Partida Rol por web

Arianne, siendo curtida en combate, entendió lo que el bárbaro esperaba, su ligeramente tardía reacción no era casual. Sonrió porque sabía lo que debía hacer.

Avanzó con pasos acelerados mientras desenfundaba el mangual y lo blandía al aire amenazadoramente. 

—Estoy a tu lado!—. le dijo al semiorco cuando estuvo cerca de él.

Se abalanzó contra el lobo con el mangual, pero con la intención de enredar las cadenas en su cuello y halarlo fuertemente, era su táctica favorita. Si los lobos lo hacían, ¿por qué ella no?

—Rikuan drazzkane urik-Dah nagaldez.

Conjuró Porsha mientras gesticulaba garabatos en el aire. Con un movimiento de sus dedos sacó de su bolsito de componentes un trocito de lana. El trozo se desvaneció en el aire y un diminuto rayo de luz salió con dirección a la cabeza del líder de los orcos. 

El rayo empezaría  jugar con su mente con alucinaciones y distracciones.

Arianne llegó justo a tiempo para quitarle uno de los lobos de encima al bárbaro, la cadena de su mangual se enredó en el cuello del lobo mientras la mujer forcejeó duramente y el lobo se resistió. Ágilmente Arianne se ayudó con una pierna para desestabilizar al lobo y pudo finalmente derribarlo, la lucha había dejado mellado el cuello del canino.

Porsha conjuró un diminuto rayo casi imperceptible, dirigido al líder orco. Inmediatamente recuerdos de su infancia empezaron a pasar por la mente del piel gris, dejándolo distraído del combate.

El clérigo se sentía renovado por el favor de su Dios se apresuró a llegar junto a su amiga y el bárbaro, mientras desenfundaba la espada bastarda y arrojaba el estuche de la espada a un lado.

Con vehemencia llegó hasta el lobo que Arianne había derribado listo para atacarlo con su espada sin descuidar su flanco.

—Aquí llega el siervo del protector, la furia de su guantelete plateado caerá sobre aquellos que se atrevan a oponérsele —. Exclamó con la intención de que los orcos escucharan.

Soltó su espada sobre el lobo y le desgarró la barriga de extremo a extremo, su muerte fue rápida e inmediata, el lobo no tenía la culpa de las atrocidades de sus asquerosos amos.

Dedos era mortal cuando aparecía desde las sombras con un ataque repentino. En combate, cuando flanqueaba y atacaba con sus dos espadas era el doble de mortal. Desafortunadamente ninguna de las dos condiciones se podían cumplir en el combate que libraban en el pasillo. No había sorpresa y era imposible atravesar las filas orcas para buscar una posición ventajosa.

La daga silbó por el aire y se clavó en el hombro del orco.

El semiorco era temperamental, eso era sabido por todos. Pero cuando entraba en combate y en especial en combate contra orcos, todo su mundo se convertía en un torrente de sed de sangre y furia. Lo mejor era no molestarlo. Y esta vez, no era la excepción.

Sus músculos se tensaron y aumentaron su tamaño mientras el corazón latía al doble de velocidad con que normalmente lo hacía. Las venas del cuello empezaron a brotarse hasta el punto de casi explotar por la presión.

Lanzó un rugido intimidante y se levantó de un salto, no le importó el ataque del lobo pero le respondió con un espadazo imponente que aterrorizó a los orcos y dejó al lobo malherido.

Más que asustar a los orcos, las plegarias del clérigo los hicieron entrar en cólera. Sin esperar órdenes de su distraído sargento, 5 de los 7 orcos que quedaban en pie lanzaron sus jabalinas contra los héroes. 4 de ellas en dirección a Gael y una de ellas contra Mozhog.

La Jabalina rozó el hombro del semiorco quien apenas notó el desgarro en el estado en el que se encontraba, pero tres jabalinas se clavaron directamente en el clérigo que luchaba con el favor de su Dios, lo dejaron malherido y perdiendo mucha sangre. Delirando tosió y escupió un cuágulo de sangre que se estrelló contra el suelo, su vista se empezó a tornar borrosa y estuvo a punto de perder el conocimiento.

Uno de los orcos armado con hacha y escudo se lanzó contra Arianne el combate cuerpo a cuerpo empezaba y recibió el primer arañazo con la oxidada hacha.
Otro orco que había dejado su jabalina de lado por combatir con su alfajón, se lanzó contra Mozhog, pero falló su ataque en parte por el miedo que sentía de la criatura y en parte por el cansancio de estar expuesto a la intemperie. 

Arianne miró preocupada a su amigo fiel, Gael estaba malherido, pero ella tenía un orco encima y era cuestión de tiempo para que otros se abalanzaran si no mantenían la linea defensiva.

Intentó golpear con su mangual al orco, pero su atención estaba centrada en Gael, la pesada maza de hierro se estrelló contra el rústico escudo del orco.

—Resiste Gael!—. Exclamó con angustia. —Resiste.....

La mediana se vio tentada a utilizar su conjuro de telaraña para dejar inmovilizados a los orcos de atrás, pero pensó muy bien en las palabras del clérigo. Quizá sería mejor guardarlo como último recurso.

Sacó su varita mágica que le habían dado en la academia de magos de Argluna, a todo estudiante se le daba una igual. Un proyectil de fuerza salió de su punta y se estrelló fuertemente contra el orco que atacaba a Arianne impulsándolo unos centímetros atrás, lo suficiente para que la guerrera pudiera tomar aire y seguir atacando.

—Termínalo dedos, ataca el orco!—. Dijo algo emocionada, se dejó llevar por el momento y empezó a dictar ordenes, la mediana no se dio cuenta de la actitud que había tomado y metiéndose en el combate hacía que se sintiera diferente..... se sintiera bien.

El Aasimar escupió y fue sangre lo que salió de su boca. 2 Jabalinas lo habían impactado y la tercera aún la tenía clavada en el pecho.

De repente todo se enmudeció y se volvió lento. Su amiga luchaba incansablemente contra uno de los orcos, sus mirada se centró en Gael y sus labios se movieron, pero no logró escuchar nada de lo que dijo.

Cayó de rodillas por la debilidad y miró al otro costado al feroz bárbaro rajar la barriga del lobo mientras otro orco se le echaba encima. Tosió una vez más y la sangre empezaba a sentirla como torrentes calientes recorriendo todo su cuerpo.

Volteó hacia atrás y observó a la valiente mediana conjurando con la pequeña varita de madera de roble. Recordó como mientras reparaban la nave en el río Surbrin, antes de la emboscada, la pequeña intentó enseñarle a utilizarla, pero lo único que logró fue chamuscarse las pestañas. Entendió que no todo estaba perdido, al menos mientras le quedara algo de vida. El buen Helm le tenía un propósito y se lo hizo saber a través del sueño que lo guió hasta aquella taberna de Argluna.

Con un último esfuerzo retrocedió un poco y en un gesto de valentía se arrancó la jabalina que tenía clavada en el pecho. Gritó fuertemente de dolor y rabia, y la sangre empezó a salir de su cuerpo rápidamente. Imploró mentalmente a su Dios que le diera la vitalidad necesaria para afrontar este nuevo desafío.

La respuesta de su Deidad no se hizo esperar: Un aura cálida y reconfortante le cubrió todo el cuerpo y detuvo las hemorragias. Un destello de energía lo invadió internamente y reposó todo el peso de su cuerpo sobre su pierna izquierda y se levantó, con su espada bastarda en mano y listo para contratacar a los orcos!

Dedos sonrió ante las órdenes de Porsha. Al ladrón jamás en su vida había hecho caso cuando le daban órdenes, incluso llegó a tomar decisiones incorrectas aún sabiendo que eran incorrectas por el solo hecho de que se le ordenaba hacer una cosa.

En otras circunstancias habría enviado a la mierda a aquel que le diera aquella orden de atacar a un blanco específico y hubiera atacado a otro blanco solo por no cumplirla, eso lo sabía incluso Mozhog y por eso cuando luchaban juntos solo le 'pedía' hacer ciertas cosas, pero jamás una orden. Pero esta ocasión era diferente, era Porsha, la pequeña y frágil hechicera quién reunía las agallas para hacerlo, eso no pudo más que causarle gracia.

—Como digas, pequeña!—. Dijo con una sonrisa de sus dientes perlados que contrastaban con su morena piel.

Era un tiro difícil, Arianne combatía con el orco y se movían mucho. ataque iba y venía y en medio movimientos defensivos para esquivarlos, hubiera preferido atacar uno de los orcos del fondo, hubiera sido mucho más sencillo, pero quería complacer a la pequeña mediana.
Agarró la punta de la daga con sus dedos índice y pulgar y apuntó al orco que tapaba la guerrera. Antici[ó el movimiento del orco y como un resorte su brazo se disparó hacía al frente y delicadamente sus dedos soltaron la filosa daga.

Era un tiro muy difícil y mucho hizo clavandole la daga justo en el muslo a la bestia.

El gradullón no dio espera y apenas sintió la herida proporcionada por la jabalina, pero fue suficiente para que sus ojos inyectados en sangre se volvieran contra el que lo había hecho. 

—Unak Hashuz moshiakj—. Maldijo a ese miserable orco, iba por su cabeza y se lo había prometido, y un juramento en combate del semiorco no era algo que tomara a la ligera. Pero antes debía deshacerse de la escoria que lo estorbaba.

Con un grito de guerra y furia lanzó un poderoso espadazo contra su rival. La espada entró por lo alto desde su clavícula y penetró en el cuerpo del orco varios centímetros hasta su tórax. Le costó trabajo y un poco de esfuerzo sacar de nuevo la espada ensangrentada del cádaver.

Permaneció en su posición y esperó la llegada del resto de orcos.

La preocupación de Arianne por su viejo amigo hizo que la concentración la traicionara y u ataque fue fácilmente detenido por el hacha del orco con el que combatía, y eso podría costarle caro.
Sin embargo, la valentía de la mediana hizo que sacara coraje donde no lo tenía y desenfundó su varita mágica y disparó un proyectil contra el orco que luchaba con Arianne, lo hizo retroceder un paso, suficiente para que la guerrera de Tyr recuperara la compostura.
Gael invocó los poderes de su Dios y este le permitió sobrevivir unos instantes más para lograr alguna proeza en el combate.
El tiro de Dedos fue preciso, la daga se clavó en el muslo y lo desestabilizó por completo, ese instante aprovechó Arianne para asestarle un certero golpe en el pecho que lo mandó a reunirse con su oscuro dios.
Mozhog, imponente, casi parte en dos al orco que tenía en frente y su espada terminó goteando sangre de orco para satisfacción de quien la envainaba.

Pero los orcos no se daban por vencidos y sabían que si vencía la primera llinea defensiva, los de atrás morirían sin mucho esfuerzo. El sargento no se dejó intimidar por el Semiorco y le lanzó una Jabalina que se clavó en su hombro profundamente. Mientras sus mejores guerreros (orcos de mangual y alfajón) seguían su ejemplo atacando a Arianne y a Gael. La guerrera rasguño su brazo del escudo y no mucho más. Gael no tenía tanta suerte y una jabalina se clavó en su muslo, empezó  perder sangre de nuevo, pero aún le quedaban energías para combatir.
Pero los tres orcos armados de hacha y escudo salieron al encuentro de los tres defensores de vanguardia, Las hachas magullaron y rasgaron las pieles de Gael y de Mozhog, el primero de ellos empezaba a agonizar de nuevo y Mozhog no se encontraba mejor, pero la furia en la que estaba inmerso no lo dejaba lamentarse por sus graves heridas. Arianne logró detener el impacto con u resistente escudo de roble y por un instante pareció que la balanza de Tyr dibujada en él brilló tenue.

—Mieeeerda!—. Se quejó dedos cuando vio la magnitud de la situación, con Gael y Mozhog a punto de caer no pudo hacer otra cosa que decidir ir a apoyarlos en el combate cuerpo a cuerpo.

—Gael, ayuda a Mozhog, yo te relevo. Invoca a tu Dios y cura sus heridas—. Dijo mientras buscaba con sus ojos el par de espadas cortas.

La guerrera de la justicia no pudo evitar hacer una mueca de dolor ante la jabalina que la impactó, pero se repuso justo en el momento en que el hacha del orco se blandía por el aire. Alcanzó a interponer su escudo entre el hacha y su cabeza pero su brazo quedó vibrando por el fuerte impacto.

Iba a atacar a su rival cuando escuchó las palabras de dedos, él, sin estar en el flagor de la batalla, tenía un panorama diferente y su propuesta era de lo mejor. Jamás pensó escucharla del ladronzuelo.

—Haz lo que dice dedos, Gael—. Insistió, dando fuerza al plan de dedos.

Inmediatamente intentó enredar su mangual en las piernas del orco que combatía contra Mozhog, Arianne podría soportar un ataque más, pero Mozhog probablemente no. Justo en el momento en que lanzó su ataque, el orco se percató de la intención de la guerrera y logró esquivar la cadena del mangual. 

Eso no se lo esperaba Arianne y estuvo a punto de que su arma se le escapara de las manos.

¿Último recurso? pensó en las palabras del ladrón, pero se preguntaba si esta vez ameritaba el último recurso.

No se lo pensó más y sacó un pedacito de telaraña de su bolsita de componentes y empezó a conjurar.

—Rakheklem desreqzz zurak tmo'l Zazzaa—. Musitó mientras gesticulaba con su mano.

La pequeña y casi imperceptible telaraña salió disparada como si fuera un proyectil y se estrelló contra el suelo, detrás de los orcos de segunda fila y de repente empezó a crecer y crecer. Los desapercibidos orcos no se dieron cuenta lo que crecía a sus espaldas hasta que fue muy tarde, las telarañas los engulló con filamentos pegajosos que se adherían al techo, al piso y a las paredes.

El clérigo de Helm era orgulloso, quizá no tanto como su amiga, pero más de lo que resultara agradable. Sin embargo en esta ocasión era su vida y la de sus compañeros las que ponía en riesgo si anteponía su orgullo al sentido común y la razón.

Sin decir palabra alguna retrocedió para quedar a espaldas del gran bárbaro y enseguida empezó a recitar un salmo en idioma celestial, dirigido a el gran protector. Su mano empezó a irradiar una luz azulada y aguamarina, con esa mano tocó la espalda de Mozhog y el destello aguamarina se extendió por todo el cuerpo de su compañero.

Inmediatamente sus heridas dejaron de sangrar.

Dedos se alegró de que le hicieran caso en su propuesta, no pudo evitar sentir ciertos nervios por el combate, pero su sonrisa permaneció intacta mientras desenfundaba sus dos espadas cortas y atacaba con una de ellas al orco que antes luchaba con el clérigo.

Estaba oxidado, eso era claro y su taque fue fácilmente esquivado por su contrincante.

Con la vitalidad recuperada gracias al clérigo, Mozhog volvió a blandir su espadón al aire y amagó atacar por la derecha pero reculó y aprovechó la defensa abierta y clavó el filo de su espada por el flanco izquierdo, la armadura no sirvió d nada y la espada penetró la piel, carne y hueso tan fácilmente como si la hubiera clavado sobre un blando colchón de plumas.

Las costillas se rompieron y la sangre salpicó la cara del bárbaro, con su mano se limpió y luego la lamió. 

Gruñó contra los orcos y alistó su siguiente ataque, miró a ambos lados y seguro ayudaría a uno de ellos, en especial si los tres restantes estaban atrapados en telarañas invocadas por la mediana.