Partida Rol por web

Inari no esperó a nadie, él iría hacia una de las puertas que parecían comunicar con una sala posterior, al final de los pasillos. Antes de abrir la puerta miró hacia atrás, esperando ver si pretendían quedarse ahí quietos o, por el contrario, avanzar de una vez para poder averiguar por sus propios medios si la persona que queríamos buscar seguía a bordo de la nave.

¿Alguien viene conmigo? - dijo mientras giraba el pomo de la puerta.

Demasiada cháchara y nadie cogía ningún camino, hasta que el arquero pareció tirar del grupo- yo voy -fue la contestación seca de Cáliban al arquero cuando preguntó si le acompañaban o no.

Caminó por el pasillo sin prestar mucha atención alrededor, si el arquero había pasado no tendría que haber ningún otro problema, ¿o tal vez sí?

El chico asiente, y da una pequeña carrera para ponerse a la altura de los que ya están en movimiento, sin intención de dejarles adentrarse solos al peligro.

-T..Tienes razón. Si tardamos demasiado, tal vez empiecen a sospechar que algo va mal.

Llegáis a una nueva sala, el comedor. Es, probablemente, la habitación más espectacular de toda el ala izquierda. Muchas de sus paredes son enormes cristaleras por las que se puede ver el exterior del zepelín. Repartidas por la estancia hay varias mesas y sillas preparadas para servir opíparos banquetes, mientras que en el fondo hay un descansillo elevado que sirve como pista de baile.

A la derecha de esta sala, podéis ver una puerta acristalada que conduce a un puente, que lleva al cuerpo central de la Dama.

De pronto, la Dama hace un brusco movimiento en el aire y empieza a descender con cierta velocidad. Cae en picado y, por esas enormes cristaleras, podéis ver cómo el zepelín se aproxima al mar.

Parece que no vamos mal desencaminados - dijo Inari.

¡Ups!

El zepelín comienzó a descender de una forma tan brusca y vertical, que el arquero tuvo que hacer fuerza con su pierna de apoyo para no caerse. Observó, por otro lado, que existía la posibilidad de atravesar por un puente, así que como no podía de ser de otro modo se dirigió hacia allí.

Este puente debe llevarnos hacia donde se controla esto.

Pyros se tambaleó un momento en cuanto sintió el giro que daba la aeronave y como sentía que aquello empezaba a caer en picado. Necesitaban hacerse con el control lo antes posible, o terminarías estrellándose contra el suelo. Y desde luego, entonces, ya no tendrían más posibilidades.

Haciendo un esfuerzo por avanzar, Pyros se dirigió detrás de Inari que parecía dirigirse hacia el cuerpo central de la nave. Luego miró hacia atrás para ver a sus compañeros, ¡Alguno sabe pilotar esta cosa! ¡Vamos a estrellarnos!

Ante el silencio del inquisidor y la súbita sacudida del dirigible Ariadne retomó la iniciativa, avanzando hacia el puente.
- ¡Ni idea! - exclamó a la pregunta de Pyros - ¡Pero al menos podemos intentar que el que está pilotando ahora deje de hacerlo! - añadió con determinación.

Cáliban acompañaba al grupo y tuvo que agarrarse para no caerse cuando hizo la caía brusca. Era algo muy extraño, aunque lo que dijo la chica del pelo rosa no iba mal desencaminado, alguien quería estrellar la Dama con todo el mundo dentro, y Cáliban no tenía intención de morir dentro.

Se ajustó las gafas que se habían movido y volvió a erguirse- vamos, ya -fue lo único que dijo antes de dirigirse corriendo siguiendo el camino que estaban realizando. No había tiempo que perder.

Leon mira a su alrededor nerviosamente, agarrándose a la primera estructura sólida que encuentre en el paso de su mano. Traga, y aprieta los labios observando por la ventana cómo el paisaje gira mostrando que están cayendo en picado. Asintiendo a las palabras de sus compañeros, se apresura junto a ellos sin quedarse atrás dirigiéndose a cruzar el puente.

-T..Tened cuidado. A esta velocidad y cayendo en picado, será fácil caer por el puente. ¡Agarraos bien!

Pyros alza la mano con la intención de detener la marcha de su grupo. Había podido comprobar que todos ellos sabían luchar perfectamente, pero hacerlo en aquella pasarela podría ser muy peligroso. Lo mejor era dejar que los soldados vinieran a por ellos y así el combate sería más igualado.

Con cierta bravuconería, el orondo joven decidió responder: ¡Pues ya ves! ¡Parece que vuestros compañeros son unos ineptos! ¡Al igual que vosotros! ¿Acaso creéis que unos soldados como vosotros pueden acabar con un grupo como el nuestro? Dijo tratando de picarles, mientras, al mismo tiempo señalaba a los compañeros que tenía tras de sí.

Calibán observó la situación y pensó en plantarse en medio del puente mientras los demás iban a buscar otro sitio, pero eso no pudo ser al ver como alguno comenzaba a retroceder. Miró al chico grande vestido de rojo- Yo me quedo y bloqueo el puente. El del arco puede quedarse conmigo y cubrirme desde lejos, mientras vosotros podéis buscar otra ruta y envolverlos, ¿qué os parece?

El puente no parecía del todo seguro para sus pies, así que Ariadne no se planteó dudas a la hora de aceptar la idea de Cáliban. Hizo una señal con el pulgar hacia arriba señalando su conformidad y se dispuso a buscar otro puente o acceso al otro lado... si es que lo había.

Leon niega con la cabeza mientras da un paso adelante.

-Yo me quedo aquí también, no creo que tengamos tiempo de estar buscando rutas alternativas... Además, ellos siguen viniendo desde la otra parte de la nave, y si éste es el puente... Dudo que haya otro camino.

El chico coge aire, y desenvaina su espada larga.

-...Creo que no nos queda otra más que abrirnos paso.

Inari vió la decisión de los que estaban de su lado. Unos harían frente, otros buscarían alternativas, pero todos con el fin de llegar al mismo sitio. La situación no era favorable, sino todo lo contrario, nos encontrábamos ante un posible accidente futuro de la nave, salvo que unos valientes y optimismas pudisen remediarlo.

El factor suerte sería, sin duda, clave. Ellos eran muchos, conocían los aposentos, tenían todo a su favor, pero como en toda batalla, la hormiga tendría su posibilidad ante el elefante.

El arquero se mantuvo en su posición, se llevó la yema de su dedo pulgar izquierdo a la boca y lo lamió con suavidad. Pronto, sus flechas se abrirían paso entre el aire brusco de las alturas, camino de aquellos que habían osado tenderles una emboscada.

Mientras discutíais qué hacer o cómo proceder, la guardia fue adelantando. Se agarraba fuertemente a la barandilla del lugar, pues los vientos eran muy poderosos, y ellos sabían lo peligroso que era luchar allí, pero no por ello se iban a dejar intimidar por un grupo como el vuestro.

Y el inquisidor os adelantó a todos de una manera que no comprendisteis. Se puso delante de vosotros y se llevó la mano a la insignia y desenfundó su arma.

¡Soy Evan Dawnguard, soy miembro de la Santa Inquisición y os ordeno que os alejéis, pues mi espada será la que aniquile vuestra alma!

Y, como los miembros de la guardia no se dejaron intimidar, Evan dio unos pasos hacia delante. Levantó la espada y golpeó con fuerza. Si el soldado no hubiera estado rápido, la espada le hubiera golpeado en la cabeza, y posiblemente hubiera muerto. Pero se apartó con presteza y, con una rápida patada en los tobillos, hizo que Evan perdiera el equilibrio. Cayó sobre la superficie de la barandilla, luchando por permanecer agarrado a ella. Pero no lo consiguió. Salió volando de la nave. Ya no le volveríais a ver.

Pyros negó con la cabeza al no comprender por qué se negaban a hacer caso de su estrategia. Seguía con la sensación de haber vivido aquello también, incluído el hombre que salía por los aires. No le dio pena porque apenas le había dado tiempo a conocerle, ni si quiera sabía quién de todos era. Pero el caso es que su muerte, quizá, y solo quizá, pudiera hacer comprender a sus compañeros que debían luchar mejor en un sitio más abierto.

¡Joder! ¿Estáis todos locos o qué? ¡No habéis visto lo que le ha pasado a ese pobre! ¡Retíremonos! En esa pasarela solo hay espacio para uno de nosotros. Y en mi caso quizá no haya ni sitio para mí. ¡Debemos atacarles en un lugar más abierto, les esperamos en la puerta y según vayan entrando...! Dijo haciendo unos gestos con los puños como dando a entender que los machacarían.

¡Retirada, joder, retirada!

Inari, al ver cómo salía despedido uno de los que estaban en su bando, pensó que quizás el grandullón tuviese razón. Así pues, dejé de tensar la flecha y la guardé, justo a tiempo para apartarme uno de mis rizos de la cara.

No os preocupéis, que estas flechas tienen un destino definido - pensó.

Muy bien, salgamos de aquí - contesté.

Espero que encontremos un sitio mejor, pero hay que ir a esa zona ya mismo o dará igual retroceder, porque nos estrellaremos.

Inari se levantó y retrocedió hasta lugar seguro.

Oyendo los gritos de Pyros, Ariadne titubeó. Le gustaba la idea de Pyros, pero con que uno solo de sus improvisados compañeros se quedara en el puente (como el autonominado inquisidor), los guardias no llegarían a un lugar en el que el grupo pudiera combatir en condiciones. Por otro lado, el plan de Cáliban sólo funcionaría si hubiera otro puente.

Finalmente, el deja vu que le provocaba el fornido luchador la inclinó a hacerle caso.

Al final retrocedisteis. Los guardias se rieron, pues pensaron que huíais ante el grito de retirada de Pyos. Sacaron sus armas y caminaron lentamente por el puente, pues el viento era fuerte y no se atrevían a correr a vuestro encuentro. La suerte que había corrido vuestro compañero os sirvió a todos para entender el peligro de combatir en un espacio abierto y a esas alturas.

Volvisteis a entrar en el comedor y los guardias estaban a pocos pasos de llegar a vuestro encuentro. El plan de ataque tendría que decidirse rápidamente, no podíais esperar a ver qué ocurría.