Partida Rol por web

Nada había dicho Armad desde que habían entrado en Toulousse. El descubrir, prontamente, que contra sus sospechas el hombre no había tratado de despistarlos en la ciudad sino que, por el contrario, seguía en ella, había afectado a su seguridad, ya mermada por el craso error frente a sus pares cuando no había logrado recordar siquiera que la falta del libro y lo que esto significaba era un tema ya sabido. Esas dudas se habían acrecentado en el combate contra los huargos, y en la actualidad, Armand se sentía tremendamente inseguro. No era tal cosa lo que esperaba, desde luego, pero así se sentía.

- Es un buen trabajo - señala sentándose en voz baja al ver lo que ha hecho Papagena, no pudiendo evita sonreir, aunque sus palabras solo las escuchan Barry y Remiel- Aunque es mucho mejor noble que la mayor parte de nobles que he conocido - mira entonces a Remiel- Eso que sentísteis, Remiel... ¿podríais intentar usarlo para acercarnos a donde quiera que esté? - el tono de Armand es dubitativo, indicando su estado de ánimo  

De momento no puedo deciros nada más preciso... hay demasiada gente en esta ciudad como para poder concretar, lo siento. Quizás, si en algún momento nos acercamos a él, pueda sentir su presencia con mayor claridad... pero ahora mismo todo lo que puedo deciros es que está dentro del recinto amurallado de Toulousse.

Remiel observa con curiosidad a Papagena y a su Aigor. No acaba de fiarse de esta pareja; demasiado extravagantes, incluso para tratarse de un mago y su acompañante. No, algo no estaba... bien en todo aquello.

Armand niega con la cabeza a las palabras del hombre

- Y realmente es mucho decir. Mucho más útil que mis ideas y mis actos hasta ahora - reconoce Armand- Si no hubiera sido por vuestro pálpito hubiera insistido en mi plan de ni pisar practicamente Toulousse... y hubiera sido un terrible error  

-Bueno, si de vagabundear se trata, sugiero ir hacia el centro. Me apetece ver qué tienen en medio de la ciudad, a parte de una catedral, claro -dijo el Jerbiton. Su ropa era indudablemente la de un masón, e incluso se diría que había trabajo como tal, dado el estado en el que estaba. La sonrisa de Excelsius indicaba que estaba disfrutando con todo aquello. Quién sabe porqué.

-Como sea -me encojo de hombros como respuesta a Excelsius- pero tampoco espero estar toda la noche recorriendo las calles.

Si Excelsius, un tipo peculiar, iba a ser nuestro "guía", tendría que esforzarme más que nunca por tener los ojos más abiertos y los oídos más atentos. Si lo dejara todo en sus manos, a saber donde acabaríamos. Por su parte, Septimus estaba más colaborador de lo normal, ¿sería algún tipo de trampa o estratagema?

Vaya tres patas para un banco, de este reunión no puede salir nada bueno.

-Estoy con el salvaje, no pienso pasar toda la noche recorriendo estas sucias calles. - dijo con un tono suficientemente amable para resultar raro en él, aunque mantenía tanto su mirada como su sonrisa cínica. Ahora mismo le daba un tanto igual el rumbo ya que no tenía claro por dónde empezar. Además, ganarse el favor de alguno de los del grupo podía, en cierto momento, asegurar su supervivencia. Y eso era un punto muy a su favor. 

-Vamos, pues.- dijo impacientándose, echando a andar hacia la dirección que le pareció que le llevaría hacia el centro de la ciudad.

Al llegar, comprobáis que la plaza mayor está desierta, tenuemente iluminada por la luna. A lo lejos se recorta la figura del ayuntamiento, un edificio visiblemente de mejor calidad y cuidada construcción donde los dirigentes de la ciudad se reúnen para resolver sus asuntos. A pie de calle hay varios guardias guardando la entrada, que se encuentra en el lateral derecho.

Pero hay algo que os llama mas la atención. A vuestra izquierda, envueltas en las sombras que proyectan las casas aledañas, se recortan dos figuras. Una de ellas parece estar inconsciente, pues la otra la tiene tomada por la cintura.

Septimus miró a su alrededor observándolo todo. Se fijó en las dos figuras que había entre las sombras.

-¡Tss! - reclamó suavemente la atención de sus... compañeros señalando con la cabeza la dirección de los extraños personajes. -Vamos.- dijo en un susurro y comenzó a andar a paso vivo intentando ser silencioso hacia la dirección de los personajes.  

Aún viniendo de Septimus, la expresión "salvaje" no me resultaba ofensiva, todo lo contrario, diría que no hay mejor forma de definirme. La humanidad hacía tiempo que dejaba de parecerme interesante y, poco a poco, me fui inclinando más hacia mi propio lado salvaje, el que tiene los instintos animales.

La plaza se presentaba ante nosotros, pobremente iluminada, silenciosa, desierta, el típico escenario en el que podría pasar cualquier cosa y esto sólo sería la antesala. No tardó mucho en aparecer esa cosa, en el flanco izquierdo. En un callejón había un par de sombras, había algo extraño en ellas, quizás no fuese nada importante, pero estaba claro que iríamos a meter la narices allí.

Lo que resultó extraño, es que fuera Septimus quien mostrara interés por acercarnos, mientras que Excelsius parecía estar rumiando algún comentario al respecto. Estaba claro que no nos íbamos a separar, o sería yo quien me llevaría la peor parte. Empecé a caminar hacia el callejón, pegado a la pared de la fachada así aunque yo no pudiera verlos a ellos, ellos tampoco podrían verme a mí.

-Iré invisible -dijo escuetamente Excelsius antes de desaparecer, literalmente, de toda visión. Presumiblemente iría tras ellos, pero eso sólo era posible si se quedaban quietos y aguzaban el oído, y eso no era una opción en esos momentos. La pregunta del millón en aquellos momentos, era doble: Por un lado era la de porqué se les habría ocurrido salir de paseo por la ciudad sin grogs para protegerles, y por el otro estaba la incógnita de si Excelsius conseguiría no despistarse en esta ocasión...

Observé atento la actuación de Papagena y esbocé una media sonrisa, pensando: Desde luego es una maga fuera de lo común... Mientras la observaba perderse escaleras arriba.

Los otros dos magus que nos acompañaban, Remiel y Armand, comentaban algo en ese momento, aunque no les atendí demasiado. Después los miré y dejé que mi sangre y lo que les había escuchado alcanzasen mi cerebro, puesto que la sangre hasta entonces había estado concentrada en... benditas ropas amplias.

- Habrá que buscar algún medio más fiable para rastrearlo. Agradezco y valoro tu don, Sodalis, pero creo que necesitaríamos algo más preciso. -Y por desgracia creo que yo esta noche estoy ocupado. Pienso, sin darme cuenta de lo negligente de esa actitud, pero estaba en mí pensar... bueno, en lo que pensaba.

Así que soy el segundo en subir las escaleras tras de Papagena, y voy a mi cuarto a prepararme y dejar que se relajen un poco las cosas en el cuarto de la Magi antes de visitarla.

Armand conocía a las personas. Las... sentía. Esa era la mejor manera de decirlo. No mágicamente, sin embargo. Pero no era necesaria magia para, con su empatía, notar en lo que pensaba Barry

- Que descanses... y disfrutes, sodalis. Si ella se deja - murmura con una sonrisa divertida, mientras observa a Barry subir, igualmente, las escaleras

Las sombras no hacen ademan alguno de moverse mientras empezáis a acercaros. Es como si estuvieran esperando algo...o a alguien. En ese momento unas nubes cubren al astro lunar, dejando toda la ciudad sumida en una completa oscuridad. Aún podéis discernir levemente los contornos de las figuras, pero el resto del mundo que os rodea permanece oculto.

Entonces, como si todo estuviese preparado, la luz da de lleno en las dos figuras como si fuesen los protagonistas de un escenario. Por las descripciones que tenéis, reconocéis una de ellas; es el hombre que mato al bibliotecario, esa mascara de hueso es inconfundible. La que aparecía desmayada no es otra que una mujer joven que os resulta desconocida, pero que a juzgar por su vestido amarillo y su escote parece ser un prostituta. Y está muerta. Sus ojos os miran, inertes y vacíos.

-Salve sodalis-escucháis desde detrás de la máscara, en un tono mortalmente frío y serio.

Vaya, ¿no es ese el asesino del bibliotecario? ¿cómo se llamaba? Bueno, es igual, pero esa máscara es inconfundible... Ummm, que desparpajo, admirable. Habrá que hacer algo. Ummm, ¿tal vez colocarme a su espalda? Sí, será lo mejor. Pooooco a poooooco, que no te escuche...

Y poco a poco, con mucho cuidado, todavía invisible, Excelsius se fue colocando a la espalda del archienemigo. Era un poderoso mago, probablemente protegido contra poderosa magia, con Parma y algunos trucos bajo la manga, pero todos los malos del mundo tienen debilidad por explicar su plan antes de ejecutarlo, por el placer de tener a alguien con quien regodearse. La maldad no se disfruta bien en soledad...

Armand ve como todos salvo Remiel se van.. y se queda mirando la gente de la taberna. Tras unos instantes de duda empieza a preguntar a unos y a otros. Son plebeyos, después de todo, y Armand sabe bien como tratarlos, y como intentar que se sientan cómodos. Tal vez alguno cuente algo que pueda ser de interés.. sobre todo si pregunta poco a poco sobre alguien extraño, que llamara la atención, un extranjero, que tuvo que llegar hace uno o dos dias... tal vez....

Si he de ser sincero, diría que no esperaba que el encuentro con nuestro asesino fuera a ser tan repentino. Habíamos estado siguiéndole la pista durante todo el viaje hasta llegar aquí, y nuestra misión era clara: encontrarle. Ahora que lo tengo delante de mí, no sé que demonios hacer. Si fue capaz de entrar y salir de Val-Negra, a saber qué será capaz de hacer contra nosotros tres... aunque a saber donde andará Excelsius.

-He imaginado multitud de posibilidades para este encuentro, y tengo que admitir que éste era el que menos me esperaba -me mantengo en una actitud recelosa hacia lo que pueda hacer ese indeseable-. Así pues, ¿cómo terminará este desafortunada situación?

Trago saliva, un poco abrumado por encararle sin ningún tipo de preparación previa. Espero que alguno de los que me acompañan se saquen un as de la manga.