluso hacer negocios con algunos de los artefactos. Llegó durante un mes a tenerlo todo: Más poder, un piso de lujo, contactos, fama... Un mes es lo que duró todo hasta que la Sombra decidió ponerle fin a su carrera en solitario"

En la oscuridad del tugurio advirtió un olor fuerte y desagradable. Ahora entendía la sensación en sus tripas. Él estaba aquí. Saliendo de una esquina aquel joven de pálida piel, grasiento cabello y lánguida mirada se balanceó hasta sentarse a su lado. Adrien sintió miedo. Miedo de que no pudiera evitar lanzarse a destrozar a golpes a aquel que sentenció su castigo. Miedo porque, si lo hacía, probablemente moriría él antes. 

- Adrien, Adrien, Adrien... aquí estás. No te estás cuidando mucho por lo que siento ¿verdad? Aunque sigues en forma, bien por ti- dijo rozando su hombro con su repugnante tacto y su olor a salsa barbacoa. 

- ¿Qué quieres? No he hecho nada que os pueda incumbir

- Claro que no, no puedes ¿recuerdas? Hacerte con la Espada Oscura fue la última de tus tonterías pero si no te matamos en su momento fue porque sabíamos que algún día podrías sernos útil. Y ese día ha llegado

Adrien apretó fuerte la jarra. Tal vez un sólo golpe bastara para cortarle la garganta a Moth y...

- ¿Me escuchas? He venido a librarte de eso- dijo tocándole la tripa- Hoy recuperarás tus poderes

Adrien sintió una ansiedad esperanzadora pero se contuvo

- ¿A cambio de que?- y por si había sonado desafiante de más, añadió: Haré lo que sea

- De conseguir algo para nosotros. Un objeto, por supuesto, ¿no es esa tu especialidad? Han ocurrido demasiadas cosas en el espectro últimamente. La Guerra con El Consejo ha llevado a pérdidas importantes para ambos y ahora hay un tercer bando en juego. Necesitamos algo que incline la balanza y tú puedes conseguirlo. No vas a estar sólo en esto. Formarás parte de un equipo... Eso que tan mal se te da a hacer, pero sabemos que esta vez no la cagarás ¿verdad Adrien?

- Quítamela Moth. Quítamela y haré eso que dices

- Mañana por la noche en el teatro cerrado de la tercera con la décima en Nueva York. Allí te explicaremos todo. Y ahora...

Moth hizo un fuerte ademán con su mano y Adrien sintió sus tripas agitarse cuando el bicho empezó a emerger por su garganta. Sintió las alas en su boca hasta que aquella polilla grande y gris salió de su cuerpo, recubierta de bilis y se posó en la mano de Moth. Mientras este se alejaba Adrien vomitó la cerveza con esputos de sangre. El barman le empezó a increpar y Adrien se concentró hasta que aquella bendita luz apareció en la palma de su mano. Tendió un fajo de billetes al hombre y se despidió

- Esto pagará todo. No volveré más. 

Adrien echó a correr hacia casa sintiéndose libre. No podía contener sus gritos hasta que al llegar al portal vio a dos coches de policía. 

- ¿Adrien Emmet? Está usted detenido por agresión. Has dejado a un chaval al borde de la muerte, cerdo. 

Aquella patada en las tripas debió ser potente. Pero no iba a dejar que le encarcelaran. 

Concentrándose de nuevo en sus mano apareció un nunchako de metal que él guardaba en su piso y la emprendió a golpes con el primer policía. Dos bastaron para dejarle muerto sobre el capó del coche. No quería testigos.  El otro, un novatillo, no tuvo más idea que apuntarle con un arma. A la que se volvía Adrien teleportó el arma que le apuntaba a su propia mano y disparó. 

Después, se concentró. ¡Como echaba de menos esa sensación de que su mente viajara por toda la ciudad a la velocidad del pensamiento hasta encontrar lo que necesitaba en cada momento! Allí estaba, en una comisaría de la parte alta de la ciudad, la denuncia con todos sus datos. Adrien la teleportó a su mano y la rompió en pedazos. Echó a correr mientras con un pensamiento cambiaba su ropa por otra y al doblar la esquina pensó en aquel coche que siempre le había gustado, al lado de la discoteca. En un segundo se materializó alrededor suyo, el encajando perfectamente en su sillón de cuero, su mano en la palanca de la velocidad. 


Aceleró. Nueva York le esperaba de nuevo. 

 

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11/04/2013, 02:27
Moth

Notas de juego

Este es Moth