Partida Rol por web

Por fin pareces despertar de lo que ha sido un profundo y pesado sueño. Incómodo, demasiado largo, quizás. Te da la sensación de que para poder volver a estar consciente luchas contra la pesadez de tu propia cabeza, que sientes como si estuviera llena de un denso líquido que te impide escuchar, ver, pensar con claridad. Una pesadilla que, aún sabiendo que sólo es eso, no puedes escapar de ella.

Pero sí, tan sólo es un sueño y al final consigues abrirte camino, teniendo como guía un sonido agudo y acompasado.

Al principio no abres los ojos. A través de los párpados sientes la luz que te llega casi de frente, y parece demasiado brillante para unos ojos que te da la sensación de que hace días que no abres, así que prefieres esperar e intentar darle sentido a tu entorno con el resto de tus sentidos.

Completamente despierto, ahora escuchas el sonido con claridad. Reconoces perfectamente la señal acústica que emiten los monitores de constantes vitales de los hospitales.

Y sí, tu sentido del equilibrio te dice que estás tumbado. Parece una cama, no muy cómoda, pero funcional, y estás arropado, aunque no demasiado. Desde luego, no llevas la ropa que crees recordar que llevabas antes de quedarte dormido. Aunque tampoco recuerdas haberte quedado dormido.

Te atreves por fin a abrir los ojos, y te encuentras con un techo blanco dispuesto en láminas cuadradas, con luces halógenas que no iluminan demasiado. La luz más brillante procede de un fluorescente pegado a la pared de tu cabecero.

Mueves la cabeza a los lados para ver tu entorno, y ves justo lo que esperabas.

A tu izquierda, lo que parece una cajonera metálica de color blanco hueso con cuatro cajones, y cerca, un taburete. Sobre la cajonera hay un vaso de plástico que parece vacío pero usado, pues está ligeramente aboyado por donde alguien habría apretado demasiado el dedo pulgar al cogerlo.

A tu derecha, hay un soporte de pie para bolsas de medicamentos intravenosos. En este momento hay un saco, y de él sale una manguera, que sigues con la vista y termina en una vía introducida en tu brazo.

Tu vista entonces se dirige a la pared que tienes en frente. Todas parecen ser de cristal, pero mientras que las paredes de los lados están cubiertas con cortinas, ésta te deja ver lo que hay al otro lado, o al menos la parte que el ángulo de tu cuerpo al estar tumbado te deja. En ella hay una puerta, también de cristal, que hasta ahora ha permanecido cerrada.

Pero precisamente, lo que te ha llamado la atención, es que en este justo momento, una mujer con bata blanca entra por ella.

Edmond parpadeó confundido. A pesar de su origen y nacimiento en un mundo medieval, su capacidad de viajar a otros mundos y en especial la Tierra, había logrado conocer nuevas culturas y tecnologías que hacían que el hombre entendiera donde se hallaba.

¿Un sanatorio terricola?, se preguntó perplejo. El problema no radicaba tanto en saber donde se hallaba si no el por qué. No recordaba nada.

Terminando de barrer con la mirada el lugar y constatar su débil y confuso estado, Edmond se centró en recordar qué hacía en semejante lugar. Fue entonces cuando se abrió la puerta y entró una mujer. Tal vez ella tuviera las respuestas. La miró, observándola con detenimiento y esperó a que ella dijera algo pues, posiblemente, a eso habría venido.

Mastico un chicle invisible en un gesto instintivo por recuperar mi mandíbula para la causa. Mi boca está pastosa y siento la lengua como una lija del siete, un trago de agua no me vendría mal.

Parece que soy consciente de dónde me encuentro y una fuente de respuestas embutida en bata nívea se aproxima, pero lo primero es lo primero.

Señorita, sería tan amable de darme un vaso de agua, por favor.

Estaba realmente confuso. No sabía qué había pasado, ni donde estaba... Y preguntas como quien era aún no se las había empezado a plantear siquiera. Aquel sitio era extraño, y casi parecía un lugar donde estuvieran observándole. Demasiadas preguntas sin nadie que las respondiera, aunque eso cambió cuando aquella mujer apareció por la puerta. Con la voz pastosa, preguntó:

-¿Dónde estoy? ¿Quién es usted?

La mujer abre la puerta y entra en la estancia mirándote, con gesto simpático y de alivio, aunque no es difícil darse cuenta de que siente cierta timidez.

- Buenos días, señor D'ardey.

Tiene la voz suave y agradable, algo infantil pero sin llegar a ser chillona. Parece joven, aunque la bata blanca y el estetoscópio la identifican rápidamente como médico o enfermera, pero quizás sea una recién salida de la facultad.

- Permanezca tranquilo, por favor. No es necesario que hable, si no quiere.

La chica se acerca al soporte y parece comprobar el gotero con atención mientras continúa hablando.

- Está en el hospital. Concrétamente en el Saint Robert, en Waynesville, en Carolina del Norte. Su tren descarriló y sufrió un grave accidente. Me temo que no sobrevivió mucha gente. Algunos murieron en el acto, otros aquí en el hospital. Usted nos dio un buen susto. Lleva en coma casi dos días.

Aparentemente satisfecha con lo que ve en el gotero, se gira hacia ti, y se coloca las olivas del estetoscopio en los oídos. Aparta la sábana que te cubre, que es de color blanco, como todo lo demás, lo suficiente para que tu torso quede descubierto, aunque aún te cubre la camisola típica de paciente de hospital, y comienza a auscultarte.

- ¿Le duele algo? ¿Respira con dificultad? ¿Siente hambre o sed? Incorpórese despacio, por favor.

La mujer entra en la estancia y te mira con cierta curiosidad, y un tono ligeramente severo. Avanza hasta el soporte y parece comprobar el gotero.

- Ya esperábamos impacientes que despertara, señor Lankerh.

La frase quiere sonar simpática y desenfadada, pero parece manida, como repetida muchas veces, o ensayada. No te parece extraño, teniendo en cuenta dónde estabas y que ella, seguramente, se encargara de decenas de personas al día.

-  Mi nombre es Phoebe. Soy enfermera. Está en el hospital. Concrétamente en el Saint Robert, en Waynesville, en Carolina del Norte. Su tren descarriló y sufrió un grave accidente. Me temo que no sobrevivió mucha gente. Algunos murieron en el acto, otros aquí en el hospital. Usted nos dio un buen susto. Lleva en coma casi dos días. En cuanto me asegure de que no vomitará lo que le haga ingerir, le traeré un poco de agua.

Una vez satisfecha con lo que ha comprobado en el gotero, se acerca a ti colocándose las olivas del estetoscopio.

- ¿Le duele algo? ¿Respira con dificultad? ¿Siente hambre o sed? Incorpórese despacio, por favor, pero con cuidado.

La mujer entra en la estancia y te mira con cierta curiosidad, y un tono ligeramente severo. Avanza hasta el soporte y parece comprobar el gotero.

-  Mi nombre es Quinn Matthews. Por favor, permanezca tranquilo. No intente moverse. Está en el hospital. Concrétamente en el Saint Robert, en Waynesville, en Carolina del Norte. Soy enfermera. Su tren descarriló y sufrió un grave accidente. Me temo que no sobrevivió mucha gente. Algunos murieron en el acto, otros aquí en el hospital. Lleva en coma casi dos días.

Una vez satisfecha con lo que ha comprobado en el gotero, se acerca a ti colocándose las olivas del estetoscopio. Permanece con tono serio, como si aquel proceso le resultara aburrido o pesado, o lo hiciera obligada o de mala gana.

- ¿Le duele algo? ¿Respira con dificultad? ¿Siente hambre o sed?

El hombre miró con extrañeza a la mujer, aunque obedeció las órdenes de no moverse que le daba, al menos de momento. No era capaz de hacer memoria, y seguía sin estar muy seguro de como había llegado allí. Aunque claro, si se había visto envuelto en un accidente, probablemente habría llegado allí inconsciente. 

-Tengo algo de sed... Aparte de eso, creo que nada más...

Edmond negó con la cabeza ante las preguntas de la mujer. Se sentía confuso, eso sí, y la coordinación de movimientos resultaba complicada. Con esfuerzo se incorporó desde la cama, adoptando una posición semisentada. La nueva postura le proporcionó unas leves zozobras que fueron remitiendo poco a poco.

- No recuerdo nada - es todo lo que pudo decir a la sanitaria. Un tren descarrilado, numerosas muertes... No, no recordaba nada de eso.

- Es normal, no se preocupe. - Dice intentando tranquilizarte. - Esperemos que poco a poco vaya recuperando la memoria.

La voz de la chica te parece familiar, como si la hubieras escuchado antes, pero es bastante posible que lo hayas hecho mientras estabas dormido, así que no te extraña demasiado.

- Descanse. Iré a buscar al doctor para que le evalúe mejor.

La enfermera sonríe, y se dirige despacio a la puerta.

Intentas hacer memoria, pero es como una gran laguna. Tan solo la voz y la presencia de la mujer te resultan familiares, pero probablemente porque en un estado de semiinconsciencia la hayas escuchado.

- Haré venir al doctor para que le evalúe, y le traeré algo para beber. Descanse.

La mujer sale de la sala.

Joder un accidente ferroviario, no recuerdo nada. Gracias por sus cuidados, señorita, le enviaré bombones en cuanto me suelten.

Hay que ser amable con las enfermeras, sé come más y mejor.

Aunque intentas recordar el accidente, o algo anterior a eso, tu vida pasada parece una gran laguna. 

- Llamaré al doctor para que venga a evaluarle personalmente. Mientras, descanse. Le traeré algo para que comience a beber.

La enfermera sale de la estancia.

Poco después de quedarte a solas, se escucha un poco de jaleo en el pasillo que se ve al otro lado de la puerta. Varias personas con batas y pijamas pasan por delante de forma apresurada, hacia una de las estancias cercanas a la tuya, situada más a la derecha de dicho pasillo. Pero no puedes ver nada más, porque las cortinas que cubren las paredes a tu izquierda y derecha te lo impiden.

Edmond vio de refilón el revuelo en el pasillo, tras las cristaleras, y como este desaparecía rápidamente al quedar bloqueada la visibilidad por las cortinas. Se quedó con la cabeza girada, mirando la última cristalera que le proporcionó visibilidad de lo que acontecía. Parpadeó unos instantes.

Al instante siguiente el joven se encontraba sentado, orientado hacia las cristaleras derechas con persianas. Se sentía inseguro, dubitativo de poder andar con soltura, pero al menos las piernas parecían haberse movido bien. Habría que ver que tal lo sustentaban. Su mano se alzó y descolgó la bolsa de suero, o de lo que fuera. Le echó un vistazo a la etiqueta unos momentos, antes de intentar ponerse en pie.

El acto resulto vertiginoso. Le costaba mantenerse en equilibrio, aunque la sensación cesó en segundos. Sintió las piernas plomizas, pesadas. Pero avanzó hasta las cristaleras, a cada paso más seguro, y con la mano libre apartó las cortinillas lo suficiente para ojear qué ocurría en los pasillos y habitaciones contiguas a su derecha.

Miró extrañado hacia el exterior, al ver aquellas personas correr. ¿Habría pasado algo? De algún modo ahora se sentía bastante intranquilo, puede que solo se tratase de algún tipo de urgencia... O quizás algún peligro había aparecido. De cualquier modo, intentó ponerse en pie para ir hasta la puerta y echar un vistazo, asegurarse de que estaba a salvo allí dentro. 

oMi primera reación es trata de levantarme, y el tirón de la vía intravenosa me hace ver las estrellas.

Tardo unos instantes en comprender un tengo que hacer rodar el soporte del suero con la medicación si quiero moverme.

El suelo está congelado, pero voy trabajosamente en dirección a las cortinas, a ver que coño pasa.

Tras dar unos pasos hacia la pared, notas algo incómodo entre las piernas. Te fijas entonces que del meato del pene sale otro tubo más, que va a parar a una bolsa atada a la cama. Un catéter.

No te impide llegar hasta la cristalera, pero por muy poco, y sabes que si no te mueves con cuidado podrías hacerte daño.

Otras cortinas tapan la pared desde el otro lado de ella, pero con la tuya descorrida puedes distinguir que hay una estancia igual que la tuya, y sobre la cama parece haber alguien. Las cortinas de su derecha también están cerradas, pero puedes imaginar que tras ellas hay otra pared de cristal, y posiblemente, una estancia más.

Allá donde estén los que han pasado corriendo, no puedes localizarlos con la vista, pero sientes el movimiento dentro de uno de aquellos cubículos.