Partida Rol por web

 Me incorporé, dolorido, para luego ir a ver como se encontraba Will y ayudarla a levantarse:

 - ¿Te encuentras bien?. ¿Que diablos era esa cosa?. ¿Estaba hablando de Melissa?.

-Pufff!! No me lo puedo creer.

La rubia se quedó un rato mirando a la morena, pensando en qué estaba saliendo mal.

-Bueno, lo haremos juntas.

Amy se colocó al lado de Darla, volvió a poner sus brazos en T pero ahora la palma de la mano izquiera de la chica se juntaba con la derecha de la otra.

-A veces necesitas un empujoncito. Yo sé lo que eres, bueno... el aquelarre lo ha dicho. Y tengo que entrenarte, no puedo decir que no. Este lugar, Sunnydale, pronto necesitará de vosotros. Y como digo... ¡vamos una vez más!

Amy sonrío y agregó:

-Dicen que la tercera es la vencida...

Al cementerio. Esa sería su primera parada. Si no quería parecer una freak en su nueva escuela, debía evitar que la vieran yendo hacia ese lugar. Para más vergüenza, debía hacerla con el bibliotecario, un adulto asociado con la escuela. Si la veían con él, incluso podría tener problemas legales. Melissa suspiró. Adiós vida social, adiós adolescencia. Ahora tocaba salvar al mundo.

-Una estaca? como las de las películas? es decir... todo eso que sale en el cine y los libros, realmente funciona? Oh, por favor, dime que no son edulcorados y que no brillan con la luz!!! eso sí que no podría soportarlo- si iba a cazar vampiros, más le valía que fueran como los de Brahm Stoker y no como los de Stephenie Meyer. Si iba a poner su cuello en riesgo, mejor que valiera la pena.

-Uhmmm, supongo que esta pata de madera servirá por el momento. Después... bueno, no creo que haya una tienda de estacas y demás accesorios para cazadoras... no, ¿verdad?- en su rostro se reflejó la perplejidad. Había tantas cosas que había dado por sentado que no existían y que sin embargo eran reales, que ahora no se atrevía a bromear siquiera. -Vamos entonces... si debo empezar, que sea cuanto antes.

Al juntar las manos, Darla sintió que una extraña energía se comunicaba entre las dos. Miró con extrañeza a la mano y después desvió la mirada para concentrarse.

¡¡Credo scutum protegit a malis!!

Una fuerza poderosa surgió de ellas. Darla abrió los ojos y sonrió.

¡Ala, has notado eso!

Andrew no había caído en la imagen que podrían tener ahora de los vampiros todas aquellas adolescentens. La saga de Crepúsculo había calado muy hondo, principalmente en el corazón de las chicas y eso podía suponer un problema a la hora de crear un concepto negativo sobre la criatura chupasangre.

Afortunadamente vio en Melissa una chica que no era común al resto y dudaba mucho que pensara que los vampiros eran como esos estúpidos y blandos seres que salían ahora en el cine.

No te preocupes por eso, estos vampiros no son como los de las novelas esa tan ñoñas que se llevan ahora. Estos vampiros son los que la luz del sol les quema, los que las plata le abrasa y los que repudian el ajo. Cumplen todas aquellas cosas que conocemos, son exáctamente iguales que los mitos antiguos que has escuchado. La única diferencia, es que, son reales, existen y encima estamos en una zona donde hay gran cantidad de ellos.

Y para colmo de todo, son capaces de matar. Por eso tú debes entrenarte, tú eres la salvadora y tú eres la elegida.

Imagino que no querrás escuchar estas palabras, que quieres tener una vida normal, pero alguien allá arriba decidió que tú te convitieras en Melissa La Cazavampiros.

-Sí... sí, gracias.

Dijo Willow mientras se paraba con ayuda de Gabriel.

-No sé qué demonios sea, nunca he visto algo así. Pero le preguntaré al aquelarre. Y... sobre de quién hablaba, pues supongo que podría ser Melissa. No lo sé, pero es muy probable. No sería raro que las fuerzas de la Boca del Infierno hayan sentido que la Cazadora ha llegado.

La pelirroja se sacudió la cabeza, tocó su frente y vio unas gotitas de sangre.

-Auch, Gabriel voy a ir a tomar algo para el dolor de cabeza. ¿Te parece que dejemos el entrenamiento para un par de horas? De paso esperamos que se te vaya el efecto de la magia...

Rosenberg miró a su interlocutor con dolor, porque el golpe había sido duro. Por suerte Gabriel apenas si se había lastimado un poco la espalda.

 - Me parece bien, ¿no sería mejor que te viera un médico?. - Pregunté preocupado por ella. - Ha sido un golpe duro...

- Iré al hospital por las dudas. Tienes razón. No es que crea que me he dañado pero mejor mirar. Además si quisiera curarme con magia sería complicado. Ya te enseñaré sobre eso, pero no podemos sanar como los médicos sanan. El sanar con magia es diferente.

La pelirroja salió caminando con Gabriel hasta la puerta de la Caja Mágica, en donde se despidió.

-Bueno, la profesora se va por el momento. Puedes quedarte con Anya o hacer lo que sea, volveré en un par de horas. Cualquier problema te llamo. Nos vemos.

 - Creo que sería mejor que te acompañase, esa cosa parecía ir a por ti y no me sentiría tranquilo quedarme aquí sin saber como estabas. - Le respondí.

-Vale. No creo que pase nada pero es mejor si vamos juntos.

Dijo la chica con la mirada seria. -Aunque no te ofendas pero en realidad me preocupa más tu seguridad. No soy una graan bruja, alguna vez lo seré pero tengo mejores artes que tú, que recién empiezas. Así que en todo caso, yo te protejo a ti. Y no al revés, Ajam?

Salieron hasta el hospital de Sunnydale y se sentaron en la sala de espera. Una niña estaba también allí, sentada en una fila de tres sillas, ocupando la del medio.

-Hola.

Dijo Willow y la pequeña sonrío y movió su mano derecha en gesto de saludo.

-Bien, ya me están por atender- dijo la pelirroja cuando la enfermera de la ventanilla le indicó que pasara. Gabriel la acompañó hasta la puerta en donde el doctor la hizo pasar solamente a ella. 

Esperó afuera y mientras vio a otro niño caminando por allí.

 Miré al niño con una sonrisa, ¿es que había abundancia de niños sin sus padres por aquí?:

 - Hola, ¿que haces aquí solo?. ¿Donde están tus padres?.

-Me tengo que esconder.

Dijo el niño. Miró en rededor y salió corriendo, desapareciendo de la vista de Gabriel. Dio vuelta una esquina de los pasillos y entró por una puerta doble.

Parecía que estaba jugando, de no ser porque se lo veía más asustado que alegre, o eso le parecía al chico.

 Preocupado, le seguí, puede que solo fuera un juego, pero prefería estar seguro de ello, antes de irme y dejar al niño solo. Después de lo que había visto hoy, era capaz de creerme cualquier cosas...

Gabriel siguió al niño hasta que lo vio entrar en una sala de terapia. Era un cuarto con unas diez camas. Había dos grupos: cinco a la derecha y cinco a la izquierda. En todas ellas habían niños y tenían unos paquetes con suero que se conectaban a sus brazos por medio de un tubito transparente. Un doctor de unos cincuenta y largos se encontraba inyectando una solución a uno de los paquetes de suero. No vio a Gabriel que miraba atento desde uno de los recuadros de la puerta doble que daba a esta sala.

No estaba permitido estar allí por lo que el muchacho sabía que en cualquier momento podía entrar una enfermera y pedirle que se retire. El niño que había escapado de él ahora se había colocado en una de las camas, esperando ser tratado.

-Quedaos quietos, ya os daré la medicación. Espero que vuestra fiebre baje y podáis descansar tranquilos.

Dijo el doctor.

 Me mantuve en segundo plano, mientras dejaba al doctor trabajar. Observé atento a mi alrededor, para asegurarme que todos los niños estaban bien y estar seguro de que las palabras del niño solo eran el fruto de un juego infantil...

Gabriel ubicó rápidamente al pequeño que había salido en cuanto le hizo la pregunta. Estaba en una de las camillas y hablaba al doctor, que seguía inyectando la solución a otro pequeño.

-No nos va a dejar ir. No nos va a dejar ir, él no nos deja ir.

-Vamos jovencito- replicó el doctor,- el monstruo que ves es un producto de la fiebre que tienes. No debes tener miedo, nada malo te va a pasar.

-Dígaselo a Alicia.

Se produjo un silencio incómodo en el pabellón, una de las pequeñas se puso a llorar.

-Nadie nos cree.

Dijo la niña.

-Es sólo la fiebre. Sí... es...

El comentario del doctor se vio interrumpido cuando algo le cortó el uniforme blanco como si de una zarpa se tratara y todos los chicos se pusieron a gritar.

 Enseguida comprendí la situación, aquí había algo, seguramente un demonio, y no podíamos verlo...

 Ahora lamentaba que Willow no me hubiera enseñado un conjuro de ver lo invisible, como el de los Magos de D&D. Esta cosa iba a matar al doctor y no podía hacerle frente...

 Desesperado, traté de concentrarme, intentado deducir donde estaba esa cosa para lanzarle una bola de energía:

 - ¿Donde está?. ¡Señalármelo!. - Le dije a los niños.

Mike es el que habla.

-Está ahí, en este lado del doctor.

"Este lado" señala a la derecha del médico. Gabriel sabe que pasarán muy pocos momentos hasta que entre una enfermera, porque varios chiquillos andan gritando y algunos se escapan del pabellón entre llantos, tiene que aprovechar cada segundo.

-Es muy feo, es la muerte...

Dice Mike y se mete debajo de su camilla.

 Tratando de afinar la puntería, trato de lanzar una bola de energía a la dirección indicada...

La fuerza entre ambas chicas fue tan intensa que vieron como una especie de pelota de energía se formaba alrededor, haciéndose más y más gruesa. Sintieron como si un calor suave se irradiara hacia ellas. No sólo eso, sino que una mosca que andaba volando por allí tuvo la idea de pasar de largo y rebotó contra el escudo, cayendo luego al suelo y volviendo a volar pero escapando por la ventana.

-Tienes razón es increíble. Bah, no... Yo tenía razón... tú eres una de las nuestras. Wiiii...

La rubia estaba tan contenta que se puso a dar saltitos de alegría, lo que hizo que el escudo se desvaneciera.

-Bueno, igual no dura tanto. Siendo novata no pretendas que dure demasiado, pero puede salvarte la vida, y eso es lo importante.