al hotel, al hotel... pero a mí no me ha quedado claro cuánto tengo que restarme por la primera ronda de bebidas...
—Oohhh! Esas son las historias a las que me refiero! Las que se diseñaron para generar miedo en los chavales.
—¿Ud. qué opina, Sr. Palance? ¿Puede ser que la historia se base en las de los nativos américanos que adoraban a antiguos seres sobrenaturales? creo recordar que los nativos americanos basaban sus creencias sobre esos seres en enormes fósiles de grandes animales de otras épocas.
Le guiño un ojo al Sr. Palance.
—Prométame Sra. Seaforth que buscará ese diario u otra información relevante de la historia, aunque le parezcan patochadas de un alcohólico, estas historias suelen hundir sus raíces en otras historias anteriores, que a su vez están basadas en otras anteriores, etc. puede que esa historia, sea la versión moderna de alguna historia que contaban los primeros conquistadores que llegaron a estas tierras.
—Estupendo, con la ayuda de los dos tendremos la cena en un periquete. ¿Les gusta la carne de ciervo?
Mientras va pelando patatas contesta a Olmer.
—Claro que lo buscaré, ya que están siendo tan amables es lo menos que puedo hacer. Creo que debe estar en alguna parte del desván. Pero tienen que dejarme algo de tiempo, con la de trastos que hay guardados llevará un buen rato encontrarlo. Eso si está ahí.
Tratándose de tan poco dinero, no es necesario que te restes nada. Digamos que eran monedas que llevabas en el bolsillo de la gabardina.
Al cabo de un buen rato, se oye abrir la puerta del hotel. Collins, Kellemport y Marlowe están de regreso, empapados pese a los paraguas y con barro en los zapatos. La cena, mediante la ayuda de Olmer y Palance está prácticamente lista. La señora Seaforth ha preparado un riquísimo estofado de ciervo. La mesa también está puesta y preparada. Parece que no hay más clientes en el hotel, pues sólo ha preparado el comedor para vosotros. Mucho mejor, tendréis tranquilidad absoluta.
Al rato bajan el padre Hoyt y Steiffen, descansados tras una buena siesta.
Ya estáis todos reunidos.
Dejo la gabardina y el gorro en el perchero de la entrada, no quiero empapar el suelo de la señora Amanda.
Invierto un tiempo considerable también en restregar la mayor parte del barro de mis zapatos en el felpudo de la entrada y luego me encamino hacia la mesa puesta.
Espero en pie junto a la mesa a que todos hayan llegado antes de tomar asiento: - Buenas noches padre. - saludo al padre Hoyt, - Steiffen - inclino la cabeza en dirección al hombre. Luego giro mi rostro en dirección a Olmer y Palance: - Caballeros. -
Por último busco con la mirada a la señora Amanda para darle las gracias por la cena pero aún no está por la habitación... En fin, se lo diré a su debido tiempo.
—Buenas noches, señor Kellemport. Buenas noches a todos. Parece que la señora Seaforth nos va a tratar a cuerpo de rey mientras estemos aquí, este estofado tiene una pinta excelente —el padre Hoyt abre la tapa de la olla que humea en el centro de la mesa—. Si les parece bien, voy a bendecir la mesa.
Bendícenos, Señor, y bendice estos alimentos que vamos a tomar. Bendice a quienes los han preparado, y da su pan a quienes no lo tienen. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amen.
La señora Seaforth llega con una amplia cesta de pan. El pan es de harina de la buena y será un buen complemento para el rico estofado que estáis deseando probar. La deja en la mesa.
—¿Qué les apetece beber? ¿Un vinito? Se supone que con la prohibición ya no puedo servirlo, ¿pero qué sería de un estofado de ciervo sin un buen vino?
Tras asegurarme de no manchar demasiado con el barro y el agua que traía, sigo a Kellemport y Marlowe al salón, para encontrar que eran los únicos que iban a comer allí. Al rato bajaron el padre Hoyt y Steiffen, reuniéndose por fin todos. El padre, como era de esperar, insistió en bendecir la mesa. Aguardo pacientemente a que el sacerdote acabe, para decir yo también.
-Amen. Que aproveche.
Entonces la señora Seaforth aparece para terminar de servir la mesa, llevando pan y preguntando por la bebida.
-Bueno... Yo por mi parte si tomaré de ése vino, pero sólo un poco, ya hemos bebido algo en el bar del pueblo y hay que ser moderados.
He preparado la mesa junto a Olmer cavilando en las palabras de Amanda cuando oigo llegar al grueso del grupo.
- Olmer, sin duda sus palabras son sabias, he aprendido mucho de su conversación y de la suya Amanda. Nunca está de más ampliar conocimientos.
Cuando acabo espero al resto de los comensales elogiando a la cocinera.
- Señores, el viaje bien merece la pena por un guiso de ciervo como este, en mi última expedición pocas delicatessen pusimos comer, ¿verdad Collins? ¡qué bien huele! Pasen, pasen.
- Yo, si no le importa señora Seaforth, de momento me conformo con agua. La verdad es que ya he bebido demasiado. - digo cono una sonrisa. - Y gracias, tiene todo una pinta deliciosa - y realmente me estoy muriendo de hambre.
—Yo sí que quiero un poco de vino, vendrá muy bien. Gracias señora Seaforth.
Mientras dais buena cuenta de la comida, que por cierto está sabrosa, el pan suculento y el vino muy bueno, el padre Hoyt inicia conversación. Nadie había hablado hasta el momento, cuando se trata de una cena tan estupenda sobran las palabras y mandan los sabores.
—¿Cómo ha ido la tarde señores? ¿Han hecho algo interesante? ¿Mucha gente en el bar del pueblo?
—Amen, que aproveche!
—Un poquito de vino estaría muy bien, gracias!
Disfruto enormemente del estofado, pero el vino lo bebo con moderación.
—Palance y yo hemos ayudado a la Srta. Seaforth con la cena, a cambio nos ha contado un par de interesantes historias sobre los habitantes de la zona.
- Así es... asiento con la cabeza ante las palabras de Olmer... no cabe duda que hay por esta zona un paisanaje muy interesante. Lo que no sé es si no servirá de algo en nuestra investigación.
Vuelvo al plato de delicioso ciervo que acompaño con un buen trago de vino. Hacía tiempo que no comía tan bien, anoto mentalmente en mi cabeza encontrar una becaria que cocine así de bien. Un director de departamento se merece comer así... o mejor.
-Desde luego, nuestra última expedición no tuvo muchos lujos como éstos. Éste hotel es afortunado de tener a alguien como usted a los fogones, señora Seaforth. No entiendo como el hotel no está lleno, aunque sea para probar éste guiso-digo, mientras como aquella carne de ciervo, mojando pan en la salsa.
-No había demasiada gente, padre Hoyt. Al parecer hace poco hubo un accidente, el atropello de un hombre, y los ánimos aún andan algo caldeados.
- Sí - coincido con Collins, no es buen momento para soltar la información descubierta, o al menos no delante de la señora Seaforth - viejas rencillas de bar... algo bastante típico en las zonas rurales y por increíble que parezca también en las grandes ciudades. - digo mientras saboreo la comida.
- Señora, esto está realmente delicioso. Muchas gracias. - sonrío amablemente.
—Me alegro mucho de que les guste, el ciervo es tiernecito, tiernecito —la señora Seaforth sonríe—. Luego dicen de las mujeres, pero veo que en el bar los chismes corren más que entre las vecinas. No tenía mucho trato con Bowen, pero el jefe White dijo que que lo encontraron hecho polvo. Tanto que su amigo Albert perdió la cabeza al verlo. Una tragedia —la forma en la que dice la palabra amigo sugiere la sospecha de que Dave Bowen y Albert Johnson eran homosexuales.
—Una verdadera tragedia, sin duda. Lo lamento.