Partida Rol por web

Me quedo callado unos segundos, mientras camino mirándole tras escuchar su ofrecimiento. No soy un fanfarrón que vaya a contestar como si me hubiera herido el orgullo, porque no es así. No es la hora del entrenamiento, pero tampoco tengo nada mejor que hacer ahora mismo. No tenemos una misión programada y tampoco parece que vaya a pasar en breve, aún estamos cruzando la disformidad para llegar al nuestro destino. Eso se puede sacar en conclusión por el exterior violáceo que nos acompaña. Una cualidad útil, quizá la única que la calamidad conocida como disformidad posee.

Asiento con la cabeza, no estará mal tener un combate improvisado que requiera de mi una mayor conexión con el momento que los típicos entrenamientos con los servidores, tan automáticos y aburridos que creo que puedo afirmar que he memorizado todas y cada una de las rutinas de combate que son capaces de ofrecer. Ponemos rumbo a la sala de entrenamiento, pues he decidido adelantar mi entrenamiento y extenderlo lo necesario. Al menos hasta que se cumpla la hira de mi entrenamiento original. Como mínimo.

Acabó con la oración que estaba profiriendo sobre la última de las armas que habitaban en la armería, susurró una leve despedida sobre el cuerpo en el que habitaba aquel espíritu y lo depositó con profundo respeto en su lugar. A continuación, salió del lugar en silencio como si de un templo se tratase. Una vez en el pasillo, se dirigió hacia la Sala de los Campeones donde se encontraría el resto de la tripulación así como los hermanos de capitulo. Por lo general le gustaba la soledad de la oración y la sutil conversación con los espíritus máquina, no obstante el Adeptus Mechanicus acostumbraba a remarcar la importancia de trabajar como enlace entre el hombre y la máquina. Fue por eso por lo que decidió acercarse al hombre, después de haber comulgado con la maquina desde que comenzó el viaje.

Al acercarte al acólito te das cuenta de que en su vestimenta porta diversos símbolos de la inquisición, aunque no sabrías determinar de qué Ordo (De qué tipo de inquisidor se trata). Lo que sí consigues ver, aunque sólo sea de forma rápida y parcial, es que en la placa de datos ponía algo así como "Ángel Rojo". Lamentablemente, sabes qué significa.

- Encantado, Caballero Zorael -te responde Mykivus, y ante tu ofrecimiento continúa-: De momento estoy bien, pero muchas gracias por ofrecerte. Aunque... -el acólito mira al techo de la habitación, mientras se toca la barbilla con gesto pensativo-... Bien pensado... ¿Sabes algo del lugar al que vamos? Siempre he sido bastante curioso, y creo que por eso le gusté al Jefe.

Tras sus palabras, Mykivus se queda esperando a ver si tienes algo qué decirle.

Ponéis rumbo a la sala de entrenamiento, pero, justo cuando estábais llegando a la entrada, hace aparición vuestro Justicar por el lado contrario del metálico pasillo y os levanta el brazo para que os paréis. Viste una armadura de exterminador, lo que le da algo más de envergadura que a vosotros, la cual está decorada con frases en Gótico Alto, y porta orgulloso la heráldica de la espada y el libro. También tiene numerosos sellos de pureza, lo que atestigua su veteranía, las heridas sufridas y las hazañas realizadas.

- Bienhallados Hermanos, os estaba buscando -Os comenta, al llegar a vuestra altura-. El momento de prácticar tendrá que esperar. Acompañadme.

Sin dejaros responder, el Justicar avanza por medio de vosotros con paso firme y todo apunta a que se dirige al Strategium, la sala de operaciones.

- Parece ser que vuestro bautismo de fuego por fin ha llegado -Habla por el comunicador, sin darse la vuelta-, y en breve partiremos. Pero antes, querría tener una palabras con vosotros dos.

El silencio se apodera de vuestro comunicador hasta que finalmente alcanzais el Strategium. Se trata de una habitación bastante grande, de forma rectangular, con una mesa circular en medio rodeada de butacas. Al fondo de la sala hay un ventanal con cristales pintados representando al Emperador. Decorando las paredes hay grandes cuadros, armas y escudos; trofeos y recuerdos de batallas pasadas. Varias servocalaveras vuelan por la sala sin hacer nada en particular.

- Tomad asiento -Os pide, con la palma de la mano extendida en dirección a las butacas. Seguidamente, él se sienta en una de ellas, frente a vosotros, y os habla con voz severa-. Aún sois un par de inexpertos, pero ahí fuera hasta el más veterano es un recluta cuando se enfrenta a la devastación del Caos. Mi tarea ha sido entrenaros física y mentalmente para este momento, y acompañaros en el fragor de la batalla para que no se cometa ninguna imprudencia será mi siguiente misión. Sin embargo -Prosigue-, la guerra secreta en la que luchamos suele cobrarse muchas vidas y es por eso que, como los más aventajados en cuanto a liderazgo e influencia se refiere, necesito que forméis el núcleo de cohesión del grupo.

» Confiad en quién tenéis al lado, y conseguid que él confíe en vosotros, pues esa será la diferencia entre vivir un tiempo más para servir al omnipotente Dios-Emperador o morir de una forma muy desagradable. Afrontad los desafíos con humildad, y no dejéis que la ira o la venganza nublen vuestros sentidos. Tratad de guiar a vuestros compañeros para que ellos tampoco se vean afectados por sentimientos negativos pero, ante todo, usad la cabeza. El Caos se puede esconder a nuestro alrededor de diversas formas...

Sales de la armería, y te dirijes hacia la Sala de los Campeones esperando encontrarte con alguno de tus compañeros allí. La Sala de los Campeones es una estancia grandiosa. Lugar donde los Caballeros Grises se reunen para celebrar victorias y contar gestas. Las estatuas de antiguos héroes y Grandes Maestres observan a quienes entran en la sala, rodeados de tapices y pinturas con escenas bélicas plasmadas. Cada estatua o artefacto en esta habitación, grande pero para nada comparable con la que hay en la Fortaleza-Monasterio de Titán, representa una campaña o cruzada, a menudo manchada por la sangre de tus Hermanos de Batalla.

En la estancia, además, sentado en una de las muchas mesas que allí están dispuestas, está la figura de uno de esos acólitos que os acompañan en este viaje. Os separan un par de metros, y el hombre tiene las facciones típicas de un tipo con cara de pocos amigos. Un casco oscuro le tapa medio rostro, y una enorme porra descansa sobre la mesa que tiene enfrente mientras bebe de una petaca de metal con el símbolo de la inquisición grabado en ella. Al verte entrar, alza la petaca en tu dirección en forma de saludo mudo.

también encuentras en la habitación al Hermano Trebek, el expiador de la escuadra. Es un guerrero con una gran capacidad para el combate a distancia y, sin duda, será el que os guarde las espaldas con sus armas pesadas.

Cuando el servidor te trae el vaso de agua, la puerta de la Sala de los Campeones se abre y por ella aparece el hermano Wolfram, el tecnomarine de la escuadra. Suele ser un caballero solitario y, hasta lo que has podido ver, callado, pero quizá vaya siendo hora de conoceros más afondo ahora que estáis rumbo a, seguramente, vuestro primer desafío...

-Justicar.- respondo a su saludo antes de seguirlo. Es una lástima, quería entrenar. Pero, aunque el entrenamiento lleva a la perfección, no es ni la única tarea ni el único deber que tengo. Que tenemos. Y si nos llama es sin duda por algo importante.

Escucho sus palabras con atención, tras el instante de asombro que siempre me embarga al ver como una simple butaca es capaz de aguantar la mole de una armadura de exterminador. Un breve momento de admiración hacia los constructores. tras eso, el mensaje del justicar cala.

Nos está dando el mando, si él cae...quiere que seamos uno de los dos quien guíe al resto. Pues la fuerza del grupo es mayor si está cohesionado, y la cohesión la da un punto de unión, una cabeza. ¿Estamos preparados?

Me siento orgulloso, y a la vez preocupado.

-Justicar, casi diría que está pronosticando su muerte en esta misión. En cualquier caso, siempre que esté en mi mano protegeré a mis hermanos. Todos somos el escudo de los demás.

"Ángel Rojo" solo había que así había sido llamado. Miro con suspicacia al humano que tengo delante de mi...¿que tramas hombrecillo?....sin capacidad psíquica para leer mentes tenía que confiar en la palabra del acólito y suponer que no hacía nada malo. Suspiro dentro del casco antes de responder a su pregunta...

- No lo se joven Mykivus, si mi justicar no me da esa información no es cosa mía desentrañar la misión. Cuando se crea conveniente, lo sabremos. Pienso una vez mas en el libro que lee. - Debería tener cuidado con las cosas que lee en este lugar, no todas están hechas para ojos mortales.

Dejo al humano si nada mas tiene que decirme y me dirijo a la sala de entrenamiento, no quería dejar mis ritos de entrenamiento diarios sin realizar.  

Saludo con la cabeza al justicar, al parecer tiene algo importante que decirnos pues nos corta todo plan que pudiéramos tener y le acompañamos hasta el Strategium. Una vez allí nos pide que nos se temos y acto seguido él mismo toma asiento para informarnos de que nuestro bautismo de fuego se va a dar en unas pocas horas. Nuestra primera misión oficial por fin, se nos va a dar la oportunidad de servir al emperador como de verdad ha de hacerse. Purificando todo lo que ha sido corrompido y devolviendo a los mundos a su estado de calma sin el menor atisbo de corrupción. Eso me llena de orgullo, casi no puedo evitar el sacar pecho en esa posición, si no fuera por lo absurdo del movimiento embutido en la serviarmadura.

La apreciación de Korvin me hace girar la cabeza y dedicarle una mirada dura te unis segundos. Se que su comentario está hecho con toda la buena intención de la que puede hacer gala, pero no creo que fuera la manera de decirlo. Aunque suene a despedida, o aunque de verdad lo sea, la cortesía nos impele a aceptar las palabras y arengar sobre la camaradería propia de los marines espaciales. Todos nosotros tenemos capacidades psíquicas, no es de extrañar que haya podido tener una visión de su propia muerte y esté tratando de dar una lección que no podrá dsr una vez suceda aquello que ha visto. Espero estar equivocado, pero quiero que sepa que contará con mintotal entrega. Pase lo que pase.

-Hermano Leehan, somos conocedores de las estadísticas. Sabemos la probabilidad de caer al servicio del emperador en una misión y lo ampliamente superior que es en el bautismo de fuergo. Sabemos que sólo un pequeño puñado de hombres son bendecidos para legar su armadura a nuevos marines y ver cómo les quedan a la nueva generación. Pero eso no nos asusta. Morir por el emperador no es otra cosa que un regalo para nosotros. Pero nosotros somos Caballeros Grises. Nosotros rompemos las estadísticas. Nosotros volveremos de nuestras misiones y, lo más importante, volveremos victoriosos. Sabe que puede contar con nuestro apoyo para mantener y crear un grupo unido y operativo.

Asiento con firmeza con la cabeza, convencido de las palabras que acabo de pronunciar.

Después de que el servidor me sirviese el vaso de agua vive entrar al tecnomarine Thunderlight en la Sala de los Campeones. Había coincidido con el durante la instrucción pero no cruzamos palabra. Después me enteré que lo habían reclutado los tecnomarines del capítulo. Y ahora lo vuelvo a encontrar:
-Hermano Wolfram!.- le saludo cordialmente desde la mesa y, con un gesto con la mano le invito a sentarse conmigo.

- Vaya, así que tampoco lo sabes -Te contesta, en referencia a su pregunta-. Es una pena. Sin embargo, es todo un lujo poder viajar en esta nave, vayamos donde vayamos -El hombre se encoje de hombros mientras te sonríe ligeramente-. ¿Sabes? Lo cierto es que nunca creí posible que llegase a conocer en persona a un Caballero Gris, aunque tampoco creía que fuera a pasar las pruebas que los Agentes del Trono Dorado me obligaron a realizar antes de convertirme en un psíquico autorizado del Imperio, ni tampoco imaginaba que iba a trabajar directamente para un Inquisidor. Uno es un tanto pesimista... je je je. Por cierto -Te dice el hombrecillo, poniéndose serio-, ¿Es verdad que todos vosotros sois psíquicos?

Por lo que te comenta Mykivus, no te cuesta identificar al acólito como un psíquico imperial. Lo que no está tan claro es si se trata de un recién sancionado (novato), o si ya ha actuado en anteriores ocasiones bajo el estandarte de la Inquisición.

- No es ningún presagio -Responde vuestro mentor, mirando hacia Korvin-, sino mi deber como Justicar. Debo saber que estaréis preparados para seguir con la misión en cualquier circunstancia, incluso si yo quedo fuera de combate durante el transcurso de la misma. Tampoco pongo en duda vuestras capacidades -Añade después, mirando en esta ocasión hacia Cole-, y confío en que sabréis apañároslas para terminar todo lo que empecemos. El Emperador protege. Para eso nos preparamos; por eso somos Caballeros Grises.

» El Hermano-Capitán se presentará en breve, y hará llamar al resto de vuestra escuadra para poneros al día -Os comenta-. Hasta entonces no estoy autorizado para daros detalles sobre la misión. Sin embargo, antes de dar por finalizada esta informal reunión, ¿Algo que añadir?

Niego, aunque quiero saber quienes serán el resto de la escuadra y que tendremos que hacer. Eso se nos dirá en breve, no hay por que preguntar ahora.

-Sobre el asunto, no señor. Pero me intriga saber ¿Cómo fue su bautismo?

Al fin y al cabo, en realidad sabemos poco o nada de nuestro justicar. No es algo "necesario" pero siempre ayuda saber a que se ha enfrentado un compañero de armas, un jefe, un subordinado...cualquier aliado, en general.

- Hace tanto de mi primera misión que me es complicado responder a esa pregunta -Contesta Leehan, con sinceridad. Lo cierto es que si para convertirse en novicio habéis pasado siglos entrenando el cuerpo y la mente, para llegar a Justicar, a Hermano-Capitán o a Gran Maestre, la dedicación ha de ser absoluta-. Teníamos que mantenernos cerca de un Inquisidor, no recuerdo el nombre. Nuestra misión era dar muerte a un "anfitrión" que él había conseguido rastrear y localizar. Se trataba de un psíquico imperial, autorizado por la Inquisición, pero al que el Señor del Cambio, mediante sutiles manipulaciones, engañó para que se corrompiera.

» Cuando lo encontramos tenía forma humana y pensábamos que exorcizarle o darle muerte iba a ser coser y cantar. Qué necios fuimos -Añade, negando con la cabeza-. El hechicero era sólo el cuerpo físico dónde se había materializado un Señor de la Transformación, un Gran Demonio de Tzeentch llamado Aetaos'rau'keres, el Verdugo de Almas. El combate fue caótico, una locura. Disparos, sangre y gritos, muchos gritos. De toda mi escuadra sólo regresamos dos, junto con el Inquisidor al que habían dejado fuera de juego nada más descubrir la verdadera apariencia de Aetaos'rau'keres. Conseguimos echarle del plano material, pero no acabar con él, ni capturarlo...

Me giro ante la muestra de que nuestra conversación aun no había terminado, aunque no debía ningún tipo de trato de favor a esta gente, no era un gesto de buena educación marcharme sin dar por terminada la conversación.

- A los ojos del Imperio nosotros no existimos, muy poca gente piensa que somos mas que otro capítulo de Astartes. Si sobreviviste a las naves negras y no fuiste consumido por la luz del Trono Dorado, yo creería que lograste mas que la mayoría de aquellos que nacen con el poder de retorcer el tejido de la realidad. Estaba hablando demasiado y durante demasiado tiempo con un alma mortal. - Un psíquico es una herramienta tanto como una espada sierra o un rito de exorcismo, ningún inquisidor dejaría de usarlas en la guerra contra la oscuridad.  Levanto ligeramente la ceja, es un gesto reflejo que hago de vez en cuando....no se de donde viene....pero aparece cuando alguna pregunta me intriga. - El Emperador nos creó para terminar con los horrores que se ocultan más allá de la realidad, somos lo que somos. En respuesta a tu pregunta nuestro capítulo tiene un Librarium. 

Escucho atentamente las palabras del justicar. El relato de las misiones es algo tan poco usual que cuando ocurre hay que aprovechar el momento. He tenido el placer de escuchar solamente un puñado de relatos de aquellos que cumplieron con las misiones. Generalmente todo queda archivado y es distribuído par aparender de lo que ya se ha vivido, pero escucharlo de viva voz, teniendo las impresiones directas de alguien que ha estado en el fragor de la batalla es un lujo del que poder sacar detalles en vez de estudiar estrategias de batalla. Te permite estar preparado pues vas a saber de primera mano lo que se puede llegar a sentir. Y esas sensaciones no te las da una placa de datos, escrita de manera aséptica para extraer la mejor lección estratégica del momento. Por eso, estos momentos, son momentos que atesorar y aprovechar al máximo.

Como era de esperar, el relato está lleno de muerte. Así es la vida del marine espacial, puede estar entrenando toda una vida y morir en un suspiro simplemente al poner el pie en el planeta donde se va a producir la batalla. Eso lo sabemos todos, por eso nos entregamos al Emperador. En cuerpo y alma. Nos entregamos a él porque puede ser que no lleguemos a entablar combate tan siquiera. Y si eso ocurriese, si por alguna razón nuestra existe cia se extinguiera, ya sea combatiendo o no, el Emperador guardará y guiará nuestra alma como guerreros suyos. Hay algo que me llama la atención, no consiguieron capturar ni destruir al demonio que les diezmó. Sólo pudieron expulsarlo, y eso sólo es un parche temporal. Algo que deberíamos evitar a toda costa. 

-Justicar ¿Por qué no pudisteis acabar con la existencia del demonio? ¿Qué dificultades les sobrevinieron para simplemente poder expulsarle?

Quizá si conocieramos lo ocurrido podremos evitar que nos ocurra lo mismo a nosotros y así no traspasar nuestro deber a otra escuadra de marines cuando el demonio vuelva a hollar nuestro plano de existencia.

-Destruir a un demonio no es tarea sencilla, hermano. Se requieren condiciones concretas, armas especiales. Ya lo sabes. Por lo general solo podemos aspirar a desterrarlos a la disformidad y volver a mandarlos cuando vuelvan. O encerrarlos por siempre. ¿Qué es lo que falló, Justicar?

Y todo es más complicado cuanto más poderoso sea el demonio. No ya por su propio poder sino por las condiciones de su destierro. Es una lucha eterna, sin fin, hasta que el Emperador vuelva con nosotros. Hasta entonces lucharemos. Con honor y orgullo.

Como Caballeros Grises.

- En efecto -Añade el Justicar tras la puntualización de Korvin-. La muerte "total" de un demonio es un proceso arriesgado y bastante complicado que, casi siempre, requiere de la actuación de un Inquisidor o un Santo. Ellos conocen rituales y poderes psíquicos para herir más allá de la forma física, dañar directamente a lo que haya dentro del Inmaterium, pero son poderes a los que, actualmente, el brazo militante no tenemos acceso. Lo normal en prácticamente todos los casos es que un demonio sea expulsado y, si ocurre en el lugar donde vamos, es lo que nosotros haremos.

» En nuestro caso -Prosigue vuestro mentor, sin mirar a ninguno de los dos en particular-, nuestras armas y nuestro entrenamiento nos facilita la tarea de expulsarlos del plano material. Tenemos nuestras armas santificadas, y dañamos con gran facilidad su cuerpo físico, pero el que se encuentra más allá nos es muy complicado de afectar.

» Ciertos Santos son capaces de inscribir runas que atrapan a los demonios en el plano material -Continúa, encogiéndose de hombros para mostraros que no sabe cómo funciona realmente-, y existen artefactos que atrapan el espíritu demoniaco en su interior. También hay quienes son capaces de ligar estos espíritus a casi cualquier objeto físico, pero los que mayor admiración me crean son los que se han sacrificado en batalla para ofrecerse como cuerpo físico del demonio. Estos portadores nunca más serán quienes eran anteriormente, pero si se les captura se les puede mantener eternamente encerrados con el demonio prisionero en su interior. Esta es la forma más rápida y segura de acabar con un demonio, capturar su espíritu.

Si le preguntáis de nuevo sobre su misión, os dirá que habrá otro momento para seguir reviviendo historias pasadas.

El tecnomarine entró en la sala, haciendo un breve escaneo de las formas de vida que en ella habitaban. Sin lugar a duda eran pocas para lo que se solía reunir en un lugar como este. A decir verdad, él mismo no se había pasado por aquí desde que partieron hacia su destino, por lo que entendió que tal vez estarían tan ocupados como él hasta ese momento.

- Eso va a acabar contigo, jovencito -bromeó serio al arbitre- ¿Estás seguro de que algo así lo aprueba la madre Inquisición? -insistió al ver el blasón que lucía en la petaca-.

Entonces escuchó el saludo de uno de sus compañeros de armas. Parecía relajado con su vaso de agua, teniendo en cuenta que nunca lo había visto sin el casco, lo primero que pensó es que curioso método utilizaría para beber. Sabía que algunos marines tenían implantes específicos para esa tarea, pero utilizaban otro tipo de recipientes para metabolizar el agua.

- Hermano Trebek... -saludó aceptando la invitación- ¿Qué tal lleváis el viaje? Hace tiempo que no coincidíamos, al parecer el tarot del emperador ha decidido embarcarnos juntos en nuestra primera misión. ¿Nervioso?