Partida Rol por web

Los alrededores de la mansión, amplias y transitadas calles por la puerta principal, y una calle secundaria por la trasera.

Tras el nuevo incidente que finalmente no pasó a mayores decidís caminar hacia la mansión.

Y allí os encontráis ahora, en la calle principal. Se trataba de una "carretera" hecha de grandes piedras por las que transitaban diariamente multitud de carruajes y carros, a la vez que jinetes y mercaderes.

Era una de las pocas calles de la villa que no tenía puestos de mercado, y es que era una de las calles más importantes y donde vivían los nobles en la villa. Aunque como en todos lados, los puestos se encontraban a dos patadas, ya que la villa está llena de callejuelas y callejones.

La mansión del barón era enorme, como la mayoría. Estaba bien vigilada, varios guardas en los jardines y la puerta, además de criados y criadas. Aunque puede ser porque habían varios carruajes que estaban preparando para partir.

Parece que tenéis suerte y el rumor del viaje es cierto...

Y que mejor lugar para planearlo todo que al lado de la mansión, o mejor dicho enfrente. Donde hay un mesón, algo caro para vuestro bolsillo, pero mesón al fin y al cabo.

Julián apoya fuertemente una mano sobre el hombro de Bruno para atraerlo hacia sí:

- Muy bien, compadre. ¿Queriais vestiros de gran señor? Pues aquí está vuestra oportunidad. Si no desea que le ayudemos más que en vigilar los alrededores, podemos apostarnos cada uno a un lado... El que vea algo raro, que haga el ulular del búho. Eso si, maese Bruno, si está dentro y todo se pone feo... ya sabeis como va.... cada perro se lame su pija.

En el rostro de Bruno se dibuja una expresión de sorpresa.

- ¡Cómo! ¿No era vuesa merced el que se vestía de alto maese para, con su pico de oro, ganar portazgo? Recuerde que alguien que visita una casa horas después de que el señor parta será bien vigilado... Si es que le dejan entrar. Me face saber que por detrás, cuando el visitante copara la atención de los perros guardianes, una escurridiza alimaña de la noche podría hacer su trabajo sin temor a ser molestado -con la sonrisa diablesca a la que tiene acostumbrado al mundo-. Esto ya lo habíamos discutido, ¿recuerda?

Se golpea el mentón unos segundos con el dedo índice, como rumiando algo, y echa un vistazo a la puerta principal.

- De todas formas, dicho señor no ha abandonado la casa. Esperemos en el mesón. ¡Pero no crea vuestra merced que he olvidado ni por un momento su comentario! -pone cara de estar compungido-. Con la de aventuras y desventuras que hemos vivido, mi buen Don Julián... ¿Y me dejaría en la casa, a merced de los perros? Espero que fuera una broma con mala fortuna.

Y, sin otro comentario ni indicación, se mete en el mesón vecino.

- Amigos, me da igual quien vaya a hacer hoy la comedia, pero debemos decidirlo cuanto antes y ponernos de acuerdo. No me place ejecutar un plan en el que, por error, podamos ser presos en galeras... tal vez en el mesón vecino podamos repasar nuestras futuras acciones... lo que está claro es que mi porte no es como para disfrazarse de noble, eso seguro - añadió para quitarle hierro al asunto.

Rie entre dientes, viendo cómo Bruno va a hacia la taberna:

- No hay problema por mi parte... Camina con ellos hacia el interior de la taberna.... Y no varía en nada lo que he dicho, se avisa al que esté dentro, y cada uno se cuida como pueda. Sólo dadme un motivo para entrar, una disculpa para presentarme en su casa...

Don Marcos apresuró a sus compañeros:

- Habiendo un buen mesón, ¿Que hacemos aqui discutiendo? Tenemos trabajo que hacer allí. - Dice caminando hacia la taberna con sus compañeros.

Camináis con paso decididos al mesón. Bruno, que iba encabezando el grupo, abre la puerta. Entráis todos, y os asombráis de la diferencia entre este mesón y los que soléis frecuentar.

La primera impresión es la de estar en una especie de palacete, las paredes bien pintadas y con cuadros adornando el lugar. Las mesas organizadas por secciones, no habían desperdicios de ningún tipo por los suelos. Y la barra del mesón era tan larga que parecía no acabar nunca.

Y además de todo esto, los feligreses del lugar iban bien vestidos, hablaban, si, hablaban y no gritaban como solía ser habitual.

Sin duda un lugar algo inhóspito.

Entonces se os acerca un guardia del mesón, si, también tenía varios guardias.

- Discúlpenme vuestras mercedes - se para un momento para observaros y juzgaros a la vez - ¿tienen dinero para este lugar?

- Disculpen vuestras mercedes -contesta Bruno-.

Bruno se da la vuelta y habla en un tono casi imperceptible a sus compañeros:

- Demasiado pintorescos, con nuestras fachas, en este lugar. Si hay problemas en la casa del baroncillo, mucho gentilhombre se acordará de nuestras faces, y se acordaría aunque no hubiéremos sido nosotros. Prefiero buscar un establecimiento más acorde con nuestra vida, y dejar que la bebida de esta noche borre esta fugaz visión que hemos sido de la memoria de los comensales...

Y, haciendo un saludo a los guardias, se da la vuelta y sale por donde ha venido, haciéndo un gesto con la mano a sus compañeros, invitándoles a abandonar el estblecimiento.

Don Marcos enarca una ceja y sale del local:

- Entonces que hacemos... Por que algo habra que hacer mientras. Digo yo...

Preferís no armar ningún follón ni parecer sospechosos de nada, por lo que salís sin más del mesón. Os volvéis a encontrar en la calle.

Echáis un vistazo en general para buscar alguna posada en la que pasar el rato, y parece que en una de las calles cercanas había una, eso sí no de muy buen aspecto, pero una al fin y al cabo.

Taberna el Bobo, decía el cartel de la entrada.

Alonso mientras se pasa la mano por la cabeza con aire despreocupado se gira de cara al sus compañeros y señalando la taberna El Bobo

-Bueno muchachos,ahi delante parece que tenemos el lugar ideal para planear nuestra pequeña escaramuza

- Sea- Julián se adelanta algo irritado- tanta preparación y tan poco movimiento. Remojemos la garganta, y que el Achispado se explique del todo de una vez.

Bruno suelta una carcajada:

- ¡Infelices de nosotros! Deberíamos haber tenido mejor vista, aunque paréceme que a primera vista del mesón no habría adivinado lo engolados que son sus habituales... Buen ojo el de vuestra merced, don Alonso.

Bruno se acerca a la puerta casi de puntillas, entorna un poco la puerta y mete la cabeza.

- Ni un problema ni otro. Parece acogedor. Si se es una rata que acaba de salir empapada del río, pero, ¡menos da una piedra! -se gira hacia Don Julían Arana- Discutiremos cómo debería vuestra merced engalanarse y distraer al personal, y cómo no parecer sospechosos, el resto -echa un vistazo de mirada burlona al resto, y entra-.

Don Marcos entra, tras sus compañeros:

- Pues es hora de finalizar los preparativos de la fiesta...

Tenia ganas de acabar el trabajo, notaba que algo iba a ocurrir, el caso era adivinar qué.

A Don Alejandro le bastó una simple mirada a Don Marcos para advertir que compartía sus sospechas: algo no olía bien en este asunto. Los valentones que les perseguían, el dejarse ver en aquella taberna cara... rogaba a Dios que aquello no les pasara factura.

- Veo con dificultad eso de no parecer sospechosos en individuos de nuestra calaña, mi buen Achispado - comentó Alejandro - ¿Y bien? ¿Quién ejecutará cada parte del plan y dónde se situará cada uno de vuestras mercedes? Lo más propicio en mi caso es que, como vigilante, me sitúe con quien me acompañe en algún callejón contiguo a la calle principal por la que se accede a la mansión. De esta forma podremos ocultarnos de los curiosos y permanecer invisibles en caso de batirnos.

- Por mi parte no hay ningún problema a la hora de parecer hombre de bien... salvo dónde conseguir ropajes adecuados que no nos dejen sin una blanca. Julián interroga con la mirada a Bruno, artífice de todo el plan, suponiendo que también habrá contado con ese asunto.

Una vez en la taberna el Bobo tomáis asiento en una de las muchas mesas libres que habían, y eso que el sitio era pequeño.

Entonces se os acerca un tipo altote y con cara de pocos amigos, o eso se adivinaba por las muchas cicatrices que adornaban su cara. Además de que vestía casi como un mendigo.

Buenos días, ¿qué les pongo? - os dijo de mala gana -

Parece que hay alguna razón por la que el sitio está casi vacío...

Al darse esta situación os fijáis en los pocos parroquianos que habían, un par de valentones de mala muerte en la barra con una botella de vino a medio terminar, un borrachuzo sentado solo en una esquina, y otros tres jugadores que bebían y tiraban las cartas sobre la mesa.

"Me pones enfermo" pensó Don Marcos, pero respondió rapido:

- Vino, una jarra grande para todos y 5 vasos.

Muy bien señor. - respondió con la misma mala gana que hace un momento -

Se fue a por las cosas y volvió al momento, ya que no había mucho que hacer.

Os pidió tres reales por todo y esperó hasta que se los disteis, luego volvió a la sucia barra de la taberna.