Partida Rol por web

Antón no comprendía los gestos de su amo. ¿Bajar? ¿Sacar su pequeña espada? ¿o tal vez fuera ayudar de nuevo al malherido don Antonio? Fuera como fuese, Antón se limitó a negar pensando que el pago por la empresa no llegaría nunca por aquel ademán frustrante...

Iniciativas: Noguera, Antón, Individuo, Álvar.

Cuando queráis comenzáis a declarar.

Manuel se sorprende de la negativa de Antón de no atacar.
- ¿No me habrá entendido?
- ¡DISPARALE! ¡DISPARALE YA! - grita, para que ésta vez no queden dudas.

Tras ello, coge su daga, y se la lanza al ser esperando hacer el mayor daño posible.

Antón "Ataca y Ataca".

Individo Esquiva y Esquiva (una para Noguera, otra para Álvar).

Declara Álvar.

Ataque y movimiento

Viendo que mi amo lanzó un cuchillo no pude sino cargar una de mis flechas, allá subido en la rama, e intentar acertar a ese ser de aspecto peculiar y tenebroso. Sin duda me preguntaban porqué no se acercaban más y le cortaban la cabeza con la espada como en otras ocasiones hicieron uso de ellas.

¡Alaben al Señor, todas las naciones, glorifíquenlo, todos los pueblos! -rezaba. Porque es inquebrantable su amor por nosotros, y su fidelidad permanece para siempre. ¡Aleluya!

En esos momentos cargué mi arco y disparé.

Sin embargo, quiso aquel fuego que mi mente se desconcentrase, y mis plegarias no llegaran a los oidos del Altísimo...

Aquella daga voló unos metros con una precisión y una fuerza propias de cualquier rapaz a punto de atrapar un ratón a campo abierto. Fue un movimiento rápido y preciso del joven Noguera, quedándo hundida a través de la frente todo el filo del arma, dejándo ver únicamente la empuñadura. Su cuerpo se desplomó inmediatamene, dejando unos ojos penetrantes e incrédulos en el cadáver... Aquella cosa ahora perecía delante de ellos, tumbado boca arriba.

En esos momentos, aquella columna de fuego retorcido comenzó a descontrolarse, ¡SE MOVÍA DE UN LADO A OTRO!

Ahora no estaba estática aquella inmensidad hecha de llamas, sino que fluctuaba hacia delante y hacia atrás, a un lateral y a otro, y parecía ahora como un remolino de fuego. ¡¡ESTABA DESATADO!!

Cierto era que había perdido intensidad cuando aquel individuo que hablaba en latín dejó de vivir, y acto seguido, las copas de los árboles si que ardieron, si que se consumieron y el fuego comenzó a extenderse ¡¡SE EXPANDÍA POR DOQUIER!! Un humo muy diferente comenzó a salir ahora: olía a buena madera quemada y no a fragancias extrañas... ¡¡CÓMO CALENTABA EL FATÍDICO!!

Mientras tanto, el cadáver de aquel tipo que había caído para atrás mantenía incrustada la daga de Noguera, y los dos chicos estaban junto al fuego, casi tocando las llamas, ¡a punto!

¡Cojed a los crios!-grito Antonio sacando fuerzas de alguna parte de su alma, aunque no sabia muy bien como. No podía creerse que Manuel hubiera acabado con aquella criatura, era lo último que había esperado... pero quizas Dios no los había abandonado del todo.
Sin esperar respuesta de sus compañeros, los cuales quizas ni siquiera le hubiesen escuchado, logró desatar al moro. Examinó sus heridas para ver si aun seguía vivo o ya había partido con Dios o Allah o donde quiera que fuese...

No te oyen. Estás demasiado alejados a su posición. Es más, no puedes, una vez desatado, cargar con él debido a tu estado. Como mucho puedes arrastrarle ya que es un "hombre muy pequeño". Tampoco sabes si vive.

Por cierto: te quedan 4 puntos de Res, no 12. Cambia la ficha, Antonio.

EDITO: ok, no lo he visto. Puedes tirar medicina para diagnosticar si vive o no (o en su defecto, cultura).

Agarro el cuchillo con los dientes y me lanzo a la carrera a por los pequeños.

De camino agarro la espada, que la tenía pichada en frente de mi y la enfundo, para tener mi mano libre. Al llegar a los pequeños, los abarco con mis brazos, pues a pesar de no tener mano izquierda, mi brazo era aun fuerte y capaz de abarcar ambos pequeños.

Abarcando a ambos y agarrando mi muñón izquierdo con la mano derecha, para cerrar el candado, con todas mis fuerzas los levanto y salgo corriendo con ellos a cuestas.

Manuel iba a correr hacia los críos, cuando ve a Alvar adelantársele. Viendo que se le puede hacer dificil, debido a su falta de mano izquierda, piensa en ayudarle, pues aunque pueda tener mucha fuerza, tal vez no pueda con ellos todo el camino hasta salir del bosque. Y es lo que necesitaban hacer, mejor pronto que tarde.

- Déjeme ayudarle. - dice cuando ya está a su lado. - Antón ayudará a Antonio, salgamos de aquí.

Asiento hacia Don Manuel, agarrando uno de los niños y echándomelo al hombro, mientras dejo el otro a Manuel. Salimos corriendo en dirección a donde veníamos.

Leed con atención ;)

Antonio trató una vez mas de levantar a Muthadi pero pesaba demasiado. El sudo corria por su frente y las lagrimas le afloraban a los ojos por el humo. En cuestion de segundos saco un pañuelo y se tapo cla cara mientras miraba al cielo.

-Perdoname señor, pues no puedo salvar a este hombre, que pese a ser infiel era bueno de corazón-rezo para sus adentros.

Buscó entre el humo a sus compañeros y empezó a correr lo mas rapido que pudo, sin mirar atras. Aquello no se lo perdonaría nunca, sería una pesada carga que llevar pero al menos los niños estaban vivos. Siguió corriendo trastabillando y conteniendo la tos que hacia que aquella carrera fuera tan dolorosa como dejarse prender fuego.

Manuel no piensa en otra cosa que en salir del fuego, sabiendo que sus compañeros harán lo mismo, y que todo aquel que no puede hacerlo por su propio pie, recibirá ayuda. Los niños de Alvar y de él mismo, y maese Antonio de Antón. Quizás, con un poco de suerte, alguien vería el fuego de lejos y lo apagarían antes de que consumiera todo el bosque, pero ahora, lo importante, son sus vidas.

Vi el cielo casi arder, pues las llamas brotaban hasta las nubes ¡qué espectáculo! ¡Qué peligros por allí se cernían!

Rápidamente, cuando vi los señores tomar a los chicos bajé de inmediato del árbol. Me agarré al tronco y me deslicé lo más rápido que pude, y mis manos se resintieron por el rozamiento con la corteza del mismo. Sin embargo, caí de pie, y justo me encontré a don Antonio tirando de Muthadi como podía. Sin embargo, sumido en la desesperación, lo vi alejarse corriendo en una dirección, dejándole alli... Sin embargo yo me acerqué entrecerrando los ojos debido al humo, llegué a él y lo intenté levantar con fuerza.

Quizá fuese la gracia divina. Quiero decir... ¡fue la Gracia Divina! El Altísimo me aupó, ¡nos elevó! Cogí al soldado entre mis manos y creí sentir que unos ángeles celestiales nos elevaban, aún con las llamas rozándonos las botas, los cuales nos dieron sus alas para salir huyendo lo más rápido posible en la dirección de los Amos... ¡Loado sea Nuestro Señor! ¡Divina su Buenaventura!