Partida Rol por web

El proyectil envuelto en llamas golpeó con furia a uno de los guardias corruptos, pero a pesar de eso, el rufián continuó cargando su ballesta para realizar un nuevo disparo. Con la atención en otro lado, Gudrid fue herida por otro por el guardia situado en el embarcadero opuesto. El certero virote se hincó en el muslo de la serenita, y éste, exclamo con alegría su atino.

- ¡¡Te mataré zorra infiel!! JAJAJAJAJA- mientras se jactaba desde detrás de unas cajas.

Por su parte, el lobo encajó el terrible tajo propinado por el paladín de Iomedae, revolviéndose con un nuevo mordisco que pasó lejos de la pierna de Elenzeran.

No tuvo tanta suerte Satinder, pues volvió a recibir un virotazo en uno de sus fibrados muslos, aunque en esta ocasión, de menor gravedad. 

Mientras la lucha discurría con furia, a lo lejos las patrullas razmiri comenzaban a reunirse en el muelle, pues la refriega había alarmado a las gentes que discurrían por el puerto mientras realizaban sus faenas o simplemente mendigaban.

- ¡¡HAY QUE LARGARSE DE AQUÍ!!- gritó Lamriss mientras se levantaba y empuñaba su hacha de batalla.

Liberado de la escaramuza contra el lobo gracias a la intervención del rubio paladin, el semielfo arquero corrió hacia la babor del barco y desde allí alzó nuevamente su arco contra uno de los guardias de los muelles.

La flecha del arquero impactó en el hombro del líder de la patrulla. Éste quedó durante unos instantes tambaleante, pero reaccionó a tiempo para esconderse tras unas cajas apostadas en el embarcadero y curar sus heridas tras ingerir un vial que extrajo de su andrajosa capa

Sorprendido por la resistencia del lobo, Elenzeran volvió a alzar su arma para descargarla de nuevo sobre el enemigo. Los virotes seguían lloviendo sobre ellos lanzados por los abyectos razmiris desde los muelles. En un momento dado alzó la vista y vio a la mujer que formaba parte de la expedición. Le alegró saber que aún seguía con vida, pero no era un buen momento para asomar. Las opciones de supervivencia pasaban por que Jalmyray cortase la maroma y el barco en su deriva los sacara del atolladero. Pero un peligro inmediato reclamaba su atención... Cuerpo a tierra chicos, en el suelo ofrecereis un blanco peor a los enemigos!!! Si acababa con el lobo su intención era seguir su propio consejo y echarse al suelo... La espada siguió idéntico camino al anterior ataque y abrió aún más la herida,tal vez fuera la definitiva.

El terrible tajo del iomedita, partió en dos con un corte limpio al rabioso lobo. Elenzeran había prevalecido nuevamente sobre su enemigo, pero lejos de congratularse, actuó imbuído por un instinto de supervivencia innato tirándose al suelo. Aquel intercambio de proyectiles estaba siendo duro y ya había conseguido lastimar a Satinder, con lo que debía minimizar los daños.

Por su parte Gudrid la sacerdotisa, tuvo que evitar que otro de esos virotes la alcanzara en la cara cubriendo su cuerpo con el grueso palo del trinquete de proa. Aquellos rufianes eran audaces en su forma de combatir, y su convicción rozaba el fanatismo. En esta ocasión Satinder también gozó de fortuna, pues el proyectil del guardia corrupto situado en el embarcadero oeste, pasó rozando la espalda del guerrero semielfo. El arquero agradeció tal suerte al Viejo Tirador y apeló al espíritu estoico de los nirmathios - ¡¡Tú solo eres un ejército!!- se dijo a sí mismo.

En otra parte del Ábaco, Lamriss comenzó a dirigirse hacia el punto donde Mortimy rasgaba la maroma con su cuchilla. El avance de la sanguinaria no era todo lo rápido que ésta hubiera deseado, pero los disparos delo guardias no colaboraban en mejorar la situación.

Los ruidos en la cubierta se sucedían. Parecía como si las mismísimas puertas del Abbadon se hubieran abierto de par en par, vomitando a una legión de maléficos demonios. Ya no había más tiempo que perder, pensó Fur-yurl. Y así se lo hizo saber a los emisarios enanos y al kalitócrata Temel. Había llegado el momento de combatir.

Cuando el monje se puso en pie y se dirigió hacia la escalinata que ascendía a la cubierta, pudo escuchar un grito: - ¡¡HAY QUE LARGARSE DE AQUÍ!!-

No le costó demasiado reconocer la voz de Lamriss, la guerrera Chelia, y ese detalle avivó más si cabe el fuego de lucha del pathfinder.

Tras el último disparo del semielfo de Nirmathas, que resultó certero, este recobró los ánimos en un combate que se adivinaba dificíl, dado que ahora eran víctimas de una lluvía de virotes sobre el barco. Satinder volvió a apuntar al guardia desde el muelle y hizo volar otra de sus afiladas flechas que impactó de lleno en el pecho de este.

- ¡AJA! ¡Saborea de que están hechas las flechas nirmathianas, bastardo! - exclamó tras impactar en el atacante.

Tras el disparo, se agachó haciendo caso al rubio paladin, sin duda era mucho mejor tomar la cobertura del barco para evitar que los ballesteros impactaran en ellos.

La flecha del semielfo fue certera, pero insuficiente como para acabar con el correoso líder. Éste, a modo de respuesta, cargó su ballesta y disparó de nuevo hacia la embarcación, pero su disparo pasó muy desviado. Llevaba demasiadas heridas en el cuerpo como para mantener la precisión necesaria.

Al fondo del muelle, más patrullas iniciaban una carrera para llegar hasta el Ábaco, cosa que sería el final de la misión y la muerte de todos los agentes de la Sociedad Pathfinder. Los gritos y órdenes, no se hacían esperar, y un numeroso contingente comenzó a avanzar con dirección a la refriega. 

Esconderse del enemigo era otra de las pruebas que le estaba exigiendo la misión. Y no estaba siendo fácil pero de pie no podría hacer nada más que recibir los virotes de los razmiri. Satinder había seguido su consejo y se agazapaba tras la batayola del Ábaco, esperando el momento justo para salir y disparar el arco con gran precisión. Elenzeran pudo comprobar que el arquero estaba herido, así que dada la situación decidió sacar la varita de curación que había adquirido antes de embarcarse en aquella misión y se propuso aliviar la herida de su compañero...

Mortimy, corta la cuerda, por el amor de Iomedae!!!

Satinder, agazapado bajo el muro de madera del lateral del barco y con una flecha ya preparada en su arco para el proximo disparo, gemía ligeramente a causa de las graves heridas recibidas. A su lado, el paladin de bruñida armadura al que apenas conocía aún, a pesar de ser compañeros pathfinders, se acercó y utilizó su varita para sanar sus heridas que, como por obra de Erastil, cerraron las mordidas del lobo y revitalizaron al semielfo.

- ¡Bendita sea tu espada en esta batalla! - exclamó el guerrero de Nirmathas como agradecimiento.

Gudrid vio como una vez más un proyectil estuvo a punto de alcanzarla. Dirigió una silenciosa plegaria hacia la dueña de su fe. - ¡No eres desafío para mi fuego!- Gritó, dirigiéndose de nuevo hacia el guardia. Otro flamígero dardo surgió de su mano en pos de su víctima. Acto seguido, giró un momento la cabeza para chillar a voz quebrada: - ¡Por el buen nombre de Aquella que me abraza! ¡¿Cuánto se tarda en cortar una cuerda?!. De inmediato siguió el consejo del compañero y rauda se tumbó en el suelo para evitar en la medida de lo posible la letal lluvia.

El radiante proyectil cruzó la distancia que separaba a la embarcación del embarcadero, de forma fulgurante y letal. El líder que se creía a resguardo de las flechas de Satinder, contempló como una estaca de fuego se hendía en el fondo de su ser para carbonizar su alma corrupta. El malvado razmiri no era capaz de creer lo que sus ojos estaban viendo, y con una mueca de dolor y terror se sumió en el terrible sueño del más allá.

Con un sutil golpe se abrió la puerta de la bodega, Fur-yurl se alzaba como una figura impasible tras ella. su pose y su mirada mostraban serenidad, pero todos podían sentir el fuego de su espíritu, como si un aura rojiza le envolviera arremolinándose con la furia de un mar embravecido. Extendió con un movimiento brusco pero preciso sus dos puños hacia delante mientras flexionaba levemente las rodillas, muy lentamente movió un puño con el pulgar extendido hacia su cara y rozó con éste su nariz, de nuevo recuperó la pose de combate inicial y gritó:

KIAAAAAAAAAAA

El monje estaba dispuesto para el combate como la saeta en una ballesta apunto de ser disparada.

Cuando el monje irrumpió en la cubierta, pudo contemplar el caótico espectáculo que allí se estaba desarrollando. Elenzeran, el paladín, se encontraba tumbado sobre la húmeda madera del Ábaco. A su lado, el cuerpo inerte de un lobo, yacía inmóvil mientras su sangre fluía entre las rendijas de los tablones. Un proyectil cayó llovido del cielo, clavándose a varios palmos de donde se hallaba el guerrero sagrado. Iomedae lo protegía.

Por su parte Satinder, intentaba mantener a raya a un par de guardias harapientos que disparaban sus ballestas ligeras a la tripulación del barco. El semielfo se mantenía entero, soportando estoicamente los embates de esos rufianes. El arquero se giró un instante, reclamado por la estruendosa entrada de Fur-Yurl, justo en el momento en el que un virote se clavó en la batayola de la nave.

Cerca de la proa, Mortimy el semielfo pícaro, proseguía rasgando los husos de la maroma con su daga, pero apenas había logrado romper un par de ellos. Para intentar remediarlo, Lamriss la sanguinaria chelia, avanzaba hacha en mano poco a poco mientras cubría su cuerpo de posibles disparos.

La situación estaba tomando un cariz incierto, pues al fondo del muelle, un numeroso grupo de guardias se estaba reuniendo para asaltar la embarcación.

Debían actuar rápido o terminarían en una lúgubre celda de Xher. Una celda donde serían privado de muchas cosas. 

Tras el último disparo del arquero de Nirmathas, este se desplazó por el barco hasta la posición de Mortimy y Lamriss. Con otro de los contingentes de guardias acercandose para asaltar el barco las posibilidades de salir con vida de allí se reducían a cada minuto que pasaba.

El arquero disparó hacia otro de los ballesteros con la intención de ofrecer algo de cobertura al otro semielfo de la expedición para que pudiera cortar las maromas con mayor rápidez.

Cuando Fur-yurl fue consciente de la situación también lo fue de lo inútil de su presencia en ese momento, los atacantes disparaban en la distancia sus proyectiles y él no poseía armas de tal alcance para combatirlos. Así que corrió a buscar una posición más cercana a sus enemigos con la intención de compartir el plan de actuación más adecuado con el resto de combatientes aliados.

De la bodega emergió el monje buscando ayudar, pero en la tesitura en la que estaban solamente era un blanco más para los razmiri. Se fue hacía la proa donde estaban los demás, otro error ya que facilitaban aún más la selección dw tiro. Por un momento Elenzeran sintió una vergüenza enorme de permanecer tumbado mientras sus compañeros estaban a merced de una lluvia de virotes. Se incorporó y enarbolando el mandoble se puso a gritar a los enemigos...

MALDITOS PERROS SARNOSOS, SIERVOS DE UN DIOS MALDITO!!! VENID AQUÍ QUE OS ILUMINARÉ CON LA LUZ DE IOMEDAE!!!

Y con el último grito cruzó el mandoble esperando haber llamado la atención de los razmiri sobre él y dar un respiro a los que trataban de cortar la maroma para que pudieran alejarse de aquel nido de ruindad.

Gudrid se asomó por la barandilla de la nave y divisó a otro de los guardias. Por el rabillo del ojo vio cómo sus compañeros intentaban cortar las crueles cuerdas que les mantenían a merced de sus enemigos.
Oyó también cómo el gallardo guerrero de brillante armadura conminaba a los guardias a acudir en su busca.
Impresionada, decidió que ella también haría lo propio en aras de garantizar tiempo a sus compañeros para liberarles.

Así pues se puso en pie y a voz en grito se dirigió al guardia que tenía más cerca: - ¡¿A mí me llamas infiel?!- Dijo, recordando las palabras que hacía unos momentos le había dedicado - ¡Deja que te muestre lo que la fe puede hacer! ¡Desespera, pues la Flor del Amanecer marcha a mi lado! .
Mientras hablaba, golpeaba su escudo dónde aparecía el emblema de Sarenrae.
Con furia en la mirada se volvió a dirigir a él: ¡En su sagrado nombre yo te castigo!.
Acto seguido, de la mano de la joven sacerdotisa brotó de nuevo el purificador fuego.

Cuando su obra estuvo completa, volvió a tumbarse a cubierto de la fatal lluvia.

No tenían mucho más tiempo que perder.

La situación de combate sorprendió por completo al monje. No esperaba que sus enemigos se hallaran tan alejados de ellos, con lo que se quedó dubitativo sin saber muy bien cómo reaccionar. Por su parte, el paladín aasimar se levantó del suelo crispado por no poder ayudar a sus compañeros, y comenzó a invocar los designios de la Heredera en pos de llamar la atención a aquellos rufianes de poca monta. Había pasado todo el viaje encerrado en las bodegas, cubriendo con un turbio velo los dones de su fe, pero aquello había llegado demasiado lejos. Elenzeran no tenía miedo ni a combatir ni a morir. Su fe era su único amparo. Eso le valía. Se levantó presto y aguardó los disparos de aquellos guardias fanáticos. Sus ojos pudieron contemplar como el virote volaba hacia su posición con una trayectoria perfecta. Si no hacía nada, le atravesaría el corazón... Cerró los ojos y confió en El Valor en la Espada. Con ella no tenía nada que temer...

El proyectil continuó su travesía letal, pero en el último momento, algo hizo que se clavara en el broche que sostenía la capa del guerrero de fe a su cuello. Iomedae seguía a su lado.

Por su parte, Gudrid convocó un nuevo proyectil flamígero que impacto en uno de los guardias restantes. Serenrae era la fe que abrazaba la muchacha, y el escudo con su heráldica, le permitió desviar un virote que buscaba dañarla...