Partida Rol por web

Aquel desgraciado comenzó a gritar como una gallina a la que iban a cortar la cabeza y pronto vimos que no nos estaba mintiendo,así que pasamos a la siguiente fase, comienzo a revisar el terreno para ver por donde han ido o busco pistas de si han dejado algo a su paso, todo lo necesario para encontrar a Julian y no abandonarlo a su suerte. espero que no sea ya tarde

Xertrude, marcharon por ahí. Un encapuchado y Julian, no pueden andar muy lejos.-digo señalando la dirección por la que les ví marchar y apoyando las palabras de Don Sebastian. No podían estar lejos, pero yo no era el mejor rastreador. Dependíamos de las habilidades de Xertude. Por si acaso, ahora más calmado volví a echar un vistazo a las pisadas. Parecía....

El soldado quedó inconsciente. Se desangró a los pocos segundos, y acto seguido murió. El otro sufrió el mismo destino. Aquellos desalmados habían probado a enfrentarse con quienes no debían, pero parecía haber otro tipo al que, según Sebastián y Caitán, habían ojeado a lo lejos: alguien quien también se atrevía a desafiarles... y se había llevado a Julián.

Mientras que Xertrude se puso en vanguardia y encontró unas huelas, cuatro, para ser más exactos, y en fila, fue Caitán quien se limitó a seguirlas, una por una. Ambos tenían buena faceta en tales lides, y que de esta guisa llegaron finalmente, tras unos diez minutos andando por el bosque, a un terreno que comenzó a elevarse. Vieron allí, bajo una gran mole de rocas y zarzas un agujero en la base de la misma, a la altura del terreno. Parecía una pequeña cueva. Las huellas se perdían en ella...

Sebastian, cauto, fue marcando los arboles por los que pasaban con una pequeña marca. Así la vuelta sería mucho más fácil.

Llegados a este punto no quedaba más que meterse en la boca del lobo. Miré a mis compañeros y entendía que me tocaba ir el primero. MAldiciendo me adentré en la cueva con la lanza firmemente cogida, por si se presentaba algún imprevisto. Luego fuí avanzando con mucho cuidado en el interior de la cueva, atento a lo que allí había. No fuese que hubiese trampas o algo por el estilo.-¿No tendréis una antorcha?-digo a mis compañeros.

Una cueva, una maldita cueva pero había que salvar a Julián, así que cuando veo que caitán entra primero, hago un gesto para que me deje ir en el medio Sebastian y así el cierra el grupo y protege la retaguardia.

-no no cogi mi mochila de viaje mientras te tenía entre mis piernas, espera Sí entonces lo duro que notaba era esto- saco mi candil y lo enciendo para que ilumine el camino por donde pasamos-mejor que la lleve yo, que Caitán con la lanza y tu detras con tus armas no sería practico

esto era peligroso y nunca me ha gustado estar en lugares cerrados, pero por un amigo lo que hiciese falta

Sebastián buscó por los alrededores de la cueva pistas que pudieran decirle qué se iban a encontrar dentro, e intentó escuchar dentro de la cueva con poco éxito, tras lo que comentó a Caitán:

- Yo tampoco he traído equipo, pero aquí estamos et nuestro amigo Julián también, así que entremos et que sea lo que Dios quiera.

Tras ello esperó pacientemente a que Caitán y Xertrude se internaran en la cueva e hizo lo propio tras ellos, desenvainando la espada y preparando el escudo, que nunca se sabe lo que se puede encontrar uno en recónditas cuevas, siendo diabolistas lo primero que se le vino a la cabeza.

Julián estaba aterrorizado ante tan siniestra escena. Intentaba resistirse ante la hechicería que le estaba atenazando, para poder huir lo más rápido posible de ahí... o lanzarse a por el maldito brujo si no le quedaba otra.
 

Xertrude y el caballero Sebastián iban en vanguardia, en fila horizontal. Por su parte, Caitán desde atrás cubría la retaguardia (aunque fuera con un cuchillo como su compañera portuguesa de falaces amoríos). El interior de la cueva, era estrecho y sinuoso, pero finalmente la gruta terminaba en una sala redondeada irregularmente. Fue entonces cuando los vísteis...

Allí, un fuego en una gran brasa natural descansaba junto a un tiro de roca, agujero donde salía y entraba el aire. Al lado de la gran brasa había varios calderos con agua, un gran yunque, y colocados entre los huecos de las paredes herramientas de herrero (martillos, tenazas, y otros aparatos). Parecía una improvisadísima herrería. Lo que verdaderamente os sorprendió fue aquella gran armadura: estaba de pie, aguantándose por cadenas amarradas a salientes engrilletados de la roca. Era armadura cerrada, de yelmo y celdada a botas; y lo más intrigante era que no podía verse su interior, pero de sus rendijas y grietas brotaba...

... sangre.

Además, para vuestra alegría y también desconcierto, encontrásteis a dos personas: una era Julián, de pie, de espaldas a vosotros. Y otra era un tipo ensotanado, con capucha y capa larga, que parecía estar preparando aquellas herramientas como para forjando placas de hierro, como las de aquellas armaduras.

Fue entonces cuando Julián pudo girar su cuello y ver aquella luz. La luz del candil era ínfima, pero lo suficiente como para reconocer algún rostro conocido. El candil en alto era sujetado por Xertrude, y a su lado tenía a Sebastián, portando escudo y espada en sus manos. Tras ellos, apareció Caitán, cuchillo en mano, cerrando la visita.

Los tres amigos vieron a Julián, girando el cuello hacia ellos, pero no así su cuerpo. Era como si estuviera inmóvil todo él, y no pudiera hacer nada para resistirse*. Entonces, el tipo que estaba manipulando las herramientas se percató de vuestra presencia, soltó las herramientas, y se giró, muy despacio, lentamente. Era una figura alta, y apenas podía verse su rostro: la oscuridad de la cueva (con escasa luz) y sus prendas que le ocultaban no os permitía distinguirle.

.................. la figura os miraba fijamente -.

Me lanzé sobre el encapuchado sin pensar nada. No me gustaba como pintaba esto. DE modo que cogiendo la lanza con las dos manos fuí a atacarle.

Caitán vio al pobre Julián y la armadura sangrando y se ratificó en su idea de diabolismo.

Intentó cubrir la distancia que les separaba de un salto, pero la estrechez de la cueva se lo impidió por lo que se acercó igualmente a enfrentarse al diabolista.

Pero que brujería es esta, armaduras que sangran, Julian paralizado, un hombre sombrio con túnica, esto era de lo más raro y cuando me dispongo a preguntar veo como mis compañeros saltan a por la única persona de la cueva que no conocemos, así que por si acaso no aciertan corro hacia el para intentar ponerme lo más cerca para usar mi puñal.

La figura reaccionó ante la imprevisibilidad de Caitán, que pese a llevar lanza lanza, se lanzó sobre el encapuchado sin conocerle de nada. Lejos de intentar refrenarle, el tipo se dió la vuelta para coger algo de una cubeta de agua que había tras de sí, en aquella improvisada herrería...

lanzé una lanzada precisa a la cabeza del encapuchado ensartándolo en la lanza. El segundo ataque fué rematarle. Si sobrevivía a esto, no era de este mundo.

Sebastián no iba a dejar sólo a Caitán enfrentarse al diabolista, así que por si acaso ese engendro tenía ganas de marcha tras ser ensartado como un pinchito moruno por la cabeza, le soltó un par de espadazos al cuerpo.

Caitán fue el primero en lanzarse contra el encapuchado, y le clavó en la cabeza el filo de la lanza con vehemencia. La punta metálica le atravesó por la oreja, pero increíblemente... Ningún dolor sufrió aquel hombre, pese a quedar la punta ensartada en su sien. No mostró signos de dolor, apenas sangraba y sólo dió un paso hacia atrás por el impulos. Por su parte, Xertrude se acercó a él con la intención de clavarle el cuchillo, como así fue; éste viajó de afuera a dentro, y luego fue sacado, pero no mostró signos de debilidad.

El tipo, aún con la lanza en la cabeza, se giró un poco y alargó su brazo hasta una cubeta de cobre rellena de agua y sacó una especie de lámina o tablilla (no lo veíais muy bien) que goteaba por el agua. Por su parte, el caballero de Santiago le profirió dos espadazos que le segaron el cuerpo y el abdomen, pero sólo sus telas fueron rasgadas, y no se distinguía el daño de las heridas. Tampoco se inmutó ante el dolor.

Pareciera que vuestras armas no le afectaran de ningún modo.