Partida Rol por web

Agarro la mano de la mujer y la aprieto con cariño.

- Gracias Sofía, eres un Cielo - le digo con una sonrisa sincera. - Pero prométeme que si te encuentras cualquier cosa que te preocupe lo más mínimo, me llamarás enseguida. - Por ella, acudiría con la caballería incluso a las puertas del infierno. - En cualquiera de tus asuntos - remarco, para que quede claro que me estoy refiriendo tanto a cualquier problema que pueda encontrar investigando a Pedro González como con Cayetano Olmedo. - De todas formas, hablamos todos los días por teléfono, ¿ok?

Miro el reloj y compruebo que es hora de irnos. Sofía tiene asuntos que atender y ya va siendo hora de que avise a Tecnovirus de lo que me ha contado mi amiga. Durante un momento, pienso en qué va a proponer el pirata informático, que seguramente esté ansioso por vengar a su madre. Sea como sea, no voy a permitir que Sofía se vea involucrada en todo esto... ¡Bastante ha hecho ya por mí!

Saco la cartera y dejo un billete en la mesa para pagar mi café y los dos gin-tonic de Sofía. - Hoy me toca a mí - le digo con un guiñó cuando abre la boca para protestar. - Te llamo mañana, ¿de acuerdo? - le digo con una sonrisa antes de abrir el T-Text y empezar a escribir a Tecnovirus.

Día 25 de Mayo, 11:05 AM 

Elena se encuentra por la mañana practicando en el campo de tiro. No hacen demasidas preguntas, así que está con sus dos pistolas tratando de atinar a dos blancos distintos con las dos armas. Nada fácil, pero aunque va teniendo sus aciertos, lo que realmente llama la atención de los demás tiradores no es su habilidad...

Termina de disparar otro par de cargadores, y mientras deja las pistolas nota que le vibra el móvil. Al quitarse los cascos escucha el tono de llamada: La llaman de Sweet Companies. No puede descolgar en un campo de tiro, así que coge sus armas lo más rápido que puede y sale aprisa fuera del campo donde la insonorización hace que apenas se oigan los disparos, a la cafetería del club de tiro, allí coge el teléfono.

Buenos días Katia. Saluda la operadora, que ya empezaba a dudar que le fueras a coger el teléfono. Tengo un señor que busca urgentemente animación para una reunión, que hablen ruso, sería para las nueve de la noche... Baile, entretenimiento y posibilidad de que algún invitado la contrate, cuatrocientos cincuenta. ¿Está disponible?

Mientras salgo del campo de tiro, abro y cierro la mano izquierda para relajar los músculos. No estoy acostumbrada a disparar con ella y el retroceso de la pistola la ha dejado algo dolorida. Además, he estado utilizando un arma algo más pesada de las que cojo normalmente, porque es probable que el día 1 necesitemos bastante más potencia de fuego.

Dejo las pistolas en el mostrador de la galería de tiro (no se me ocurriría traer la mía aquí, y menos ahora que hay casquillos de mi H&K en dos escenarios de crimen diferentes) devolviéndoselas al encargado con un gesto de cabeza mientras contesto el móvil.

- Sí, hola... - digo rápidamente nada más descolgar, sabiendo que tenía que haber cogido un poco antes. A penas me ha dado tiempo a leer el nombre del contacto que me está llamando: Sweet Companies. - ¿Hoy a las nueve? - Repito mientras compruebo la agenda. - Sí, estoy libre... ¿Quién organiza la fiesta? - pregunto antes de dar el sí definitivo, aunque realmente es casi un mero formalismo, porque necesito el dinero. - OK, envíame la dirección y la información sobre el evento - le digo como siempre. Sofía me enseñó que no se viste una de la misma forma ni se maquilla igual para todas las reuniones con clientes: depende de si es una cena privada o con un grupo pequeño, un salón como aquel en que la conocí o una fiesta de este estilo... Al principio no me lo creía, pero hay cientos de detalles que considerar de los que cualquier persona no es consiciente, así que no es extraño que le pida a la secretaria toda la información posible. - Por supuesto, si tienes la lista de invitados, sabes que siempre viene bien...

Oh... espera. Parece que busca en el ordenador. Bueno, la persona de contacto era un tal Dimitri Savchenko, pero no es el anfitrión, supongo que no ha querido dejar el nombre. No tengo más datos de los asistentes, además... tampoco te los podría dar, ya sabes.

Se toma un par de segundos leyendo algo.
La descripción del evento es... 'Reunión de socios empresariales, cena para empezar y distender el ambiente, pequeña reunión, y después catering y baile con barra libre y despedida con música en directo, se esperan unos 40 invitados'. Se puede llegar desde las ocho, pero no menciona hora de cierre, y el plato de las escort está pagado.

La dirección es... en Cerdanyola, Bellaterra, calle... Bellaterra era hasta hace poco un barrio residencial de lujo perteneciente a Cerdanyola, una ciudad muy próxima a Barcelona. Ahora tiene su propio ayuntamiento, y sus vecinos son todos de un alto poder adquisitivo, por lo que Elena conoce la zona más o menos bien, ha ido más de una vez, está a apenas media hora, pero convendría no llegar demasiado justa de tiempo.

Mientras apunto rápidamente en la agenda, sujetando el teléfono entre el hombro y la oreja, me quedo un momento pensativa. Supongo que mis conversaciones con Sofía y Tecnovirus me han hecho recordar el pasado más de lo que me gustaría, pero fue en una fiesta de este tipo donde las cosas se torcieron y apreté el gatillo de una pistola por primera vez.

- De acuerdo - le digo a la secretaria. - ¿Mandan un vehículo para recogerme o me toca ir en taxi?... ¿Al menos se lo podremos pasar en la factura, ¿no? - pregunto cuando me responde. - ¡Pues se podían haber estirado un poco, que ni siquiera es en Barcelona ciudad! - Tras una breve negociación, que tanto ella como yo hemos tenido decenas de veces, consigo que me paguen el taxi hasta el lugar de la fiesta. "La próxima vez haré que lo pongan en mi contrato", pienso para mí misma.

Miro el reloj. Las 11 y cuarto; aún tengo tiempo más que de sobra para prepararme para esta noche, pero estos días estamos hasta arriba, porque tengo que quedar con Tecnovirus para seguir discutiendo el tema de Olmedo y hablar con Sofía. Llamo a mi amiga para ver si puede quedar a comer y para comprobar que todo va bien; estoy algo preocupada por ella después de lo que me contó de Cayetano y tras haberle pedido que investigue un poco a Pedro González.

Tras organizar un poco el resto del día, voy a mi casa a prepararme.

Sofía se encargó de tranquilizar a Elena sobre sus asuntos. Esta noche tenía cena con Cayetano, de nuevo, y al parecer luego iban a ir a ver una peli. Desde luego se la veía tranquila, pero también había que decir que si algo sabían hacer las dos amigas, era aparentar. También la comentó que al día siguiente se iba a ver con su informador, que ya le diría algo.

Katia se preparó a conciencia para la fiesta...

El vestido verde estaba extendido encima de la cama mientras terminaba de maquillarme frente al espejo. El color del vestido resaltaba el azul de mis ojos, pero su tela era demasiado fina y era demasiado ajustado como para ocultar nada bajo él. Aunque una pistola de bolsillo se podría ocultar fácilmente en el interior del muslo (lo cual me obligaría a hacer una parada táctica en un servicio si un cliente requiere algún tipo de servicios especiales, pero no sería un problema real), las armas que tengo ahora mismo llamarían demasiado la atención.

Suspirando resignada dejo las armas en la cómoda y me pongo el vestido. La última vez que fui a una fiesta con rusos no terminó demasiado bien, pero aún así no creo que sea conveniente ir armada constantemente en mi trabajo. De hecho, es posible que algún cliente paranoico pueda llegar a instalar un detector de metales en la entrada a una de estas fiestas.

Cojo el bolso y sopeso por última vez la idea de llevar un arma conmigo. Normalmente no le doy tantas vueltas, pero aún hace sólo dos días del golpe al taller de Gaga y es bastante posible que miembros de la mafia rusa acudan a este evento.

Bueno, no sería la primera vez que se matan entre ellos y dejan sus armas para mí en el suelo... pienso encogiéndome de hombros mientras me pongo un collar y llamo al taxi para que me lleve a Bellaterra.

Katia se monta en el taxi y pretende llegar de las primeras, pero el taxista tiene averiado el GPS, y va parando de vez en cuando para mirarlo en su móvil, por lo que no es hasta las ocho y veinticinco cuando la escort llega a la mansión.

Se trata de una mansión de máximo lujo, ubicada en un terreno enorme, rodeada por un muro de casi cuatro metros de altura. Dos guardaespaldas que a duras penas pueden disimular sus pistolones debajo de la chaqueta abren la puerta a Katia cuando baja del taxi, pues a él no le permiten entrar. Hay un pequeño trecho, unos setenta metros a pie hasta la entrada de la mansión en sí. El camino empedrado lleva al porche a través de un hermoso jardín, bien cuidado y mantenido, montado con muy buen gusto. Aquí y allá, hombres del servicio de seguridad de la mansión, o guardaespaldas de los invitados, pasean esperando que se haga la hora.

Otras chicas ya han llegado y están hablando con alguno de ellos cerca de la piscina, donde ya se están sirviendo canapés y refrigerios. Elena ha estado en muchas fiestas como escort, y sabe reconocer perfectamente algunos detalles. Viendo el logo de la empresa de cátering, lo que se estaba sirviendo (Que resultaba ligeramente 'estándar' para lo que suelen poner en fiestas de este tipo) y los camareros y camareras, que normalmente los eligen casi por casting, en esta ocasión se trataban de gente algo más normal. La música que sonaba lo hacía por los altavoces de la casa en lugar de tener preparadas zonas de recreo en el jardín con música para cada sitio. En suma, daba la sensación que la fiesta había sido preparada con muy poca antelación, probablemente menos de dos días. De lo contrario habrían tenido más y más exquisitas y curiosas cosas para el picoteo, y las camareras serían prácticamente modelos.

Un ojo experimentado diferenciaba fácilmente entre los grupos de personas que estaban por ahí hablando. Los tipos que no escondían sus armas, muchas de ellas automáticas, eran guardias del anfitrión y de la casa, y estaban por faena, vigilando y controlando a todo el que pasaba. Una rusa con cara de pocos amigos se encargaba de hacer unos registros bastante invasivos a las escort que venían a la fiesta.

Otros eran guardaespaldas de los invitados, que no vendrían a una reunión así sin su propia escolta, por lo que pudiera pasar. Normalmente eran dúos o tríos de hombres con las armas ocultas, que no solían estar a demasiada distancia de su protegido, pero la suficiente para respetar su intimidad. 

Un tercer grupo eran los 'invitados de segunda'. Se los podía reconocer con bastante facilidad: Solían ser más jóvenes, ostentosos y se juntaban en grupos más grandes para medirse los egos y hablar animadamente, casi con escándalo.

El último grupo de invitados, los jefes de mafias importantes, o manos derechas de confianza se reunían en grupitos pequeños, de dos o tres personas, normalmente de más edad (Aunque no siempre) y hablaban con más discreción, no necesariamente serios... a veces reían o bromeaban, pero no necesitaban decirle a todos los que estaban a su nivel 'Estoy aquí'.

En uno de estos grupos estaba el anfitrión, en un cuarteto tranquilo, que hablaba sin risas, solemne y serio. Eran tres hombres, uno de unos cuarenta y tantos, moreno con pelo corto, y otro de unos cincuenta, calvo y con bigote. También había una chica joven, de unos dieciocho o veinte años, sin embargo no era una escort, se notaba por su forma de moverse, de hablar. Parecía cercana al hombre moreno, y por edad, debía ser su hija. El calvo fue el que miró a Katia el tiempo suficiente como para que los otros dos se interesasen por el objeto de su mirada.

El hombre que hizo que Katia llamara la atención (Y no era para menos con semejante belleza) lucía con el mismo orgullo el traje negro a medida y la curva de la felicidad. Estaba tomando algo en un vaso de tubo, probablemente algún refresco para no comenzar tan pronto a darle al vodka. Le sonrió y levantó las cejas dos veces, y luego volvió a la conversación.

El hombre moreno también miró a donde miraba su colega, y no pudo evitar regalarle un 'escaneo' a Katia. El resto de chicas que habían allí eran todas rusas, o quizá como mucho ucranianas, pero la belleza de Katia era de otro tipo, ligeramente distinta y mejor.

Sonrió a su colega y le hizo algún comentario soez que hizo que la jovencita le mirase huraña.

La chica frunció un poco el ceño pero no dijo nada, aunque sí miró a su 'padre' y luego a Elena con mala cara, como si no le hubiera gustado que el mafioso moreno la mirase así e hiciera ese comentario sobre ella. ¿Tal vez fuera su novia o su esposa? Tampoco era imposible, no era la primera vez que se veía a un millonario ruso con alguien muchísimo más joven que ella. 
De todas formas, a juzgar por su forma de vestir y el contacto que tenía con el moreno, era una posibilidad remota: Una joven esposa habría marcado terreno cogiéndole el brazo, o algun gesto por el estilo.

El cuarto integrante del grupo, el más mayor, se giró a mirarla, y a punto estuvo de hacer que Katia diese un respingo. Lucía en su traje pardo unos emblemas militares. No podía decir qué rango representaban, pero era evidente que aquél hombre había sido militar. Un grande y bellamente bordado parche con el escudo de la Unión Soviética no hubieran dejado lugar a dudas, en caso de que se hubiese olvidado de su cara. 

Aquél hombre, el anfitrión, era Iván Gagarin. Su mirada desapasionada al mirar a Katia podía indicar dos cosas: O no le parecía interesante, harto difícil de pensar, o tenía un gran pesar encima que le impedía disfrutar de tales placeres.

Miró una vez a Katia y simuló una sonrisa ante el comentario de su colega, pero dio un trago a su bebida para no tener que soltar ninguna chanza al respecto. Mientras bebía, su mirada se perdía en el vaso, en lugar de mirar a sus invitados.

Paso el control de seguridad, mirando con disgusto a la mujer que empieza a registrarme.

- Si sigue subiendo, voy a tener que pasarle una factura... - le digo bromeando mientras empieza a cachearme. Sé que no le va a hacer la más mínima gracia y, de hecho, sólo consigo que me apriete con más fuerza. Sin embargo el comentario arranca una sonrisa a alguno de los invitados más próximos, lo que hace que en realidad cumpla mi objetivo: llamar la atención.

Alegrándome por un instante de no haber traido ningún arma, observo el lugar con atención. Tal y como había imaginado por la llamada, la presencia de tantos guardias armados deja bastante claro que esta fiesta está organizada por la mafia. Cuando me fijo en que la fiesta parece haber sido preparada con cierto grado de precipitación vuelvo a pensar en Gaga. Demasiada coincidencia...

Paseo la mirada por los invitados, con dos objetivos principales: buscar gente conocida y localizar al anfitrión de la fiesta. Mientras empiezo a moverme por el lugar, cojo una copa de una de las bandejas que llevan los camareros. Como suele ser habitual, no tardo en atraer más de una mirada, entre ellas la de alguien de la mesa del anfitrión. Respondo su gesto con una sonrisa, que está a punto de borrarse cuando el dueño de la casa se gira para mirarme. Yuri Gagarin. Con una ligera inclinación de cabeza, levanto ligeramente la copa a modo de brindis en su honor antes de llevármela a los labios.

Utilizo la bebida para reponerme rápidamente y sonrío nuevamente en dirección a la mesa cuando vuelvo a bajar la copa.

A pesar de la mirada en respuesta de Katia, el hombre calvo no presta más atención a la prostituta y sigue presentando sus condolencias al anfitrión. Es posible que después la busque, pero sería sumamente insultante levantarse de la mesa, bastante habían hecho los dos intentando aligerar el tono serio de la mesa con la broma.

Son las ocho y media, y sin contar los guardaespaldas de todos, deben haber unos 30 mafiosos de diferente calaña y 'ramas', aún puede faltar alguno más por llegar, pues queda media hora para que entren a cenar, por ahora están con el pica-pica en el jardín.

Mientras busca un objetivo al que abordar, Katia se da cuenta de que un hombre enorme, de al menos dos metros diez, ancho como un armario y mirada dura y fría de no tener escrúpulos de ningún tipo. Ese gigante parece que se acerca hacia ella... AH, no, sólo la miraba mientras se acercaba a la entrada.

Allí va a saludar a un anciano decrépito que es llevado por sus guardaespaldas en silla de ruedas a través del empedrado. Cuando llega a él, le coge una mano con delicadeza en sus fuertes puños. Por su forma de actuar, pertenece al servicio de seguridad de la casa.

Bienvenido señor Boronov. Soy Yaroslav, me recuerda? Me alegro de volver a verle.

El hombre, de por lo menos noventa años, enfoca la mirada para ver bien la cara del gigantón, y duda un poco. Cuando habla, lo hace con una voz tenue y cascada que se entrecorta cada poco.

Ah, sí... en Rostov. Con los demás... Una sonrisa se dibuja en su cara un instante. ¿Dónde está Iván? Este hombre debe tener cierta familiaridad, (o mucho poder) ya que le menciona por su nombre de pila.

 Allí, en aquella mesa, señor. Dijo señalando. El anciano hizo un ademán a sus guardias, y le fueron llevando para allá, mientras murmuraba algo.

 Ningún hombre tendría que enterrar a un hijo... ¿Cómo está?

 Es fuerte, señor Boronov, no se preocupe.

El anciano sacudió un poco la cabeza, y ya no se entendió lo que dijo. Un grupo de jóvenes estaba empezando a ser acosado por algunas escorts que iban por faena, y un par de ellos, uno muy, MUY enjoyado, y otro con pinta de estar desintoxicándose habían quedado descolgados sin una chica que les diese un apretón. El enjoyado guiña un ojo a Katia, y le hace un gesto nada disimulado para que se acerque.* Son del tipo de chicos que empiezan a ser alguien, pero que a menudo no los tienen aún en cuenta para cosas importantes. 

Una pareja de hombres más mayores está hablando entre sí, de pie mientras pasean en dirección a ninguna parte, y casualmente pasan cerca de Katia en ese momento.

Los hombres que hablan son un tipo con un ojo tuerto, que no se molesta en tapar, y un hombre bien conservado, pero de unos cuarenta años. 

El más mayor, de unos sesenta, lo ha visto en otras ocasiones, es difícil olvidarse de una cara como esa. Normalmente no es demasiado amigo de las fiestas, ya que se va de los primeros las veces que se lo ha cruzado. 

Tú tranquilo, y ata corta tu lengua. Esto es un polvorín, y cualquier comentario fuera de tono o sobre el trasero de su hija, acabará en una matanza. Ya puede ser importante para haber juntado a tantos amigos y enemigos en el mismo sitio.

El más joven parece excesivamente seguro de sí mismo, y camina como si la fiesta fuera suya.

Tranquilo... Oye, ¿Hemos venido sólo por el carcamal? Porque sea lo que sea, podríamos ahorrarnos el riesgo.

 El hombre mira de forma tan fulminante al joven que le hace callar de inmediato. Incluso con un solo ojo. UNO: La mayoría de los que estamos aquí estamos vivos gracias a ese "carcamal", incluido tú. DOS: No hay riesgo si hay respeto. Y tres... Solo te lo voy a decir una vez: Mantén tus comentarios en tu cabeza, porque si metes la pata seré yo el que te meta una bala en la cabeza para rellenar el hueco. Habló con tanta tranquilidad sobre eso que no cabía duda que lo haría. ¿Has conseguido entenderlo?

El joven asintió lentamente.