Partida Rol por web

El viento frío golpeaba contra el antiguo ventanal escarchado, por el cual apenas se lograba notar unos pequeños rayos de sol que habían logrado esquivar la neblina matutina de Montreux. El frío se podía sentir hasta en los huesos, y la la radio había indicado una sensación térmica de 1°C, con una baja significante de nieve a pesar de estar en invierno.

Aquella pequeña cabaña de resguardo, donde apenas una pequeña cantidad de chicos convivían bajo la protección y las enseñanzas de Áureo, se encontraba bajo las acciones de los muchachos. La tos ronca y fuerte, se había ido incrementando con los años, ayudada por las extremas temperaturas y el duro trabajo. Todos los niños se habían dando cuenta que la salud del protector había debilitando su cuerpo, pero no en espíritu; por lo que ninguno objetaba los trabajo tanto hogareños, como aquellos que proporcionaban el dinero para los víveres.

Eran las 10 am, y tanto Max como los otros muchachos se encontraban desayunando en la sala. La caldera, que se encontraban en un pequeño horno de hierro a leña, silvó indicando el punto de hervor de la misma. A su lado, sobre una pequeña mesada se encontraban las hierbas y la taza de lata de Áureo.

La tos ronca sonó por la casa, surcando cada rincón de la misma. Aquella provenía de la pieza de Áureo y se notaba peor que el día anterior.

- UUUUCCCCHHH UUUUCCCHH......Maaaaaaax.......Maaaax!. Mi té! - se sintió en el living la voz del anciano llamando al mayor de los muchachos y a su predilecto aprendiz.

Cada vez que escucho el eco de esa fea toz recorrer la casa, siento escalofríos que recorren mi cuerpo completamente, cada vez se ve peor, más cansado, sus ojeras se expanden cada día que pasa y los medicamentos que el doctor del pueblo nos recomendó en su última visita hace ya un par de semanas son demasiado caros como para que logremos conseguirlos por nuestra cuenta. Lo sé, sé que los chicos se han esforzado un montón para conseguir dinero este tiempo y mantener todo a flote, es difícil no pensar en el futuro que le deparara a nuestro viejo protector, pero tengo que ser fuerte por todos mis "hermanos" y seguir con la energía de siempre.

- Tom! mantén el orden en el comedor mientras voy a la pieza de Áureo, le llevare su te de hiervas, quiero que se mantengan en silencio, el lo necesita así, vuelvo al rato.

Llegando a la habitación me encuentro con el panorama que no esperaba encontrar pero en el fondo de mi corazón sabía que era el real, la energía en su rostro es menos aun que el día anterior, aun así le hablo en tono alegre

-Todo va mejor cierto? Aquí está el té que tanto te gusta. 

Se encontraba acostado en la cama de caño, aquella que había logrado reconstruir del desecho de un pueblerino, tapado con unas sabanas blancas gastadas que habían perdido su calidez y ahora tenían un aspecto aratonado y griseasea.
- OOOOCC Oooccc- volvió a toser, esta vez tapando su boca y calmando el sonido.
Sus ojos se posaron sobre el joven y su rostro evocó una sonrisa arrungando su cara, haciendo evidencia el paso del tiempo con su sabiduria.
- Oooh muchacho, gracias- comentó a su aprendiz mientras tomaba con sus manos la taza y acercaba a su nariz para respirar el aroma de las hierbas.
- Tarde o temprano, todo ira mejor - respondió para dar un sorbo lento al té, haciendo un poco de ruida ante la dificultad de la temperatura de la infusión y la falta de algunos dientes por la avanzada edad.
Continuaba tomando la bebida mientras cada tanto paraba para sentir su aroma, un aroma que le recordaba a su infancia a su hogar. - Espero que hoy no sea otro día de caída de nieve, porque debemos vender los dulces y mermeladas. Según mis cálculos....OOOOCCC OOOOCC!......nos debe estar por quedar el montó minimo de dinero para emergencias- aquel anciano a pesar de su estado, mantenía las cuentas, tanto de provisiones como de dinero, al día.

- Hee viejo! (así le decía de cariño) deja de preocuparte por esas cosas y descansa, te necesitamos bien y la única forma de que mejores es descansando de verdad, nosotros podemos ocuparnos de eso, nos enseñaste bien y juntos sacaremos todo adelante, solo mantén esa sonrisa tuya, como la que siempre pediste llevar con nosotros aunque las cosas fueran cuesta arriba y saldrá todo bien.

El fuerte olor que el té emana me trae recuerdos de esas tardes de niñez cuando aún no sabíamos leer y Áureo nos contaba las repetidas historias de los libros viejos de la estantería, qué tiempos aquellos, espero que se recupere para que pueda seguir leyendo a los más pequeños; Hablando de pequeños, espero que todo vaya bien con los chicos que fueron a cobrar su quincena por los trabajos, necesitamos esa plata extra ya que las mermeladas no serán suficientes esta vez, hay que admitirlo, las cosas no son lo mismo cuando Aureo no está a cargo.

- Necesitas algo más? Llama en caso de cualquier cosa, estaré en el comedor con los chicos, dejé a Tom al mando y la verdad no tengo fe de que el orden dure mucho con él jajaj

La verdad no sé si sea el mejor de los momentos para ir a buscar un encargo, no con Aureo en ese estado pero supongo que soy el único que puede ir a por él, ya que los demás chicos de mi edad se encontraban fuera por trabajo, espero que Tom logre mantener el orden en el orfanato.

- No te preocupes por la navidad, este año el mejor regalo que podemos tener es que te mejores, solo descansa, iré a por el encargo y volveré lo antes posible, queda Tom a cargo, cualquier cosa llámalo a él ya que los demás no estarán aquí hasta mañana.

Tomo la escopeta, el mapa y el bolso con todo lo necesario para el viaje como me enseño Aureo desde pequeño y por supuesto la cadena y prendedor de mis padres, la cual siempre llevo con migo a donde vaya.

- Espero volver sin novedad y lo antes posible, te los encargo Tom!

-/Me voy

Max tomó el arma de Áureo, así como la mochila y seis cartuchos, cuatro rojos (perdigones) y dos verdes (balín). Los niños que allí estaban, asintieron con la cabeza ante las palabras del mayor huérfano y este salió.

Hacia algo de frío, normal por aquella época del año, no nevaba y se veían algunas nubes dispersas. El blanco cubría casi todo alrededor, incluso se mezclaba entre los árboles, generando una agradable gama de colores. Podía escucharse el sonido del viento, bailando entre rama y rama, algunas aves lejanas y aun el bullicio de los chicos en la casa.

Max conocía el camino hacia la casa de sus vecinos, así como el terreno.

En mi cabeza seguían dando vuelta los pero de haber decidido emprender este viaje, Áureo enfermo y los chicos bajo el cuidado de Tom que prácticamente es otro niño más, espero volver lo más rápido posible, estos caminos para alguien que no los conoce pueden ser muy traicioneros, por suerte para mí, que vivo acá desde que tengo uso de razón, son como otro paseo por el parque.

El chico conocía bien el camino y sabia seguir su instinto, a pesar de la nieve y el frío, en su mente estaba la dirección por la que pasaba menos trabajo.

Ciertamente, en dicha época del año, algunas partes de Suiza se volvían inhóspitas, con heladas que calaban los huesos y acaba con toda criatura que ni encontrase refugio. Por suerte para Máx, esa mañana estaba soleada y no habían indicios de nevada, al menos no por el momento.

Caminó durante al menos cuarenta y cinco minutos, aproximadamente a mitad de camino, el pequeño río que marcaba la división natural de las tierras estaba congelado.

Ya llevo aproximadamente 45 min. caminando y voy a mitad de camino, conozco muy bien el sendero y aún es temprano, podría buscar huellas y tratar de buscar algo para cazar como dijo áureo, pero creo que es mejor idea ir directamente a casa de los vecinos a por el encargo y luego de regreso dedicarme a eso para no recorrer todo el camino con ese peso extra el cual podría provocar algún retraso, quiero estar de regreso en el orfanato a buena hora, ya puedo imaginar el desastre que tendrán Tom y los demás chicos.

Máx continuó su camino, sin antes divisar unos hongos creciendo cerca de la orilla del río, al menos ya sabía donde estaban. No había los había examinado, pero si eran hongos comestibles, serán un buen aderezo para la comida en el hogar.

La dirección al rancho no difería en cuanto geografía, al camino ya recorrido, nieve, árboles, algunos pasos de agua congelados y las nubes en el cielo reuniéndose.

Tras otros cuarenta y cinco minutos, arribó a su destino.

uff al fin después de 3 horas de caminar llego a casa de los vecinos, ahora toca avisar, espero que haya alguien, al entrar, a simple vista no se ven perros y algo de humo en la chimenea. 

(Coge una roca para golpear la vieja puerta de madera para ser escuchado con mayor facilidad).

- Aloo?! Alguien en casaaa!? acá Max del orfanato, vengo a por un encargo.

Al grito de  - Voooy – Resonaron unos pasos dentro del gran chalet de madera. Tras unos pocos segundos apareció allí John. Un hombre regordete, alrededor de cincuenta años, con acento estadounidense y pronunciados bigotes.

Lo cierto es que aquel vaquero, era realmente oriundo de los Estados Unidos, había hecho mucho dinero con dudosa procedencia, depositado todo en los bancos suizos y se había asentado allí a vivir los últimos años que le quedaban, con su bella mujer veinte años más joven y el hijo de su primer matrimonio. John McCrow siempre estaba al tanto de las necesidades del orfanato, mas de una vez le ofreció al tesauro de Áureo llevarle a tratamiento pero este se rehusaba, también les enviaba regalos y ayudaba en cuanto podía.

Al ver a Max, abrazo al chico levantándolo unos centímetros del suelo y estrujando su pequeño cuerpo – ¡Max! Cuanto has crecido, hacia unos meses que no te veia. ¿Cómo está el viejo? Ya murió– Haciendo ese último comentario, sin intención de que fuese verdad – Me extrañó que no viniese el antes, pasa ven, come algo.

- Tío Jhon!!! tanto tiempo! Jajaj, bueno si algo he crecido, ¿cómo va todo acá en la granja? ¿cómo está la familia?, hace mucho que no los veo, los extrañamos mucho en el orfanato.

Tío Jhon siempre ha sido muy amable con todos en orfanato, la verdad nunca nos importó todos los comentarios de las malas lenguas del pueblo referentes a como forjo su fortuna, siempre se vio como alguien honesto y de buen corazón y nos ayudaba sin pedir nada a cambio, agradezco mucho esa invitación a pasar y comer algo pero me urge regresar lo antes posible al orfanato y volver a cuidar a Áureo.

- ooo Tio gracias por la invitación pero la verdad es que Áureo se encuentra muy enfermo, por eso el no pudo venir antes y me gustaría regresar lo antes posible, me encantaría pasar y poneros al tanto de todo, siento tener que pedir el encargo sin más y luego marcharme, lo que si podría aceptar, es algo de esa comida que ofrece pero para llevarla, me sería muy útil para darle de comer algo a los chicos al regresar.

Ambos habían entrado por la puerta trasera de la inmensa casa, digna de una personalidad del deporte o de una estrella de cine. Allí una gran cocina desplegada con lujosa madera laqueada y piedra tallada, se veía adornado por las terminaciones en hierro y bronce. El ambiente era calido y acogedor, y un olor a verbena daba una sensación de paz y relajación

El viejo John había empezado a caminar dificultado su andar con las botas, por la capa de nieve y por su gran panza. El hombre llevaba su gran mano, aquella que se podía notar áspera y trabajada por los años, sobre el hombro del muchacho.

- Mi hijo esta con los peones en el capo, sabes que los ríos congelados son una trampa para los animales. Y mi esposa fue al pueblo por unas cosas. – respondió a las preguntas del joven, mientras entraban a cabaña.

El comentario de Max respecto a Aureo le hizo modificar la cara y expresar un seño afligido y triste. Los años desde que se conocían y aquella relación de respeto y afecto que se tenia, sentidos desde una relación marcada en ideales antiguos, casi como animales; recordando a las relaciones de la época de los cowboys, y cazadores nativos. – Oooh viejo amigooo – comento entre murmullos.

- Bueno, Max, ven pasa. Deja eso por ahí – señalo la mesada, para que dejara el pedido y se sentará. Mientras buscaba la fuente de carne braseada. -  Come lo que quieras, y sería bueno que utilices las enseñanzas del viejo, para que me traigas una piel. Vi una manada de renos por el norte de aquí, ve. Así aprovechamos que estaba terminando de carnear un bisonte y cuando vuelvas llevamos esa carne y la gasolina – termino de proponer, para dar una palma al muchacho incitándolo a comer.

Aquella carne emitiá un sinfonia en aromas entonados por distintas especias y resaltado por las leñas. Sin dudas, cualquiera en presencia de ello sentiría el inicio de sus papilas gustativas y el rugir de su estomago. John observo con ganas pero no pudo evitar el recuerdo de su señora - " El medico dijo que hay que cuidarse " - Aun así se acerco y arranco un pedazo, para guiñarle un ojo a Max. Tras saborearlo y lamerse los dedos, tras saciar un poco su gula continuo – Bueno, seguiré carneando así hacemos más rápido. – comento para luego salir de la cocina.

Es imposible sorprenderme cada vez que entro a esta cocina, todos sus lujos y cosas que ni siquiera se para que sirven, me es difícil no compararla con la del orfanato, es como si viviéramos en la basura prácticamente, tan solo el tamaño de esta es un tercio de nuestro hogar, sin olvidar lo llena que se encuentra de todo tipo de alimentos, uff con esto sobreviviríamos fácilmente más de medio año.

Bueno si quiero regresar rápido y con algo de comida para los chicos lo mejor será que coma esto lo antes posible y salga en busca de esos renos, será pan comido cazar uno si logro encontrarlos, y eso ayudara de paso al sr. Jhon, darle una mano después de lo bien que se ha portado con nosotros sería una forma de agradecer.

Sin darme cuenta comí de todo lo que había en la mesa, que hambriento que estaba, va siendo hora de salir de caza.

- Tío Jhon voy por el reno! vuelvo en un santiamén.

(cojo la mochila y demás cosas con las que llegue y salgo del lugar)

Tras comerse todo, Max decidió salir en busca de una presa. La carne y piel de los renos era muy útil y valiosa por aquellos lados, siendo que, un reno adulto podría alimentar por al menos noventa días al orfanato sin necesidad de salir a buscar más comida y la piel podría ser usada para algunas mantas.

El paisaje a las afueras del rancho no había cambiado, es más, algunos copos de nieve empezaban a hacerse presente. Aquella parte del bosque no la conocía tan bien como la que él estaba acostumbrado a recorrer, pero tenía alguna noción que otra del terreno, solo faltaba seguir las indicaciones que el viejo John le había dado y buscar los renos.

Sé dónde estoy, aunque no conozco muy bien por estos lados el terreno, no cambia mucho en relación al que si conozco, un poco de nieve, arboles, no me es difícil mantenerme orientado, pero esos renos son más escurridizos de lo que pensé, no los veo por ningún lado, según el Sr. Jhon andarían por estos lados, espero encontrarlos pronto para regresar lo antes posible a casa del Sr. Jhon y luego emprender viaje de regreso al orfanato.

El chico salió a recorrer el campo que estaba cerca del rancho, más o menos sabía donde se encontraban los renos, así que se dirigió directo al lugar.

La vista en la montaña era maravillosa, a lo lejos odia verse la hacienda, los peñascos y bellos arboles. Pocas veces Max había tenido la oportunidad de dirigirse hacia aquellos lados. Sin embargo, no lograba encontrar rastro de los animales, caminó y caminó por al menos una hora, sin rastro alguno. Los copos de nieve, empezaban a caer lentamente y las nubes en el cielo se iban amontonando con la misma velocidad. El tiempo pasaba, así que ya era hora de volver, seguramente John ya había logrado faenar la res y habría cargado el combustible para el orfanato en la camioneta, incluso los chicos y Áureo estarían ya esperando su regreso. Tal vez fue la distracción de sus pensamientos, el clima que estaba cambiando o la mala suerte, pero sin querer Max dio un paso en falso y cayó por un barranco, lo último que vio antes de volverse todo negro.

- ¡Corran! – La voz que se escuchaba parecía familiar ¿Era Áureo?

- ¡No lo lograremos, debes escapar tu! ¡Cuida de los niños! ¡Cuídalos! – La voz de la mujer parecía desesperada, por alguna razón daba aquellas órdenes.

- ¡Así lo hare, los protegeré con mi vida! – Volvió a contestar Áureo.

Al despertar, Max estaba confundido, a parte del sueño ya era de noche y para peor una tormenta de nieve había arreciado con fuerza. Sentía mucho frío en todo el cuerpo, el cual estaba prácticamente entumecido y de milagro no había muerto congelado. Tanteó alrededor no lograba encontrar la escopeta, apenas podía ver. Se incorporó como pudo, abrazando su cuerpo a si mismo ¿Cuántas horas había pasado inconsciente? Su pie derecho le punzaba a cada paso, incluso le hacia tastabillar al tratar de afirmar el paso.

El chico caminó desorientado y sin rumbo ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba? Seguro John, Tom, Áureo y los demás estarían muy preocupados por él. Paso a paso, sin ver en la oscuridad y la tormenta, no logró ver que se dirigía hacia un lago helado. Max cayó en el.

Sus sentidos empezaron a abandonarlo, poco a poco, sabía que era su final. De su mochila, como si fuese jalado lentamente, un reloj extraño salió. En el oscuro vacio del agua, Max lo veía, incluso empezó a escuchar un “tic tac”, incluso aquel objeto extraño emitía un palpitante brillo. Cada latido de la luz, resonaba al unísono con el corazón del chico y extrañamente el prendedor de ave también empezó a resplandecer dentro de su ropa.

Dentro del agua casi congelada, atontado por la cantidad de eventos en cadena que habían puesto a prueba sus sentidos, su cuerpo y tal vez producto de su mente al ser sus últimos momentos, una voz extraña pero dulce y semejante a un canto se escuchó, era otro idioma pero Max lo entendía.

Oh luz, que iluminas el camino…

 El palpitar del corazón del chico, resonaba como estruendosas explosiones.

Oh, que esta noche oscura

El reloj había empezado a  congelar el agua,  y daba una sensación fuerte que calaba los huesos.

Oh, el agua de la vida

Ya no podía moverse, sus fuerzas le abandonaban y estaba aprisionado.

Oh, el aire ascendente

El objeto emitiendo cada vez una luz más intensa aun parecía mover las agujas.

Oh, a las cenizas del fuego actúa a mí,

El dolor era intenso en todo su cuerpo, el hielo apretaba cada vez más.

Y llamé a su nombre, Tierra Aldundaih

Era imposible escapar, imposible moverse e imposible respirar, el hielo ingresó por su boca, nariz y orejas, oprimía su cuerpo y dolía… todo se volvió oscuro.