Partida Rol por web

Verá, me gustaría contratarle para que consigas algo -dice con pasmosa calma-. No se trata de un robo, claro. Más bien es algo así como una prueba.

Toma el baso que se encuentra encima de la redonda mesita, y en él echa unos polvitos de un amarillo casi fluorescente. Da un sorbo y continúa:

Supongo que será conocedor de la historia de los Cuatro. De su hazaña en el Remolino del tiempo. Y todas las leyendas que este hecho ha generado.

Pues bien -prosigue-, nuestro bien amado rey Äthzur desea enviar una expedición en busca del supuesto tesoro que habría ganado nuestra Aurende de haber salido “vencedora”. Cree que de está forma conseguirá acabar con la lucha en la que nos vemos inmersos.

Vuelve a dar otro sorbo y pregunta:

¿Qué opina de lo que le he contando hasta el momento?

Oh, no se trata de una decisión mundana  -responde con cautela-. Nosotras, las Brujas, estamos en permanente contacto con fuerzas que una persona ajena a la magia y al destino es incapaz de comprender. Quizá sea el capricho de los dioses, o que usted sea en realidad una pieza fundamental de la hazaña que nos ocupa. Puede que sea por su naturaleza extranjera, o simplemente por el corto tiempo que lleva en nuestra amada isla. El caso es que fuerzas ancestrales han determinado que debe encontrarse involucrado en “el asunto”.

Busca en sus hermanas una mirada de aprobación y prosigue:

Esa nota, que yo misma escribí, le ha traído aquí en este mismo momento. Y no puede decirse que nosotras hayamos tenido que esperar en exceso. Ha sido su decisión acudir a la cita. Usted mismo ha demostrado que ya se encuentra girando con el mecanismo en el que ahora nos encontramos -sus manos se alzan de forma exagerada, poseída por una gran excitación-. Dígame, ¿quiere saber a qué maquinaria se encuentra enlazado?

Eledor sonríe divertido antes de comenzar a hablar. Por lo que se toma unos instantes para recostárse en la butaca hasta quedar sentado con una actitud reflexiva.
-Que curioso...- Comenta el elfo ante aquel personaje tan misterioso. -Una prueva...- Reflexiona. No se trataba de pregunta alguna.
-Y digame, señor Odioafilado. ¿Que tiene que ver todo ese asunto del tesoro con un tipo como yo?... Quiero decir que se comenta que usted tiene colaboradores muy eficientes...- Milcaras sabía que ese tipo de personajes no bajaban hasta la mugre para proponer un trato directamente y menos se dejaban ver a cualquiera. De manera que todo aquello tomaba un cauze muy interesante, aunque Eledor no dejaría ningún cabo suelto.

Por supuesto, quisiera saber que destino me depara, y a donde me lelvara esta intrigante, y por lo que imagino, arriesgada mision, si los dioses estan vinculados en este destino...

*Me quedo mirandola un poco  a los ojos mientras piensa y leugo acontinuacion rompe el silencio mientras digo...

Bueno y que puedo hacer por la hermosa Moradle, por mi parte podemos dejarnos de cordialidaes, y hablarnos con confianza y empezamos a tutearnos, yo confio en vos, y vos en mi???

Sí, los tengo -comenta de forma tajante-. El problema es que no soy el único que tiene “acceso” a ellos. Existen informes, ¿sabe? Registros. El rey nos exige una organización extrema. Además casi ninguno de ellos ha mostrado cierto requisito para la misión. Y los que sí lo han mostrado son de sobra conocidos. Los espías con renombre, como Jaamesth Boonsh, resultan muy heroicos, pero poco prácticos.

Nosotras -reflexiona  mirando de refilón a sus acompañantes-. Nosotras confiamos plenamente en los designemos de los símbolos. Y si ellos lo han señalado a usted, en usted tendremos que confiar.

La dama más anciana se inclina sobre Morladle y le susurra algo en el oído.

La joven respira profundamente y prosigue:

Dentro de unos días un barco zarpará en dirección  a las Brumas. Usted ha de ir en él -Juega con el dorado colgante que lleva atado al cuello-. La nave está destinada a la búsqueda del supuesto tesoro que habría ganado la hechicera Aurende de haber salido “vencedora”, lo que creemos que proporcionaría un equilibrio perfecto entre Salemne y Lumnade. De esa forma la lucha entre los cuatro reinos podría terminar.

-Es mal negocio para un espía tener renombre...- Comenta con sarcasmo. Tras lo cual suspira levemente con aire reflexivo, aunque no desvía la mirada de los ojos de aquel tipo.
-Está bién. Te escucho Odioafilado...- Dice con el mismo aire de frialdad con el que se ha estado llevando la conversación hasta el momento.

Solo confiais en mi por los simbolos??, tal vez tengais razon esperar ver mis acciones en la busqueda, no hya problema, encontrare ese tesoro, aunque yo no confio que la guerra acabe, siempre hay guerra y lideres celosos de otros y por nada, comenzara otra guerra...

*Se queda un poco pensativo y luego mira a las damas, y a continuacion le dice...

Bueno hay algo mas que yo deba saber...??

Lo que quiero decirle -prosigue-, es que, en una “búsqueda del tesoro”, es imprescindible un bribón con los conocimientos necesarios para salir victoriosos en una lucha, prueba, o cómo lo quiera llamar, de la que apenas tenemos información.

¡Eh! -sonríe irónico-. Reconozco que es la primera vez, desde años, que me siento… ¿Cómo podría expresarlo? -se pregunta a sí mismo-. ¡Ah, sí! Desconocedor de algo.

Toma otro sorbo de su copa, mientras sientes que te mira como haciéndote una radiografía (Si hubiese escáneres de rayos-X en este mundo).

Por cierto -dice en tono inquisitivo-, ¿no te preguntas a qué “requisito” me refería?

Eledor sonríe de nuevo ámpliamente. Aquel asunto empezaba a interesarle. De manera que se incorpora levemente en la silla para clavar aun más sus ojos en los de aquel misterioso personaje. Como dos dagas ensangrantadas. Y mantiene una leve pero tensa pausa que se hizo interminable por momentos.
-De salir con vida de tal... prueva.- Empieza Milcaras. -...sería un problema que el campeón que consiguiera el tesoro que proporcione a nuestro amado rey el arma definitiva no fuera de sangre noble...- Dice con sarcasmo irónico. -En cambio si el pobre iluso muriese por el camino, sería conveniente que el asunto no se supiera para no incendiar aún mas las relaciones con Solamne y sus aliados...- Prosigue sin borrar su helada sonrisa. -... y nadie hecharía en falta un tipo como yo...-
-Al fin y al cabo tiene razón, Qüirither. Soy su mejor alternativa...- Dice ahora recostándose de nuevo en la silla. -Hablemos del precio...-

¿Te parecen banales los designios del destino? -pregunta con dulzura-. Quizás lo mejor sería que nosotras supiéramos más de vos.

Hemos oído que tuvisteis desavenencias con el rey de Belesia. ¿Le guardáis rencor?

¡Eh, eh, eh! -ríe con ganas. Aunque más risas parecen inspiraciones ahogadas, como si llevase mucho tiempo sin carcajear con sinceridad y se le hubiese apolillado la sonrisa- ¿El precio? ¡Eh! ¿Deshacernos de usted? ¡Eh, eh, eh!

Tarda unos segundos en recobrarla seriedad.

Creo que no me ha entendido bien, sr. Milcaras -admite-. No me interesa simplemente por su condición de ladrón, si no por su extraordinaria habilidad persuasiva solo propia de la nobleza.

Qüirither deja el vaso sobre la mesa y se inclina hacia su interlocutor:

Como usted mismo ha dicho, sería un problema que el campeón que consiguiera el tesoro del Remolino no fuese de sangre noble…

Bueno puede que un poco de rencor si, por mi parte no tiene derecho, a decidir en los sentimientos de las personas, a eso le llamo egoismo, y supongo que le ocurriras a la maroyorias de los lideres, que quereis vos exactamente conocer de mi???

*Les voy diciendo mientras le miro a los ojos...

-Comprendo.- Contesta el elfo aplastando la colilla en un cenicero que había en la mesa. -Y dado el caso de que me ocurriese algo no sería una gran perdida para ustedes...- Parecía como si dijera sus pensamientos en voz alta. Aunque omitió parte de ellos; y es que pensaba que dado el caso de salir bien parado del asunto, tendría los días contados de todas formas... Eseos eran el tipo de tratos al que estaba acostumbrado Milcaras.
-Aunque, si le parece, vamos a suponer que acepto la misión que usted me plantea. ¿Que cantidad están dispuestos a pagarme...?- Pregunta al fin con interés.

Sabemos que usted es un excelente Jinete Púrpura, que se encuentra perseguido por la justicia de Belesia, por cierto desacuerdo con el rey…

Un escalofrío parece recorrer la apagada piel de la hechicera, cambiando su semblante ligeramente, pero de forma bastante visible.

Verá, tengo un cierto presentimiento sobre lo que va a ocurrir en el Remolino -dice con cierto apuro-. No sé exactamente que será, pero creo…

La mujer más anciana pone su mano en el hombro de la chica, deteniéndola en su retahíla.

Será mejor que confiemos en las fortunas -suspira contenida-. Lo que tenga que ser será.

¿Qué le parecen 10.000.000 de platinos y una mansión en propiedad? -responde sabiendo lo desmesurado de su oferta-. Verá, no le estoy proponiendo hacerse pasar por un noble, si no adoptar la identidad de un apellido con plenos derechos.

De una bolsa de cuero negro situada sobre uno de los asientos libres, Qüirither saca un puñado de papeles. Algunos más nuevos y otros bastante envejecidos.

Aquí tengo los documentos de propiedad, el titulo de Barón de Lynerdle y la confirmación de varios testigos respecto a los coqueteos del viejo Rownslesd con chicas del Barrio Antiguo y de La Umbra, entre ellas su madre, claro.

Los labios del Jefe de Espías se curvan en una sonrisa ladina, y prosigue:

Por supuesto, jamás sabremos, a ciencia cierta, si el Barón Rownslesd es o no su pare -echa un vistazo al bosquejo del noble y te lo extiende-. Muchas fueron las doncellas caídas en desgracia que le reclamaron en el pasado responsabilidades para con sus hijos recién nacidos. Pero él jamás reconoció ni uno solo de sus supuestos romances con plebeyas. Era un misógino con aires de conquistador. Todo un personaje -susurra con voz gélida-. Y ahora, aunque no parezca causa de orgullo, usted puede ser su heredero legítimo. Un noble de la casa de La Araña Negra, un descendiente de la propia Aurende. Un señor.

Un señor...
Eledor abrió los ojos sorprendido ante tal planteamiento. Lo que se le había negado toda la vida, incluso él mismo se lo negó, ahora se lo estaban ofreciendo cómo pago. Aquello no se trataba de un trabajo cualquiera, y el simple hecho de intentar medirlo le producía un escalofrío que le recorría el espinazo.
Sabía que debía mantenerse firme. Había recibido suficientes lecciones en esta vida como para pensar que aquello sería fácil. Incluso podría tratarse de una trampa. Milcaras no era un iluso.
-Debo admitir que me sorprende lo que me esta ofreciendo...- Dice al fín tras una prolongada pausa y rompiendo, de esta forma, el hilo de sus pensamientos. -...Sería difícil negarse a recibir tal recompensa.-
De nuevo se quedó reflexionando unos instantes antes de proseguir.
-¿Que se espera de mi exactamente?- Pregunta al fin.

Remolino???, vos me prentendeis decir, que mi tierra esta en peligro???. no puede ser, ando en desacuerdoo con el jefe, pero..., añoro tantas cosas de mis tierras, tantas cosas importantes que deje alli...

*Digo esto mientras la miro a los ojos, con mirada preocupada y melancolica...

Ya se lo he dicho -responde sosegado-. Quisiera contratarle para asegurar que la “misión” que el rey envía al Remolino del Tiempo triunfe.

Usted es un profesional. Y ahora un representante de la nobleza para el pueblo -una media sonrisa se dibuja en el rostro de Qüirither, sin que este se percate de ello-. Piense qué noticia. “Nacido entre los escombros de la paupérrima Umbra, para convertirse en un noble (literalmente) héroe”.

Sonríe más ampliamente:

Como puede ver, sólo se trata de imagen.

No, no -dice conciliadora-. No se alarme. Me refiero al Remolino del Tiempo alrededor del que giran nuestras islas. Su mundo está a salvo. No se preocupe.

Su sonrisa parece una tiara de perlas meticulosamente engarzada en unos labios como rubíes.

Pero si deseamos que las guerras entre nuestros reinos lleguen a su fin, será nuestra obligación tomar cartas en el asunto -Medita levemente sobre sus efusivas palabras, demasiado caóticas para su gusto, y prosigue-: El rey Äthzur pretende igualar la balanza. Conseguir el equilibrio perdido hace ya tanto tiempo. La paz.

Usted puede ayudarnos a lograrlo.