Partida Rol por web

La antigua cripta había quedado completamente vacía de amenazas, los tumularios fueron erradicados por completo y ahora se había convertido en un buen lugar para pasar la tormenta que se avecinaba.

El invierno era crudo en el norte, pero lo era aún más en los páramos de los Trolls. La caza del día había sido muy limitada, apenas un par de ranas y un ratón de campo congelado para compartir entre los cinco. Afortunadamente ya podían encender fuego y eso los calentaría durante la noche y el día en la fría tormenta. Pasarían algunos días más hasta que la nieve amaine y puedan seguir con el camino.

En la fría noche recordaban las penurias que habían atravesado hasta el momento:

Las sombras asesinas de Porsha en aquella taberna de Argluna fue el desencadenante. Asesinos de las sombras tras la pista de la pequeña maga. Gael había sido iluminado con las visiones de su Dios sobre ese suceso y que se encontrara en ese lugar en ese preciso momento junto a Arianna no era casualidad. Si lo era la presencia del Semiorco y de su amigo, celebraban después de cumplir un trabajo de dudosa ética que les llenó los bolsillos, pero sin ellos no habrían llegado hasta donde se encuentran ahora.

Los asesinos no trabajaban para cualquier mequetrefe, eran parte de una organización con un propósito firme que lograron asesinar a todos los magos de Argluna!

Corrieron de la taberna por las calles secundarias, a pesar de las quejas de dedos por dejar su equipo atrás. En una de las callejuelas encontraron más asesinos que preparaban una emboscada. El Semiorco se había tomado esta situación como un trabajo personal, algo movió su duro corazón y lo guió para defender a la mediana. Las cabezas de los asesinos rodaron y descubrieron que eran servidores Zhents, asesinos bien entrenados. Se camuflaban entre las sombras y no era seguro seguir en las calles de la ciudad.

Las Cloacas de Argluna eran un laberinto, afortunadamente un laberinto bien conocido por Dedos, pero los habitantes del subsuelo no eran agradables y en ocasiones agresivos. Un par de trasgos fueron fácilmente aniquilados por el grupo. Finalmente llegaron al puerto. Dedos logró falsificar una nota para uno de los barcos que él conocía, con rumbo a Nesmé, para transportar de contrabando a cuatro personas más. La nota fue una obra de arte y lograron salir de Argluna sin ser vistos.

El río abajo no era agradable, el frío inundaba los huesos y el barco estaba suficientemente dañado para tener filtraciones en todo su casco. Para completar unos rápidos terminaron de despedazar parte de su armazón y tuvieron que parar durante días para repararlo.
Un Troll acompañado de una partida de orcos arremetieron contra los marineros y los héroes, luego de un difícil combate con muchas víctimas, el Troll huyó despavorido y vencido a relamerse las heridas en los páramos.

La llegada a Nesmé fue más fría que el clima que imperaba en la zona, la nieve caía ligeramente sobre los techos de las casas, parecía un pueblo fantasma con más casas semidestruidas y abandonadas que en buen estado, una ciudad en la que habitaba solo un cuarto de gente de la que una vez la poblaron.
La buena noticia es que fueron libres de coger una casa abandonada y establecerla como base principal. 

Con la casa reparada y habitable, pensaron pasar el invierno en Nesmé, pero algo se les adelantó.

Luego de un par de Dekhanas de haber llegado a la ciudad, se encontraban en una de las posadas pasando la tarde y escuchando las noticias y rumores que venían del exterior, al parecer no solo los magos de Argluna habían caído, los ataques a los arcanos se presentaron también en Sundabar y Eternlud, la marca se había quedado sin protección arcana, salvo la gran dama Alustriel que se encontraba viajando junto a un destacamento de guardias sortilegos fuera de la marca.

Dedos llegó apresurado, advirtiendo que tenían que irse de inmediato, mientras él se encontraba negociando con una caravana que había llegado desde el oeste, le llamó la atención unos hombres vestidos de negro, descubrió que llevaban la marca Zhentarim y que estaban preguntando por los cinco, en especial por la mediana. Habían llegado hasta la casa y los estaban esperando para una emboscada.

De nuevo, dejaron el equipo atrás, incluyendo los caballos que habían adquirido, compraron rápidamente raciones para unos cuantos días y partieron, aún corría el invierno, pero pronto daría paso a la primavera. Si los asesinos los habían rastreado hasta Nesmé, seguro tendrían vigilados los senderos y caminos. Emprendieron un peligroso viaje a través de los páramos eternos hasta el sur.

Avanzar era difícil y eran muchos los peligros que enfrentarían. Unos Bugbears cazadores fue la primera amenaza que casi mata a Arianne, la emboscada de orcos fue lo segundo donde el semiorco y el clérigo salieron malheridos. El clima no ayudaba y las lluvias y aguanieves no daban tregua. Pronto se empezaron a preguntar por qué perseguían con tanto ahínco a Porsha, después de todo era una maga que no mucho podía hacer, sus conjuros eran limitados y sus poderes muy pobres. Era ilógico tomarse tantas molestias por una simple mediana que estaba asustada y determinada a huir, algo no encajaba y quizá ese algo se encontaba en el tomo que Mantoazur le prestó a Porsha el mismo día que fueron asesinados en Argluna. ¿Casualidad? quizá o quizá no, pero el libro se encontraba ahora en manos de la mediana y todo tenía sentido si los zentharims iban tras el libro.

Desde entonces la mediana ha intentado descifrar las escrituras del tomo, pero se salen de su limitado conocimiento, apenas logra identificar un par de conjuros de gran poder, conjuraciones, deseo y comunicaciones entre planos. Pero no podía interpretar mayor cosa. Desde entonces, Porsha estudia el libro todas las noches, a veces logra un pequeñísimo descubrimiento y a muchas veces nada.

Un lobo terrible cayó sobre el grupo pero fue derrotado. Pero los lobos nunca andaban solos y era cuestión de tiempo antes que la manada oliera el rastro de lo héroes. Escalaron riscos y se sumergieron en estanques para perder el rastro, fue suficiente al menos hasta el momento, pero eso los había hecho perder muchos días de viaje y sin saber donde se encontraban, las provisiones se habían agotado.
Continuaron el viaje mientras el Semiorco cazaba, pero poca comida se podía encontrar en temporada invernal, el Semiorco hacía lo que podía y se volvió evidente y creciente su preocupación y deseo de protección con la mediana, pues era ella la que a menudo se le acercaba preguntarle cosas, muchas cosas! Un sentimiento fuerte empezó a fundirse en su corazón, un sentido paterno de protección frente a la frágil mediana que era perseguida por asesinos despiadados. 

Su vida había sido un caos completo y carecía de propósito, hasta la llegada de la mediana a su vida. Se juró a si mismo protegerla mientras Torm lo permitiera, serviría con obediencia esa causa que le había dado un propósito. Ese propósito fue reafirmado por la propia voz de la Deidad "Sirve tu causa, con nobleza y entereza, la obediencia es el camino para una vida con sentido" Desde ese día, Mozhog reafirmó lo que debía hacer.

Tyr, Torm y Helm estaban presentes en esta misión de proteger a la mediana y evitar el rapto del libro, pero ¿Dónde estarían a salvo? "Elminster" dictó con firmeza el elegido de Helm, "Elminster del Valle de la sombra sabrá que hacer con el libro, así me lo ha hecho saber el protector"

Siguieron el camino al sur, pero una tormenta fuerte amenazaba con dejarlos sepultados para siempre. Encontraron una cripta olvidada hace siglos y la despejaron de los tumularios que la habitaban. Tres días habían pasado, tres días en los que Porsha pudo identificar varios conjuros y pudo copiarlos a su propio libro. Tres días en los que la gracia de Helm le concedió poderes mayores a su siervo y donde el bárbaro sabría utilizar su rabia cuando su protegida corriera peligro. Tres días en los que la seguidora de Tyr fue bendecida con poderes divinos, conjuros y sueños reveladores.

Ahora, mientras la tormenta seguía amenazando afuera, los aventureros seguían calentando sus cuerpos con el fuego alimentado por la madera que recolectaban de los alrededores y la comida que a diario Mozhog salía a recolectar.

— He de advertirte Mozhog que afuera es peligroso, tú conoces mejor estas tierras malditas, pero un Troll o una partida de orcos es demasiado para ti— Dijo a la vez que se levantaba del suelo para estirarse, deseó haber traído el Petate que había comprado en Nesmé, su espalda dolía, pero al menos estaban calientes ahí dentro. Su estómago rugía pero evitó quejarse, ya eran dos los días en que comía menos que todos para que sus compañeros comieran mejor. Al menos el agua abundaba, derretían nieve o en último caso un conjuro de su Dios haría que el agua apareciera como un milagro.

Recordó como gracias a su fe y a la protección de Helm pudo ahuyentar un par de tumularios mientras combatían al resto, sonrió de satisfacción por su proeza. 

— La próxima vez que salgas afuera, al peligro de la tormenta y de las aberraciones que merodean los campos, desearía ir contigo—. No lo hacía por su sentido de amistad con el mestizo, ya habían demostrado en ocasiones anteriores que sus personalidades chocaban. Permanecían unidos solo por los corazones buenos que en el fondo tenían los dos y por la causa que compartían. Pero al igual que sus deidades patronas, el Aasimar y el Sangreorca tenían cierto grado de rivalidad.

Mozhog no pudo evitar hacer un gesto de fastidio ante las palabras de Gael. A diferencia del clérigo, el semiorco era brusco y directo. —No seas imbécil —Espetó, reforzando sus palabras con un gesto brusco de su mano derecha. —Tú, vestido con esa pesada armadura, serás un delicioso bocado para cualquier depredador allá afuera—.

Miró de arriba a abajo la vestimenta del clérigo con un gesto de pesar en su mirada, semejante armadura lo protegía a cortes y hachazos eso era cierto, pero también lo enlentecía y eso era la maoyor desventaja en un entorno natural. —Yo corro cuando veo el peligro y corro más rápido que cualquier orco, Ogro o Troll, en cambio tú, lento y vestido de hojalata, te alcanzarían en menos de nada y ahí si no tendrías más opción que luchar y enfrentar tu muerte—. Calló para que el clérigo meditara su argumento de por que prefería ir solo mientras masticaba las ancas de la rana que había cazado. Quizá Gael pensara con cierta envidia que se tratara de un hecho heroico y egoista por parte del seguidor de Torm, pero iba más allá, era cuestión de practicidad y seguridad.

—No permitiré que vayas conmigo, lo he dicho! si deseas tanto ir al exterior, puedes hacerlo tú solo— Sorbió sus mocos de la nariz y chupó los huesos que había dejado, hasta sorber el tuétano del interior. Había quedado con hambre, ¿solo dos ranas y un ratoncillo para cinco personas? eso y más hubiera podido tragarse él solo en un día normal en una buena posada de Argluna.

—¿Has encontrado algo en estas criptas? —Preguntó a su compinche dedos, el callado ladronzuelo había estado registrando las estancias durante los tres días que llevaban encerrados. Hacía pocas horas le había preguntado lo mismo, pero al semiorco siempre le llamaron la atención esas historias de taberna de objetos mágicos encontrados en tumbas perdidas, no perdía la esperanza de que esta fuera una de esas tumbas de los relatos.

La mediana no se inmutó ante una más de las tantas rencillas que se traían el clérigo y el bárbaro, solo agradeció que estuvieran ahí con ella, hace Dekhanas se hubiera convertido en un cadáver más de Argluna de no ser por la aparición de esos cuatro personajes que hoy la acompañaban.

—Ya van tres días de tormenta —Dijo con una voz delgada y tímida—. No durará mucho más y podremos seguir nuestro camino hacia el sur—.

Ir al sur, la idea le hacía tragar saliva. Después de los páramos eternos seguía el bosque Alto, millas y millas de interminables árboles que crecían tan altos como torres, un bosque muy antiguo que ocultaba secretos ocultos desde hacía milenios. La curiosidad natural por desvelear esos secretos le gustaba, pero la idea de atravesar millas atestadas de Elfos salvajes, Centauros, Gnolls y orcos la hacían estremecerse. ¿Lograrían cruzar el bosque en una sola pieza? Quizá si o quizá no, lo cierto era que los peligros estarían a la orden del día y empezó  preguntarse que sucedería cuando el peligro fuera mayor a sus posibilidades.

No quiso seguir ahondando en el tema y como todas las noches, abrió el tomo de Yoruz y empezó a estudiarlo, símbolo a símbolo, página a página.

Si había alguien que se sentía cómoda descansando era Arianne, podía dormir días y noches enteras con no más que  su manta de invierno y algo relativamente suave que le sirviera de almohada.

Estaba completamente descansada y ahora recién comida, afilaba su Kukri mientras las llamas del fuego danzaban cerca de su cara.

―No hay nada que podamos hacer Gael, confiemos que Mozhog regrese todos los días, ha demostrado ser un experto cazador y muy cauto, Porsha tiene razón, no debe tardar mucho más la tormenta.

Siguió afilando su cuchillo escuchando el crepitar del fuego.

 El clérigo permaneció en silencio, el mestizo tenía un buen argumento y sin duda no podía discutirle ni refutarle nada, él era el experto cazador y el guía a través de los páramos. Pero no dejaba de molestarle la actitud brusca del seguidor de Torm.

―Chsk ― Masculló con los dientes con gesto de fastidio. Llevaba tres días atrapado en esa cripta y sentía el peso de la desesperación por no hacer nada. Porsha se distraía estudiando su tomo día y noche, Mozhog salía durante el día para traer la cena, Dedos buscaba detalladamente centímetro a centímetro toda la tumba y Arianne no hacía otra cosa que dormir día y noche. Y la incomodidad por el hambre no ayudaba a mantener al clérigo calmado.

Las palabras de Porsha lo tranquilizaron un poco. Rezó para que la tormenta amainara rápidamente y pudieran seguir con su camino.

—He buzzcado durante ezztos tres días, incanzzable amigo. Pero nada he encontrado, aquí no hay nada, te lo digo yo!

Ya había buscado todos los rincones de la cripta, piedra por piedra y tumba por tumba, lo único que había encontrado eran huesos reducidos a polvo y armas ceremoniales oxidadas que no servían para nada. Al igual que el gusano, Dedos había estado muy expectante y optimista ante lo que podrían encontrar. Se imaginaba un antiguo rey enano enterrado junto a sus tesoros más preciados y sus armas mágicas, joyas inoxidables de antaño que podía vender en los mercados por más monedas de las que podría contar en una sola noche. Armaduras brillantes con propiedades mágicas y cetros olvidados para siempre.

Lo primero que hizo fue buscar las tumbas, una a una y la cara de decepción cuando destapó la última fue muy evidente, nada de valor, absolutamente nada! Sin embargo contenía la esperanza de encontrar alguna puerta secreta que llevara a una cámara oculta plagada de tesoros olvidados.

La esperanza no amainó cuando registró por primera vez centímetro a centímetro todo el entorno y decidió empezar de nuevo con su búsqueda por si había pasado algo por alto.

Luego de tres días completos dedicados a su búsqueda, había pasado dos veces por cada piedra y por cada esquina y en esta tumba no iba a encontrar nada de lo que hace tres días soñó. No dijo nada más y después de comer se preparó para dormir.

El Semiorco terminó su escueta cena y realizó los preparativos previos a dormir, los mismos que había hecho la noche anterior y la noche anterior a esa.

― Iré a preparar la entrada ―. Dijo a sus compañeros en un tono seco y se levantó de su puesto en dirección al pasillo y  a entrada. De una bolsa sacó pequeñas piezas con púas en todos sus lados y las regó por el suelo de la entrada. Intentó cubrirlas con algo de pasto seco y tierra de los alrededores para que fuera difícil para los intrusos avistar los abrojos regados. Hasta el momento, no habían intrusos pero uno nunca sabía cuándo un oso de los páramos estuviera buscando un nuevo refugio o algún viajero buscando un lugar para pasar la noche.

Finalmente dispuso de varios troncos gruesos y los dispuso en toda la entrada, donde antaño se erigía una puerta y los cubrió con ramas entrelazadas y hojas que había recolectado durante el día. La finalidad era simple: Poder encender durante toda la noche una fogata que los mantuviera calientes sin que la luz emitida por el fuego saliera de la cripta y llamara la atención de curiosos.

Con una nevada como la que caía afuera, el riesgo de que cualquier intruso pudiera irrumpir en la cripta era muy poca, ni siquiera los animales adaptados al crudo invierno resistirían mucho tiempo afuera. Lo anterior, combinado con las medidas del bárbaro en la entrada eran suficientes para que el grupo decidiera dormir en paz, todos a la vez. Recuperarían fuerzas que necesitarían más adelante si descansaban bien. De todas formas, Arianna, con todo lo que había dormido durante los últimos días, no dormiría con un pesado sueño durante la noche.

Las horas pasaron en medio de sueños intranquilos, era inevitable estar incómodos en esa situación, pero podrían estar peor, mucho peor!

Un ruido despertó de inmediato a la guerrera, permaneció sentada durante un segundo comprobando el sonido. El crujido de madera volvió y luego el golpe de maderos contra el suelo. Una corriente de aire frío entró por el pasillo y giró hasta golpear el rostro de los bellos durmientes. De inmediato, un par de gritos agudo de dolor despierta al resto de héroes y se percatan de la presencia de intrusos. Los alaridos sonaban familiares. ¡Orcos!

Dedos se levantó de un salto ante el berrido de los orcos, las trampas de su amigo el Gusano habían servido, al menos habían servido de alarma. Su daga estaba empuñada en su mano izquierda, desde muy joven dedos había aprendido a dormir así, siempre armado, siempre vigilante y siempre expectante, incluso en aquellas posadas donde podía darse el lujo de dormir en habitación privada su daga siempre estaba en su mano. Era una extensión más de su cuerpo.

Direccionó sus ojos a un costado suyo, y vio sus dos espadas cortas en su funda ornamentada, descansando una sobre la otra. 

—Tenemos compañía amigos, a Calentar los músculos!.

El frío golpeó la dura y seca piel del mestizo incomodándolo apenas pero no lo suficiente para sacarlo de su letargo, soñaba con una jauría de orcos y como uno a uno eran cazados por sus flechas y su espada, pero los árboles tenían hojas de fuego y las montañas eran de agua. Su espada la manejaba con una sola mano y medía el doble que el orco más grande. El último orco pasaba por su espada con un alarido de miedo, sus ojos se abrieron de inmediato, extasiado por el sueño, pensó que el alarido había provenido del sueño y no del pasillo y su puño se cerraba con fuerza sobre la palma de su mano.

Se percató de inmediato de la reacción de dedos y como sus compañeros también se habían despertado, comprendió enseguida que el alarido no había provenido de su sueño. Sin esperar a nada ni nadie, recogió su espada y se incorporó de un solo movimiento. Se dirigió hasta la entrada de la habitación, justo en todo el centro.

—Los orcos nunca están solos—. Dijo con voz ronca y áspera. —Vendrán en manada y los esperaremos aquí, donde solo puedan pasar de a pocos, los encerraremos como en cuello de botella. Arianna a mi flanco derecho y Gael a mi izquierdo — Concluyó extasiado, listo para empezar un combate que prometía sangre, y lo mejor de todo: Venían orcos.

Ya era evidente la sed de sangre del bárbaro, era un sanguinario, pero de buen corazón. Un corazón bondadoso que anhelaba la sangre de los malvados, en especial esas criaturas de piel grisácea que tenían la mitad de su sangre. Los orcos eran las criaturas más odiadas de toda la faz de Faerûn, nada se comparaba con lo que su corazón sentía cada vez que olía su apestoso aroma particular de sudor y sangre.

—Muzhoag maghoz trakshed!—. Gritó para que sus enemigos escucharan, aún a sabiendas del reproche de sus compañeros por eliminar el factor sorpresa. Quizá no los fueran a sorprender con las armas envainadas, pero al menos los orcos no sabrían exactamente lo que se les venía.... hasta ahora. —Inhartak ugle da-Kazhart in Magrush—. Concluyó extasiado deseoso de un buen combate. Las venas se le brotaron y los músculos se empezaron a tensar, propio de Mozhog cuando veía orcos que matar.

Antes que el devoto de Helm pudiera reaccionar a los acontecimientos, el bruto ya se encontraba de pie dirigiéndose a la entrada, su cuerpo demoraba en reaccionar por el hambre y el sueño que sentía. Sintió un pinchazo en la barriga de inmediato a causa de la falta de alimento y se agarró las tripas justo en el momento en que Mozhog gritaba cosas en idioma orco.

—Pero que estás haciendo!—. Dijo sorprendido por la reacción del bárbaro. —Quizá ni supieran que estábamos dentro, esos orcos estaban en la tormenta de nieve y entraron por desesperación, en ese estado es probable que no se hayan preguntado el porqué de los abrojos y la pseudopuerta.

Ya no valía la pena lamentarse lo hecho, hecho estaba, esa era la forma de actuar de él. Completamente opuesta a la suya, pero había demostrado ser un buen compañero, en el fondo lo admiraba y había empezado a apreciarlo... De cierta forma.

Al escuchar los gritos orcos, los reflejos de combate de Arianne la hicieron levantarse como un resorte, sin que su mente lo supiera su cuerpo ya había empezado a amarrarse el escudo a su brazo derecho, las tiras de cuero tratado se enredaban sobre su antebrazo y con el puño cerrado se aferraba a la manija del pesado escudo de madera con la balanza de Tyr pintado sobre él.

—Déjalo— Dijo en voz baja a su amigo, apresurada por llegar al lado del bárbaro. —No es el momento, después hablas, por ahora es momento de sobrevivir.

Su mirada se dirigió a la pequeña mediana que parecía ciertamente asustada. —...Y protegerla!

La mediana se levantó por el sonido, claramente asustada y afectada. Respiraba agitada e irregularmente ¿Y si eran los asesinos que les pisaban los talones? pensó para sí misma, aterrada por solo la idea.

¿Tanto valor tenía ese tomo que los asesinos se adentraban a tierras salvajes y en plena tormenta? pero tampoco se atrevió  abrir la boca.

Luego del grito de Mozhog hubo un silencio absoluto que no duró más de dos segundos, pero que pareció una eternidad. Luego la respuesta:

—Nilzag Arum zhagash, cum lo darkarion.

y las pesadas botas empezaron a escucharse por el pasillo.

Tomó aire y se sacudió el miedo que la invadía, se levantó de un solo movimiento y se puso cerca al fuego, separado un par de metros del gigante semiorco que blandía el espadón.

—Puedo retenerlos tan pronto aparezcan en el panorama, conozco el hechizo de telaraña que podría mantenerlos a raya!

Ciertamente lo suyo no era las tácticas o estrategias de combate, pero si eran varias criaturas era mejor mantenerlas separadas entre sí, o por lo menos impedidas con algún sortilegio. Pero por ahora esperaría de pie a la expectativa de lo que fuera a aparecer doblando el corredor.

No siguió hablando y sabía que de nada serviría hablar con el bárbaro después, todo lo que e le decía, se le olvidaba al rato y no hacía caso, eso irritaba a Gael, pero que se le iba a hacer. Era eso o prescindir de él, y prescindir de él significaba morir allá afuera.

—Puedes esperar pequeña, según como vayamos con el combate, puede ser útil si debemos salir corriendo por nuestras vidas. 

Se alegró por la valentía que presentaba aquella mediana, no todos en su situación estarían dispuestos a ayudar de ese modo, cualquier mago -frágiles como son- estarían aterrados.

—Grahinel domenis it felimetrus calaim, diacono fader Helm dunais—. Recitó con su mano derecha extendida. Enseguida notó un destello en la palma de su mano y sintió las cálidas caricias que Helm le enviaba desde su plano natal y que ahora lo acobijaban en un manto de vigor divino.

Observó la espada bastarda en su vaina y se alistó para cogerla y pararse al lado del bárbaro.

Con fino entusiasmo el ladronzuelo de Argluna se levantó y cogió sus dos espadas y se alistó para el combate. Permaneció junto a la mediana como último bastión de defensa.

—No te preocupezz pequeña, Dedozz ezztá aquí para defenderte del peligro.

El ladrón era callado, pero entendía todo lo que ocurría a su alrededor, todos, incluyendo a su amigo mestizo tenían la misión divina o moral de defender a la pequeña maga y él no iba a ser la excepción. Aunque sus razones eran más egoistas e individuales, sabía que al lado de ellos tendría más opciones de aumentar sus bolsillos. Teniendo en cuenta que había dejado atrás un par de objetos valiosos y que ahora estaba empezando desde cero.

La cripta no había dado los resultados que él había añorado, pero la expectativa seguía intacta, era la primera de muchas mazmorras por las que tendrían que lidiar y donde seguro encontrarían muchas cosas interesantes, por no decir valiosas.

El aire frío seguía penetrando a través del pasillo y una corriente precedió la llegada de los orcos al voltear la esquina.

8 orcos con aspecto demacrado y la fatiga dibujada en sus rostros cargaban sus armas, se evidenciaba su debilidad y se lanzaban al ataque más por la presión de su lider que por cualquier otra cosa. La tormenta allá afuera había hecho mella en ellos.

La partida de guerra la lideraban los lobos y más atrás 5 orcos vestidos en cuero tachonado y abrigados con pieles de diferentes animales encima, cargaban hachas de batalla remendadas y desgastadas conseguidas en un asalto hace ya muchos meses. Tenían también un pequeño escudo de madera amarrado a sus antebrazos, escudos rústicos que en su mayoría no eran más que retazos de troncos adaptados. Habían otros dos orcos sin escudo pero con una espada curva en su extremo y que portaban con ambas manos. Uno más traía consigo un pesado Mangual que vio mejores días. El líder era el más grande de todos y vestía una armadura remendada de pieles de oso y lobo puestas en capas sobre si, sirviendo de cobijo y de protección a la vez, portaba una enorme hacha que solo una persona con brazos y hombros poderosos podría blandir.

Absolutamente todos los orcos cargaban al menos una jabalina y más de uno llevaba un par.

Los lobos ciertamente no estaban tocados por el clima de afuera y fueron los primeros en abalanzarse contra la única barrera que impedía el paso a la habitación: El Semiorco mozhog. Con su espadón, el mestizo logró esquivar los feroces colmillos de uno de ellos, pero el otro aprovechó u defensa baja para abalanzarse contra su cuello, pero las poderosas manos de Mozhog impidieron que le mordieran algo más que sus dedos. Pero la velocidad y fuerza del ataque del lobo bastó para que el semiorco cayera al suelo, en un esfuerzo, logró apartar a su atacante el tiempo suficiente para que pudiera levantarse, pero eso significaba bajar la guardia...

El resto de orcos a excepción de un par, desenfundó sus jabalinas.

El combate no había empezado bien para el semiorco, estaba ahí, tumbado en el suelo, con su mano sangrando y dos lobos acechando y listos para embestir de nuevo...