Partida Rol por web

Ophelia comenzó a decir extrañas palabras y mover las manos para realizar el conjuro, y aunque no era la primera vez que veía a un mago la ignorancia sobre el arte arcano siempre le llevaba a desconfiar, pero no ahora. Todos estaban en la misma situación, a menos que la mujer fuera una excelente actriz y los tuviera a todos engañados. Cuando hubo terminado no sintió nada especial, ¿cómo sabría que había funcionado?

Al no escuchar ningún ruido de lucha decidió encender la linterna para bajar, mientras en la otra mano llevaba la espada desenfundada. No fue difícil seguir el paso de Mamawe, más que nada porque la puerta de la entrada estaba cerrada y se escuchaba ruido en la cocina. Al acercarse vio al O'Shar comiendo un trozo de carne mientras preguntaba qué iban a hacer con las puertas.

- No te será difícil tirar esa puerta mientras miramos la trampilla -dijo al tiempo que señalaba ambas entradas con la luz de la linterna-. El prisionero despertó y la maga me informará con magia si dice algo útil.

"Pero antes tengo que comprobar si funciona".

- ¿Señora? ¿Me escucha? -Sus preguntas estaban cargadas de cierto reparo, pero si funcionaba sería un conjuro de gran utilidad. Sólo tenía que recordar que no podía alejarse demasiado.

Se fue acercando a la trampilla despacio, esperando si el conjuro funcionaba, y miró a las mujeres para que alguna abriera ya que tenía las manos ocupadas. La linterna proporcionaba buena luz, además de poder enfocarla con precisión. 

Mamawe había permanecido en silencio, no le gustaba hablar en exceso; tal vez por eso había elegido bajar con los grandes O´shar, no tenían pinta de ir por ahí dando chácharas inútiles.
Una vez en la planta baja entraron en la cocina, estaba todo vacío. Pero encontraron una puerta cerrada y una trampilla en el suelo. -Primero puerta, luego trampilla. Comentó de forma pausada mientras le dirigía una mirada a Kalen.
Apenas se conocían pero Mamawe pensaba que él sabría abrir la puerta sin necesidad de darle una patada; no es que no le apeteciera darle un golpe a la puerta, estaba de mal humor,odiaba que la despertasen antes de sentirse descansada, pero un golpe así podría hacer demasiado ruido.

Phey respiró aliviado al ver que el fanático miraba a Ophelia cuando espetó su insulto. La maga era una mujer madura y curtida, y seguro que no se tomaría el reproche tan mal como lo haría Pazzo.

Así que Irith, ¿eh? Pasa mucho en estos momentos de caos que vive el mundo. Un grupo de paletos se inventa un falso ídolo al que adorar. Al principio es divertido. Organizan orgías y beben alcohol. Todo va bien hasta que la cosa se desmadra, y empieza a morir gente-señaló a los dos encapuchados caídos en combate-, pero eso no convierte a vuestra Idir-pronuncia el nombre mal a propósito-en algo real. Yo he visto milagros, gente que se quedaba dormida cuando sus heridas eran curadas mágicamente, templos gloriosos que sobresalen por encima de cualquier edificio civil... ¿Dónde se ofician las ceremonias de ese falso ídolo tuyo? ¿En una cochiquera? ¡Ja!

A Phey no se le daba bien mentir, y sus provocaciones sonaban más que falsas. Aún así tenía una oportunidad, si la fé ciega y el radicalismo nublaban tanto la razón del prisionero como para hacer que siguiese hablando para defender su causa.

Por su aspecto, la puerta cerrada con llave no resistiría ni una patada del O´Shar a mitad de fuerza. No se diferencia en casi nada a las de vuestras habitaciones, salvo que esta parece algo mas desgastada.

En cuanto a la trampilla, una simple cuerda habilita poder abrirla con facilidad.

Arriba:

   - Tu no has visto nada... no has visto el verdadero poder!!! tu Dios no es nada comparado con los favores que nos concede la gran Irith... pronto... muy pronto le veréis - Las palabras del encapuchado están cargadas de odio, mezclado con el dolor de sus heridas y cierto loco fanatismo, claramente visible por el enfermo brillo de sus ojos.

Ophelia y Kalen hablaban de un tipo de magia que conectaba a los dos para escucharse el uno al otro sin que la distancia sea una dificultad. Pazzo le tenía miedo a ese tipo de cosas, pero la bruja que acababan de conocer no parecía mala. Tenía muchas preguntas que ponerle, aunque ahora no era el momento.

Ahora esperaba respuestas de parte del encapuchado. La maga también se había acercado y Phey intentaba comunicarse con él de una manera más educada, cosa que Pazzo no entendía. El hombre no tardó mucho en contestar, aunque sus palabras no decían nada interesante, pero mostró su odio, con la mirada hacia Phey y con las palabras hacía Ophelia.

La voz de su querido guerrero sagrado volvió a escucharse y la pequeña Naiss se quedó pensativa con lo que decía. Se preguntaba cómo sabía el hombre tanto sobre lo que hacían los que adoraban a quien sea. Un pensamiento, que la hizo cabrearse mucho, le pasó por la mente. Puede que en algo así estuvo Phey metido todo el tiempo que faltó desde que salieron de la mina. Gracias a la oscuridad y a que nadie la miraba, pudo esconder su disgusto.

- Perdona, imbécil, el que está atado y desangrándose eres tú, cambió la voz para imitarlo y dijo con tono burlón “el suelo reclama tu sangre y tu alma va a disfrutar de ese tormento eterno dentro de poco”. Tienes más posibilidades que nosotros de no salir vivo de aquí. Se volvió hacía Phey y puso una pregunta mientras levantaba un dedo al aire. Cuando estabas inconsciente me di cuenta de que no sabía cómo atender tus heridas. Creo que es un buen momento empezar a practicar y podría hacerlo con este.

Se fue hasta la cama y trajo la funda de la almohada que había usado antes. Metió el cuchillo en ella e hizo unas tiras de tela. Se agachó junto al herido y le ató la tira de tal modo que pasaba encima de la herida, pero no tapándola si no metiéndose en ella causando un dolor espantoso. Apretó todo lo que pudo y por un momento pensó meter hasta el dedo en el agujero que había hecho el cuchillo. No lo hizo por asco y para que el encapuchado no llegue a desmayarse de dolor.

- Hmm, dijo pensativa, no creo que ha quedado bien. Debería hacer otro corte e intentarlo de nuevo. Espero que la gran zorra de Irith te de fuerzas para aguantar mis... "cuidados". Suelo ser muy, muy torpe. 

La voz de Kalen llegó suavemente hasta su oído. Ophelia se apartó del encapuchado y salió un instante al pasillo. No era necesario darle indicios sobre lo que estaban haciendo.

—Te escucho —sonó la respuesta en el oído de Kalen, como si una presencia incorpórea la hubiera susurrado con los labios pegados a su oreja—. ¿Habéis encontrado a alguien en la planta baja?

Ophelia confiaba en que no hubiera más supuestos sectarios en la planta baja. Alertados por el ruido del breve combate, habrían subido a apoyar a sus compañeros, o huido, quizás en busca de refuerzos.

No obstante, predecir el comportamiento de unos fanáticos estúpidos no estaba entre las habilidades que había desarrollado durante su vida.

Cuando regresó a la habitación, Pazzo estaba ensañándose con el encapuchado, vendando la herida de la pierna con la expresa intención de causarle dolor. Ophelia arrugó el gesto. No le agradaba el espectáculo, y no era el método que ella hubiera elegido, pero no pensaba discutirlo delante del sectario.

—Ya hemos podido comprobar sus favores esta noche —intervino Ophelia—. El sigilo y la planificación no están entre ellos. Ni siquiera habéis sido capaces de llevaros a este hombre sin despertar a todos los huéspedes de la posada.

Aunque no era imposible que una deidad local otorgara dones a sus seguidores, Ophelia contemplaba otras posibilidades. Alguna criatura de cierto poder que hubiera aprovechado la inestabilidad de la guerra para infiltrarse en la aldea y engañar a sus habitantes. Quizás incluso una persona, alguien lo bastante espabilado y desalmado como para convencer a los desgraciados de que se trataba de un dios.

No pudo evitar un leve respingo al escuchar la voz de la mujer, apenas un susurro pero la sensación fue tan extraña que miró a su alrededor en busca de la fuente. Por mucho que le hubiera explicado el funcionamiento del mismo sí que hubo un momento de sorpresa, pero en cuanto preguntó lo que sucedía agradeció la utilidad que la magia proporcionaba.

- Estamos en la cocina. Hasta ahora nadie, todo a oscuras y en silencio. Hemos encontrado una trampilla y una puerta cerrada, estamos por echar un vistazo. ¿Y ahí?

"Si no fuera porque tengo que hablar hubiera sido un conjuro estupendo de aprender, aunque sólo fuera éste. Muy útil para cuando se trabaja con un refuerzo", pero estaba pensando en otros tiempos, lo cuál le pareció curioso dado que necesitaba alejarse de todo aquello.

A Mamawe no le pareció buena idea dividir la tarea, y aunque era cierto que podían estar entre dos peligros había pensado que tampoco debían estar perdiendo el tiempo. Parecía que se iban a hacer las cosas despacio y, ¿qué significaba aquella mirada?

"Tal vez..."

- Vale, si queremos ir por pasos me parece bien. También ir despacio, ¿sin precipitar nuestra presencia? -Miró a los presentes, donde los O'Shar parecían intrigados con la trampilla- . Puedo intentar abrirla la cerradura -La señaló con la punta de su espada -, pero tengo que ir arriba a recoger algo que me ayudará. Ellos parecen entretenidos, así que podéis echar una ojeada sin bajar mientras regreso.

Cuando bajó no se imaginó que tenía que ir cargado con algunos objetos, al parecer el "posadero guión Alcalde" iba a ponerles algunas trabas.

- ¿Señora? Voy a subir, ¿de acuerdo?

No le apetecía ser tomado por otro de aquellos atacantes, y ya que podía usaría la ventaja que tenían. Sin duda estaba resultando algo muy cómodo. Así que, con ligereza y movimientos suaves llegó al pasillo, echando una breve ojeada al interior de la habitación donde estaba el prisionero (que estaba a despierto) y yendo a buscar con premura lo que necesitaba.

"Aquí estás".

Con diligencia se dispuso a regresar a la cocina.

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Apenas tardó en regresar y como esperaba no hicieron avances con respecto a lo hallado. Entregó la linterna a Mamawe para que se pusiera en un ángulo donde la luz favoreciera su tarea, de la misma forma que dejó su espada cerca, a un rápido movimiento de la mano hacia la empuñadura. Desplegó la tela con compartimientos que guardaban distintas herramientas, unas más pequeñas que otras, y algunas más raras que la anterior.

- Tardaré un poco, pero será más fácil de abrir -dijo con su habitual tono neutro, pausado.

Pocos sabían lo complicado que resultaba abrir una cerradura, incluso la más simple. Era evidente que tenía cierta experiencia a la hora de usar los utensilios, o al menos se veía habilidoso.

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La cerradura es de lo mas sencillo que te has encontrado, apenas si tardas unos segundos en abrir la cerradura. Tras la puerta veis una habitación algo mas grande que las dobles del piso de arriba, y mucho mas amueblada aunque sin demasiada calidad, los muebles se ven algo viejos. Dominando la habitación hay una cama grande, matrimonial, vacía en estos momentos pero hecha, esta claro que han pasado varias horas desde que alguien se echase en ella.

Tras tirar de la anilla y levantar la trampilla de madera, una escalera del mismo material conduce a una pequeña bodega, de no mas de 20 m2, donde se almacena principalmente la comida y bebida de la posada.

Abajo os llego los gritos de dolor del encapuchado, parecía que alguien se había puesto a torturarlo.

El enmascarado intento escupir esta vez a la Naiss, pero el dolor se lo impidió, haciendo que se escupiese si propia túnica.

  - No sal... arrhhhh, no saldreis vivos... arhhhh zorra... del pueblo!!! - A pesar del dolor su fanatismo le permitía aguantar, aunque parecía estar al límite de su resistencia.

¡Qué haces, Pazzo!

Phey lleva las manos a los vendajes y trata de aflojarlos tan rápido como puede.

No lo ha hecho a posta-se disculpó con el prisionero por las torpezas de Pazzo-. En serio. Se ha reformado, ahora mi amiga Naiss está en un viaje de exploración espiritual para ayudar al prójimo.

¿Ves? Tú también puedes reformarte. Puedes olvidarte de todas esas tonterías de la Señora de la Sangre y convertirte en un miembro útil para la sociedad, como Pazzo-efectivamente, el sectario sanguinario tendría tantas cosas que aprender de Pazzo...-Y si lo que te preocupa es tu religiosidad, en el Panteón de la Luz existen muchísimos dioses a los que rezar sin hacer sacrificios humanos. Preferiblemente Ihvist, aunque no quiero que pienses en mí como el típico guerrero sagrado que se pone a dar la tabarra con su doctrina. Cualquier otro dios sería un avance con respecto a Irith, y otra ventaja sería no tener que trasnochar a las tantas de la madrugada para secuestrar personas. Piénsalo.

Pssst... Pazzo, si quieres aprender a vendar heridas, prueba con los cadáveres. Luego te enseñaré. Pero mantén alejadas tus manos de los pacientes vivos hasta que obtengas práctica. Además, no es el momento: estamos en medio del interrogatorio.

A veces Phey se asustaba a sí mismo de lo duro que era. Está dispuesto a negarle asistencia médica al herido hasta que hablase... O hasta que se pueda ver un brillo en el fondo de los ojos que se pueda interpretar mínimamente como un atisbo de arrepentimiento, que tampoco hay que pasarse. ¡Un brillo cómo ese! No, falsa alarma... sigue blasfemando y llamando zorras a las chicas.

Udokal miró desde arriba el interior de la bodega, parecía llena de comida y bebida, suponía que lo suficiente para dar de comer a todos los huéspedes que pasaban por allí. Observó como el guerrero conseguía abrir la puerta que estaba cerrada, se preguntó de donde habría conseguido la llave, quizás el posadero se la había dejado. Pero la habitación estaba vacía.

-Voy a bajar, ilumina. Dijo a Keloa.

Udokal se puso a bajar y Keloa lo siguió iluminando la estancia con la antorcha. Ambos iban en silencio y atentos a cualquier cosa que pudiera estar escondida entre las cosas apiladas allí. Una vez abajo se aseguró que no había nadie escondido.

Unos pocos ajustes y en nada la cerradura cedió. Para algo así mejor ni molestarse en poner una, pero tampoco se contaba con que llegara alguien con intención de forzarla. Una ojeada al interior y se dedicó a recoger sus herramientas, no quería dejarlas desparramadas en caso de tener que salir a prisa de allí.

Con la tela ajustada lo mejor posible en su cinturón, tomó la linterna y fue enfocando la estancia. Como era de esperar estaba amueblada como debía para alguien que vivía allí, pero no se encontraba en la estancia y, para alguien que debía cuidar del lugar, era sumamente sospechoso. Así que entró, despacio y enfundando su espada, enfocando allí donde creía relevante, como posibles marcas de muebles al ser rodados o tablones sueltos.

- Puedo echar un vistazo a los cajones y armarios, por si encontramos algo relevante -dijo con poco entusiasmo mientras, en la cocina, la trampilla abierta adquiría mayor interés para los O'Shar-. Lo más probable es que se alejase del edificio, esperando donde esos tres debían llevar al chico. 

"Ya decía que no me gustaba su sonrisa de mierda. Le voy a dar mirada de desprecio en cuanto lo vea".

Mamawe entró en la pequeña estancia detrás de Kalen, se mantenía en guardia, con el arma preparada por si alguno de esos aldeanos encapuchados pretendía sorprenderlos. -Mira también bajo la cama, y en los armarios agregó sin más.En los pocos días que había compartido con Kalen se había dado cuenta de varias cosas, la primera era que aquel hombre poseía algunas habilidades muy útiles en los días que corrían, y la otra, que por suerte para ella, no le gustaba la cháchara insustancial.

Arriba el encapuchado se ríe a la cara de Phey por sus pobres intentos, sobre todo ahora que Pazzo ha parado de torturarlo.

Abajo, no encontráis nada reseñable, ni en la habitación ni en la bodega.

Vaya, menos mal. Por un momento pensé que se lo iba a tomar a mal, pero ríe y es feliz.

Sí... eso es... Veo que te gusta la idea-giró la cabeza hacia las dos mujeres en el pasillo-¿Qué os parece? He reformado a mi segunda alma descarriada. ¡Bravo! Ahora que somos amigos, ¿qué tal si me dices tu nombre? Yo soy Phey. ¿Tienes a alguien especial en este pueblo al que quieras que pongamos a salvo? ¿Esposa? ¿Hijos?

Udokal y Keloa suben de nuevo a la cocina tras inspeccionar la bodega y no encontrar nada fuera de lo normal. Seguía sin haber rastro de nadie más por allí, así que siguiendo el plan original saldrían de la posada y buscarían por los alrededores de esta.

-Buscar fuera.

Dijo para Mamawe y Kalen que seguían allí, mirando si la habitación ocultaba algo, parecía igual de vacía que la bodega. Junto a Keloa se acercó a la puerta de la posada y se preparó para abrirla, su compañera lo haría mientras él se preparaba para lo que pudiera haber al otro lado. Cuando Udokal estuvo listo Keloa abrió la puerta.