Partida Rol por web

Parece que Utuk´ku iba a decir algo en dirección hacia el acorazado Gavlan, más en ese momento la balsa es liberada, y fuera lo que fuese, sólo una mirada dirigida al caballero queda como testigo del inconcluso acercamiento por parte de la Qephilim.

Observa con calma las evoluciones de la balsa, mientras  se pregunta para sus adentros quién de entre la Corte del Sueño estará designado para llevar a cabo el traslado de tan insigne alma a la Bóveda Nocturna.

Una vez termina el adiós a la Reina, todo es dispuesto para el traslado al palacio para con el grupo, según dan a entender la actitud del consejero y el persistente silencio de la Princesa/Reina. Una vez que los carros han llegado y queda patente la invitación a usarlos, Utuk´ku se adelanta, quizás abusando de su condición como dama para preceder a sus pares varones, y sigue los pasos de la Princesa hasta el carro que ella eligió, en orden de compartir el trayecto hacia el palacio con su real persona.

Asistió en silencio a la despedida de la reina, y su mente hervía de recuerdos, glorias y reproches pasados. La muerte lo limpia todo, lo perdona todo, y es implacable.

Llegaron los carruajes y debían repartirse, pero no sé sentía capaz de enfrentarse varios minutos a la mirada de la princesa, así que tomó el otro carruaje.

Aún así, su disciplina militar afloró con un gesto a Gavlan, para que fuese con la princesa, una precaución innecesaria, repartir los hombres de armas en este lugar, pero le salió de un modo natural. Siempre que ignoraba lo que iba a suceder se aferraba a las viejas costumbres.

Edmond dudó sobre que carro elegir. Entonces esperó, observó y finalmente entró: en el del consejero. Antes de ello colocó su mano en el hombro de Florian, le susurró algo y miró a los carros, a modo de que decidiera él mismo, libremente. Tras ello subió a su carroza elegida.

- Florián, amigo, hoy tienes la oportunidad de viajar en la carroza con una princesa. Una de verdad. No una virtual, como las encerradas en vuestras máquinas o artefactos de tu mundo. Tú eliges - susurró con una sonrisa sardónica, dándole un par de palmaditas en la espalda antes de subir al segundo carro.

Edmond, cuando sube al carromato examina el fuego latente en Kerhlann. Deformación profesional. Si se da la posibilidad de que Ina sube en el carro, mejor que mejor. Así inspeccionará a ambos: los únicos a los que no ha evaluado. Desea saber que cabe esperar de cada uno. Edmond no es una persona muy ducha al concepto de fe. Y menos ciega. La justa hacia el Hacedor, la justa hacia las personas. Si puede ver, mejor.

Gavlan observó con gesto serio la despedida a la antigua Reina, firme y disciplinado, mientras el cadáver de la qephilim se alejaba en la balsa. Finalmente llegó el momento de marchar, y parecía que aquella reunión sería en aquel momento, a juzgar por como les esperaban los carros. Ante el breve gesto de Kerhlann, asintió, encaminando sus pasos hacia el carruaje de la Princesa. Saludó con educación antes de entrar en él y acomodarse en el vehículo, alerta por si hubiera algún problema. 

A Ina le inquietaba sobremanera esa ceremonia. Dejar flotar hacia los bordes el féretro de la reina. 

Cuánto mejor sería quemar el cuerpo - decía para sí. Le inquietaba lo que pudiera ocurrir con sus restos cuando él muriera y prefería simplemente desaparecer. 

Vio como sus compañeros de entrevista fueron uno a uno dirigiéndose a uno de los carruajes y él eligió seguir a Kherlann. Al fin y al cabo, era el único al que conocía y no le parecía el viaje un buen momento para dirigirse de nuevo a la princesa. 

- Kherlann, ¿viste a ese ser alado?. Qué elegancia de movimientos.... me fascinan. 

Aquella afirmación de Ina le hizo sonreír, el muchacho conservaba la capacidad de emocionarse y fascinarse descubriendo el mundo que se abría ante ellos. Se preguntaba si él mismo habría sido alguna vez así, puesto que desde luego ahora no lo era, y ni siquiera podía recordarlo. 

No , tu siempre has sido el capullo práctico, escéptico e irónico que eres ahora.

Unas alas muy prácticas, afortunadamente la mayoría tienen que ir a pie, o me quedaría sin trabajo. Y le guiñó un ojo.

Ve con la princesa si quieres Ina, con Gavlan estarás seguro, es casi tan bueno como yo.

Aquella sonrisa de Edmond y sus anteriores palabras le desconcertaron un poco a decir verdad.

Realmente le importaba poco viajar con una princesa, un chanchero o la vecina cotilla de la esquina pues no eran más que anotaciones a pie de página en el organigrama de las muchas cosas que le interesaba aprender.

Dicho de otro modo, la situación le era intrascendente y por lo tanto se esperó hasta que solo el quedaba por subir a una de las carrozas.

Mientras lo hacía, sin embargo, su mente procesaba múltiples opciones y las preguntas no dejaban de llegarle una tras otras, atolondradas en montones de ideas y cuestiones aún por resolver.

Pero era una de todas aquellas dudas las que por el momento prevalecía sobre sus iguales:

Como abordar a la criatura con alas, eso, sí, le interesaba.

Edmond, cuando sube al carromato examina el fuego latente en Kerhlann. Deformación profesional. Si se da la posibilidad de que Ina sube en el carro, mejor que mejor. Así inspeccionará a ambos: los únicos a los que no ha evaluado. Desea saber que cabe esperar de cada uno. Edmond no es una persona muy ducha al concepto de fe. Y menos ciega. La justa hacia el Hacedor, la justa hacia las personas. Si puede ver, mejor.

La verdad es que los pjs no están tan desarrollados como para saber a ciencia cierta si verías algo en alguno de ellos, pero en general diría que no. Si quieres saber algo más concreto, les pregunto a ellos directamente. 

El trayecto discurre sin incidentes.

Aquellos que van en el carro de Dukra quizás tienen que soportar un silencio algo incómodo. Ella, sentada rígida con las manos sobre el regazo, aún con el velo sobre la cara, sigue pareciendo una estatua. No hace intención de hablar, y a través del velo es difícil distinguir si posa la mirada en algún lugar en concreto.

El consejero, por su parte, parece nervioso y con ganas de decir algo, pero también calla. Si alguien le preguntase algo, su respuesta sería que habría tiempo de hablar al llegar a palacio.

Unas horas después, llegáis a la ciudad plateada y más tarde a palacio.

Los carros entran en un patio frente a una gran puerta, y se detienen. Humanos vestidos de uniforme os abren las puertas. El consejero baja de su carro tras vosotros, pero la Princesa permanece en su asiento una vez todos han descendido y el humano que abrió la puerta la cierra. Su carro sigue avanzando y desaparece tras doblar una de las esquinas de la fachada.

- Por favor, seguidme. Esperaremos a la Princesa en la sala de audiencias.

Con un gesto, el consejero os invita a que le acompañéis al interior. Recorréis un gran pasillo que, ancho y limpio, también os resulta adusto para un palacio. No hay cuadros ni tapices en las paredes, ni alfombras en el suelo. Tan sólo las columnas tienen algunos detalles.

Todo cambia cuando llegáis a la sala a la que os conduce. Las paredes siguen sin contener cuadros, pero están decoradas con relieves y bajorrelieves que representan escenas con Qephilims y humanos, principalmente. Una de ellas, la más grande y quizás llamativa, muestra ocho figuras, un humano y siete Qephilims*.

En el fondo la sala hay tres grandes sillas con respaldo alto y una sin respaldo. Frente a dichos asientos, una enorme mesa baja con un gran mapa de todo Ardeyn, y al otro lado de la mesa, varias sillas más, algo más pequeñas, las cuales son señaladas por el consejero.

- Tomad asiento, por favor.

Ina, quien ha viajado todo el camino en el más absoluto silencio, se extraña del modo en el que han llegado al palacio.

¿Por qué venir juntos para luego separarnos y juntarnos de nuevo a continuación? Qué poco práctico - pensaba el joven- Nunca entenderé las maneras de la corte. 

Continuando sin mediar palabra, siguió las instrucciones del consejero hasta llegar a la sala donde esperarían. Tomó asiento y comenzó a observar la sala. 

El viaje transcurrió con Kherlann sumido en pensamientos, tantos recuerdos de flora pasada, tanto resentimiemto. La entrada en palacio le hizo sentirse mejor, la entrada sobria , espartana. Y los relieves que le situaban en la mitología y en la importancia de las misiones que allí se encomiendan.

Se sentó con gesto grave y no dijo una palabra, la sala palabras sobraban y ellos no estaba allí, en ese día para minucias. De eso estaba convencido.

Quizás gracias al silencio del viaje, la Qephilim repasa una y otra vez las emanaciones espirituales que ha recibido en el momento en el que cubrió la distancia entre la balsa y la orilla. En el tranquilo viaje, vuelven a ella, y las analiza una y otra vez. Sin duda lo que la Princesa tiene que contarles está detrás de ese asunto sin resolver.

La primera parada es obligada, ya que su anfitriona querrá cambiar su atuendo ceremonial por otro más funcional, a la hora de acometer las cuitas que le han hecho convocarnos. Todo llegará por su propio pie, así que Utuk´ku aprovecha el paseo para admirar la artesanía de la arquitectura del palacio, y por último los antiguos bajorrelieves.

La imagen del Hacedor con las Siete Encarnaciones hace recorrer un escalofrío de sorpresa por la espalda de la femenina figura de la Qephilim. Es algo hermoso y a la vez parece brillar con un halo de misterio que sólo alcanza a ver el Iniciado. Una representación así es algo digno de contemplar sin duda.

No termino de tomar asiento, pues hay mucho que contemplar en esta sala. Así que posiblemente la entrada de la Princesa, tome a Utuk´ku de pie.

Edmond no dijo nada durante el recorrido en carroza. Tampoco esperaba que nadie lo hiciera: si habían sido convocados en palacio, sin duda sería allí donde deberían decirse las cosas.

Cuando penetró en el complejo palaciego, el hombre pudo admirar los diferentes motivos decorativos, su mobiliario y sus jardines. También observó impresionado los relieves de las paredes, donde se presentaba al Hacedor y a los siete Qephilims. Nunca había presenciado una representación semejante y es que, no fue la espectacularidad del arte lo que le pasmó, si no la representación del Hacedor como una figura humana.

Aquello era paradójico, cuando no contradictorio, ya que el ser humano apareció posteriormente a la creación de los qephilim. Otorgarle al Hacedor esta forma resultaba, cuanto menos, curiosa ¿O tal vez significativa?. El joven se encogió de hombros y siguió a la comitiva. Cuando llegaron a su destino no vio por qué no tomar el asiento ofrecido. Si invitaban a tal cosa es que era posible que la conversación se alargara. Estando cómodo se podría ser más receptivo a lo que tuvieran que decirles.

Bastante aburrido y silencioso, Tesla se dedico a observar el paisaje exterior durante todo el tiempo que duro el viaje.

Le aburría profundamente tanto protocolo y tiempo desperdiciado y sentía en su interior que en cualquier momento iba a estallar.

Estarse quieto no era lo suyo, definitivamente.

El cambio de aires al llegar al palacio le sentó de maravillas y no tardo nada en bajar de aquella carroza para luego internarse en el palacio.

Contrario a lo que todos parecían hacer, Tesla se demoro observando con detenimiento los bajorrelieves e incluso le dedico una mirada divertida a Edmond cuando este paso a su lado.

Al menos estos seres sabían algo de la verdad, se dijo a sí mismo, quizás lo que sucediera a continuación no fuese tan aburrido.

A su tiempo se acerco finalmente a la mesa pero aun se mantuvo de pie, esperando por lo que tuviera que pasar.

El viaje transcurrió en un silencio dolido, quizás incómodo, en el que se dejaba notar la pérdida de la Princesa. Eso a Gavlan no le importunaba, estaba allí para velar por su seguridad. Sin conocer las causas de la muerte de la Reina, era posible que su fallecimiento hubiera sido provocado y que la qephilim corriera peligro, así que se mantuvo tenso y alerta. Solo se relajó un poco cuando entraron en el palacio, relativamente convencido de que allí no habría peligro. 

Recorrió junto al resto las salas, mirando con cierta curiosidad pasajera aquel bajorrelieve. Él sí aceptó el asiento, pues enfundado en aquella armadura siempre era de agradecer poder reposar un poco su peso, además de que sería de mala educación por su parte rechazarlo, o eso le parecía. 

En consejero toma asiento en una de las sillas con respaldo, la que está en el extremo opuesto a la que no lo tiene, y mira el mapa de la gran mesa con atención, como si intentara encontrar algo que hasta ahora no había visto. A pesar de haber ofrecido asiento no parece molestarle que algunos continúen en pie y caminando por la estancia.

Pasan pocos minutos cuando se abre una puerta lateral, no especialmente grande como por la que habéis entrado vosotros, que parece la principal. Entran por ella la princesa Dukra, que continúa vestida de blanco pero ahora su rostro y sus manos están al descubierto, dejando ver que su piel es marrón dorada, como la de su madre. Tras ella, entra Lífira, también aún vestida de blanco.

La stranger se acomoda en el asiento sin respaldo, lo que a todos os parece lógico debido al espacio que ocupan sus alas, las cuales mantiene muy recogidas, al igual que tiene muy juntas las piernas y enlaza las manos, sin atreverse a levantar demasiado la mirada, postura que cualquiera puede reconocer como de timidez. Dukra se sienta a su lado, dejando el asiento del centro vacío.

La princesa pasea su mirada por la estancia, observando. Parece complacerle tanto que algunos se hayan sentado como que otros estén en pie, como si ella lo esperase así.

Cuando ella entra, el consejero deja de mirar el mapa y mantiene una postura sobre el asiento algo más recta.

- Gracias a todos por aceptar la invitación. - Dice amablemente, con tono algo solemne, como si aquello pudiera tener alguna consecuencia negativa para vosotros. - Os he hecho llamar para pediros ayuda. Bien porque os conozco y sé de vuestras capacidades - mira a Gavlan y Kherlann principalmente, y sonríe a Utuk'ku - o bien porque he oído hablar de vosotros y creo que sabréis entender, aún mucho mejor que yo, la razón por la que solicito vuestra ayuda.

Mira entonces al consejero, buscando su aprobación. Éste tiene una expresión de intensa incomprensión en el rostro. Parece perdido, como si le faltara parte de la información o la tuviera pero no supiera entenderla.

- Si no me equivoco, todos formáis parte de ese... privilegiado grupo al que llaman "despiertos". - El consejero se remueve nervioso en su asiento, y la stranger sonríe al escuchar la palabra. - Es por eso principalmente por lo que creo que podéis ayudarme. Puede que os preguntéis qué es lo que necesito de vosotros, puede que algunos ya se lo imaginen. - Mira a Utuk'ku mientras dice esto último. - La cuestión es que necesito que me ayudéis a encontrar al asesino de mi madre, y a descubrir por qué acabó con su vida.

La princesa dice la última frase con un tono tan lineal que da la sensación de que se la ha repetido a sí misma miles de veces para ser capaz de pronunciarla bien, como alguien que ha aprendido una frase en otro idioma desconocido y no supiera exactamente su significado, pero sabe que debe utilizarla.