Partida Rol por web

¿De qué te suena eso que cuentan? ¿Un libro? Una película de aventuras, tal vez...

Una vez más, como un relámpago, imágenes cruzan tu cabeza: Mérima Edea. El gobernador. Su esposa. El portal... Por fin lo entiendes. Es la misma historia. Os engañaron para abrir el portal y cruzarlo.

Así como una persona inconsciente puede despertar repentinamente si se le echa agua fría en el rostro, tú cerebro despierta con las palabras de la criatura.

Recuerdas tu vida anterior en la Tierra. Recuerdas Ruk. Recuerdas al gobernador, a su esposa, a Mérima y los demás agentes de La Cábala Silenciosa. Recuerdas cómo entrásteis en el portal, y como allí acaba todo hasta despertar en lo que parecía un hospital. Todo lo que te había dicho aquella enfermera era mentira. De hecho aquella enfermera... Sí, es ella, pero con su forma adapatada. La viuda. Telye Glesh.

De repente todo está más claro. Comienzas a recordar la verdadera forma en la que habéis llegado hasta allí: cruzaste un portal. Recuerdas Ardeyn, y tu anterior vida allí. A la Princesa. La muerte de la Reina.

De repente, tras todo aquello, algo acudió de pronto a la mente de Charles... Como un súbito flash, vio otras escenas, que más tarde se revelaron como recuerdos, y antiguas memorias llegaron a su cabeza.

-Ardeyn...-dijo por lo bajo involuntariamente, al recordar todo aquello. Sí, de allí venía. Y no se llamaba Charles, no allí al menos. Ni era lo que sea que fuera en aquel lugar.

-¡A nosotros también nos sacaron de otro lugar!-exclamó, primero excitado por el recuerdo, aunque la emoción se fue transformando en furia-que... que... ¡Que panda de hijos de puta!

Edmond se sintió confuso tan pronto Charles habló. Y el caso es que ese nombre, Ardeyn, le sonaba enormemente.

Joder, si es mi apellido, pensó mirando sorprendido a su compañero ya que solo se había presentado por su nombre. No, pero es algo más. ¿Otro mundo dice?, comenzó a comprender conforme Charles seguía hablando.

Edmond se sintió mareado y momentaneamente se agarró la cabeza, sintiendo una fuerte jaqueca en ella que pronto se desvaneció dejando solo nieblas en su recuerdo.

Sus esfuerzos por recordar solo le trajeron imágenes fantasiosas de libros de aventuras. Y lo de los cambiaformas...

¿Terminator? El malo de la dos.

En el silencio que siguió a sus propias palabras, las palabras que aquel ser acuático pronunció se abrieron paso en su memoria cual rompehielos ruso en el Ártico.

- Y nos pidieron un favor... Un favor... Avor... Hodor... Dor...¡¡Recuerda!!...

Y Archibald recordó.

¿Que no tenía sentido como lo hizo? Culpa obvia de la traducción. ¿Traducción de qué? Qué más daba, en el multiverso que ahora recordaba debía haber algún idioma en el que aquello tuviera algún sentido. Era una mera cuestión estadística.

En cualquier caso, y volviendo al tema que nos ocupa, los recuerdos regresaron como una cascada de fotogramas en la que el anciano pudo ver toda su vida anterior. Al principio en blanco y negro, más tarde en tecnicolor -cosas de la edad- y finalmente a todo color, salvo en los fragmentos de penumbra en los que los conos no podían desempeñar su función y irremediablemente la película volvía a ser monocolor.

¿Cómo supo que aquella escena en la que revivía su vida no era el preludio de un infarto? Pues porque suponía que la muerte debía ser algo más agradable que contemplar su pasado desde la incomodidad de una butaca de terciopelo sintético granate agujereada por las colillas y compartiendo reposabrazos con dos desconocidos mientras sentía que cada vez que intentaba cambiar de postura le costaba más y más despegar los pies del pringoso suelo. Todo ello soportando, además, a esos hijos de puta que masticaban palomitas con la boca abierta aprovechando el valor que tenían sus enormes bocazas como caja de resonancia.

- "¡¡Shhhh!!"- chistó.

Entonces, al girarse para amonestar al ruidoso boca chancla que con tanta desconsideración le jodía poder contemplar los logros de su vida en pantalla grande y sonido envolvente "Dolby Surround", la vio.

 - "Gertrude..."

La contempló en "toda su majestuasidad", esa expresión que a los narradores de National Geographic les encanta utilizar, recreándose en el "toda", para referirse a las gordas del océano: las ballenas. Y allí estaba ella, aquel majestuoso rorcual dejando entrever sus barbas desordenadas mientras engullía palomitas como si fueran plancton.

- "Oh, Gertrude..."

La miró a los ojos y se vio a sí mismo reflejado en los cristales de las gafas de culo de vaso de ella. Detrás de él la película seguía, y ambos dos aparecían en ella. Y aquella escena en el cine se convirtió en un fotograma más de la película, de modo que Archibald se vio viéndose a sí mismo mientras se veía en el cine...

Qué profundidad. Qué complejidad. Su mundo interior era tan rico en matices.

- A... Ahora recuerdo- balbuceó.- Vaya que si recuerdo. ¡A nosotros también nos engañaron! A mí al menos. También me pidieron un favor y... Y entonces esto.

Le gustaría haber dicho que eso pasaba por hacer favores, pero seguro que había entre los presentes algún buen samaritano dispuesto a reprochárselo a pesar de todos los pesares.

- Ella... La enfermera. Telye. Telye Glesh. Dama Glesh- repitió en un susurro mientras su corazón estallaba en mil pedazos.- Arpía... Arpía mentirosa. Mala pécora...

Le gustaría haber dicho "mujer tenía que ser", pero seguro que había entre los presentes alguno dispuesto a reprochárselo también.

Los recuerdos se agolparon, una cascada cacofónica de imágenes, sensaciones, sonidos que le golpearon como un puño cerrado y frente a los cuales se tambaleó. Hubo de apoyarse en una pared y tomar aire al sentir que sus pulmones se habían vaciado y parecían haber olvidado su función.

-Engañados, sí -murmuró para sí-. Querían que abriéramos el portal y que lo cruzáramos -dijo ya en un tono normalizado y dirigiéndose a sus compañeros, palabras acompañadas de una mirada de estupefacción-. ¿Dama Glesh? ¿Quién? -aquel extremo se le escapaba-. La enfermera que he traído obstinadamente con nosotros no es otra que Mérima Edea. Pero, ¿qué función ocupa en todo esto? ¿Qué papel? Debemos conseguir que despierte y nos dé respuestas.

- ¡Oh, Mérima! Ah... Ya ya...

La recordaba, más o menos. Era esa mujer- mejor dicho: esa armadura con voz de mujer- a la que tiró los trastos la lesbiana pavisosa carente de imaginación que tenía por profesión ser agente del FBI, de esas que salen en los panfletos de reclutamiento con los que caen los incautos que piensan que siendo agente federal llegarán a codearse con compañeras de trabajo como las de los folletos.

- Sí, pero no. No, no me refería a ella, me refería a la otra, a la enfermera que me atendió primero. La que no me trajo cuña cuando tuve ganas de orinar porque tenía catéter, la que me dijo lo del accidente de tren y la convención de ordenadores cuánticos en Atlanta.

 ¡Cómo había podido hacerlo! ¡Cómo había podido mentirle! Arpía de corazón gélido, embustera impúdica, granuja insidiosa... ¡Bruja! ¡Más que bruja! Con la ilusión que se había hecho de llegar aún a tiempo, todo vivaracho y jacarandoso, a la convención.

- Ay...- suspiró sin hache. Luego, con hache, añadió:- Hay... Hay formas para hacerla despertar. O debería haberlas. Con los medicamentos adecuados, las drogas apropiadas en las dosis precisas... Quizá. Se podría intentar. Nada perdemos por intentarlo. Hubo una época en la que estudié el sueño. Interesante época, sin duda. Fascinante, realmente fascinante. ¿Te acuerdas de...?- Y entonces se acordó él, pero no de "ese" cuyo nombre no había pronunciado y al que no había olvidado sino de cierta cuestión relacionada con ese "ese" y el estudio que había llevado en él.- Vaya... Se me ha olvidado lo que iba a decir. Bueno, da igual. Lo importante es que tengo algo de experiencia con el sueño y los estados de inconsciencia. Aunque bueno- añadió viendo a las extrañas criaturas aun frente a él-, dadas las circunstancias la experiencia tiene un valor relativo.

Lo que cuentan vuestros compañeros os recuerda vuestras propias experiencias. Ahora está claro. La mujer rubia, la de la habitación destrozada, a pesar de su gran cambio de forma, no puede ser otra que Utuk'ku. Y el hombre que ha decidido ir solo al piso superior, también le conocéis, es Kherlann. También la princesa Dukra estaba entre las enfermeras. La que atendió a Charles era la mismísima reina Mohap... ¿Y la que atendió a Edmond? ¿Podría ser... Lífira? ¿Estaban entonces Ina y Florian también entre los muertos?

Ahora es bastante fácil darse cuenta de que aquellos que se quedaron en sus camas mientras vosotros despertábais en vuestro bloque eran John, Katherine y Nadish, y que entre los supuestos enfermeros muertos estaban los antes conocidos como Acrisius y Xhar.

Ante vuestras revelaciones, las criaturas de nuevo se miran unas a otras.

- Vosotros perdéis la memoria. Nosotros los poderes. Y todo nuestro equipo. Sabemos que lo tienen aquí, en alguna parte. Ellos creían que no podíamos escuchar dentro de las peceras, pero sí. También es posible que haya más como nosotros.

Edmond, repentínamente, se llevó las palmas a las sienes al sentir una potente presión en ellos. Apoyó su espalda contra la pared y se dejó deslizar por ella hacia abajo, hasta quedar sentado, tratando de reordenar sus ideas conforme la niebla en su mente se disipaba. Nada de aquello tenía sentido.

Se sintió como si estuviera en bucle de espacio-tiempo. Todo su pasado volvía al presente pero totalmente cambiado y tergiversado. Lo mismo, pero de otra manera... una aberrante. Las mismas almas, en cuerpos parecidos, pero con tendencias muy distintas, por no decir opuestas, a lo que él siempre había conocido.

- ¿Y después de aquí? ¿Habrá otro lugar donde volveré a encontrarlos? - se preguntó en voz alta, tratando de asimilar algo totalmente nuevo para él. La situación le recordó a una serie donde un grupo de muchachos, perdidos en un laberinto, avanzaban sin encontrar jamás una salida. En cada zona del laberinto encontraban a unas personas que les ayudaban a continuar su viaje hacia la salida, mientras otras trataban de impedirlo. Y en todas y cada una de esas zonas siempre eran los mismos actores, solo que cada vez adoptaban roles distintos. Quien antes pretendió perjudicarles ahora les ayudaba y viceversa. Y eso, precisamente, era lo que encontraba en este momento.

Gente que estimaba y con la cual había arriesgado la vida en el pasado, ahora atentaban contra él y otros en aras de algo aparentemente maléfico. Y eso resultaba desconcertante y difícil de asumir.

Mientras trataba de ordenar sus ideas, las criaturas hablaron. Edmond alzó la mirada y tomó la palabra.

- Entonces, ¿Vosotros recordáis todo? ¿De donde sale esta organización y qué pretende?

La oleada de recuerdos fue demasiado para procesarlo tan de golpe, y durante unos segundos, Charles se quedó atontado. Aunque claro, no se llamaba Charles realmente. Y saber que Kherlann estaba arriba y solo, no le hacía demasiada gracia. Pero necesitaban las respuestas de aquellas criaturas antes de continuar.

-Edmond tiene razón. Necesitamos saber qué sabéis. Y después, seguir subiendo. Hay que asegurarse de que Kherlann siga vivo.

Uh, qué de cosas. Cosas que Archibald pretendía asimilar mientras su imaginación viajaba por derroteros realmente extraños, al menos para los estándares de alguien lo suficientemente estándar como para no ser consciente del poco estándar universo en el que las personas- o criaturas en general- vivían.

- Sí, sí, cierto. Necesitamos saber.

Pero no solo de los anfibios gigantes, también de los dos compañeros de planta a los que no conocía de nada. Así pues, dispuesto a obtener las respuestas que quería, se dirigió a aquellos con los que compartía aspecto aunque quizá no un mismo origen.

- ¿Quién es Kherlann? O mejor aún: ¿de dónde sois? ¿Ruk quizá? ¿La Tierra? Puede que incluso de otra recursión. Mmm... Interesante. ¿Cómo se llama vuestra recursión?

- Sabemos que experimentan. Sabemos que el último experimento salió bien, y mal a la vez. ¿Sois vosotros el último experimento? Nosotros llevamos aquí tanto tiempo...

-Kherlann es el hombre que ha seguido sin nosotros. No recuerdo ahora mismo como se presentó...-explicó el hombre-y no, ni Ruk ni la Tierra, Ardeyn, ese era mi mundo. Y el de Kherlann. 

Ante las palabras de la criatura, se encogió levemente de hombros.

-Supongo que podríamos ser ese experimento, lo ignoro. Pero deberíamos movernos.