Partida Rol por web

-El libro, pequeña

Uno de los cisnes había hablado. Su voz era infinitamente dulce; como la de una niña.

- El libro - repitió, sin moverse.

Adrien observó a la valiente nenúfar y rápidamente se dio cuenta de lo que intentaba hacer así que se quito la parte superior de su ropa que se la lanzo al viejo bennen y se introdujo en el agua para ayudarla. Cuatro bichos entre dos sería más fácil que no cuatro solo para ella.

- Voy para allá - susurro mientras avanzaba hacía ella ignorando el frío del agua.

El agua fría recorría todo su cuerpo, cada gota que se deslizaba por su piel era como si abriese pequeñas heridas. Tiritando, concentró sus manos ante su boca expulsando vaho, el poco calor que le quedaba en su cuerpo, para calentar sus manos, y a continuación frotar sus pies gélidos.
“¿Como demonios le quitamos el libro?” pensó ante las palabras del cisne. En su divagación recordó que dejó al resto del otro grupo en la otra orilla, al mirar entre los arbustos vio como Adrien se denudaba, enseñando su peludo pecho, y se metía en la laguna. – ¿¡Pero que...!? – se le escapó en susurros. Apresurada, Nenúfar, intentó avisar al muchacho de que se detuviera  con claros movimientos con sus manos.  Señaló a Lasiam y con grandes gestos imitó el libro, ayudándose con la vocalización sin sonido. –“L I B R O” –  Con la poca información que podía darles, esperó que entendieran que tenían que conseguir el libro, pues no era la primera vez que les decían que debían conseguirlo. Pero el problema era: ¿como?.
Nenúfar siguió observando la disputa entre las dos magas, pensando como era la mejor forma de quitarle el libro con la mayor discreción. Quitárselo abiertamente no era la mejor opción, pues era muy evidente que la maga no se detendría. En ese momento, la joven echó de menos a Rhiannon. Ella sabría como hacerlo.

Harald salió, furioso, tras Rhiannon y Tuann. Pero al llegar a la calle se detuvo en seco.

Estaba nevando. Otra vez.

En el quicio de la puerta, Mins, el armiño de Mornath, los observó por un instante antes de perderse de vista en el interior.

En la calle, el normando que había perdido su barco protestaba junto a alguno de sus compatriotas que también habían salido mal parados de la pelea. Hablaban en normando y muy deprisa; mencionaban a Philiph, mencionaban Cornaulles... y mencionaban un nuevo rey.

Pronto dejaron de discutir y centraron su atención en la hermosa Rhiannon.

- Una bella mujer como vos, se merece algo mejor que un niño y un sueco borracho, ¿no creéis?

Un relámpago cruzó la superficie del lago, y se reflejó en este para tratar de alcanzar a Lasiam. La mujer, con cierto aburrimiento, estrechaba cada vez más la prisión de hielo de Handalaia, pero esta no se rendía. Más bien, era como si le fuera imposible rendirse.

Adrien llegó al lado de Nenúfar con idéntico resultado al de esta. Sus pies y sus piernas estaban amoratados por el frío, y pequeñas grietas sanguinolentas y dolorosas se abrían en su piel. Ambos habían conseguido llegar al otro extremo a base de voluntad, pero al llegar a tierra firme sus rodillas no pudieron sostenerles. Adrien ahogó un grito. El agua estaba más fría que el puro hielo. Por suerte los cisnes se interponían entre Handalaia y Lasiam; y, mientras se mantuvieran agachados, no podrían verlos.

Handalaia gritó de nuevo, pero esta vez moduló su dolor, ahogando las risas de Lasiam.

-¡¡LLEVATELOOOOOOOS!!!

El joven adrien tiritaba de frío junto a su compañera nenúfar mientras observaba los cisnes en silencio. Tras unos segundos para recuperar el aliento toma la palabra.

- ¿Como quieres conseguir ese libro?

Adrien estaba asustado, más bien aterrorizado, pero por fortuna el frío le ayudaba a disimularlo. En este momento lo único que se le pasaba por la cabeza era coger los gansos y llevárselos pero no estaba seguro de que fuera lo que había que hacer.

-Tiempo, tiempo, tiempo, tiempo -Sheogorath repitió la palabra una y otra vez-, tiempo, tiempo, tiempo...

De repente, para sorpresa de Bennen, el mago se levantó de un salto y corrió hacia la batalla de magas. Por el cambio frunció el ceño, como si algo no hubiera funcionado del todo bien, pero daba igual. Sabía que necesitaban tiempo; algo en su descolocado cerebro lo decía.

Y se los iba a dar, de la única forma que sabía.

-¡Eh, estúpidas niñas lanzadoras de magia! ¡Mirad lo que es MÁGICO!

Ante las todopoderosas Handalaia y Lasiam, los pantalones de Sheogorath cayeron sobre sus tobillos. No llevaba nada debajo...

Rhiannon tembló al ver como se acercaba hacia ella el dueño del barco que les trajo hasta Irlanda ¿La reconocería? Ocultó su bella mirada tras la oscura intimidad que le proporcionaba la capucha, bajó la vista hacia el pequeño Tuann  y con un movimiento brusco y repetitivo del hombro izquierdo, espasmódico, a modo de tic, habló al pequeño con voz gangosa y chillona.

“¡Va-vaaa-mos hiiijo! No mo-mo-molestemos a estos se-se-señores. Si quieren algo de- de nosotros, que hablen con tu pa- con tu pa-padre-dijo mirando a Harald-”.

La joven continuaba con la daga en la mano derecha, escondida bajo la capa.

Rhiannon y Tuann apretaban el paso huyendo de su cólera, y hacían bien. Sabía que habían escapado de una apurada situación, pero Harald no podía pensar con claridad, y no recuperaría el seso hasta que no descargase un par de buenos puñetazos en la cara de alguien. Y de nuevo se entrometían entre él y su presa. Como por impulso propio, Vendel saltó a su mano.

-¡Has perdido tu knorr, mujerzuela! –espetó al nórdico-. ¡Y ahora vas a perder tu lengua! ¡Verás cómo peleamos los noruegos!

Las venas de su cuello parecían a punto de reventar, y las comisuras de su boca empezaban a espumarajear. El propio Thor se habría acobardado ante su fiero aspecto. La sangre martilleaba en sus sienes, y el frío de la repentina nevada no calmaba el ardor rojizo que nublaba su frente.

Entre los copos de nieve que caían Tuann pudo reconocer a los señores del barco. Si esos gigantes los reconocían, la cosa se pondrían muy fea. Imitando a la zanahoria ocultó su rostro bajo su capucha y respondiendo a su artimaña dijo:

-Vale mama, pero no deberías respirar este aire tan frío-intentando que su voz sonase lo mas melosa posible.

Pero aún sí el niño no estaba dispuesto a dejar al gigante solo y por si acaso recordó un conjuro nunca antes usado. Lo bueno de ser un mago aprendiz era que ante situaciones de peligro solo se tiene tres o a lo sumo cuatro maneras de evitarlas. Así que para evitar daños mayores de su boca surgió el hechizo y una recomendación para Harald, mientras se acercaba a él y a los gigantes:
-No respires el frío aire padre, no es bueno para tu garganta-

Era un milagro que las magas no descubrieran a Adrien acercarse por el lago, estaban tan concentradas en sus hechizos, que hacia imposible robarle el libro a Lasiam.
 

- ¿Como quieres conseguir ese libro?- preguntó tiritando Adrien.
 

-No lo sé. Frota tus pies…o los perderás. – contestó en susurros al ver como temblaba del frio.

En ese momento, la voz de Shegorath sonaba cerca del lugar que los había dejado. -¡Eh, estúpidas niñas lanzadoras de magia! ¡Mirad lo que es MÁGICO! -Se había acercado al lago y requería la atención de las hechiceras mientras se bajaba los pantalones.
"Aprovechad momento."  Escuchó aún mas cerca. Directamente en su cabeza.

Nenúfar asintió decidida. Agarró los fríos brazos de Adrien, pidiendo toda su atención y le miró fijamente a los ojos. Solo tenían una oportunidad. – Si consigo el libro –pues era una suposición– saldré corriendo hacia el bosque, - correr, un verdadero reto con los pies helado – pero lo arrojaré a los arbustos.  -Sin tiempo para darle más instrucciones, Nenúfar se concentró en su objetivo, el libro. Agazapada se fue acercando hacia las mujeres. Sentía el cosquilleo doloroso de sus pies dormidos en cada paso.
Intentaría no correr hasta no ser descubierta, justo antes de coger el libro.

Mientras se frotaba las manos contra su pecho intentando entrar en acción se dio cuenta del arriesgado plan de nenúfar pero no tuvo tiempo de retenera pues se había vuelto a introducir en el frío agua dejándolo solo.
- ¿Debo quedarme oculto para recoger yo el libro ó debería moverme hasta los arbutos para recogerlo cuando lo tire?

Mientras pensaba en que debería hacer centro su atención en los animales que tenía delante mientras observaba como su joven amiga arriesgaba su vida y el mago loco intentaba llamar su atención.
- ¿Donde esta ese viejo borracho? No me fio nada de él...

Se tapaba los oídos con las manos cada estruendo le hacía estremecerse. Pero algo le golpeo la cara y le hizo caer al suelo, no por el impacto, si no por el miedo que esto le causo. Se levanto como pudo apoyándose en el árbol y busco que le había golpeado con el pie. Era simplemente una bota y por el olor nauseabundo era del hombrecillo que se creía un héroe. Enfadado y aun asustado maldijo a Adrien, " ¿Que demonios hace ese maldito niñato desnudándose? se va a congelar!!".

Después de un momento de desconcierto por el golpe, los sonidos de la batalla le hacía recordar donde estaba. La contienda se recrudecía y el mago loco, el mago que el creía conocer, parecía tener un plan. Salió corriendo gritando. Parecía que quería distraer a las contendientes por alguna razón que Bennen desconocía. Pero Bennen pensaba que había llegado el momento de actuar a pesar del miedo y decidió ayudar a Sheogorath. Salió corriendo y gritando, mas que para hacerse notar, para ocultar su miedo. Corrió sin saber adonde iba pero tropezó con algo blando y cayo de bruces contra el lodo de la orilla. Algo gruño, el obstáculo con el que había tropezado era el mago loco.

Un nuevo relámpago surcó el cielo; la pelea se hacía más y más encarnizada. Lasiam ganaba pasos a una exhausta Handalia, que no dudaba en levantar una y otra vez sus cansados brazos para proteger a los hijos de Lir.

Entonces, Sheogorath el mago, y tras él, el anciano ciego, corrieron por el lago hacia las hechiceras. Chapoteando en el agua helada, durante unos instantes desapareció la sonrisa de Lasiam (reemplazada quizá un leve sonrojo)cuando el Jerbitón se bajó los pantalones. Bennen chocó entonces con él y ambos rodaron por el lodo. Muy pronto, la gélida sensación les hizo sentir tremendamente cansados, y a duras penas lograron arrastrarse hasta la orilla seca. Estaban empapados.

Handalaia no desperdició el instante de distracción que le había proporcionado Sheogorath, y arremetió contra Lasiam un terrible chorro de agua, que la lanzó por los aires, y, a su vez, sirvió para camuflar la llegada de Nenúfar. La guardiana de Cornualles hizo honor a sus habilidades a pesar de sentir que sus pies se estaban partiendo en pedazos. Recogió el libro y corrió, hasta que se perdió de vista en unos cañizos.

Adrien, por su parte, había desaparecido también. Handalaia, agotada, cayó de rodillas ante Lasiam; pero esta no le prestó atención sino que caminó, con paso cansado pero firme, en dirección a los juncos hacia donde la arquera había corrido.

Ahora Sheogorath pudo contemplar con detenimiento los cisnes. Eran claramente más grandes y más blancos que un cisne común y, desaparecida Lasiam, se ahuecaron las plumas. Uno de ellos empujó con cariño la mejilla de Bennen. A solo unos pasos, solo se oían los jadeos de Handalaia, y el susurro de las voces que siempre la acompañaba.

Justo entonces, Nenúfar apareció de la nada, detrás de ellos.

Handalaia también parecía haber escuchado a Sheogorath pues, justo cuando ella se lanzaba a la carrera, la hechicera con piel de oso hizo nacer de sus manos la poderosa corriente de agua. Nenúfar llegó al lado de Lasiam justo cuando esta caía al suelo; cogió el libro de tapas negras en el aire y empezó a correr.
El libro, que en manos de Lasiam era desproporcionadamente grande, con Nenúfar debería guardar una mejor proporción. Pero no era así. A cada paso pesaba más, y era más aparatoso. Donde sus dedos lo tocaban sintió later el frío, como si se tratase de una criatura viva. Finalmente sintió un inexplicable e incontenible deseo de abrir el libro. Haciendo gala de su enorme fuerza de voluntad lo lanzó entre los juncos, titubeando. El libro le pareció entonces desproporcionadamente grande.

Una vez soltó el libro sintió un leve mareo y se desorientó. Los juncos eran altos, los pies le dolían... y no debía pararse, perdiéndose aún más. Tras unos instantes de desesperación una manita blanda enredó la suya con cariño y firmeza: a su lado, un goblin de enormes ojos violetas señalaba con gestos un estrecho camino entre las cañas, tirando de ella hacia él.

Nenúfar caminó tras el goblin (parecía bastante reacio a soltarle la mano) mientras trataba de entender su incomprensible jerga. Los juncos se cerraron a su alrededor y sobre su cabeza, y dejó de sentir frío. El camino serpenteó por lo que le pareció una eternidad pero, tras un recodo, el cielo estrellado volvió a abrirse a sus ojos. Estaba justo detrás de Sheogorath y los cisnes. Y el goblin había desaparecido.

Adrien dio un segundo de ventaja a Nenúfar y aprovechó la confusión para rodear las cañas. Debía encontrar el libro entre los juncos, donde ella debía arrojarlo. Aquel endiablado cañizo parecía un laberinto, y cuando encontró el libro de tapas negras, lo vio enorme. Apenas pudo levantarlo del suelo; era grande y pesado, y latía, como su fuera una criatura viva.

Un inexplicable deseo de abrir el libro se adueñó de él. Sacudió la cabeza. Su instinto le decía que no era buena idea, que debía correr pero...

Adrien cayó de rodillas, y ante él, abrió el libro.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------

Tanto tiempo ha pasado... - La voz era melancólica y antigua, y las imágenes se sucedieron en la mente del pescador. - Aquellos que me desterraron aquí ya no existen

La nieve cubría hasta donde alcanzaba la vista; mientras tanto, alrededor del fuego, los primeros hombres cantaban día y noche alrededor de un fuego cada vez más tenue.

Un dragón surcó el cielo dejando en él una estela dorada; y la nieve comenzó a derretirse, dando paso a la esplédida tierra verde que conocía.

Los dragones se multiplicaron, y llenaron las islas, ocupando en cada una una montaña o un acantilado.

- Pensé que no había ya esperanza para mí

Hombres armados con espadas rodearon a un dragón, hasta darle caza. Y esto ocurrió en muchas partes del mundo.

La luna se volvió púrpura y nacieron tres niños: una niña, rubia y deforme, en Cornualles; dos mellizos de ojos azules, mucho más al sur, en tierras de los vándalos

Hombres vestidos de blanco rodeaban a un dragón, el último. Un joven ciego vestido de negro huía del círculo, y el dragón dormía profundamente.

La voz gritó en silencio, desesperada. Traspasó su agonía a Adrien, y con ella, la oferta de su gélido poder

- Ayúdame - dijo - y tendrás a Giselle, y Cornualles

--------------------------------------------------------------------------------------------------------

Rhiannon dio dos pasos atrás, tomando la mano de Tuann. Del jaleo que procedía de la posada, se intuía que la pelea estaba lejos de terminar. La nieve se derretía mucho más rápidamente que en Cornaulles, y pronto sintió el barro, pesado, en sus botas.

Cuando escuchó las palabras en latin, su mano se crispó sobre la del pequeño. Malditos magos, pensó.

Pero Harald no parecía haber escuchado a Tuann, e, irritado, increpaba a la mujer pelirroja.

El caballeroso normando se adelantó unos pasos, interponiéndose entre el noruego y la ardilla.

- ¡No hay que ser valiente, sueco, para hablarle así a una madre! -

El hombre le cerró el paso valientemente, ignorando sus insultos y desafiándole con tranquilidad. La firmeza de su adversario detuvo un tanto su impulso, pero no su furia. Los ojos inyectados en sangre de Harald le lanzaron una mirada feroz. Con amenazadora parsimonia descolgó y embrazó su escudo vikingo.

-Parreces algo mejorr que la escorria que te acompaña, y merreces una muerrte digna –dijo, reconociendo su valor-. Serrá un buena pelea. Te matarré el prrimerro, y luego a quienes intenten ayudarrte.

Después golpeó a Vendel contra su escudo para despertar el espíritu guerrero del hacha, y se preparó para el combate.

“Maldito estúpido- pensó la pelirroja-, no ha entendido que el chico trata de hacer magia”.
A Rhiannon le repugnaba la idea que acababa de tener…pero no tenía otra alternativa.
“De-de-déjeme despedirme de mi gua-gua-guapo esposo, noble caba-caballero, pues no sé si lo vol-vol-volveré a ver”, al terminar de decir esto la ardilla se lanzó a los brazos de Harald y le besó con pasión en los labios, cortando la respiración del guerrero.
“Sólo espero que con este beso el imbécil del normando respire el aire durante el tiempo suficiente para que el chaval haga su trabajo…”.