Partida Rol por web

Estas tierras han sido malditas, el demonio se ha apoderado de ellas y es menester que vayamos en busca de ese pobre chico-dijo con voz grave mientras presionaba con las manos sus heridas- Quizas Manuel o algún otro sepa algo... ¿Y donde esta mi fiel compañero?

- Esa criatura... ¿habrá más por aquí? Puede que mis compañeros se hayan encontrado con más. - piensa justo antes de escuchar sonidos habituales en una lucha con espadas. - Independientemente de con qué se hayan encontrado, dos manos más seguro que les vienen bien.

Agachándo recoge su lanza, que antes dejó tirada en favor del hacha, e intenta concentrarse. Sabe que la suerte no le acompaña ahora, por lo que la busca, ayudado de su talismán, aprovechando su soledad para hacer los gestos y murmurar las palabras necesarias. Aunque no muy convencido con el hechizo, intenta orientarse utilizando su buen oído para dirigirse hacia la batalla que está teniendo lugar.

Gracias señor, Álvar. Pues sólo Nuestros Señor lo sabe, mis mercedes. Yo busco al igual a don Manuel, tal como ustedes. Del pequeño guerrero y Lucio poco se..., supongo que seguirán rastreando. Verán... me hallaba yo en línea recta pisando a oscuras este bosque, y tal que despues de un buen rato oí unos rebuznos, pero no... ¡eran ustedes, mis señores!, pero no se aún nada de los otros..., y justo por unos gritos de dolor pude escucharles bien y certeramente y aparecer justo antes de acabar con... por cierto... si no es indiscreción... ¿qué pajaro hemos matado? No hay cuervos tan grande ni rapaces tan....tan...

Antón no sabía que decir, les estaba causando grandes impresiones el hecho de contemplar aquella cosa sin vida ahora con más detenimiento. Cuando escuchó de boca de Antonio hablar del Diablo, Antón pareció sonreir bajo su máscara al tiempo que hacia la señal de la cruz.

El Señor, Nuestro Padre, nos guiará. Hará caer por precipio a los lobos que nos acechen y silenciará a los demonios que con fieras formas nos asalten o sutiles cuerpos de mujer nos seduzcan.

Y comenzó en bajo a rezar.

En esos momentos escuchásteis unos pasos vigorosos. Unos pasos que se aproximaban a vosotros.

Los lances de espadas cesaron. Noguera había estado siguiendo esos ruidos en pleno bosque. Sin embargo, la mala suerte quiso que cesaran. Se encontraba algo perdido. Sin embargo, justo cuando el chasquido de un filo acabó, comenzó una serenata un tanto horrenda, ¡irascible sin duda para cualquier mente tranquila! ¡¡Aberrante!! ¡¡TERRORÍFICA!!

El sonido gutural era emitido en forma de quejidos. No gritos, ladridos o rebuznos, sino que parecían salidos de las mismas entrañas del averno... ¡eran los gritos parecidos a algo con lo que se había enfrentado hacía pocos momentos!

Como no tenías ninguna pista mejor, seguiste el sonido dichos gritos. Venían de la misma dirección que aquel "rifirrafe" de espadas. Decenas de metros más alejados, se encontraba la escena que vieron tus ojos: viste a tus compañeros.

¡Clap Clap Clap Clap! (sonido de andares)

Todos estábais expectantes de quién o qué podría ser, al tiempo que todos preparados. Antón el mercenario tensó otra de sus flechas, y en esos momentos se encontró apuntando ni más ni menos que a su amo Don Manuel... ¡Noguera había dado con el resto!

Allí se encontraban Álvar, Antonio y Antón. Manuel comprobó varias cosas:

-Antonio estaba muy herido y sus ropas estaban ensangrentadas; Álvar tenía aun su filo entre sus manos, el cual estaba impregnado de una sustancia roja casi negra y algo viscosa. También se encontraba allí Antón, su escudero fiel, el cual parecía alegrarse bastante de encontrar a éste, al cual dejó de apuntar destensando la cuerda del arco... Pero lo que más le impactó a Nogura fue ver en mitad del claro donde se encontraban a una bestia con alas y con la cabeza semicercenada, muy deteriorada, y por supuesto muerta. Algo dantesco, sin duda...

En esos momentos Antón corrió hasta su amo y bajó su cabeza, agradeciendo al Altísimo que seguía con vida.

Estaba agachado, cerca de maese Antonio, cuando vimos llegar a don Manuel.

- A Dios gracias que nos hayáis encontrado - Dije, dirigiéndome al noble guerrero. - Lo que ha ocurrido aquí ha sido de pesadilla, pero la peor parte se la ha llevado maese Antonio. Creo que está vivo de milagro, demos gracias al Altísimo.

- Maese Antonio, díganos, ¿Puede su merced andar? Creo que sería mejor llevarlo donde los campesinos, que cuiden de sus heridas mientras nosotros continuamos la búsqueda de los niños. Ahora que hemos dado fin a la bestia, quizá sea más fácil dar con su paradero.

No será necesario mi buen Alvar-dijo tratando de mostrar una sonrrisa, aunque su cara, torcida por el dolor, solo era una sombra-puedo andar aunque maltrecho he quedado. Pero ese chico anda perdido y hemos de encontrarlo. Si bien aprecio mi vida mas que a cualquier tesoro, debo tratar de buscar al chico aunque arriesge la misma pues el es joven y yo viejo...

Mi buen Manuel-dijo dirigiendose a su compañero, que no podia retirar la vista de la terrible criatura- decidme, ¿no habeis encontrado rastro del joven?

Manuel, cuando vé a sus compañeros, y, sobre todo, el estado en el que se encuentran, enfunda su hacha, y camina hacia ellos con cara preocupada por el estado de Antonio.

- No. He tenido un encuentro, pero ha sido con una criatura proveniente del mismo sitio que esa. - contesta a Antonio mirando con desprecio hacia el lugar donde yace muerto el ser alado. - Aunque viendo el estado en el que vos se encuentra, he de decir que me alegro de que haya huído. Y perdone que insista en lo dicho por maese Alvar, pero ¿está seguro que puede continuar? De ser así creo que deberíamos ponernos en marcha cuanto antes.  Y no separarnos. Sino de seguro me volveré a perder. - bromea el infanzón, mirando a Antón, quien ha tenido que sufrir más su mala orientación que sus actuales compañeros.

-Si si estoy bien. Debemos encontrar al chico antes de que sea demasiado tarde-dijo empezando a andar, aunque no sin mucho resuello por su parte.

¿Donde estaará ese rufian? Moro o no espero que no haya tenido un mal encuentro...

¿Otra criatura que ha huido? -se preguntó Antón cuando su amo explicaba su anterior situación. Si vale algo mi humilde palabra ante ustedes, mis señores, también diré aquello de no separarnos, además, cualquier rastro en la noche puede escapársele a uno, por lo que es menester seguir una ruta y probar por ahí.

Ahora Antón, que tenía el arco bajado, comenzó a esperar la decisión que tomaran aquellos hombres.

Con resolución, me dirigí hacia mis acompañantes en esta extraña aventura.

- Partamos, pues. Con la presteza que sea soportable para maese Antonio. Cada instante que perdamos aquí es una oportunidad menos de encontrar a las víctimas de esos horribles colachos.

Mientras los compañeros se ponían en marcha, me acerqué un momento al cuerpo ya sin vida de aquella criatura, buscando algo que pudiera darnos alguna pista o idea... algo que pudiera ayudarnos en nuestras pesquisas.

Alvar, por favor, permitidme un momento-dijo haciendo un gesto con la mano al hombre para que se apartara con el un poco del resto. Tras cuchichear unas palabras, los dos prosiguieron la busqueda. Aunque el viejo no cesaba de toser a medida que avanzaba.

Cuando Alvar se quedo un poco apartado con el viejo este le enseño un pequeño frasco de barro tapado con una tela raida y un cordon.

-Mi buen amigo, a vos debo mi vida. A vos y a Dios. Y debo tratar de compensarte. Bueno soy, en mi humildad, en mis tareas que el señor me ha designado. Y tanto es asi que guardo un poco de aceite. Te ruego que antes de proseguir, ungas tu acero con este aceite, y ten por seguro que el señor te ayudará si nos volvemos a topar con una de esas criaturas-dijo sonrriendo-es el último que me queda, asi que apresurate. Y no me mires así, tan solo es un regalo-dijo riendo, pero un acceso de tos volvió a silenciarlo una vez mas. Y tras entregarle el frasco continuaron andando.

Observé el frasco de arcilla y miré mi espada manchada de sangre negruzca.

- Mil gracias, maese Antonio. También temo que esta sangre demoníaca pueda debilitar mi acero. No dudo que estos afeites ayudarán a ahuyentar la podredumbre de mi espada. La aplicaré con presteza.

Sonreí al buen Antonio, a pesar que quizá la negrura de la noche velara mi gesto, pero seguro que mis palabras transportaron mis buenos sentimientos y sincero agradecimiento a mi compañero de camino.

Guardé el frasco entre mis ropas, con la idea de aplicarlo en cuanto acabase de registrar la mortaja de aquél ser que yacía a nuestros pies.

Al mismo tiempo, se me ocurrió la idea que sería buena cosa llevar alguna muestra de aquella criatura que pueda apoyar nuestras palabras ante la familia que estábamos intentando ayudar, dado que a mí mismo me sería difícil creer lo que les explicaríamos a aquellas humildes gentes a nuestro regreso. Así que, me decidí a acabar de cortar la cabeza del monstruo y llevarla como prueba tanto de nuestra historia como de la vencibilidad de aquellos seres.

Maese Álvar, delante de todos los presentes, cortó la cabeza al colacho. Bueno, lo que quedaba de ella. Ahora la tenía como posesión y prueba de que el diablo (o fuera lo que fuera) rondaba por aquellas planicies castellanas, esos bosques. La noche continuaba algo cerrada y con cierta niebla en algunos recodos. En esos momentos, Antón habló de nuevo.

Mis señores... -dije inspirado por cierta fortuna. Ciertamente mi amo don Noguera llegó por aquel recodo -dijo señalando la parte oeste del bosque. Sin embargo yo y mi flecha entré en este claro -el este del mismo-. Si los señores don Álvar y don Antonio procedieron de allí atrás creo que hemos de continuar por esa dirección -Antón señaló levantando el arco con su mano el mismo sentido por donde intentaba huir el colaco dando tumbos, aleteos y quejidos.

Guianos muchacho-dijo Antonio levantando el brazo y haciendole un gesto para que siguiera adelante-Vayamos rapido pues no se cuanto aguantare con est...-mientras caminaba apenas podía hablar. La tos le empezó a afectar de nuevo.

- ¡Pardiéz, Antón! Tus palabras son tan certeras como tus flechas. - Le espeté al siervo de Don Manuel, pues dijo exactamente lo que yo mismo estaba pensando.

- A todo esto, me gustaría saber dónde estará Lucio. - Dije, como pensando en voz alta - Espero que ese holgazán no se haya quedado dormido bajo la primera encina apartada que haya encontrado en el linde del bosque. - Después de todo, dejar caer una frase algo jocosa en aquel momento de tensión, era una buena medida para levantar el ánimo de los presentes, el cual andaba bastante bajo.

- ¡LUCIO! - Grité hacia la oscuridad. No creí que debiera preocuparme por levantar la voz, después del estruendo de la lucha que acabábamos de llevar a cabo.