Partida Rol por web

-Dos aquí, en la sala principal. Uno muerto a hachazos, y el otro, se cree que un suicidio. Otro más en los dormitorios, el primero nada más entrar a la su izquierda.- Señala el Sargento. -Y el último en el baño. Los cuerpos están abajo, por si quieren echar un vistazo... Aunque no se lo recomiendo.- 

La unidad se mantiene silenciosa, pero Vera no acierta exactamente a saber por qué. El estoicismo de los militares es indudablemente una consecuencia del entrenamiento y la disciplina, pero al menos esperaba una reacción ligeramente anormal estando en terreno fuera de serie. Cierto, mientras camina por la sala echando miradas a su alrededor: de aquellas terribles advertencias, sólo había allí una señalización fría, impersonal, práctica y desprendida, militar. No había otra cosa que pudiera entrarles por los ojos para hacerles cambiar su accionar, su entrenamiento. Para eso estaba la disciplina: para impedir que cualquier pensamiento generara su habitual descarga de hormonas en sus cuerpos, para impedir que la sola idea pudiera movilizarlos y echarles atrás. Ella lo sabe, al pararse de repente, y que la punta de sus botas quede rozando la línea de un cadáver invisible a mitad del suelo. Lo sabe.

Levanta la mirada desde aquel sitio, y realiza un paneo por el cielorraso. Las esquinas de las paredes, los vértices, luego hacia abajo y a todos los zócalos. Camina un poco más, y las mismas botas llegan hacia las otras líneas, líneas extendidas en el medio de lo increíblemente pulcro, el único vestigio de que allí hubo una vida y que ya no existe. Sus labios se fruncen ligeramente, y se estiran acto seguido, alcanzando de nuevo la postura de la observación. Desde la puerta del baño, observa hacia el interior desapareciendo de la vista de los hombres que la acompañan. Luego aparece otra vez, dirigiéndose a paso firme hacia las puertas de los dormitorios, donde vuelve a mirar.

Vera toma su tiempo, probablemente minutos. Durante aquel lapso lo único que se escucha es el insistente, suave y firme desliz de su calzado recorriendo el sitio. Si sus ojos hicieran el mismo ruido que un láser, la habitación se hubiera llenado de zumbidos, rápidos cortes de aire, de un lado hacia otro, sin quedar quietos en ningún lugar. Permanece mirando hacia el abismo de la sala del sueño, y luego mira hacia su derecha, hacia la puerta abierta que les conducirá hacia los cuerpos. Cuando se vuelve hacia el Sargento, y hacia los otros dos, lo hace de forma suave y pero genuinamente repentina.

- ¿Dónde fue encontrado el miembro que sobrevivió? - pregunta, y al hacerlo, realiza un gesto inequívoco hacia sus compañeros y el otro de que bajará a los laboratorios - ¿Han podido recuperar las grabaciones de las cámaras de seguridad? ¿Han sido vistas por sus especialistas, Sargento?

-Bueno, señora.- El Sargento carraspea. -El doctor Steiner, alemán, de La Tierra, el único superviviente, fue hallado en estado catatónico, en los dormitorios. Allí había también los otros cuatro... O eso creemos... De lo poco que hemos podido recuperar entre los restos. Como ya le he dicho, lo ocurrido está en las cámaras. Todos lo hemos visto varias veces. Puede verlo en cualquier terminal de seguridad, en la sala de estar hay una.- 

Vera asiente, simplemente.

- Gracias. Están manejando muy bien la situación, Sargento. Lo que le pido es que no dude, ni usted ni su equipo, en pedir el traslado a más tardar este mismo día. No será visto como una cuestión de cobardía ni desacato: pero nadie debe permanecer aquí más de treinta y seis horas. ¿De acuerdo?

Podría ser una orden; podría serlo por su rango, y seguramente, si no fuera porque su voz es simplemente una sugerencia, vedada, dicha en el tono en el cual una persona que se preocupa realmente por ti te diría que te metieras en la cama para descansar. O la mujer tiene una empatía furiosamente humana o una increíble capacidad profesional psiquiátrica. Es imposible saberlo, y luego de sus palabras, tampoco resulta muy necesario averiguarlo. Es un bálsamo, de los que no se encuentran en compañeros militares excepto en los brazos que te sacan de un campo de batalla para evitarte la muerte, o del cuerpo que te aferra en la noche fría de una batalla perdida para que no dé hipotermia. O la lata de comida precalentada que te comparte tu hermano de armas cuando aún cuando llevan días de hambre y tu ración se ha echado a perder.

- Mis compañeros tienen libertad para hacer lo que deseen, en los límites de esta estación - comenta Vera, mientras se dirige a la terminal de la sala de estar - Yo me quedaré viendo las grabaciones.

Sus dedos enguantados se elevaron. Presionaron los botones, y desplegaron el menú de opciones. Y luego, un instante, y la primera imagen del terror.

Salgo de mi momentaneo estupor, debido a que no me hubiese pasado por la cabeza que en una zona no de guerra pudiese ver a alguien destrozado de tal manera contra la pared (y toda la estancia, por lo que comentan y veo) , cuando comento:

Si no importa, podemos empezar a buscar todas las pruebas que podamos, aunque supongo que los investigadores que han pasado antes no nos habran dejado nada para nosotros.

Acto seguido, saco las gafas que conectan con el ordenador de muñeca, para no tener que andar mirando mi brazo cada vez que quiera conocer algo, mostrandome la informacion en ellas. Inicio el programa de analisis de datos, tras lo cual me pongo a barrer la habitacion con fotos que el programa se encargara de examinar a conciencia, a la vez que busco huellas y/o indicios de cualquier cosa que pudiese haber causado este brote de agresividad subita.

Que grande el avance tecnologico, los antiguos investigadores de la tierra tendrian muchos problemas sin estos adelantos- digo tratando de distraer la mente de los horrores aqui presentes. Aunque haya viso esto algunas veces, uno no se termina de acostumbrar a la vision de alguien muerto de forma violenta e impulsiva.

Entro en la habitación y miro a las paredes, algo sorprendido, aunque en seguida se me pasa

-Vaya…¿quién cojones podría hacer algo así?-

Camino por la habitación con el rifle apuntando hacia el suelo pero preparado, fijándome en los cuerpos mutilados y en las entrañas destrozadas, en mi cara no hay ningún gesto, como si ya estuviera acostumbrado a todo esto

-¿Qué espera encontrar aquí Teniente?, ¿una enfermedad, una bacteria, gases venenosos o qué?-

Digo mientras vuelvo hacia la puerta y camino hacia la sala de estar, en la que veo a la Teniente Vera comenzar a trabajar en la terminal, me siento en el suelo y me quedo allí, esperando.

El vídeo de seguridad, oculto en varios archivos confidenciales a los que la Teniente tiene acceso por ser oficial, muestra varias horas de grabación. Unas quince horas, aproximadamente, de terror, brutalidad, violencia injustificada, desangramientos, angustia, oscuridad... Como la gente de la estación, de repente, todos a la vez, se vuelven locos, pero si estarlo. Como si sus cuerpos funcionaran solos, lejos de su propia voluntad o de sus mentes. Como, poco a poco se destrozan entre ellos, llorando, gritando, aterrorizados, angustiados, sin poder controlar sus acciones. Maldicen, gritan, y mientras, las imágenes se vuelven cada vez peores. Escenas de violencia macabra que difícilmente podría superar cualquier obra de ficción. Cosas horribles. 

Finalmente, la grabación para, mostrando al superviviente, al único superviviente, el doctor Steine, en un rincón, sin poder moverse, con los ojos muy abiertos, temblando, con un machete en la mano, sentando en un rincón. 

La locura. Aquellas imágenes son como el producto de una mala pesadilla: la pesadilla de un torturado o el sueño dorado de un sádico torturador. Es una masacre donde los protagonistas son a la vez las víctimas. Son los rostros congestionados por el terror y la desesperación los de los asesinos y los de los asesinados. La violencia va subiendo en escala, cada vez más, y más sadismo entra en escena llegando a límites inhumanos, bestiales. Los rostros van adquiriendo cada vez más desesperación y angustia, los rostros que permanecen vivos, pues los muertos ya han quedado inmóviles en rigor mortis. Aquellos que han tenido suerte permanecen enteros, reconocibles, con un ríctus de pánico como última expresión; los que no la han tenido, son apenas un amasijo de carne y sangre, jirones de piel sin orden, huesos, tendones y neuronas. Pero no hay nada más fuerte que los rostros de los que aún viven, de los que continúan matando, no hay nada más fuerte que sus voces que maldicen, que sus lágrimas, sus gritos, y el horror, y las miradas que lanzan todo el tiempo a los cuerpos que ya están muertos. Esas miradas que envidian a los deformados y a los inertes, miradas surcadas de lágrimas y sangre, hasta que cae el último cuerpo. El sobreviviente, el único que ha quedado, se acurruca ensangrentado en aquel rincón lejano y mira, observa con ojos muy abiertos, con expresión resquebrajada, y las dos sensaciones contradictorias en su cuerpo. Satisfacción por sobrevivir. Angustia ser quien ha sobrevivido.

Vera frunce los labios, ligeramente, y detiene la grabación. Ha adelantado las imágenes de tanto en tanto para cubrir las quince horas de las muertes. Lo que intentaba saber de quién había sido el que había empezado, en qué momento, bajo qué circunstancias, ha podido verlo ya. Permanece un momento observando la imagen que ha quedado congelada, la del hombre temblando, cuchillo en mano, ojos inmensos quebrados, y luego se da vuelta hacia el Cabo y los dos Sargentos. A pesar de lo sangriento y del horror humano que acaba de ver en primera fila, no parece estar alterada de ninguna manera, y menos aún afectada en su humanidad por aquel inmenso despropósito inexplicable de muertes.

- Lo que esperaba encontrar, definitivamente no está aquí - responde, dirigiéndose al Cabo, a quien no había respondido la pregunta cuando había empezado a mirar - Ha habido una hora cero donde todos los que estaban dentro de este sitio han reaccionado de igual manera homicida, sin compartir ningún estímulo visible. Todos han actuado con iguales patrones de conducta, de extrema violencia, pero más que eso, de extremo sadismo. Algo para lo que sus mentes no estaban preparadas, pues no se encontraron alteradas durante el proceso - mira al Sargento que les ha abierto el camino a la base, y se dirige a él con seriedad absoluta - Imagino que el sobreviviente estará aislado, y preferentemente atado. ¿Le han suministrado compuestos psicoactivos, Sargento? ¿Dónde le tienen?

-Señora.- El Sargento se levanta del sofá donde estaba sentado y se cuadra de inmediato. -Si señora, aislado en la nevera... O sea... En un laboratorio aislado para riesgo biológico, abajo. En cuanto a lo que le han inyectado... Eso no lo se, señora, tendrá que hablar con los doctores abajo.-