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Repaso histórico

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14/05/2016, 15:35
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CRONOLOGÍA

 

1492. Llegada de los españoles al Continente.

1536. Don Pedro de Mendoza realizó el primer intento real de establecer un asentamiento permanente en el estuario del Río de la Plata, concretamente en la actual ciudad de Buenos Aires. Y de hecho, bautizó este primer asentamiento como Puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Aire. Sin embargo, pronto comenzaron las disputas con los indígenas querandíes, y al cabo de cuatro años, ante las presiones de los belicosos nativos, Don Pedro de Mendoza huyó de regreso a España, y el destacamento de soldados a los que abandonó se desplazó río arriba para fundar un asentamiento en tierras menos hostiles, que se convertiría en Asunción, la actual capital de Paraguay.

1542. Fundación por Cédula Real del Virreinato del Perú.

En la primera mitad del siglo XVI se tienen noticias de los viajes de varios Vástagos al Nuevo Mundo, principalmente Gangrel, pero también algunos Toreador y Ventrue, fascinados por el exótico encanto de las civilizaciones y tesoros precolombinos.

1580. Refundación de Buenos Aires a cargo de Juan de Garay. La bautizó la Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María del Buen Ayre.

S. XVI – XVII.

En el territorio argentino, la ciudad de Santiago del Estero (1551) es el asentamiento más antiguo del que se tiene noticia. El gobierno del Virreinato de la Plata en principio se asentó en la ciudad de Asunción, desde donde dirigió la colonización del sur, pero a finales del siglo XVI fue desplazada por San Miguel de Tucumán (1565) y Santa Fe (1573). Durante el siglo XVI las dos ciudades argentinas más importantes eran Tucumán y Córdoba (1573). La primera se alzaba en el corazón de una rica región agrícola y suministraba grano, algodón y ganado al Alto Perú. Córdoba se convirtió en un destacado centro educativo, y los misioneros jesuitas establecieron sus estancias en las sierras circundantes para proveer al Alto Perú de mulas, alimentos y vino. Se realizaron varias expediciones al sur a Patagonia (1604) y a Uruguay y Brasil para contener el avance de los portugueses.

1776. Creación del Virreinato del Río de la Plata.

La ciudad de la Trinidad y puerto de Santa María del Buen Ayre fue elegida como capital del virreinato porque su puerto abastecía un amplio mercado. Con el Reglamento de Libre Comercio de 1778, el puerto de Buenos Aires tuvo vinculaciones con España y con casi toda América.

Aunque los porteños sabemos bien que, en realidad, la medida fue una forma de legalizar el desmedido contrabando que se desarrollaba en Buenos Aires y de aligerar el viaje de los barcos comerciales que tenían que pasar por el Cabo de Hornos hacia el Pacífico para llegar a la capital del Virreinato del Perú.

La presencia de la Camarilla en Argentina fue tardía, ya que los antiguos de la secta erróneamente consideraron que el Nuevo Mundo era un lugar salvaje e incivilizado, pero a medida que llegaban noticias de las riquezas en metales preciosos y mercancías exóticas, quedó claro que no podían dejar aquella zona bajo el mando de renegados y simpatizantes del Sabbat. Desgraciadamente la secta enemiga les había tomado la delantera, afianzándose en las colonias españolas y portuguesas, por lo que la Camarilla susurró en los oídos de otras cortes europeas para que buscaran nuevos territorios que colonizar.

A finales del siglo XVI parece que en total se habían establecido al menos tres Cofradías del Sabbat fuertes en Argentina: Santiago de la Espada, la Tormenta Roja, y la Estrella de Plata, asentadas en las ciudades de Córdoba, Tucumán y Salta, respectivamente. Por lo que respecta a la estructura del Sabbat durante esta época los Lasombra constituían el clan más numeroso, pero a medida que llegaban nuevos vampiros del Viejo Mundo, y la influencia de la secta se expandía, el dominio de los Guardianes fue discutido. Los Lasombra centraron su poder entre los eclesiásticos y la elite colonial, mientras que el resto de linajes depredaban entre la creciente población criolla e indígena, que pronto se convirtieron en el grueso de la población. Aparte de los Guardianes los linajes más numerosos eran los Brujah, Gangrel y Toreador.

Durante el siglo XVII la Camarilla mantuvo su influencia en Argentina al mínimo, aunque comenzó a enviar sus espías y exploradores buscando explotar las debilidades del Sabbat, infiltrando a sus agentes principalmente en los asentamientos de Buenos Aires y Sacramento. Sin embargo, la secta enemiga todavía no contaba con una fuerza suficiente para desafiar a la Espada de Caín, por el momento, por lo que los Vástagos de la Camarilla se conformaron con consolidar sus posiciones y aguardar su momento para golpear. La oportunidad surgió en 1767. La expulsión de los jesuitas de las colonias españolas asestó un duro golpe a la influencia de los Lasombra, que culparon a otras facciones del Sabbat de lo ocurrido.

Hacia el siglo XVIII se tienen noticias de la presencia de un aventurero anarquista conocido como Don Fernando Díaz, quien junto con un grupo de seguidores y chiquillos recorría los territorios del Virreinato de la Plata, actuando como mercenario al mejor postor. El asentamiento de contrabandistas de Buenos Aires, donde el Sabbat había descuidado su base de operaciones se convirtió en una base perfecta para estos anarquistas. Ya fuera por casualidad o coincidencia poco después de la alianza entre Don Fernando Díaz y la Camarilla estalló la Primera Guerra Civil del Sabbat en 1767.

El debilitamiento de sus enemigos motivó a la Camarilla a actuar, enviando a numerosos agentes y arcontes que convirtieron Buenos Aires en el centro de poder de la secta, expulsando a los Cainitas que se habían instalado en los alrededores. Así Don Fernando se convirtió en el primer príncipe reconocido de la ciudad. Al mismo tiempo, varios agentes de la secta ayudaron a los políticos mortales a trasladar la capital del Virreinato de la Plata a Buenos Aires.

El camino hacia la independencia de Argentina estuvo motivado por el descontento de los criollos (colonos nacidos en el país), disgustados con la actitud elitista y restrictiva de las autoridades españolas. Al mismo tiempo las ideas intelectuales de la Ilustración, y sobre todo el ejemplo motivado por la independencia de los Estados Unidos de América en 1776, extendieron un sentimiento de necesidad de reformas políticas, sociales y económicas. Cuando los ejércitos británicos fueron rechazados de Buenos Aires en 1807, finalmente los criollos argentinos decidieron reclamar la autoridad para dirigir su propio destino.

1810. Primer Gobierno Patrio.

El 25 de mayo de 1810, dos años después de que Napoleón Bonaparte invadiera España, Buenos Aires inició el movimiento hacia su independencia, y para conmemorar la ocasión, su plaza principal se rebautizó como plaza de Mayo. A partir de 1810, y en consonancia con otros movimientos independentistas extendidos por toda Sudamérica, los colonos argentinos se movilizaron para expulsar a las autoridades españolas, una vez que muchas de sus demandas fueron rechazadas por las Juntas reunidas en Cádiz y posteriormente por el gobierno absolutista del rey Fernando VII, que regresó a España en 1814 y trató de devolver el país y sus colonias a la situación anterior.

1816. Declaración de la Independencia.

Bajo las órdenes del general José de San Martín, Manuel Belgrano, Cornelio Saavedra y Mariano Moreno, entre otros, el 9 de julio de 1816 las Provincias Unidas del Río de la Plata declararon la independencia completa y oficial en Tucumán. Sin embargo, una vez conseguido su objetivo, el nuevo estado sólo se encontraba unido prácticamente por el nombre. Ante la ausencia de una autoridad central eficaz, las discrepancias regionales dentro del país –sometidas durante el dominio español- se intensificaron, lo que dio lugar a la aparición de poderosos caudillos locales, que ofrecieron tanta resistencia al gobierno nacional de Buenos Aires como anteriormente lo habían hecho contra España. Ante esta situación pronto se produjo una división entre dos facciones: a grandes rasgos, los federalistas, con gran fuerza en el interior del país, que abogaban por una autonomía provincial, y los unitarios de Buenos Aires, defensores de una autoridad central que gobernase el nuevo país. Durante casi dos décadas los sangrientos e intensos conflictos entre estas dos facciones dejaron al país extenuado.

Federales y Unitarios

La lucha entre la Camarilla y el Sabbat fue feroz, y fue camuflada entre los conflictos que llevaron a la independencia de Argentina y los enfrentamientos políticos por el poder. Aunque las sectas se aprovecharon de mortales de distinta ideología, a grandes rasgos puede decirse que la Camarilla favorecía el centralismo de Buenos Aires, liderado por Juan Manuel de Rosas, mientras que el Sabbat fomentaba el federalismo de los terratenientes locales. El liderazgo del Sabbat argentino era ostentado por el nuevo Arzobispo de Córdoba, Roberto Formoso, un antitribu Brujah, mientras que la Camarilla era liderada por Fernando Díaz, reconocido como Príncipe de Buenos Aires. Ambos vampiros no dudaron en atraerse a vampiros extranjeros, realizando numerosas concesiones. En el caos de la guerra entre ambas sectas, hubo incluso algunos Vástagos que cambiaron de bando en varias ocasiones. Hacia 1848 Córdoba fue ocupada tras una dura lucha por arcontes de la Camarilla, y Roberto Formoso fue destruido. Fernando Díaz había resultado vencedor, aunque su poder había quedado enormemente mermado y se encontraba en manos de varios de los antiguos de Buenos Aires con los que se había endeudado para mantenerse en el poder.

1850 en adelante

Desde mediados del siglo XIX estos antiguos comenzaron a aumentar cada vez más su influencia sobre los vampiros de la Camarilla local, y a largo plazo conformarían el Consejo de Buenos Aires. Dentro de este consejo destacaba la figura de Alexandria, la Primogénita Toreador. De este modo a mediados del siglo XIX el Sabbat comenzó a retirarse hacia el este y el sur del país, pero el coste en bajas resultaba tremendo. Algunos de los nuevos Príncipes que ocupaban los territorios arrebatados al Sabbat, de hecho llegaban a acuerdos clandestinos al margen de la Camarilla, compartiendo zonas de interés común con algunos de sus enemigos. Aunque “oficialmente” en guerra o como mucho en tregua, la realidad es que puntualmente en algunas zonas se alcanzaban pactos para repartirse zonas de influencia y evitar conflictos que no hacían sino perjudicar a ambas partes.

La ascensión de Alexandria

La prueba evidente de la precariedad de las conquistas de la Camarilla llegó en 1861, cuando repentinamente, el Sabbat lanzó una incursión sobre Buenos Aires, y el Príncipe Fernando Díaz fue destruido. El Consejo de los antiguos porteños tomó las riendas temporalmente para destruir a los asesinos y expulsar a la Espada de Caín, pero enseguida comenzaron las disputas por ocupar la posición de Príncipe. Finalmente, y ante la necesidad de alcanzar el consenso, fue Alexandria, la Primogénita Toreador, quien terminó imponiéndose. La nueva Príncipe consiguió una serie de victorias en el norte de Argentina que reforzaron la presencia de la Camarilla en la zona, al mismo tiempo que instalaba a sus aliados en posiciones de autoridad por todo el país, reforzando así su influencia en el conjunto de la secta a nivel local.

El final del siglo XIX fue un período de esplendor para los vampiros argentinos, que siguieron en silencio a las oleadas de ganado humano que buscaba un lugar en el Nuevo Mundo donde prosperar.

Muchos expatriados de la Camarilla, a menudo recesos de revoluciones fallidas, acompañaban a los inmigrantes. Los Toreador en especial eran los más numerosos, deseosos de convertir Argentina en la meca de las artes de Sudamérica. Les seguían en número los Brujah, pero prácticamente todos los clanes dejaron su marca en la inmigración, y sus descendientes infestaron las ciudades argentinas.

Siglo XX

A principios del siglo XX el Consejo de Buenos Aires se había convertido en el principal poder vampírico de Argentina, y su posición parecía consolidada. Sin embargo, la principal amenaza para la secta procedía del interior, de los numerosos jóvenes anarquistas que huían de Europa y de los jóvenes vampiros producto del Abrazo descuidado, que paulatinamente consiguieron suficiente fuerza como para entorpecer los esfuerzos de los Príncipes por ejercer su autoridad. Los antiguos de la Camarilla volvieron la mirada hacia el interior de la secta, abandonando la guerra contra el Sabbat, permitiendo que la secta rival se reorganizara y sobreviviera, preparándose para lanzar un contraataque y una eventual toma del poder.

1940 – 1955. Perón y Evita

El teniente general Juan Domingo Perón llegó a la escena política en la década de 1940 para convertirse en la figura más querida por unos y rechazada por otros. Perón destacó en el ámbito nacional por vez primera como dirigente del Departamento Nacional del Trabajo y Previsión, después de que en 1943 un golpe de Estado derrocara al gobierno civil. Mientras ocupó este cargo, organizó importantes medidas para aliviar los daños causados por el gran terremoto de San Juan, lo que le valió el reconocimiento de todo el país. Además, durante este tiempo conoció a Eva (Evita) Duarte, la actriz radiofónica que se convertiría en su segunda esposa y que haría su propia contribución a la historia de Argentina, debido a su estrecha relación con los sectores más humildes.

Con Evita a su lado Perón llegó a la presidencia del país en 1946. Durante los años anteriores había estado en la Italia fascista y aprendido la importancia del espectáculo populista en la vida pública, desarrollando su propia versión mediática de los discursos de Benito Mussolini. Pronunció numerosos mítines desde el balcón de la Casa Rosada en compañía de su esposa, y aunque el matrimonio Perón gobernaba de forma autoritaria, promulgaron diversas medidas progresistas como la legitimización sindical, ampliación de los derechos políticos de los trabajadores, el derecho de voto femenino, e hicieron que los estudios universitarios fueran asequibles para cualquier individuo.

No obstante, las dificultades económicas y la creciente inflación socavaron la segunda presidencia de Juan Domingo Perón a partir de 1952, y la muerte de Evita aquel mismo año asestó un duro golpe, tanto al país como a la popularidad del presidente. A finales de 1955, un golpe de estado lo derrocó y envió al exilio en España, y de este modo se inició un período de casi tres décadas en el que se alternaron gobiernos civiles y dictaduras militares. Muchos vampiros vinculan el ascenso de Juan Domingo Perón al poder a la influencia de la Príncipe Alexandria, aunque la relación entre ambos nunca ha sido completamente esclarecida. Muchos creen que Alexandria utilizó a Perón para recortar la creciente influencia del Sabbat, que desde el siglo XX se estaba infiltrando dentro de la esfera militar, aunque se enfrentaba a una fuerte competencia por parte de otros poderes.

En verdad el primer gobierno de Perón benefició enormemente a la Camarilla, y en especial a Alexandria y sus aliados, entre los que se encontraban algunos Brujah Idealistas que veían en el gobierno peronista una forma de llevar a cabo sus propios experimentos políticos. Sin embargo, la relación entre la Príncipe y Perón no debía ser tan estrecha como algunos pensaron, pues el derrocamiento del presidente no la arrastró consigo. Aunque varios antiguos argentinos perdieron su influencia en el gobierno, lo cierto es que Alexandria continuó influyendo en la política argentina como si nada hubiera pasado. Pero los disturbios y descontento social producidos por la caída de Perón fueron aprovechados por otros poderes, sobre todo jóvenes descontentos de los clanes Toreador y Brujah, que querían crear su propio gobierno utópico, a semejanza de lo que había hecho el Consejo Brujah de la Unión Soviética. Desde una perspectiva alejada parece que al menos en parte estos jóvenes fueron apoyados por el Sabbat, quien siguió muy de cerca sus avances y se preparó para lanzar un golpe decisivo contra la Camarilla de Argentina.

1955 - 1983. Las Dictaduras

Desde la década de 1960 y principios de 1970 se había generalizado el sentimiento de oposición al gobierno, y las protestas callejeras solían acabar en verdaderos disturbios. Las organizaciones de guerrillas armadas, como el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y los Montoneros, emergieron como oponentes radicales ante los militares, las oligarquías y la influencia de los Estados Unidos en Latinoamérica. Paralelamente la corrupción gubernamental era cada vez mayor, al mismo tiempo que la incompetencia de Isabelita generaba un ascendente descontento, sumiendo el país en el caos.

El 24 de marzo de 1976, el general del ejército Jorge Rafael Videla llevó a cabo un cruento golpe de estado y se hizo con el gobierno de Argentina, iniciando un largo período de terror y brutalidad. El objetivo que perseguía Videla era aplastar los movimientos subversivos y restablecer el orden social; gran parte del público y la prensa argentinos le dieron su apoyo. De este modo, durante lo que el régimen etiquetó con el eufemístico nombre de Proceso de Reorganización Nacional (conocido como el Proceso), las fuerzas de seguridad recorrieron el país arrestando, torturando, violando y matando a cualquiera que constara en su lista de sospechosos izquierdistas.

Los grupos defensores de los derechos humanos calculan que durante el período entre 1976 y 1983, al que con frecuencia se alude como guerra sucia, “desaparecieron” unas 30.000 personas. Y desaparecer significaba ser secuestrado, detenido, torturado y probablemente asesinado sin ninguna esperanza de tener un juicio legal.

Los vampiros del Sabbat habían vigilado los movimientos de los militares argentinos desde hacía mucho tiempo, y pronto comenzaron a desarrollar un plan a largo plazo. Varios Cainitas establecieron sus peones o directamente Abrazaron chiquillos en el ejército, creando varios manadas que prepararon la que se llamó la Cruzada de la Plata, una serie de ataques coordinados sobre los principales dominios de la Camarilla. El gobierno de Perón y su posterior derrocamiento les permitió extender su influencia en la estructura gubernamental.

En 1976 el general Jorge Rafael Videla dio su golpe de estado, y aunque en parte resultaron sorprendidos, el Sabbat decidió lanzar la Cruzada de la Plata, con la bendición del Cardenal Carlos VI, del clan Lasombra. En principio resultó un éxito, pues pronto las ciudades de Córdoba y Mendoza quedaron bajo el dominio de la Espada de Caín. Sin embargo, su empuje fue contenido en otros lugares, gracias a la vigilancia ejercida por los arcontes de la Camarilla.

En Buenos Aires la Príncipe Alexandria resultó ilesa de un intento de asesinato contra su persona, no así algunos de los antiguos y Primogénitos porteños. La guerra se prolongó durante varios años, camuflada bajo la fachada de los excesos y represión del gobierno dictatorial de los militares, y ambas facciones no se dieron tregua. Sin embargo, a medida que transcurría el tiempo, la Príncipe Alexandria recibió la ayuda de la Justicar Toreador Madame Guil, y los vampiros del Sabbat fueron obligados a ceder terreno. Los Cainitas abandonaron su presencia abierta en Buenos Aires en 1983 y la diócesis de Córdoba fue recuperada por la Camarilla. No obstante, a pesar de las grandes pérdidas, la Espada de Caín había conseguido extender sus territorios e influencia.

1983. El retorno a la democracia

La impopularidad producida por el fiasco militar terminó por derrumbar la sangrienta dictadura. En 1983 los argentinos eligieron a Raúl Alfonsín como presidente. En su exitosa campaña presidencial de 1983, Alfonsín se comprometió a perseguir a los militares responsables de las violaciones de los derechos humanos durante la guerra sucia. Por ello, condenó a la Junta Suprema por secuestro, tortura y homicidio. Pero cuando el nuevo gobierno trató de juzgar a los oficiales de rangos inferiores, éstos se sublevaron en diversas partes de Argentina.

La administración sucumbió a las exigencias militares y elaboró la Ley de Obediencia Debida, que permitía a los oficiales de menor rango defenderse alegando que habían cumplido órdenes, así como una Ley de Punto Final, más allá de la cual no podía celebrarse ningún proceso judicial, ya fuera criminal o civil. Tales medidas evitaron los juicios de varios altos cargos de dudosa reputación, como el capitán de la Marina argentina Alfredo Astiz (el Ángel de la Muerte).

Aunque la mayoría de los vampiros lo desconocen, la Camarilla y el Sabbat acordaron una inestable tregua en 1984. Ambas facciones habían sufrido graves pérdidas y se encontraban debilitadas. La presencia de varios vampiros de los Seguidores de Set y los Giovanni les hacía temer que una facción independiente aprovechara la ocasión para tomar el poder. En la guerra habían perecido varios antiguos de uno y otro bando, produciéndose cierta renovación en la jerarquía vampírica.

Dentro del Sabbat varias manadas nómadas que habían llevado el peso de la campaña de la Camarilla se sintieron engañadas por la firma de la paz, y en los años siguientes se produjeron algunas purgas dentro de la Espada de Caín. El dominio de los Lasombra sobre la secta en Argentina se tambaleó, y aunque continuaron siendo la principal facción tuvieron que ceder terreno ante el empuje de los Tzimisce y los Antitribu Brujah.

Dentro de la Camarilla la Príncipe Alexandria reforzó su poder dentro de la secta, manteniéndose firme frente a las pretensiones de poder del Consejo de Buenos Aires. Por su parte dentro del Consejo había quienes abogaban por un reparto del poder más equilibrado y descentralizado. El líder de la facción contraria a Alexandria era el Primogénito Nosferatu, Don Jonás, cuya enemistad con la Príncipe Toreador no era un secreto para nadie. Sin embargo, tras el regreso de la democracia, parecía que la estabilidad y una tensa calma habían regresado a la política vampírica de Argentina, al menos durante un tiempo...

La década menemista

La década de los 90 fue el período más espectacular en todo el siglo XX en lo relacionado a la transferencia de riqueza de América Latina a los Estados Unidos y Europa. Fueron los años durante los cuales una importante cantidad de presidentes surgidos de elecciones sufrieron distintas suertes: algunos fueron juzgados y condenados por fraude y enriquecimiento ilícito (Collor de Mello en el Brasil, Pérez en Venezuela y Bucaram en el Ecuador); otros fueron públicamente identificados con asesinatos y narcotráfico (Salinas en Méjico), drogas y contrabando (Jaime Paz en Bolivia), y venta fraudulenta de empresas públicas (Cardoso en el Brasil). La presidencia de Menem tuvo la particularidad de combinar todos los vicios de sus colegas presidentes, con una diferencia: mantuvo el apoyo de Wall Street, la Comunidad Económica Europea y las más importancias instituciones financieras (FMI, Banco Mundial, BID).
Menem es parte de la corte de presidentes latinoamericanos responsable de haber vendido a precio vil los recursos públicos más lucrativos en la historia de la región. De esta manera, el menemismo es parte de un fenómeno más genérico, el “peonismo (servilismo) político”: la utilización de la presidencia al servicio de las demandas y el espíritu adquisitivo de las corporaciones multinacionales. Comprender al menemismo es enfocarlo como un fenómeno relacionado con un patrón general de comportamiento en América Latina. Los presidentes de Méjico, Brasil, Chile, Venezuela, Ecuador, etc. sirvieron de instrumentos para hacer que la década del 90 haya sido la más lucrativa para los bancos y multinacionales de los Estados Unidos y Europa: cerca de un trillón de dólares en ganancias, pagos de intereses de la deuda, excedentes comerciales y pagos en concepto de regalías, sumados a la venta de la mayor parte de los activos de las empresas más valiosas, y la transferencia del control del grueso de los mercados internos. El peonismo político presidencial ha enriquecido a las clases capitalistas de los Estados Unidos, Europa y el Japón hasta un grado sin precedentes, al tiempo que redujo de forma sistemática el estándar de vida de las tres cuartas partes de la población.
En Argentina, estas políticas dejaron los niveles de pobreza y desempleo más altos del siglo. Fue una época en la que el poder toreador avanzó hasta casi consumir los lugares de poder en Buenos Aires bajo la mirada controladora y la mano firme de Alexandria, que ya comenzaba a hastiar a los primogénitos de locales ansiosos de que un golpe de suerte moviera el tablero del poder cainita.

La crisis social del 2001

El exceso y enriquecimiento de pocos a costa de la miseria de muchos resquebrajó el tejido social y el momento culmen fue el estallido social del 2001 que trajo como consecuencia a nivel social, la renuncia del presidente Fernando de la Rua, y a nivel sociedad cainita un nuevo atentado contra la vida de la Príncipe en la que murieron el sheriff y el primogénito toreador de ese entonces. El Sabbat había estado orquestando un ataque en conjunto en otras ciudades del país y trató de tomar la ciudad de Buenos Aires, la que durante cinco días estuvo bajo el control del Sabbat. Finalmente fue recuperada gracias a la acción en conjunto de Madame Guil, la justicar toreador, y sus arcontes que llegaron para ayudar a Alexandria con el plan de recuperación de la ciudad y de las fuerzas desplegadas por el primogénito brujah y su clan.
De esta forma el pacto con el Sabbat se rompió hasta que eventos más peligrosos para la especie volvieron a juntar a las sectas rivales durante la Noche de los Aullidos.

La década kichnerista

La asunción de Néstor Kirchner como presidente en 2003 vino a restablecer poco a poco la calma en medio el clima de agitación  e inestabilidad que se habían instalado en el país. La Príncipe, más fortalecida en su cargo que nunca, supo manejarse con soltura ante los nuevos aires políticos, más inclinados hacia el peronismo que había conocido en los años 40, pero con una veta de fanatismo contraproducente entre sus adeptos, esta veta intentaba obligar a la Príncipe a tomar posiciones a favor o en contra cuando hasta la fecha la antigua toreador se había manejado en una delicada gama de grises. Los contactos de Alexandria y su buena (o aceptable) relación con el resto de los clanes hacía difícil que su poder se tambaleara, por eso una facción compuesta por miembros de los varios clanes contrarios a Alexandria (entre ellos ventrues y toreadores) comenzó una guerra sucia contra el clan giovanni para debilitar a los aliados de la Príncipe y demostrarle que su tiempo como líder estaba acercándose a su fin.
El clan Giovanni, enmascarado en la figura de la familia Noble, dueña de uno de los multimedios más poderosos del país, había estado acumulando negocios, prestigio y poder desde su desembarco durante el siglo XIX y era en las sombras uno de los recursos más fieles de la toreador al momento de mantener la Mascarada y encubrir deslices cainitas en los medios; al atacarlos se la atacaba indirectamente a ella. Esta guerra entre facciones quedó en un segundo plano en el momento en que desaparecieron la mayoría de los vástagos de Buenos Aires y con ellos la Príncipe, si bien nunca se supo las identidades de los conspiradores no se tiene la certeza de que hayan desaparecido también o de que estén reagrupándose en las sombras para tomar finalmente el poder.

2012. La Noche de los Aullidos

Al parecer la Príncipe y el Consejo de Buenos Aires habían recibido noticias de la desaparición de numerosos vampiros en el norte del país, tanto de la Camarilla, como del Sabbat, como algunos independientes. Ante las inquietantes noticias de los supervivientes fue convocada una reunión de emergencia del Consejo, para tomar medidas para prepararse ante la inminente llegada de...”algo”.

Aunque el Consejo procuró evitar que las noticias de las desapariciones se extendieran, los rumores y murmuraciones comenzaron a sembrar el pánico entre los Vástagos de Buenos Aires, y algunos comenzaron a abandonar la ciudad. La Príncipe y el Consejo, en una muestra de unidad raramente vista, permanecieron en sus puestos, y se dice que incluso llegaron a contactar con el Sabbat y las facciones independientes para establecer un frente común frente a la amenaza que se aproximaba noche tras noche.

Finalmente la crisis estalló en la noche del 4 de Abril. Las autoridades mundanas comunicaron que una tormenta tropical se había abatido sobre Buenos Aires y sus alrededores y en verdad durante horas se produjeron vientos huracanados (que resultaron ser tornados de categoría F2) que rompieron cristales y destruyeron algunos edificios. Algunos creyeron oír un profundo lamento cabalgando sobre el huracán, que se prolongaría durante otras dos noches, y parecía amainar durante el día. El gobierno ordenó que nadie saliera de sus casas mientras durase el mal tiempo.

Hacia la medianoche la tormenta estalló con mayor virulencia, y hacia el final se escuchó un prolongado quejido, el suelo tembló durante cinco minutos y el cielo cubierto de nubes se tiño repentinamente de rojo, hasta que la luz del amanecer comenzó a abrirse paso. Cuando la “tormenta” terminó, los vampiros comprobaron temerosos que muchos habían desaparecido, entre ellos la Príncipe y los miembros del Consejo, así como los arcontes y la guardia personal de Alexandria. Las alcantarillas de Buenos Aires habían recibido los peores daños, como si hubieran sufrido los efectos de un terremoto, y ningún Nosferatu parecía haber sobrevivido.

De las ciudades colindantes comenzaron a llegar los refugiados que habían abandonado Buenos Aires por su seguridad. Varios antiguos, a iniciativa del Pontífice Tremere de la Plata, realizaron la tentativa de formar un nuevo Consejo, que se encargaría de las labores de reconstrucción. Un mes después se comprobó que más de la mitad de los vampiros que se encontraban en la capital argentina durante la Noche de los Aullidos habían desaparecido sin dejar rastro...o pequeños montones de ceniza que no aportaban nada, aunque en realidad eran menos de lo que se creyó en un principio, ya que muchos habían huido en las noches previas a la crisis.

Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo la calma se mantenía, y poco a poco los Vástagos comenzaron a reaparecer y regresar a los refugios que habían abandonado, en parte apremiados por los antiguos del nuevo Consejo de Buenos Aires, que se están apresurando a reclutar partidarios para apuntalar sus posiciones y quizás optar al título de Príncipe.

La senescal Mercedes Moreno

Una figura inesperada apareció en escena cuando las aguas se calmaron: la asistente de la Príncipe Alexandria y Guardiana del Elíseo, Mercedes Moreno, presentó al Consejo provisorio de Buenos Aires un documento firmado en el que la desaparecida princesa la nombraba Senescal.

El hecho no fue bien recibido por parte de los vástagos que estaban luchando por la posición de Príncipe, sin embargo la nueva senescal contaba con el apoyo del Pontífice tremere de La Plata y de Fernando Urtizberrea, primogénito brujah, además de varios antiguos ventrue.

El resto de las clanes ya de por sí mantiene luchas internas por el poder, pero no es un secreto que en cuanto las primogenituras estén repartidas se intentará "barrer" a la usurpadora, como le llaman los toreadores más contrarios a su nombramiento.

Por otro lado, el temor ante un posible ataque del Sabbat aprovechando el debilitado estado de la Camarilla ha apremiado al sheriff a organizar un grupo de azotes y látigos para que mantengan vigilada la zona.

Notas de juego

Iré publicando detalles históricos especiales para los pj que lo necesiten.